El cierre de Kame Game marcaba el fin de otro día normal en Ciudad Dominó. A veces los días eran buenos, otras veces no tanto, pero desde que terminaron las clases casi todos los días resultaban ser perezosamente normales para Yugi Muto. Luego de graduarse de la Preparatoria Dominó y de despedirse de sus años de colegio, Yugi se había dedicado a trabajar con su madre y su abuelo en el pequeño negocio familiar que tenían: una adorable tienda de juegos variados bastante famosa, no sólo porque en ella esperaban los más divertidos y novedosos juguetes y baratijas para el entretenimiento, sino por ser también el hogar del aún no destronado Rey de los Juegos.
Y es que Yugi tenía fama de ser el más grande jugador de todos, fama que se extendía más allá de su natal Japón, siendo sus proezas lúdicas conocidas en terrenos tan lejanos como la audaz Norteamérica. Todos los chicos deseaban ser como él, y tanto su imagen como su nombre eran cosas que podías ver u oír pronunciar por lo menos unas 3 veces al día.
Claro que Yugi no se tomaba en serio ni por un instante la idea de ser famoso y reconocido en todo el mundo. En estos días lo único que quería era poder concentrarse en seguir estudiando para diseñar y desarrollar sus propios juegos, y se sentía feliz de poder ayudar en el negocio de su familia, por supuesto, pero cada vez que algún pequeñín se acercaba al mostrador pidiendo que autografíe su cuaderno de Matemáticas, o que alguna chica entrara con un regalo cuidadosamente envuelto para él mientras le declaraba su amor… no podía evitar pensar en cómo se pondría Téa al enterarse, estando ella tan lejos.
De vez en cuando su mejor amigo Joey venía a hacerle una visita y a ayudarle con los pequeños, y más de vez en cuando su amigo Tristán le daba una mano con las chicas, pero aún así, todos ellos tenían cosas que hacer y lugares a los que ir, por lo que Yugi tenía que empujar su suerte mientras atendía el mostrador, el cual, a diferencia de Duelo de Monstruos, no le permitía desterrarse a sí mismo del juego.
El día de hoy fue otra partida exitosa de este juego del que Yugi era ahora partícipe. Tras cerrar con llave la puerta de la tienda, bajar las persianas y apagar las luces, iría a reunirse con su familia a tomar la cena mientras el televisor daba las noticias de la noche, y luego de eso subiría a su habitación, a seguir tomando cursos por internet en lo que ahorraba lo suficiente para pagarse sus estudios superiores. Sabía que su madre y su padre le brindarían todo lo necesario para que él estudiase en la universidad que deseara, pero si había algo que Yugi admiraba de su mejor amigo Joey, era su capacidad de imponerse ante cualquier contratiempo, y lo duro que trabajaba para obtener lo que se proponía, lo cual lo inspiró a esforzarse más para conseguir sus objetivos, pues sabía que los frutos de este esfuerzo serían mucho más satisfactorios.
Así pues, tras ayudar lavando la loza para que su madre no tuviera que hacerlo, finalmente subió a su acogedor cuarto. Decidió cambiarse de ropa mientras su ordenador se encendía. Yugi tenía una fuerte tendencia a usar collares ajustados a su cuello, tanto que a veces se le olvidaba que los llevaba puestos, como en esta ocasión, en la que se dejó puesto el collar negro de hebilla plateada incluso cuando se cambiaba su camisa azul oscuro por una sencilla camiseta blanca, y sus pantalones de mezclilla por unos azul celeste. Tras mirarse al espejo sonrió al notar que su cabello no se despeinó demasiado tras esta jornada, lo cual en sí mismo era un verdadero logro. El sonido de bienvenida que provenía de su computador dio la señal de que era hora de concentrarse.
...
Una vez más, Yugi no reparó en lo rápido que pasaron los minutos, y sin darse cuenta, ya había pasado la medianoche con él aún sentado frente al computador con su cuaderno y lápiz en mano, estudiando como si fuera a presentar el examen final para el día siguiente. A pesar de que ya habían pasado semanas desde que dejó de ser un estudiante de preparatoria, aún había ciertos hábitos de los que no se podía deshacer tan fácilmente.
Con un suspiro, Yugi cerró el cuaderno en el que tomaba nota de lo que aprendía, y, levantándose de su silla (con mucho cuidado para que el ruido no perturbara a quienes dormían en el piso de abajo), se estiró, llevando sus brazos a lo alto y dejando salir un bostezo. Sus entumecidos dedos lo agradecieron, al igual que su espalda cansada. Al estirar el cuello, sintió algo que se pegaba a este, recordando que aún llevaba puesto el mismo collar desde esa mañana. Con desgana, se lo quitó y lo guardó en uno de los cajones de su escritorio. Somnoliento, decidió bajar a por un vaso de agua antes de irse a la cama. Apagó el ordenador y salió de su cuarto. No encontró un alma en todo el pasillo que daba a la sala, aunque no esperaba encontrar ninguna. El silencio era casi completo, interrumpido únicamente por el camuflado sonido de los ronquidos del abuelo en su cuarto, haciéndole compañía a Yugi mientras caminaba de puntillas sobre el suelo frío. En otros tiempos, Yugi habría escuchado una voz a su lado que lo calmaba cuando la oscuridad estaba al acecho, y sentido una familiar presencia que no lo hacía sentir tan solo, pero esos tiempos habían llegado a su fin.
