Yugi se encontraba perdido en ese momento, incapaz de hallar palabras para articular una respuesta coherente a la pregunta que Hao acababa de formularle.

―¿Y bien, Yugi? ¿Puedes responder a esto? ―Dijo él con su voz tan alegre y relajada. El gato que había estado durmiendo en su regazo estaba ahora despierto, desperezándose y abandonando las rodillas de su dueño para saltar sobre las de Yugi, dirigiéndole una mirada inquisitiva antes de sentarse, y ponerse a lamer una de sus patas.

"¿Dios? ¿Se refiere a los Dioses Egipcios? ¡Pero hace mucho tiempo que no existen!" Pensaba Yugi, recordando a los más poderosos monstruos que habrían podido batirse en un Duelo. De habilidades impresionantes y apariencia majestuosa, los 3 Dioses Egipcios estuvieron presentes en la Batalla Ceremonial, luchando en el bando del Faraón, y perdiéndose junto con los Artículos Milenarios cuando éste dio el paso hacia la otra vida. Las cartas de Duelo de Monstruos, todas ellas, albergaban los espíritus sellados de hechiceros, guerreros, bestias y criaturas de todo tipo que habrán existido en algún punto del pasado legendario, invocados en rituales que fueron los predecesores de los Duelos que conocemos hoy en día. Pero aún si ese era el caso, seguían siendo cartas, ¿no? Naipes para jugar, como los que Yugi coleccionaba en su caja del tesoro. Incluso si estos naipes representaban a los más imponentes monstruos del Faraón Atem, ahora estaban perdidos, y no tenían poderes en este mundo.

―Piensas en los Dioses Egipcios, ¿eh? Bien, estás cerca. Aunque simple, te haces una idea de cómo serían los poderes de un dios. Imponente y majestuoso; ¿es así como te lo imaginas? Ja, me halagas, en serio. ―Se rió el chico mientras agitaba sus cabellos, los cuales ondeaban como cortinas mecidas por una suave brisa. A este punto de su vida, Yugi estaba acostumbrado a que extraños personajes entraran a su mente y leyeran sus pensamientos sin pedirle permiso, así que no se encontraba tan agitado en medio de la situación en la que estaba en ese momento, aun con su habitación siendo invadida por gatos y un misterioso joven vestido con un kimono típico que no dejaba de reírse sentado delante de él estando en su cama con sus pijamas azul jabón. Esta iba a ser una larga noche.

―Hao. ¿De dónde has venido? ¿Cómo conoces a los Dioses Egipcios? ¿Para qué has venido a buscarme? Y... ¿lo conoces a… él? ―Interrogó Yugi en voz baja finalmente, sintiendo cómo el ronroneante cuerpo de un gato gordo de espeso pelaje se arrimaba a su costado. Aferró expectante el cobertor entre sus dedos. Sentía curiosidad por saber más de Hao, pues, aunque Yugi había conocido y enfrentado adversarios de toda clase, ciertamente nunca se había encontrado a alguien como Hao, y quería saber lo más pronto posible, si en algún momento tendría que encararlo en un Duelo, sea de Monstruos o de lo que fuese.

―Vaya, vaya, estás haciendo preguntas muy interesantes. ¡Apenas me acabas de conocer y ya estás pensando en luchar contra mí! Yugi… Realmente no tienes idea de cuán diminuto eres a mis ojos, ¿verdad? ―Repuso Hao poniéndose de pie con toda calma, aunque subiendo el tono de su voz a uno más altivo. A pesar de sus palabras, lo cierto era que estando parado en medio de su habitación, la altura de Hao no rebasaba la de los ojos de Yugi sentado en su cama, pero había en su voz una inesperada fuerza, reemplazando el tono apacible que había usado hasta ahora. Por un momento todo pareció agitarse, como si las palabras de Hao hubiesen provocado un temblor de tierra. ―Está bien, Yugi, no te haré esperar mucho más. Te enseñaré, ahora mismo, ¡el verdadero poder de un Dios…!

