Tal cual sale, hay un montón de ángeles rodeándole y preguntándole que si cree que Miguel tiene a Lucifer adentro y él asegura que sí, por supuesto.

Explicándoles a todos, todo el asunto y pidiendo que nadie se acerque, pero Jehoel, a quien ha hecho su segundo de abordo y que ahora está siendo influenciado por el orgullo, pensando que él haría mejor de Miguel que Dalquiel... se va a acercar a la celda un poco con curiosidad y miedo después de organizar las rondas para proteger que nadie se acerque.

Miguel se ha hecho un sillón que... nunca se haría Lucifer. Nunca. Blanco con gris claro, limpio, impecable en medio de la sala infernal. Ha puesto también un reclinatorio y una cruz.

—¿L-Lucifer?

Miguel levanta una ceja y... es que solo con la voz le reconoce antes de verle.

—Ah, Jehoel. ¡Menos mal!

—Ehm... E-Eres... ¿Eres tú?

—Soy Miguel. Tienes que sacarme de aquí.

—Dalquiel dice que no eres Miguel, dice que eres Lucifer y que ibas a decirnos eso.

Ojos en blanco de ella.

—Dalquiel ES Lucifer. Yo no. Ya sé que él les ha dicho muchas cosas, se está aprovechando de ustedes.

—D-Dijo también que dirías eso para hacernos desconfiar unos de otros.

—No entiendo cómo es que le crees a él y no a mí. De hecho... deberías hacerme un exorcismo. O aún mejor, trae agua bendita.

—T-Tenemos el agua bendita toda reservada para cuando ataquen los demonios, está bajo llave ahora.

—¡Pareces idiota! ¡Haz más!

—H-Hay todo una división de gente haciendo... Las vamos a poner en pistolas de agua.

—Jehoel. Estamos hablando de que me CREAS que no soy Lucifer. Que busques la manera de sacarme de aquí y que ¡dejes de hacer el tonto con este asunto!

—Pero es que... Belcebú ha hecho una celda del infierno y nadie puede sacarte.

—Pues invéntate una forma. Trae a un demonio menor y busca que me saque a cambio de que no le mates con agua bendita.

—Cállate, Lucifer —responde él apretando los ojos—. Cuando Miguel despierte no va a estar contenta contigo.

—No soy Lucifer. Te estoy diciendo como notarlo —Miguel levanta una ceja—. Como confirmarlo. ¡Con quien no voy a estar feliz es contigo cuando vuelva!

—T-Tú crees que ella quiere acostarse contigo y... yo creo que no quiere, pero a lo mejor si quiere. Pero e-esto no va a gustarle de todos modos si quieres que te quiera!

Miguel abre la boca y se sonroja.

—Nadie está hablando de... ¡¿de dónde sacas que quiero acostarme con Lucifer?! ¡Ugh! ¡Ni quiere nadie que quiera nadie a nadie!

—¡Pues si tu no quieres seguro ella sí quiere! ¡Y lo hará, demonio! Ya se acostó con Belcebú y con Leviatán y ... ¡Lo hará contigo igual!

—WHAAAT? Yo no me he acostado con nadie!

—Pues si tú no lo has hecho... ella lo hará, ¡los dejó medio muertos de amor! ¡Nos lo han contado! —y tú te has enterado muy mal.

—¡No fue así!

—¡Claro que sí!

—Que vas a saber tú, ¡si ni siquiera estabas!

—Lo sé porque somos ángeles y sabemos esto y si no paras de intentar engañarme te lo haremos a ti.

—¿Hacerme qué vas a hacer tú? —hace los ojos en blanco.

—Yo nada, pero Dalquiel ha dicho que él se encargará de ti para protegernos a todos de pecar.

—Pffff, lo que va a ocurrir es que yo voy a encargarme de que barras el cielo por los próximos MIL AÑOS al menos.

Se te va a ir y te vas a volver a quedar sola por histérica.

Miguel BUFA.

