Ella despertó. Su mente aún conservaba el etéreo recuerdo del vívido sueño, pero no podía asimilar el hecho de que "El Diablo" y Remus eran la misma persona... Sus ojos miraban sin mirar hacia el cuaderno que había dejado sobre la mesa de luz, con el propósito de escribir allí el nombre del falsificador en cuanto despertara, pero ahora que sabía de quién se trataba, ya no deseaba hacerlo. Quería de alguna manera protegerlo: Hermione sabía que no era conveniente para él que alguien pudiera tener acceso a su identidad, quería protegerlo incluso de ella misma. Entonces dejó que los segundos pasaran, y que el recuerdo de la sonrisa encantadora que ella amaba se evaporara junto con el efecto de la poción. Todo lo que Hermione habia vivido en ese "sueño", toda la pasión derrochada en el onírico encuentro, solo quedó grabada en la memoria de su cuerpo y su alma...

Algo similar le ocurría a Remus. En cuanto él abrió sus ojos, se encontró con la oscuridad de siempre, pero algo había cambiado; conservaba en su memoria vaporosas imágenes... hermosas imágenes que había conseguido a pesar de su ceguera y que deseaba retener para siempre en su mente. Había vuelto a ver su rostro y la había tomado tanto como la deseaba, pero aún así el ardor de su pasión por ella no disminuía. A diferencia de la castaña, el licántropo sabía quién había sido su amante en sueños y su cuerpo no se había saciado de ella. Ahora la deseaba más que antes... la necesitaba más que antes...

A pesar de que él no quería dejarla marchar de su memoria, de todas maneras sus recuerdos fueron barridos de su mente, arrastrados por el inexorable paso de los segundos y el fin del efecto de la poción Hipnagógica. Todo lo que le quedó a Remus fué la sensación de sus caricias en su piel, sus besos y la calidez que ella le había dejado en el alma. Podía sentir con claridad que el remanente de ese sueño se había infiltrado en la vida real para ocasionarles a ambos un hermoso estrago en los cuerpos.

Y Remus no se equivocaba en su intuición:

La poción hipnagógica podía inducir a un sueño profundo a dos amantes que desearan un encuentro del que no quedaran pruebas, pero no era una poción perfecta en su constitución. Pues los amantes podían salvarse de mantener en sus mentes imágenes que los evidenciaran; pero eso no evitaba que sus cuerpos reaccionaran como si el más minúsculo roce hubiese sido real y que sus almas quedaran inevitablemente vinculadas. Solo bastaría una simple mirada o la más inocentes de las caricias para avivar las llamas de la hoguera que había ardido entre Remus y Hermione...


Él jamás llegaba tarde a trabajar, pero esa mañana de sábado, era la primera vez que lo hacía. Después de que saliera por la misma chimenea de siempre, Remus caminó con su bastón hacia las puertas de "La Hollinería" con rumbo fijo a las oficinas. y en su trayecto, una voz muy familiar llamó su atención:

—¡Hasta que por fin te has dignado a hacer tu aparición!

—¿Pansy? —dijo Remus con un toque de sorpresa —¿Estuviste aquí montando guardia hasta que yo llegué?

La morena chasqueó su lengua, se le acercó y sujetándolo del brazo, lo guió hacia la salida de la construcción que brindaba servicio de vía flú para los trabajadores de Krakenwell. Cuando estuvieron fuera, y Remus sintió el aire frío y salado golpearle el rostro, exhaló un suspiro sensiblero, como el de un adolescente enamorado y dijo con el mejor de los ánimos:

—Bella mañana, ¿no, Pansy?

—El cielo está encapotado de nubes grises, y está haciendo un frío que si te bajaras los pantalones para "regar" un arbusto (como a ti se te antoja hacer de vez en cuando) se te pelaría el culo y se te caerían tus vergüenzas. Pero si ese es tu concepto de "bella mañana", Lupin, pues entonces, sí, ¡bella mañana! ¡Oh, mi gran y responsable líder!

—Detecto un toquecito de acritud en sus palabras, mi estimada princesa. ¿Puedo saber? ¿Qué es lo que he hecho ahora?

—¡¿Tienes idea de la hora que es?! —le regañó ella

—Reconozco que estoy llegando apenitas tarde...

—¡¿Apenitas?! —exclamó ella —¡Son casi las doce del mediodía! Estamos a media hora de que se dé inicio al horario del almuerzo. El señor Bellingham visitó nuestras oficinas tres veces ya en lo que va de la mañana para preguntar particularmente por ti, y yo tuve que excusarte con él las tres veces, Remus. O mejor dicho, ¡tuve que mentirle las tres veces! ¿Ahora entiendes la razón de mi enfado?

—¿Cuál de los dos Bellingham? ¿Richard o Edward? —preguntó Remus, que recién comenzaba a salir de su ensueño y a entender la gravedad del asunto.

—Edward —respondió Pansy.

—Oooh... —soltó sin más

—Sí, exacto —ratificó Pansy —"Oh". ¡Mucho "oh", Lupin!

Ambos egresaron de la zona de los módulos habitacionales y cruzaron la calle de adoquines para llegar al "Jardín del Buen Amor", donde allí se encontraba esperándolos el señor Edward Bellingham, el jefe de ambos falsificadores. Pero él no estaba solo, su hermano, Richard, le acompañaba.

—¡Remus! Es una enorme felicidad para mí el verte llegar —fue lo primero que le dijo su jefe, sintiendo alivio.

—Señor Bellingham, buenos días. ¿Cómo se encuentra usted? —saludó Remus con suma cortesía y nerviosismo —Si usted me lo permite, noble señor, le explicaré el porqué de mi insignificante retraso: he de decir que, anoche...

Edward, quien ya conocía muy bien al lobo y sus mañas, atinó a interrumpir la seguidilla de excusas que Remus pretendía darle:

—Está bien, no tienes que explicarme nada. Solo estaba algo preocupado: porque tú nunca llegas tarde, y además sé por el doctor Ponds que tu salud no está en sus más óptimos niveles.

—Sí. No. Es decir, es un problemilla que tengo en el corazón sí, pero no...

