Cuando abrió los ojos y se topó con la negrura de siempre, de inmediato se anticipó a lo que venía: ella se desvanecería, dejándole solo un vestigio de placer y tibieza. No quería olvidarla, pero de todos modos ocurrió la fase de Eliminación de Pruebas. Remus entendía que así debía ser, pero aunque lo entendía le costaba manejarlo. Se sentó en la cama y tocó sus hombros por debajo de la camisa arrugada que llevaba. La Leona le había dejado las marcas de sus garras. Sonrió dichoso al sentirlas: su hembra era fogosa y era todo lo que él quería en una compañera, eso su lobo se lo había dicho demasiadas veces. Incluso mucho antes de que se casara.
Remus se extrañó al escuchar risas, éstas se escuchaban desde la planta baja de su residencia privada. Frunciendo el ceño, se calzó los zapatos y a tientas salió de la habitación. Bajó por las escaleras, sujetándose del barandal y se guió por su oído: las risas provenían de la cocina. Cuando ingresó allí, una voz le dio la bienvenida...
—Buenas tardes, bello durmiente —se burló Pansy, haciendo reír a los demás.
—¡Que noche! ¿Eh, Remus? —se burló Millicent.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó extraviado.
—Nos pediste que viniéramos a las ocho de la mañana, ¿recuerdas? —respondió Phill y luego le dio un mordisco a su sándwich.
—Y eso hicimos —ratificó Pansy —Por supuesto cuando llegamos; tú roncabas.
Remus se quedó de pie bajo el umbral de la puerta, callado y pensativo, después de unos segundos reaccionó y preguntó:
—¿Qué hora es?
La cara de dormido que traía y la manera despistada en que lo había preguntado, provocó las risas de su equipo.
—Las dos de la tarde —respondió Pansy.
—¿Te vas a sentar a comer con nosotros? O prefieres estar ahí de penitencia —preguntó Millicent, luego se puso de pie y tomándolo del brazo lo guió hasta la mesa de la cocina.
Él se sentó a la mesa, mientras los escuchaba reírse de manera burlona.
—Pansy te preparó un sustancioso y nutritivo almuerzo-desayuno —dijo Phill.
—Sí, te serviré ahora mismo —asintió la morena —Tienes que recuperar fuerzas después de tus actividades nocturnas.
—Yo creo que Hermione lo agota más que sus transformaciones mensuales —opinó Millicent.
Como escasas veces le sucedía desde que se había convertido en un adulto, Remus se sonrojó. No estaba preparado para esas bromas, y sobre todo cuando apenas se había levantado de la cama. Para él, el día recién comenzaba y no estaba totalmente despabilado.
—Aquí tienes, espero que te guste... —dijo Pansy, mientras le servía un plato de huevos poché con ensalada, tostadas, un vaso de zumo y un tazón de sopa —No hagas berrinche y come todo.
—Gracias, hija —respondió él y le dio a Pansy unas palmaditas cariñosas en el brazo —¿Cómo está Seth?
—Él está bien, te envía saludos. Hoy se fue a la costa del pueblo para pescar con sus amigos —respondió la morena, mientras tomaba asiento frente a él —Le dije que volvería a casa por la noche, y que más le vale haber pescado algo; si no, ¿qué cenaremos? Para la hora en que regresaré a casa, todo estará cerrado.
—Bien ahí, Pansy, teniendo a tu hijo como proveedor de la mesa —la felicitó Phill, haciendo reír a Bulstrode.
—Pues mi hijo dice que es el hombre de la casa; así que si él quiere serlo, que lo sea. Yo no me interpondré en su objetivo —se defendió la morena —Además el malcriado no quiere hacer las compras, solo porque no soporta el amontonamiento ni el gentío, en eso es igual a su papá. De tal palo...
Los demás rieron, todos conocían al hijo de la morena. Era el calco de su padre, a excepción de la nariz respingada y altiva que había heredado de su mamá.
Los falsificadores almorzaban, mientras platicaban y se lanzaban bromas e ironías; se permitían eso entre ellos por la confianza y familiaridad que habían construido a lo largo de los años. En un simple movimiento de varita, Pansy puso la cafetera al fuego, pronto tendrían que retomar sus labores y se acercaba el momento de realizar la "Confección Final", expresión que los cuatro utilizaban para referirse al ensamblaje que Remus hacía entre los materiales que ellos fabricaban, y su mano de obra como "Artista del Plagio".
—¿Qué noticias tienen para mí? —preguntó Remus, más despierto.
—Hay malas y buenas noticias —respondió Pansy —La buena noticia, es que las chicas que consiguió Mills son muy atractivas y muy buenas acaparando la atención de un hombre; La mala... y trataré de decir esto con eufemismo, si es que puedo: La mala noticia es que al Rey no se le pone la varita en condiciones para hacer su magia.
Remus levantó ambas cejas, pero no dijo nada ni siquiera se rio, como Phill y Bulstrode lo hacían en ese preciso momento.
—Muy distinto a ti, Lupin —agregó Pansy —Ya que tú vives con la varita siempre dispuesta a hechizar Leonas...
—Necesito que lo distraigan, que impidan que regrese a su residencia, o la Leona acabará con él... —dijo con aflicción —Y todo nuestro trabajo se irá al traste. Yo no contaba con esto, pero tiene sentido: el tipo está estresado, sabe que se le viene la noche, seguramente está ingiriendo más Felix Felicis de la cuenta, bebiendo alcohol como cosaco y todo eso le está provocando su disfunción eréctil.
Los tres lo miraron asombrados; ya que Remus hablaba con mucha seriedad (como escasas veces ocurría) y cuando el licántropo ponía toda su sagacidad en marcha, no había quien lo pare...
—No te preocupes —dijo Pansy —Les envié a las dos distracciones un estimulante, y ellas se lo suministrarán en el whiskey.
—Sí, eso está bien... —asintió Remus —Pero un afrodisíaco no sirve de mucho si él está bebiendo alcohol, el efecto no durará lo suficiente porque eliminará el principio activo cuando vaya a mear.
La morena se golpeó la frente con la palma de la mano y dijo:
—Tienes razón, que tonta soy —se castigaba —Debí tener en cuenta ese detalle.
—Tranquila, hija, son cositas que se aprenden —la consoló Remus —. Además hiciste un buen movimiento con lo del estimulante. Mills, comunícate con las chicas, y diles que no le dejen beber, lo necesitamos sobrio para que dure el efecto Erecto...
—A la orden, mi capitán —respondió ella con solemnidad y salió de la cocina para cumplir su tarea.
—Phill, ¿cómo van esas plumas?
El anteojudo Feathers le respondió con la boca llena de comida:
—Dos de ellas ya están listas...
—Ah, que bien —se relajó Remus.
—De hecho, ahora mismo voy a finiquitar el armado de la pluma que falta; ya no me queda mucho... —agregó Phill, levantándose de la silla para continuar con lo suyo.
Pansy le sirvió una taza de café antes de que se marchara de la cocina. Y con su taza humeante en mano, Phill le dijo a Remus:
—Te dejaré las plumas terminadas en tu estudio.
—Gracias, Phill —respondió Remus.
Maestro y discípula se quedaron solos en la cocina, en un silencio sereno. Pansy le sirvió a Remus una taza de café y otra para ella.
—Estuve estudiando los efectos secundarios de la poción Hipnagógica, y quería que hablemos sobre eso... —decía, mientras tomaba asiento al lado de él.
Remus puso cara de desagrado, pues presentía que no era algo bueno lo que le informaría Pansy...
