Capítulo 37.


James hizo muchas llamadas furiosas.

Ahora que era un vampiro el fuego le provocaba ansiedad, pero se había lanzado el hechizo que provocaba que las llamas te hicieran cosquillas. Si las brujas reales que eran acusadas durante la época de la inquisición española lo usaban, ¿por qué no él? Sería absurdo no hacerlo.

Tendría que pensar en replicarlo en un escudo permanente. Las runas seguro eran útiles en eso.

Uf, tenía muchos proyectos en la cabeza, menos en marcha, pero por algo debían empezar.

Así que hechizo antillamas lanzado, James utilizó la chimenea para quejarse con Dumbledore, el ministerio y cualquiera que se le ocurriera debido al problema de su hijo para cruzar a la estación.

Harry le dejó ser. Eso desahogaría a su padre y él no iba a meterse en ello.


Prefirió buscar algo que hacer. Ahora que estaba solo, pues sus primos estaban en el tren sin él, necesitaba ocupar su tiempo con algo o gritaría.

Y no, quemar los libros ofensivos de Lockhart no contaba como algo que pudiera hacer. Su padre Edward decía que no se desharía de algo que necesitaría... Por muy fantasiosos que fueran.

Harry ya había decidido que le diría a quien fuera su estúpido profesor de defensa este año, que los libros eran una mierda, una invención ficticia y que esos absurdos hechizos no funcionaban.

Sí, Lockhart sería su profesor, pero no lo conocían.

¿Y qué pasaba con los magos y brujas? ¿Es que no sabían cotejar con otros textos para verificar que lo que había escrito no era veraz?

Así les iba en el mundo mágico. Si permitían que un fraude de sonrisa bonita como Lockhart los engañara...

¿Y cómo quien contrataba personal permitía esto? ¿Cómo puede ser inepta tanta gente?

Suspiró. Quizá en otra escuela no habría tal burla a la educación.

Frunció el ceño. Ya estaba expresándose mentalmente como Malfoy. ¿Qué iba a ser lo siguiente? ¿Chillar si un muggle le rozaba el brazo al pasar por su lado?

Harry se lamentó por un momento de no haberse metido con Fred y George Weasley en el coche volador de su padre. Seguro que habría sido menos soporífero que esto.

Aunque montar sobre la espalda de Paul en su enorme forma de lobo no estuvo mal.

Y luego le llevó a comer una hamburguesa y helado.

Paul era su mejor amigo adulto. Siempre estaba garantizado que lo pasarían bien.


James llevó a Harry a Hogsmeade justo cuando el tren llegó a la estación para que pudiera llegar al colegio con los demás.

A su hijo no le gustaba ser el centro de atención así que se contuvo de llevarlo más tarde, durante la clasificación de los de primer año para hacer una entrada dramática.

Pero sí que le dio un abrazo y un beso en la frente. También a todos sus sobrinos cuando los vio.

Harry no iba a ser el único adolescente abochornado.

Después se desapareció de vuelta a casa aún hirviendo de indignación por el incidente en la barrera de la estación.

Blaise y Teddy pusieron a Harry rápidamente al día.

Al parecer, un chico de primer año había ido sacando fotos por todo el tren buscando fascinado a los hijos de vampiros de los que le habían hablado.

-Parece que no debería ingerir azúcar. Es muy hiperactivo. -Blaise resopló.

-Quizá comió muchos dulces. -Teddy apuntó.

Su primo se encogió de hombros.


-Qué, Potty, ¿es que eres demasiado importante como para subir al tren con los demás?

-No ves que sí, Malfoy? ¿Por qué si no preguntarías? -Harry respondió.

Su tía Rosalie era abrasiva con la mayoría de la gente y habían aprendido de ella.

-Sigue así, tan arrogante, y terminarás disuelto en llamas, CaraRajada.

-¡Señor Malfoy! Cinco puntos de Slytherin por insultar a un compañero. -La jefa de la casa de Hufflepuff espetó muy indignada y decepcionada.

-No deberían permitir a ciertas criaturas en la escuela. -Murmuró resentido.

-Vaya a su mesa, Señor Malfoy. Y mañana cumplirá un castigo con el profesor Kettleburn, a ver si así tiene aprecio por alguien o algo más que no sea usted mismo.

El rubio apretó los dientes y obedeció.

Algún día todos verían. Cualquier inferior aprendería su lugar. Solo tenía que esperar, como decía su padre.

Él siempre tenía razón.


A quienes sí que les gustaba llamar la atención y lo hicieron, fueron Fred y George Weasley.

Ni el regaño indignado de McGonagall les quitó la alegría.

Se sentían muy orgullosos de sí mismos.

Así pasó, que cuando subieron a la torre de Gryffindor, hubo fiesta hasta el amanecer.


Blaise miró incrédulo el cuestionario de Lockhart. ¿De verdad había que responder?

Esto debía ser una broma. De muy mal gusto, pero una broma.

