La puerta del laboratorio se abrió de golpe y chocó contra la pared con tanta violencia que la habitación entera pareció temblar por un instante. Orochimaru siguió tecleando en su computadora como si nada, mientras que Kabuto dio un saltito y la pila de documentos que sujetaba cayó de sus manos.

—Uh, problemas a la vista —dijo Kabuto, agachándose a recoger los papeles.

Karin cruzó la sala, sus tacones golpeando el suelo con cada paso, casi amenazantes. Kabuto apartó la mano en el último segundo, evitando llevarse un pisotón que sus papeles recibieron y que dejó una huella grisácea impresa en la hoja.

—Oh, Karin, deberías considerar ser más gentil al entrar a los sitios —dijo Orochimaru, su voz un sedoso tono de falsa súplica.

Kabuto se puso en pie y se sacudió las rodillas.

—El doctor Senju tiene razón, deberías al menos llamar a la puerta.

Karin se volteó y lo fulminó con la mirada.

—No me vengan ahora con lo de los modales —dijo, casi gritando—. ¡Sabía que no podía fiarme de ninguno de los dos!

Orochimaru dejó de teclear y la miró con una conciliadora sonrisa.

—Está bien, doctora Uzumaki. Si hay algo que te molesta podemos hablarlo con calma.

La sangre de Karin pareció comenzar a hervir cuando escuchó su tono apacible.

—¡Saben muy bien de qué se trata! ¡Acordamos un mes! ¡Han pasado casi dos meses y aún no les han dicho a Deidara y Tobi que son almas gemelas! ¡Dijeron que lo harían! —exclamó Karin, su voz llena de frustración—. Ahora me resulta imposible mirarlos a la cara sin sentirme culpable.

Orochimaru alzó las manos en son de paz.

—No me he olvidado, por supuesto. Pero ya que el experimento está yendo tan bien y es una oportunidad que no se va a volver a presentar, decidí darnos una pequeña... Prórroga.

Kabuto, se acercó a ella con expresión amable.

—Es una verdadera lástima que insistas en apresurar el final de un experimento tan fascinante, doctora Uzumaki. La ciencia requiere paciencia, ¿no crees?

Karin soltó un bufido.

—¡Al infierno la paciencia! Lo que me importa es que no puedo soportar por más tiempo que los estén engañando así. Cumple tu palabra, Orochimaru.

Orochimaru suspiró, sujetándose la frente como si los gritos de Karin le hubieran dado un dolor de cabeza.

—Lo vamos a hacer, lo vamos a hacer, por supuesto —accedió finalmente y ella sabía que eso no era todo. Cuando el doctor Orochimaru daba su brazo a torcer por algo, eso significaba que venía con condiciones—. Cualquiera que te escuche hablar va a pensar que no tengo principios. Papá viene a hacer una visita la semana que viene. Le he hablado del caso y se ve muy interesado. ¿No crees que sería una pena que no llegue a ver la investigación tal y como la llevamos, sin que el tumulto emocional que les va a causar a los implicados se interponga? —Karin rodó los ojos—. Él es el mayor experto mundial en almas gemelas. Ya que lo hemos ocultado todo este tiempo, ¿qué más da una semana más?

Karin frunció el ceño en silencio, mirándolo fijamente. Finalmente, asintió.

—Está bien. Después de que el doctor Tobirama Senju se haya marchado, llamarás a Tobi y Deidara a tu oficina y se lo dirás —dijo con firmeza—. Si te pasas si quiera un día seré yo misma quien se lo diga, y de paso les contaré que lo saben desde hace tiempo y se lo callaron para observarlos.

Kabuto se le acercó.

—Entendido, doctora Uzumaki. Eso no pasará. Es una petición razonable —dijo, con un gesto tranquilizador—. Tobi y Deidara tienen derecho a saber, después de todo.

—¡Bien! —dice Karin, aún en voz demasiado alta. Sin despedirse, se dio la vuelta y se fue, hablando para sí misma—. ¡Y tanto tiempo fue necesario para eso! No puedo creer que los hayan mantenido en la oscuridad todo este tiempo.

Kabuto fue a cerrar la puerta él mismo una vez que quedó claro que Karin no iba a hacerlo.

—En fin —dijo Orochimaru, con indiferencia—, no es como si fuéramos a sacar más datos inútiles de este experimento, más que la reacción de ambos a la noticia. Kabuto, traeme un ibuprofeno. De los fuertes. ¿Cómo puede esta mujer gritar tanto?

