Disclaimer: Axis Powers Hetalia no me pertenece; el autor es Hidekaz Himaruya.
CAPÍTULO VIGÉSIMO QUINTO
ECLIPSE
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—"Antes de que termine la semana" dijo.
—¿Quién dice que la semana terminó? Apenas es jueves.
Vuk dio cinco pasos más alrededor de la sala y se detuvo un instante más con otra queja lista en la punta de la lengua. Gilbert, ya algo cansado de verlo dando vueltas como una pantera, interrumpiendo su sesión de estudio, suspiró con fuerza. Era en momentos como ese que se preguntaba por qué se había involucrado tanto en un asunto que ni siquiera era de su incumbencia.
—¿Y si el tipo ese lo está reteniendo? —Los ojos de Vuk se encendieron con una llama que puso en alerta a Gilbert en el acto—. Quizá... Quizá está—
Antes de que pueda terminar de verbalizar su complicada teoría en la que el señor Edelstein elaboraba un maquiavélico plan para alejarlo de su amigo, Gilbert se puso de pie, aún con el libro en la mano, y lo tomó por un hombro para frenar tanto sus movimientos como su tren de pensamiento.
A decir verdad, ya bastante tenía con soportar sus lamentos durante las comidas como para que ahora se le cuele en la habitación para perseguirlo con sus quejidos hasta allá.
—¿Se te ha ocurrido pensar que quizá simplemente no tiene... no lo sé... tiempo?
Estaba listo para echarlo de su recámara, pero ver su genuina desesperación le había hecho replantearse el tono que iba a emplear para hacerlo entrar en razón. Porque, para ser sincero, comprendía lo que estaba sintiendo, y de no ser porque se negaba a involucrarse más, admitiría que la repentina ausencia del chiquillo que Roderich había adoptado lo tenía tan desconcertado como a Vuk.
—¡No, claro que no es eso! ¿Acaso no sientes que algo malo está pasando? Si al menos me diera un aviso o me dijera algo...
Y, al menos en parte, tenía razón. Ya habían transcurrido dos largas semanas desde la última vez que habían recibido la visita del chico y desde ese momento la única noticia que habían recibido sobre él llegó el domingo. Emir había llamado y, casualmente, fue Ludwig quien alcanzó a responder el teléfono. Según su versión, el muchacho simplemente soltó que volvería antes de que termine la semana en cuanto notó que habían contestado, y sin más, colgó. Ludwig entonces se vio sometido a un fatigoso interrogatorio del cual Vuk no extrajo más que lo que ya le había dicho. Así que entendía en buena medida su preocupación. Porque si le había prometido que llegaría, Vuk tampoco podía aparecerse por la casa de los Edelstein sin resultar molesto o impertinente. A lo mejor habría quedado más tranquilo si al menos le hubiera avisado qué día exactamente estaría por allá.
—Mira, si no aparece hoy, mañana… mañana podemos llamar para saber cómo está. ¿Qué te parece? Ya con esto creo que pasó un tiempo prudencial. Así no será tan obvio tu afán de verlo.
En vista de que sus palabras parecían por fin apaciguarlo, se dejó caer sobre la cama en que yacía antes de ser interrumpido y continuó con su lectura en la página en que se había quedado. Vuk le echó una mirada de reojo como si aún quisiera discutir alguna cosa y estuviera indeciso, quizá consciente de que Gilbert tenía una vida propia que atender y no podía simplemente dejarlo todo para ayudarlo. Ludwig ya se había encargado de insinuárselo días atrás, después de todo.
Precisamente cuando tomaba la perilla con su diestra, la puerta se abrió repentinamente. Ludwig apareció algo inquieto, como si estuviera a punto de soltar una bomba, pero por obligación y no porque haya querido verse involucrado.
—Estaba dando una vuelta y me dirigía hacia la cocina cuando noté una sombra en la entrada. Al asomarme, noté que tu amigo estaba listo para llamar al timbre.
Vuk se perdió por el pasillo y Ludwig le dedicó una mirada misteriosa a Gilbert que este no supo comprender mientras se pasaba una mano por el pelo.
Tal vez no entendía el significado de esa mirada, pero ambos hermanos tenían el mismo terrible presentimiento de que una tormenta se avecinaba.
Tenía bastante claro que no la observaba sino para apenas lo estrictamente necesario, y si bien admitía que era bastante injusto de su parte, sencillamente no podía evitarlo. A raíz de todos los incidentes que había vivido en los últimos meses, ya le había quedado más que claro que no podía seguir engañándose más pretendiendo creer que algún día podría llegar a corresponder el afecto que ella le profesaba, no luego de haber recibido esa pequeña, amarga y falsa cucharada de amor correspondido. Incapaz de amarla y ser amado, con el transcurso de los últimos días descubrió que se había vuelto aún más distante, casi ausente. En un principio no había tomado consciencia de ese ligero cambio; de hecho, que haya sido Emir quien se lo haya hecho notar le resultó algo vergonzoso: durante un almuerzo, el chico le dijo con total desparpajo que debería tratar de decirle más de dos palabras que no fueran monosílabos a su esposa (comentario que pareció conmoverla, por cierto). Así que, para ese punto, se limitaba a ser, como mucho, cordial, y, a decir verdad, lo era esencialmente para guardar apariencias y ella no descubra que algo aún lo atormentaba o el mismo Emir deslice algún comentario ingenuo e impertinente.