—Remus, cállate. —dijo Edward con un tono gentil a pesar de ser una orden —Déjame hablar primero, y luego si quieres, me embelesas con tus maravillosas habilidades para salirte con la tuya.

El licántropo asintió con la cabeza y prestó atención; mientras que Pansy, presa de sus nervios, se aferraba al brazo de Remus buscando su apoyo moral. Él, para hacerle saber que no estaba sola en el brete, posó su tortuosa mano sobre la de ella.

—Ustedes saben que en lo personal prefiero no pasarme por sus oficinas, a menos que sea necesario. Sé que vuestro trabajo les demanda mucho de sí, y lo que menos quiero es ocasionarles distracciones o que se sientan presionados por mí —les dijo el señor Bellingham para tranquilizarlos —Pero hoy hice una excepción porque quería invitarlos a almorzar. Hice reservación en el Le Bristro, y quiero que especialmente ustedes dos me acompañen. Así que, pónganse elegantes. Los estaré esperando allí... Vamos yendo, Ritchie.

Edward Bellingham se retiraba, seguido de su hermano, pero antes de que ambos desaparecieran, Richard se les acercó bastante, para decirles a Remus y a Pansy en tono bajo y amenazante:

—Más les vale ser puntuales, par de ratas. Mi hermano no se los dijo, pero hay temas de suma gravedad e importancia que tratar en el almuerzo de hoy, y por favor, vayan presentables y compórtense como lo que no son... como personas. —acto seguido, Richard Bellingham se apresuró para alcanzar a su hermano y juntos desaparecieron del jardín.

Mentor y discipula se quedaron unos minutos parados frente a las puertas traseras de la fábrica, como si les hubiesen lanzado un Petrificus...

—Ya puedes respirar, Pansy —dijo Remus.

La morena soltó el aire que había estado conteniendo y se dobló en dirección al piso, como si estuviese a punto de vomitar. Por un momento, Pansy creyó que era ella la del problema cardíaco, porque su corazón estaba yendo a mil.

Remus la enderezó y le dijo de manera paternal:

—Tranquila... tranquila, princesa. Sí sobrevivimos.

—¡Por poco!... —replicó ella enérgicamente —Y todo esto es tu culpa: ¡por irresponsable!

—¡Ah! ahora me dejas más tranquilo, ya veo que has regresado a la normalidad —respondió Remus y luego ingresó a la fábrica con su típico caminar perezoso y dando golpes de bastón.

Pansy lo seguía, yendo tras de él, escuchándolo contar los pasos que daba hasta pararse frente a la máquina de café.

—Enserio, no sé cómo haces para estar tan sereno —dijo Pansy, secándose el sudor de la frente con un pañuelito —. Creí que nos despedirían, Remus...

—¡Y es una pena que no lo hayan hecho!... —dijo la voz siseante de Draco Malfoy, que se encontraba escuchando conversaciones que no le correspondía escuchar —La fábrica no sufriría gran pérdida si los despidiesen, al contrario, eso sería pura ganancia. Inútiles como ustedes se pueden encontrar con solo chasquear los dedos.

—Buenos días para ti también, Draco —saludó Pansy con tono mordaz, pues hacía mucho la morena había dejado de amarlo.

—Malfoy, el aristócrata de tu padre, ¿nunca te enseñó que escuchar conversaciones ajenas es de muy mal gusto? Eso hasta un tipo vulgar y ordinario como yo lo sabe —dijo Remus y luego le dio un sorbo a su taza de café.

—¡Pero míra! Nunca pensé que coincidiría plenamente contigo en algo, Lupin: es cierto, eres muy vulgar y ordinario. De hecho, esa es la razón, por la que constantemente me pregunto ¿por qué el distinguido señor Bellingham se afana tanto por conservarte como empleado? ¿qué tienes tú de especial? Para mí solo eres un trasto anticuado fácilmente reemplazable; y en cuanto a ti, Pansy, lo único bueno que sabes hacer es... lamer los zapatos de tus superiores, si no es que... les lames otras partes de su anatomía. A mí me consta lo buena que eres para eso...

Después de decir aquello, Draco le echó una mirada a Pansy que tiempo atrás, ella hubiera matado por conseguir que la mirase así. Pero las cosas habían cambiado mucho en diez años...

Remus se indignó con Malfoy por hablarle a Pansy como si ella fuese una cualquiera, y bastante sacado de sus casillas, el licántropo dejó caer la taza al suelo e iba abalanzársele al platinado para ajusticiarlo a golpes. Pero sabiamente Pansy lo contuvo:

—¡No lo hagas! ¡No lo hagas, Remus! —decía ella, mientras lo sujetaba y se ayudaba con la varita para retenerlo -Eso es justamente lo que él quiere: que lo ataques, para que luego te despidan. No te indultarán si lo haces, por tu condición de licántropo...

—¡Vaya, Pansy! Además de atractiva; te has vuelto lista con los años. Estoy pasmado... —se burló Draco —Si me hubieras mostrado antes esas cualidades ocultas que tienes, te hubiera salvado de casarte con el doblecara de mi padrino y serías mi esposa, y ahora no tendrías que estar padeciendo tu condición de madre soltera, ocultando tu vergonzoso apellido de casada y haciendo vaya a saber qué cosas para poder alimentar a tu feo bastardito...

—No hables de mi difunto esposo y mucho menos de mi hijo, o haré que te lamentes, Malfoy —amenazó Pansy —Tú no tienes ni la menor idea de con quiénes te estás metiendo...

Draco bostezó, cubriéndose la boca y mostrándose indiferente ante la letal y genuina advertencia que le hacía la morena.

En aquel tenso momento, Millicent Bulstrode y Phillip Feathers egresaban del ascensor y apresurados se dirigían hacia ellos:

—¡Eh, Malfoy! —le llamó Millicicent —¡Págame! Me debes.

Esa única frase dicha por su corpulenta compañera, logró que la morena y el licántropo dejaran de lado su indignación.

Draco se cruzó de brazos y sintiéndose avergonzado solo por un minúsculo momento, respondió:

—¿Qué se supone que te debo yo a ti? Masa amorfa —agregó con desprecio.

