Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Asesinato para principiantes" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.


Capítulo 44

—Bella, ¿qué haces aquí? —preguntó Daphne en el umbral de la puerta—, ¿no deberías estar aún en el instituto?

—Tenía una hora libre —dijo intentando recuperar el aliento—. Es que tengo que hacerte una pregunta.

—Bella, ¿estás bien?

—Tú llevas yendo a terapia desde que tu madre murió, ¿verdad? A causa de la ansiedad y la depresión —soltó Bella. No había tiempo para ser delicada.

Daphne la miró con extrañeza, y los ojos le brillaron.

—Sí —contestó.

—¿Tu terapeuta te recomendó escribir un diario?

Daphne asintió.

—Es una forma de manejar el estrés. Ayuda bastante —dijo—. Llevo escribiéndolo desde los dieciséis.

—¿Y anotaste lo del atropello con fuga?

Daphne no pudo evitar entornar los ojos.

—Sí —respondió—, claro que lo escribí. Tuve que hacerlo. Estaba destrozada y no podía hablar con nadie. Nadie lo ha leído nunca, solo yo.

Bella exhaló y se puso las manos delante de la boca, como si recogiera su propio aliento.

—¿Piensas que es así como esa persona se enteró? —Daphne negó con la cabeza—. Pero no es posible. Siempre lo cierro con llave y lo tengo escondido en mi habitación.

—Tengo que irme —dijo Bella—. Lo siento.

Se volvió y regresó al coche corriendo, ignorando a Naomi que la llamaba a gritos:

—¡Bella!, ¡Isabella!


El coche de su madre estaba aparcado en la entrada cuando Bella llegó. Pero la casa estaba silenciosa y Andrómeda no saludó cuando ella abrió la puerta. Mientras avanzaba por el pasillo, un sonido tapó el del agitado latido de su corazón: era su madre llorando.

Bella se detuvo en la entrada del salón y observó a su madre, de espaldas, sentada en el borde del sofá. Tenía el celular entre las manos y unas voces salían de él.

—¿Mamá?

—Ay, cariño, me has asustado —exclamó. Bella vio cómo su madre pausaba las imágenes que veía y se secaba los ojos con rapidez—. Llegas pronto. Bueno, ¿fue bien el examen? —Palmeó ansiosa el cojín del sofá a su lado, a la vez que intentaba recomponer su cara manchada de lágrimas—. ¿De qué trataba la redacción? Anda, ven y cuéntame.

—Mamá —dijo—, ¿qué te ha pasado?

—No es nada, de verdad. —Esbozó una sonrisa llorosa—. Es que estaba mirando fotos de Barney y me encontré un vídeo de las navidades de hace dos años, cuando fue alrededor de la mesa dándonos un zapato a cada uno. No puedo dejar de mirarlo.

Bella se le acercó y la abrazó por la espalda.

—Siento que estés triste —le susurró en el pelo.

—No es eso —gimoteó—. Es un híbrido entre tristeza y felicidad. Era un perro tan bueno...

Bella se sentó con ella y ambas vieron juntas las fotos y vídeos de Barney; se rieron cuando saltaba en el aire e intentaba comer la nieve, cuando le ladraba a la aspiradora, cuando se refregaba contra el suelo con las patas para arriba, y cuando el pequeño Jake le rascaba la barriga y Bella las orejas... Y así estuvieron hasta que su madre tuvo que irse a buscar a su hermano al colegio.

—Vale —dijo Bella—. Creo que voy a aprovechar para echarme una siesta.

Pero era mentira. Se fue a su habitación a mirar el reloj; paseaba de la cama a la puerta mientras esperaba. El miedo bullía en rabia y sentía que si no se movía era capaz de ponerse a gritar. Era jueves, día de clases particulares, y quería que él estuviese allí.

Cuando Little Kilton atravesó el umbral de las cinco de la tarde, Bella desenchufó el móvil del cargador y se puso su abrigo caqui.

—Me voy un par de horas a casa de Leah —le gritó a su madre, que estaba en la cocina ayudando a Jake con los deberes de matemáticas—. Los veo después.

Fuera, abrió el coche, se subió y se recogió el oscuro cabello en una coleta alta. Miró el celular, el largo mensaje de Edward. Contestó:

El examen bien, gracias. Después de cenar me paso por tu casa y llamamos a la policía.

Y ahí iba otra mentira, pero a Bella, a estas alturas, ya ni le costaba decirlas.

Él no la dejaría ir.

Abrió el mapa de la aplicación del móvil, metió los datos en la barra de búsqueda y presionó la tecla «Ir».

La voz mecánica e impersonal le canturreó: «Iniciando ruta hacia el 42 de la carretera de Mill End, en Wendover».