—Yo creo que la relación aún podría avanzar un poco más si la hubiéramos dejado desarrollarse al menos un mes más —dijo Kabuto, sacando de un cajón un botiquín verde.

—Sí, pero tampoco es algo crucial —respondió Orochimaru—. Después de haberlos observado un tiempo está claro que eso es lo que iba a acabar pasando.

Kabuto llenó un vaso de agua del dispensador y lo dejó en el escritorio de Orochimaru, junto con un par de pastillas.

—Tobi no nos lo va a perdonar. Es posible que se vaya de aquí.

Orochimaru se echó las pastillas a la boca y bebió un trago de agua.

—Lo dudo —dijo, con un gesto despreocupado—. Está demasiado enfocado en su proyecto. No creo que nos lo perdone, pero no es como si hubiera otro lugar donde pudiese seguir desarrollándolo. Como él dice, es la misión de su vida.

—Mmh... —Kabuto asintió—. Deidara sí que no va a quedarse aquí. Quién sabe qué pase con ellos.

—Apuesto lo que sea a que Tobi no querrá saber nada de él tras enterarse. Y Deidara se volverá a Iwa. Esta no es su vocación después de todo y está aquí con una beca. No tiene nada que perder —respondió Orochimaru—. Fin del misterio y fin de ellos dos también. Cuando Tobi por fin consiga borrar el vínculo del alma entre dos seres humanos, ambos podrán ser libres de esa carga y el tiempo les ayudará a dejar todo atrás.

Kabuto torció el labio.

—Triste —murmuró, volviendo a su tarea interrumpida por Karin—. En fin.

—Así es la vida —dijo Orochimaru mientras escribía, no dedicándole al asunto ni un pensamiento más.


Deidara extrañaba a Tobi. En las dos siguientes semanas tras la salida al cine sólo lo vio un domingo. Habló con él por chat unas cuantas veces más, pero Tobi siempre tardaba en contestar y Deidara siempre tenía la impresión de que lo estaba molestando.

A veces lo escuchaba volver tarde, cuando él estaba ya en la cama y aún no se había dormido. Deidara pensaba en salir a saludarlo, pero sabía que Tobi necesitaba descansar después de trabajar todo el día.

La hora de la cena era cuando más sentía su ausencia. Deidara nunca tenía ganas de cocinar y siempre acababa haciendo arroz con curry o fideos instantáneos. Cocinar para una sola persona le parecía molesto, se ensuciaban la misma cantidad de utensilios de cocina para hacer la mitad de comida. Siempre fue consciente de la suerte de tener un vecino que se ofreciera a invitarlo a su mesa todos los días a cambio de aportar al importe de los ingredientes. Ahora se hacía obvio que Deidara obtenía de ese trato mucho más que comodidad. La compañía de Tobi se le hacía incluso más valiosa de repente. Cocinaría él mismo todos los días si eso devolviera las cosas a como estaban antes. Mierda, eso era precisamente lo que estaba haciendo desde que Tobi empezó con las horas extra, sólo que sin él.

Esos días se había estado acercando más a Konan y Nagato, pero es como si a su compañía le faltase algo. Deidara no sabría decir exactamente por qué.

El plazo de dos semanas que le dio Kakashi para contactarlo se iba acercando y con él, el humor de Deidara iba cayendo. Incluso su madre lo había notado cuando le hablaba por chat. Karin estaba rara con él. Habría pensado que le pasaba algo si no fuera porque a Kimimaro le hablaba como siempre. Deidara se preguntaba si había dicho o hecho algo que la había molestado, pero ese parecía no ser un problema de él, sino de ella, y ese tipo de actitudes le parecían detestables.

Varios días después, justo cuando se cumplieron las dos semanas, Deidara no pudo dormir bien. Se despertaba a cada momento y miraba el teléfono como si Kakashi se fuera a acordar de lo que se comprometió a hacer en mitad de la noche. La oscuridad envolvía la habitación de Deidara mientras él miraba ansiosamente su teléfono. Harto de todo, con una mezcla de malas emociones retorciéndose en su pecho, Deidara abrió el chat de Kurotsuchi.

[02:15] Deidara: Si no digo esto voy a explotar

[02:15] Deidara): Estoy harto de este lugar!