Y lo cierto es que las cosas no andaban precisamente mal. De hecho, a primera vista cualquiera pensaría que el suyo era un matrimonio próspero, casi envidiable. Pero él sabía que algo en definitiva no andaba bien, y todo partía de un mismo precedente: la dichosa llamada a Cazlov y la carta que Emir había recibido cuyo remitente para él seguía siendo un misterio. Desde aquel día, por alguna razón que se le escapaba por completo, Elizabetha parecía haber acogido a Emir como si de un ahijado se tratara y el niño parecía muchísimo más empeñado en ensayar prácticamente la totalidad del día. Ya suponía que ella le tenía cierta estima, después de todo, fue ella la de la iniciativa de traerlo consigo luego del concurso, y si bien él también lo estimaba y admiraba su talento, a lo largo de los últimos días parecían haber estado desarrollando una especie de amistad que lo excluía casi por completo, lo cual se le hacía rarísimo. Si de alguien debía ser amigo Emir, por lógica simple, debía ser de él. Él le estaba enseñando sus técnicas, él dedicaba sus tardes a compartir sus conocimientos, él pasaba muchísimo más tiempo con el chico que Elizabetha. ¿Qué estaba ocurriendo?
Ese asunto de su naciente amistad se hizo tan evidente que ya no pudo ignorarlo más. Por mucho que solo le prestara la atención estricta y necesaria a Elizabetha, las miradas y sonrisas (algunas parecían transmitir empatía o algo semejante) que ella le dedicaba al chico durante las comidas se habían vuelto algo insoslayable. Y aunque la curiosidad comenzaba a carcomerlo, tampoco se animaba a preguntarle nada a Emir, pues sospechaba que el chico se lo contaría en el acto a Elizabetha.
¿Qué había en esa carta que desencadenó un cambio tan grande en el monótono ambiente de su casa? ¿Tal vez debería demandar respuestas de la misma Elizabetha? ¿Pero acaso eso no sería muy invasivo de su parte? La pobre mujer solo existía para él y ahora que por lo menos tenía oportunidad de interactuar con alguien más, no era precisamente su intención arruinarlo o hacerle creer que estaba en desacuerdo con que se vuelvan cercanos.
Indeciso aún, cerró el piano muy despacio y se dispuso a salir de la habitación en que repasaba sus partituras antes de que sus pensamientos lo consuman. No tenía sentido permanecer sentado sin hacer nada y sin poder concentrarse, primero necesitaba despejar un poco su mente y olvidarse de todo ese asunto. Al fin y al cabo, ¿por qué debería importarle? No era como que aquello le afectara realmente. Estirar las piernas le haría bien. Tal vez lo que ocurría era que su mente buscaba formas de mantenerlo ocupado para pensar en cualquier otra cosa que no fuera…
—No ha vuelto a llegar nada. Te digo, dudo que llegue tan pronto. Se va a tomar su tiempo. En cualquier caso, ya lo sabe tu hermano, así que él también está viendo qué podemos hacer. Tú solo enfócate en practicar más.
Roderich apegó la espalda a la pared para que no detecten su presencia. Por lo visto, su secreteo no podía ser la gran cosa si ni siquiera eran precavidos con quién podía oír sus charlas.
—Gracias, señorita.
—Recuerda que soy señora.
A Roderich le pareció detectar un deje de tristeza en su voz.
—No lo parece.
Quizá fue cosa de su imaginación, pero ese parecía tratarse de uno de esos comentarios de Emir que contenía más de un mensaje.
Decidido a arriesgarse un poco, Roderich se inclinó hacia adelante con la intención de poder observar cómo se llevaba a cambio ese intercambio. Con apenas la nariz asomada, pudo ver que Emir se hallaba sentado muy cerca de Elizabetha y esta le acariciaba el pelo como si se tratara de su madre. El chico, pese a su apariencia indiferente, parecía estar más tranquilo de lo que lo había visto nunca.
Un instante después, Emir se ponía de pie y Elizabetha se ocupaba de ordenar lo que aún quedaba pendiente en la cocina. Segundos antes de que su pupilo lo descubra espiando su conversación, Roderich se recompuso, retrocedió y fingió que apenas estaba acercándose y se estaban cruzando por casualidad.
—Veo que apenas terminas de comer.
—Terminé hace rato —replicó él, muy apacible.
—¿Y qué tanto hacías que te mantenía retenido en la cocina? Incluso me vi obligado a venir a buscarte.
Muy en el fondo sabía que Emir no merecía el regaño y quizá estaba desquitando un poco de sus frustraciones con él, pero también una parte de él quería utilizar ese pretexto para sonsacarle un poco de información. No perdía nada.
—Estuve platicando con la señorita Elizabetha. —En vista de que Roderich se cruzaba de brazos a la espera de que continúe (cosa que no se explicaba, ya le había respondido, después de todo), prosiguió—: Ella me aconseja mucho.
—¿Y sobre qué necesitarías consejos? —inquirió tan ofendido como cuando empezó con sus conjeturas momentos atrás—. ¿Ocurre algo?
