Dalquiel está justamente con Leliel viendo el asunto del suelo consagrado y cómo hacer que sirva también con los Arcángeles.
El susto que se va a pegar cuando no uno, sino DOS arcángeles lleguen a saludarle. Tadaaaaaaaaaaaaaá.
Oh, sí. Casi se cae de culo porque ¿Cómo coño han entrado? ¡Se supone que está todo cerrado!
Pues… las magias de los dones de Nuestra Señora.
—What the... —frunce el ceño y sin pensar mucho más lo primero que hace es hacer a Leliel desaparecer de la sala en la que están y luego convertir la paredes en las paredes impenetrables del infierno, los tres dentro.
El infierno en el cielo… cielos. Que… novedoso.
Gabriel mira alrededor, levantando las cejas y Dalquiel da un paso atrás poniéndose en guardia... y sacando una de las espadas de Miguel.
Miguel va a sacar la suya también, pues si ya nos ponemos así de inmediato… (Puede que si le corte la cabeza)
Bueno, a lo mejor si no lo hicieras siempre no lo esperaría... Él frunce el ceño y se pone en una posición defensiva, espada levantada.
—¿Qué hacéis aquí?
—¿Nosotros? Más bien ¿qué haces TÚ aquí?
—Entregar un mensaje —responde Gabriel el gusiluz, mostrándolo en la mano.
—¿En serio aun vas a preguntarme? —Dalquiel replica a Miguel ignorando a Gabriel.
—Pues es que no deberías estar. Aun así, tú me dijiste que subiera.
Dalquiel entrecierra los ojos y... baja un poco la espada. Gabriel mueve el mensaje en su mano con cara de... "¿Holi? ¿Sí recuerdas que estoy aquí, inútil?"
—Tú dijiste y yo… pues… venga —Miguel también ignora a Gabriel porque le da vergüenza. Se sonroja.
Dalquiel se humedece los labios y mira a Gabriel de reojo, como buscando que Miguel se explique.
–Pero veo que, a todas luces, tienes miedo —Miguel le sonríe.
Dalquiel frunce más el ceño y vuelve a levantar la espada. Gabriel susurra "uuuuh" riéndose un poquito.
—¿De ti? ¡Más quisieras!
—A mí me parece que sí —Miguel le mira la espada de arriba a abajo.
—Si a ti te hubiera cortado yo la cabeza tanto como tú a mí, también te protegerías.
—Si pudieras... pero vengo en son de paz.
Dalquiel levanta una ceja y también mira la espada de Miguel de arriba abajo..
—Es que hasta ni armadura traes —Miguel sonríe un poco más y estira la espalda.
—Me queda mejor que a ti. Igual que el control del cielo —sonríe de ladito, encogiéndose de hombros.
—Pfff... Vamos, que no se te ve mal, pero...no.
—Que vas a decir tú... —ojos en blanco de Dalquiel.
—Y tú y el orgullo, por favor —baja más aún la espada.
—Eso también me queda bien —sonríe de ladito.
—No serías tú sin él.
—Sin él sería... básicamente tú —él se encoge de hombros, sonriendo.
Miguel abre la boca para replicar algo y luego la cierra. Sonríe porque tiene razón.
—Un poco... sí.
—Bueno, chicos, todo este hate-flirting está muy bien, pero quisiera dejar de ser una lámpara, gracias —protesta Gabriel.
Miguel se sonroja porque había olvidado a Gabriel.
Dalquiel frunce el ceño y aprieta los ojos porque... no sabe cómo... ugh. Pone la mano en la pared de su espalda abriendo una puerta y saliendo de la "celda" y lo que pasa es que Mr. Lámpara, que todavía no entrega el mensaje, aprieta los ojos y... tiene que ir detrás.
—Lucifer... no me... ¡No me dejes aquí! ¡Ugh! ¡Gabriel!
Un montón de ángeles que estaban en el pasillo y que Leliel ha traído... y que ya han notado que eso es una celda infernal... les miran con los ojos muy abiertos.
—¡ES BELCEBÚ! ¡ESTÁ INTENTANDO MATARME! —chilla señalando a Gabriel—. ¡Ha hecho una celda infernal y quiere atacarme!
—¿Qué? ¡No! No seas imbécil, ¡He venido a traerte un mensaje!
