Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.
Advertencias: Contenido LGBTQ. Relación chico x chico. Personaje transgénero. Hurt/Comfort. Fluff and Angst. Misoginia. Homofobia. Transfobia. Porn WITH Plot.
Pareja: Draco Malfoy/Harry Potter (Drarry)
Nota de la autora: ¡Buenas!
Sigo deprimida y sin muchas ganas de pensar en fanfics, pero logré sacar este capítulo adelante, así que mejor lo publico.
¡Disfruten la lectura!
Capítulo 10: Crisis
Luego de discutir y follar, Draco no pudo evitar tomar distancia. Harry no le dio muchas vueltas y se dedicó a sus propios asuntos, dándole espacio al rubio. Por casi dos meses se mantuvieron alejados, sin embargo, era innegable que la relación entre ellos había cambiado. Se llevaban mejor, sus discusiones se solucionaban rápido y podían pasar tiempo junto a Teddy sin golpearse o hechizarse. El Slytherin sabía que su tregua empezaba a tener un carácter amistoso, por lo que aprovechó la buena disposición del auror para involucrarse de forma más activa en lo que refería a su enfermedad.
"No lo sé, Draco, no creo que te sientas cómodo entre muggles".
Cada vez que el Slytherin sacaba el tema, Harry sacaba alguna excusa. Estaba reacio a dejar que Draco lo viera vulnerable, cuestión que era comprensible. Aunque tenían un trato, era difícil olvidar siete años de rivalidad y odio.
"Soy el único que lo sabe, Harry, ¿estás seguro de que puedes lidiar con todo tu solo?"
Draco solo tuvo que abrir los brazos y darle un lugar seguro a Harry para que todas sus barreras bajaran. Ellos no eran amigos, pero compartían más secretos que con sus respectivas amistades. Ellos peleaban todo el tiempo, diciéndose las cosas más crueles, pero confiaban ciegamente en el otro, aferrándose al otro cuando debían enfrentar alguna adversidad. Ellos tenían un matrimonio por contrato, pero ambos se esforzaban por llevar adelante la relación, especialmente por darle a Teddy un hogar acogedor y seguro.
Al final, Harry llevó a Draco consigo cuando tuvo su siguiente cita en la clínica oncológica. Debía hacerse una serie de exámenes cada cierto tiempo y hasta el momento los había hecho con la única compañía de una enfermera. El auror pensaba que podía lidiar con su enfermedad solo. Harry no supo lo mucho que anhelaba consuelo hasta que, luego de registrarse, se sentó con el Slytherin en unas sillas plásticas, esperando a ser llamado.
—¿Será doloroso? —preguntó Draco, observándolo atentamente.
—Algunas cosas son incómodas, pero no dolorosas —explicó Harry con el ceño fruncido.
—¿De nuevo la cabeza? ¿También tienes náuseas?
Con familiaridad, el Slytherin acercó sus manos a las sienes del auror y comenzó a masajear suavemente.
—¿No deberían ayudarte con esto? —cuestionó algo molesto.
—Por eso vine, Draco —Harry tomó las muñecas del joven y lo obligó a bajar las manos—. Quizás me cambien las dosis o los medicamentos, todo depende de lo que se vea en los exámenes.
Solo tuvieron que esperar 15 minutos para que el auror fuera llamado. Draco no podía acompañarlo a las salas donde debía hacerse las pruebas, por lo que se quedó en la sala de espera. Tratando de consolarlo, el Slytherin le sonrió a Harry, quien se había girado para darle un último vistazo antes de que la puerta se cerrara. Draco creía que se aburriría, pero una mujer bajita, con gafas y una bata blanca se le acercó.
—¿Señora Potter? Buenos días, me presento: soy Evelyn Loyd, estoy a cargo del tratamiento de Harry Potter. Si no fuera mucha molestia, ¿podría acompañarme?
—Buenos días —Draco se apresuró a ponerse de pie para estrechar la mano que la mujer le ofrecía—. Soy Lyra Potter, la esposa de Harry.
Las palabras le sonaron extrañas al Slytherin, aún no se acostumbraba a su nueva identidad y aún creía que era demasiado surrealista estar casado con el jodido San Potter. La muggle no notó la incomodidad del rubio, con gestos suaves y una voz amable lo invitó a su oficina, indicándole una silla para que tomara asiento.
