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Había pasado otra semana más, Candy y Terry habían regresado a la mansión de William llevando con ellos a Miena, pues la rubia se reusaba a alejarse de ella. Por suerte para la rubia, Clint recibió amistosamente a su nueva compañera, tal vez al inicio la, vio con desconfianza; pero Candy ayudó a que se hicieran amigos.
-Es tan tierna. – Miena corría por el jardín y Clint iba detrás de ella.
-Sí – Candy miró con cariño a sus mascotas. – ya debo alimentarla, pero sigue jugando y hasta que se acerque se enfriará la leche.
-Y no puede comer otra cosa? – cuestionó su hermana.
-Me dijeron que aún es pequeña, al parecer apenas tenía unos días de nacida cuando la encontramos, fue un milagro que sobreviviera.
-Pobrecita, por suerte la encontraron.
-No quiero imaginar por lo que ha pasado – recordó lo débil que estaba cuando la encontraron – tan pequeña enfrentarse al frío y la soledad.
-Ahora te tiene a ti – tomó su mano – y la cuidas con dedicación.
-Gracias. – le sonrió.
En los últimos días, Annie se había unido más a su hermana menor, la morena estaba más cariñosa. María le había dicho que era por la maternidad. Su tía Pony le dijo que era normal, pues el doctor le dijo que su bebé estaba fuera de peligro, sin temor a perderlo en cualquier momento la mayor de las White estaba más relajada y tranquila.
-Vendrán tus amigas a visitarte?
-Sí, por la tarde. – vio que Candy bajaba la mirada – por qué? No quieres que lo hagan?
-No es eso.
-Entonces?
-Sólo quería saberlo para salir con Terry. – no podía decirle que no le agradaba sus amigas, en especial Kate Williams, quien últimamente la visitaba casi a diario.
-No te preocupes, cuando tengas que salir con Terry, solo hazlo; no quiero que te encierres por mi culpa.
-No es aso, sólo no me gusta dejarte sola, además me encanta hablar contigo.
-A mí también, te quiero tanto hermanita. – apretó su mano para mostrarle su afecto.
Las hermanas disfrutaron de su mañana juntas; recordaron su niñez, reían al ver a Miena saltar sobre Clint y asustarlo. Fue una mañana maravillosa.
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La pareja caminaba por la plaza. Terry había invitado a cenar a su esposa y como la noche estaba hermosa y fresca decidieron dar un paseo.
- Hoy en particular, te ves más sonriente. – observó Terry – pasó algo bueno?
-Nada importante. – mantenía su sonrisa – bueno… hoy pasé una linda mañana con Annie – aclaró al ver a su esposo levantar la ceja derecha – hace tiempo que no hablábamos como lo hicimos hoy.
-Me alegra oír eso. – acarició su mejilla – me gusta verte sonreír, te ves aún más hermosa.
-En serio? – cuestionó con una sonrisa más amplia, le gustaba cuando Terry era atento y cariñoso con ella. – No es solo un truco para besarme?
-No me crees? – pasó su dedo por sus labios.
-Te creo... – lo imitó acariciando su barbilla – solo me gusta que lo repitas. – se mordió el labio inferior mientras miraba la boca de su esposo.
-Marquesa de Granchester… - se acercó a sus labios – es mejor que nos vayamos ahora mismo antes de que armemos un escándalo en plena plaza y su majestad nos lleve a la horca por impúdicos.
Candy soltó una carcajada e inmediatamente se cubrió la boca para callarla. Golpeó el pecho de Terry por causar esa risa escandalosa en ella. Al castaño, sin embargo, le encantó oír esa risita cantarina, le pareció lo más hermoso del mundo y se lo hizo saber al darle un beso sin importarle el lugar.
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Nadie se dio cuenta de su llegada, la pareja entró por la puerta de servicio, lo último que querían era encontrarse con alguien de la familia que quisiera conversar.