[02:16] Deidara: Kakashi dijo que me llamaría antes de dos semanas y hoy es el día

[02:16] Deidara: Por qué lo dijo si no pensaba hacerlo?

[02:17] Deidara: Me tiemblan las putas manos de lo hasta las pelotas que estoy. Nadie aquí entiende de arte, ni siquiera puedo practicarlo en mi tiempo libre como había planeado hacer porque nunca estoy humor!

[02:17] Deidara: Las clases son aburridas y cuando por fin empezaba a encajar en algún lado ahora Tobi está demasiado ocupado para pasar tiempo conmigo.

Tras enviar el mensaje, Deidara dejó el teléfono sobre la cama e intentó dormir. No sabía si realmente se sentía mejor después de haber escrito aquel muro de texto, pero ya lo había enviado y era tarde para borrar nada. No pasó mucho tiempo antes de que la pantalla se iluminara con una notificación.

[02:20] Kurotsuchi: ...

[02:20] Kurotsuchi: Estás bien?

[02:21] Kurotsuchi: Cuál es el problema con Kakashi?

Deidara no esperaba obtener una contestación a esa hora, pero no podía decir que no se alegrase.

[02:21] Deidara: Qué haces despierta?

[02:22] Kurotsuchi: Qué haces TÚ despierto? Aquí no son ni las once y media

[02:22] Kurotsuchi: Allá deben ser más de las dos

[02:23] Deidara: No sé qué pasa con Kakashi

[02:23] Deidara: Si no podía cumplir el plazo que me dijo ya podría haberme mandado un mensaje, tan profesional que parecía

[02:25] Kurotsuchi: :(

[02:25] Kurotsuchi: Has intentado llamarlo tú?

[02:26] Deidara: No

[02:26] Deidara: No quiero estar rogándole a nadie

[02:26] Deidara: Él se comprometió y si realmente le importara, me habría llamado antes

[02:27] Deidara: Odio sentir que me están tomando el pelo

[02:29] Kurotsuchi: A veces las cosas se complican y las personas pueden olvidar, no siempre es intencional

[02:29] Kurotsuchi: Pero ya verás como se va a resolver

[02:29] Kurotsuchi: Has indagado tanto y has llegado tan lejos

[02:30] Kurotsuchi: Lo único que queda es comprobar si ese Yamato es la persona que buscas

[02:30] Kurotsuchi: Literalmente sólo eso

[02:30] Kurotsuchi: Has intentado distraerte un poco?

[02:30] Kurotsuchi: Si no puedes dormir te puedo recomendar unas cuantas series

Deidara releyó los mensajes varias veces. Tener paciencia no era lo suyo, pero Kurotsuchi tenía algo de razón. Eso era lo único que quedaba por hacer.

[02:31] Deidara: Está bien, esperaré un poco más

[02:32] Deidara: Ver una película suena como una buena idea

[02:32] Deidara: Igual no voy a clases mañana y me quedo aquí viendo películas, nunca he faltado, dudo que un día me meta en problemas

[02:32] Deidara: Gracias

[02:33] Kurotsuchi: Por nada

Cuando estaba a punto de despedirse de ella, algo más se le pasó por la cabeza. La idea fugaz de que tal vez no quería seguir ahí si su alma gemela resultaba estar muerta después de todo, los consejos ignorados que le dio su madre cuando le dijo que esa carrera no era para él. Tener que volver después de que todo lo que ella predijo resultase ser cierto. Era un escenario que cada vez tenía más posibilidades de volverse real.

[02:34] Deidara: Por cierto

[02:34] Deidara: No le digas nada a mi madre

[02:34] Kurotsuchi: No le diré

[02:34] Kurotsuchi: Si me pregunta, le diré que estás estresado con los estudios


Deidara no tardó ni un segundo en sacar el teléfono en cuanto sintió la vibración en su bolsillo, a pesar de estar en horario de estudio. Konan y Nagato miraron en su dirección. Al ver que era Kakashi quien llamaba, contestó de inmediato mientras salía al pasillo.

—Hola —dijo Deidara, tratando de no sonar desesperado.

—Hola, Deidara. Siento la tardanza en llamar, las cosas han estado bastante ocupadas para mí estos días —se disculpó Kakashi.

De fondo se escuchaba el sonido lejano del tráfico y ladridos de perros.

—Está bien —respondió Deidara y todo su resentimiento por la tardanza se fue de golpe—. ¿Hay novedades?