Millicent le sonrió ampliamente y contestó ganadora:

—¿Es que ya te olvidaste de la apuesta que hicimos esta mañana? Dijiste que te apostabas dos mil cuatrocientos galeones a que Remus y Pansy eran despedidos hoy; y yo doblé tu apuesta diciéndote que, no solo no serían despedidos; sino que Bellingham recibiría a Remus con los brazos abiertos y hasta le propondría tener una cita romántica juntos, en el lujosísimo Le Bistro...

Draco se quedó con la boca abierta porque sí había hecho la apuesta y hasta había aceptado de buena gana que Millicent la redoblara. Se sentía ganador antes de que "la competencia diera inicio". Pero no estaba dispuesto a aceptar su derrota, entonces negoció:

—Te pagaré, Bulstrode, pero solo los dos mil cuatrocientos. Porque no creo que un jefe tan distinguido como lo es el señor Bellingham, premie a un ciego inútil e irresponsable y a una tonta caradura —y fulminó a Pansy y a Remus con la mirada.

—Quiero acotar, en defensa propia —dijo Remus, que había recuperado su habitual humor picarón —, que acepté asistir a nuestra cita romántica porque no me queda más opción: siendo un licántropo, dudo mucho que alguien me crea que sufro acoso sexual en mi trabajo. Por eso de vez en cuando, me dejo seducir por mi jefe, para no ser despedido y por supuesto, para recibir... ciertos... beneficios...

Pansy se relajó y como pocas veces hacía, se rió del chiste verde que hizo su mentor.

—¡¿Qué?! —soltó Draco con aprensión

—Lo que oíste: Bellingham y Lupin tienen una cita hoy —confirmó Pansy —Así que, toma tus dos mil cuatrocientos, multiplícalos por dos y págale a Mills lo que le debes. Y con tu permiso, Malfoy; tenemos algo de prisa, Remus tiene un almuerzo al que acudir y yo debo arreglarlo para la ocasión y además escoltarlo -remató diciendo la morena, dándose aires de importancia.

—¡No! No me creo que Edward los haya invitado a almorzar a un lugar tan caro y elegante a ustedes dos, par de granujas impresentables —dijo Malfoy más indignado que antes.

—Lo de granujas, no te lo discuto... —acotó Feathers —Pero impresentables, eso sí que no, como dice mi amigo el hombre lobo, en eso estás "regando fuera de la maceta", Malfuá.

—¿Y a tí, quién te dio vela en este entierro, Feathers? —contestó Draco, sin mirarlo siquiera.

—Phill puede meterse en la conversación todo lo que él quiera, Draco —le defendió Millicent —, porque él es testigo de nuestra apuesta y además, no cambies de tema, ¡Paga, cabrón! Y en oro, por favor, no acepto cheques. (Ya toda la fábrica sabe de tus chequecitos sin fondo)

Remus, Pansy y Phill se carcajearon burlonamente ante la vergonzosa revelación que había hecho Millicent...

—¿Qué pasa, Malfuá? ¿Andamos cortos de fondos? Entonces por qué no les pídes un préstamo a tus elfos domésticos, de seguro ellos te lo darán, y asunto arreglado —ironizó Phill Feathers (quien también es un slytherin).

Draco se encolerizó, porque una patética cucaracha (como consideraba a Phill) pudiera darse el lujo de mofarse de él; entonces se negó rotundamente a pagar con la siguiente excusa:

—¡Ay! ¡Pero, qué conmovedor! Realmente ustedes cuatro hacen que se me salten las lágrimas al ver como se defienden los unos a los otros... De a partir de ahora los llamaré, Don D'artagnan y sus tres moqueros, ¡perdón! Mosqueteros, quise decir... Sepan disculparme... Pero regresando al tema de los Galeones: hoy no traje dinero en físico; por lo que, tendrás que esperarme hasta el lunes, Millicent. Y hasta entonces, tendré tiempo de confirmar si es verdad lo de ese supuesto "almuerzo".

Draco se retiraba, no sin antes echarles una mirada de profundo asco a los cuatro y dedicarles unas últimas palabras a los Slytherin del equipo:

—Está claro que ya es tiempo de jubilar al sombrero seleccionador: ese penoso estropajo se equivocó tremebundamente con ustedes, Pansy, Bulstrode y Feathers; ustedes debieron haber quedado en Gryffindor, y no en Slytherin. Creo que vosotros sois la mayor vergüenza que nuestra casa haya podido sufrir... Eso sin contar lo de Severus Snape, claro... —dijo con malicia solo para fastidiar a Pansy. Acto seguido, el platinado se marchó...

—No pagará —dijo Bulstrode, después de que Draco se marchara.

—Pagará... —aseguró Phill.

—No, no lo hará —le contradijo Bulstrode

—Es un Malfoy, ¡claro que pagará! ¿Realmente crees que se arriesgará a que el mundo se entere de que su familia ya no posee la fortuna de antaño? —planteó Feathers, mientras limpiaba sus gruesos lentes —Pagará...

—Tampoco le conviene arriesgar los que podrían ser sus últimos Galeones —se burló Remus.

Phill y Millicent rieron por ello.

—¿Quieres apostar? —quiso tentarlo Phill.

Los tres rieron, hasta que Pansy los interrumpió:

—Es suficiente, muchachos, basta de apuestas. Tenemos compromisos y mucho trabajo. Vamos...

Los cuatro echaron a andar y entraron en el ascensor para llegar a su piso, el número veintidós. De camino a sus oficinas, ellos dialogaban como equipo:

—Entonces... —comenzó preguntando Millicent —¿Sí es verdad lo del almuerzo?

—¡Espera! ¿Eso quiere decir que ustedes realmente no tenían certeza de nada? —dedujo Pansy.

—No, realmente no —respondió Phill —Pero valía la pena arriesgarse...

Las risas burlonas llenaron el reducido espacio del ascensor.