Tomando la mano de su esposa, Terry caminaba por el pasillo, mirando hacia los lados cerciorándose de que no haya nadie cerca. Detrás de él, Candy, reía como una niña haciendo una travesura, se dejaba guiar, pues al igual que su esposo no quería ver a nadie antes de llegar a su habitación.
-Marquesa… - la acorraló en cuanto cerró la puerta de la habitación que ocupaban – llegó sana – sonrió de lado – pero no puedo asegurarle que está a salvo. – besó su cuello causando que la rubia emitiera un leve gemido – voy a devorarte toda. – susurró cerca de su oído, causando que su piel se erizara.
Declarando aquello, tomó en brazos a la rubia, quien gustosa rodeo su cuello para besarlo, la llevó a la cama y juntos cayeron sobre ésta, ya que la rubia no lo soltó cuando él pretendía dejarla sobre el colchón.
-Terry… - su voz apenas y se oyó – a dónde vas? – lo vio alejarse de ella.
-A cerrar la puerta – dijo sonriendo por el reclamo de su esposa. – le pondré el seguro, no quiero que nadie nos moleste… o nos oiga – dijo lo último muy bajito. – me extrañaste? – con su típica sonrisa de lado se puso sobre su esposa.
-Cada segundo… - acarició su sien e inmediatamente lo atrajo hacia ella para que la besara, Candy había cambiado en ese aspecto, si bien seguía sonrojándose cuando recordaba las atenciones cariñosas de su esposo; en el acto mismo, era ella quien a veces iniciaba las caricias o las continuaba exigiendo más atención de su esposo.
Sin separar sus labios de los femeninos, Terry, fue quitándose el saco y la camisa; la rubia, quien tenía sus manos enredados en la cabellera castaña, las bajó por su cuello y hombros, aprovechando la piel descubierta; sus manos seguían el camino de cada una de las prendas al alejarse del cuerpo de su dueño.
-Por qué soy el único que está casi desnudo? – murmuró sobre sus labios.
-Porque aún estoy esperando que te hagas cargo de las mías. – dijo traviesa.
-Pues mi Lady… deje que me encargue de eso ahora mismo.
Candy se sentó mientras se besaban, las hábiles manos del castaño recorrieron su espalda buscando la cremallera del vestido. Con cuidado y lentamente deslizó su vestido y mientras éste bajaba por los hombros, Terry los besaba, cuando descubrió el dorso de su esposa por completo, se maravilló al verla tan excitada como él lo estaba.
-Terry… - tenía los ojos cerrados disfrutando de las caricias del castaño – ah! – sintió que mordía el área, no le molestó en absoluto, le fascinó.
-Te gusta cariño? – no apartó sus labios del área atendida – vamos amor… dime lo que quieres?
-Te quiero a… ti – su voz apenas y salió.
Terry se alejó de ella y le quitó el vestido por completo, Candy se apoyó sobre sus brazos mientras lo veía quitarle la última prenda.
-Ahora soy yo quien está completamente desnuda. – señaló la rubia.
-Ahora solucionó eso Marquesa.
Estando en igualdad de condiciones, Terry recostó a Candy en la cama y sin demora se posicionó sobre ella, la besó como solo él sabía hacerlo mientras sus manos subían sobre los muslos femeninos y jugueteaban en ciertas zonas.
-Ya… Terry… - no podía conectar correctamente las palabras – te necesito…
Después de torturarla un poco más con sus hábiles manos, el castaño le dio lo que tanto pedía. De un solo movimiento entró en ella, llenándola, causando un sinfín de sensaciones logrando que de su garganta saliera un fuerte gemido que inmediatamente Terry lo calló con un beso.
-Vamos Candy… - ahora era él quien exigía - así amor… lo estás haciendo magnifico.
En algún momento, no supo cuándo, Terry cambió de lugares, dejándola a ella arriba. Con sus grandes manos tomó sus caderas para enseñarle el ritmo que debía seguir.