Alguien le tira una cadena celestial a Gabriel al cuello para detenerle, en pánico y lo que les va a pasar es que cuando intenten apartarlo no van a poder porque... el mensaje.
—¡Ugh! ¡Parad! ¡Esto es inútil! —protesta Gabriel porque es que... ojos en blanco—. ¡Es el mensaje!
Dalquiel reacciona con eso y... la verdad, le quita el mensaje de la mano, porque Gabriel es idiota. Y ahí es que pueden por fin echarlo al grito de "¡Belcebú! ¡Belcebú!"
Ugh. Sí que le echan entre varios de los esbirros de Miguel. Gabriel acaba en las puertas del cielo... sin saber qué... demonios acaba de pasar. Como... o sea, ¿Cómo va a pensar alguien que Belcebú podría ni remotamente traer un mensaje celestial? ¿Es que somos todos idiotas o qué? Se quita las cadenas del cuello de un chasquido y se va a golpear las puertas y a gritar un poco porque no podemos negar la cruz de nuestra parroquia.
Mientras Dalquiel aún está intentando reactivarse el corazón, del susto. Acaba... ¿Cómo ha hecho eso... Gabriel? Y ha... ¿encerrado a Miguel? Oh... cielos. Sí ha encerrado a Miguel. Sonrisita.
Miguel que... está... chasqueando mil veces los dedos IMPRESIONADA de que pueda estar en una celda infernal. En el CIELO.
Dalquiel se apoya en una de las paredes del cielo y... mira el mensaje que pone su nombre. Chasquea los dedos para borrarlo, porque demasiado comprometido. Abre el papel y lo primero que hay dentro es una foto de Miguel con Gabriel, bastante... cerca el uno del otro, a punto de besarse.
Leviatán manda saludines.
Dalquiel frunce el ceño con eso desde ya... vacila pensando en quemar la foto, pero... aprieta los ojos y mejor se la guarda, demasiado obvio si pasan cosas con fuego.
—Lucifeeeeeer!
Dalquiel aprieta los ojos con ese grito, porque... eso era justo lo que faltaba en el ambiente. Los gritos… Pero la verdad, después de la foto le hace como la mitad de la mitad de la gracia, justo lo que quería Leviatán.
Abre el escrito. Hay todo un texto sobre lo muy imbécil que es él, lo muy inútil que es todo esto que está haciendo, como parece un patético intento por volver a ser un ángel, cosa que nunca será y que es obvio que anhela.
Uhhh...
—Dalquieeeeeel!
Dalquiel frunce más el ceño, porque Aamón también es bueno en lo suyo y la verdad... se pasa una mano por el pelo y no quiere ir con Miguel.
Venga ya, que ardidooooo
Es un demonio, eso te pasa en el lago de azufre... te... arde. Badum tsss
Dalquiel se acerca a donde está la celda, pensando que... maldita sea, este es un lugar bastante concurrido. Y él NO puede entrar sin que todos sepan.
Va a dar varias órdenes a los ángeles de por ahí para despejar el lugar y que nadie se acerque a menos de cinco... no. Diez metros a la redonda, porque no saben si Miguel no podría tener un demonio dentro.
Sí, sí, vale, probablemente Lucifer. Ojos en blanco. O a lo mejor es Gabriel ahora que se dedican a hacer eso ellos también. Ojos en blanco de nuevo.
El demonio Gabriel. No hacen nada juntosss. Miguel sigue tan virgen como los últimos miles de años GRACIAS A TI.
Dalquiel se... inventa un complicado bozal y les explica a todos que sirve para que no puedan poseerle si acaso Miguel tiene un demonio dentro. Bullshit. Obviously. Se acerca a la puerta de la celda.
—Canta.
—¿Crees que he perdido la virtud? —Ojos en blanco de la Arcángel.
—Tengo que hacer algunas comprobaciones.
—Proclamaaaa mi almaaaa la grandeza del señooooor
Entrecierra los ojos y es que... se le escapa la sonrisa porque mira que mona es obedeciendo.
—Y mi espíritu se alegra, en dios mi salvadoraaaa
Dalquiel arruga un poco la nariz porque las bendiciones, pero se apoya en la ventanita, mirándola.