—Bastante. Pero no importa —resopló el chico—. No lo entenderías.
—¿Qué se supone que es eso que no sería capaz de entender? —inquirió, ya bastante más indignado tras semejante comentario.
—Vuk está preocupado. Le he llamado y le dije que iré a verlo este fin de semana.
Roderich quedó en blanco un buen par de segundos.
Antes de arremeter nuevamente y hacerlo responder su pregunta, se tomó un instante para verlo con atención. El niño, normalmente inmutable, parecía estar algo estresado: se frotaba suavemente las manos y tenía la vista clavada en la pared que tenía detrás. Era como si en lugar de platicar con Roderich estuviera hablando consigo mismo en voz alta.
—No comprendo a cuenta de qué viene ese comentario… —tanteó cuidadosamente. Si en verdad estaba tan inquieto como aparentaba, no deseaba sumarle una preocupación más y, en el peor de los casos, se niegue a seguir compartiéndole información.
—Te dije que no entenderías.
Ese fue su límite. Cuando Emir se disponía a continuar con su camino rumbo al estudio, en un arrebato Roderich lo tomó por el brazo y lo forzó a detenerse.
—Emir Petrovic.
El muchacho comprendió que en sus palabras había una advertencia velada.
—Creo que he sido bastante paciente estos últimos días y lo que pido no es demasiado. No pretendo inmiscuirme en tu vida privada, no me atrevo a algo semejante. Sin embargo, si tus asuntos personales van a terminar por interferir tu rendimiento o el ambiente en que nos desenvolvemos quienes habitamos esta casa, me gustaría estar enterado al respecto. Entiendo que Elizabetha podría parecer un poco más… comprensiva… y emocional… y quizá por eso recurriste a ella, no te lo reprocho, pero me gustaría estar al tanto de qué viene pasando, eso es todo. Te acogimos en esta casa con el único propósito de ayudarte.
—Ustedes ni siquiera hablan. —Roderich se quedó con la boca abierta listo para replicar, pero Emir prosiguió luego de un segundo de reflexión—: No, tú no le hablas. ¿Qué se supone que lo mío está alterando?
Podría jurar que era la primera vez que lo había escuchado enunciar tres oraciones completas seguidas.
—¿Cuándo piensas decirle que quieres a alguien más?
Frente a eso, preso de una ira ciega, Roderich tomó su brazo con más fuerza y lo arrastró rumbo al estudio sin darle oportunidad de replicar, incapaz de creer que su curiosidad fuera la única culpable de su propia tragedia y su vida había llegado a ese punto.
Probablemente lo más estremecedor de lo último que acababa de proferir el chico era la seriedad absoluta con la que lo había hecho. No era un reclamo ni un regaño. Él parecía estar genuinamente a la espera de que lo haga, como si fuera así de simple.
—No tengo idea de qué estás hablando ni de cómo llegaste a esa… conclusión… o locura… —escupió con los labios y el ceño fruncido—. Lo único que quería era—
—A ti te gusta ese tipo de pelo blanco. A ella ni siquiera la miras.
¿Cómo se supone que uno debe reaccionar cuando alguien le arroja a la cara una verdad tan aplastante?
Lo único de lo que estaba seguro era de que le alegraba haber tenido la precaución de arrastrarlo hasta esa habitación para así evitar algún oído indiscreto.
No obstante, si Emir afirmaba eso con tanta soltura, eso podía implicar…
—¿De qué has estado hablando con Elizabetha? —antes de poder proseguir, se colocó al lado del piano y apoyó ambas manos sobre la tapa de este, dándole la espalda al chico que, al menos de momento, se arrepentía profundamente de haber recibido.
—De la carta que recibí y Cazlov.
—Te prohíbo que vuelvas a repetir la barbaridad que dijiste hace un instante —declaró firme, volviéndose para clavar su mirada en la del niño—. A estas alturas creo que ni siquiera requiero saber del contenido de tu carta o por qué por lo visto esta te ha amistado con Elizabetha. Lo único que solicito de tu parte es que no divulgues semejante… infamia —A ese punto le estaba costando mucho elegir las palabras adecuadas—, mucho menos frente a ella. No tengo la más remota idea de dónde o cómo llegaste a una conclusión de esa naturaleza, pero te exijo no volver a oír nada similar mientras permanezcas en mi casa.
—Te dije que no entenderías.
Emir podía ser tan frustrante.
—A decir verdad, yo tampoco entiendo.
—Esta conversación no nos llevará a ningún lado. —Roderich se quitó los anteojos, se pasó ambas manos por la cara y se acercó a la puerta, dispuesto a abrirla y con esto terminar de darle a entender su mensaje a Emir de que se marche.
Pero este, muy por el contrario, aún con las manos entrelazadas, ansioso, se colocó sobre el taburete.
—Te dije que iba a casarme un día. —Él se volvió a verlo, extrañadísimo. Si bien Emir solía saltar de un tema a otro de forma imprevista, esta vez todo parecía estar conectado de alguna manera. Este jadeó muy suavemente y se relamió los labios—. Ya no te admiro como antes.