—Verá, señora Potter, cada cuerpo tiene sus propias reacciones y, en el caso de los tumores, cada cáncer difiere al de otra persona —comenzó a explicar la sanadora muggle—. Lo que pudo servir para alguien, puede ser perjudicial para otro, incluso si padecían un cáncer similar.
Luego de la introducción, la mujer comenzó a explicarle a Draco lo que significaba tener un tumor en la cabeza y los tratamientos a los cuales Harry se había sometido hasta el momento. La muggle usaba un lenguaje simple y todas sus explicaciones eran lo suficientemente lentas como para que la otra parte comprendiera. En menos de media hora el Slytherin supo todo lo que no había podido aprender en más de un año sobre la enfermedad de Harry.
Y saberlo solo oscureció el panorama.
Un carraspeó rompió el silencio en la oficina, obligando al chico a levantar la cabeza para mirar a la sanadora muggle. No era usual que él se perdiera en sus pensamientos, pero tenía que procesar un montón de información tanto de forma intelectual como emocional.
—Señora Potter, ¿entendió lo que dije? —cuestionó la mujer.
—Sí, entiendo. Está diciendo que no se puede tener hijos —respondió con una voz monótona.
Intentando controlar la ansiedad, Draco tironeó de las mangas de su camisa, pero apenas recordó las clases de modales de su madre, dejó de hacerlo. En su lugar, dobló la tela para dejar sus antebrazos descubiertos y apoyó las manos sobre su regazo.
—No, señora Potter, ustedes pueden tener un hijo, es solo que será más difícil —la sanadora muggle rebuscó en una carpeta y sacó unos papeles—. Cada terapia tiene sus propios efectos secundarios y el tratamiento actual de su esposo tiene un alto riesgo de disminuir la producción de espermatozoides. Entre menor sea la cantidad, más difícil se vuelve concebir.
La mujer extendió los papeles hacia Draco, quien los tomó y los ojeó. Podía leer el nombre de la clínica al lado del logo, también el nombre de Harry, pero el resto eran palabras extrañas y números que se suponía debían decir algo. El Slytherin había estado leyendo sobre la enfermedad, pero aún no estaba familiarizado con la medicina muggle, por mucho que el auror intentó instruirlo.
—No sabíamos que Harry deseaba ser padre —se excusó la muggle en un tono apenado—. Por suerte no ha tenido problemas en el ámbito sexual y los niveles de esperma aún no entran en la categoría de infertilidad, todavía hay una posibilidad de embarazo si pausamos la quimioterapia.
Aunque parecía que todo iba por buen camino, la sanadora muggle tenía una expresión tensa y había dicho "pausar". Sin atreverse a sacar conjeturas, Draco dejó los papeles sobre el escritorio y empezó a girar el anillo que llevaba en su anular. Cuando recordó que aquella joya había pasado por distintas generaciones de señoras Potter detuvo el movimiento de sus dedos y se obligó a ser valiente.
—¿Cuál es el problema?
—Tal como lo habrá notado, Harry no ha respondido bien al tratamiento que actualmente está recibiendo —explicó la mujer, colocando en una superficie blanca y luminosa que había en la pared unas extrañas fotografías negras—. La radiografía de la izquierda es de hace dos años atrás, cuando Harry llegó a la clínica, mientras que la otra es de hace seis meses. Esta zona blanca es el tumor, ¿puede ver que en la radiografía de hace seis meses la zona blanca es más grande?
La mujer estaba usando un bolígrafo para señalar los lugares que quería que Draco viera, hacía círculos y se deslizaba de una fotografía a otra. Por muy ignorante que el Slytherin fuera, aún podía comprender que lo que estaba matando al auror crecía, ocupando más espacio en la cabeza del joven mago.
—La mejor opción para Harry es seguir con la quimioterapia, aunque tendríamos que probar con otro medicamento —con un pequeño suspiro, la muggle bajó el lápiz y se acomodó las gafas—. Los medicamentos tienen un alto riesgo de dejarlo infértil.
La oficina se quedó en silencio por unos segundos.
—Si me está hablando de esto significa que Harry debe decidir qué tratamiento quiere seguir, ¿correcto? —ante la pregunta de Draco, la sanadora muggle asintió—. Si no usara el medicamento, ¿ustedes pueden lograr hacer desaparecer los dolores de cabeza, los mareos y las náuseas?