—Estudié con más detenimiento los constituyentes de la poción, y necesito que sepas mi conclusión sobre ese estudio: la Hipnagogia provoca hipersensibilidad (tanto a nivel físico, como a nivel emocional). Por eso has estado así, por eso te echaste a llorar ayer sobre tu escritorio, y a ella le está pasando exactamente igual. No es casualidad que ambos se estén comportando de manera irracional, que sufran nostalgia, accesos de llanto y hasta melancolía. Y esto tiene una explicación, al realizar el encuentro amoroso y luego despertarse, ambos toman conciencia sobre la abrupta ruptura de la vinculación que hubo entre sus almas, y sufren esa separación, por la necesidad de estar juntos después del encuentro amoroso.
—¿Y eso cómo se resuelve? —preguntó Remus, luego de dar un sorbo a su café.
—Pues tienes dos opciones: O se encuentran en la vida real, para proveerse mutuamente de esos mimos que los amantes se otorgan después del acto amoroso... O suspenden la ingesta y se someten a un proceso de desintoxicación. Porque esta poción deja residuos.
—Yo no quiero desintoxicarme —replicó de manera caprichosa —Amo esos "residuos" que ella me deja en la piel...
—Pero no puedes estar así, tan sensible y nostalgioso, eso no te hará ningún bien, y mucho menos a ella. Recuerda que Hermione tiene muchas razones para sentir melancolía. ¡Esto les está afectando el razonamiento a los dos! —argumentó Pansy. —Escucha, la unión que se ha generado entre ustedes no se romperá, se quedará así eternamente. Por eso esta poción debería venir con una advertencia que diga: Precaución, utilícese en caso de no poder estar con el amor de su vida. Si bien esta poción estuvo pensada para los pícaros con doble vida; me parece que los formuladores, no tuvieron en cuenta que vincular almas no es algo para tomárselo a la ligera. Aunque, por otro lado, eso es precisamente lo que permite que no queden evidencias del acto (si se les aplica Legeremancia).
Millicent ingresó en la cocina, interrumpiendo la conversación:
—Ya me comuniqué con ambas, y me dijeron que les está costando retenerlo: Ron está bastante irascible e inquieto. Pero me dijeron que harán lo imposible para cautivarlo por más tiempo, ellas notificarán si él se larga del hotel en dónde están alojados.
—De acuerdo... —respondió pensativo —Gracias, Mills...
—No hay de qué —respondió, luego chasqueó su lengua y los dejó solos otra vez.
La morena resopló un poco, mientras veía el rostro triste de Remus.
—Acaba con este juego peligroso, Remus, suspende el consumo de Hipnagogia y confiésale de una vez lo que sientes por ella. Ya llevas demasiados años así...
—No hay nada que confesar, Pansy.
La morena puso cara de cansancio ¡¿hasta cuando iba a negarlo este hombre?!
—Bien, si no vas a confesárselo, al menos se honesto contigo mismo y reconoce que la amas.
Él se removió en el asiento como si le estuviesen hurgando el culo con un hierro incandescente, mientras negaba con la cabeza.
—Eres cabezota, ¿eh? —le regaño la morena.
—Le tengo hambre, eso es todo... —aseveró más para sí mismo, que para su interlocutora —Quiero devorarla entera. Y estás confundiendo apetito sexual con amor, y son dos cosas muy distintas, Pansy. Esto es esto, y aquello es aquello.
—"Sí, estoy muy confundida, ¡Tan confundida estoy!" Que necesito que me aclares esto, Remus: ¿cómo es eso de que te entregarás a las autoridades, si ella termina en Azkaban? "Seguro que todos los hombres que sienten solo apetito sexual por una mujer harían algo así, seguro"... Porque, "Qué sentido tiene la vida, si no está el objeto de deseo"... —utilizó con sarcasmo, las palabras que él le había dicho a Hermione.
—Nunca más te permitiré escuchar mis conversaciones privadas —dijo molesto, mientras se levantaba del asiento y le daba la espalda a la morena, dando la sensación de que en cualquier momento saldría huyendo...
—Como si necesitara recopilar más información de la que ya tengo... —replicó ella, mirándolo aunque él no volteaba —¿De qué tienes tanto miedo? Ella ya te dijo que te prefiere a ti antes que a tu segunda identidad, entonces ¡¿cuál es tu impedimento?!
—¿Qué puedo ofrecerle yo, Pansy? Me refiero como hombre —dijo y luego volteó —¿qué le puedo ofrecer a tan tremenda hembra? Soy un tipo mañoso, que a esta altura de mi vida tengo en mi haber una colección de estafas por las que el Wizengamot me daría la pena máxima; en pocas palabras soy un marginal, un criminal. No soy un buen tipo... Lo único que puedo darle es un enredo de hotel, una aventura, pasarla bien y nada más. Sabes que ella ha sufrido y ha perdido demasiado, para que ahora venga yo a terminar de descompaginarle la vida. No soy un buen hombre para ella. No puedo ofrecerle una vida transparente, una vida sana... ¡Ni siquiera estoy entero!... Eso no significa que no me arda hasta la última célula por ella.
—¡Ahora sí! Ahora está saltando la verdad —dijo Pansy, y se levantó de su asiento para pararse frente a él —Me parece estar percibiendo el olor podrido del veneno que cada tanto te inocula Nymphadora.
—No, ningún veneno... —dijo Remus, poniéndose inquieto.
—Sí, esas palabras venenosas te las inyecta el escorpión de tu esposa —ratificó la morena, mientras se cruzaba de brazos —Así es como ella te socaba el autoestima y sabe bien dónde golpearte para que te quede doliendo. Nymphadora hace eso para que no te atrevas a abandonarla, y al mismo tiempo te implanta el sentimiento de ser insuficiente para Hermione.
—No, Pansy, no tiene nada que ver Dora en esto. Soy yo... yo soy mi propio problema, y Hermione no merece pasar por más amarguras y no quiero ser yo el causante de eso. Ya te lo dije sin adornos, hija: no soy un buen hombre para ella.
—¿Y no te parece que es Hermione quién debería decidirlo? Además, está claro que ella sí siente algo por ti...
El licántropo se mostró cabizbajo, y expresó un pensamiento que últimamente lo asediaba:
—Eso es porque ella ignora qué es lo que hago para ganarme la vida. La Leona cree que yo sigo siendo aquel hombre bonachón que conoció en Hogwarts; y no lo soy, nunca lo fuí. Siempre he sido una bestia indómita, que mostraba modales de señorito para ser socialmente aceptado. Hermione no tiene ni idea de que no soy aquel que ella recuerda, y que estoy muy lejos de ser un hombre honrado.
La morena negó con la cabeza en silencio. No iba a permitir que el hombre que la había ayudado tantas veces, se hundiese en el negativismo: con gran seguridad, posó ambas manos en los brazos de su mentor y le dijo:
—Sí, es cierto: eres un estafador, un facineroso, bastante grosero y un depravado sexual también, pero ¡¿y qué?! No existe nadie en este mundo que sea completamente inmaculado, ¡todos tenemos al menos una manchita!
—Realmente creo que debiste haber sido abogada... —bromeó Remus.
Ella no se tomó a mal la broma. Después de todo, cuando él bromeaba era, o porque estaba de buen humor, o porque quería alivianar las cosas.
—Lupin, tú podrás ser el mismísimo Diablo o el más taimado de los hombres, pero para mí eres una buena persona; y si Hermione supiese todo lo que estás haciendo por ella en secreto, sin pedirle ni un galeón a cambio, te querría aún más de lo que ya te quiere. Porque ella te quiere, Remus; puedo notarlo.
Él se quedó en silencio unos escasos segundos, antes de decir:
—No hago esto por dinero ni por ningún tipo de recompensa, Pansy; lo hago porque... la quiero bien. Quiero que ella esté bien.