Roderich hizo acopio de toda la paciencia que pudo y la tradujo en el aire que aspiró hasta llenarse por completo los pulmones. A medida que exhalaba, iba dando pasos cautelosos en dirección a su pupilo.
—Emir, si en verdad quieres aclararme todo, necesito que te expliques desde el principio —subrayó, recobrando su postura más erguida, de tal manera que al menos él sea la figura ecuánime de ese lío—. No entiendo cuál es la correlación entre—
—¿Podré hacerte preguntas yo también?
Se mordió el labio, vacilante, pues no tenía del todo claro de qué iban a hablar realmente, y al acceder a su petición, se sentiría un poco expuesto. Sin embargo, si Emir ya había detectado eso y prácticamente se lo había echado en cara, quizá sería mejor arriesgarse un poco con tal de llegar al fondo de todo. Así que, sin más remedio, asintió despacio y permaneció en silencio para indicarle que quería que empiece.
No podía negar que el chico le intrigaba desde el momento en que lo conoció, con sus ojos y actitud ausentes. Sin embargo, eso no era justificación para espiarlo, o al menos eso se repetía mientras permanecía escondida detrás de la puerta, con el oído pegado a esta. Si su madre la viera, su cantaleta no tendría fin. "Las señoritas no escuchan conversaciones ajenas" o algo por el estilo.
Pero es que, a decir verdad, por mucho que quisiera evitarlo, no podía no sentirse ansiosa luego de saber que por fin Emir quería comunicarse con su hermano. Hasta ese momento, Cazlov había llamado en más de una oportunidad, solo para terminar platicando con ella en lugar de Emir. Cuando le informaba que su hermano deseaba comunicarse con él, el chico simplemente declinaba y seguía con lo suyo como si nada. A ojos de Elizabetha, parecía incluso que no le importaba ni lo extrañaba.
Algo muy importante tenía que estar ocurriendo, y ella temía que estuviera relacionado con lo duros que se estaban tornando los ensayos. Podía incluso asegurar que con cada día que pasaba, Roderich se volvía más y más exigente —si no es que sádico—. Si Emir deseaba presentarle queja a su hermano, la verdad ella lo entendería por completo.
—Me ha escrito…
Eso definitivamente tenía que ver con la carta.
—Me ha encontrado.
La única desventaja, por supuesto, era que no tenía forma de saber qué le decía en respuesta Cazlov. Por otra parte, estaba más que claro que de momento no había expuesto ninguna queja.
—¿Debería irme? Pero si ya sabe que estoy aquí—
Una larga pausa seguida por un largo suspiro.
—No pienso casarme, Cazlov. Ellos lo saben muy bien.
¿Casarse? ¿A esa edad? ¿De qué estaban hablando?
Totalmente distante de la imagen indiferente que proyectaba, Emir parecía estar genuinamente estresado.
—Estaré esperando entonces. Gracias… Todo bien, como siempre. Vuk está aquí.
O Emir se alejó la bocina de la oreja o el grito que Cazlov pegó fue extremadamente potente, el caso es que Elizabetha alcanzó a oírlo clarísimo. Eso y el sonido que indicaba que la llamada había terminado.
Antes de que pueda procesar lo que estaba ocurriendo, la puerta se abrió y frente a ella apareció Emir con una ceja levantada y su mirada perforándole el alma.
Ni siquiera hizo falta proferir palabra. El chico quería respuestas.
—D-disculpa, estaba pasando por aquí… No era mi intención espiarte ni nada parecido…
—No importa —declaró él en un suave suspiro, y se dio media vuelta rumbo a su recámara.
Ella, inquieta y aún con la incertidumbre de qué estaba pasando, decidió seguirlo. Entonces, cuando se disponía a llamarlo para detenerlo, el recuerdo le llegó de golpe.
"—Bueno, ellos no comparten nuestra pasión. Muchas veces los hijos tienen la bendición de tener padres que apoyan sus sueños, pero ese no es nuestro caso. Como habrá notado por nuestros nombres, no somos de aquí. Nacimos en Bosnia. Llegamos a este país porque Emir alcanzó una beca para estudiar y yo decidí apoyarlo. Afortunadamente ya trabajaba y contaba con dinero. Fue difícil, incluso ahora lo es, pero preferimos este camino al que habían elegido nuestros padres.
— ¿Y ese camino es…?
—Casarnos con una extraña por dinero. Eso me parece sumamente vil y despreciable. Estuvimos estudiando en nuestra patria, pero en cuanto alcancé los dieciséis, me empezaron a buscar pareja. No sé qué piense usted, pero al menos yo no estaba dispuesto a venderme de esa forma."
No podía tratarse de otra cosa. Lo que discutieron en esa llamada tenía que estar relacionado con todo lo que le contó Cazlov.
"…Yo no supe nada, pero resultó que mientras me ausentaba, aprovecharon para imponerle una novia. Lo mantuvieron en secreto y lo obligaron a ocultármelo. Ya vio cómo es y, quizá por miedo, no alzó su voz de protesta. El punto es que por eso decidí que era tiempo de irnos. Yo ya era mayor de edad así que en cierta forma me volví su tutor.
—¿Sus padres no dijeron nada?