—¿Y cómo demonios se enteraron entonces de lo del almuerzo? —preguntó Pansy

—Melissa, la cajera de la tienda, nos contó que Richard había hecho reservaciones con anticipación para ese restaurante; y como Edward nunca merodea por nuestro territorio y además, preguntaba insistentemente por Remus... pues... dedujimos con Mills, que una cosa estaba en cierta manera conectada con la otra —contestó Phill con un toque de picardía en sus palabras.

—Por cierto... —preguntó Bulstrode —¿nosotros también estamos invitados?

—Me temo que no, Mills —le respondió Pansy —Bellingham pidió hablar expresamente con nosotros dos...

—"¡Oh, qué bien!" Mientras ustedes se van de fiesta con los jefes, nosotros nos quedamos aquí, trabajando como esclavos —se quejó Feathers.

—No digas sandeces, Phill. Bellingham no nos invitó a una celebración. Lo que él quiere es que hablemos de trabajo y sobre algunos temas... bastante serios —dijo Pansy, mientras miraba a Remus.

Los cuatro salieron del ascensor en absoluto silencio...

Cuando todos entraron en la oficina de Remus, Pansy hizo aparecer un pequeño armario y comenzó a seleccionar un saco, una corbata y una camisa, y mientras la morena se disponía a alistar esas prendas; Feathers hizo aparecer cuatro tazas de té y Bulstrode, que estaba recargada con sus brazos en el respaldo de una silla, se atrevió a preguntar:

—¿Será que se enteraron de lo de la Hipnagogia?...

—Lo dudo... pero es posible —respondió Pansy con algo de temor, mientras aplicaba hechizos de planchado.

Un pequeño silencio se hizo en la oficina, pero de inmediatamente fué interrumpido:

—Oh, y hablando de la poción... —observó Feathers, después de darle un sorbo a su té —¿han notado que alguien está... demasiado callado hoy?...

—¡Sí, es cierto! Tal parece que, al Diablo le atacó una feroz leona en sueños... —dijo Millicent.

Bulstrode y Feathers se rieron socarronamente, y Remus se sonrojó un poco.

—Ya... no lo molesten —les dijo Pansy, y tomó una de las tazas de té para servírsela a Remus —¿acaso no ven que este pobre Diablo todavía no se recupera de su ensoñación?

Después de decirlo, la morena se unió a las carcajadas burlonas de sus compañeros, y el sonrojo de Remus incrementó.

—¿Y cómo fue, Remus? ¿qué tal estuvo? —preguntó Phill de manera inquisitiva.

—¡No seas tonto, Phill! —le regañó Bulstrode, mientras le daba un duro coscorrón por la cabeza —Remus no tiene recuerdo de lo que pasó anoche, ese es uno de los efectos secundarios de la poción.

—¡Oh, cierto! y yo que quería detalles...

—Yo también... —dijo Remus —Yo también quiero esos detalles... eran míos... —soltó apesadumbrado y triste, luego se desplomó sobre su escritorio, y para sorpresa de su equipo, se echó a llorar amargamente...

Los tres Slytherin se miraron entre sí, extrañados y se angustiaron por él:

—Tal vez... es otro efecto secundario de la poción —quiso justificar Millicent.

—Es muy factible, sí —consintió Feathers, aunque no estaba seguro.

—No, no es eso... —dijo Pansy, comprendiendo las pocas palabras que había dicho Remus —Déjennos a solas.

Millicent y Phill la miraron algo preocupados y Pansy les dijo con una sonrisa serena:

—Háganme caso, puedo manejarlo. Retírense. Por favor.

Sin decir más, ambos tomaron sus tazas de té y se marcharon de la oficina, dejando a solas al mentor y su discípula:

De manera maternal, Pansy posó su mano sobre la espalda de su mentor, y trató de consolarlo:

—No importa que no lo recuerdes... lo viviste, como sea; lo viviste y la tuviste contigo. Ya sé que tal vez, esto tampoco te sirva de consuelo, pero lo cierto es que nadie conserva imágenes en su memoria mental una vez que finaliza el efecto de la Hipnagogia. Aunque tu cuerpo sí lo recuerda, ¿no es así? Se siente como si de verdad hubiese ocurrido.

Remus levantó la cabeza del escritorio, pero aún derramaba lágrimas.

—Sé que la tuve, Pansy... —asintió él, con la voz quebrada —Aún lo siento... Sus caricias, sus besos, aún me queman en la piel... y es tan real; como la conversación que ahora mismo estamos teniendo... No tengo pruebas de ello, pero sé que la ví, sé que pude volver a ver su rostro, que la acaricié y que la...

—Está bien... entiendo... —le cortó Pansy un poco incómoda.

—Creo que, me generé falsas expectativas de que... —dijo Remus.

—¿Qué?... —preguntó ella, instándolo a terminar —¿De qué, Remus?

—Tontamente creí que... si me esforzaba, podría retener esas imágenes en mi memoria, ¿me entiendes?

—Creo que sí.

—Solo... quisiera volver a verla, deleitarme la vista con ella... guardar en mi mente lo poco que puedo tener...

Pansy lo miraba, y daba gracias que él no podía notar que ella también tenía los ojos anegados en lágrimas.

—Sé que te vas a enojar conmigo por esto, pero no me cuesta ser sincero contigo, hija... —dijo Remus, reconociendo en su confesión que así la veía, como a una hija —Soy un hombre, y necesito mirar. Me estimula hacerlo. Ya no me conformo más, Pansy... después del sueño de anoche, no volveré a conformarme con poco. Creí que tenía superado lo de mi ceguera, pero cuando desperté esta mañana... fue como revivir los primeros años de mi crisis, porque sé que la vi, sé que la ví anoche... y me rompe entero encontrar oscuridad donde hubo tanto.

Pansy pegó un suspiro de congoja por él y lo abrazó.

—Entiendo que este es el momento menos indicado para decir "te lo dije", pero así como tú no puedes con tu genio; yo tampoco con el mío —explicó ella —Te lo dije, Remus, te dije que no era buena idea lo de la poción: que te estabas precipitando demasiado con esto, pero no me escuchaste; te dejaste llevar por tu pasión desmesurada. Yo sabía que esa poción tenía sus puntos débiles, ¡ni siquiera se terminó de formular, Merlín Santo! y tú y ella la bebieron como si nada, además no sabía como iba afectarte con respecto a tu ceguera. Pero ahora ya lo sé con certeza. Y en cierta manera, siento culpa porque yo preparé la poción y se las facilité a ambos. No me digas que no te advertí que algo como esto sucedería...