Pansy notó que los ojos muertos de su mentor retenían las lágrimas. Pero no lloró; en vez de eso, se recompuso lo más pronto que pudo y ocupó su mente en lo que debía hacer...
—Vamos a trabajar —dijo Remus —Tenemos mucho por hacer y escasísimo tiempo...
Ambos salieron de la cocina y siguieron su camino por un pasillo que conducía al estudio.
—Estaba pensando que hoy romperemos nuestra propia marca... —dijo ella, mientras caminaban —Nunca antes nos habíamos movido tan rápido para realizar un trabajo.
Ingresaron en el estudio, y allí se encontraban Bulstrode y Feathers, disponiendo todo para que Remus hiciera la "Confección Final"...
Feathers había colocado las tres plumas sobre la mesa de trabajo; cada una tenía su propio grabado en sistema Braille para que Remus las distinguiera. Y Bulstrode dispuso la caja de sellos junto a los frascos de los preparados.
—Todo está listo —anunció Millicent.
—Sí... ¿ya nos podemos marchar? —preguntó Phill, con cara de extenuado.
—Sí, ya se pueden ir —asintió Remus, mientras tomaba asiento tras su mesa de trabajo —. Mañana les pagaré las horas extra, más la mano de obra. Y este fin de semana lo tienen libre.
Millicent y Phill festejaron al oír eso, luego se despidieron y se marcharon, dejando al líder y a la segunda al mando para que terminasen el trabajito...
La mesa de trabajo del licántropo, era similar al caballete de madera de un artista plástico. Era bastante cómoda para poder "pintar y dibujar", además de eso poseía unos pequeños cajones en la parte inferior, ubicados convenientemente para que él tuviese rápido acceso a sus herramientas.
—¿Con qué empezaremos? —preguntó Pansy.
—Con lo más urgente, —respondió él —la orden de allanamiento de morada...
—Bien...
Antes de comenzar, Remus sacó de uno de los cajones dos barritas púrpura, de aspecto similar a jabones, le entregó una a Pansy y se quedó con la otra. Ambos frotaban esa especie de jabón entre las manos, hasta que se gastaron, dejándoles una fina capa incolora, que impediría que sus huellas digitales quedasen impresas en los documentos. Lo malo de estas barritas púrpura (a las que ellos llamaban "Saponitas") era que cada tanto debían renovar la capa, y eso era algo molesto: el tener que parar cada hora el trabajo, para tomar otra saponita e impermeabilizar sus huellas. Pero era eso, o terminar en Azkaban al ser descubiertos gracias a las huellas digitales...
Después del protocolar "Lavado de Manos, antes de la cirugía", comenzaron a manipular los pergaminos. Pansy veía por él y lo guiaba para utilizar con exactitud los espacios en blanco de esos "lienzos" en donde sería plasmada la obra. Además, Remus se valía de su tacto para captar todo detalle de aquella letra que no le pertenecía: pasaba los dedos de su mano derecha por encima de un documento original; mientras que con su mano izquierda iba graficando cada curva, y cada quiebre que captaba del trazo genuino. Antes de realizar cualquier replica, él siempre estudiaba en profundidad el pulso de la persona a la que le plagiaría su firma. Podía captar su personalidad en ella, el estado de ánimo que tuvo en el momento en que la realizó y si era zurdo o diestro. Llevaba tantos años haciendo ese trabajo, que ver al licántropo realizarlo, lo hacía parecer fácil.
Remus era muy habilidoso con sus manos; a pesar de que estas eran tortuosas y sus dedos eran muy chuecos, pero al momento de trabajar mostraban toda su destreza. Quién diría que un hombre con unas manos deformadas por culpa de las transformaciones, eran tan talentosas para un trabajo que requería de exactitud y sutileza. Un hombre que no podía ver otro color que no fuese el negro, y que debía visualizar en su imaginación, aquello a lo que sus ojos habían dejado de tener acceso. Era un espectáculo verlo trabajar, casi sin valerse de artificios mágicos, para plasmar lo que observaba solo a través de su tacto y complementarlo con su sagacidad.
Sí, había nacido para ser un talentoso artista del plagio, un magnífico estafador de estafadores. La primera vez que había demostrado tener esa cualidad, fué durante su adolescencia: cuando a Sirius no le permitían ir a Hogsmeade porque sus padres no le habían firmado la autorización, ese había sido el método que los Black habían elegido para castigar la rebeldía de Canuto. Sin embargo, Remus se las apañó utilizando su habilidad para dibujar, y falsificó la firma del padre de Sirius. Así fue como los cuatro amigos se salieron con la suya y pudieron ir juntos a Hogsmeade. Después de ese día, incontables veces salvó el pellejo de James, de Sirius y ni hablar del de Peter. Cuando esos tres se metían en problemas, era Remus quien interceptaba las notificaciones que se les enviaba a sus padres y las firmaba, evitando que ellos se enterasen de las fechorías que sus hijos hacían en el colegio. Tiempo después, se le ocurrió diseñar el mapa del Merodeador para burlar con más eficacia la vigilancia de los pasillos. Y por supuesto, contó con el apoyo de sus tres amigos. Remus fue el cerebro, el que se ocupó de plasmar hasta el más insignificante de los detalles, y los demás le colaboraron en todo lo que él les indicaba...
«Lunático tiene cara de santurrón, ¡pero es peor que nosotros tres!» había dicho James Potter en aquel tiempo, donde las picardías del licántropo eran pequeñas y no llegaban a la magnitud de las de hoy en día...
Quién lo diría, ¿no?...
Pansy y Remus se gastaron la tarde haciendo su trabajo en tiempo récord. Eran poco más de las ocho de la noche y la morena se encontraba dando las últimas pinceladas a la obra: ella recubría los documentos con un preparado que eliminaba las impurezas (rastros de magia). Ya solo restaba dejar que los pergaminos se impregnaran con el preparado que se les aplicaba con un pincel hecho de cerdas de Thestral; y por último, lacrar los documentos con las réplicas de los sellos del Ministerio.
Remus había decidido levantarse de su asiento para estirar las piernas y descontracturar sus hombros.
—¿Quieres que te prepare un té, Pansy? —preguntó con cortesía.
—Por favor... —respondió ella, sin quitar la vista de lo suyo.
Remus la dejó terminar lo que él había empezado y se fue a la cocina. Con un simple hechizo, hirvió un poco de agua para preparar el té y recordó que tenía galletas dulces guardadas en el frasco que estaba sobre el refrigerador. Mientras disponía todo en una pequeña bandeja para llevarla al estudio, la añoranza lo golpeó cruelmente...
La extrañaba, quería al menos escucharla. Le costaba demasiado renunciar a Hermione, a tal punto, que en su interior algo le gritaba que aceptara que esa ya era una batalla perdida. Nunca podría olvidarla, no tenía sentido engañarse a uno mismo (en eso debía darle toda la razón a Pansy), entonces hizo algo incensato, algo irracional: la llamó, pero no con el teléfono intervenido de la oficina; sino con un teléfono puramente muggle que tenía conectado en su residencia privada. Se había aprendido de memoria el número de ella y lo marcó...
Y así como los falsificadores habían estado muy ocupados en realizar sus jugadas; la Leona también lo había estado en sus propios planes: ella no había renunciado a la venganza...
Se había pasado la tarde entera inmiscuyéndose en cada recuerdo que Ron les había arrebatado a sus víctimas. Se podría decir que Hermione, prácticamente no había despegado la cabeza del pensadero, ese que estaba guardado en la habitación que almacenaba los pútridos secretos del Rey. Ella no había desperdiciado su tarde hundiéndose en la nostalgia que la embargaba de a momentos. Concentrada en realizar sus jugadas lo más pronto posible (antes de que Ron regresara), se sobresaltó mucho cuando el estallido del timbre del teléfono rompió con violencia el silencio de casa...