—Nos amenazaron, claro. Me dijeron que desde el momento en que pusiéramos un pie fuera de su casa, en algún momento, hagamos lo que hagamos, iban a lograr su cometido. No nos impidieron salir porque estaban convencidos de que volvería con la cola entre las piernas, pero hasta el día de hoy no ha sido así. Yo, por supuesto, no les tengo miedo. Solo me preocupa que sepan dónde nos encontramos. Tienen sus sospechas, claro, pero al menos hasta ahora no nos han alcanzado. Sin embargo, su objetivo principal es Emir porque con él ya habían avanzado una buena parte y lo consideran más manipulable."
Realmente se proponían casar a Emir con alguien únicamente por interés, y por lo visto, no estaban muy lejos de lograrlo. Todo esfuerzo de Cazlov parecía haber sido en vano.
—Yo lo sé todo —casi gritó ella, dispuesta a detenerlo. Si todo se había complicado y finalmente era ella la responsable indirecta de que Emir haya sido encontrado al haber insistido en traerlo a Alemania, lo mínimo que podía hacer era involucrarse e intentar ayudar. En vista de que no se detenía, volvió a la carga—: Cazlov me contó todo antes de venir. Me habló sobre ustedes… su pasado.
—No sé de qué estás hablando. —Ahí estaba de nuevo, su actitud apática e impasible.
—Puede que no lo creas, pero yo te entiendo. Te entiendo mejor que nadie.
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Hasta que no tuvo esa oportunidad, no supo cuánto necesitaba de un momento y compañía como esa. Hasta ese momento de su vida nunca había tenido a nadie con quien hablarle directamente sobre lo que acontecía con su familia, nadie que sintiera que pudiera entenderla, nadie con quien pudiera desahogarse.
—Mi madre fue la de la idea —comentó algo nerviosa, con ambas manos sobre la mesa y los dedos entrelazados—. Bueno, no es que tenga la certeza, pero, digo, es muy obvio… Desde pequeña quería que me comporte como una "señorita" —a su relato sumó unas comillas y rio un poco a pesar de no encontrar nada de lo que decía remotamente gracioso—. Pero, pues, no sé si lo notaste, pero yo no soy exactamente lo que ella espera o esperaba.
—Te vi con Gilbert —acotó Emir con la mirada fija en los dedos de Elizabetha—. Y Cazlov.
—Exacto —sonrió ella en medio de un suspiro—. Con él soy quien realmente soy. Pero la cosa es que, pues, ella parece que siempre tuvo entre ceja y ceja que me case con Roderich… Y la verdad, a mí no me parecía mala la idea… —Sus dedos empezaron a dibujar formas inciertas y sus mejillas se tiñeron de rojo—. Creo que puedes imaginar por qué… Yo siempre—
—Lo entiendo.
—En fin, yo sabía a qué me exponía… La principal razón por la que mi madre quería que contrajéramos matrimonio no es precisamente porque quisiera concretar un sueño mío. No, claro que no… —Sus ojos verdes se tiñeron de una tristeza profunda que parecía haber tratado de ocultar por demasiado tiempo—. Ella sabía que yo siempre lo amé y aun así, o precisamente por eso, decidió utilizarme.
—¿Qué te hizo?
—Desde que entré en la pubertad comenzó a soltar comentarios "casuales" sobre lo mal que estábamos económicamente. Padre cada vez perdía más recursos y le costaba mantener lo que aún conservábamos debido a una serie de malas inversiones. En un principio no presté mucha atención, creí que eso era ¿normal?, cosa de padres discutiendo frente a sus hijos. Sin embargo, esos comentarios se fueron repitiendo con un tono extraño que en ese momento no comprendía del todo, pero ya sospechaba hacia qué apuntaban.
Emir dio un brinquito con la silla para así acercarse a ella, bastante seguro de que se encontraba en un estado vulnerable.
—Luego me enviaron lejos para terminar de formarme como una "señorita", y para cuando volví unos años después, ya me habían llenado la cabeza con ideas de matrimonio. Me dijeron que Roderich había accedido y estaba bastante satisfecho con nuestra unión. Podrás entenderme si te digo que yo estaba hecha una dicha… Yo estaba ciega —volvió a suspirar, esta vez con los ojos vidriosos, como si esto la mantuviera a raya y la previniera de estallar—, no veía o no quería ver más allá. Era extremadamente obvio que solo nos estábamos casando por el tema del dinero. Y pese a todo, yo me convencí de que no era así, e incluso si lo era, podría hacerlo cambiar. Podría hacer que me quiera de la forma en que yo lo hago.
El chico colocó una mano sobre las de Elizabetha para detener su tamborileo. En respuesta, ella al fin se atrevió a mirarlo a los ojos.
—Pero no fue así… —Entonces, ya no pudo más. De pronto Elizabetha se convulsionaba en espasmos alarmantes en los que aún luchaba por mantenerse en silencio pese a que un llanto desgarrador la estaba consumiendo—. ¡No tienes idea de lo terrible que fue la luna de miel! Fue como estar con—
—No tienes que contarme los detalles si no quieres —atajó él, pensando que quizá luego ella podría avergonzarse de haberse abierto tanto frente a él.