—El dolor de cabeza se debe a la presión que ejerce el tumor en el cerebro, puede que más adelante presente otros síntomas como dificultades motrices, convulsiones o períodos de confusión —mencionó en un tono impersonal la sanadora muggle—. La tecnología actual y las características del tumor de Harry hacen imposible que podamos curarlo, solo podemos retrasar tanto como se pueda el crecimiento del tumor y minimizar el dolor. Si decide seguir la quimioterapia, su esperanza de vida será de tres años.
Al escucharla, Draco tuvo una sensación parecida a la que sentía con los trasladadores. Sintió un vacío en su estómago que luego se transformó en un tirón. Obligándose a mantener la compostura, se enterró las uñas en los muslos. No se hizo mucho daño gracias a la tela del pantalón, pero sí logró que su atención se mantuviera en la realidad.
—Si prioriza tener hijos, ¿cuánto tiempo…? —cerró la boca cuando sintió que la voz le traicionaría.
—No más de un año —las palabras contenían algo de lástima.
El Slytherin agarró su zurda con la diestra y comenzó a rascarse compulsivamente el borde de la uña del pulgar. La piel se rompió y Draco siguió tirándola hasta que se creó una herida que sangró. No le importó manchar su ropa o que una muggle lo viera actuando de ese modo, estaba demasiado aturdido y lo único que quería era poder entender la situación.
—¿Qué hay del trabajo? —preguntó con ansias luego de unos segundos—. Su trabajo requiere trabajo físico y… —se obligó a tragar el nudo en su garganta y respirar hondo para calmarse—. Harry nunca me dirá si algo le duele, ¿cómo puedo saber cuándo deba darse un descanso?
—Debido a los efectos secundarios del tratamiento es posible que se le dificulten las actividades físicas. Si el dolor es insoportable o si comienzan a aparecer más síntomas sería necesario tomar una licencia por enfermedad —además de la explicación, la mujer le entregó al rubio una serie de folletos—. Preferiría que Harry dejase su trabajo ahora mismo, pero soy consciente que para él es una actividad que evita que caiga en una depresión.
Draco guardó los papeles sin mirarlos y asintió. De repente la oficina se sintió demasiado pequeña y sofocante. Cuando se levantó, también lo hizo la sanadora muggle, parecía como si ella quisiera agregar algo más, pero el Slytherin estaba demasiado alterado como para continuar con la conversación, su mejor opción era dejarla hasta allí e irse.
—Me encargaré de convencer a Harry de usar el tratamiento y lo convenceré de que deje su trabajo —medio mencionó, medio prometió—. Usted asegúrese de que viva tanto tiempo como sea posible.
La sanadora muggle lo analizó con la mirada para luego asentir.
—Lo lamento mucho, señora Potter —dijo la mujer mientras abría la puerta—- Puedo ver lo mucho que ama a Harry y lo difícil que debe ser esta situación.
Draco no respondió, salió de la oficina y con pasos pesados fue hasta la sala de espera. Para el Slytherin, se sentía como si la charla hubiese tomado toda la mañana, pero en la realidad solo había estado ausente una hora. En ese periodo de tiempo Harry aún no había terminado de hacerse los exámenes y todavía le faltaba un poco más antes de que se pudiera ir. El tiempo a solas le daba a Draco la oportunidad de pensar.
—Carajo…
Nadie se sorprendió de ver a una muchacha de cabello rubio y corto con una actitud derrotada. Nadie encontró extravagante que aquella chica, sentada en una de las tantas sillas de la sala de espera, ocultara su rostro en sus manos mientras se doblaba hacia adelante. Nadie pensó que tenía una reacción exagerada. Estaban en una clínica oncológica, las malas noticias abundaban.
—No puedo… —susurró para sí mismo Draco.
Sus miedos no eran guiados por el amor, como había dicho la sanadora muggle. Draco nunca había podido soportar decidir sobre la vida de otras personas, no había podido matar a Dumbledore y no había podido entregar a Harry. Sabía que si empujaba a alguien hacia su muerte, la culpa lo acosaría día y noche. Sabía que no podía tomar la responsabilidad de asesinar y sabía que no podía asumir las consecuencias.
—Mierda, mierda, mierda… —murmuró, agarrándose la cabeza y desordenándose el cabello.
Draco no se había parado a pensar que cuando Harry muriera, sería él quien tendría que cuidar a Teddy, era lo que había prometido. El Slytherin no había tomado el peso de una enfermedad terminal y había pensado en la muerte de manera superficial. Su compasión le dijo que era mezquino pedirle a Harry que sacrificara dos años de vida solo para que los Malfoy tuvieran un heredero. Su egoísmo le dijo que si tenía un hijo, tal vez Harry no lo vería nacer y Draco tendría que cuidar a dos niños pequeños sin ayuda. Estaba claro cuál era la mejor opción.