Su corazón comenzó a latir como si estuviese sufriendo una arritmia. Estaba segura de que era él; pero también dudaba de ello... ese Diablo le había prometido que no volvería a molestarla, ni a entrometerse en sus planes. Hermione salió de la habitación prohibida y corrió hacia la cocina para tomar la llamada. Su corazón latía de emoción: si era él, entonces esa sería la primera vez en su vida que no le molestaría que alguien le rompiera una promesa.
Agitada por la carrera y los nervios, ingresó en su pequeño estudio y tomó el teléfono, antes de responder, tomó una inspiración profunda para aplacarse, y así él no notaría su agitación:
—Prometiste que no volverías a rondarme.
—¿Cómo puedes confiar en las palabras de un mentiroso? —preguntó él, haciéndola reír.
El solo escucharla sonreír era suficiente para endulzar su amarga vida, él no tenía palabras para describir lo mucho que deseaba tenerla a su lado, robarle aunque sea un casto beso de sus labios o una leve caricia... Pero era seguro que no se podría conformar con solo eso, y por como era el licántropo, luego le pediría más y más.
—Hechicera, ¿qué embrujo me hiciste para tenerme así? —dijo Remus con voz rasposa —¿qué me diste para tenerme tan rendido?
Hermione tembló al escucharlo, no por las palabras dichas; sino por el tono con que él las expresaba, era tan profundo y desesperado a la vez. Esa voz... la reconocía, ¡sabía a quién pertenecía! Pero se negaba a creerlo...
No, no puede ser él, pensaba preocupada.
Pero una parte de ella se sentía excitada por reconocerlo en esa voz. Su corazón volvió a acelerarse; las respiraciones profundas y el autocontrol ya no le servían de nada. Había caído en una vorágine de emociones, de excitación y sentimientos encontrados.
—Tú y yo... nos conocimos en el Expreso de Hogwarts —dijo Hermione, con la mayor certeza del mundo.
—Mmh —asintió él con calma.
Hubo un silencio suave entre los dos, ese silencio que siempre se formaba para presagiar la pasión que ellos derrocharían...
—¿Por qué?... —preguntó angustiada —¿Por qué lo haces?
—Porque es mi trabajo, porque es para lo que sirvo... —respondió sin fingir su voz. Para que a ella no le quedasen dudas de quién se trataba...
—No debiste llamarme... —dijo ella —No debiste dejarte en evidencia. ¡Insensato! Eres un insensato.
—No pude evitarlo —respondió Remus —No puedo arrancarte de mí. Eres mi perdición, mi obsesión... No vivo sin ti, Leona...
Hermione tragó saliva inútilmente, porque su boca se había secado de golpe, y su piel se había erizado como si un aire gélido la hubiese recorrido. Era él...
—No quiero creerlo, no puedo —dijo preocupada por Remus —No quiero que te atrapen.
—Y yo no quiero que termines tus días pudriéndote en un calabozo. Creo que ahora ya empezamos a entendernos mejor.
Hermione miraba hacia todos lados, como buscando respuestas en algún punto de la habitación. Nerviosa, hizo el intento de acomodar sus rizos que rebeldemente se escapaban de las horquillas, pero sus manos estaban temblorosas, al igual que sus piernas. Entonces, se sentó, sintiéndose aplastada por la revelación que él mismo le había entregado en bandeja de plata.
—¿Qué haré? ¿Ahora qué haré? —preguntaba angustiada.
—Nada. Tú no tienes que hacer nada, yo me ocuparé de despejar el camino para ti —respondió Remus, restando importancia a la situación.
—¡No!
—¿No? —preguntó él, un poco molesto.
—¡Esto no es asunto tuyo! —rugió ella —¡Y me prometiste que no ibas interferir en mis decisiones! ¡Son mis decisiones, no tuyas!
—Te mentí, lo confieso... Pero ¿de verdad creíste que iba dejarte cometer suicidio? Porque lo que estás planeando hacer es eso, suicidarte.
—No lo hagas, no interfieras. Yo me cobraré todas las que él me hizo... ¡y ni tú ni nadie me lo va a impedir! Voy a ir a fondo, le clavaré la lanceta a Ron hasta el hueso. Para mí en esto no hay vuelta atrás... Para mí ya no hay remedio.
Remus suspiró devastado por esas palabras, y le pareció irónico:
—Leona, no sé si alguna vez te lo dije, pero, me encanta tu carácter. Lo irónico es que ahora ese mismo carácter no te está jugando a favor.
—A nadie le gusta mi carácter —soltó apesadumbrada —Ni siquiera a mi padre le gustaba...
—Entonces soy un Don nadie; porque a mí me encanta ese ardor que tienes.
—Quiero vengarme... solo puedo pensar eso, solo eso quiero y no podré hacerlo si ahora sé tu identidad. Cuando me interroguen, me suministrarán Veritaserum o me someterán a Legeremancia. De cualquier modo se infiltrarán en mis recuerdos y lo sabrán. ¡Sabrán quién eres! No voy a arrastrarte conmigo a Azkaban; así que, ¿querías que nos encontremos? Encontrémonos, y de ser posible cuanto antes. Porque borrarás todo recuerdo que te comprometa...
—¿Qué me estás pidiendo? —preguntó él, empezando a enojarse.
—Un Obliviate, eso te estoy pidiendo —respondió decidida.
—Sí, definitivamente nos ha sentado mal la Hipnagogia —soltó Remus con sarcasmo y dolor (aunque esto último lo ocultaba)
—Borra nuestras conversaciones telefónicas, borra el seguimiento que le estaba haciendo a tu identidad oculta, borra esta conversación, elimina todo eso de mi mente. Deshazte de toda prueba de nuestro vínculo. Porque no voy a dar marcha atrás, Ron me lo quitó todo, y ya es hora de que él y yo saldemos nuestras cuentas. No quiero que caigas por mi causa.
—Si lo que quieres es vengarte, ¡adelante! Hazlo. Pero no cuentes conmigo para Obliviarte; eso tendrás que hacerlo tú solita, o pedírselo a alguien que lo realice por ti (aunque si lo que tanto te preocupa es proteger mi identidad, esa no es buena opción). Puedes estar segura que no moveré mi culo cincuentón del cómodo sillón en el que estoy: no iré a por ti para Obliviarte. Y mira que fui yo, el que insistió tantas veces para que nos encontrásemos en persona, y ahora no puedo creer que vaya a decirte esto, pero... ni mamado. Ni mamado iré a buscarte, ¿me has escuchado? No insistas con esto.
Hermione no daba crédito a lo que escuchaba... Ella se encolerizó, porque él se negaba a salirse de su mira. La cosa era con Ron; ¡no con él! Él no tenía porqué caer en el fogonazo que ella abriría.
—¡¿Es que no te importa caer?! ¿Acaso no te importa tu propia vida? —preguntó furiosa —¡¿No te importa tu familia?! ¿qué hay de tu hijo?
—Hermione, yo me tomaría muy en serio esos planteamientos que me haces, si viniesen de una persona sensata...
—¿Me estás llamando insensata? —se ofendió ella.
—A buen entendedor... —ironizó aún más Remus
—¡Tú eres mucho más insensato que yo! —rugió la Leona —Me diste tu identidad como si me dieses tu código postal, ¡¿Y así me llamas insensata?! ¿A mí?
—¡Sí, te llamo insensata! Porque lo eres, ¿o es que acaso soy el único aquí que tiene mucho que perder? ¿Estás segura de que tú no tienes nada qué perder? Por si acaso, las palabras madre y libertad, ¿te suenan de algo?... Claro que no, porque morir por un frío beso en un acogedor calabozo es más tentador, ¿a que sí, Mione? —dijo en tono burlón.
