Gracias, Yani, por ayudarme a betear el capítulo.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 7

Cinco años antes…

Llegó noviembre en absoluto silencio. No hubo la tradicional cena de Acción de Gracias.

En diciembre fue un poco distinto. Mi madre y hermana se encargaron de adornar la casa y los regalos estuvieron listos bajo el pino la mañana del veinticinco. Mis padres decían que los niños debían sentir el espíritu navideño, así que tuvimos una pequeña reunión donde Bella fue nuestro tema de conversación.

En enero el frío calaba en los huesos. La constructora en la que trabajaba se fue a la quiebra y el despido fue inminente.

En febrero mi vida era una mierda sin sentido. Seguía sin haber noticias de Bella y yo simplemente no encontraba razón para seguir de pie.

En marzo la primavera renovó esperanzas. Me asocié con James y logramos emprender nuestra propia constructora W & Cullen. Me gustaba tener mi propio horario laboral y poder cuidar de mis hijos sin necesidad de pedir permisos.

Me había volcado por completo a su crianza y cuidados. Me esforzaba por ser un buen padre e hice muchos cambios en mí. Aborrecía el desorden y me volví un experto en preparar los mejores platillos nutritivos.

Ellos eran mi única energía para abrir los ojos cada mañana, sin embargo, por las noches me sentía luchar con mis propios demonios donde claramente sabía que perdería la batalla cualquier día. Sobre todo cada vez que finalizaba una llamada con Kaure, en ese momento la vida más dolía.

Así los meses siguieron su curso. Fue como un pestañear que los días empezaron a transformarse en meses más rápido de lo normal y, entre más pasaban, me fui consumiendo, volviéndome un ente más en la vida de todos, no lograba sentirme cómodo con nadie que no fuesen mis hijos.

Aun así, ante ellos, había que disimular.

Estábamos celebrando su sexto cumpleaños. Era una pequeña celebración en casa de mis suegros, apenas un pastel, globos y gente cercana.

―¿Has pensado que los niños deben tener ayuda psicológica?

Era una tarde de julio cuando Irina me cuestionó. Mi hermana y yo estábamos en los sofás del jardín, observando como mis hijos solo estaban sentados en los columpios sin ánimos de mecerse.

Sus semblantes lucían decaídos y no habían tenido ni una sonrisa a la hora de cantar el feliz cumpleaños.

―Mamá me lo ha dicho tantas veces, solo que… ―Me rasqué la cabeza y guardé silencio―. Hace un año Bella les organizó una gran fiesta ―susurré― y les había prometido que este año celebraríamos igual.

Inconscientemente mis recuerdos estaban en ese día. Había risas, bromas y música.

―Edward ―mi hermana puso su mano en mi brazo, miré sus ojos color miel―, has pensado que lo mejor es dejarla ir.

―¿Qué dices? ―Me incorporé maldiciendo, alejándome, como si su toque quemara―. Irina, ¿cómo puedes decirme algo así? Bella es una de tus grandes amigas, ¡por Dios!

Irina también se puso de pie, quedando frente a mí.

―La amo, pero también te amo a ti, eres mi hermano y me duele mucho verte así. Necesitas ayuda, Edward. Los tres necesitan ayuda psicológica.

Tiré de mi pelo con ambas manos. Ni siquiera quería pensar en la idea de olvidarla. No.

James se acercó a nosotros y rodeó la cintura de mi hermana. Ese simple toque me hizo sentir envidia, me molestaba que tuvieran arrumacos o cualquier tipo de demostración delante de mí.

Me había vuelto un envidioso de mierda. Me alejé de ellos, no quería que insistieran con el tema.

―Edward, nosotros nos vamos. ―Ben caminó a mi encuentro, cargaba en sus brazos a su pequeño hijo de tres meses de nacido. Marcus estaba envuelto en una frazada azul y tenía esos grandes ojos azules muy parecidos a los de Lauren.