—Y yo… Yo ya no sé qué hacer conmigo…
Para ese momento, Emir la observaba ya con más preocupación. Ella se sostenía la cabeza y se cubría el rostro con las manos, jadeando aún. A ese paso, Roderich notaría que algo estaba pasando. Torpemente, empezó a susurrarle suavemente que guarde silencio mientras le daba un par de palmaditas en la espalda.
—Jelena es también amiga de la familia. —Quizá lo mejor sería abrirse un poco también, para darle espacio y que pueda calmarse—. La conozco desde chico, me seguía a todas partes. A Cazlov no le gusta porque nuestros padres quieren hacer lo mismo que contigo. A mí no me gusta. No me quiere, solo parece estar obsesionada conmigo.
Frente a ese intento, algo recompuesta, Elizabetha le dedicó una sonrisa de agradecimiento y tomó sus manos entre las suyas, acariciándolas con sus pulgares.
—L-Lamento mucho haber facilitado que te encuentre. No puedo evitar pensar así. Entendería si decides marcharte cuanto antes. A decir verdad, ni siquiera tengo idea de cómo llegó a nuestra dirección, pero creo que ahora es lo de menos. Debemos pensar en una solución.
—Cazlov dice que me quede, que ya veremos, que el viaje no ha sido en vano y que igual no pueden forzarme. También dijo que quizá se venga pronto.
—Me parece una buena idea. —concluyó ella, su sonrisa rota aún presente en su rostro—. Solo quiero que sepas que para lo que necesites, aquí estoy. Si tienes que esconderte, desaparecer, fingir tu muerte incluso —bromeó, dándole un amistoso codazo, la sonrisa más amplia en su rostro. A Emir le resultaba fascinante esa gama de emociones (fingidas o genuinas) que desplegaba en tan poco tiempo—, cuenta conmigo.
A medida que subían los escalones luego de acordar que Elizabetha lo escoltaría hasta su habitación como una gentileza y sobre todo para hacerse compañía hasta el último momento de la noche, Emir tuvo la impresión de que quizá pudo decirle algo más, tal vez no necesariamente reconfortante —era terrible para eso—, pero sí un poco más sobre su persona. Luego de verla quebrarse de manera semejante y asegurarle que se comprometía a apoyarlo en todo, pensaba que a fin de cuentas no le había dicho gran cosa; de hecho, gran parte de lo que dijo ella ya lo sabía o lo sospechaba.
Por otra parte, en los breves segundos que les quedaban antes de separarse, no puedo evitar cuestionarse por qué Elizabetha parecía estar tan dispuesta a brindarle una mano. No estaba acostumbrado a recibir ayuda desinteresada, mucho menos luego de la experiencia con su familia.
Entonces, cuando ya se hallaban frente a su puerta, la oyó decir:
—Tengo que hallarle un propósito a esta vida o siento que voy a asfixiarme.
—Quieres hablar, pero no puedes hacerlo para poner orden en tus propios asuntos.
Roderich se sentía totalmente desconcertado. ¿Por qué Emir parecía casi… irritado?
—Al menos ella sí te considera —volvió a la carga el niño—, no como—
—Te dije que necesito que comiences por el principio —detuvo al fin, ya cansado de sentirse perdido—. ¿Estás hablando de Elizabetha? ¿Ella me considera? No estoy entendiendo nada.
Ante el silencio que sobrevino, terminó de quedarle claro que tendría que sacarle la información a cucharitas pese a que habían acordado, mal que bien, que iban a platicar.
—De acuerdo, veamos… Entiendo que estos días te has vuelto cercano a ella, lo cual me parece, cuando menos, sorpresivo, no lo negaré —concedió—. Sin embargo, y a partir de tu actitud, concluyo, como ya insinué antes, que esto está directamente relacionado con la carta cuyo remitente es para mí un misterio. ¿Estoy en lo cierto? Pues bien, entonces me gustaría empezar por ahí antes de seguir escuchando esta serie de reclamos y disparates. ¿Te importaría compartir conmigo el contenido de esa carta, o al menos en cierta medida, de modo que no quede hecho un lío?
—Me tengo que casar, así como los hicieron casar a ustedes.
Era increíble cómo Emir podía soltar verdades que él creí muy resguardadas como si nada, de forma tan impersonal, tan inconsciente, tan incapaz de darle dimensión al impacto que estaba causándole. Fue tal el choque que retrocedió como si hubiera sido abofeteado.
¿Tenía algún sentido negarlo? De hacerlo, probablemente volverían al principio.
—Mi hermano me llevó con él lejos de mi familia para que eso no pase. Pero Jelena me encontró. Mandó una carta. Demanda que cumpla con el compromiso que acordaron mis padres. Ellos quieren su dinero. Igual que los de Elizabetha. Ella me entiende.
—¿Y qué te hace pensar que yo no podría? —replicó ofendido, sintiendo que había sido dejado de lado. Por supuesto que era consciente de que sería absurdo que los tres se involucren al mismo tiempo, pero, nuevamente, pensaba que él sería la opción lógica de Emir para desahogarse y dejar salir sus preocupaciones.
—Ella te quiere. Te quiso desde siempre. Tú no, y de todos modos aceptaste. Si hubieras dicho que no, ella no sería infeliz.