A él no le quedó más remedio que asentir con la cabeza, porque todo era cierto. Se lo habían advertido...

—Escucha, bébete tu té —le pidió Pansy con mucha dulzura, tal cual como lo hacía con su hijo —, después cámbiate de ropa para irnos al Bistro. No olvides que nos están esperando. Caminaremos un poco después del almuerzo, para tomar aire, sé que eso te hace bien. ¡Vamos! para cuando regresemos a la fábrica te sentirás mejor y, ¿por qué no? podrías llamarla por teléfono, ¿qué opinas?...

Remus se irguió rápidamente en su silla, se secó el rostro y carraspeó un poco antes de preguntar:

—¿Mi ropa?

Pansy sonrió con picardía y respondió:

—Ya está lista. Te la traeré.

La morena le dejó las prendas sobre el escritorio y lo dejó a solas para que pudiera vestirse. Al salir, Feathers y Bulstrode la miraban con una única pregunta en sus rostros: ¿qué demonios le sucede al "Diablo"?

—En resumen, colegas —respondió Pansy, al entender sus miradas interrogativas —Está triste porque no recuerda nada. Le duele no poder verla...


Muy bien ataviados, Pansy y Remus caminaron por la acera del restaurante hasta llegar a sus puertas, donde allí les recibió el Maitre:

—Bienvenidos, ¿tienen reservación hecha?

—No. En realidad, nos están esperando los hermanos Bellingham —respondió la morena.

—En ese caso, síganme, por favor. Ellos los aguardan en un salón privado.

Ambos lo siguieron y en el trayecto, Remus le dijo a la morena:

—Pansy, me duelen los huevos.

Ella se sonrojó furiosamente, y lo regañó como siempre:

—¿Y a mí por qué me pasas el informe de lo que te está ocurriendo en los pantalones? Si yo no te lo he pedido.

—Tú eres la experta en pociones, pensé que era otro efecto secundario de la Hipnagogia -le explicó Remus.

—Shhh -lo censuró ella —No hables así aquí, compórtate... Creo que ya sé porqué te duelen, pero no es momento ni lugar para hablar sobre eso.

—Adelante, por favor —les interrumpió el maitre y los autorizó a pasar al salón dónde los esperaban —Enseguida vendrá un camarero para tomar vuestros pedidos.

Edward Bellingham los vió ingresar y de inmediato los recibió con sus característicos modales de caballero:

—¡Pansy, Remus! nos gratifican a Ritchie y a mí con su presencia. Tomen asiento, por favor. Se ven muy bien los dos, muy elegantes, sobre todo usted, Pansy.

Ella se ruborizó y aceptó el elogio, inclinando un poco la cabeza y diciendo:

—Gracias, señor Bellingham. Le agradecemos mucho también por la invitación.

Él sonrió con cortesía y les preguntó:

—¿Y cómo está la familia? Me imagino que ambos no deben caber en sí mismos de orgullo por sus pequeños magos. Sus hijos irán el próximo año a Hogwarts, si no me equivoco, ¿verdad?

—Sí, así es —asintió Pansy.

Remus solo afirmó con la cabeza y sacó un cigarrillo.

—Mi Seth, es muy bueno en pociones. Sé que mi palabra de madre no cuenta, señor Bellingham, pero no exagero, es muy sagaz y aprende rápido.

—No podía ser de otra manera -consintió su jefe —, es hijo de Severus Snape y tuyo, Pansy. Dos de los mejores pocionistas que he tenido el honor de conocer. ¿Y qué hay de Teddy, Remus? ¿Él también heredó tus habilidades?

—Sí, ciertamente sí. Mi hijo es un mentiroso maravilloso y también es hábil "dibujando"... Ya saben a lo que me refiero —respondió y comenzó a fumar su cigarrillo.

Pansy se quedó mirándolo, y rogado en su interior que se comportara. Su jefe se rió y ella también, pero por compromiso...

—Son artistas —dijo Edward —, como sus padres.

—Son pícaros sinvergüenzas, como sus padres —dijo Richard, que no poseía la misma cortesía que su hermano.

Hubo un leve silencio tenso, hasta que el camarero ingresó:

—Buenas tardes, caballeros, madame. Mi nombre es Francis y hoy seré vuestro camarero —dijo con protocolo, mientras chasqueaba sus dedos para hacer aparecer los menús.

—Buenas tardes, Francis ¿serías tan amable de decirnos los especiales, por favor? —pidió Edward con amabilidad.

—Por supuesto, señor. El día de hoy tenemos: pargo a la plancha, sobre un colchón de espinacas, aderezado con salsa tartara; salmón asado, acompañado de espárragos y tomates cherry aliñados con un toque de aceite macerado en hierbas y también tenemos nuestros clásicos pasteles de cangrejo.

—Mmm... —dijo Remus que le había gustado todo lo que había oído —Tráeme un poco de cada, Francis...

—Lupin —le regaño Pansy por lo bajito.

—¿Perdón, señor? —preguntó Francis —¿Entendí bien? ¿Usted desea que se le sirva todos los especiales?

—Sí. ¿Se puede? —respondió el licántropo.

—Am... por supuesto, señor —respondió el mesero, consternado por el apetito de Remus.

—Francis —le llamó Edward —Mejor tráenos una charola completa de pasteles de cangrejo para los cuatro, un vino blanco el más seco que tengas; y para mí, el salmón.

—Como usted ordene. ¿Y para usted, madame?

—También tomaré el salmón —respondió Pansy y le devolvió el menú.

—Yo el pargo —dijo Richard, anticipándose a la pregunta.

Después de tomar todas las órdenes y enviarlas a la cocina, Francis se marchó y en escasos segundos, el almuerzo apareció servido sobre la mesa.