Todo se volvió blanco por un momento, y después negro. Era como si hubiera perdido todos los sentidos del cuerpo, pues no podía ver ni escuchar, y ni siquiera sabía si estaba de pie o respirando. Parpadeó, y esta vez vio frente a sí a su planeta natal, como estar ante un espejo. Se encontraba mirando a la Tierra misma.

Sobresaltado, retrocedió, pero fue como dar un paso bajo el agua, sin nada en lo que apoyarse y mantener el equilibrio. En lo alto, más allá de la Tierra, junto a la Luna, vio emerger la figura de Hao, que flotaba por el espacio como una hoja muerta, con sus cabellos extendidos en todas direcciones y confundiéndose con el cielo oscuro. Aún conservaba la misma sonrisa condescendiente mientras lo miraba desde arriba.

―¿Te sorprendes? ―Escuchó decir su voz, pero no vio mover sus labios.

―¿¡Dónde estamos, Hao?! ¿¡A dónde me has traído?! ―Exclamó Yugi, pero las palabras no brotaron de su boca. De inmediato, se llevó una mano a ésta, para darse cuenta de que en ningún momento había respirado, y que de todos modos no había aire para respirar. Llevó la fría mano al pecho, descubriendo con terror, que su corazón no latía dentro de éste. Al ver cómo entraba en pánico, Hao, elevándose hasta quedar por encima de la Tierra, con la corona llameante del Sol formando un halo a sus espaldas, levantaba sus manos como si fuera a abarcar todo el espacio con ellas, mientras su voz resonaba y hacía eco a través del vacío.

―¡Bienvenido, Yugi, a mis dominios! Te encuentras ante el Rey Shamán, poseedor de los Grandes Espíritus, origen y destino final de todas las almas de este universo. El poder espiritual supremo, ¡el verdadero Dios! ―A cada palabra de Hao, ráfagas de luz plateada lo bañaron todo, hasta que se volvió del más puro color blanco. El kimono de colores otoñales que Hao vestía también se tornó blanco como la nieve, y hasta la pijama que Yugi traía puesta se volvió blanca ante sus atónitos ojos.

El verdadero Dios, principio y fin de todas las almas; esto no se parecía en lo absoluto a los "poderes" de los Dioses Egipcios.

Yugi no tenía ni idea. ¿En qué se había metido ahora? ¿Rey Shamán? ¿Poder espiritual? ¿De qué iba todo aquello?

―Grandes Espíritus… ¿Quieres decir que… estoy muerto? ―Preguntó débilmente Yugi, mirando sus temblorosas manos. No sabía si era el reflejo de la luz blanca, o si sus manos, así como todo su cuerpo, se habían vuelto traslúcidas. Fantasmales. Si hubiera sido capaz de respirar, habría empezado a hiperventilarse por el miedo. Hao por su parte seguía tan calmado, como una nutria que se dejaba llevar por la corriente.

―Pero por supuesto. Sólo las almas pueden entrar en comunión con los Grandes Espíritus, ya sea en el momento de morir, o despertar a la vida nueva. He traído tu espíritu hasta aquí, Yugi, y tu cuerpo mortal se ha quedado atrás. ―Explicó el Rey Shamán, acercándose a Yugi hasta quedar frente a frente. ―No temas. Tu muerte no será en vano. ―Se rió. Sus palabras no reconfortaron a Yugi.

―¿Para qué me has traído aquí, Hao? ¿Qué es lo que quieres mostrarme? ― Angustiado, Yugi apretó sus inertes puños, y dejó salir unas lágrimas que se congelaron de inmediato. Y es que, ¿qué persona estaría en paz si de repente su vida terminase así, sin ningún motivo?