-Terry… ya no puedo…
-Vamos amor… sólo un poco más… aguanta un poco más…
Ella bajaba y el subía para encontrarse con fuerza a medio camino; sabían que ya no faltaba mucho, pues sus cuerpos gritaban que pronto alcanzarían la cima de aquel placer que habían descubierto juntos. Un poco más. Sí, sólo un poco más y ambos sintieron una fuerte explosión en su interior. Candy estiró su cuerpo hacia arriba, cayendo lentamente sobre el cuerpo de su esposo. Terry, estiró su cuello levantando un poco la pelvis para luego recibir en su pecho a su esposa.
-Marqués… Eso fue… - no encontraba una definición para lo que hubo sentido.
-Lo sé… - la rodeó con sus brazos para girarla y acomodarla en su cama. – está bien Marquesa? – la miró a los ojos.
-Sí… bueno – dejó salir una leve risita – estoy agotada.
-Es porque hiciste la mayor parte del trabajo. – besó su frente – te amo Candy… mi hermosa Marquesa…
-Te amo Terry… te amo mucho…
El castaño sintió como su esposa sucumbía al sueño. Tomando la manta los cubrió a ambos, se acomodó mejor para poder abrazarla durante toda la noche.
-No me imagino una vida sin ti amor - Acomodó uno de sus rizos – me tienes en tus manos… y me encanta, mi amada Marquesa – había empezado a llamarla por su título durante la intimidad, cuando Candy, hace un par de noches, le había comentado que le gustaba ser la Marquesa de Granchester, pues eso indicaba que era su esposa y ninguna mujer podría acercarse a él – mi pequeña celosa – sonrió y dejando un leve beso en los labios, el castaño se dejó envolver por el sueño.
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El club más prestigioso de Londres, recibía a varios hombres de negocios, acompañados por una copa de buen brandy, wiskey o cualquier otra bebida añeja y costosa, hablaban de buenos y fructíferos tratos; pero en una mesa cuatro amigos disfrutaban de sus bebidas y buena charla, una banal para la mayoría.
-Cuando volverán a Irlanda?
-En un par de semanas, Paty insiste en quedarse un poco más; pero no puedo abandonar la empresa.
-Annie se sentirá triste cuando Paty se vaya. – a Terry le había molestado un poco aquel comentario.
-Pero tiene a Candy con ella. – agregó Anthony.
-Y se lo agradezco; pero Paty es su mejor amiga y comparten muchas cosas juntas.
-De todos modos - interrumpió el castaño – mi esposa y yo, pronto regresaremos a Escocia.
-Se irán?
-No venimos para quedarnos en Londres. – miró a su amigo – recuerda que tengo que dirigir la textilera.
Todos se dieron cuenta que Terry se había molestado por el comentario de Archie, aunque no lo había hecho con mala intención, había menospreciado la ayuda de Candy y obviado el sacrificio que hubo hecho al abandonar su hogar para acompañar y cuidar de su hermana.
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-Oh Annie, debo felicitarte por el hermoso jardín de la casa de tu padre.
-Gracias Kate.
-Tu familia tiene los mejores jardines de todo Londres. – acotó Melany, una de sus amigas – aunque el de los Granchester no se queda atrás.
-Qué es eso…? – una de las mujeres señaló hacia una parte de los arbustos.
-Qué? – todas miraron al lugar señalado – ahhh! – gritaron en coro.
-No se asusten es solo el cordero de mi hermana. – dijo con gracia al ver a todas asustadas detrás de sus sillas.
Miena se acercó al grupo de amigas saltando y dando pataditas al aire con sus patitas traseras, estaba en esa edad donde les gustaba brincar y patear, Clint como su fiel acompañante y cuidador estaba detrás de ella.
-Qué es esa cosa! – señalaron a Clint. – Annie como pueden tener esa clase de animales en su casa?
-No son peligrosos, son las mascotas de Candy.
-No puedo creer que tu hermana haya traído a esas bestias a la ciudad.
-No es…
-Que se puede esperar de alguien que se crió en el campo? – la interrumpieron – en serio Annie, en qué pensaba tu padre al dejar a tu hermana en aquel lugar y permitirle traer esas cosas a su casa? - Annie se veía angustiada, no porque sintiera vergüenza de su hermana, sino porque no la dejaban hablar.
