Lo peor que podía pasarle a Marinette está ocurriendo. No sólo tiene la atención de la aspirante a periodista menos dispuesta a respetar la voluntad de los enmascarados que desean mantener el anonimato, sino que además debe tolerar sus traumas agravados con las impertinencias de Adrien Agreste y las ocurrencias de Félix Fathom. Porque ¿a qué se supone que están jugando? Adrien no tiene explicación, es más ella desearía tratar con él lo menos posible; aunque la actitud de Félix se la puede explicar. Ella tiene la culpa por actuar demasiado raro a su alrededor, ¡pero es que no puede evitarlo! Se acostumbró tanto a él en su anterior vida que en ésta simplemente le resulta natural orbitar cerca de él; diría que le ocurre lo mismo con Luka. Más aún cuando necesita aferrarse a algo que la haga sentir segura frente a un Adrien inofensivo. ¡Ridículo, completamente ridículo! Fue inevitable llamar por su nombre a Félix en su primer encuentro en esa vida. Para Marinette fue obvio: siempre consideró a los portadores que resistieron junto con ella hasta el final como su familia, la única que le quedaba, la única con la que podía contar. Es un insulto a esos lazos hacer como si Félix, en este caso, fuera un extraño del que no sabe más que es un adolescente de su edad, serio y aparentemente malicioso con segundas intenciones para todo. Reconoce que esa no es excusa que valga, ni siquiera porque podría inventarse que sabía de antemano que se trataba del primo de uno de sus compañeros de clase y del sobrino de sus actuales patrocinadores. Para colmo, ha cometido demasiados errores como para que sean pasados por alto. No le queda más que actuar como si ésta fuera la única vida que ha tenido, o al menos que recuerda. De otra forma, corre el riesgo de arruinar su oportunidad de enmendar el futuro.

— No sabía que fueras amigo de la protegida de mi padre, Félix —insiste Adrien por enésima vez.

Sentada dentro de la limusina que todos los días recoge a Adrien después de clase, Marinette intenta no sentirse ofendida por su gran interés en la supuesta relación que tiene con su primo. También está intentando no temblar ante la mera idea de que él se sienta traicionado otra vez. No es como si se le note disgustado, pero hay algo en su tono de voz que no le inspira indiferencia o algún intento desesperado por iniciar una conversación. Ella conoció a Adrien lo suficiente como para darse una idea de que está intentando lidiar con algo que seguramente no logra reconocer por su nombre, mucho menos señalar su existencia. Típico Adrien. Ahora que lo reconoce tan bien, Marinette no encuentra su peculiar modo de ser ni tierno, ni tolerable, más bien lo encuentra desesperante, incómodo.

— ¿Por qué tendría que mantenerte al tanto de lo que ocurre en mi vida, Adrien? —empieza el aludido con despreocupación. Félix y ella se encuentran sentados frente a Adrien, así que no puede apreciar su expresión facial por completo. Lo que no le impide estar segura de la sonrisa cínica que amenaza con aparecer en los labios del chico, de la idea que está fraguando en su mente para divertirse un rato a costa de su primo y del brillo pícaro que seguramente está asomando en sus ojos. Marinette sonríe cómplice bajo la mirada atenta de Adrien—. Pero haré una excepción ya que tanto deseas enterarte, al fin y al cabo eres mi primo —continúa mientras pasa un brazo por los hombros de ella para acercarla más aún de lo que ya está de él. Ella acepta su abrazo sin oponer resistencia—. Marinette es especial para mí, sobre todo porque no podemos jugar con ella. No como solemos hacer con el resto. ¿Entiendes eso, Adrien? —declara visiblemente complacido… con la reacción de su primo, asume ella.

Adrien se cruza de brazos. El disgusto es evidente en su mirada. Por su parte, Marinette cae en la cuenta de que repentinamente se siente tranquila. Su temor se ha esfumado. Ni de broma se moverá un milímetro hasta que Adrien se calme o se aleje, lo que ocurra primero. Confía en que Félix entiende algo de su situación o se lo imagina y que por ello será su apoyo, su aliado.

— ¿Y desde cuándo es esto? La prensa nunca mencionó algo parecido —demanda poco después.

Esta vez Marinette se siente aludida. Decide intervenir porque algo en su actitud no le agrada. Sabe o desea averiguar algo… y eso es peligroso para el futuro.