―¡Yugi! Tranquilo. Relájate, ¿quieres? Te he traído a mi presencia porque me pareciste alguien interesante, y quiero entablar una conversación contigo, pues desde hace un tiempo te he estado observando. ―Imperó el Rey Shamán, colocándose detrás de Yugi, espalda a espalda. El cabello de Hao lo rodeó y envolvió, cálido al tacto, como una hoguera. ―Mira, a pesar de que soy Dios, no siempre fue así. Yo tampoco sabía que así se sentiría la muerte, ¿sabes?

―¿Cómo? ¡Pero si tú mismo dijiste que eres el poseedor de los Grandes Espíritus, o lo que sea…! ―Preguntó Yugi completamente confundido. Ahora sí que no tenía idea de nada. Hao simplemente suspiró.

―Por eso te digo que te relajes. Hay mucho que debo contarte, Yugi. Y es mucho mejor que puedas presenciar esta historia con tus propios ojos.

...

Presta mucha atención, Yugi. Estás viendo cómo era mi antigua vida. Mi primera vida, hace más de mil años. Sí, mi historia se remonta a poco más de un milenio.

No siempre me llamé Hao. Ese niño que ves allí, el de la ropa sucia, ése soy yo: Asaha Douji era mi nombre. Y esa es mi madre, mi querida madre. Asanoha. Sólo la tenía a ella en el mundo. Y entonces… entonces… Esos hombres la apartaron de mi lado. ¡Se atrevieron a tomar la vida de mi madre, ¿entiendes?! Fue horrible. Por primera vez me quedé solo en este mundo. Desde ese momento empecé a odiar profundamente a todos los humanos, y juré acabar con todos y cada uno de ellos, para vengar a mi desdichada madre. Así fue… Hasta que conocí a mi primer amigo. Mira, es ese de allá. Mi mejor amigo Ohachiyo. Él me enseñó tantas cosas buenas que tiene la vida, a pesar de que él ni siquiera estaba vivo. Era un fantasma, ¿ves? Mi primer espíritu acompañante. Con su poder realicé mi primera Posesión de Objetos, y reclamé a mis primeras víctimas: los mismos hombres que asesinaron a mi madre. Pero, Ohachiyo no estaba contento, y me abandonó él también, dejándome una terrible maldición…

Después crecí, y estudié y me entrené para ser el hechicero más grande. Cambié mi nombre a Hao Asakura, y ese nombre lo heredaron mis descendientes. Pero mi sed de venganza me cegó, y la maldición que había puesto sobre mí Ohachiyo hizo que mi corazón se llenara de odio, hasta un punto en que era incontenible, e insoportable… Hasta que fui traicionado por mi propio clan, con el poder de otro espíritu al cual yo le había confiado parte de mi vida. Mi propio gato, Matamune…

Esa fue la primera vez que morí. Ahora que lo pienso, morir en aquella ocasión no se sintió agradable, ¿sabes? No fue como morir por los Grandes Espíritus. Fue doloroso, una muerte muy amarga… Sé que es gracioso que yo te diga esto, pero, espero que tú no tengas que experimentar una muerte así. ¡No me veas con esos ojos, estoy hablando en serio!

En aquel momento sentí tanta ira… Pero sabía que no iba a terminar de aquella forma. No iba a morir traicionado por los míos. Yo tenía que obtener mi venganza. Debía de hacerlo.

Y reencarné. Volví a la vida. Todos volvemos a la vida, pero al morir tenemos que pasar por un juicio, una prueba para renacer, pero como una persona nueva, sin ningún recuerdo de nuestra vida anterior. Es así como debe de ser. Pero yo fui una excepción, pues estaba preparado. Aprendí sobre el ritual de la reencarnación, así que al momento de mi muerte pude escoger cómo y dónde quería nacer, pero para ello tenían que pasar 500 años. Yo fui paciente, no tenía prisa. 500 años era el tiempo perfecto para mí, pues era el tiempo en que se realizaba aquel Torneo del cual había oído noticias. El Torneo de Shamanes para decidir quién se iba a elevar con el supremo título de Rey Shamán.