—Porque ha puesto su miraaadaas, en la humilde de su esclaaaaaava. Bienaventurada todos, desde hoy me llamaraaaaaan.
—Eso... un poco sí lo he hecho —sonríe de lado.
—What? —se interrumpe de cantar.
—Poner mi mirada en la humilde de mi esclava...
—Yo no soy tu esclava. ¡No!
—Ahora mismo, lo eres bastante. Mírate —señala la celda, sonriendo tan orgulloso.
—Soy tú prisionera idiota, no tú esclava.
—No es mi culpa que tu canción no use el término correcto.
—No es mi canción, es una canción para Dios.
—Hasta que yo la convierto en una canción para mí con un término equivocado. Ahora mismo aplica más a mí —se encoge de hombros.
—Lo que importa es quien la canta y su intención.
—Tú, a mí, porque te lo he pedido yo.
—¡A ver si me sacas de aquí! ¡No es por otra razón!
—¿Sacarte? ¿Cómo? No puedo destruir una celda infernal, soy un... —la verdad, recuerda la carta y se le atraganta la palabra—. Pero estamos viendo la manera de poder hacerlo, por supuesto... cuando estemos seguros de que no estás poseída por Lucifer.
—¿¡Que YO no estoy poseída por Lucifer?!
—Por lo visto. No tenemos más demonios. O imaginación —se encoge de hombros.
—Pero cómo YO voy a estar poseída por Lucifer si Gabriel te trajo el mensaje A TI.
—Ah, sí, ¿no sabías? Gabriel no era Gabriel, era Belcebú. Ella hizo la celda.
—¡Pero si la hiciste tú! ¡Deja de engañar a los ángeles!"
—Más bien, tú demonio, ¡creíste que ibas a poder meterte aquí con impunidad! —empieza a gritar teatralmente a medida que llegan ángeles por ahí.
Miguel hace los ojos en blanco.
—Que YO estoy engañando a los ángeles, ¡eres el COLMO, LUCIFER! DÉJAME SALIR.
—Ya empezamos. Como hilo musical eres de menos... Deficiente —ojos en blanco.
—¡NO VAS A PODER ENGAÑAR A LOS ÁNGELES PARA SIEMPRE!
—Ya podrías cambiar de canción, para variar.
—No estoy cantandoooo
—¿Qué tal algo de jazz? ¿Te gusta el jazz? En vez del heavy metal satánico habitual, digo.
—¿De que estás hablando? No entiendo tu lógica además. Si yo soy Belcebú, ¡¿por qué no me salgo de aquí y ya?!
—No, no. Belcebú era Gabriel. Tú eres Lucifer. Apréndete ya las parejas canon que a estas alturas suenas absurda.
—Pues maldita sea, Lucifer. Sea quien sea yo, ¿por qué no me salgo?
—Probablemente porque quieres engañarnos y que nos confiemos de alguna manera patética y ridícula como habitualmente —cita la carta —. Uno no se puede fiar de vosotros, pérfidas bestias.
—¿Que se confíen de qué? Crees que voy a salir en la noche? Lucifer, si yo soy un demonio y tú un ángel con EL EJÉRCITO celestial, bastarían dos cadenas celestiales para detenerme y echarme del cielo.
—Si serás densa. Si lo que pretendes es espiar y crear el caos, te conviene que creamos que eres un ángel y en realidad no puedes salir de aquí.
—¿Para qué querría estar encerrada en un cuarto en el cielo, Lucifer?
—Para espiarnos a todos y ver donde flaqueamos. En serio, hazte tú tus propios planes.
—Es que es estúpido ese plan, ¡¿Cómo voy a espiarles dentro de una caja!?
—Pues mejor que desde el infierno, eso seguro.
—No. ¡Estar encerrada aquí en una caja es idiota!
—Bueno... Lucifer es... —toma aire porque no puede creer que le esté haciendo decir esto—. Bastante idiota. Lo siento.
—Ah ¿sí? ¿Qué tan idiota es Lucifer?
Frunce el ceño y Miguel se cruza de brazos
—Dímelo tú, que lo tienes tan claro —le muestra la carta.
—Oh… l-la has leído —Miguel se sonroja. Ojos en blanco—. ¿Qué te ha... te… qué?
—¿Qué de qué?
—¿Te ha gustado lo que pone?
La mira unos instantes.
