*Sale de debajo de una roca y suspira* Hola, sí, soy yo y sigo viva. También sé lo que dije la última vez.

Y antes de que alguno se queje, no, creo que debo buscar más vergüenza y confiabilidad porque al parecer o nací con poca o solo la desperdicié a lo menso. *Mira el título del capítulo* Oh, la cruel ironía.

De cualquier forma, al que guste colgarme, los veré luego al final.

Toothless: ¿Sabes? A veces tus dramas logran avergonzarme.

NightSky: *rondando los ojos* Mira quién habla…

Como sea, aquí está el capítulo.


Capítulo 26 "Confiar en Ti, Confiar en Otros"

Astrid hizo todo lo posible por permanecer quieta en su lugar en la silla, pero era cada vez más difícil a medida que descendían. La ansiedad empezaba a comerla viva. En el momento en el que el dragón que montaba había pisado tierra firme, la rubia ya había saltado de su lugar junto al jinete y empezaba a adentrarse de nuevo en el bullicio en el que estaba sumido el Cuartel.

Tenía sus razones para estar así. Había perdido más de medio día, medio día de entrenamiento (lo que para su disciplina era inaceptable), ya que el Consejo de Berk había decidido celebrar otra reunión, solo que privada esta vez. Como no había estado en la anterior, además de ser la actual General de Defensa, tenía bastante obligación de asistir esta vez. Y siendo convocada en Laugardagr[1], debía ser por un asunto muy importante.

Eso no significaba que Astrid estaba bien con el hecho de no seguir a los otros al entrenamiento. Tenían poco tiempo y mucho que perder.

Iba ya a mitad de camino hacia la arena cuando escuchó una voz familiar que la llamaba. —¡Astrid! ¡Espera!

La doncella escudo giró para ver a Fishlegs parar su carrera junto a ella, jadeando por el esfuerzo.

—¿Necesitas algo, Fishlegs?— preguntó, tratando de mantener su impaciencia fuera de su tono.

—Me enviaron a decirte que el Consejo de Guerra te está citando para una reunión…— se calló, dudando si seguir o no, —no vas a poder volver al entrenamiento por ahora— terminó con nervios.

En cualquier otro momento, Astrid se habría molestado por eso (más que nada por el entrenamiento perdido), pero siendo el Consejo de Guerra, debía haber una muy buena razón para que la llamaran así. —Bien, te sigo— suspiró de mala gana.

Unos minutos más tarde, Astrid seguía al vikingo rubio por entre las puertas del Gran Salón y hacia otro conjunto más pequeño en el fondo de la sala. Gracias a lo vacío que estaba, se podía escuchar claramente el eco de sus pasos sobre el piso de piedra. Y el aire fresco le agregaba un toque más grave al ambiente.

Se encontraron con Hiccup justo en las puertas de lo que la rubia deducía, era una sala para las reuniones del Consejo de Guerra. La mirada en su rostro era ligeramente tensa, pero definitivamente había algo que le decía a Astrid que solo era una máscara para no mostrar la inquietud debajo. —Gracias, Fish. Si puedes darnos un minuto, te seguiré en un momento.

El vikingo rubio solo asintió y desapareció por las puertas; algo en el tono de voz de Hiccup hizo que empezara a sentir la sospecha subir por su estómago. Algo no se sentía del todo bien y eso la ponía ansiosa. No era una sensación que le gustara experimentar a menudo. Así que hizo lo más razonable para ella: atacar de frente el problema. —¿Para qué me llamó el Consejo?

—En realidad—, empezó el castaño —ellos no te llamaron. Yo… Necesito hablar contigo. Quería que fueras tú la que decidiera, antes de hablarlo con ellos.

—¿Sobre qué?—. Astrid frunció el ceño, mientras esperaba a que continuara.

Con un suspiro incómodo, Hiccup dio un par de pasos antes de seguir. —Con el… incidente de la última redada, la posición de la Legión nunca volverá a ser la misma, Astrid. Aún con algunos jinetes todavía en Berk para reunir información, debemos cuidar cada movimiento que planeamos hacer.

Aún sin saber a qué quería llegar, la rubia solo se limitó a asentir con la cabeza.

—Gracias a ellos supimos de la reunión de la tribu del otro día en el Gran Salón y lo que decidieron. Pero no sabemos nada de la reunión cerrada del Consejo que hubo hoy—. En este punto, creía tener una idea de lo que se refería. —Yo era el único enlace que teníamos con el Consejo de la tribu. Y ahora que estoy fuera…

—Necesitas un espía dentro— se adelantó antes de que siguiera hablando.