—Así es, por fin conseguí una cita para visitar a Yamato en la residencia en la que está ingresado —dijo Kakashi, su voz sonaba alegre—. Normalmente, solo permiten visitas de familiares, pero mi encanto natural los convenció.

—¿Ah? —dijo Deidara, pensando que había escuchado mal.

—Nah, es broma, a veces es útil tener gente que te debe favores.

El corazón de Deidara se aceleró ante la noticia, pero trató de mantener la calma.

—Me alegra escuchar eso —respondió con sinceridad, sin poder evitar una gran sonrisa—. ¿Qué día será?

—El próximo sábado a las seis y cuarto —respondió Kakashi—. Podemos ir en mi auto. Pásate por mi casa como media hora antes.

—Está bien —dijo, sacando un bolígrafo y apuntándose el día y la hora en la palma de la mano—. Por cierto, ¿has averiguado algo más sobre el tema?

—Errr... Eso es mejor que lo discutamos en persona, Deidara. Te contaré más detalles el sábado.

Deidara asintió, su humor mejorando a cada segundo. Después de tantas decepciones, era difícil de creer que aquello estuviera pasando.

—Está bien, lo dejaremos para entonces.

—Bueno, debo seguir con algunas tareas. Nos vemos el sábado, Deidara. Cuídate.

—Nos vemos. Gracias por todo —respondió Deidara.

Deidara colgó el teléfono con una sonrisa en su rostro que tardó un buen rato en irse. Mientras esperaba a que se fuera, mandó un mensaje a Kurotsuchi y le contó la buena noticia. Fuera cual fuera el resultado de su encuentro con Yamato, el final de la carretera estaba ahí, delante de él.

Deidara dudaba haber sentido algo tan liberador en su vida.


El silencio en el laboratorio era tal que a Obito casi le parecía que estaba respirando más ruidosamente de lo normal. Frente a él, una sofisticada pantalla mostraba el trabajo del láser de precisión microscópica. Una herramienta fundamental para llevar a cabo la delicada operación que estaba realizando en el mono sedado, cuya cabeza estaba fijada en un quirófano especialmente diseñado para tal propósito.

Algún día no muy lejano, un humano estaría ahí en ese mismo lugar.

Obito manejaba con destreza los mandos, ajustando el láser con suma atención hacia la glándula pineal del mono. Obito trabajaba tan despacio como podía, controlando la firmeza de su pulso, decidido a hacerlo bien. A su lado, Kabuto observaba en silencio, con los brazos cruzados, tomando nota de cómo se desarrollaba la importante misión en la que se había embarcado.

Habían sido días de arduo trabajo, en los que a penas había descansado, pero Obito estaba más motivado que nunca. Con la ayuda de Kabuto, había realizado resonancias cerebrales a cada mono que llegaba al laboratorio, mapeando y estudiando meticulosamente sus glándulas pineales. Había llegado a comprender su estructura y funcionamiento, y ahora, era el momento de poner en práctica todo lo aprendido.

Obito eligió al mono que había perdido a su pareja como el primer espécimen de prueba. Presentaba síntomas típicos del trastorno por vínculo roto. Si la operación iba bien, podría vivir el resto de su vida en paz.

Con una pulso férreo, Obito reescribió la secuencia que pertenecía al vínculo del alma en la glándula pineal del mono. Sustituyó cuidadosamente esta conexión rota por otra secuencia neutra, similar a la que se encontraba en los individuos que no tenían un vínculo del alma. Obito se aseguraba a cada momento que tenía los nervios bajo control mientras realizaba el procedimiento. Sabía que lo que estaba haciendo tenía implicaciones profundas y posibilidades de cambiar la vida de muchas personas, incluido Deidara.

Sobre todo Deidara.

Era cierto que su caso era atípico, pero Obito a veces notaba que lo rodeaba un halo de tristeza. Lo había extrañado esos días en los que se había enfocado en trabajar, pero la motivación de mejorar su calidad de vida hacía que todo mereciera la pena.

El momento de la verdad se acercaba. Obito se aseguró de que todo estuviera tal y como estaba el esquema en su mesa, y con una última revisión, finalizó la operación. El mono, con la parte de atrás de la cabeza afeitada, seguía sedado, su respiración y pulso estables.

—Ahora sólo resta esperar y ver como evoluciona —dijo Kabuto.