Te explico: cada 500 años se realiza una gran batalla para decidir al nuevo Dios. Sí, así de simple. Hay ciertos detalles, pero realmente es así de sencillo. Obviamente, no es un torneo de duelistas como podrás imaginar. Es un torneo en el cual los shamanes enfrentan sus poderes, habilidades, y sobre todo, a sus espíritus acompañantes, uno contra el otro. Es algo increíble, en realidad. Imaginar que antes de mí hubo alguien que me precedió en el trono del Rey Shamán, y que después de mí vendrá otro a ocupar ese puesto. Y entonces, sólo entonces, podré descansar en paz, después de todo este tiempo… Pero me estoy desviando.

La cuestión es que 500 años después reencarné como uno de los oficiantes que supervisaba el gran Torneo. Tenía que ser parte de ello, estar cerca de todo, así que nací en un sitio completamente diferente, como un nativo de la tribu Apache, el cual era un cambio bastante grande para mi alma japonesa, ¿sabes? En todo caso, yo fui un gran oficial Apache, y los que nacieron de mi sangre también heredaron mi poder y grandeza. Pero no sólo para eso fue que reencarné en esta vida.

Trataré de explicarte esto de una manera simple. Mira, los Grandes Espíritus son un cúmulo de almas. De allí provienen y hacia allá van todas y cada una de las almas que se pasean por este vasto universo. Por lo que, naturalmente, toda fuerza viva o inanimada, nace de los Grandes Espíritus: el aire, el agua, la tierra, e incluso el tiempo mismo. Por esto, se subdividen en los Cinco Espíritus Elementales de la naturaleza. Y yo, dispuesto a obtenerlos a toda costa, robé y logré hacer mío uno de ellos: el Espíritu del Fuego. Ah, qué nostalgia me trae ese nombre. Fue mi espíritu acompañante durante mucho tiempo, y hasta reencarnó conmigo en mi siguiente ciclo de vida, pues, de la manera más estúpida, morí por segunda vez tras haber perdido la cabeza, embriagado del poder que había obtenido. Y casi me llevo conmigo a gran parte de los Apaches, como si eso fuera a ayudarme en algo. Lo recuerdo y me hierve la sangre. Fue muy estúpido de mi parte, en serio.

No me siento orgulloso de ello; mi segunda muerte fue poco memorable. Después de lo horrible que fue mi primera muerte, la segunda se sintió más como un tropiezo. Un tropiezo y una caída. Pero no le di importancia; tan sólo tendría que esperar otros 500 años para que mi plan tuviera éxito. Otro ciclo de muerte y renacimiento para que mis poderes se renovaran, y ahora junto a mi aliado el Espíritu del Fuego, esta vez estaría más cerca de cumplir mi objetivo.

Aquí es cuando la historia se vuelve chistosa. ¡Anímate, Yugi! Estás viendo mi pasado y conociéndome más, ¿no era eso lo que querías? No te preocupes; ya no falta mucho, pronto acabaré con mi relato.

Pues bien, en esta nueva encarnación, mis problemas iniciaron incluso antes de mi nacimiento. Ya que decidí esta vez volver a mis raíces y renacer como un descendiente de mi propio clan, el cual con los años había crecido en fuerza y era la más grande familia de hechiceros de Japón. Me llena de orgullo. Por lo que me trasplanté a la familia Asakura. Pero para mi sorpresa, ellos lograron, de una forma u otra, seguir mi "rastro", y me esperaban. ¡Me iban a tender una emboscada en el momento de que yo viniera al mundo! Alucinante en verdad, pero, no me esperaría menos de la familia que yo mismo fundé.

Además de eso, la mujer que me daría la vida había concebido gemelos, lo cual me sigue pareciendo extraño, pues en ningún momento planeé nacer con un hermano, pero por esos tiempos yo aún no tenía la capacidad de decidir quién nacía y bajo qué circunstancias. Igual para mí no era un problema; al fin y al cabo, si una parte de mi alma vivía en ese gemelo que nacería conmigo, tan sólo tendría que reclamarla y devolverla a este pecho que era a donde pertenecía. ¿Verdad? Y además con el Espíritu del Fuego de mi lado no tenía que preocuparme por nada.