—¿Qué? ¡No!—, se giró para enfrentarla. —Bueno, no realmente. Solo… saber qué otras medidas han tomado para la reunión de mañana sería útil para nosotros…

—¿Como un informante?

—Tampoco— negó de nuevo, —porque solo sería por esta vez.

—¿Entonces?— resopló un poco molesta, cruzando los brazos. Si no era por eso, ¿entonces qué quería? El pequeño tirón de los minutos de entrenamiento perdidos seguía molestando en el fondo de su mente. —Sería bastante útil que hables más claro, Haddock.

—Oh, dioses— el castaño se pasó la mano por el cabello con frustración. —Lo que estoy tratando de decir, es que sería útil para nosotros tener cuidado si sabemos lo que vamos a enfrentar en Berk. Y que podrías ayudarnos con eso.

—¿Pero…?— cuestionó levantando una ceja.

—Pero esta será la única vez que te pida que lo hagas…— intentó explicar, —porque sé lo leal que eres a Berk. Y ya es suficiente traición con que siendo General de Defensa te nos unas como jinete.

'De acuerdo. Sí, tiene un punto válido', aceptó aflojando un poco los brazos. Todavía no se sentía del todo cómoda con cometer traición a su tribu (de hecho, nunca había pensado siquiera en desobedecer las leyes antes), pero lo estaba haciendo porque sabía que era lo correcto. Ella ya había hecho su elección. —Eso no lo decides tú, Hiccup.

—¡Lo sé! Lo sé. Por eso quería saber tu opinión primero. Nunca te pondría en esa posición si no es lo que quieres—. Hiccup ahora la estaba viendo directamente a los ojos, y podía ver en ellos completa sinceridad. No estaba decidiendo por ella, le estaba dando la elección a ella.

Bajando los brazos, Astrid lo meditó un momento. Si se descubría ahora o más adelante que estaba con los jinetes de dragones, al ser un miembro del Consejo de Berk pensarían lo peor de ella: que había estado pasándoles información todo el tiempo. Y sería bastante imposible convencer a algunos de los vikingos más tercos de la tribu de lo contrario. Ya tenía su cuello en esto, ¿qué más podría arriesgar? 'Bueno' pensó, 'si de todas formas me acusan de eso en algún punto, bien podría darles una razón válida ahora'. —Lo haré.

El castaño pareció un poco sorprendido por un segundo. —¿Estás absolutamente segura, Astrid? No quiero que…

—Hiccup— lo cortó poniendo una mano en su cadera con irritación, —me conoces lo suficiente para saber que siempre estoy segura de mis decisiones. No intentes disuadirme.

—Punto aclarado— dijo levantando las manos en señal de rendición, una ligera sonrisa torcida tirando de sus labios. Ese simple gesto del castaño fue suficiente para calmarla. De nuevo. —Vamos.

La sala de reunión del Consejo era todo y nada de lo que podría haber esperado. Tenía algunas columnas robustas repartidas por las paredes alrededor, simples pero con los suficientes grabados vikingos para hacer saber el estatus de la habitación. Entre las columnas colgaban mapas de lo que parecían puntos específicos del archipiélago y lugares que no se parecían a las islas que conocía. Colgando del techo, un candelabro circular de metal sostenía una serie de velas, que junto a las antorchas en las columnas, iluminaban toda la habitación.

Sus ojos instantáneamente se enfocaron en la amplia mesa en el centro, con un detallado mapa del Archipiélago Bárbaro, y a las ocho figuras que la rodeaban. Los reconoció a todos.

Por tercera vez en el espacio de unos días, se sentía ansiosa. En circunstancias normales nunca le habría sucedido. Pero en ese momento estaba en una habitación con algunas de las personas más poderosas del archipiélago (ellos tenían dragones como aliados y un rango de influencia que ninguna tribu conocía), las circunstancias no eran normales. La mayoría allí tenía un vínculo directo con la jefatura de sus tribus, un puesto alto en la Legión y mucho tiempo en esto. Incluso Fishlegs tenía más que ofrecer, más experiencia aquí que ella.

Afuera podría haber sido la respetada y hábil General de Defensa de Berk, la guerrera intrépida con un nombre que se había hecho ella misma a pulso. Aún con la información de Berk que tenía, aquí y frente a ellos, solo era otra recluta, una jinete novata, alguien inexperto que solo podía aprender y demostrar que podía hacer tanto por su objetivo como ellos.

La rubia se sentía incómoda. Muy pocas veces en su vida había estado en una posición de tanta desventaja. Se había asegurado de que nunca pudiera pasarle, de ninguna forma. Ella era Astrid Hofferson, la intrépida Astrid Hofferson. Los Hofferson no podían ser intimidados nunca. Los Hofferson jamás se acobardaron por nada. Ella era una Hofferson. Ella no sería intimidada por nada ni nadie.