―Gracias por haber venido a compartir con mis hijos. ―Dejé una suave palmada en su hombro.

Él y Lauren suspendieron la boda. No quisieron hacer ningún tipo de festejo y prefirieron unirse en una celebración íntima donde únicamente sus padres fueron testigos.

Eran nuestros mejores amigos y quienes siempre estaban al pendiente de nosotros. Les debía mucho y sabía que nunca terminaría de agradecer lo que hacían cada día.

Caminamos hacia el portón, atrás de mí podía escuchar la voz de Lauren despidiéndose de mis hijos y hermana.

Ella rápidamente nos dio alcance y enganchó su mano al brazo de Ben.

―Ben, ¿le has dicho? ―preguntó Lauren a su esposo, este se encogió de hombros después de negar. Ella suspiró y se centró en mi rostro―. Edward, pronto será un año de… ―exhaló―. Ben y yo organizamos una pequeña ceremonia para pedir por su regreso. Nos gustaría que estuvieran presentes.

―No lo sé. No estoy diciendo que no quiera asistir, solo que planeé un viaje con mis niños, iremos a Brasil para esa fecha.

Lauren y Ben cruzaron miradas entre ellos.

―De todos modos, les agradezco mucho ―añadí―. Cualquier noticia les informaré.

―Mucha suerte, Edward. ―Ben me dio un fuerte abrazo luego de dejar a Marcus en los brazos de su madre. Dejó varias palmadas en mi espalda y yo intenté alejarme―. Bella regresará, estoy seguro. No pierdas la fe.

Asentí sin decir nada.

.

Después de abrir los regalos, mis padres me ayudaron a dejarlos en la habitación de mis hijos.

―¿Has pensado en vender la casa? ―preguntó papá mientras tomaba una taza de café.

Levanté una ceja. ¿Qué clase de pregunta era esa?

―Tu padre y yo hemos hablado ―intervino mamá―. De que lo mejor es que vendas esta casa y se vayan a vivir con nosotros. Nuestra casa es bastante amplia y cada uno tendrá su habitación y su propio espacio.

―No venderé nada ―espeté―. Esta casa es de mi Bella y aquí estaremos hasta que ella aparezca.

―Edward, tienes que reconocer que no estás bien ―dijo mi padre―. Y estás arrastrando a los niños a tanta agonía, no lo hagas.

Sacudí la cabeza.

Sabía hacia dónde se dirigía la estúpida conversación. Ellos no paraban de insistir con que necesitaba ayuda psicológica.

―Edward, por favor. ―Mamá se sentó a mi lado, apoyó su cabeza en mi hombro y empezó a llorar―. Déjate ayudar, hijo. Déjanos ayudarte a salir de esto. Por favor, no te sigas dañando.

Me alejé de su toque. No quise hacerlo notorio, pero fui tonto y se dieron cuenta que empezaba a detestar el contacto de otros.

Me giré dándoles la espalda y caminé hacia la cocina.

Miré la nota adhesiva color rosa pegada en la puerta del refrigerador.

Ojitos, ¿llegando a Seattle me recuerdas la lista que tengo pegada en el refrigerador? me dijo―. Son algunos pendientes que debo hacer antes de salir a Colorado.

Lentamente pasé los dedos por la nota que seguía pulcramente adherida.

1-Enviar a la tintorería los trajes de Ojitos.

2-Llevar a los niños al dentista.

3-Hacer cita con la ginecóloga.

Suspiré hondo al leer la parte final: los amo.

¿Qué demonios he estado haciendo?, me cuestioné. No puedo seguir así, no puedo fallar… necesito ayuda.


Antes que nada les agradezco su apoyo, el que ustedes se entusiasmen es el único aliciente para seguir escribiendo, sobre todo que sean pacientes, así que GRACIAS. Los capítulos continuos iremos leyendo como el tiempo avanza y lo que acontece en la vida de Edward y sus hijos. ¿Opiniones?

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