Quería romperlo y tirárselo a la cara después de transformar los pedazos en espadas aladas que se le clavarían en la cara...

Pero le inquietaba qué tipo de castigo le pondría "El Profesor."

¿Responder correo de sus fans o algo así¿Escuchar conferencias de Lockhart hablando de sí mismo? ¿Oírlo autoensalzando sus... "Virtudes"?

Y cuando la mayoría de alumnos corrían en círculos y gritaban en pánico y "El Profesor" trataba de escapar a su cuarto arriba, Harry, Granger y él congelaron a los duendecillos de Cornualles.

Por suerte, algunos se dieron cuenta de qué hacían, como Longbottom, Weasley y Nott y les ayudaron.

Finnigan lanzó un Inmovilus también, pero no le salió bien. El duendecillo se escapó y uno de los retratos de Lockhart explotó.

Blaise no lamentó su pérdida.

Lockhart sí, puesto que gritó como si él mismo estuviera en una agonía profunda.


Alec y Regulus estaban pasando por solicitudes de magos y brujas que se habían presentado como voluntarios para la subrogación. Alice y Jasper, Emmett y Rosalie, Esme y Carlisle y James y Edward estaban haciendo lo mismo en distintos cuartos protegidos por hechizos de privacidad que Remus y Sirius habían lanzado a los que no podían hacerlo por sí mismos.

Había más brujas y magos de lo que imaginaron. Si pudieran llorar, lo harían.

Si eran seleccionados, el mago o bruja se sometería a un extenso reconocimiento médico y firmarían un contrato de confidencialidad y de acuerdo con no tener nada que ver con el o los bebés cuando nacieran y no reclamar la custodia, ni dinero, ni harían nada que los perjudicara.

Los duendes habían trabajado en los contratos y estaban maravillosamente blindados.

-Estamos cada vez más cerca. -Regulus agarró la mano de Alec.

Su compañero le sonrió.

-Lo estoy deseando, amor. Un pequeño que será nuestro...


Cualquiera habría dicho que Rosalie escogería a la primera persona que se ofreciera, tal era su ansia por ser madre. Pero ella se tomaba muy en serio escoger y seleccionar a la persona perfecta.

Los duendes habían explicado que el bebé no sería biológicamente de ellas. No era posible. Pero a Alice, Esme y Rosalie no les importaba.

Mark y Jaden no eran de su... Ponzoña, pero los amaban igual. Solo querían la oportunidad de criar bebés que al ser adultos se convertirían sin riesgo de que fueran niños inmortales e incurrir en la ira de los Vulturi.


Teddy se desmayó durante la clase de transplantar mandrágoras.

Smith, el idiota, le había quitado las orejeras justo cuando el bebé feo mandrágora era sacado de la maceta.

Teddy se cayó de la silla... con la cabeza en una maceta de una planta muy peligrosa y venenosa que le cubrió la boca y la nariz antes de que alguien pudiera hacer algo.

Vale, solo era peligrosa para Teddy debido a su padre licántropo.

-¿En qué estabas pensando, retrasado mental? -Blaise agarró a Smith por la corbata y lo estampó contra la pared del pasillo al enterarse de lo ocurrido.

Harry tenía la varita fuera y estaba tan enfadado que chispas verde venenoso salían de ella.

-Oye, ya me disculpé. Pensé que solo se desmayaría... Y que aterrizara en esa planta no fue exactamente culpa mía.

Zacharias era o muy valiente o muy estúpido. Harry pensaba que se trataba de la segunda opción. Porque Harry y Blaise no eran los únicos enfadados.

Teddy caía bien y tenía amigos en todas las casas.


Zacharias fue maldecido por los pasillos e incluso le sometieron a un grito de mandrágora...

A la profesora de herbología no le hizo ninguna gracia que sacaran una de las macetas del invernadero y que trataran así a uno de los suyos... Aunque el Señor Smith hubiera tenido un error de juicio. Cosa que le había acarreado un severo castigo y una pérdida sustancial de puntos.


Teddy se recuperó una semana después. Sus primos habían estado junto a él todo el tiempo que les dejó la enfermera e incluso se escapaban con la capa de invisibilidad después del toque de queda.

A veces Teddy estornudaba y chispas arcoiris salían de su nariz y orejas, pero eso remitiría con el tiempo.

-Te falta el cuerno en la frente y serías como esos unicornios de las películas. -Harry comentó.

-Te daría una coz que te haría bajar las escaleras volando, idiota. -Teddy refunfuñó.

No le gustaba estornudar chispas.

No ayudaba que sus compañeros le hicieran cosas con plumas o con olores que le provocaban estornudos incontrolables.

Hasta que harto, le escribió a su padre y él le enseñó un hechizo que a quien se lo lanzara, le crecería la nariz por estornudar.

Teddy se negó a finalizarlo tres días después. Ni la enfermera ni Flitwick pudieron deshacerlo. Aunque para ser justos, el profesor de encantamientos no lo intentó demasiado.