—Harry debe vivir —se prometió a sí mismo—. No puede dejarme solo con Teddy y un bebé, no le voy a permitir que me deje solo.
Harry se despidió de Teddy en la entrada de la escuela y esperó a que entrara para cambiar su actitud amable por una iracunda. Sin pronunciar palabra, tomó la mano de Draco con brusquedad y lo jaló para llevarlo a un rincón y hacerlos aparecer frente a la puerta de Grimmauld Place.
—¡Potter! —gritó el Slytherin con el rostro pálido y los ojos húmedos—. ¿¡Por qué no…!?
La queja del rubio se vio interrumpida cuando una arcada lo sacudió. Logró apoyarse en la pared y se inclinó hacia adelante para vomitar a un lado de la entrada. Ese estúpido cuerpo era tan débil que se mareaba por un pequeño viaje.
—¿Estás bien? —preguntó Harry algo preocupado.
—Sí… —murmuró Draco lleno de enojo. Escupió y se limpió sus labios con el dorso de la mano—. No pensé que nos ibas a aparecer, el viaje me mareó.
—Oh —el auror era la culpa encarnada.
El rubio no quiso continuar con el tema, sacó su varita e hizo desaparecer el vómito. Sus nervios ya no soportaban tanta presión y su cuerpo había empezado a somatizar el estrés. Llevaba varios días en los que cualquier movimiento brusco le revolvía el estómago y en los que era capaz de vomitar cuando alguna comida tenía un fuerte olor. Si no fuera por las estúpidas galletas saladas, se habría muerto de hambre. Draco pensaba que todo era culpa del Gryffindor, estaba seguro que Harry lo había maldecido porque anteriormente se había burlado de él cuando devolvía la comida.
—¿Vas a quedarte allí? —preguntó en un tono venenoso el Slytherin.
Le dio la espalda al auror, abrió la puerta y entró a la mansión. Detrás suyo sonaban los pasos de Harry, cuestión que lo irritó aún más. Draco se apresuró a ir al baño para enjuagarse la boca y refrescarse, había sido una mañana intensa y estaba agotado, solo quería dormir. El Slytherin se sobresaltó al ver al auror mirándolo desde el marco de la puerta, pero no se dejó intimidar. Lamentablemente, cuando trató de salir del baño, Harry no se lo permitió.
—¿Por qué me evitas? —preguntó con el ceño fruncido.
—Mira, me fastidió que nos aparecieras sin aviso, pero eso no significa que te esté evitando, Potter.
—¡Lo haces! ¡Y has vuelto a llamarme Potter! —Harry bufó y negó con la cabeza—. ¿Sigues enojado por lo que pasó la última vez? Pensé que… que empezábamos a ser amigos.
Draco no entendió a qué se refería con lo de "la última vez", pero pronto se dio cuenta que hablaba del día en el que habían tenido sexo rudo por culpa del enojo. El recuerdo del beso brusco en el pasillo, de la mano que lo mantenía prisionero y de la mirada verde enfadada lo hizo enrojecer. No era estúpido, podía ver que Harry se culpaba por la rudeza con la que lo trató en aquel momento, creyendo que lo había herido. Era cierto que había sido un encuentro incómodo y doloroso, pero también era cierto que lo había disfrutado.
—Nunca me enojé —respondió, alzando el mentón para mantener la dignidad.
Harry dio un paso hacia adelante, entrando al baño. Por reflejo, Draco retrocedió. El auror alzó las cejas y antes de que el rubio se justificara, lo empujó hasta hacerlo chocar contra los azulejos. Sus miradas se cruzaron y Draco se sintió hechizado. No notó que el auror le desabrochó la camisa ni predijo sus movimientos. El Slytherin apenas reaccionó cuando el contacto visual se rompió y unos labios se posaron en su clavícula. Antes de pensarlo, sus manos se apoyaron en el pecho de Harry y lo empujaron con fuerza.
—Si no estás enojado, ¿por qué me rechazas? —el auror hizo una mueca, todavía frunciendo el ceño.
—No es… No es el día para hacerlo —murmuró Draco, sintiendo su rostro caliente.