—¿Astrid? ¿Estás bien?

Su atención volvió a enfocarse en Hiccup, antes de sentir miradas sobre ambos. Los demás ocupantes de la habitación acababan de notarlos, su atención ahora estaba sobre Astrid. 'No, no pienses en eso'. Seguían siendo vikingos, dejando títulos y experiencia a un lado, eran como las personas de su tribu, como ella y como Hiccup.

Como Hiccup. Sí. Si había alguien en esta habitación que debería hacerla sentir menos, era él. Él era heredero de un jefe (desterrado o no), era el General de la Legión Dragón, un guerrero que podía vencerla en combate, el primer jinete de dragones del archipiélago y la razón por la que todos estaban aquí. A pesar de todo, no lo veía tan intimidante como ellos, aunque tampoco lo seguía viendo como el Hiccup que había visto toda su vida. Había logrado grandes cosas en tan poco tiempo, pero seguía siendo Hiccup. En comparación, enfrentarse al Consejo de la Legión debía ser más fácil para ella.

—Sí— con eso en mente, le dio una mirada determinada. —Sí, lo estoy.

Astrid siguió a Hiccup hasta su lugar en la cabecera de la mesa, con la madre del castaño a su derecha y Dogsbreath a la izquierda de ellos. Antes de que empezaran, dio una última mirada discreta a los rostros alrededor y al chico a su izquierda. Ella podía con esto. 'Solo debes confiar en ti, Astrid. Como siempre lo haz hecho'.


La reunión no duró tanto como Hiccup había creído al principio. Astrid dijo lo que había sucedido en la reunión en la aldea más temprano en la mañana. Fue directo a los puntos sin excederse en los detalles, pero dejando todo en claro. El resto del tiempo, habían estado discutiendo todo acerca del viaje a Berk. Desde la hora más apropiada para llegar, su ruta, el número de dragones y jinetes en la escolta, los límites de la aldea hasta dónde podrían llegar sin que los berkianos intentaran sacar un hacha para atacar, todo. Cerca de la media tarde, los últimos detalles estaban ya resueltos y cada uno se estaba retirando con sus propias tropas para dar las instrucciones.

Solo quedaban él y Astrid en la sala del Consejo. Fishlegs y Dogsbreath habían ido a dar las instrucciones para la división berkinana. Su madre había sido de los primeros en salir después de despedirse de él. A pesar de la sonrisa que tenía, Hiccup había podido ver lo incómoda que había estado ella en toda la reunión. Sabía que la causa era la misma que la suya. Ir a Berk.

—Eso fue todo, ¿cierto?— dijo la rubia, captando su atención. Seguramente debía estar ansiosa por regresar a entrenar con su dragona.

—Sí. Justo a tiempo para terminar de preparar todo—. Tomó los papeles y papiros de la mesa y se dispuso a guardarlos. —Astrid, yo… quería agradecerte por ayudarnos a saber qué esperar mañana.

—No es nada— pero lo era. Que ella hubiera aceptado fue de gran ayuda, aunque no lo reconociera. —¿Qué es lo que sigue ahora?—. La rubia jugaba distraída con la punta de su trenza, se había apoyado en el respaldo de la silla de su madre.

—Esperar y confiar en que todo salga bien— respondió. Empezó a colocar su carga en el estante junto al mapa del Borde del Dragón.

—¿Solo eso?—, no necesitaba mirarla para saber que estaba descontenta con la idea. —¿No hay plan de respaldo? ¿Una tropa de refuerzo escondida? ¿Alguna maniobra de escape de emergencia? ¿Nada?

—No. No tenemos tiempo de pensar en algo más— dijo, volviendo a la mesa. —De cualquier manera, no sé si serviría. Excepto por el hecho de que ahora nos odian de verdad, en este punto lo que suceda mañana en Berk es casi imposible de predecir para mí— suspiró. —En los últimos tres años, algo que he aprendido, Astrid, es que… por mucho que lo intentes, hay ocasiones en las que lo único que te queda por hacer es confiar en que será suficiente.

—Umh, no me lo esperaba— la vio admitir. —Creí que, ya sabes, con todas tus ideas y aparatos para cazar dragones, eso sería algo que harías. Aunque esperar lo mejor tampoco parece muy lógico. No cuando entrenamos para siempre estar alertas y cuidar en quien confiar. Pero en algo tienes razón—, Astrid suspiró, —han pasado muchas cosas inesperadas últimamente. Cosas a las que nunca podría haberme preparado. No había manera.