—Eres insoportable —respondió ella, apretando un puño por la frustración. Ya se había dado cuenta de que él tampoco daría su brazo a torcer.
—Ahora ya sabes porqué me sienta de maravilla mi seudónimo. Así que, así están puestas las cosas, Mione: Si tú caes, también caeré. Porque así como tienes derecho a tomar tus decisiones; yo también las mías...
Hermione se levantó de la silla, y comenzó a caminar de un lado a otro, aún sosteniendo con una mano el teléfono, mientras se mordía con nerviosismo el labio inferior.
—Si tú no vienes a mí, entonces yo iré a buscarte —dijo con la decisión que la caracterizaba.
—Como gustes —respondió Remus con gran diversión —. Te estaré esperando, acostado en mi cama por supuesto... Ah, y por Nymphadora no te preocupes, cariño. Le daré estrictas instrucciones a mi esposa de que en cuanto llegues, te haga pasar directo a mi dormitorio; ella será comprensiva, no te preocupes por ese detallecito...
La castaña se sonrojó furiosamente. Trató de aplacar la rojez de su rostro, apoyando su mano fría en una mejilla. Se sentía una estúpida diplomada: ¿cómo pudo haber olvidado a su esposa?... Luego sintió culpa, y aunque no iba admitirlo, también sintió celos. Unos devoradores celos que tenían la fuerza de un conjuro aturdidor, ya que por ese instante, la atención de Hermione se vio desviada de sus planes.
—Si lo hubiese sabido... Si lo hubiese sabido, no me habría encontrado contigo en sueños... —mintió ella, empujada por los celos.
—Ya es tarde para lamentaciones, mi vida —replicó él con picardía —Además, cuando nos encontramos en el mundo onírico, tú sabías perfectamente que era yo, y tengo la seguridad de que no te importó un crisopo mi status de casado en esos momentos. Lo sé, porque me dejaste el rastro de tus besos, la tibieza de tu cuerpo y las marcas de tus afiladas garras en mi espalda, Leona. Hiciste el amor conmigo, aún sabiendo que soy casado...
—¡Mientes! —soltó ella, como un mecanismo de defensa primitivo —No, no hice eso... Tal vez... solo fueron caricias y nada más. Yo sé que no fui más allá de lo permitido.
—Entre tú y yo todo está permitido, y lo sabes. Sé que tu cuerpo te recuerda lo que hicimos en esos sueños, sé que te sucede lo mismo que a mí, por mucho que intentes negarlo.
¿Y cómo refutar eso? Pensó ella. Porque era cierto: Esa mañana, al despertar, deseó profundamente estar al lado de él, acurrucados en la cama en un día tan frío como ese y solamente poder amarse. Pero cuando intentó rememorar el rostro de ese amante al que tanto deseaba, ya no pudo recordarlo... Se había ido otra vez de su memoria mental; pero no de su alma y mucho menos de su cuerpo. Allí él le había dejado más de un tibio recuerdo, le había dejado el remanente de sus caricias y marcas de pasión en la piel de su cuello...Inconscientemente, acarició esa marca. Como si al hacerlo, pudiesen regresar las imágenes perdidas.
—Si no es ahora, será mañana: te buscaré, y ejecutarás el Obliviate que te estoy pidiendo. No voy a conservar tu identidad de falsificador en mi memoria, no te arrastraré conmigo al matadero —dijo Hermione
—No cuentes con ello —contradijo Remus —No voy a obliviarte. ¿No querías descubrir mi verdadera identidad? ¿No dijiste que tenías mucha curiosidad por saber quién soy? Bueno, ahí lo tienes. Carga con eso ahora, asume el peso de tu deseo cumplido. No recuerdo quién fue el que me dijo esto: «Lo peor de un deseo, es que se te cumpla». Sabias palabras, ¿no crees?...
—Te veré mañana —respondió ella, molesta por la picardía que él mostraba en una situación tan delicada como la que estaban atravesando.
—Te estaré esperando. Pero he de advertirte algo antes: para cuando nos encontremos, yo ya habré concretado mis travesuras...
—¿A qué te refieres? —preguntó ella.
—Hasta mañana, dulzura de mi vida... —fue lo último que él dijo y colgó.
Dejando a la castaña con su pregunta suspendida en el aire...
Lunes, 11 de febrero de 2008
Miraba el techo sin poder dormirse... Lo último que le había dicho Remus la tenía en vilo...
Se sentó en la cama y miró el reloj despertador: eran casi las tres de la mañana. Soltó un suspiro de ansiedad y pensó que era mejor hacer algo, y no quedarse esperando el amanecer para ir a buscarlo a su lugar de trabajo. Porque, ya que no era tan caradura como para presentarse en la casa donde convivía con su esposa, entonces, lo buscaría en la fábrica Bells and Hams. Lugar que le daba la certeza de encontrarlo, sin tener que ver a la cara a Nymphadora.
Hermione quiso levantarse y se dio cuenta de que Crookshanks estaba muy bien acomodado sobre las mantas, dormido como un tronco al lado de sus pies. Lo dejó dormir y salió de la cama sin hacer el más mínimo ruido. Bajó por las monumentales escaleras de la mansión, y se escabulló por el pasillo que conducía hacia la habitación que guardaba los secretos de Ron.
Su esposo aún no regresaba de dónde sea que estuviese, y Hermione sabía que no podía darse el lujo de desperdiciar ese tiempo crucial que Ron le estaba dando...
Entró en la habitación y de inmediato se puso a seleccionar los recuerdos que incriminaban al "Rey". Utilizando un hechizo duplicador, se puso en el arduo trabajo de crear copias exactas de cada frasco. Le llevó bastante tiempo y concentración hacerlo...
Las seis y media de la mañana la sorprendieron con una expresión de desvelo en su rostro, y con la ansiedad de finalizar la tarea de duplicar información.
Cuando al fin pudo terminar, ordenó la habitación de manera que pareciera que ni un alma se había paseado por allí. Reemplazó los recuerdos originales, con los duplicados que había hecho. Y aunque un elemento duplicado mediante magia perdía su calidad con el paso de los días, esas copias le ayudarían para ganar más tiempo...
Usó un hechizo para poner a desfilar los frascos originales hacia su estudio, y se encaramó hacia allí, con la hilera de recuerdos incriminatorios siguiéndola.
Al pasar por la cocina, puso la cafetera al fuego en un rápido movimiento de varita y sin detenerse, siguió su camino hasta ingresar en su "oficina".
Los frascos levitaron hasta acomodarse de manera prolija sobre el escritorio, mientras ella abría el último cajón del mismo, para luego sacar el estuche que contenía las pociones Hipnagógicas.
—Esto servirá —dijo ella, mientras retiraba las pociones de los receptáculos.
Luego introdujo cada frasco con los recuerdos de las víctimas en los receptáculos del estuche. Se tomó el trabajo de ubicarlos a cada uno con sumo cuidado, y les aplicó un hechizo de resguardo para que el contenido no sufriera daños durante el viaje que harían. Empacó todo y luego, con un sentimiento de nostalgia de por medio, se deshizo de las pociones Hipnagógicas...
Hermione tenía bien claro a quién le confiaría ese estuche con recuerdos incriminatorios...
La puerta principal de la casa fue azotada con violencia. Y ella involuntariamente se sobresaltó... Actuó con rapidez, y nuevamente escondió el estuche en el último cajón. Luego, a toda prisa salió del estudio, mientras maldecía en su interior, lo único que le faltaba por hacer era enviar la jodida encomienda... Y Ron no podía ser más inoportuno.
—¿Qué haces ahí parada? —le preguntó su esposo, levantando la barbilla de manera altiva y amenazante.