—Draco, han pasado dos meses desde que lo hicimos, ¿vas a decir que en dos meses nunca fue el momento? —Harry resopló y lo soltó para masajearse las sienes—. Te recuerdo que las agujas te dan miedo y si quieres un heredero, tendremos que hacerlo a la antigua.
Algo pesado se instaló en el corazón de Draco al escuchar lo último. Las palabras de la sanadora muggle estaban frescas en su cabeza: un año sin medicamento. Recordando la enfermedad, analizó el rostro del auror, debía estar sintiendo un fuerte dolor de cabeza.
—¡Kreacher! —Draco esperó a ver al elfo antes de continuar—. Trae la medicina de Harry y un vaso de agua.
—Estoy bien —se quejó el auror.
—No lo estás.
El Slytherin lo obligó a bajar las manos y tomó su lugar para masajear su cabeza. El ceño fruncido se mantenía, pero los párpados y los labios se relajaron un poco. Apenas el elfo llegó con la medicina, el auror la tomó sin poner resistencia, haciéndola pasar con el agua que Kreacher había traído. Draco siguió atentamente todos sus movimientos, sintiéndose un poco ansioso. ¿Cómo podía follar si el hombre frente a él estaba sufriendo? ¿Cómo podía tener un heredero si le arrebataba dos años de vida?
—Draco…
—Sé que rechazaste un mejor tratamiento por priorizar un hijo —interrumpió Draco—. Deja de hacerlo, no habrá un heredero.
—¿Cómo sabes de mi…? No importa —el auror dejó el vaso en el lavatorio—. No es la gran cosa, después de que nazca el niño, retomaré la quimio.
Draco apretó los dientes, cerró los puños con fuerza y negó con brusquedad.
—No habrá un niño, trátate.
—¡No seas irrazonable! ¡Tenemos que tener un hijo! ¡Eso acordamos!
—¡No me importa! —gritó Draco, alterado. Al darse cuenta de su tono, respiró hondo y trató de tranquilizarse—. Recibe el mejor tratamiento y deja de preocuparte por tener hijos.
Harry lo miró enojado. Empujó con brusquedad a Draco contra la pared y se acercó a besarlo, pero el rubio fue más rápido y giró el rostro para impedir el contacto. Aquello enfureció al auror, con un movimiento brusco rompió la distancia entre ellos, apretando su cuerpo contra el del Slytherin.
—Lo digo en serio, Potter —dijo en un tono helado, intentando calmarse—. Acepta la medicina que recomendó la sanadora muggle.
—Nunca pensé que te preocuparías tanto por mí —susurró el auror cerca de su oreja—. No te preocupes, cumpliré mi parte y luego haré el tratamiento.
Para darle énfasis a sus palabras, Harry aprovechó que la camisa estaba abierta para levantar el sostén deportivo y exponer los pechos del rubio. Sus dedos callosos recorrieron la suave y blanca piel, prestándole especial atención a los pezones. Draco se cubrió los labios con una mano y cerró los ojos un momento, sentía sus piernas temblar y por un momento pensó en rendirse ante su antiguo rival.
—Draco —el aliento cálido chocó contra su piel sensible—. Hagamos un bebé.
Las manos del auror bajaron hasta el pantalón y con habilidad desabrochó el botón y lo abrió. Ambos pensaron que cuando Draco usaba vestidos, era mucho más fácil acceder a aquella zona. Harry, que no se iba a detener por unos pantalones, metió la mano dentro de la ropa interior y se deslizó para acariciar la zona ya húmeda.
—¿Por qué das tantos problemas si tienes tantas ganas? —Harry utilizó un tono premeditadamente bajo.
Cuando la yema de uno de los dedos frotó el clítoris, Draco no pudo ocultar el gemido. Con los ojos cerrados se inclinó hacia adelante para apoyarse en el cuerpo fibroso del auror, apoyando una mano en su hombro y la otra se aferró a la camiseta.
—Apenas te toqué y ya te mojaste —se burló el auror—. ¿Vas a detener tu berrinche?
Draco no tuvo posibilidad de responder, la mano de Harry había bajado más y el rubio había abierto las piernas por inercia. Cuando los dedos comenzaron a jugar alrededor de su entrada, apenas introduciéndose, el Slytherin apoyó la cabeza contra la pared, mordiéndose el labio inferior mientras su pecho subía y bajaba agitado.