Nunca fue raro para Yugi el levantarse en medio de la noche a buscar agua o ir al baño, u otras razones más específicas, así que se podría decir que ya estaba acostumbrado a la familiaridad de su propia casa tanto de día como de noche, pero parte de esa familiaridad era aquella presencia que nunca se iba de su lado, y que siempre estaba allí cuando Yugi la necesitaba. Presencia que era tan parte de la familiaridad de la casa como los muebles de la sala o la encimera de la cocina. Tan familiar como él mismo.
"No recordaba que la casa se ponía tan oscura cuando no hay luz." Pensó Yugi mientras abría cuidadosamente la portezuela de la nevera, encandilado momentáneamente por la luz interna de esta, la cual salía a raudales, iluminando la cocina y deformando las sombras. El ruido del motor llegaba a los oídos de Yugi como un zumbido, mientras éste se servía un vaso de fría agua para calmar su sed. Mientras bebía el refrescante líquido, pensaba en que durante mucho tiempo creyó que su hogar era menos solitario, pero la realidad era que, durante la noche, uno podría sentarse en la sala, y escuchar atentamente los sonidos del silencio. Ciudad Dominó era bastante pacífica, pero cuando ni siquiera se puede escuchar el canto de los grillos, esta paz se vuelve bastante desoladora. No recordaba haberse sentido así en mucho tiempo.
"Él siempre estuvo conmigo y nunca me sentí solo. No había notado lo mucho que me había acostumbrado a que él estuviera acompañándome." Pensó Yugi mientras devolvía el vaso a su lugar y cerraba la nevera, envolviendo todo de nuevo en tinieblas. Por un momento Yugi sintió miedo ante la negrura total, pues sus ojos al no acostumbrarse a la oscuridad, no lograban distinguir figura alguna alrededor. Cerrando sus ojos, recordó las palabras que aquella voz le decía para calmar su temor a la soledad. Abriéndolos de nuevo, pudo ver otra vez en la oscuridad, y desandar el camino de regreso a su cuarto.
"¿La casa siempre fue así de silenciosa?" Se preguntó Yugi. Los ronquidos del abuelo se alejaban más a cada paso que daba en dirección a su cuarto, dando lugar al silencio absoluto. El saberse solo en un sitio que ya conocía, hacían sentir intranquilo al muchacho, y el nerviosismo, le hacía perder el sueño, por lo que al volver a su cuarto, en vez de arrojarse a la cama con la ropa puesta como había pensado, decidió hacer el esfuerzo extra de cambiarse de ropa y ponerse su pijama azul con patrones de estrellas, que siempre había usado desde que era pequeño. Al sentarse en su cama, dirigió la mirada hacia su mesita de noche, sobre la cual reposaba un preciado tesoro: la caja dorada que alguna vez albergó las piezas de un legendario rompecabezas, y que ahora guardaba cartas intercambiables. Un uso poco habitual para un objeto poco habitual, pero Yugi valoraba muchísimo esta caja y las cartas que contenía, pues con ellas compartía una historia inolvidable. Eran el recuerdo de aquella persona que siempre estuvo a su lado y con quien compartía, no sólo la presencia, sino también cuerpo, mente, y corazón. Eran el recuerdo de aquel que era más que un amigo, pues era parte de su ser. El recuerdo del faraón.
―Estoy tan solo sin ti, Atem. ―Sin quererlo, las palabras salieron de su boca en susurros, mientras sujetaba la caja preciosa contra su pecho. No pasaba un día sin que Yugi recordase a aquél con quien compartió tantas experiencias, creando recuerdos nuevos en su búsqueda de recuerdos antiguos, y sin quererlo, el recuerdo cercano de su repentina separación, oprimía su corazón con la persistencia del dolor de perder un ser querido. Y es que Yugi había perdido más que un ser querido en aquel momento; había perdido a su "otro yo", y desde entonces, nunca dejó de sentir ese vacío en su alma.
Con ojos humedecidos, Yugi volvió a posar el recipiente sobre la mesa de noche. Pensar en las cosas no hará que nada cambie, más que hacer que se sienta aún más triste, se dijo a sí mismo Yugi; además es tarde, y ya debería de estar durmiendo. Por lo que, dejando salir un agitado suspiro, Yugi se envolvió en el cobertor, y hundiendo su cabeza en la almohada, cerró los ojos, y se dispuso a olvidar.