-Me da mucha pena Terry – dijo Kate – tener que soportar a alguien así, rodeada de animales de campo y corral, además…
-Pues no la sienta señorita Williams. – escucharon la voz del castaño detrás de ellas – créame que soy un hombre muy afortunado y feliz, tener a Candy a mi lado es lo mejor que me ha pasado. – las miró fijamente, su mirada parecía cuchillas que las atravesaban – con respecto a Clint y a Miena – miró a las mascotas de su esposa – pienso que ellos corren más peligro al estar cerca de mujeres como ustedes. – las féminas se quedaron con la boca abierta sin poder creer lo que el castaño les hubo dicho. – acaso se vieron al espejo?
-Como…?
-Clint! Miena! – increíblemente ambos lo miraron, Clint siempre lo hacía cuando lo llamaba; pero fue nuevo que Miena lo hiciera – vamos! – pasó de largo entre el grupo de mujeres, Clint y Miena iban detrás de él.
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Estaba furioso, no le gustó oír a aquellas mujeres y que su cuñada no fuera capaz de defender a su hermana. Llegó al árbol donde sabía estaría su esposa. Candy le había contado que solía leer en el fondo del jardín, donde había un gran árbol, mientras Clint y Miena corrían y jugaban; pero al llegar la rubia no estaba ahí.
-A dónde habrá ido? – miró a los lados.
-Terry. – se giró y la vio, tan bella como siempre, mas su ojos estaban algo húmedos.
-Candy… - no pudo decir nada, pues sintió como los delgados brazos de su esposa rodeaban su pecho.
-Gracias. – tenía la cara escondida en el pecho de su esposo – oí todo… gracias por defendernos…
-Estabas ahí? – tomó su mentón entre sus dedos y lo levantó para que lo viera – cariño…
-Fui detrás de Miena; pero es muy rápida – lo miró - Iba a decir algo cuando llegaste.
-Son unas tontas. – ella sólo sonrió – grupo de ignorantes. – dijo molesto – por eso me pedías que nos encontráramos en el parque?
-Yo…
-Candy.
-No quería que te encuentres con esa mujer. - lo dijo muy rápido y su tono tenía un toque de molestia.
-Ya te expliqué que…
-Lo sé – lo interrumpió – no desconfió de ti – acarició su rostro – es sólo que no quería que ella te viera, ese es su objetivo al visitar a Annie.
-Debiste decirme que esa mujer visitaba a tu hermana.
-No ibas a poder hacer nada. – Terry tomó su rostro entre sus manos y se acercó a sus labios – por qué llegaste tan temprano?
-Estoy a punto de besarte, y me preguntas eso? – apoyó su frente en la de la rubia – vaya manera de romper el momento.
-Lo siento… - dejó salir una risita – es sólo que me preocupé, pasó algo malo?
-Nada, sólo me moría por verte.
-En serio? – sonrió ilusionada.
-Estoy aquí, no? – antes de que su esposa dijera algo más, la besó, así como estaba ansiando hacerlo desde que la vio.
-Sigues molesto?
-Candy… regresemos a Escocia.
-Pero Annie…
-Ella ya está bien su bebé está fuera de peligro, además tiene a sus amigas y a su esposo. – se puso serio – por favor amor… volvamos a nuestro hogar. – por unos minutos la rubia no dijo nada, se quedó mirándolo, analizando la petición.
-De acuerdo… regresemos a casa. – sonrió dulcemente para que Terry supiera que ella también quería hacerlo – ya no me necesitan aquí.
Terry acercó el rostro de su esposa al suyo y tomó sus labios nuevamente, la besó dulcemente, para después hacerlo apasionadamente.
La pareja esperó a que atardeciera y cuando ya era hora de la cena regresaron a la casa para dar la noticia a la familia.
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Cómo están!? Gracias por sus comentarios y su apoyo a la historia, me alegra que les guste y no la hayan abandonado por mi tardanza.
Próximos al final de la historia…
Se cuidan mucho y bendiciones!