Con cuidado, Obito devolvió al mono sedado a su jaula, asegurándose de que estuviera cómodo. Después, regresó al lugar donde se encontraba Kabuto.

—Gracias por su asistencia, doctor Yakushi —dijo Obito, mientras se quitaba los guantes de látex y los desechaba, dejando escapar un suspiro de alivio.

Kabuto asintió, mostrando una sonrisa cordial.

—Estoy impresionado por el nivel de avance que has logrado en tan poco tiempo. Incluso te has tomado el lujo de hacer planes para el sábado. Pensé que irías a concentrarte en el trabajo —preguntó Kabuto casualmente.

Obito alzó una ceja, intentando comprender la intención detrás de la frase. Había algo sospechoso en ella. Kabuto nunca daba puntada sin hilo.

—¿Planes para el sábado? ¿De qué estás hablando? —respondió Obito.

Kabuto señaló a su mano derecha y cuando Obito miró, vio un mensaje escrito con bolígrafo en ella: "Sábado seis y cuarto".

El corazón le dio un vuelco al ver el mensaje. No podía creer lo que estaba viendo. Esa escritura no era suya, sino de su alma gemela. Precisamente la razón por la que Obito nunca se apuntaba nada en la mano. Ese mensaje no estaba dirigido a él, eso era evidente, pero verlo ahí lo perturbaba lo suficiente como para darle escalofríos.

Kabuto lo observaba con una expresión neutral, esperando una respuesta. Obito prefería que todo el mundo se quedase al margen sobre el tema de su alma gemela. Especialmente Kabuto.

—Ah, sí, todo va mejor de lo que pensé, así que darme un día libre no afectará mucho a mis planes —mintió, tratando de controlar sus emociones.

Las cejas de Kabuto se alzaron casi imperceptiblemente. Obito supo que no se había tragado la mentira, pero por cualquier razón no hizo ningún comentario. En su lugar, Kabuto asintió y sonrió levemente, pero la sonrisa no llegó a sus ojos.

—Entiendo. Nadie va a juzgarte si decides tomarte un respiro. Si necesitas algún cambio en tus horarios, avísame —dijo Kabuto, servicial.

—Está bien. Gracias de nuevo.

Obito agradeció internamente que Kabuto no presionara más sobre el tema. La aparición del mensaje escrito por su alma gemela le había dejado una extraña sensación en el cuerpo, ligeramente desagradable.

Antes de retirarse, Kabuto miró una última vez hacia atrás.

—Siento que muy pronto vas a descubrir algo grandioso, Tobi —dijo enigmáticamente.

Obito respondió con un leve «mn», sin poder descifrar si había algo más detrás de ellas. Cualquier tejemaneje de Orochimaru le daba igual en ese momento. Se sentó en un taburete y se miró la mano, notando como la angustia iba aumentando con cada segundo que pasaba. Después cerró el puño, como queriendo aplastar las palabas ahí escritas de alguna manera.

Lo más lógico era que aquello no tuviera nada que ver con él, pero a Obito lo llenó de ansiedad igualmente. Últimamente había estado pensando más en su alma gemela, el vínculo entre ellos manipulándolo, haciéndole creer que lo necesitaba para sentirse completo.

No estaba muy seguro de lo que iba a pasar el sábado, pero Obito se juró a sí mismo que lo iba a pasar trabajando sin descansar de la mañana a la noche. Después sacó unos guantes desechables nuevos y se los puso. Visto lo visto, cuanta menos piel dejara expuesta, mejor.


Deidara llegó temprano a la casa de Kakashi, incapaz de contener los nervios que no lo habían dejado sentarse quieto en la silla por cinco minutos seguidos. Al tocar el timbre un coro de ladridos tras la puerta le contestó casi de inmediato.

Kakashi abrió la puerta, cargando a Pakkun en brazos, igual que la otra vez. Una sonrisa amistosa se formó en su rostro bajo la mascarilla gris que cubría su boca.

—Oh, eres tú Deidara, llegaste un poquito pronto —comentó Kakashi, con un deje de sorpresa.

Deidara se encogió de hombros, no queriendo insinuar que no confiaba en la puntualidad de Kakashi.

—Sí, lo sé. No podía esperar más —respondió, tratando de sonar despreocupado.

Kakashi asintió.