—Señor Bellingham, quería comentarle que trajimos un informe detallado sobre los últimos trabajos en los que estamos...

—Oh, no, querida —la interrumpió su jefe —Disfrutemos del almuerzo primero, luego hablaremos sobre trabajo. Tenemos el salón solo para nosotros, y no tenemos prisa.

—Claro... de acuerdo. Lo siento —asintió Pansy.

Edward le sonrió con ternura y con sus refinados modales comenzó a almorzar. Durante la comida, su jefe les ofrecía una amena conversación a todos, pero solo Pansy se mostraba predispuesta al diálogo, pues Richard prefería estar callado y mostrando mala cara; en tanto Remus, estaba muy ocupado en dar buena cuenta de todo lo que estaba servido sobre la mesa...


Pasó una hora agradable y ligera, sobre todo para el glotón de Remus, que una vez más se servía otro pastel de cangrejo.

—Para de comer —le dijo Pansy, que una vez más, lo regañaba —Ya te has comido siete pasteles y con este ya son ocho, ¡angurriento!

Edward se rio con ganas. A él le divertía muchísimo ver como se llevaban los dos...

—Déjalo, Pansy, sé comprensiva con él: los licántropos son así, gustan de comer en demasía y aún más cuando se trata de carne. —le justificó Edward, mientras encendía su cigarrillo —Bueno, creo que ya es momento de que hablemos seriamente.

Ambos falsificadores rectificaron sus posturas en los asientos y pusieron atención a su jefe...

—Quiero decirles que estoy muy satisfecho con vuestro trabajo. Son un equipo eficiente, talentoso, y ciertamente son el alma de la fábrica. Está de más decir que gran parte de los ingresos se deben a sus obras maestras. Y quiero resaltar eso: —aseveró Edward, mientras miraba a su hermano —Ustedes son verdaderos artistas...

Richard le esquivó la mirada a su hermano, haciendo una mueca de disgusto; y Remus separó sus piernas, para luego reacomodarse en su asiento.

—Por lo que, quiero que quede claro, que no tengo ninguna queja sobre su desempeño laboral y estoy más que contento con el equipo que he formado...

Mientras su jefe hablaba, Remus se removía inquieto una y otra vez en la silla, y disimuladamente (o al menos eso creía él) se acomodaba sus adoloridos testículos.

—¿Estás bien, Remus? Te noto algo inquieto.

—No, señor, si le soy sincero, no me siento del todo bien hoy: estoy sufriendo un terrible dolor en los hue... —él no pudo terminar la frase, porque había recibido un certero codazo por parte de Pansy. Después de tomar aire, él mintió —En los huesos, señor... Un horrible dolor de huesos.

—Oh, pobre de ti. Supongo que se debe a la proximidad del plenilunio.

—Exactamente, usted lo ha dicho —continuó mintiendo el muy sinvergüenza.

—Con todo el vino que has bebido, estoy segura de que debes tener necesidad de ir un momento al toilette, ¿no te parece, Lupin?

—No, no. Todavía no tengo ganas de ir al baño, gracias —respondió él, sin entender el doble sentido en las palabras de Pansy.

—Sí, sí tienes que... —insistió ella.

—Que no, Pansy. No tengo necesidad. Gracias.

—¡SÍ, sí la tienes! Estás muy necesitado...

Remus finalmente entendió el doble sentido y de un respingo se levantó de su asiento, excusándose:

—Si me disculpan, estoy muy urgido por...

—Adelante, Remus, adelante —le autorizó su jefe.

—Regreso en un momento —dijo el licántropo, tomando su bastón.

—Tómate el tiempo que necesites, nosotros te esperamos —dijo Pansy con voz dulce —¿quieres que pida algún postre para ti, para cuando vuelvas?

—No, pero un café y un cigarrito serían ideales para cuando regrese de mi... descarga. Gracias...

"Ay, Merlín", pensó Pansy...

Remus se ausentó temporalmente; y la morena se quedó a solas con ambos jefes, avergonzada, porque ella sabía qué iba a hacer el licántropo en el baño para calmar sus dolencias y además, quién iba a ser la musa inspiradora para ello...

—Ese es uno de los puntos a tratar... —dijo su jefe, como si hubiera escuchado sus pensamientos.

Pansy se mostró atenta y relajada, aunque en su interior estaba rogando que no hubieran leído sus pensamientos.

—Aunque Richard y yo, no nos pasemos por sus oficinas, no significa que no estemos al tanto de lo que allí sucede, Pansy —comenzó diciendo Edward —. Estoy gratamente sorprendido porque sé que se llevan más que bien como equipo, que son casi como una familia, y eso es muy bueno. Tengo que admitir que siempre tuve mis dudas respecto de cómo se llevarían los cuatro, teniendo en cuenta que Remus es un Gryffindor (frontal, temperamental e insolente) y que está rodeado de serpientes, pero afortunadamente, ustedes han sabido complementarse muy bien. Un equipo es como un cuerpo: si la cabeza está bien, entonces el cuerpo funcionará bien; pero si la cabeza está mal, el cuerpo también lo estará. Y ya ni hablar de lo que sucede, cuando el cuerpo pierde la cabeza...

Pansy tomó su copa y bebió un poco de vino blanco, se le había secado la garganta al darse cuenta hacia dónde se dirigía la conversación...

—Remus es esa cabeza y entiendo que tú eres su mano izquierda —dijo Edward, guiñándole un ojo —, y me gustaría mucho saber: ¿qué es lo que le está pasando a esa cabecita?...

La morena depositó la copa sobre la mesa y fingiendo ingenuidad de manera estupenda, respondió:

—Señor Bellingham, usted ya lo conoce. Lupin tiene su carácter y además está su condición. Usted mismo lo ha dicho, se aproxima una noche de luna llena y es natural que se ponga inquieto, que coma más de la cuenta y todo lo demás...

—Mmh —asintió su jefe —, veo que tendré que ser más específico en mis preguntas. Desde un tiempo para acá, para ser exactos, desde las recientes vacaciones de Navidad en adelante, Remus está como distraído... suspira mucho... y está actuando de manera extraña. Como hoy, por ejemplo: ha llegado muy tarde, me ha parecido que se quedó dormido y enredado entre las sábanas. Entonces, Pansy ¿qué es lo que lo tiene así? Me preocupa eso, no es bueno que la cabeza no esté centrada en lo que debe hacer.