Y pues, aquí estoy yo, ya me conoces. Hao Asakura es mi nombre. Y este de aquí es mi hermanito. Mi querido y pequeño hermano gemelo; ¿verdad que se parece a mí? Pero yo soy más guapo. Su nombre es Yoh. Nos llevamos muy bien. Quise acabar con su vida en muchas ocasiones.

Ahora que lo pienso, alrededor de esta época también naciste tú, pero ésa es otra historia. La cuestión es que trece años pasan muy rápido cuando has vivido tanto tiempo como yo, y a esta edad, entré como participante del Torneo de Shamanes, a pesar de que los oficiantes sabían perfectamente quién era yo. Según ellos era la voluntad de los Grandes Espíritus que yo participara, y por cómo resultó todo al final, era también su voluntad que yo me convirtiese en el Rey Shamán, así como me ves.

Pero no fue fácil. Yo todavía quería venganza. Más bien, nunca dejé de querer vengarme, a pesar de los cientos de años que tuve para pensar y recapacitar. Y ahora que había dejado atrás a mi Espíritu del Fuego para unirme a los Grandes Espíritus, me había vuelto imparable: eliminaría a cada uno de los humanos que vivían en esta tierra, y dejaría sólo a los Shamanes como yo, pues eran los únicos dignos de vivir en mi mundo. Así solía pensar. Y acabé con la vida de mi hermanito Yoh y de sus amigos, y los traje a mi presencia. Mira, allí estamos todos reunidos. Todos ellos heredaron los Cinco Espíritus Elementales. Mi Espíritu del Fuego pasó a ser de aquél chico británico. Es irónico, porque yo asesiné a sus padres con su poder, pero no juzgo, ¿sabes? El Espíritu de la Tierra pasó a las manos de Yoh. Nos enfrentamos, o mejor dicho, ellos se enfrentaron a mí. Mira eso. ¿Alguna vez habías visto una batalla semejante? El poder de los Grandes Espíritus es algo hermoso y terrorífico de ver, y, si aún estuvieras vivo, lo más seguro es que enloquecerías después de ver esto. Je… ¿sigues pensando en combatir contra mí, Yugi?

La verdad es que esa batalla fue pan comido. Yo la tenía ganada. ¡Pero aquí fue cuando sucedió lo mejor! Mira allí. Es el Tren de las Almas. Todos los amigos de Yoh vinieron del más allá y del más acá, para darles su apoyo. Todos estaban allí: Ohachiyo, Matamune… Y mi mamá. Sí, ella también. No, ¡no! Me refiero a mi madre, ¡Asanoha! Ella también estaba ahí… Mírala. Igual como la recuerdo…

…Ah. ¡No quería que vieras eso! Sí, mi mamá me pegó y me hizo agachar la cabeza delante de Yoh por armar tanto escándalo. ¡¿De qué te ríes?! ¿Qué querías que hiciera? ¡Yo seré Dios, pero ella es mi madre! ¡No te burles!

Ella me hizo ver que mi deseo de venganza era algo muy tonto. Muy estúpido. Tantos años, tantos CIENTOS de años, persiguiendo ese deseo, cuando lo único que tenía que hacer era abrir mis ojos para ver que mi madre siempre estuvo junto a mí. Todo este tiempo ella había podido ser mi espíritu acompañante, y nada de esto habría pasado. Era algo demasiado tonto. Fui un completo idiota, sí. Ríete si quieres. De todos modos, lo cierto es que ahora soy el Rey Shamán, y seguiré siéndolo durante los próximos cuatrocientos-y-algo-de años que me quedan antes de entregar el cargo.