—Así que eres impaciente. Bueno, es seguro que yo estaría igual en tu lugar. Entra, por favor — dijo Kakashi, abriendo más la puerta y haciendo una seña a los perros, que se alejaron al acto hacia el interior de la casa.

Deidara entró y Kakashi lo condujo a la sala.

—Te ofrecería té, pero te ves nervioso, tal vez sea mejor algo sin cafeína.—dijo Kakashi una vez Deidara se sentó—. ¿Camomila?

—Nunca la he probado, pero no parece mala idea, gracias.

Kakashi asintió y se fue. Una vez solo con los perros, Deidara notó cómo algunos de ellos parecían reconocerlo por el olor, tal vez, no sabía demasiado sobre perros, pero tres de ellos se habían parado frente a él, mirándolo y moviendo sus colas de un lado a otro.

—¡Hey, chicos! ¡Aquí estoy de nuevo, hm! —los saludó Deidara, esbozando una sonrisa.

Uno de ellos, grande, de pelaje largo y blanco cuya raza Deidara no pudo identificar, se acercó a él sosteniendo un espantapájaros de peluche en su boca. Deidara lo tomó, sin importarle que estuviera baboso y comenzó a jugar con los perros, lanzándolo y esperando a que se lo trajeran de nuevo.

El tiempo pareció pasar más rápido de lo que esperó, jugando con ellos, a pesar de que Kakashi tardó más de lo esperado en volver. Finalmente, apareció con una taza de camomila para Deidara y una de café para sí mismo.

—Lo siento, estaba justo por darle un baño a Pakkun cuando llegaste —dijo Kakashi, sentándose.

—No te preocupes, los perros me han tenido entretenido —respondió Deidara—. ¿Hoy tampoco está Gai en casa?

—Ha salido al gimnasio, pero debe de estar por llegar.

—Al gimnasio —repitió Deidara sorprendido y Kakashi rió.

—Sé lo que estás pensando. Gai tiene demasiada energía como para que no poder caminar lo detenga —-dijo, con un toque de orgullo—. Es imparable.

—Mmh —fue lo único que Deidara respondió, impresionado.

Comparado con él, todos los problemas que lo habían estado atormentando se veían de repente insignificantes. Inquieto, le dio un trago a su infusión. No tenía demasiado sabor, como un caldo ligeramente dulce con un regusto astringente y floral.

—¿Y bien, Deidara? —preguntó Kakashi—. ¿Qué tan altas son tus esperanzas de que Yamato sea tu alma gemela?

La pregunta lo pilló desprevenido, pero no era como si no se le hubiera pasado por la cabeza ya.

—Tiene que serlo. ¿No? La historia encaja —dijo, dando un sorbo a su infusión—. Pero es cierto que hay posibilidades de que no lo era. Es mi única pista por ahora y quiero llegar al final antes de descartar cualquier posibilidad.

Kakashi asintió en silencio.

—Entiendo —respondió unos momentos después—. Bueno, como detective te puedo decir que haces lo correcto en no dejar cabos sueltos.

—¿Has averiguado algo más sobre "O"?

—He mirado en el tema, pero necesito saber que piso sobre seguro antes de darte detalles —explicó, de un modo que a Deidara se le figuró enigmático, como si no quisiera revelarle demasiado.

Parecía como si le estuviera dando largas. Primero en el teléfono y ahora en persona. La necesidad de insistir era casi irresistible, pero Deidara frunció los labios y se mantuvo callado. Kakashi lo observó por un rato.

—¿Está todo bien, Deidara? —dijo, notablemente preocupado.

Deidara se esforzó por sonreír un poco.

—Sí, todo está bien, hm.

Kakashi pareció no estar completamente convencido, pero decidió no presionar más.

—Todo va a salir bien —dijo Kakashi, con tanto optimismo que Deidara no pudo sino creerle—. Estoy aquí para ayudarte. No lo olvides.

Un rato después, Gai llegó del gimnasio y Kakashi se fue a arreglarse, seguido de Pakkun. Mientras esperaba, Deidara y Gai jugaron a las damas. Deidara se consideraba normalmente alguien competitivo, pero ese día tenía la cabeza en otra parte. Tras ser derrotado por segunda vez, Kakashi apareció.

—Vamos, rápido, antes de que Pakkun note que voy a salir sin él —dijo, junto a la puerta del salón.

Deidara se levantó.

—Volveré para la revancha —le dijo a Gai, sonriendo y se fue tras Kakashi.