—No es que quiera contradecirle, Edward, pero le aseguro que él es muy atento a su trabajo como el que más... —respondió ella, defendiendo a capa y espada a Remus —Lupin es muy minucioso en sus tareas y estudia cada movimiento antes de realizarlos. Cada trabajo que hace, está siendo mejor que el anterior, se está superando a sí mismo como... "artista". Creo que es inapropiado que hable de la vida íntima de mi maestro, así que, lo único que diré sin dar demasiado detalle, es que las cosas en su matrimonio no están marchando nada bien. Como usted bien ha observado, desde las vacaciones de Navidad, los conflictos en el matrimonio Lupin han ido a mayores. Lo sé porque, he tenido el infortunio de presenciar alguna que otra pelea. Me consta que su esposa, Nymphadora, lo hostiga, le falta el respeto y lo peor que hace es subestimarlo, quitarle su valía. Él prefiere no discutir, pero siempre termina con dolores de cabeza por eso y últimamente llega a la oficina con fuertes migrañas. ¿Me hago entender?

—Sí, Pansy, lo has dejado muy claro. Entonces tiene problemas en el nido... Bueno, eso explica parte de las cosas, pero no todo... —dijo, mientras la miraba a los ojos —No va a sonar bien lo que voy a decir, y por favor no me malinterpretes, querida: pero que su esposa lo subestime es un gran punto a favor nuestro. No debemos olvidarnos de que Nymphadora es una Auror y si se enterase del verdadero trabajo de su esposo, significaría un gravísimo problema para nosotros. Porque si díces, que entre ellos hay severos conflictos, ella bien podría enviarlo a Azkaban por despecho. Y si él cae, caeremos todos.

—Tiene usted toda la razón, señor Bellingham —asintió ella de manera sumisa.

—Pero regresando al tema de lo que ocurre en sus oficinas, y en esto en particular quiero tu respuesta, Pansy, ya que eres la encargada de los preparados y pociones. Me ha llamado mucho la atención que ustedes han solicitado una serie de ingredientes que poca relación encuentro con sus habituales trabajos...

—¿Usted considera que nos hemos excedido en las cantidades solicitadas, señor? —preguntó ella, haciéndose la ingenua.

—No, no, para nada, no es eso —le contestó su jefe, sin dejarse llevar por sus distracciones —Yo no tengo problema en cumplirles en todo lo que necesiten, desde los materiales para trabajar; hasta los antojos y excentricidades que los cuatro tienen. Eso no es a lo que me refiero, lo que quiero es saber: ¿en qué utilizaron los ingredientes que están enumerados en el siguiente inventario? Ritchie, entrégale el inventario a la señora Snape, por favor.

El pelirrojo le extendió una carpeta a Pansy. Ella la tomó, la abrió, leyó la lista de ingredientes y enseguida reconoció que eran los constituyentes de la poción Hipnagógica... La morena tragó saliva, mientras le surgía el fuerte deseo de hacer acto de desaparición o de que el lunático de su líder reapareciera para ayudarla a dar excusas. ¡¿Cuánto tiempo podía tardar un hombre en masturbarse en el baño?! se preguntaba ella, mientras rogaba que Remus regresara para salvarla...

—Estos ingredientes... algunos de ellos, señor, son correspondientes a un experimento... un proyecto personal; y otros, los utilizo para preparar poción analgésica. Supongo que habrá notado que algunos ingredientes de esta lista tienen efecto sedante y otros somnífero.

—Sí, sí, me di cuenta de ello. Me imagino que están destinados para las dolencias que Remus padece.

—Así es.

—Aún así, siento curiosidad por el efecto de las otras pociones que estás utilizando en tu proyecto. Espero que no te incomode que me pase uno de estos días por tu laboratorio, solo para curiosear. Tengo que decir que estoy fascinado por tu creatividad y maestría, Pansy.

—Señor Bellingham, será un gran honor para mí que visite mi laboratorio y me halaga enormemente que usted se interese en mis proyectos —le aduló Pansy —Usted solo avíseme cuando desee hacerlo, así podré recibirlo como merece, pues mi laboratorio es caótico y me gustaría antes ordenarlo un poco.

Su jefe sonrió de lado... No cabía duda de que Pansy era una maravillosa manipuladora y estaba aprendiendo bastante bien de su maestro...

—Hay tres temas más de los que quiero hablar —le dijo su jefe —Dos de los cuales tienen que ver con el equipo; y el otro es sobre la salud de Remus, que eso es algo que me tiene bastante preocupado, si te soy sincero, querida...

—Hablando del Diablo... —dijo Richard —, ahí viene él.

Remus reingresó al salón, con el rostro relajado y su típica actitud despreocupada.

—Me zumbaban los oídos —dijo Remus —Espero que no hayan estado hablando verdades sobre mí, ya que hablar mal y decir la verdad sobre mí es prácticamente lo mismo.

Edward soltó una risa genuina y esperó a que el licántropo tomara asiento para preguntarle:

—¿Cómo te sientes ahora, Remus?

—Me siento turbado, algo perturbado y... masturbado también —respondió sin más.

Pansy ocultó su rostro con una mano por lo vergonzoso de la situación, y el señor Bellingham se quedó estupefacto ante la obscena respuesta.

—Él quiso decir más turbado, señor —mintió Pansy —De que siente más turbación...

—Que bueno que no tengas problemas en decirlo, Remus —dijo el jefe, al recuperarse de la osadía de su empleado —, porque me gustaría mucho saber qué es lo que te perturba. Cuéntame, ¿Qué sucedió para que llegaras tan tarde hoy?

—Con el perdón de la dama aquí presente, he de ser honesto con usted, jefe —comenzó respondiendo Remus —. Anoche tuve uno de los mejores sueños húmedos de mi vida...

Pansy deseaba lanzarse a sí misma un Avada Kedavra para huir del bochorno que estaba viviendo ante sus jefes...