Dalquiel pasa varias veces por delante de la celda y la mira de reojito nervioso. En alguna de estas chasquea los dedos y la desnuda así por las buenas, mientras habla con alguien más.

Miguel, que estaba rezando... se interrumpe.

—Ahhhhh!

Dalquiel sonríe sin ni mirar hacia ahí porque los gritos siempre son buenos.

—Lucifeeeeer!

—Lucifer eres tú, mantente en personaje —responde sin ni girarse, tan cínico.

Miguel se vuelve a vestir de un chasquido, esta vez con cuello alto, manga larga, tapada en un 90%

Sonríe de ladito porque alguien le está contando que las luces están preocupantemente estallando y pegándose fuego en inmolaciones y eso no había pasado nunca.

Manuel, que nunca sabremos si es realmente un ángel o un señor de la limpieza sudamericano subcontradado para limpiar el cielo, un poco confundido y al que obviamente no le pagan lo suficiente, sigue frotando las ventanas incansablemente del ahumado que cada vez es más notorio.

Miguel organiza aún más un despacho en medio de la celda del infierno en el cielo. Le hace una videollamada a Gabriel.

Gabriel contesta en mitad del brainstorming en la ventana que han vuelto a organizar, cálmate Aamón.

—Hola

—¡Miguel! ¿Dónde estás?

—En el cielo.

—¿Cómo? A mí me han echado.

—A mí me tienen encerrada en una celda infernal.

—Pues... sí, la hizo Lucifer.

—Ya, pues... aquí estoy yo. Y los demás ángeles son unos idiotas

—¿Por? ¿Qué está pasando? ¿cómo están todos?

—Idiotas.

—Miguel... —la riñe un poco.

—Es que... ¡No tienes una idea de lo estúpidos que están! ¡Insisten que YO tengo a Lucifer dentro! y que soy Lucifer. ¡YO!

—Uuuuuh... —Gabriel aprieta los ojos sin poder evitar sonreír un poco.

—Es ESTÚPIDO!

—Bueno, si creen que eres Lucifer tal vez deberías... intentar sacar partido de ello, ¿no? —propone Leviatán sacando la cabeza al oírla.

—¡¿Cómo voy a sacar partido de ello?! Yo no soy Lucifer, DALQUIEL es Lucifer y e O.

—Pues comportándote como si fueras Lucifer para... sacar información, por ejemplo.

—¡¿Que quieres que les dé la razón?!

—Se llama aprovecharse de la situación.

—¡Pero eso va contra mis principios!

—Pues tú te lo pierdes.

—Ugh, a ver. Es que no tiene sentido. ¿Qué información me iban a dar si supusieran que soy Lucifer?

—¿En serio no se te ocurre nada? —Leviatán mira a Azrael de reojo—. ¿A ti sí, no?

—Ahhh... —Azrael vacila.

—Oh, por satán —protesta con todos ellos.

—Pues... ¡Me parecería eso más útil en el infierno que en el cielo!

—Bien, pues nada...

—No, pero ¡Explícate! Que seguro Lucifer piensa como tú.

—A ver... ¿qué harías tu en el infierno...?

—Pues tratar de convencerles de que soy Lucifer y… querer que me contaran los secretos del infierno. Pero no al revés.

—Pues es lo mismo. ¿No quieres saber si Lucifer tiene relaciones con algún otro ángel?

—¡N-No tiene... relaciones con... nadie! ¿Cómo va a tener relaciones con otro ángel?

—Seguro que él está muy feliz de que estés tan segura.

—P-Pero... ¿Tú crees que él tenga relaciones con alguien más?

—Si no las tiene contigo es que las estará teniendo con alguien más —Leviatán se encoge de hombros.

Whaaat? —Es que... si Miguel ya estaba enfadada con la mitad del cielo, ahora... los CELOS. Leviatán... muy bien, sacas diez.

—Puedes... indagar por ahí.

—¿Sabes tú de alguien? ¡¿Te ha dicho algo?!

—Sé... de alguien, sí.

—QUIEEEEN?