Ella pasó sus manos por la arrugada tela de su vestido camisero, secándose con él el sudor. Fingiendo una actitud sumisa, Hermione respondió:
—Te esperaba, pensé que querrías desayunar en cuanto llegaras.
Ron se quedó en un silencio letal por unos escasos segundos. Mirándola con desconfianza, pero respondió un escueto:
—Sí.
—Bien... —asintió ella, volteó hacia la encimera y buscó lo necesario para empezar a preparar el desayuno.
Ron se sentó a la mesa, acompañado del diario del día. De vez en cuando le echaba una mirada a su esposa: ella le daba la espalda, mientras cocinaba. No sabía qué era, pero Ron percibía algo diferente en ella...
—¿Dormiste, o te desvelaste esperándome? —preguntó altanero.
—No pude dormir —respondió, mientras freía la comida —Mis sensibles nervios no me permitieron descansar... tú ya me conoces...
A Ron no le gustó el tono con que ella habló. Era un tono ligeramente burlón y hasta un poco desafiante. Ya le daría a su esposa un recordatorio de quién era quién en esa mansión...
Cuando tuvo todo listo, Hermione tomó el plato y la taza de café, y fue a servirlo sobre la mesa. Y mientras se acercaba a Ron, de reojo vio que había tenido un enorme descuido: su varita. La había dejado sobre el escritorio del estudio. La olvidó allí, por culpa del sobresalto que tuvo cuando lo escuchó llegar.
—¡Eh! Mira por donde vas —dijo él, al ver que su esposa casi le estrellaba el plato en la cabeza.
—Lo siento... lo siento —repitió nerviosa, y depositó el desayuno sobre la mesa. —Estoy algo soñolienta.
—¿Si? Pues vete a estar soñolienta a tu dormitorio; no cuando tengas que servirme.
—Tienes razón, no volverá a pasar.
Ron lanzó furioso los cubiertos sobre el plato, y con un tono que no presagiaba nada bueno, dijo:
—¡¿Qué carajos te pasa hoy?! ¿Eh?... ¿Estás extrañado las palizas que te doy? ¿Es eso?
Instintivamente Hermione retrocedió, y bajó la cabeza.
—Yo no... no quise molestarte —se defendió, mientras con disimulo se preparaba para correr.
Él se levantó del asiento y con un dedo amenazador apuntándole el rostro, le dijo:
—Tengo la fuerte sensación de que te estás haciendo la listilla conmigo, y si sigues en esa actitud, te recordaré a golpes, quién manda aquí; y quién se subordina.
Ella mantuvo la cabeza agachada, y en ningún momento lo miró a los ojos. Eso sería provocarlo y ella quería recuperar su varita antes de hacerlo rabiar.
Ron volvió a tomar asiento y continuó desayunando con sus habituales modales de jabalí.
Lentamente, Hermione se dirigía hacia su estudio, pero él la detuvo diciéndole:
—¡Adónde vas!
—Iba a traerte el registro de compras...
—Ven a sentarte a la mesa —ordenó Ron —Porque me vas a escuchar.
Hermione miró a su varita con dolor... ella que se exhibía tentadora sobre el escritorio, llamándola en silencio...
—¡He dicho que vengas a sentarte! —Gritó Ron, al tiempo que pegaba un golpe sobre la mesa, para llamarle la atención.
—Enseguida lo haré, pero primero te traeré el registro... —se excusó ella en tono amable, y quiso entrar en su oficina, pero se lo impidieron.
—¡Carpe Retractum! —gritó Ron, con su varita señalando al objetivo.
Una gruesa cuerda estalló como un látigo contra la espalda de Hermione, arrancándole un grito agudo de dolor. La cuerda se ajustó alrededor del cuerpo de su víctima, impidiéndole toda posibilidad de movimiento. Ron jaló de la cuerda para atraerla, como si ella fuese un animal de rodeo, y la sentó en la silla que estaba frente a él. Sin misericordia, le dio una brutal bofetada que la hizo soltar un par de lágrimas, provocándole que su carnoso labio inferior se cortara contra los dientes. Después de hacerlo, Ron volvió a sentarse y continuó desayunando como si nada.
Hermione había quedado con sus cabellos desaliñados, y saboreando la sangre de su labio... Que negligente había sido... Había estado tan cerca.
—Me obligas a tomar medidas drásticas —dijo Ron con la boca llena —Pero contigo eso siempre fue necesario para mantenerte quieta. He estado tanto tiempo fuera de casa, buscando al podrido falsificador ese y no te presté las "atenciones" que mereces...
Ron le echó una mirada que la hizo temblar de asco y miedo.
—No sé qué estuviste haciendo en mi ausencia, pero te ves bien... No sé, es como si irradiaras el encanto de una veela... Tienes algo que me cuesta describirlo. Pero no creas que no lo noto.
Ella seguía con la cabeza agachada y sus cabellos enmarañados cubriéndole el rostro.
—¿Estás llorando? —le preguntó de mala manera —Si te largas a llorar ahora, te daré una bofetada para consolarte.
Volvió a mirarla: continuaba en su postura sumisa. Esa actitud consiguió que Ron la liberase de la cuerda.
—Creo que ya aprendiste tu lección; pero haremos un repaso, si vuelves a desobedecerme.
Hermione levantó la cabeza ligeramente y le lanzó una mirada encendida de odio, pero volvió a bajar la cabeza cuando Ron se dirigió a ella, diciendo:
—Aunque no lo creas, estoy de buen humor. Te diré porqué: Ya sé cómo encontrar al Diablo... Anoche estuve con dos locas que estaban más buenas que la leche materna, ¿y adivina qué? Una de ellas me dio la clave para dar con él: Necesidad.
Ella no pudo evitar levantar la vista, y mostrar un rostro de genuina angustia...
—¿Por qué esa cara, Herms? —se burló Ron —Ah, porque pensabas que no lo conseguiría solo, ¿verdad? Pensabas que no lo lograría sin ti. Creo que deberías empezar a serme más útil, o en cualquier momento, otra tomará tu lugar; y no porque yo autorice tu petición de divorcio...
Hermione se masajeaba el brazo derecho, donde la cuerda mágica le había hecho más daño. Ese era el tipo de golpes que dolían más al día siguiente. Ella lo miraba, sin poder disimular su preocupación por Remus...
—Tranquila, Herms. No va enserio —dijo Ron, arrogantemente, creyendo que lo que la preocupaba era perder su lugar —Otra bruja tiene que hacer mucho para quitarte tu puesto. Porque aunque no lo parezca, yo te valoro ¿dónde voy a conseguir otra como tú? Cuando tú amas, lo das todo, haces lo que sea por esa persona: como cuando pospusiste tu carrera universitaria por mí, o cuando bajas la cabeza solo porque quieres mantener a salvo a tu madre... Porque no pienses, ni por un segundo, que me trago ese numerito de niña sumisa que estás haciendo. Sé que en tu mente me estás maldiciendo, bruja... Lastima que ya no me ames, porque así era más fácil manejarte: creo que ese es el único defecto que tienes (bueno, además de que te faltan tetas), Porque si es por tu genio, en muchos sentidos, eres muy difícil de controlar. He conocido muchas mujeres, pero ninguna como tú. Tengo que admitírtelo.
Ella lo escuchaba en silencio, pero sus ojos inevitablemente se disparaban hacia la puerta de su estudio. Una carrera... solo eso necesitaba: una carrera y la tomaría... Tomaría su varita. ¿Pero qué posibilidades tenía de llegar antes de que Ron la hechizara? No, no era buena opción correr hacia el estudio, estaba cantado que la velocidad de un hechizo era superior a la de sus delgadas piernas. La mejor opción que se le ocurría en ese momento, era tener paciencia. Y estar atenta para tomar la oportunidad en cuanto se presentase...