Un sonido a chapoteo, entremezclado con una respiración rápida y suaves jadeos inundó el baño. Harry deslizó un dedo dentro y se inclinó para besar y morder el blanco cuello. Draco gimoteó y cuando ladeó la cabeza pudo ver por entre las pestañas el ceño fruncido de Harry. En ese momento, el Slytherin recordó su principal motivo para negarse a tener relaciones y con vergüenza empujó al auror para poder tomar distancia.
—¿Y ahora qué? —preguntó Harry impaciente.
—No vamos a follar.
Decir aquello con la ropa desordenada, los pechos al aire y las mejillas sonrojadas no le daba mucha credibilidad. El Gryffindor alzó una ceja y lo miró de pies a cabeza. Draco arregló su imagen tan rápido como pudo y tomó una actitud altanera.
—Hasta que no hagas el tratamiento, no habrá sexo.
Harry abrió la boca indignado. Iba a quejarse, pero se dio cuenta de un detalle: sin sexo no podía haber bebé. Miró enojado al rubio y dio media vuelta para irse. No había necesidad de decir algo, era claro que había perdido. Draco sonrió triunfante y esperó a que Harry saliera de su vista para deslizarse hasta el suelo. Sus piernas temblaban y su corazón latía acelerado. Había llegado al punto en que tres años de vida eran un lujo. Draco no pudo evitar la sonrisa irónica.
Todo lo que habían logrado avanzar en su relación, retrocedió estrepitosamente. Harry inició el tratamiento contra el cáncer a regañadientes y comenzó una guerra fría contra Draco. Pidió los turnos nocturnos en el Cuartel de Aurores para no tener que compartir la cama y pasó su tiempo libre con Teddy. En apenas dos semanas el matrimonio que habían construido piedra por piedra durante más de un año se tambaleó. La única razón por la que la relación no se rompió fue porque apenas se veían y, cuando lo hacían, no cruzaban más de dos palabras.
La situación tenía a Draco con los nervios de punta y el estrés que ya era somatizado, aumentó sus síntomas. Todos los días despertaba vomitando y casi todas las comidas le producían asco. Si bien se esforzaba por comer lo que Kreacher preparaba, el elfo empezó a llevarle, junto a las comidas, galletas saladas y limonada.
—Ama… Ama Lyra… ¡Ama! —gritó Kreacher.
—¿Qué? ¿Qué? —preguntó Draco asustado—. ¿Qué pasa?
La sorpresa lo hizo saltar y las migas de las galletas saladas se esparcieron por la alfombra y el sofá. La limonada que tenía en la mano apenas logró salvarse, aunque igual un poco de líquido se deslizó por los dedos que sostenían el vaso.
—¿La ama se siente mal? Kreacher puede traerle una poción si las galletas y la limonada no funcionan.
—No, no, no es necesario.
Draco dejó su bebida sobre la mesita anexa y mientras se limpiaba la mano, escaneó la sala. Había un par de juguetes tirados, pero no había rastro del mocoso.
—Kreacher, ¿dónde está Teddy? ¿Dejó de dolerle el estómago?
Se suponía que el crío debería estar en la escuela, pero cuando Harry lo había levantado en la mañana, el mocoso se había quejado de que se sentía mal. En un principio el auror iba a quedarse a cuidar a Teddy, aprovechando su horario laboral nocturno, pero se dio la casualidad de que tenía que asistir a una reunión con su jefe y hacer horas extras. Draco se había visto obligado a hacer de enfermera, lo que había molestado al niño. Teddy había fingido para poder pasar tiempo con su ahora padre, su plan no incluía al Slytherin.
—El joven amo está jugando en el dormitorio de los amos —respondió Kreacher—. Kreacher no ha escuchado al joven amo quejarse de su estómago.
—Ah, ya veo, en el dormitorio… ¿en el dormitorio? —frunció el ceño al notar aquel detalle.
Con rapidez se levantó y salió de la sala para ir al cuarto que aún compartía con el Gryffindor. Había querido cambiar de habitación cuando comenzó la pelea entre ellos, pero Kreacher había inventado mil excusas para retenerlo en aquel dormitorio. Tampoco importaba demasiado, sus horarios de sueño no coincidían, no estaban obligados a verse.
—¿Teddy? ¿Estás aquí?
Un fuerte olor a cacao chocó con la nariz del rubio cuando abrió la puerta, lo que de inmediato le revolvió el estómago. El aroma del chocolate estaba mezclado con algo floral, lo que hizo más repugnante el olor. Draco logró invocar la cubeta que Harry usaba cuando tenía náuseas antes de devolver lo que tenía su estómago en el suelo. Esperó a que las arcadas se detuvieran y le indicó a Kreacher que limpiara. Respiró hondo, se cubrió la nariz y entró al dormitorio.