—Eso... averígualo tú.

—¡NO! DIMELOOOO

Leviatán sonríe y el teléfono vuelve a enfocar a Gabriel, que la mira un poco incomodo.

—Ehm...

—Ugh!

—¿Estás... bien?

—S-Sí.

—¿Qué... qué vas a hacer?

—Pues... hablar con... gente, por lo visto, y preguntarles quien es quien se acuesta con él.

—Pero es que... ¿los ángeles? ¿Crees que sigue haciendo... esas cosas?

—¿C-Con los ángeles? Espero que no.

—Sería capaz... Aunque ahora que es un demonio uno pensaría que los angeles saben que eso es pecado y le deben temer más.

—Pues ojalá, pero... los ángeles no parecen estar en su época más brillante.

Y ahíiiii, es que la desnuda. Otra vez.

—Waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhh! —y ella... cuelga.

Gabriel parpadea un par de veces porque... acaban de... ¿verla desnuda?

—Ugh! Idiota! —aprieta los ojos vistiéndose de nuevo y pensando en… hacer lo que ha dicho Leviatán.

Él vuelve a sonríe con eso, sin girarse para que no sepan que ha sido él.

—Dalquiel… —le llama

Se gira y se acerca, sonriendo.

—Ehm…. Ya que soy… Lucifer…

Ceja levantada de Dalquiel con eso.

—Y me gusta tanto Miguel como para poseerla... —sigue ella.

—Ah, ¿sí? ¿Ahora resulta que te gusta mucho ella? —Frunce el ceño y Miguel carraspea.

—¿N-No lo hace? ¿Me gusta más algún otro ángel?

—Pues... dímelo tú. Hasta donde yo sé no tenías preferencias.

—¿Cómo que no tenía preferencias?

—Pues tú. Hasta donde sé le gustas a todos los ángeles y... demonios.

—Pff… claro. Pero a-a mí me gusta más ella —Miguel aprieta los ojos.

Él se humedece los labios con eso y la mira con intensidad.

—¿Y... qué planeas hacer? —eso no es un no.

—un quiero saber sobre… l-los… otros ángeles.

—Y yo sobre tus planes.

—¿De demonio en el cielo? Hum….

—Para... hacer lo que sea que pretendas, con Miguel —no se atreve a decir conquistar.

—P-Pues… ¿qué quieres que haga con Miguel? Ya la tengo… d-del todo.

—¿Lo haces? —sonrisita—. ¿Cómo es eso?

—P-Pues… La tengo poseída, ¿qué más quieres?

—Tenerla poseída no es nada, seguramente la tienes inconsciente ahí para que no esté gritando histérica como habitualmente.

—¡Ella no grita como histérica!

—Para muestra, un botón

—¡Ugh! Me… he has quitado la ropa —por cierto.

—Yo no, lo habrás hecho tú solo, a lo mejor estas... —aprieta los ojos porque no es capaz de decir esto.

—¿E-Estoy qué?

—Ya sabes... —se encoge de hombros porque lo que le diga, lo dice sobre si mismo.

—¡No sé!

—Frustrada, sobre todo.

—¡¿Yooooo?! Quizás tú, Lucifer, lo estás, pero ¡YO no estoy frustrada!

—Suenas frustrada, MorningStar, pero sigue en tu mundo de piruleta.

—Me estás… llamando MorningStar —se sonroja.

—Bueno... lo eres.

—N-No lo soy.

—¿No decías que sí y estabas justo contándome tus planes para acostarte finalmente con Miguel? —Ojos en blanco.

—¡Antes me lo has llamado sin saber que lo era! —susurra.

—Sí sabía que lo eres. A caso no eres su...

—Ángel.

—Digámoslo de ese modo.

—A menos que me estés proponiendo algo.

—Tú fuiste la que lo propuso, hasta donde recuerdo.

—¡No hoy!

—No pensaba que la oferta expirara en un día.