— No me diriges ni el saludo, y eso que Cloé nos presentó. Pareciera que has vivido debajo de una piedra hasta hace poco porque no tienes modales —le recrimina clavándole la mirada—. No me debo a ti, Agreste. Me asiste tener secretos —esto último no sólo va para Adrien.

El aludido pega un pequeño salto en su asiento y enrojece como jitomate maduro. Está lejos de sentirse traicionado, para alivio de Marinette. Félix no afloja su agarre en ella, pero todo apunta a que desearía prorrumpir en sonoras carcajadas. Patético. Eso es lo que ha de estar resonando en su cabeza en estos momentos.

— Siempre que tienes una oportunidad de conocerla tienes una excusa perfecta para evitarlo, primo, aunque reconozco que es difícil que se te presente una, menos aún exitosa. Excelente comportamiento digno de un fan número uno —se burla Félix—. Te he dicho que la libertad se construye, Adrien. Nadie más lo hará por ti. Sé lo que te digo.

Los ojos de Marinette se abren como platos al escucharlo. Un poco de información ha sido confirmada de golpe. Aunque ahora sabe que Félix no le mintió cuando se quiso hacer pasar por su primo, lo que le importa es su segunda afirmación. Eso sólo puede significar una cosa. Colt Fathom de alguna manera halló el atajo para adelantarse a Émilie Agreste. Eso cambiaría todo el panorama de la situación de ser así. Le induce a preguntarse por las circunstancias en que todo ocurrió en esta ocasión. Debería de hablar con el Maestro Fu cuanto antes, pero… no tiene mucho qué reportarle.

— Mira quién habla. Así como eres no es que consigas hacer muchos amigos que digamos —expresa Adrien petulante.

Marinette escucha ecos de una afirmación parecida. Chat Noir era el excéntrico, de ninguna manera su alter ego únicamente humano.

— Por lo que he oído, tampoco es que tu te esfuerces en hacerlos —contraataca Félix sin alterarse.

— Soy muy conocido en los medios, cualquiera me reconoce —es la réplica inmediata.

— ¡Ja! Por eso cada vez que me topo con tus fans en la calle, ahí a donde vaya, me confunden contigo —el tono de triunfo es inconfundible—. Mari me reconoció incluso usando tu ropa. Es a mí a quien Marinette regaló algo muy especial. Es evidente que sabe diferenciar más allá de lo superficial. ¿A eso cómo le llamarías, Adrien?

Marinette no se molesta en aclarar nada mientras escucha el ir y venir de afirmaciones segura de que pronto llegará a su fin. La ausencia de ese sentimiento que la inclinaba hacia Adrien inexorablemente se ha esfumado con su antigua vida. Con su terror irracional por su mera presencia bajo control, saborear su libertad recién encontrada la deja satisfecha. Es libre de actuar no para agradar a alguien sino por gusto de sí misma. Quisiera llorar de alegría, o quizás de alivio. Eso garantiza que no cometerá un error por causa de sentimientos absurdos. Con todo, tiene una pequeña preocupación que desea en vano ignorar. No quiere pensar en la posibilidad de que Hawkmoth se aproveche de los sentimientos negativos de su propio hijo para atacar… ¿Asumirá que, como los portadores de los prodigios del zorro, de la serpiente y del conejo andan vagando por ahí, los de la catarina y del gato necesariamente tienen que andar en circulación? ¿Le daría un poder tan destructivo como hizo su sucesor? Lo que no duda es que él sepa lo suficiente gracias al libro que aún no es recuperado, y muy probablemente a Nooroo. Ojalá sólo sea suposición suya. No tendría tiempo ni de huir, ni de transformarse en el caso hipotético de que ocurriera una akumatización. Estaría completamente indefensa y a su merced… otra vez.

— Eso no significa nada. Ella colabora con mi padre… —medio se entera del estado de la discusión que tiene lugar junto a ella.

Por lo oído, alguien se quedó sin argumentos. Así que decide intervenir para darle fin a tan absurdo intercambio.

— Al cual no parezco agradarle, no mucho que digamos —luego se dirige a Félix sin poder contener una expresión de severidad—. Hablando de regalos, Félix, espero que cuides del que te di como se debe.