Claro que después de todo esto, ya no tengo nada que hacer, ¿sabes? Luego de que todo se haya resuelto, hice un pacto con Yoh, en el que decidí perdonar a todos los humanos, y no inmiscuirme en sus asuntos, pues no dependía de mí decidir por los mortales, ya que cada quien tiene que forjar su propio destino y bla, bla, blá. Tú deberías saber algo de eso.

Así que, en estos días, tengo poco más que hacer aparte de observar la Tierra y velar por las vidas de todos ustedes los mortales. A diario comparto con mi madre y mis viejos amigos, y algunas veces me les aparezco a los hijos de Yoh y compañía. Ah, porque también les devolví la vida después de todo este embrollo. Yoh ya tuvo hijos, ¿sabes? Creció y se volvió un hombre; míralo, ahí está. Vaya cambio, ¿eh? Aunque el más guapo sigo siendo yo. Y este mocoso es mi sobrino Hana. No me mires a mí, el nombre se lo puso su madre. Heredó mucho del carácter de esa mujer… desafortunadamente, ¡ja, ja, ja, ja!

Y, pues eso. Aquí termina mi larga historia. Ah, qué a gusto me he quedado. ¿Qué me cuentas tú? ¿Qué te ha parecido mi trágica y patética vida? Ahora sabes quién soy, ¿tienes todavía alguna duda que resolver? Hay algunas cosas que he de decirte luego de que cerremos este tema.


Palabras de la autora:

¡Muchas gracias por leer este capítulo! Éste es el "verdadero" capítulo 1 de Souls & Monsters, ya que el anterior es sólo la introducción, el capítulo cero, por así decirlo.

La historia todavía no ha comenzado, pero espero que este capítulo por lo menos no dé tanto cringe como el anterior, porque igual y éste es pura exposición y básicamente un recuento de toda la historia de Shaman King. Pido perdón por esto, porque sé que si hay gente leyendo este fic, es porque saben de Shaman King y lo que menos quieren es tener que releerse toda la historia de SK en la versión del teléfono descompuesto. Con esto, queda en evidencia que no tengo idea de cómo escribir fanfictions, porque vamos, escribir un resumen de una historia original es todo lo contrario a escribir un fanfiction. x.x

Realmente este capítulo era más que nada una idea visual, ya que realmente me gusta mucho cómo se representa la magnificencia de Hao como Dios/Rey Shamán, y el enfermizo nivel de detalle de cada uno de sus ataques y escenas en batalla con los Grandes Espíritus. Es definitivamente una de las peleas finales más épicas que he visto en mi vida, y quise, aunque sea, dar un atisbo de esa grandeza en este fanfic, pero fracasé miserablemente. ;-;

La idea era que le mostrara sus recuerdos a Yugi como si fueran álbumes de fotos, comentando cada episodio de su vida como quien recuerda anécdotas del año de la pera.

Este capítulo fue escrito a las prisas, y se nota, pues, a pesar de que estaba resumiendo como mejor podía el lore de SK, no quería que me quedara tan largo, así que no tiene un cierre como tal, simplemente termina de forma abrupta.

Critíquenme el fanfic todo lo que quieran o lo que consideren necesario, que de verdad lo necesito. Todavía no tengo una trama establecida para esta historia, así que no prometo nada, pero me propongo a que a partir del capítul empezará a ir a algún lado.

Los siguientes dos capítulos puedo estar segura de que serán más exposición para que ambos universos terminen de embonar y así todo empiece a tener sentido. Es mi primer fanfiction, y estoy muy emocionada a pesar de que estoy segura de que todo lo estoy haciendo mal. ^^;

De corazón espero que, a pesar de todo, mis esfuerzos por crear un fanfiction les estén gustando.

Nos vemos si es posible, en el siguiente capítulo~

By: Yukarin

P.D.: Todavía no le sé a FFN :c necesitaré verme un tutorial en YT de cómo aprender a editar rápido sin tener que leerme los 20 kilos de texto que esta plataforma pone para cada cosa x.x