—¡Tú qué sabes! ¿Cuántas veces crees que yo le pido a alguien que se case conmigo? ¡Es una oferta… de esas que uno no rechaza, Lucifer!

—Pues ahí lo tienes.

—¡¿Qué tengo?!

—Un nuevo apellido de casada —sonríe de ladito, burlón.

—¡Pero si no estoy casada!

—Pero quisieras estarlo, así que es lo mismo.

—No.

—Si lo pediste y aún más a quien se lo pediste... De todos los demonios del infierno.

—Y quien te lo pidió… —le mira, fijamente.

Él le sostiene la mirada, sonriendo de ladito. De hecho, levanta un poco la barbilla y vuelve a meter las manos entre los barrotes de la puerta.

—Si eres incapaz de entender lo que implica todo esto…

—Explícamelo —hace un gesto con las manos.

—¡¿Cada cuanto crees que YO pido esto!?

—Y aun así, creo que deberías suplicarlo.

—Yo creo que ni aunque lo suplicara.

—No lo has probado.

Miguel le entrecierra los ojos y Dalquiel se encoge de hombros.

—¿Quieres que PRUEBE rogarte a ver si sirve de algo?

—¿A mí? No. A tu demonio.

—¡Mi demonio eres tú, imbécil!

—Yo soy Dalquiel.

—¿A mí? No. A tu demonio.

—¡Mi demonio eres tú, imbécil!

—Yo soy Dalquiel.

—Eres IMPOSIBLE —Miguel BUFA.

—No es tan difícil recordarlo.

—¡No lo eres! ¡Y estábamos hablando tú y yo de esto!

—Demuestra que no lo soy.

—Lucifer…

—Lucifer —repite, haciendo un gesto con la cabeza para saludarla.

—Sí, ¡te hablo a ti, idiota! Es… o sea es que ¡todo lo que admito no sirve de nada!

—No he dicho que lo admitas, he dicho que lo demuestres. ¿Sí sigues esta conversación o solo gritas cosas aleatorias?

—Es que… y ¿c-cómo?

—No sabes cómo demostrarlo, no sabes cómo conseguir a Miguel, no sabes cómo salir de aquí... tal vez deberías empezar a saber algunas cosas y confiar menos en que los demás lo resolvamos todo por ti.

Ojos en blanco.

—Tal vez si no me tuvieras que encerrar en una celda para poder conmigo…

—Tal vez si pudieras tener una conversación civilizada sin tener que estar encerrada como una bestia...

—Si que puedo tener conversaciones civilizadas, ¡hemos tenido muchas últimamente!

—Hemos tenido como tres y en todas has acabado gritando. No sé cuántas veces tengo que largarme para que veas que eso no sirve conmigo.

—Aún no sé qué es lo que sirve contigo ahora. Antes servían cosas que ahora no funcionan y todo fluía muy naturalmente

—¿Cosas como qué? Igualmente, ¿ahora te vas a quejar que seis mil años más tarde... he cambiado?

—¿Crees que yo soy más histérica ahora que hace seis mil años? —Miguel le mira.

—Recordaba que hablar contigo era más fácil.

—Supongo que porque en esa época no tenía que estar enfadada contigo todo el tiempo.

—Al contrario que ahora, por lo visto.

—Ahora tengo que tener cuidado contigo.

—Y ahí ves porque tus peticiones son denegadas.

—¿Tendría que confiar en ti?

—Parece ser una de las bases del matrimonio, sí.

—¿Y quieres que confíe en ti? —Miguel se humedece los labios.

—Tú fuiste la que lo pidió, por lo visto sin tener muy claro todo lo que implica. Y ahora te sorprende que me negara.

Miguel suspira y se sonroja un poco, mirándose los pies porque no hay que ser ni tan bestia como es ella ni tan la capitana del ejercito del cielo ni nada tan extraordinario para darte cuenta cuando estás perdiendo del todo una discusión.

—Deberíamos empezar con algo más pequeño.

—¿Cómo qué? —la mira de reojo, brazos cruzados.