Su prioridad es el futuro, lo demás carece de importancia. Eso es lo que últimamente la tiene cometiendo una que otra imprudencia. Félix se olvida de su discusión tan interesante con su primo y se gira hacia ella con una amplia sonrisa. Marinette no acaba de decidirse entre si está jugando por seguir molestando a Adrien o sí se muestra genuinamente amistoso con ella por voluntad propia.

Mari, creí que había sido claro la última vez —le dice con falsa dulzura.

Claro que lo recuerda, pero alguien normal jamás entendería lo que quiso expresar con ello. Tratándose de Félix Fathom, Marinette no duda de que sospecha que ella sabe lo suficiente para captar el mensaje. Ése fue su modo de probar su teoría. Es más, probablemente todos los encuentros que han tenido después del primero han estado orientados al objeto de averiguar cuánto y qué sabe en realidad.

— ¿Los dos? —involuntariamente Marinette muerde el anzuelo una vez más, aunque es lo suficientemente prudente como para susurrarle al oído lo que considera lo más evidente—. Debes cuidarlos con tu vida, ¿entiendes? Nadie, nadie debe saber que los tienes. Monsieur Agreste jamás lo comprenderá y no tiene con qué obtenerlos de vuelta. Dudo que ignores eso.

Por un momento se olvida de Adrien y de las mil y un maneras en que podría interpretarse su intercambio con Félix. Akuma o no, eso es lo de menos. Si él tiene ambos anillos, Amélie estará satisfecha, pero Gabriel Agreste… No quiere pensar cómo se lo tomará o está tomando, sin importar que su esposa siga en pie. Supo la historia entera de esos anillos por casualidad en un arrebato de desesperación de Argos durante la última batalla que libró. Para variar, uno de los anillos se había perdido, su destrucción jamás fue confirmada, con Ryuko. Ella era prácticamente la dueña de uno. Eso hizo comprender a Marinette, muy tarde, hasta qué punto la caída en batalla de Kagami le había afectado a Félix, quien milagrosamente se resistió a ser akumatizado. Su fuerza de convicción y compromiso le causó una impresión bastante fuerte. Es por eso que Marinette se deshizo del maldito anillo tan pronto como lo tuvo en sus manos. Ella jamás soportaría el recordatorio constante de uno de sus errores cruciales: no cuidar realmente de los miembros de su equipo, no prestar atención a sus amigos, no estar prácticamente con su última familia. Ya se tortura bastante sin necesidad de un recordatorio físico constante como para echarle más ácido a la herida.

— Los dos, puedes estar tranquila —le confirma. La sonrisa de Félix se ensancha mientras toma su mano derecha—. Seré discreto, puedo guardar un secreto. Es extraño que te preocupes así por nosotros.

Marinette sonríe siguiéndole la corriente. Aún así tiene la vaga certeza de que le está hablando de otra cosa completamente diferente.

— ¿Puedo confiar en ti, Félix? —le dirige con una solemnidad marcada, tiene que comprender que esto es serio.

— Por supuesto, aunque creí que ya lo hacías, Marinette —le da un apretón a la mano de ella que él aún sostiene entre las suyas—. Has hecho mucho por nosotros. Eres muy valiente.

Eso es nuevo… y exclusivo de Luka. Viniendo de Félix suena a un halago extraño, inusual, amable.

— Esto es serio, Félix. Imagino que ya tienes tus teorías al respecto —le acusa ella mirándole directamente a los ojos.

Él le guiña un ojo.

— Te sorprendería saber lo que he concluido —corresponde con aire misterioso.

Marinette quisiera gritarle, pero se ve interrumpida por el anuncio de la llegada a su destino. La conversación queda suspendida. Preguntándose si haría bien en contarle absolutamente todo a Félix, Marinette desciende de la limusina para arreglar sus asuntos. Necesita un aliado. ¿Quién mejor que él para ser el primero? ¿Cuenta Luka? Porque entonces sería el segundo. Se echa a Kagami a la bolsa y vuelve a tener al equipo completo. Todavía le falta aclarar lo de Viperion y el chico-zorro, tal vez conseguir que Ryuko vuelva. Es lamentable que las reglas de identidad secreta se mantengan en pie también en esta vida. No le queda otra que intentar ganarse a los probables portadores a ciegas. Va a extrañar a Alya, pero cree que puede vivir con eso. Si de algo sirvió su entrevista con el Maestro Fu, podrá superarlo fácilmente. No le cabe duda de ello.