—Olvida el estúpido registro de compras —dijo Ron, llamándole la atención —Lo que menos me interesa ahora, es saber cuánto dinero gastaste en llenar las alacenas. Presta atención. Cuando venía para acá, se me ocurrió una idea: ya que el Diablo aparece solo cuando hay necesidad, y al parecer mis necesidades no son urgentes para su criterio; usaremos las tuyas para atraerlo...
Ron la miró con una sonrisa retorcida en el rostro, pero la castaña estaba más pendiente de estar preparada para correr, que de los planes de él.
—No entiendo, ¿qué tienen que ver mis necesidades con tu idea? —preguntó para hacerle creer que prestaba atención.
—Me parece que el golpe que te di recién desacomodó un poco tu cerebro... ¡Escucha bien! ¿qué es lo que el Diablo ha hecho mucho en estos años?... ¡Autorizar solicitudes de divorcio! —dijo triunfal Ron —¿No es fantástico? Tú quieres divorciarte; y yo, no quiero aprobarlo. Si tú lo convocas, ¡él vendrá a ti! Y ahí lo abordaré yo con mis secuaces.
Ron se quedó tan ancho después de contar su plan, que comenzó a aplaudirse a sí mismo.
—¿No soy un genio?
—No —respondió ella, arruinándole la auto congratulación.
Ron le echó una mirada asesina, y luego preguntó:
—A ver, ¿acaso, "la bruja más brillante de nuestros tiempos", tiene una mejor idea? —la desafió burlón.
—No creo que las cosas funcionen así, Ron —contradijo Hermione —Hace años que hice una petición de divorcio, y si las cosas funcionan como tú dices, entonces hace tiempo él tenía que haber venido a mí para concedérmelo.
Ron sonrió con malicia y le explicó:
—Mi querida Herms, tengo una tardía y mala noticia que darte: tu petición de divorcio... —dijo Ron, y tomó una servilleta a la que le aplicó un hechizo de pulverización —Mágicamente... desapareció del Ministerio.
Hermione vio como él dejaba caer el polvo de lo que había sido un pedazo de tela...
—Es por eso que el Diablo no acudió a ti antes —explicó Ron —Nunca me imaginé que tu deseo de divorciarte de mí algún día me serviría de algo. Y eso es lo que harás mañana: irás al Ministerio de Magia, y tramitarás una nueva solicitud de divorcio. Obviamente, yo no la autorizaré. Tú insistirás con eso y por esa razón el aparecerá para ti. Y ahí es cuando yo aprovecharé y le aplicaré un Imperius. ¡El Diablo trabajará para el Rey! Creo que ahora ya no cuestionaras la excelencia de mi plan.
—¡No lo haré! —rugió ella sin poder contenerse —¡No permitiré que le pises la cabeza como lo haces conmigo!
—¡Lo harás! —gritó Ron, furioso de que le contradijera todo el tiempo —Harás lo que yo te diga, si sabes lo que le conviene a tu madrecita... Además, ¡a ti que mas te da él! ¿A ti qué te importa el bienestar de ese estafador? ¿Desde cuando te pones del lado de un delincuente? O es que acaso...
Ella esquivó la mirada cruel de su esposo. Y Ron le apuntó con su varita y diciéndole:
—¿Lo conociste? ¡Te estuviste viendo con él! —la acusó y luego blandió su varita para maldecirla.
Hermione levantó una mano para pedir tregua y se apuró en excusarse:
—¡¿Cómo?! ¿Cómo podría conocerlo? Y si lo conociera, ¿no te parece que él me hubiese ayudado hace tiempo?
Ron bajó la guardia, pero su nivel de desconfianza hacia ella seguía firme. Él sabía que no era bueno con el hechizo Legeremens, y que a su vez ella era muy buena bloqueando intrusos de su mente. Aunque, aún le quedaba el recurso de pedirle colaboración al experto que siempre le ayudaba en situaciones como esa.
—¡No lo conozco! —continuó mintiendo —Necesito una varita para poder cazarlo, ¡Y no la tengo! Tus secuaces me tienen vigilada todo el tiempo, ¿Cómo podría encontrarme con él sin que tú o ellos lo supiesen? Ellos te informan de todo lo que hago, ¿cuándo te dijeron que hice algo inusual? Excepto para lo necesario, casi no he salido de casa, Ron. Y si él se apareciese por aquí, tú lo sabrías.
—Vale. vale... Deja de chillar ya —dijo fastidiado —Cierto, si lo conocieses ya estarías divorciada de mí. Pero... él pudo haberse contactado contigo sin necesidad de presentarse.
—¡¿Y cómo?! Tú bloqueaste el ingreso de los Patronus a la casa. Si él me enviase una carta vía lechuza, antes de que pudiese llegar a mis manos, la habría interceptado tu vigilancia y te lo informarían. El único correo que me llega es muggle, y sabes que es mi madre la que me envía un paquete cada semana. ¡Tú me impediste comunicarme con todo el mundo!... ¿Cómo podría él contactarse conmigo? Si ni siquiera sabe del documento que presenté en el Ministerio, ¡porque tú mismo te encargaste de eliminarlo! Es un falsificador; no un adivino.
Ron se quedó pensando en todos los argumentos que ella le había dado, y llegó a la conclusión de que había hecho un estupendo trabajo al incomunicarla con las personas que la quieren. Y como él no tenía en cuenta los objetos muggle (y además los despreciaba), se olvidó de un pequeño gran detalle: el teléfono...
—No te confundas, Ron: no me estoy poniendo del lado del estafador; me estoy poniendo en tu contra. ¡Porque tú eres algo peor que un pintapapeles!
Su esposo sonrió al entenderla y con mucha calma dijo:
—Grita todo lo que quieras. Al final terminaras cumpliendo mis ordenes.
—¡No! Esta vez no caerás bien parado, Ronald —rugió enfurecida.
Una letal calma se respiraba en esa cocina. Ron se acuclilló al lado de la Leona embravecida y mirándola a los ojos, la extorsionó:
—¿Has notado que resbalosas se ponen las aceras por culpa del agua escarchada? No sé, yo en tu lugar, le diría a mi madre que tenga cuidado de no pisar en falso; podría romperse una pierna... o el cuello... Accidentes así son muy comunes en invierno.
El labio herido de Hermione temblaba, y soltando una minúscula lágrima dijo:
—Lo haré... Iré mañana al Ministerio...
—¿Perdona?... ¿Qué dijiste? No escucho bien desde que me golpeó una bludger la temporada pasada, ¿podrías repetirlo?
—Que lo haré.
Ron sonrió satisfecho, y con una mano comenzó a acomodar los cabellos de su esposa.
—Buena chica —Ron la miró bien, y notó lo preciosa que se veía, a pesar del golpe que le había asestado.
No sabía qué era, pero ella irradiaba algo indescriptible, atrayente... Ron intentó besarla, pero Hermione de inmediato lo esquivó. Después lo miró asqueada y con el rencor que le guardaba desde hacía años...
Al acomodar el cabello de Hermione detrás de su cuello, Ron descubrió la marca que Remus le había dejado durante el último encuentro en sueños que ambos habían compartido...
Y entonces montó en cólera, y dominado por unos enfermos celos sujetó a Hermione con violencia.
—Ahora ya sé porqué estás tan radiante —escupió Ron a punto de abofetearla otra vez —Te estuviste acostando con otro, maldita perra desgraciada.
Hermione sabía que los golpes vendrían a continuación, y su reacción fue mucho más que rápida: en defensa propia, Hermione tomó el tenedor que estaba sobre la mesa y sin que Ron lo esperase, se lo clavó en el muslo. El pelirrojo soltó un gritó de dolor, y fue allí cuando ella aprovechó para escapar del agarre de su esposo. Corrió con toda la velocidad que ignoraba poseer en las piernas, y se encerró en su oficina...