—Como cuidar uno de esos animalitos o tener algo juntos. Salir a algún sitio. Pasar tiempo juntos.

—Animalitos... —repite incrédulo.

—O un humanito o algo.

—¿No te parece que eso necesita AUN MÁS compromiso, confianza y dedicación?

—Bueno, uno de esas cosas verdes con picos. ¿Por qué nunca quieres hacer nada conmigo?

—Estoy literalmente aquí hablando contigo en vez de organizar el bloody cielo, no sé qué quieres más de mi —igualmente se queda pensando en a que se referirá con una cosa verde con picos... ¿Una palmera? ¿Un cactus? ¿Leviatán? O sea... no iba a querer cuidar un cocodrilo... ¿o sí? Era la clase de cosa que podías esperar de ella.

—Pues esto de que hables conmigo no es suficiente para mí.

—Y te parece que tener un cocodrilo va a ayudarnos de algún modo porque...

—¿Un cocodrilo?

—Ni siquiera sé de qué hablas con lo de la cosa verde.

—¿Qué cosa verde?

—¡La que tú has dicho! ¡Es imposible hablar contigo si no puedes ni seguir el hilo de la conversación! —protesta, frustrado.

—No es imposible hablar conmigo, era un ejemplo de esas bolas verdes con picos qué hay en la tierra. Son plantas me parece.

—¡Ni siquiera tú sabes de lo que hablas! ¿Cómo vas a cuidar algo que ni sabes si es una planta?

—Pues con tu ayuda. Tú pareces saber hacerlo bien.

—Más bien parece que quieres echarme a mi encima eso y tú acordarte de tanto en tanto cuando te sea conveniente. Igualmente la respuesta es no.

—¿Por qué?

—Pues porque no es así como funciona el compromiso.

Miguel bufa un poco.

—Vale, podemos entonces saltarnos como me dices quinientas veces lo que no te parece en vez de explicarme lo que sí quieres.

—Yo no te voy a explicar eso. Tienes que descubrirlo tú.

—¿Y cómo voy a descubrirlo si no quieres hacer nada y solo dices que soy una histérica? A veces me pregunto si…

—¡Yo no he dicho que no quiera hacer nada! ¡Estoy aquí contigo ahora!

—¡Pues hagamos más cosas!

—Es impresionante como TÚ nunca estás conforme con nada ni nada te parece suficiente.

—Pues no es que NADA me parezca suficiente pero ¡tener una cita en una caja infernal en el cielo es un poco deficiente!

—Tú fuiste que la subiste aquí, ¿qué esperabas? Cortar unas cuantas cabezas y luego recuperar el control del cielo no parece un mejor plan para una cita.

Miguel abre la boca para responder algo y luego la cierra, sonrojándose porque… Cuando le ha dicho que subiera… Se ha imaginado otra cosa.

—Podriamos hacer algo dulce por una vez.

—No me interesa la repostería —vuelve a cruzarse de brazos.

—¡No me refiero a eso, imbécil! —ojos en blanco.

—¿Entonces a qué? —sonríe de ladito.

—¡Pues a hacer cosas como las que hacen los otros! Pasar tiempo juntos sin que todo esté en peligro, ir a sitios, hablar sin discutir, a-abrazarnos. ¡Algo!

—Ya, justo ahora que yo tengo el control y no tú... qué curioso.

—Pues… pues! Ugh.

—Admito que ha sido un buen intento, más suerte para la próxima.

—Si la cosa es decirme que no a todo lo que pida, TODAS las veces — ojos en blanco.

—Además, no sé cómo querrías abrazarme si no eres capaz de pasar dos minutos sin poner los ojos en blanco o llamarme idiota.

—Una cosa no quita a la otra…

—Claro que lo hace.

—Es que tú quieres otro ángel.

—Tal vez me iría mejor.

—P-Pues… quizás Dalquiel sea un buen sustituto.

—Tal vez lo sería si Dalquiel no fuera yo mismo. Pero ahora que consideras el summum de lo sexual una posesión diabólica...