...
El ardiente sol bañaba con sus rayos la fina arena que sus pies pisaban, y su áureo fulgor hacía que todo a su alrededor pareciera de oro sólido, reluciente bajo el astro rey.
A pesar de sus ropas oscuras, no sentía demasiado calor a pesar de estar bajo la inclemente radiación solar, pues él no era parte de este lugar ni de este tiempo. Tan sólo estaba de paso, caminando por esta senda adornada de palmeras en dirección a la imponente edificación que se erguía ante sus ojos, y cuya entrada estaba franqueada por dos filas de hombres que vigilaban el sendero y respetuosamente permitían que atravesase el majestuoso umbral.
Una vez en el interior del palacio, rodeado de la opulencia y del personal que servía a su soberano, notó además, por un fugaz instante, la silueta de un gato que correteaba frente a él. Siguió avanzando, dispuesto a encontrarse con el faraón, esperando encontrarlo en su trono, en el lugar al que perteneció siempre. Esperando que éste lo reciba como a un viejo amigo, y le dé la bienvenida a su reino. Mas al acortar la distancia entre él y el trono real, a pesar de que a lo lejos había podido vislumbrar la silueta del faraón sentado sobre él, ahora que éste se encontraba frente a sus ojos, estos descubrían engañados que el trono estaba vacío, a pesar de que toda la corte estaba presente. El rey no se encontraba aquí, y su presencia era indetectable. Como si nunca hubiera habido un Faraón en este reino.
―¿Él no está aquí? ―Escuchó una voz preguntar, y con asombro vio que ésta provenía de aquél gato que había visto hace un instante. ―El Faraón… ¿Acaso él no pertenece aquí? ―Volvió a decir, curiosamente. El gato avanzó hacia el trono, y de un salto se subió al real asiento. Sus sagaces ojos miraron fijamente a Yugi de arriba abajo, casi como si lo estuviera juzgando desde esa alta silla en la que estaba sentado.
―¿No te acuerdas de él? ―Una vez más la voz resonó en los oídos de Yugi, ahora como un eco lejano que se desvanecía, junto con todo a su alrededor, que empezaba a fundirse en un borroso mosaico de colores y figuras que no tenían sentido, como un recuerdo inconexo que no formaba parte de su memoria. Yugi sólo era consciente de su propia presencia, y la de aquel gato atigrado cuya voz insistía. ―¿O es que acaso pretendes olvidarlo?
...
Yugi se despertó en medio de la noche sintiendo un punzante dolor en las mandíbulas, cayendo en cuenta de que había estado apretando los dientes en mientras dormía. Miró hacia un lado, y su mirada se encontró con la dorada caja. Fue allí cuando recordó el extraño sueño que había tenido.
"Atem… Tú… No estabas en mi sueño." Pensó Yugi mientras se revolvía en la cama. A menudo soñaba con su otro yo, y su mente proyectaba recuerdos de los momentos que pasaron juntos. Con frecuencia revivía el fatídico día en que él y su otro yo se batieron en duelo para que este último pudiera irse al más allá. A estos sueños él prefería llamarlos pesadillas. Y es que, en lo profundo de su corazón, Yugi resentía aquel duelo. Recordar el desenlace de la Batalla Ceremonial le hacía sentir un escozor en su corazón, pues le escocía el remordimiento. Nunca antes se había arrepentido tanto de haber ganado un Duelo de Monstruos.
"¿Por qué te tuviste que ir así, sin más, Atem? ¿Acaso no fui lo suficientemente bueno? ¿No fui el recipiente más adecuado para ti? ¿Por qué no pudiste decírmelo antes de irte de mi lado para siempre? ¿Por qué?" Su mente inquieta interrogaba a quien no estaba escuchando, mientras hacía vanos intentos por volver a conciliar el sueño. Tantas cosas se habían quedado atrás, tantas palabras nunca dichas. La partida del faraón, cuyo cuerpo y espíritu hace mucho que ya no formaban parte de este mundo, aún dolía como si hubiera sucedido ayer.
―Tienes muchas cosas que decir, ¿verdad? ―Oyó decir una voz en su habitación. La misma voz que había escuchado en su sueño. Precipitadamente se incorporó en la cama, y entonces lo vio a él. Sentado en la misma silla que él mismo había ocupado hace unas horas, con un gato atigrado en el regazo, estaba un chico aparentemente más joven que él, descalzo, de largos cabellos oscuros que se confundían entre los pliegues de su sencillo kimono que estilaba dibujos de hojas de diversas formas y tamaños. Con una sonrisa en su rostro juvenil, acariciaba con mimo al gato que dormía sobre sus rodillas.