— Adrien, Félix, sus madres les esperan en el jardín junto a sus invitadas —los recibe Nathalie a la entrada de la mansión.

Marinette se da un pellizco mental. Debe centrarse. Ésta es la segunda vez que se le permite poner un pie en la Mansión Agreste y debe estar alerta por más de una cosa. Debe estar atenta en caso de que a Gabriel Agreste se le ocurra una táctica de ataque o investigación, también por si le es posible localizar de casualidad a Nooroo y a su prodigio. No puede desaprovechar cada oportunidad que tenga porque podría ser la última. Y entonces tendría que pedir prestado a Kalkki u a otro kwami.

— Pasaré a recogerte más tarde, Marinette. No me olvido de que te prometí presentarte a nuestras invitadas —se despide Félix antes de perderse tras una esquina.

Tras él, Adrien aprieta el paso. No se despide. Se limita a dirigirse en la misma dirección sin voltear atrás. Marinette no espera mucho de él. Quizá llegue a obtener un prodigio cuando el Maestro Fu recapacite y entonces todo cambie. Por ahora, esto es lo que hay.

— Bienvenida, Mademoiselle Dupain-Cheng —continúa Nathalie.

— Agradezco la invitación, Madame Sanscoeur. Es un placer volver a verla. Espero que la salud de Madame Agreste haya mejorado, ojalá se recupere pronto —corresponde Marinette.

— Madame desea que se le una más tarde, así que tendrá oportunidad de comprobarlo por usted misma. Antes hay asuntos que demandan nuestra atención inmediata —Nathalie la mira calculadora—. Monsieur Agreste se unirá más tarde vía remota. Sígame por aquí.

Marinette ya suponía que Gabriel Agreste recurriría a algo así, por ende acepta las instrucciones de Sanscoeur sin sorpresa. Será una conversación exhaustiva, pero al grano. Ése es el estilo de Nathalie Sanscoeur. Marinette no podría pedir más.

— Lamento no poder presentarme en persona, Mademoiselle Dupain-Cheng —empieza el hombre de la pantalla en cuanto Nathalie Sanscoeur acomoda la tableta en un extremo del escritorio—. Supongo que mi asistente la ha puesto al corriente de la situación legal. Es una pena que no se pueda hacer mucho contra el uso de los diseños con que ese trío extraño se pasea por París. Sin embargo, creo que podemos usarlo a nuestro favor —el rumbo que está tomando su monólogo no le agrada a Marinette—. Revisé su propuesta para la última competencia. Puedo decirle que es excepcional, como siempre. Incluso ya está recibiendo los últimos detalles mientras hablamos. Empero, aún nos queda tiempo para una segunda opción. Creo en su talento, por tanto dudo estarle pidiendo demasiado al proponerle que lleve un traje inspirado en la parkourista del paraguas. El otro podemos reservarlo para otra ocasión. Me imagino que estará considerando seriamente competir en otro campeonato mundial, uno europeo e incluso los Juegos Olímpicos de invierno.

— Tendría que recosiderar muchos cambios de último momento. A mi entrenador no le hará ninguna gracia —protesta Marinette, el insulto se le queda atragantado en la garganta.

Claro que tiene un boceto preparado en honor de cada héroe que conoció en su vida anterior, pero tampoco va a revelar esa información y facilitarle a Gabriel Agreste lo que quiere. Él, en cambio, sonríe ausente, a medio camino hacia la condescendencia.

— Habiendo llevado un traje parecido al de flautista y al qe lleva la lira, bueno, sería de esperar que ya se hubiera presentado con algo semejante al atuendo de esa joven —rebate como si se supiera vencedor desde un principio—. Las especulaciones ya están en los medios y se espera el avistamiento de más parkouristas con trajes que coincidan con los suyos de un momento a otro. Aprovecharemos la feliz coincidencia y sacaremos el máximo provecho. La siguiente línea será esperada con una anticipación superior al resto. Será un éxito rotundo como el primer lugar que seguramente obtendrá, mademoiselle.

Marinette traga con dificultad. Está metida en un buen lío y no está hablando tan sólo por el tiempo que tardará en coordinar todo una vez más. Le dará motivos a gente como Alya para hostigarla más de lo que ya hacen por causa de sus teorías, algunas muy descabelladas.