Tal vez no tenía la entonación propia de uno, pero aquello era un reclamo en toda regla. Emir le reclamaba por no haber tenido el valor de poner freno a la tragedia que lo ató a Elizabetha y, en consecuencia, la desgracia que sobrevino después.
El súbito recuerdo de una de las últimas discusiones que sostuvo con él lo remeció entero, porque en aquella ocasión le había echado en cara prácticamente lo mismo, pero en su lugar, lo había señalado a él como el responsable de toda esa debacle.
"Tenía la esperanza de que ese día tengas el valor de frenarlo todo y decirle a Elizabetha que no se case. Yo quería que eso ocurra porque de ese modo nos salvarías a todos, pero no lo hiciste, y ahora hemos llegado hasta este punto en el que todo se ha volcado de forma absurda e irreversible. Pudiste salvarnos a los tres."
Qué equivocado e injusto había sido. Había sido tan cómodo y cobarde de su parte justificarse bajo la excusa de que se había resignado totalmente, sin siquiera haber considerado que terminaría por hacerle daño a quien creía le hacía un "favor".
—¿Desde cuándo te gusta el sujeto de pelo blanco? Dijiste que podía preguntarte.
Aún sumido en sus reflexiones, esa pregunta lo sorprendió con la guardia baja.
¿Debería ser honesto? ¿Debería explicarle desde cuándo empezó su tormento y cómo todo acabó? ¿Qué imagen tendría Emir de él si le contaba que había traicionado los votos de matrimonio, por muy falsos que fueran?
La mirada de Emir demandaba respuestas. Pero, además, parecía estar indeciso sobre si decirle algo o no.
—Como pianista, te respeto mucho —se atrevió a confesar después unos buenos segundos de vacilación—. Como persona, me siento decepcionado.
—¿D-Decepcionado?
¿Por qué la opinión de un chico que apenas llevaba meses de conocer le importaba tanto? ¿Por qué oír aquello le hería?
—Vas a hacerle daño. Eso no está bien.
Si así estaban las cosas, no tenía caso callar más.
—Creo que no necesito aclararte que si voy a revelarte mis secretos, espero la mayor discreción de tu parte. No me enorgullezco de lo que hice y sé que tendré que afrontar las consecuencias de mis actos más temprano que tarde. Solo… no deslices ningún comentario, por favor. Podría ser mi ruina.
Quizá en el fondo Roderich sabía que se había decidido a aclararle todo con el fin de justificar sus actos y tratar así de hacer menos despreciable su imagen. Derrotado, tomó asiento al lado de Emir en el taburete. Su mirada perdida se clavó en la nada, y entonces empezó con su versión.
—E-Es… complicado. Yo me había resignado a nunca poder… concretar algo con él. Desde siempre me hizo entender que me odiaba. Puede que no lo creas, pero creí que hacía bien al casarme con Elizabetha. Mi existencia siempre se redujo a satisfacer las expectativas de mis padres y retribuir todo esfuerzo que hayan hecho en mi formación, y entre ellas estaba casarme con una señorita que ellos aprobaran. —No se atrevía a volver el rostro, pero podía sentir que la mirada de Emir lo atravesaba—. Pensé… que era lo mejor para ella. Sé lo que siente por mí y creí que hacía bien, que le satisfaría vivir conmigo.
—Pudiste buscar otra salida.
—Creo que comprendes lo difícil que puede ser resistirse a la voluntad de nuestros padres. Y, como te dije, en ese momento creí que saldríamos ganando todos. Incluido Gilbert.
Viéndolo en retrospectiva, pese a que le había echado en cara a Gilbert que no hizo nada para frenar ese absurdo, lo cierto es que su decisión no era tan generosa como le gustaba pensar en ese momento. Estaba por una parte la resignación de no poder amar a nadie más, su deber como hijo, pero también estaba la secreta convicción de que Gilbert no sería capaz ni se atrevería a detener su matrimonio. Una parte de él estaba convencida de que su afecto hacia Elizabetha no era tan desmesurado como para hacer algo al respecto, porque, al fin y al cabo, ¿qué había hecho todos años en los que sí tuvo oportunidad? Si previamente no tuvo el coraje, ¿por qué lo tendría en un momento tan culminante?
Su decisión no contemplaba tanto la felicidad de Elizabetha ni su tranquilidad como le gustaba pensar. Su decisión estaba ligada también a su deseo de darle un cierre definitivo a esa suerte de triángulo amoroso que se había formado entre ellos.
Y curiosamente, fue cuando Gilbert se puso en acción que él salió herido, tal como debió suponer desde un principio que ocurriría. ¿Acaso no era eso en parte prueba de que aún conservaba esos sentimientos hacia ella tal como había insinuado en ese arrebato de furia que se desató cuando descubrió que había sostenido una relación con Antonio? Pero apenas hacía unas semanas se devanaba los sesos pesando en las posibilidades, en todos los cabos sin atar que dejó su sorpresiva visita en el Symphony Hall, sus intentos de reconciliación. ¿Y si solo quería aclarar todo y quedar en buenos términos? ¿O quería retomar lo suyo? ¿Por qué le había enojado tanto descubrir que Antonio y él…?
—¿Y qué pasó entre ustedes?