¿Quién era él? ¿Cómo entró aquí? Y más importante, ¿cómo es que había escuchado su voz en sueños si jamás en sus 18 años de vida había Yugi conocido a este jovencito? Las preguntas daban vueltas por su mente como los gatos que ahora daban vueltas por su habitación. De todos los colores y razas, se trepaban por los muebles de su cuarto, y estaban ahora en su escritorio, sobre las estanterías y los roperos. Y maullaban, maullaban. Yugi se preocupó porque el ruido despertase a su familia.
―¿Q-qué…? ―Las palabras no le salían.
―Tranquilo. Sé todo lo que quieres decir y todo lo que quieres preguntar. Estás bastante confundido, pero no te preocupes. Todo saldrá bien al final. ―Dijo el joven muchacho, sin alterar su expresión alegre y relajada. Su voz era gentil y calmada, y aunque hablaba bajo, Yugi podía escucharlo con perfecta claridad, como si estuviera junto a su oído. A pesar de que parecía ser sólo un niño vestido con kimono, de él emanaba una cálida y tenue brillantez como la luz de una vela, como un fuego fatuo, o como un fantasma. ―No les prestes atención a mis gatos, ellos no hacen ruido.
¿Era acaso un fantasma lo que estaba viendo? ¿La Plana, quizás? No, la Plana ya no estaba presente en este mundo. ¿Pero por qué un fantasma lo había venido a visitar esta vez, si es que era un fantasma en realidad?
―Claro que no soy un fantasma. ―Respondió el chico a sus pensamientos, mientras se reía. ―Un fantasma sólo puede ver su propio pasado, y yo soy capaz de ver mucho más que eso. He visto tu pasado y tu presente, Yugi Muto. Y tal vez sea capaz de ver tu futuro, si eso es lo que deseas.
―¿Quién eres? ¿Cómo has podido entrar a mis sueños? ¿Qué es lo que eres? ―Las palabras salían atropelladas de su boca, en un tono de voz mucho más alto de lo esperado. El chico no alteró ni un poco su semblante pacífico.
―Ah, sí. Me presento. Soy Hao. Es un gusto conocerte. ―Haciendo un ademán de saludo con la mano antes de volverla a posar sobre el mullido pelaje de su gato atigrado, se presentó aquel misterioso joven con el nombre de Hao. ―Es algo rudo preguntarle a alguien qué es lo que es, ¿no lo crees? Te devuelvo la pregunta. Dime, Yugi, ¿crees en los poderes de Dios?
Palabras de la autora:
¡Muchas gracias por leer el primer capítulo de Souls Monsters! ^^
Quisiera hacer unas aclaraciones, y es que, soy más fan de Shaman King que de Yu-Gi-Oh! y no conozco casi nada de este último ya que he visto muy poco de su anime y casi todo lo que sé es información masticada de las wikis y datos que aprendí de algunos juegos de canon dudoso, a diferencia de Shaman King, que me leí todo el manga y me vi sus dos animes. Así que, por favor, no se corten en llamarme "poser" o corregirme algo que esté incorrecto, ya que tratar de incorporar elementos de Shaman King en el universo de Yu-Gi-Oh! es algo que me parece bastante difíci de hacerl sin que haya inconsistencias x.x
También quiero decir que, sé que es bastante tonto que este fanfic suceda en Japón y aún así utilice los nombres traducidos de los personajes. No tengo ninguna justificación para ello, simplemente lo hago por mera cochina comodidad, así como muchas cosas que se harán presentes en este fic. Porque no me acostumbro a decirle "Anzu" a Téa, o "Jonouchi" a Joey XD, por lo menos no seré de esos que colocan honoríficos al azar cuando están hablando en español. ¡Es la magia del cine(y del fanfiction)!
No creo ser la primera en cruzar Shaman King con Yu-Gi-Oh!, y siendo éste prácticamente mi primer experimento de fanfic, ni siquiera tengo claro qué rumbo quiero que tome esta historia, así que todo me lo estaré inventando sobre la marcha, ¡aunque si tienen sugerencias que darme, todas son bienvenidas!
No tengo confianza en mi capacidad para escribir fanfics porque realmente soy más de hacer roleplays; y éste capítulo introductorio se me hace bastante malo y hasta un poquito cringe para mis propios gustos(con esto sólo quiero decir que he leído mejores fanfics, no me estoy victimizando ni tratando de llamar la atención a.e), pero quiero probar suerte en el mundo del fanfiction con este cricoso intento de historia uwu
¡Por favor, déjenme todas sus opiniones, críticas y sugerencias en los comentarios (o como sea que se les llame en esta plataforma, no sé usar FFN), se los agradecería mucho!
Nos vemos, si es posible, en el próximo capítulo~
By: Yukarin
P.D.: No sé cómo editar el texto en este monstruo lovecraftiano de plataforma :( Auxilio /3