Hiccup se sentó en el reposabrazos de la silla más cercana. —Tampoco nosotros. Pero si queremos salir de esto y poder acabar con las incursiones necesitamos tener fe y confiar en que será posible. Confiar en nosotros, en nuestros dragones y en nosotros mismos— explicó. —Si nadie se hubiera arriesgado a acercarse al abismo entre vikingos y dragones, lo suficiente para confiar, los jinetes, dragones, la Legión, ninguno de nosotros estaríamos aquí.

'Yo no estaría aquí'. No se habría reencontrado con su madre, Fishlegs y Dogsbreath no serían sus amigos, no tendría a Toothless. Por la barba de Odín, ¡ni siquiera lo habría conocido si no hubiera confiado lo suficiente en su lanzador de bolas para cazar un dragón!

—¿Y cómo sabes cuándo sólo… debes confiar?— preguntó en voz baja.

—No lo sabes. Es un salto de fe[2]— dijo con voz apenas más fuerte que un susurro, mirándola a los ojos. Esos hermosos ojos. La luz de las antorchas se vertía sobre el color zafiro, haciendo que su precioso rostro se bañara en una cálida mezcla de tonos naranjas y dorados. El ambiente era tan acogedor que se permitió por unos preciosos instantes atraparse en esta imagen de ella, al tiempo que le respondía. —Eso es todo, Astrid. Dar el paso hacia el abismo y esperar en que hay algo bueno escondido que no puedes ver aún. Solo eso.


—¡No me muevas! Así no puedo ver nada.

—Argh. Recuérdame por favor por qué dejé que me convencieras de esto, Ruffnut. De hecho, deberías estar en la arena con los otros.

—El capitán "Apuesto como dios nórdico" nos dio un descanso. Dijo que no forzarse era importante, o algo… así… ¡Ah! ¡Por las travesuras de Loki! ¿En serio se atrevió a…?

—¡¿Qué pasó?! ¡Déjame ver!

—Ahí tienes tu respuesta— sonrió engreída la gemela Thorston desde su lugar junto a la puerta de la sala del Consejo. —Porque esto te interesa tanto como a mí.

Dogsbreath la miró con el ceño fruncido y el color de su cabello empezando a bajar a su rostro. —Tal vez. Es la felicidad de mi mejor amigo. Pero en este momento, tú pareces más una de esas viejas chismosas de la aldea que solo buscan enterarse de algo jugoso, Ruffnut.

—¿De quiénes crees que aprendí todo lo que sé?— la sonrisa en su rostro solo se hizo más traviesa. —Aún así no puedes quejarte. Si queremos ayudarlos, necesitamos saber exactamente en qué punto están ahora.

—Eso no significa que me sienta bien de hacerlo— murmuró.

—Ya verás que al final todo saldrá de acuerdo al plan y ese par de tortolitos nos lo agradecerán durante mucho tiempo— dijo Ruffnut, girando con un gesto de énfasis. —Podrás cuestionar mis métodos, ¡pero no los resultados finales! ¡Puedes apostarlo!

—¿Qué están haciendo ustedes dos?

Con un sobresalto, el cobrizo se giró para ver de quién era la voz. Cuando lo descubrió, Dogsbreath estaba deseando no haber volteado nunca. O no haberse dejado convencer por Ruffnut en primer lugar.

—¡Heather! ¡Que… qué sorpresa!— el joven comandante forzó una sonrisa y adoptó una pose despreocupada. —Pensé que te habrías ido a reunir con tu capitán para… las órdenes de mañana.

Dogsbreath miró nervioso a su compañera. Ruffnut, por su parte, estaba simplemente parada frente las rendijas en las puertas de la sala del consejo, sin una pizca de arrepentimiento o culpa. Ella miraba a Heather tan fresca como una col, como si no hubiera estado espiando a nadie hace dos segundos.

—Podría decir lo mismo— dijo con interés. —Estoy buscando a Hiccup, ¿sabes a dónde fue?

—No, para nada— sonrió, tratando de parecer inocente. —Salió después de nosotros. ¿Ya buscaste en la herrería? Tal vez fue hacia allá, ya sabes, a distraerse un rato con algún… eh, nuevo invento.

—Sí, pasé por ahí cuando venía de camino. Haakon está solo ahí desde la mitad de la mañana— dijo con los brazos cruzados y dejando ver más sospecha en su expresión. —Pero aún no me has dicho qué están haciendo en la puerta del Consejo.

—Sabes, ahora que lo pienso, también podría haber ido con su madre. Sabes que Hic…

—Dogsbreath— el cobrizo cerró la boca. —Hiccup está adentro, ¿no? Y si supongo bien, está con Astrid.