Ambos salieron de la casa y se montaron en el auto de Kakashi. Deidara ocupó el asiento del copiloto mientras Kakashi tomó el volante. Tras ajustar el GPS con la dirección del hospicio, Kakashi arrancó el motor. Ninguno de los dos habló demasiado durante el trayecto. Deidara tenía los nervios revoloteando en su estómago, lo que le impedía intentar hacer cualquier tipo de conversación forzada. Tenía un mal presentimiento, como si ahí tampoco fuera a encontrar lo que buscaba. Tal vez no fuera a encontrarlo nunca, pensó Deidara, mientras Kakashi conducía y tarareaba las canciones que sonaban en la radio.

Los minutos pasaron con tortuosa lentitud, pero finalmente llegaron al hospicio Kakashi aparcó y ambos se bajaron del auto. Deidara intentó calmarse mientras seguían el camino hacia el edificio, pero sus pensamientos y emociones eran un torbellino.

Entonces, notó que Kakashi llevaba un comic viejo bajo el brazo.

—No sé si te lo dije la otra vez, pero no he vuelto a ver a Yamato desde el día del accidente —dijo Kakashi agitando el comic en el aire—. Y un pequeño asunto quedó pendiente.

En la recepción, Deidara dejó hablar a Kakashi. El hombre tras el mostrador les señaló a una sala de espera al final de un pasillo, donde se sentaron en silencio a que llegase la hora acordada.

Kakashi leía una baqueteada novela de amor que se había sacado de alguna parte. Deidara sacó el teléfono y abrió el chat con Tobi.

[17:57] Deidara: ¿Ya acabaste?

Tobi no lo leyó ni lo recibió. Parecía tener el teléfono apagado. Deidara no dejó de mirar la pantalla hasta que un enfermero los llamó y los guió hasta la habitación donde se encontraba Yamato. Deidara sintió un nudo en la garganta mientras entraban en la habitación y veía a Yamato descansando en la cama del hospicio. Ese hombre, de cabello castaño, desordenado y ojos negros, era su alma gemela. Tal vez.

—¡Kakashi! —exclamó Yamato en cuanto los vio, quitándose las sábanas de encima. Se incorporó despacio hasta sentarse al borde de la cama—. Me alegra verte.

Kakashi y Deidara entraron y tomaron asiento en el par de asientos que alguien había colocado mirando hacia la cama.

—Lo mismo digo —respondió Kakashi, con su habitual buen humor—. Me alegra verte vivo.

Deidara no quería interferir mientras ambos se ponían al día. Eran todo noticias tristes, de gente que él no conocía. La habitación era acogedora. Parecía más bien un dormitorio amplio que una habitación de hospicio y estaba decorada con esculturas hechas con palillos de madera desechables. Deidara notó que eran artesanales, y el pequeño escritorio lleno de herramientas le decía que eran artesanales, hechas por Yamato.

En los apuntes de una de las asignaturas que estudiaba, hablaba que las aficiones en común no eran necesariamente más frecuentes entre almas gemelas que entre parejas convencionales, pero Deidara se preguntó igual si no sería una buena señal.

—No sé si te acordarás de esto, pero me prestaste este comic hace mucho y no he tenido ocasión de devolvértelo —dijo Kakashi, y Deidara volvió a prestar atención—. Las hojas se han amarilleado un poco, pero quitando eso, está tal y como me lo prestaste.

Yamato tomó el comic con una sonrisa en los labios.

—Aventuras de un ninja intrépido—dijo, nostálgico, observando la portada—. Estábamos todos obsesionados con esto. ¿Aún lo publican?

—Hace mucho que acabó —respondió Kakashi—. Aunque ahora hay una secuela con el hijo del protagonista como personaje principal.

Yamato lo miró como si hubiera dicho algo escandaloso.

—Espera, ¿se casó? ¿¡Con quién!? —preguntó, como si no pudiera creerlo—. Espera. No me digas. Quiero leerlo yo mismo.

Kakashi rió.

—Es bastante predecible. Puedes leerlo por Internet —respondió y dio unos golpecitos en el hombro de Deidara—. Bueno, podemos ponernos al día con más detalle en otra ocasión, vamos con el asunto que nos trajo hoy aquí.

En ese momento, Deidara y Yamato se miraron. Deidara no podía saber si sentía algún tipo de conexión. Según había estudiado el vínculo del alma se estrechaba con el tiempo, pasando tiempo juntos.