—¿Teddy?
—Yo… —susurró una vocecita.
Los ojos del Slytherin fueron hacia un rincón. Teddy se había apegado a la pared con una expresión de miedo que pronto trató de camuflar bajo una pose arrogante, levantando la barbilla y entrecerrando los ojos, su disfraz se veía roto por el puchero en sus labios. En una mano tenía tela destrozada y en la otra unas tijeras. Draco observó el resto de la estancia. A los pies del niño había ropa rasgada y libros, con las hojas sueltas o rotas. Todo estaba manchado con chocolate y por los distintos productos que Narcissa le había entregado por ser una "señorita", de ahí el olor a flores.
El Slytherin admitió para sí que el niño había hecho un buen trabajo saboteando sus cosas.
—¡No puedes regañarme! ¡Es todo tu culpa! —se apresuró a defenderse el mocoso.
—¿Mi culpa? —Draco alzó las cejas, todavía cubriéndose la nariz.
—¡Sí! ¡Me mentiste! ¡Te casaste con Ha… con mi papá porque te lo querías quedar! —el niño tembló ante su pequeño error—. ¡Mentiste! ¡Eres una mentirosa! ¡Mentirosa!
La situación era tan surrealista que el Slytherin se olvidó de su asco. Después de todo, ya había vomitado antes. Con curiosidad avanzó hacia el niño, quien se apresuró a deslizarse por la pared, manteniendo la distancia entre ellos. Draco enarcó una ceja ante el extraño comportamiento y bajó la mirada al desastre que Teddy había hecho. Prácticamente toda la ropa del rubio estaba allí.
—No me quiero quedar con Harry —explicó con calma—. Sabes que hemos estado peleados hace días.
Los ojos del niño se humedecieron y el labio inferior tembló con violencia.
—Me quieres reemplazar, te escuché hablarlo con Ha… mi papá —un sollozo sacudió el cuerpo del crío—. Quieres tener un hijo que tenga sus sangres, por eso te casaste con papá. Quieres deshacerte de mí porque no tengo tu sangre y porque no me gusta la familia Weasley y porque no tengo mamá…
Draco apenas pudo entender los balbuceos de Teddy en medio de sus sollozos. Las lágrimas corrían por su rostro enrojecido, uniéndose a los mocos que escurrían de su nariz. El crío se veía aún más lamentable porque obstinadamente se frotaba con fuerza los ojos, tratando de aguantar el llanto y suprimir los pequeños hipidos que escapaban de sus labios. El Slytherin quedó congelado un momento, aturdido por el quiebre emocional del pequeño.
—Teddy, has entendido mal —susurró Draco, sentía un nudo en su garganta y los ojos le picaban—. No llores, Teddy, nadie te va a reemplazar.
El Slytherin se acercó al crío y lo tomó en brazos, apegándolo a su cuerpo. No sabía cómo consolar a un niño pequeño, pero recordaba que cuando tenía su edad y hacía berrinche, lo que más le gustaba era que lo cargaran y lo trataran con el mismo cuidado que a un bebé. Teddy de inmediato se acurrucó dentro del abrazo y escondió el rostro en el pecho del adulto, liberando el llanto. Draco entró en pánico y con algo de miedo ofreció pequeñas caricias a la espalda del niño mientras se mecía de un lado a otro.
—No me quieren… tú y papá no me quieren —murmuró el niño.
—Teddy, Teddy, no llores, por favor —su tono era suplicante—. Harry te quiere al igual que yo. Ambos te amamos, Teddy.
—Eres una mentirosa, Lyra. Tú no me quieres —dijo el niño entre lágrimas—. Quieres tener un hijo porque no quieres ser mi mamá, no quieres que te diga mamá.
Draco detuvo su vaivén ante la afirmación de Teddy. Nunca le había dado vueltas a cómo el niño lo llamaba, de por sí se sentía ajeno con "Lyra", por lo que no le importó si el crío le decía "mamá" o "bruja malvada". Sintiéndose agotado, el rubio se sentó sobre la cama, acomodando al pequeño sobre su regazo.
El mocoso que había adoptado era demasiado inseguro y complaciente, no sabía cómo lidiar con alguien con tantos traumas.