—No… ¡¿quién dijo eso?!

—Tú, cuando te pregunté que qué plan tenías para Miguel y dijiste que ya la tenías poseída.

Miguel aprieta los ojos porque está conversación no podría ir peor.

—Tú me desnudaste.

Dalquiel la mira y... tras vacilar un instante... lo repite.

El SUSTO que le pega. Se queda ella unos largos segundos estúpidamente sin saber que hacer.

La verdad, él se relame un poco mirándola de arriba abajo y ella se sonroja. SE SONROJA.

—¿¡Qu-Qué haces?!

—Por lo menos, ser culpable de lo que me acusas —cambia el peso de pie.

—B-Bien… y-y…—Ella, al fin, se cubre un poco con las manos y levanta la nariz—. ¿A-Ahora qué?

—Pues... tú dirás —responde intentando parecer seguro pero empieza a ponerse nervioso porque pensaba que iba a vestirse.

—S-Si… vienes aquí dentro… l-lo averiguaremos.

—No puedo entrar ahí, esto es una celda del infierno y yo soy un ángel.

—Ugh —vale, ahí es que se viste.

La verdad, él no lo nota, pero vuelve a respirar.

Miguel se sienta en el sillón blanco que hizo, y cierra los ojos y es que cada vez está más convencida de que no le gusta ASÍ a Lucifer

Dalquiel le desaparece el sillón y ella se cae de culo al suelo, haciéndole sonreír de ladito.

—¡¿Pero qué te pasa!? —Miguel se gira a mirarle con el ceño fruncido, porque además ahora le va a quitar sus cosas también.

—¿A mí? Qué te pasa a ti que estas tirada en el suelo —se burla.

—¡Me has desaparecido mi sillón!

—Pobre víctima.

—¡Pues lo soy! Además de secuestro…

—Yo lo describiría como que tú eres una intrusa en un lugar al que no debías entrar y ahora pagas tu crimen.

—¡Es EL CIELO! De hecho… —Miguel chasquea los dedos y le pone un grillete celestial al cuello.

Dalquiel pega un grito sin esperarlo y frunce el ceño. Hasta aquí esta conversación. No se lo quita, pero lo va a usar para demostrarles a todos como es que Miguel es violenta y un demonio, por eso no puede quitarlo.

¡Ugh! ¡Es un grillete CELESTIAL!

Cuando le ofrezcan que se lo quitan les dice que no, que quiere que todos recuerden porque no deben acercarse a ella.

¡Cualquiera puede quitárselo! ¡Ugh! ¡Son tontos todos!

La verdad, puede que Dalquiel lo recubra con una fina capa de hierro infernal para que parezca aún más de un demonio.

Ojos en blanco.

Por ahora, vamos a ver si podemos hacer algo con esos fluorescentes que parpadean

¡Eso es trampa! ¡Ugh! Eso no vale.

Es un demonio, MorningStar, lo que hacen son trampas. Acostúmbrate.

¡También ha dicho que confiara en él!

Pues sí. Y que no le agrediera...

No le ha agredido más de lo que le agredió él a ella.

Bueno... eso es relativo.

Es semejante.

Excepto por el asunto de que... el cielo. De todos modos bastante estaba ya siendo obvio en la conversación con ella, ¿qué tal que alguien les hubiera oído?

Por lo visto ni aunque les hubieran oído lo hubieran creído.

Supongo que no le habrán oído, igualmente tiene que ir con bastante cuidado con esto. Pierde demasiado el control con ella y... ugh, ya podría haberle dicho algo útil.

¿Cómo qué?

Pues como... que le hubiera gustado que hiciera, se lo ha preguntado cómo cuatro veces, era la ocasión perfecta.

Que le hagas el amor apasionadamente NO TE LO VA A DECIR.

Ese es el fin, no el plan... el asunto es como llegar hasta eso.

Ojalá Miguel supiera.

Pues a él se le habían ocurrido un par de cosas, pero es que ella no solo no coopera, tampoco aporta ninguna idea.