Dogsbreath no dijo nada. De todas formas, ya no era necesario. —Voy a repetir la misma pregunta. ¿Por qué están aquí?

Dogsbreath se giró a ver a Ruffnut, que solo se encogió de hombros. Todavía actuaba más despreocupada de lo que le gustaría. Si conocía bien a Heather, no estaría muy de acuerdo con sus "métodos" para ayudar a Hiccup con su vida amorosa. Y lo comprobó por la mirada de desaprobación que la pelinegra le disparó cuando terminó de contarle todo.

—Ustedes no deberían meterse de esa manera— dijo la berserker con el ceño fruncido. —Hay cierto punto en que creo que es suficiente la interferencia de otros para este tipo de cosas y acaban de pasarlo.

Ruffnut hizo un gesto, restándole importancia. —No es tan malo. En realidad, podría ser lo que ambos necesitan. De tanto que han estado suspirando por el otro desde lejos, ya hasta dan pena. ¡Solo mira su caso! Es solo un empujoncito bien intencionado hacia el camino correcto. Lo agradecerán después.

Rindiéndose con Ruffnut, Heather se giró hacia él. —Una cosa es descubrir si se tienen sentimientos y otra cosa es… esto. Mira, sé que no soy la mejor persona para hablar sobre moral y lo que está bien, considerando mucho de lo que hice en el pasado. Pero si incluso yo lo veo mal, Dogsbreath…

'Es que está mal'. Suspirando, el cobrizo reconoció que Heather tenía razón. No importaba cuanto quisiera ayudar a su mejor amigo, sus acciones bien intencionadas tenían un límite. No era su vida para elegir. Pero podía confiar en su amigo y ser de apoyo en el momento en que Hiccup de verdad lo necesitara. Cuando giró hacia Ruffnut, esta le estaba dando una dramática mirada de indignación. —¡Traidor!


Justo antes de seguir a Dogsbreath y una malhumorada Ruffnut que murmuraba escalones abajo, Heather se giró para ver hacia adentro, al fondo del Gran Salón donde estaban las puertas a la Sala del Consejo otra vez. Estas se abrieron, y de allí salieron Hiccup y Astrid. Aún con la distancia, pudo ver que por sus rostros que esos dos ya iban por buen camino. Tomaría un poco de tiempo, ¿pero qué no lo hace?

'Sí', sonrió satisfecha mientras bajaba a la plaza central del Cuartel, 'ellos lo harán bien'.


Y bueno. Espero su veredicto si valió la pena la espera. Disfruten, porque este fue el último capítulo "tranquilo", por así decirlo. De aquí hasta el final, va a ser maratón de montaña rusa emocional y finales de acantilados.

Y otra vez, gracias para los que se molestan en dejar reseñas, aún cuando últimamente no he estado contestando. *risa nerviosa* Haré lo posible para volver a hacerlo. Pero considerando que esta semana entro a mi esclavitud académica otra vez, no sé si logre ser suficiente. De cualquier forma, trataré de que sepan de mí por lo menos una vez por mes.

[1]. El día Laugardagr en la semana vikinga era el sábado y literalmente significaba "Día de baño". Era el día de la semana en el que se vikingos se bañaban y lavaban su ropa (y todo lo que se fuera a lavar de ese tipo, mantas, pieles, tapices, ¡qué se yo!), y casi todas las demás actividades se suspendían. Sí, leíste bien. El día en que se bañaban. UNA vez por semana. Y antes de que se empiecen a asquear los que no lo sabían, los vikingos eran muy limpios para ese entonces. Cerca de esta época en la Edad media, bañarse se consideraba algo "de clases bajas". ¿Porqué? Porque lo único que podían usar para disimular semejante pestilencia era el perfume, y hacerlo era caro. Entonces cuanto menos se bañaran más ricos eran. Este estigma con el baño llegó a un punto en que solo se usaba para cuestiones "medicinales". Es decir, era usado como el remedio exótico que te hacía tú tía o la abuela cuando te enfermabas y que no estabas muy dispuesto a tomar porque parecía mezcla de venenos con medio bosque, aunque te sintieras como muerto viviente que volvería a morirse en cualquier momento.

Toothless: Estás divagando otra vez…

NightSky: ¡Ya, bueno! Lo entendieron. Siguiente punto.

[2]. ¡Sí! ¡Si es lo que piensan! ¡Ustedes lo saben! ¡Yo lo sé! ¡Quise hacerlo y me atreví! Puse una referencia de esa película aquí, ¡Y LO VOLVERÍA A HACER!

Gracias por leer y hasta la próxima.