—Teddy, cariño…
El cabello del niño había pasado por varios colores hasta quedar en un azul oscuro. Draco lo peinó con cuidado para despejar su rostro, pero antes de poder analizar su cara, Teddy se ocultó en el cuello del Slytherin. Sus sollozos se habían detenido, pero sus lágrimas seguían corriendo.
—Verte llorar me pone mal, no quiero que estés triste y sé que es mi culpa, lo siento —trató de hablar con suavidad y dulzura—. Nadie te va a reemplazar, a Harry y a mí nos gusta ser tus padres, ¿entiendes? Pensé que te sentirías incómodo si me decías "madre" o "mamá", pero si tú quieres, puedes llamarme así.
—¿Entonces por qué van a tener otro hijo? —la voz de Teddy apenas se escuchó, sofocada por el cuerpo del rubio.
Draco no supo qué responder por varios minutos. Ya había decidido que no iba a tener un heredero, pero esa decisión no quitaba la inseguridad de Teddy. Tenía que encontrar una buena respuesta y no sabía cuál era.
—Lo siento, ¿me perdonas? No quisimos que creyeras que te íbamos a reemplazar o que ya no te queremos —trató de explicar—. Fue solo una idea, darte un hermanito con el que jugar así como juegas con la pequeña Victoire… No pensamos que te pondrías triste, lo siento.
Draco se estaba esforzando por sonar amable y estaba pensando mucho antes de hablar, algo que iba contra su personalidad y carácter. Era demasiado complicado lidiar con la inestable emocionalidad del niño, podía notar que el crío no creía en sus palabras y ya no sabía qué decirle para tranquilizarlo. ¿Dónde estaba Harry Potter cuando se necesitaba?
—Teddy, no llores, yo me equivoqué, no lo pensé bien —susurró, besando su cabecita—. Seré tu mamá, así que no llores.
Un rato después Teddy dormía tranquilamente con una mejilla apoyada en el hombro de Draco, su pequeña mano se aferraba a la camisa del rubio como si incluso en sueños temiera ser abandonado. Con movimientos suaves el Slytherin peinó los cabellos azules y al ver su rostro húmedo, se apresuró a limpiarlo con un pañuelo. Luego de tirar los papeles sucios a un lado, se movió para acostarse junto al niño. Teddy se removió para buscar una posición cómoda, siempre agarrándose a él. Era doloroso ver aquella escena.
Había visto al mocoso como una prueba a superar para poder llevarse bien con Harry, nunca pensó en sus sentimientos. El Slytherin no pudo evitar hacer una mueca. Siempre había tenido claro que no sabía cómo eran las familias normales, mucho menos sabía cómo se comportan las madres normales. Draco era consciente de que no sabía cómo querer, y hasta el momento siempre había pensado que eventualmente aprendería. Sin embargo, se había topado con alguien a quien desesperadamente quería hacer feliz, pero no podía evitar lastimar. Había hecho muchas concesiones por Teddy, había priorizado su bienestar y felicidad, no quería verlo sufrir. Era simplemente que Draco no era realista, nunca había estado preparado para tener una familia y no estaba preparado para perder a un miembro de ella.
—Lo siento —susurró—. Fui egoísta.
Draco cerró los ojos para evitar llorar. Sus emociones estaban sacudidas y no podía descifrarlas. Pensó que tal vez pronto llegaría su período y que esa era la razón por la que estaba tan sensible. Ante el recuerdo de la menstruación, el rubio frunció el ceño y observó el techo. Había estado demasiado ocupado peleando con Harry e intentando aceptar que pronto moriría que no se dio cuenta de que no había sangrado los últimos meses.
—No… —murmuró angustiado, apoyando la mano en su vientre—. No, no, no… Por favor, no… No existas, por favor…
¡Muchas gracias por leer!
En este capítulo vimos como Draco empieza a ser consciente de que un matrimonio es más que un intercambio de votos y que la muerte implica otras cosas. También ya llegamos a lo obvio, pero no saquen muchas conclusiones, esta historia tiene que dar varios giros más. Respecto a Teddy... ¿lloraron? Porque yo sufrí mucho escribiendo esa parte. Amo mucho al pequeño Teddy y amo mucho la relación que tiene con Draco, hacerlo llorar me hace llorar.
En fin, de verdad gracias por llegar hasta aquí. ¡Nos vemos en el próximo capítulo!
P.D.: sigo deprimida, no sé cuándo actualizaré, lo siento