—Mucho. Eres una poetisa —replica poniendo los ojos en blanco, tan sarcástico.
—No la he escrito yo —confiesa sinceramente.
—¿No? ¿Quién la ha escrito?
—Todo mundo ha pensado que dado que tenía que llevarte a ti Gabriel un mensaje, sería divertidísimo que te pusiera yo una carta de… a-amor con tonterías.
—¿Todo el mundo? —Levanta una ceja.
—Pues… los Arcángeles y algunos demonios que están ahí… ¡No uses esto en mi contra!
Dalquiel entrecierra los ojos... y luego se pone los ojos en blanco a sí mismo. Claro que tienen que ser los mismos que estaban con ellos en la librería, los idiotas de Leviatán y su foto... y Aamón seguro el que quería cabrearle. Si serán puto cabrones.
—Lo siento si te… hizo… gracia algo… y…
—Estas trabajando con demonios, MorningStar, más vale que te acostumbres —Dalquiel le pasa la carta.
—Ugh.
—Léela.
Miguel aprieta los ojos porque le da VERGÜENZA
—¡Yo no escribí estas ridiculeces! —asegura ojos cerrados.
—Eso ya me lo has dicho. Léela.
Miguel se muerde el labio y empieza a leer… y levanta las cejas.
—Ohhh…. Ohhh!
Ooojos en blanco de Dalquiel.
—A saber qué pensabas que pondría...
—Alguien puso "Capullito de Alelí" en algún momento. Créeme, esto…
—Pfff —se ríe con eso
—Esto es… diferente en todos los sentidos. No se cómo…
—Alguien pensó que tú me... llamarías a mi...
—Capullito de Alelí —ella acaba la frase—. Es imbécil.
—¿Cómo?
—Cómo Raguel y Uriel me mandaron esto.
—Eh? —ahora sí se ha perdido él porque quería que lo repitiera porque le hace gracia que diga "Capullito de Alelí" y se estaba fingiendo el que no entendía.
—¿O cómo?
—Nada, nada.
—Quizás podría empezar a llamarte Capullito de Alelí.
—Eso sí consigues hablar conmigo el tiempo suficiente antes de cortarme la cabeza...
—A lo mejor esto te convendría un poco y te daría una oportunidad. ¿No te estás quejando siempre de eso?
—Ya me imagino lo muy cómoda que estarías tú llamándome así.
—Comodísima… ¿Qué te hace pensar que no.
—Era sarcástico —sonrisita de lado.
—Sería un poco…. Fuera de carácter
Dalquiel vuelve a meter los brazos dentro de la celda por el agujero de la puerta. Sin entrar, solo apoyándose ahí a través de los barrotes.
Miguel se le acerca un poco
Él le hace un gesto para que se acerque más, para susurrarle al oído. Miguel traga saliva pero… ahí va.
—Todo lo que no sean gritos, en tu caso, es fuera de carácter.
—Ay, cálmate! —Ojos en blancoooo y le empuja un poco.
Dalquiel se ríe con eso.
—Que original. Diciéndome lo que dices cada vez —más ojos en blanco aún.
—Y aun así, tu respuesta me hace gracia cada vez —sonríe de ladito sin sacar los brazos.
—¿Qué tiene de gracioso? —le fulmina un poco.
—La forma en que protestas y te fastidia —se encoge de hombros.
—Ñañaña. Nada especial!
—Supongo que no me queda otra que considerarlo lo más parecido a flirtear que tienes...
—¿Yo? Si esto lo haces TÚ.
—Definitivamente. Se me da de vicio. Con TODO el mundo. Tú incluida.
Ojos en blanco con lo de todo mundo. Vemos que lo ha pillado.
—¿Así que flirteas igual con todo el mundo? Como te acuestas con todo el mundo.
—Exacto.
—Leviatán me explicó lo mucho que te acuestas con Belcebú.
—¿Y te importa?
—Pues si vamos a casarnos... sí.
—¿Por?
—Porque hay cierto nivel de castidad que tendrías que mantener para… limpiarte.
—¿Ni siquiera te has acostado conmigo aun y ya me estás pidiendo exclusividad?
—Sí.
—Vas a decepcionarte con eso.
—¿Con la exclusividad o con acostarme contigo?
