Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Asesinato para principiantes" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.


Capítulo 47

Bien entrada la noche, Bella se sentó en el borde de la cama de sus padres. Y con ella, la culpa que la corroía y su historia, cuya narración fue casi tan dura como la propia vivencia.

La peor parte fue Tori. Cuando el reloj de su móvil pasó las 22.00, Bella supo que no podía seguir posponiéndolo. El pulgar sobrevolaba el botón de llamada, pero no era capaz de llegar a presionarlo. No se creía con el valor suficiente de decir las palabras en alto y escuchar cómo el mundo de su mejor amiga cambiaba para siempre, cómo se volvía extraño y oscuro. Bella deseaba ser lo bastante fuerte, pero había aprendido que no era invencible; ella también podía venirse abajo. Pulsó la opción de mensaje y empezó a escribir:

Debería llamarte para contarte esto, pero no creo que consiga completar la narración con tu voz al otro lado de la línea. Este es el modo cobarde y lo siento muchísimo. Fue tu padre, Tori. Él mató a Billy Cullen. Tenía secuestrada a una chica que creía que era Sid Prescott en su antigua casa de Wendover. Lo han detenido. A Daphne no le pasará nada, te di mi palabra y la mantengo.

Sé por qué lo hizo y te lo contaré cuando estés preparada para oírlo. Lo siento muchísimo. Ojalá pudiera salvarte de todo esto. Te quiero.

Lo leyó una vez más y lo envió, con las lágrimas cayendo sobre el teléfono mientras lo sujetaba con las dos manos.


Su madre le hizo el desayuno cuando se despertó por fin a las dos de la tarde; por supuesto, ni se planteó que fuera al instituto. No volvieron a hablar de lo ocurrido; no había nada más que decir, aún no. Pero la pregunta sobre la verdadera Sid Prescott seguía martilleando el cerebro de Bella, cómo mantenía todavía este último secreto.

Bella intentó llamar a Tori diecisiete veces, pero ninguna tuvo respuesta. Lo mismo ocurrió con el móvil de Daphne.

Más tarde, ese mismo día, Andrómeda condujo hasta casa de los Greengrass después de recoger a Jake.

Cuando volvió dijo que allí no había nadie y el coche no estaba.

—Se habrán ido a casa de su tía Lila —aventuró Bella intentando llamar otra vez.

Charlie llegó pronto del trabajo. Se sentaron todos en el salón a ver reposiciones de concursos que normalmente causaban una competición entre Bella y su padre por gritar antes la respuesta correcta. Pero esta vez lo vieron en silencio: intercambiaban miradas furtivas a espaldas de Jake y sentían que el aire que los rodeaba estaba cargado de una tensión que gritaba «¿y ahora qué?».

Llamaron a la puerta de casa, y Bella se levantó de un salto para escapar de esa extrañeza que llenaba la habitación. Tal como estaba, con un pijama de mil colores, abrió la puerta y el aire que entró le enfrió los pies.

Era Edward, plantado delante de sus padres, los espacios entre ellos perfectamente simétricos, como si estuvieran posando para una foto.

—Hola, Sargentita —le dijo; sonrió al ver su llamativo pijama—. Esta es mi madre, Esme. —La señaló como si fuera el presentador de un concurso y la madre, con el oscuro pelo recogido en dos trenzas sueltas, sonrió a Bella—, y mi padre, Carlisle. —Este asintió y al hacerlo se le hundió la barbilla en el enorme ramo de flores que sujetaba, con el otro brazo sostenía contra su cuerpo una caja de bombones—. Padres —dijo Edward—, esta es la famosa Belly.

El educado «hola» de Bella se mezcló con los saludos de ellos.

—Bueno —empezó Edward—, nos llamaron de comisaría. Nos sentaron y nos lo contaron todo, lo que nosotros ya sabíamos. Y dijeron que darían una rueda de prensa una vez que se haya acusado formalmente al señor Greengrass en la que se leerá una declaración sobre la inocencia de Billy.

Bella oyó las pisadas ligeras de su madre y las atronadoras de su padre acercarse por el pasillo. Edward hizo de nuevo las presentaciones en honor a Charlie; Andrómeda ya los conocía de hacía quince años, cuando les había vendido la casa.

—Pues eso —continuó Edward—, que los tres queríamos venir a darte las gracias, Belly. Esto nunca habría pasado de no ser por ti.

—La verdad es que no sé qué decir —confesó Esme, con los ojos, tan parecidos a los de Edward y Billy, brillando—. Gracias a lo que hicieron Edward y tú, hemos recuperado a nuestro niño. Nos han devuelto a Billy, y no hay palabras que puedan explicar todo lo que eso significa.

