Epílogo


Vivir la adolescencia mediante miedos exigentes, que ponen a prueba tu valor, tampoco significa que pierdes las oportunidades. Forma parte de tu vida.

Cada que podía, la verdad es que muy continuo, viajaba en el pasado para recordar el comienzo de ellos. Más que nada cuando creía que ya estaba enamorado porque veía todo lleno de colores y el gris aminoraba las razones de permanecer relacionados el tiempo que sea. Él sabía que solo existe una vez, por eso se quedó con la enseñanza nostálgica.

―¿Lista? ―ante él, aquella chica brillaría los días siguientes y siguientes.

―Sí, y juntos ―sonrió Aki, liderando el camino en busca de su nueva etapa.

El castaño correspondió su sonrisa a la par que corría tras de ella. Nada ha cambiado entre ellos, solo el sentimiento sin siquiera darse cuenta. Los años fueron rompiendo la tensión cuando deseaban hacer tantas cosas. Eran niños principiantes, y siguen siéndolo. Pero tenían la sinceridad de sus corazones para aprender.

Eso lo volvía más bonito.

Ninguno fue la pasantía del otro. Su relación era pulcra y sana, de ahí parte su grandeza.

El calor de sus cuerpos, bajo la vigilancia del sol, chocaban con las brisas del aire y sus risas no paraban de ser melodías para ambos. Aunque este fuera el primer día, inconscientemente se volvería parte de su rutina diaria y así, todas las mañanas hasta que empezara una nueva. Tal cual como en la secundaria.

Inocencia y amor.

Tristeza y amor.

Ambos construyeron su propia aventura mientras las flores nacían para los demás sin que las preguntas faltaran. Tal vez para recordar los malos momentos que los hicieron crecer y llorar. Sin embargo, estas caricias invisibles demostraban que la soledad ya no existiría, sino sus compañías. Aprendieron del pasado y no dudarán de aprender del presente.

Dos corazones que se siguen gustando.

Porque enamorarse debe ser tan único como esa primera vez.

Fin