—Con la exclusividad, no seas idiota —ojo en blanco. Miguel se ríe.
—Pues… hay que ser claros. ¿Eso es que no pretendes ser exclusivo?
—Ni siquiera pretendo que suceda nada, así que...
Miguel le mira fijamente unos segundos y él le sostiene la mirada.
—C-Como si yo no fuera a cortarte la cabeza si te me acercaras.
—Por ahora llevas aquí un rato y aun no sucede.
—Tampoco te has acercado tanto —replica Miguel tocándose los labios al de repente recordar el beso.
Dalquiel sonríe con ese movimiento, notando en lo que piensa.
—Te ha gustado.
—¡No! —Raguel escribe "mentira" en su libro.
—Oh, sí. Lo ha hecho.
—Ni la mitad de lo que crees.
—Seguro. Seguro... entonces exclusividad. ¿Qué hay de tu buen amigo Gabriel?
—¿Ellos dos no son exclusivos?
—Pues tú dirás... —saca la foto que le ha mandado Leviatán y se la muestra, sin que pueda alcanzarla.
Miguel parpadea con eso y vuelve a parpadear.
—¿Y esa foto?
—Pues dime tú.
—¿Quién es esa persona con Gabriel… se parece a mí?
—Casi podría apostar que eso es porque... eres tú.
—Pues yo nunca he estado así con Gabriel en ningún sitio.
—A las pruebas me remito.
—Pues es que mira donde estoy y cómo le estoy viendo. Está todo sacado… de contexto o algo. ¿Qué te estás imaginando?
—No deja mucho a la imaginación.
—Pues es una foto rara. No sé si será Belcebú disfrazada de... yo qué sé. Sería de navidad cuando pasó lo qué pasó.
Dalquiel mira la foto de nuevo, se humedece los labios y luego la vuelve a mirar a ella. Hasta ha cantado... vuelve a guardarse la foto.
—¿Estás tú también celoso?
—What? ¿Celoso yo? ¿De qué? Pfff...
—De Gabriel.
—¿Por qué iba a estar yo celoso de Gabriel?
—¡Pues me estás mostrando esa foto rara!
—Me la has mandado tú a mí en tu carta, supongo que tú eras la que quería ver si me ponía celoso en una estúpida prueba de amor de esas que hacen los ángeles.
—¿Yo te he mandado eso a ti? No la había visto en mi vida.
—Iba en la carta.
—¡Pues yo qué sé! Gabriel… Ugh, a lo mejor ha sido él. No creo. ¡No sé! Pero no seas idiota.
—¿Por qué iba Gabriel a mandarme esto?
—¿Por qué iba YO a mandártelo? Es absurdo.
—Ya te lo he dicho, un intento desesperado de ver si tengo celos o no.
—Si eso fuera lo que intento, la respuesta es... sí que los tienes —valora.
—No, claro que no —frunce el ceño.
—Y te molesta un poco tenerlos —añade ella con cierta sonrisita.
—Me molestarían si los tuviera, pero no los tengo —Ojos en blanco.
—Es bonito inventar que no los tienes pero hace unos minutos estabas muy consternado —Miguel le sonríe un poquito.
—Solo estaba intentando entender.
—Vale...
Dalquiel pone los ojos en blanco y se pasa una mano por el pelo.
—I-Igualmente me pediste hace rato que subiera. Y me tienes encerrada aquí en el cielo.
—Te dije que era un mensaje para alguien más.
—¿Para quién? —es que LOS CELOS OBVIOS de ella, sí.
—A mí me parece que la de los celos es otra.
Ooooooooooojos en blanco de Miguel.
—Claro que no. Ahora... me sacas de aquí, por favor, necesito bajar del cielo a la tierra a arrepentirme de haber subido a verte como si fueras un ser inteligente con el que se puede hablar y no solamente un animal que me mantiene encerrada...
Dalquiel le mira unos largos instantes y sonríe de ladito.
—No.
—Idiota —Miguel frunce el ceño.
—Histérica —se devuelve, hasta parece que le hace gracia.
—Insufrible.
—Loca.
—Loco tú.
—Bueno, disfruta de tu encierro —se despide él.
—¡Lucifer! —chilla frustrada y él se da la vuelta y se va a ir, sonriendito, sin responder.
¡Ugh!
