Serie: Naruto

Autor: Leah

Advertencias: Sexo explícito.


Memoria de él

Recostado, sus ojos dispares se quedaron más bien fijos mirando la figura curvilínea hincada entre sus piernas, mimosa y complaciente, la respiración se le hizo pesada a medida que la mujer acunaba su erección con sus manos, pasando esa pequeña lengua rosada por todas partes.

Sabía que estaba jodido, no en el mal sentido, definitivamente, había sufrido suficiente con la vida como para tener claro cuando es que uno realmente estaba jodido por el lado negativo, ahora mismo más bien estaba bastante arruinado en un sentido positivo.

Bueno, francamente no le importaba mucho ser vulnerable con ella, era Sakura después de todo.

Entonces, definitivamente, aún si era hasta cierto punto preocupante el nivel de poder que ella ejercía sobre él incluso sin proponérselo, sentir lo caliente de su boca, lo suave de su lengua, he incluso esos ligeros ruiditos que parecían una mezcla de ronroneo y suspiro que envolvían su miembro despierto, lo hacían bastante más fácil de dimensionar y llevar, tanto como para tirar la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y dejando su única mano acariciar el cabello rosa.

Pequeña malvada, chupándosela solo para convencerlo de quedarse más tiempo ahí en ese condenado pueblo del país de la roca.

Quería irse, llevaban casi tres meses, su viaje debía seguir, pero al final del día se habían encontrado con una epidemia extraña, y aunque estaba seguro que el trato médico que Sakura había hecho sería suficiente, ella aún quería más días: que para estudiar, que para investigar que no se repita, que para enviar un informe más detallado a Konoha para que estuvieran preparados.

Y claro, normalmente no importaba mucho, el problema radicaba más bien en otras personas, específicamente en un estúpido ninja que ya lo estaba cansando; Había cierta diversión cuando veía como deseaban a quien era su mujer, tan ella, ignorándolos aún así, sabía sin lugar a dudas que Sakura jamás le sería infiel, jamás le engañaría y que daba un poco igual.

Pero…

Pero claro, uno a veces bien podía ser celoso y posesivo cuando se entera que en la guerra le andaban dejando cartitas de amor, condenado idiota, creyendo que tenía alguna misera oportunidad con ella.

Gruñó, con enojo contenido, y un poco -mucho- también porque sintió esa boca malvada comerlo más al fondo, obligándolo a dejar de desviar su atención, reacomodándose mejor en la silla donde estaba sentado, dentro de esa oficina improvisada que le habían dado a su mujer en el hospital de este lugar, para que investigara todo mejor le habían dicho.

Usó la misma mano para apartar mejor el cabello rosa, disfrutando de la vista que tenía: ella con sus ojitos cerrados, alternándose entre mamarlo hasta el fondo y sacar la lengua para lamerlo desde la base hasta la punta, jugando a veces incluso con sus testículos en suaves succiones que le hicieron mover ligeramente la cadera, con su verga palpitando de anticipación por las ganas de correrse y llenar su boca.

Más aún con todo, incluso con el hecho de que ella lo tenía francamente entretenido, el instinto ninja fue suficiente fuerte como para que la presencia ajena no se le pasara por fuera.

La figura asomándose con cara de espanto ligeramente en la puerta le causó risa, especialmente cuando le reconoció, lo normal hubiera sido usar algún genjutsu directamente para distraerlo y atontarlo, cosa de no perder el tiempo, tanto porque así se ahorraba problemas para disfrutar de la mamada que recibía, como porque sabía que a su mujer tampoco le gustaría que juzguen su profesionalidad.

Pero considerando quien era, la cara de dolor que puso y todo lo demás, el lado más morboso y malvado, ese que deseaba caos y destrucción -porque, vamos, más maduro sería pero siempre estaría la espinita- ganó el combate totalmente.

No hizo ademán de que lo viera, fingiendo que seguía demasiado entretenido en Sakura, que, absorta en su propio gusto culposo, ni reparó ni sintió nada, y solo sonrío, disfrutando de la vista de su mujer tragándolo hasta que le hizo correrse en su boca, llenándola completamente, tal que cuando lo soltó, un ligero hilito aún de sus propios líquidos se unía a esos apetitosos labios.

Verla lamerlos solo le hizo sonreír.

-Tan golosa-

Jugó, acariciando su mejilla, a sabiendas de que le escuchan, peor, que la respuesta de su Sakura fuera murmura que era porque era él, solo hizo que su sonrisa de maldad llegara a incrementar, tanto como para agarrarla, alzándola y desnudándola de golpe de cintura hacia abajo, acabó obligándola a sentarse sobre sus piernas, ingresando de una sola vez en ese húmedo espacio que lo recibía de forma perfecta como siempre, demasiado caliente para contenerse: necesitaba dejar en claro a quien le pertenecía la bonita doctora.

Una lástima, ese idiota vería su perfecto trasero.

Pero eso sería lo único, pues su única mano palmeó y golpeó con fuerza, disfrutando de ver como su misma Sakura es movía sobre él, caliente, activa, montándolo con fuerza, demostrando que disfrutaba de que la marcara, de que su mano dejara ese ardor cálido sobre su glúteo, gimoteando con gusto aún si intentaba mordisquear sus propios labios para no gritar fuerte considerando donde andaban: eso solo le dio más risa, si Sakura supiera que estaban viéndolos.

Porque ese idiota no se había ido, y eso solo hizo que con más ganas quisiera afianzar algo muy simple.

Miles de cosas podrían creer ellos, confundir su amabilidad con coquetería, incluso fantasear con ella, pero era suya, total y completamente suya, el único que podía disfrutar de genuinamente hacerla sentir bien era él, porque solo con él se dejaba llevar, él le iba a dar todo lo que ella necesitara, y quizá, incluso si se lo pedía alguna vez, dejaría que le toquen, pero solo para verla disfrutar, porque definitivamente no importaba la situación o instancia, él se iba a asegurar después dejar en claro quien era el único que podía llenarla totalmente y dejarla satisfecha.

Algo que disfrutaba y sabía hacer muy bien, un pensamiento que bastó para hacerle mover la cadera buscando acompañar los empates de la mujer arriba suyo, gruñéndole que dijera su nombre, que admitiera que era completamente suya.

Y Sakura, su linda Sakura, buena chica y obediente como siempre, gimoteó lo que él le pidió sin reparo alguno, sin pensarlo mucho, repitiendo que le pertenecía, que disfrutaba que la tomara, que era solo suya, entregándose con un delicioso orgasmo a medida que las embestidas aumentaban en fuerza y velocidad, tanta como para sentir su propia eyaculación inundar el interior cálido, su lugar favorito donde estar.

Se quedó ahí, quieto unos segundos más, disfrutando del cuerpo lánguido de la mujer mientras los pasos apresurados del extraño se alejaban.

Luego le metería algún genjutsu.

...

..

.

Se fueron al día siguiente, tampoco le iba a mentir, así que le dijo la verdad, y no supo muy bien si a su mujer le excitaba que supieran que le pertenecía o la vergüenza era demasiado grande para saber cómo reaccionar a la situación: roja como un tomate le obligó a irse corriendo de ahí.