—¡Oh, bueno! —dijo Edward, ruborizándose un poco —Supongo que es normal que no quisieras despertarte tan pronto, y por esa razón terminaras llegando tarde. Aprecio mucho tu honestidad, muchacho.

—Gracias —respondió el sinvergüenza —Con respecto a lo que me perturba, quiero que sepa que mi molestia tiene nombre y apellido, y es: Draco Malfoy. No es una cuestión personal contra él, señor, porque de hecho, Malfoy se mete con nosotros cuatro de manera permanente y en especial con Pansy.

—¡Qué curioso!, ese es uno de los temas a tratar, y ya que tú mismo lo has sacado, hablemos sobre eso entonces: estoy al tanto de que el señorito Malfoy se entromete demasiado en los asuntos de ustedes, que los provoca y les juega bromitas pesadas. Todos los días lo recibo en mi oficina y siempre me trae alguna queja sobre ustedes, no pasa un día en que no se queje de los cuatro, y que no me sugiera que los despida. También me dice que son ustedes los que inician las peleas y que no le dejan hacer bien su trabajo, ¿es eso cierto?

—¡Por supuesto que no! —chilló Pansy, indignándose con Draco —Señor Bellingham, nuestro trabajo nos insume mucho de nuestro tiempo y energía ¿de verdad cree que tenemos tiempo para desperdiciar? Es él, quien está más pendiente de lo que hacemos nosotros, que de su propio trabajo. Siempre está ocultándose por los rincones de la fábrica para escuchar nuestras conversaciones.

—Y cuando se mofa de nosotros —acotó Remus —, se mete también con nuestras familias. Hoy por ejemplo, habló en malos términos de la familia de mi querida Pansy y la calumnió enfrente mío.

—Draco tiene estudiado el Estatuto de Trabajo, señor —explicó Pansy —. Sabe que el Ministerio dictaminó que los empresarios están en todo su derecho de contratar licántropos, si así lo desean, pero que si un licántropo llegase a atacar a algún colega, este debe ser despedido de inmediato por los peligros que eso representa. Así que muchas veces provoca a Remus para que reaccione y así usted tenga motivos para despedirlo.

—Ya veo... —dijo Edward en tono pensativo, mientras soltaba el humo de su cigarrillo —Los está incordiando...

—SÍ —respondieron al mismo tiempo Remus y Pansy.

—En ese caso... Richard, ocúpate de recordarle al señorito Malfoy cual es su lugar en la fábrica —dijo el jefe, mostrando por primera vez un rasgo de agresividad —No puedo darme el lujo de perderte como empleado Remus y no podré protegerte si cometes esa negligencia.

—Lo sé —replicó el licántropo.

—Tengo que advertirles a ambos sobre algo, y esto también va para sus otros dos compañeros: el señorito Malfoy no es ningún estúpido, él ya ha notado que tengo debilidad por ustedes cuatro, por supuesto él no tiene idea del porqué. Pero mucho me temo que se ha puesto en la tarea de averiguarlo y eso, está de más que se los diga, representa problemas para nosotros. Draco considera que no merecen más que él y está sumamente envidioso de ustedes, y en cierta manera lo veo algo despechado respecto de ti, Pansy...

—Él tuvo su oportunidad y no la supo aprovechar —dijo Remus, como si le hubiesen preguntado.

—Nadie te lo preguntó —le dijo Pansy, ruborizada. —Señor Bellingham, creo que quedaré como la peor de las colegas por sugerir esto pero, ¿por qué no lo despide? si él es un potencial problema para usted y nuestro equipo...

—No puedo despedirlo, querida —le respondió su jefe —Hay una persona que trabaja en el Ministerio a la que le debo algunos favores, y por esa razón no me quedó más remedio que contratarlo, a través del Programa de Reformación e Indulto para ex mortífagos que el Wizengamot puso en vigencia. Pero lo que sí puedo hacer, es pedirles a ustedes que sean discretos, no hablen de trabajo fuera de sus oficinas y no respondan a sus provocaciones.

—¿Y si él trata de infiltrarse en nuestro territorio para investigar lo que hacemos? —preguntó inquieto Remus.

—De eso me encargaré yo... —respondió Richard con voz seria. —Malfoy no podrá hacer pasar ni su flequillo por el piso veintidós. Por eso pueden estar tranquilos.

—Volviendo al tema de tu salud, Remus —recordó Edward —¿El doctor Ponds ya te hizo entrega de los resultados de tus exámenes?

—No aún —respondió él —La crema antiarrugas me dijo que me pasara por su consultorio el lunes por la tarde, y que para entonces ya tendrá los resultados listos.

Edward asintió y luego dijo:

—Bien. Entonces tratemos el último y más serio de los puntos...

Remus y Pansy se pusieron sus mascaras de serenidad y despreocupación, y atendieron:

—Quiero que hablemos sobre la señora Weasley...

—¿Sobre Molly?

—No, Remus. Sobre Hermione Weasley...


Nota de Autora:

Muchas gracias por leer y perdón si el capítulo te pareció algo corto.

Quiero agradecer especialmente a Jess Ro por sus reviews y su apoyo, y también a Tragic Perséfone. Sé que a ustedes les gusta mucho esta historia y les agradezco por todo el amor y aliento que le envían. Gracias a las dos.

Con respecto a este capítulo me gustaría resaltar que aquí mostré mucho como es la relación entre Pansy y Remus. El personaje de Pansy es como aquellas personas que si sabes cómo ganarte su respeto y confianza, siempre jugarán de tu lado. Ella es un personaje importante en esta historia, y es muy leal a Remus, además de que lo quiere como a un padre. Más adelante en la historia se sabrá el porqué ella lo quiere tanto, pero sí insinué los motivos en este capítulo. Además de que mostré que nuestro grupito de falsificadores tienen dos jefes a los que deben rendirles cuentas.

Como adelanto del próximo capítulo, contaré que habrá un nuevo encuentro en sueños entre Remus y Hermione y además los falsificadores tendrán mucho trabajo por hacer...

Muchas gracias por leer.