— Necesito tiempo para arreglar algunos detalles con mi entrenador y el compositor que me apoya con las pistas —advierte Marinette en un último, pero débil intento por desanimar a su pseudo mentor.

— Tendré todo listo para no sufrir contratiempos —ofrece el hombre en la pantalla satisfecho—. Que pase una agradable tarde con mi familia e invitados, Mademoiselle Dupain-Cheng —agrega y se desconecta.

Nathalie Sanscoeur agrega algún que otro detalle antes de despedirla. Tiene cosas urgentes qué hacer y confía en que ella sabrá orientarse en la mansión sin su ayuda. Marinette refunfuña ante la perspectiva de tener que fingir no conocer el lugar. Encima, debe planificar sus tiempos para dar la impresión de que todo está siendo creado al momento. ¿Por qué tenían que seguir, ella y el resto de los portadores, las instrucciones individuales que les envió el Maestro Fu? Fluff le aseguró que mientras no hubiera un ataque akuma, cada uno de ellos seguiría una agenda distinta. Marinette ha seguido al pie de la letra su parte, pero está tan ocupada con sus asuntos que no se enteró de que no era la única conociendo el terreno e investigando. Ahora tiene la tarea extra e inesperada de asegurarse de que Gabriel Agreste no obtenga más información de la que ya tiene, porque evitar que sospeche ha quedado fuera de sus posibilidades desde casi el principio. Los portadores sólo cuentan con el factor sorpresa en una muy reducido margen. No pueden darse ningún lujo y perderlo. Sale de la estancia en que ha tenido lugar la reunión perdida en sus pensamientos. Tan ensimismada está con sus preocupaciones que ella no se percata de la persona que la espera justo fuera, recargada en la pared de enfrente hasta que se hace notar.

— Eh, Dupain-Cheng, que no me he tomado tantas molestias para que me ignores así.

Al escuchar el reclamo, Marinette para en seco. No puede creer que Gabriel Agreste haya rechazado su diseño en honor a Mullo y haya insistido en que sea elaborado otro con motivo de Fluff, aunque por supuesto que no lo mencionó de esa forma. Al parecer no puede demandar por plagio tan fácil como pudo haber creído en un principio, mas intentará por todos los medios dejar claro que la Firma Agreste es original y ningún aficionado, parkourista superhumano o no, le hará la competencia. Marinette no le encuentra sentido, pero se alegra de no haberle mostrado sus bocetos inspirados en Tikki o Plagg. Si ya está bastante alterado pensando en los tres héroes que han aparecido, Marinette no quiere ni imaginar su reacción ante una insinuación de los prodigios que necesita.

— No pedí que me sirvieras de guía, Fathom —contesta intentando centrar su atención en él.

Marinette recuerda la Mansión Agreste lo suficiente como para orientarse a través de ella, o eso espera.

— Oh, claro que me necesitas, Dupain-Cheng. Sólo que aún no te has dado cuenta. Sígueme —es la respuesta engreída que recibe.

Marinette obedece a regañadientes. Hay ocasiones como ésta en que no tolera a Félix por más que crea que se merece su admiración y respeto.

— Espero hacerlo pronto, Fathom. A veces eres insoportable —señala ella en un intento por molestarlo, pero Félix se limita a sonreír mientras insiste de nuevo en llevarla del brazo.

— Lo harás pronto, Dupain-Cheng. No desesperes —y otra vez Marinette cree que le está hablando de un asunto completamente distinto.

Llegando al jardín. Marinette puede distinguir desde lejos la mesa y sus ocupantes. Adrien y Kagami se encuentran sentados uno junto al otro justo en oposición a las mujeres que conversan amenamente entre sí. Marinette se detiene un momento en Kagami. Se alegra de volver a verla y tener la oportunidad de construir una amistad con ella. Espera que esta vez Adrien no sea un inconveniente en la ecuación y más bien sea una adición agradable. Espera poder protegerla esta vez de llegar a ser necesario. No se detiene por más tiempo en ambos adolescentes. Marinette sabe que debe centrarse en las adultas. Tomoe Tsurugi es una mujer imponente. Marinette debe concederle eso. Espalda recta, sin expresión en el rostro, esos lentes oscuros y su bastón en la mano. La mujer parece ser inalterable, indiferente. Sin embargo, Marinette supone que quiere a su hija de alguna forma retorcida que ella nunca alcanzará a entender. Porque definitivamente ahora puede darse una idea de las razones detrás de que Félix la hizo desaparecer de manera permanente para liberar a Kagami, la cual resultó querer a su madre lo suficiente como para reclamar por su desaparición forzada. Marinette concluye que Kagami tiene un gran corazón o mucha madurez. Siempre la tuvo en alta estima, pero ahora cree que eso es quedarse corto. Al lado de la señora Tsurugi, las gemelas Graham de Vanily parecen las criaturas más tiernas, dulces y afables que puedan existir. Amélie Fathom siempre fue exuberante, pero hasta Émilie Agreste se nota más vivaz que la señora Tsurugi a pesar de su condición. Es evidente que la madre de Adrien ha hecho un esfuerzo enorme por estar presente en esta reunión. Marinette lo agradece infinitamente.