—Ah, hola, Deidara —dijo Yamato—. Un gusto conocerte.

—Lo mismo digo, hm —respondió Deidara.

Yamato apartó la vista.

—Cuando me dijeron para qué querían visitarme, lo encontré tan extraño. Quiero decir, todos nos hemos escrito en la mano esperando encontrar respuestas, pero yo nunca la obtuve.

Deidara sacudió la cabeza.

—Pero nosotros hablamos. Me contaste que una amiga te había escrito y estabas enojado con ella. Estabas a punto de decirme tu nombre cuando pasó todo.

Kakashi miró a Yamato.

—¿Recuerdas algo así?

Él se frotó la sien con ambas manos.

—No tengo absolutamente memorias de ese día. Es como todo lo que pasó se hubiera borrado se mi cabeza —dijo Yamato, pensativo—. Recuerdo haber hecho planes para el día, recuerdo haber preparado la ropa que quería ponerme el día anterior... Recuerdo haberme ido a dormir. Lo siguiente que recuerdo es haberme despertado en este lugar con varios años más.

Ni Deidara ni Kakashi dijeron nada por un rato. Tantos años. Tantas cosas perdidas. Tantos amigos muertos.

—Solía escribir mensajes en mis brazos —dijo Deidara—. ¿Sabes si alguien los vio mientras estuviste inconsciente?

—Nadie me ha dicho nada —dijo Yamato—. Esto es un hospicio universitario. La gente no suele trabajar aquí demasiado. Si alguien vio algo, hace mucho que esa persona se fue.

Deidara recordó algo de repente.

—¡El otro día escribí algo en mi mano! —exclamó casi desesperado.

Kakashi sacó un bolígrafo de su bolsa de cuero y se lo ofreció.

—Comprobémoslo.

Deidara tomó el bolígrafo que Kakashi le ofrecía y lo observó, con una mezcla de temor y esperanza. Era el momento de la verdad. Tragó saliva y apretó el botón del bolígrafo, haciendo emerger la punta con un suave click. Después trazó una pequeña línea en la palma de su mano, ligeramente ondulada por el temblor de su pulso. Todos miraron conteniendo la respiración hacia la mano de Yamato, atentos a cualquier cambio, pero nada sucedió.

—Erm... ¿Tal vez tarde un poco? —dijo Yamato, inseguro.

Deidara trató de mantener la esperanza, pero en el fondo, sabía que no era posible. Las líneas en el alma gemela receptora aparecían siempre al instante, sin importar la distancia entre una persona y la otra. Kakashi suspiró, comprendiendo el resultado, y Yamato le dedicó a Deidara una triste mirada de disculpa. Sintiendo una punzada de decepción en su pecho, Deidara negó con la cabeza.

—Tengo un tatuaje en la espalda —dijo Deidara, buscando una última esperanza—. ¿Tú también tienes uno?

—Deidara —dijo Kakashi. Una gentil advertencia.

—Tengo un tatuaje —dijo Yamato y se subió la manga derecha, mostrando un símbolo hecho con dos líneas rojas, una ascendiendo y otra descendiendo, que se enredaban en el centro formando una espiral—. Pero no en mi espalda.

Vestido con una camiseta de manga corta, todos pudieron ver como Deidara no tenía nada en sus brazos.

El silencio se apoderó de la habitación mientras la realidad se asentaba. Deidara pensó que se había preparado para algo así, pero a la hora de la verdad se dio cuenta que no. El bolígrafo cayó de su mano. Kakashi se agachó a tomarlo y puso una mano en el hombro de Deidara.

—Lo siento mucho, Deidara —dijo Yamato, su voz apagada.

Él negó con la cabeza e intentó responderle, pero su labio no dejaba de temblar. Levantándose, Deidara salió de la habitación sin decir nada más.


Aquí llega otro capi más! Tres más para acabar este fic.

Dani, me gusta mucho escribir a Kakashi porque siempre se da cuenta de todo antes que nadie. Me gusta que sientas así la relación de Tobi y Deidara, los fuegos artificiales me gustan, pero creo que disfruto más escribiendo como se dan vínculos con naturalidad. Y sí, se viene el drama! :D

Lybra, muchas gracias por leer y dejar comment ^^ también quiero que estén juntos, ya pronto!

¡Gracias por leer y hasta el siguiente!