—Esto es para ti —añadió Carlisle, que se inclinó hacia delante para darle las flores y los bombones a Bella—. Perdona, pero no estábamos muy seguros de qué se le debe regalar a alguien que ha ayudado a limpiar el nombre de tu hijo muerto.

—Google tenía muy pocas sugerencias —comentó Edward.

—Gracias —dijo Bella—. ¿Quieren entrar?

—Sí, entren —invitó Andrómeda—. Pondré agua a hervir para hacer té.

Pero cuando Edward cruzó la puerta, agarro a Bella de un brazo y la envolvió entre los suyos, aplastando las flores entre ellos, riéndose encima de su coronilla. Cuando la soltó, Esme dio un paso adelante y entonces fue ella quien la abrazó; el suave perfume que desprendía le olió a Bella a hogar, a madre, a tardes de verano. Y luego, sin saber bien cómo o por qué sucedió, todos empezaron a abrazarse, los seis, unos a otros, intercambiándose y riendo con los ojos llenos de lágrimas.

Y así, sin más, con flores aplastadas y un carrusel de abrazos, los Cullen disiparon la tristeza sofocante y confusa que se había cernido sobre su casa. Habían abierto la puerta y dejado que los fantasmas salieran, al menos durante un rato.

Porque había un final feliz en esta historia: Billy era inocente. Y una familia entera por fin se veía libre del tremendo peso que habían sobrellevado tantos años. Y cuando la pena y las dudas cayeran sobre ellos, aquello era algo a lo que podrían agarrarse.

—¿Qué están haciendo? —preguntó Jake con una vocecita confusa.


En el salón se sentaron todos alrededor de una merienda que Andrómeda había improvisado.

—Y bien —comenzó Charlie—. ¿Van a ver los fuegos artificiales mañana por la noche?

—Pues, la verdad —contestó Esme mirando a su marido y a su hijo—, creo que este año sí deberíamos ir. Será la primera vez desde... Bueno, ya saben. Pero ahora las cosas son diferentes. Este es el principio del cambio.

—Sí —dijo Edward—. Me gustaría ir. Desde nuestra casa no se ven.

—Una decisión estupenda —apuntó Charlie mientras palmeaba—. ¿Qué les parece si quedamos allí? ¿Sobre las siete, al lado del puesto de bebidas?

En ese momento Jake se levantó y se dio prisa en tragar su sándwich para poder recitar:

—Recuerda con ahínco de noviembre el día cinco, una traición sucedió y conspiración de la pólvora se llamó. Esta conspiración no se debe olvidar, y por ello su recuerdo debemos señalar.

Little Kilton no se había olvidado de la conspiración, solo había decidido adelantar la conmemoración al día cuatro porque los de la barbacoa pensaban que la afluencia sería mayor el sábado. Bella no estaba segura de sentirse preparada para hacer frente a todas esas personas y a sus miradas inquisitivas.

—Voy a rellenar la tetera —anunció; cogió el recipiente vacío y lo llevó a la cocina.

Se quedó con la mirada fija en el hervidor y observó su reflejo deformado en la superficie cromada hasta que un Edward distorsionado apareció detrás de ella.

—Estás muy callada —dijo—. ¿Qué hay en ese enorme cerebro tuyo? En realidad, no necesito ni preguntar, ya sé que es lo que vas a contestar. Sid.

—No puedo fingir que se acabó —confesó—, porque no es verdad.

—Belly, escúchame. Has hecho todo lo que estaba en tu mano. Sabemos que Billy era inocente y lo que le pasó.

—Pero no sabemos lo que le sucedió a Sid. Después de que se fuera de casa de Elliot esa noche, desapareció, eso sigue igual, y nunca la encontraron.

—Ya no es tu trabajo, Belly —le recordó él—. La policía ha reabierto el caso. Deja que se ocupen ellos. Tú ya has hecho suficiente.

—Lo sé —admitió, y no estaba mintiendo.

Estaba cansada. Necesitaba librarse de todo esto de una vez. Necesitaba que el peso que cargaba sobre los hombros fuera solo el propio. Y ese último misterio de Sid Prescott ya no era asunto suyo.

Edward tenía razón; su parte había acabado.


NOTA:

Por fin se ha acabado, encontraron al asesino, o al menos eso parece.

Mañana les subo los ultimos capitulos y los dos primeros de la segunda parte.

Nos leemos después.