— Oh, al fin llegan —exclama Amélie al ver aproximarse a dúo tomado del brazo—. Espero que mi hijo se haya portado bien, Miss Marinette. Me alegro de verte de nuevo.

— Es un placer verles reunidos hoy, Lady Amélie —responde Marinette correspondiendo al reconocimiento recibido—. No se preocupe, Félix ha sido una excelente compañía.

Ambos jóvenes toman asiento a la mesa.

— Me da gusto verla disfrutando del día, Madame Agreste —se dirige a Émilie—. Creo que no he tenido la oportunidad de agradecerle sus regalos.

— Nada qué agradecer, Marinette, fue por una buena causa —expresa Émilie con mucho esfuerzo—. Me gustaría presentarte a una amiga de la familia y a su hija. Tomoe, Kagami, ella es Marinette Dupain-Cheng. Marinette, ellas son Tomoe Tsurugi y su hija Kagami.

— Encantada de conocerlas —saluda Marinette sin esperar nada del par de rostros inexpresivos que la observan.

— He oído mucho de ti últimamente, jovencita —sentencia Tomoe Tsurugi como si su aprobación fuera de vital importancia para Marinette.

— Ojalá hayan sido cosas buenas —responde sin dejarse intimidar.

Tomoe hace un gesto de confirmación con la cabeza, pero su tono de voz neutro y algo severo no cambia.

— Has sabido orientar tu afición a algo de provecho, eso es admirable en alguien de tu tipo. ¿Quién diría que a tan corta edad usted ya está construyendo su futuro? A mi hija le vendría bien tenerla cerca. Estoy segura que encontrarán un interés en común para empezar. Espero que Kagami pueda tener en usted, señorita Dupain-Cheng, un aliado.

Marinette se inclina ligera y respetuosamente hacia la mujer a modo de agradecer el permiso que le está dando, por más ridículo que le parezca eso. Luego, mira discretamente a Kagami por el rabillo del ojo. Al menos en esta vida no le dice directamente que lo que dibuja es horrible. ¿Tomoe Tsurugi la considera digna de ser amiga de su hija? Por supuesto que no, por más buena conexión que pueda decir que será para ella. Hay que resaltar que no ha dicho amiga, sino aliado y tenerla cerca. Marinette duda que Tomoe la considere una igual en algún aspecto. Ella no es hija de ninguna familia importante ni poderosa, ni siquiera sus padres no son grandes comerciantes. En resumen, Marinette no pertenece a su mundo. Lo comprendió cuando salía con Adrien, pero en esta vida apenas comenzó a dudar de que lo suyo hubiera podido sobrevivir a base de puro amor. Si Adrien había querido intentarlo, fue porque el aislamiento a que había sido sometido lo había dejado puro, ignorante, ingenuo e infinitamente amable. De otra manera, Adrien jamás la hubiera mirado. Lo que hubiera estado acorde con el hecho de que la familia de él, especialmente su padre, jamás la hubiera aceptado. Por lo que, en esta situación, lo único que puede decir es que le sorprende que Tomoe Tsurugi le encomiende el cuidado de su hija de alguna manera. Siendo honesta, aún sospecha que Émilie Agreste es la única razón por la que se mantiene en la Firma Agreste de un modo tan cercano. De no poder evitarlo, a su entrada en coma no le sorprendería bajar de categoría; aunque eso no es lo que mueve a Marinette para querer salvarla. Simple y sencillamente Émilie Agreste no merece un destino cruel. París no merece pagar las consecuencias.