No, ya tenía suficiente con todos los engranajes que había puesto en marcha la plática que estaba sosteniendo con Emir. Definitivamente no estaba dispuesto a entrar en demasiados detalles, no en ese momento.
—Para ponerlo en términos simples… —Tomó una bocanada de aire, preparándose para la reacción que obtendría. Era una desgracia que Emir sea tan perceptivo—. Fingió amistad para conmigo, se acercó a mí, tuvimos algunos… ¿encuentros? Dios, no puedo pensar en un término menos vulgar… —refunfuñó humillado—. Entonces descubrió un… secreto sobre mi pasado—
—Tienes muchos secretos.
—Como venía diciendo —carraspeó, algo mosqueado por la impertinente interrupción y lo que esta dejaba entrever—, descubrió algo sobre mí… Mira, descubrió que salía con uno de sus amigos cuando era adolescente, ¿de acuerdo? Entonces enfureció, me reveló que solo se había acercado a mí con la intención de romper mi matrimonio y desde entonces solo lo vi en el Symphony Hall.
—¿Por qué le enojaba eso? —inquirió el chico—. No entiendo la correlación.
—Créeme, yo tampoco —bufó hastiado—. E-El punto es… que me soltó adjetivos bastante desagradables… Hizo acusaciones sin sentido también… Fue bastante grotesco el espectáculo que desplegó aquí, he de decirte. En fin, en el Symphony Hall se acercó para hablar conmigo, pero preferí no darle ninguna oportunidad de hacerlo, no luego de todo lo acontecido. Desde entonces solo lo he visto en las ocasiones que te involucran a ti y al niño ese que visitas.
—¿No piensas hablar con él?
—Eso está totalmente zanjado —sentenció con firmeza con la mandíbula tensa—. Él dejó todo claro aquel día que vino a humillarme en mi propia casa. Puede que no lo parezca, pero he tratado de hacer de este un hogar armónico, que el ambiente sea llevadero. E-Estoy tratando de evitar su presencia, por si no lo has notado, así que supongo que eso será más que suficiente.
—La señorita Elizabetha saldrá muy herida de todo esto.
—Hago lo que puedo —suspiró cansado, incapaz de creer que se había visto en la obligación de revelarle su intimidad a su alumno—. Solo… déjame intentar hacerlo bien esta vez. No volveré a decepcionar a Elizabetha, no luego de haberla arrastrado a este destino.
Con esa conclusión, Emir esbozó una casi imperceptible sonrisa que se suponía debía ser reconfortante, pero no hizo más que provocarle escalofríos a Roderich. Ambos se pusieron de pie a manera de dar por sentado que la conversación había terminado, pero, sin saber por qué, permanecieron de pie unos segundos mirándose a los ojos.
—Tú aún lo quieres. No puedes evitarlo.
Roderich se sintió desfallecer.
Podía sobrellevarlo. Lo peor, esa fatídica tarde en que destruyó su ilusión y lo hizo llorar, ya había pasado. Nada podía lastimarlo más. Debía vivir su vida tal como antes, como si lo vivido no fuera más que un sueño convertido en pesadilla, pretender que aquello era una laguna en su memoria para poder seguir adelante.
—Lo he sobrellevado toda mi vida. Aprenderé a olvidarlo.
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No corría, pero su paso era mucho más acelerado de lo habitual. Luego de esa plática sentía que no podía esperar un segundo más, sentía que algo debía hacerse, sentía que había un plan mayor detrás de lo que venía aconteciendo en su vida y, quizá, no era simple casualidad que haya terminado en esa casa.
Pero primero lo primero. Resolver ese asunto suyo.
—Jelena me encontró.
Vuk casi se va de espaldas. Y lo habría hecho si Gilbert no hubiera estado ahí.
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Continuará
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N.A: No sé si ya lo había comentado antes, pero por fin estamos entrando en el tramo final de la historia.
Ya debe sonar repetitivo e incluso ingrato de mi parte agradecerle a quienes siguen esta historia por seguir pendientes de mis actualizaciones, pero en verdad me sorprende que esta historia al día de hoy recibe alguno que otro voto o comentario de vez en cuando, me conmueve y motiva bastante
Espero que este capítulo les guste y no se haya hecho un enredo con los tiempos. Si hubiera algún error, me gustaría que me lo hagan saber. No sé si alguien ya lo habrá concluido o siquiera lo habrá cuestionado XD pero no tengo beta reader, y este cap por ejemplo lo vengo avanzando toda la semana porque no soy capaz de concentrarme (antes era capaz de hacer un cap de 30 páginas en una sola tarde, aunque mi escritura era bastante más cuestionable), pero lo estoy terminando a las 3-4 de la mañana (': así que probablemente se me haya escapado por ahí algún errorcillo.
Nuevamente, muchas gracias por esperarme no me merezco tanto cariño.
Btw el título es por Total Eclipse of The Heart de Bonnie Tyler. Siento que así de conflictuados andan los sentimientos de Rode :'c peor aún con lo que está pasando con Emir. Igual el tema este de que ese par platique sobre lo que ocurre en sus vidas aún será explorado, porque los niños van a ayudar a que la trama avance :'D
¡Nos leemos pronto!