—¡Hija de puta! En cuanto te ponga las manos encima, Hermione... —gritaba Ron desde el suelo, retorciéndose de dolor y sin atreverse a sacar el tenedor de su muslo.
Ella tomó su varita del escritorio y bloqueó la puerta. Sin perder más tiempo, Hermione sacó del último cajón el paquete que enviaría vía lechuza, luego tomó un trozo de pergamino y escribió con manos temblorosas:
Tú sabrás qué hacer con estos recuerdos.
Confío en ti, y solo en ti.
Le aplicó un hechizo de relieve a las letras de la nota, luego sacó unas golosinas para lechuzas que guardaba en un frasco y se las guardó en el bolsillo de su vestido...
—Hermione... —la llamó Ron entre quejidos de dolor.
Instintivamente ella volteó y miró la puerta cerrada. Como si en cualquier momento Ron fuese a tirarla abajo y a entrar para matarla. Sin importar nada, ella debía moverse rápido.
—Hermione, si sales ahora mismo de tu estudio, te perdonaré lo que hiciste... Tendré misericordia de ti... Puedes creer lo que te digo.
"Sí, claro, ya te estoy creyendo... Y a ti ahora te llaman el misericordioso Weasley, ¿verdad?", pensó Hermione con ironía.
Ella no se detuvo a escuchar los ruegos lastimeros para que lo ayudase. Hermione le hizo una jugada traicionera a Ron: se aseguró de que creyera que estaba desarmada y aterrada, y así obtener ventaja sobre él. Ella tomó la silla que estaba frente a su escritorio y la estrelló contra la ventana varias veces hasta que logró romper los cristales.
Ron, al escuchar todo el ruido que hacía, gritó como un loco:
—¡Qué mierda estás haciendo ahí dentro! —él se levantó del suelo y rengueando con dificultad se acercó a la puerta del estudio —¡¿Enserio crees que te vas a escapar por la ventana?! ¡Date por muerta, Hermione!
La castaña no le prestaba atención a sus amenazas, porque estaba más ocupada en rasgar un pedazo de tela de su vestido camisero.
Ron intentó volar la puerta con una Bombarda, pero no lo consiguió; ya que Hermione le había puesto un encantamiento protector, previendo que eso podría pasar. Pero ese encantamiento no resistiría a una Bombarda Máxima. Entonces se apresuró en poner el señuelo: dejó el pedazo de tela que había rasgado de su vestido y a propósito se cortó la palma de la mano con uno de los cristales de la ventana, dejando allí un poco de sangre. Y antes de que Ron detonara la puerta con un encantamiento explosivo, Hermione desapareció del estudio...
—¡Bombarda Máxima! —gritó Ron, haciendo estallar la puerta, y en el proceso también voló una importante columna de la casa.
Después de que la estela de polvo se aplacara, Ron descubrió que ella ya no estaba. Miró la ventana rota, el pedazo de tela colgando de los cristales y la sangre...
—¡Maldita perra malparida! —ladró con la mandíbula desencajada y la mirada de un loco asesino —Pobre tonta, cree que escapará...
De un solo tirón, Ron extrajo el tenedor que ella le había clavado, y después de haberse "tragado el señuelo", salió a toda carrera a buscarla.
Pero Hermione ya se encontraba varios pasos por delante de él: ella se había aparecido en la lechucería de la parte más alta de la mansión, allí seleccionó a una de las lechuzas más fortachonas. A ésta le dio las golosinas como soborno, y mientras la lechuza comía; Hermione le sujetaba el paquete a sus garras, y le daba estrictas instrucciones:
—Busca a Remus Lupin, y entrégale esta encomienda a él. Asegúrate de entregársela en sus manos. A nadie más, ¿me oíste? No regreses a mí, hasta que lo hayas hecho.
La lechuza chilló en respuesta y después de comerse todas las golosinas, se fue en búsqueda del hombre al que debía encontrar.
Al verla marcharse, la castaña respiró aliviada. Después de mirar el jardín cubierto de nieve y escuchar el gélido silencio del amanecer, decidió que ya era momento de ajustar cuentas...
Ella bajaba las escaleras con calma. Sabía que en cualquier momento estaría frente a frente con Ron. En cuanto él se percatara de que no había escapado por la ventana, regresaría para caer en la emboscada que le había preparado...
Y mientras el matrimonio Weasley estaba a minutos de tener su inexorable enfrentamiento; Harry Potter, Jefe de Aurores, llegaba tarde a su trabajo:
Apresurado caminaba por los extensos pasillos del Ministerio, mientras se acomodaba la corbata de su uniforme e ingresaba en la chimenea que lo llevaba al Departamento que dirige. Cuando salió de la chimenea, aminoró un poco su paso, pero sin dejar de avanzar por el pasillo que conducía a su oficina, y mientras él se aproximaba a las puertas; Percy Weasley, (su actual secretario personal) lo alcanzó y agitado por la carrera, intentó informarle:
—Harry...
—Buen día, Percy
—Buen día... Harry... —hablaba agitado, mientras caminaba a su lado —Llegó esta orden del Departamento de Delitos Mágicos, debes leerlo cuanto antes, porque es de carácter urgente.
Harry se detuvo y tomó el documento que Percy le entregaba en sus manos. Lo miró con detenimiento, y vio que el lacrado era rutilante, y en efecto, ese era el tipo de lacrado que se utilizaba para los casos de extrema urgencia.
Ambos entraron en la oficina, y allí Harry rompió el lacrado para leer el documento. Al terminar su lectura, dijo:
—Esto no puede ser... Debe ser un error... una broma de mal gusto —decía incrédulo —Percy, llévate este documento y que le apliquen los hechizos de verificación de autenticidad que correspondan.
—De inmediato, Harry —asintió Percy y se retiró con el documento sospechoso.
Harry caminaba de un lado a otro dentro de su oficina, pensando en lo que debía hacer mientras esperaba el regreso de su secretario...
Decidió enviar un patronus para llamar a dos refuerzos que lo acompañarían. Si lo que acababa de leer era cierto, entonces tenía que verlo con sus propios ojos...
—Lewkowitz, necesito que te apersones en mi despacho y dile a Tonks que también necesito que venga. Es urgente.
Minutos después de haber enviado el patronus, Ambos aurores, Lewkowitz y Nymphadora se reportaron ante su jefe.
—Acaba de llegarnos del Departamento de Delitos Mágicos una Orden de Allanamiento de Morada —les informó Harry —en este momento el documento está en proceso de verificación de autenticidad. Les llamé a ambos porque necesito discreción en este operativo, y confío en ustedes .
—¿Por qué, Harry? —preguntó Dora con mucha curiosidad —¿A quién vamos a investigar?
Harry no respondió, porque ni él mismo daba crédito de lo que había leído. Debía de ser una broma...
Percy volvió a entrar en el recinto e informó:
—Harry, el documento ya pasó por todos los procesos de verificación. Es auténtico.
Nota de Autora: perdón por demorar demasiado en subir este capítulo, y perdón por tener que dejarles otra vez con la intriga. Todavía estoy escribiendo los capítulos que le suceden a este. La verdad es que estoy muy atareada y atrasada. Cada pequeña porción de tiempo que se me da para escribir, no dejo desaprovecharlo.
Muchas gracias a Nuvia por el hermoso comentario que me dejó en el anterior capítulo, y espero que leas este mensaje. Muchas gracias, amé tu comentario y leerlo me da incentivo para continuar con esta historia hasta el final. Gracias.
Perdón por tener que dejarles con la intriga. Me esmeraré mucho en poder llegar a actualizar pronto.