— Le agradezco el reconocimiento, Madame Tsurugi —responde Marinette obligándose a recordar en dónde se encuentra—. Haré todo lo que esté a mi alcance para ser una buena compañía para su hija.

— Me agrada que sepa cuál es su lugar, jovencita Dupain-Cheng —recibe de vuelta.

Marinette ahoga una exclamación. Lo acepta por Kagami, ella necesita una amiga real y normal. Acto seguido, Tomoe Tsurugi desvía su atención hacia las dos mujeres que les acompañan. Su acto deja a Marinette a su suerte con tres adolescentes difíciles de tratar en ocasiones: uno parece no saber ni qué decir, cuando su alter ego soltaba hasta bromas de lo más ridículas, y los otros dos se miran con disgusto, lo cual la desconcierta porque sabe cómo será su futura relación. Le extraña que Kagami no parezca tener ninguna inclinación amigable hacia Félix. Duda que en la otra línea temporal ambos se hayan conocido tan temprano en el curso de los acontecimientos. Con todo, le resulta extraño que aún no hayan desarrollado una relación significativa, asumiendo el destino que les aguarda. Se corrige, le intriga que Félix no esté trabajando por obtener su relación sentimental con ella a sabiendas de cómo será más tarde.

— ¿Por qué no llevas a tus invitados a tu sala especial, Adrien? Tienes con quién probar ese nuevo juego que te conseguimos —indica Émilie con cansancio.

Marinette aprecia la oportunidad de retirarse de la mesa sin tener que inventarse una excusa. Adrien asiente apresuradamente y se dirige al interior, seguramente entendiendo que deben dejarlas solas. El resto le sigue a cierta distancia.

— Hola, me puedes llamar Marinette —le dirige a Kagami en cuanto se alejan del trío de mujeres. El suyo es un intento por entablar amistad de una manera menos accidentada que la de la primera vez que se conocieron. En principio, Adrien no entra en la ecuación esta vez—. Siento lo de hace rato, pero tu madre es realmente intimidante. Creo que no tuve más que aceptar lo que decía. Has de ser increíblemente fuerte para no terminar fulminada con sólo su presencia. No pretendo imponer mi persona, respetaré tu decisión sea la que sea.

— Supongo que te acostumbras —responde Kagami sin siquiera el fantasma de una sonrisa—. No te culpo, mi madre demanda respeto y obediencia. Llámame Kagami.

Marinette sonríe ligeramente. Se lo toma como una buena señal. Si tiene que volver a trabajar con Kagami para que sea la amiga tan preciada que conoció, lo repetirá las veces que sean necesarias. No permitirá que nadie la vuelva a hacer pedazos, ni siquiera su madre.

— Gracias. Espero poder llevarnos bien, Kagami —sonríe en un intento por romper un poco más el hielo—. Siempre estoy tan atareada que a veces creo que me volví torpe socialmente hablando y sin esperanza de recuperación.

— Ya lo creo, bienvenida al Club de los eternamente ocupados. No te preocupes. No eres un caso perdido como ése que camina a tu lado —recalca Kagami aún seria, pero visiblemente más relajada—. Creo que podremos entendernos. Me hace falta una amiga. Estoy rodeada de chicos.

Marinette ensancha su sonrisa emocionada.

— ¡Genial! —celebra algo más que sólo eso para sus adentros.

— No soy patético como tu querido Adrien, Tsurugi —se escucha con molestia al lado de Marinette.

— Nadie te pidió tu opinión, Fathom —responde Kagami.

— Deja de mencionar a otros en tus conversaciones si no deseas que intervengan —le lanza devuelta.

— Conversación a la que no estabas invitado para participar.

— ¡Oh! —exclama Marinette alarmada al atestiguar su interacción.

¿De qué se perdió o qué no ha ocurrido todavía? ¿Acaso ése es su modo de coquetear? Ambos no tenían ese tipo de interacciones antes, al menos no que Marinette supiera. Sin haberse detenido del todo durante su intercambio, pronto dan alcance a Adrien y el tema de conversación cambia a uno menos polémico. El resto de la tarde Marinette la pasa en compañía del trío que dista mucho de lo que creía que eran en su otra vida. No los recordaba así, pero extrañamente se siente cómoda con ellos. Se va acostumbrando a ellos conforme transcurren las horas, incluido Adrien aunque en menor medida.