El capítulo de hoy va dedicado a mi querida Tar Iríel, ¡te quiero!


Los hijos del basilisco

Capítulo XIV

Todo había pasado tan deprisa que Hermione se quedó paralizada, asimilando lo que acababa de ocurrir. Pronto reconoció la callejuela en la que acababan de aparecerse como la que estaba al lado de su edificio.

Tras unos segundos de aturdimiento, se dio cuenta de que Malfoy todavía seguía sujetándola: la apretaba contra su cuerpo, envolviéndola con un brazo y cubriéndole la boca con la otra mano.

Hermione se tensó todavía más y trató de liberarse. Malfoy tardó unos segundos en dejarla ir, seguramente porque él también estaba recuperándose de lo ocurrido, y en cuanto se vio libre se apartó de un salto, como si su contacto le quemara.

Los labios le cosquilleaban tanto que tuvo que resistir el impulso de tocárselo con los dedos y el corazón le latía a mil por hora cuando se giró para encararlo.

Malfoy parecía impertérrito. El rostro inexpresivo, las manos en el bolsillo, ni un mechón de pelo fuera de lugar.

—¿Cómo…? ¿Qué…? ¿Quién era ese? —le interrogó, casi sin aliento.

—Uno de los Hijos.

—¿Qué ha pasado? ¿Intentaba secuestrarme? —Hermione se dio cuenta de que su voz sonaba más aguda y estridente que de costumbre, pero no le importó. Estaba muy alterada como para intentar disimularlo —¿Por qué no me has advertido? ¿Qué…

—Un "gracias por salvarme la vida" estaría bien —murmuró él entre dientes, interrumpiendo su interrogatorio.

Aquello era lo último. Todos los nervios, la tensión y el enfado acumulado que se cocían en el interior de Hermione llegaron al punto de ebullición.

—¿Gracias? De hecho, es tu trabajo avisarnos de este tipo de cosas. Se suponía que tu misión para Herpa consistía en espiarme y reunir información para preparar mi secuestro, de manera que estabas enterado todo lo que planea respecto a mí. Francamente, Malfoy, lo que acaba de suceder arroja muchas dudas sobre tu papel como doble espía.

Aquello sí pareció afectarlo, al menos en el sentido de borrarle el gesto impasible de la cara. Frunció el ceño, las cejas de rubio oscuro juntándose sobre su perfecta nariz, y recortó la distancia entre ellos para mirarla desde arriba, tapando la escasa luz que entraba desde la calle principal.

—No soy yo el que se ha puesto a caminar solopor el lugar más concurrido del mundo mágico, a sabiendas de que los Hijos quieren secuestrarme. Esto no es culpa mía, Granger —escupió —Yo no estaba al tanto de que intentarían nada y sospecho que Herpa tampoco. Estaba siguiéndote como de costumbre, cuando me he dado cuenta de que ese Hijo te ha visto. Lo más probable es que haya decidido aprovechar la ocasión por iniciativa propia, después de todo el Callejón Diagon estaba empezando a quedarse desierto. Tienes suerte de que yo estuviese allí y lograse evitarlo, corriendo un gran riesgo personal en el proceso. Si me ha visto… estoy muerto.

Hermione abrió la boca para decir algo, pero las últimas palabras de Malfoy le habían caído encima como un jarro de agua helada. Entre el torbellino de pensamientos que se arremolinaban en su cerebro en esos momentos, no había dedicado ni uno a valorar lo que el incidente del Callejón Knockturn podía implicar para él.

Si sus suposiciones eran ciertas, si el individuo que la había seguido había presenciado como la salvababa de su hechizo aturdidor y se lo decía a Herpa, ¿qué le pasaría? La posibilidad de que su temeridad hubiese puesto en serio peligro la vida de Malfoy la atormentaba. Intentó racionalizarlo, argumentando para sí misma que desconocía que él estaba allí, que creía estar corriendo únicamente un riesgo personal, pero eso no cambiaba los hechos.

—Malfoy… —murmuró y alargó una mano hacia él, sin saber muy bien qué hacer con ella a continuación. Flotó en el aire a solo unos centímetros de su cuerpo, pero al final la bajó sin atreverse a tocarlo.

Él se limitó a observarla en silencio. A la callejuela apenas llegaba la luz de una farola lejana y las sombras que generaba cubrían parcialmente el rostro de Malfoy. Sus ojos grisaceos tenían una leve luminescencia que destacaba en la oscuridad, pero Hermione era incapaz de ver su expresión. ¿Qué estaría pensando? ¿Estaba furioso con ella por lo sucedido? ¿La culpaba? Esa posibilidad le provocó una sensación de desazón en la boca del estómago y guardó silencio durante unos instantes, sin saber qué decir.

—Será mejor que nos vayamos de aquí —murmuró él. Su tono estaba vacío de cualquier emoción.

Hermione asintió , atravesada por el repentino temor a que alguien estuviese observándolos. ¿Y si los Hijos los habían seguido? ¿Y si la veían con Malfoy? Si su atacante había visto algo, sería lógico que los buscase allí. Incluso aunque no lo hubiese hecho, no podía descartar la posibilidad de que decidiese seguirla hasta su casa. Después de todo, si Malfoy sabía donde vivía, era lógico suponer que el resto de la organización también disponía de esa información.

Se pusieron en marcha con presteza, envueltos en un lúgubre silencio. Hermione no paraba de mirar en todas direcciones, preocupada por la posibilidad de que alguien les viera.

Ya era de noche y no había apenas gente por la calle. En el trayecto de apenas diez metros que los separaba de su portal, no se cruzaron a nadie. Sintió un gran alivio cuando los dos entraron en el edificio, aún sin decir nada. Hermione llevaba la delantera, jugando nerviosamente con las llaves mientras subía cada peldaño. Era un gesto de inquietud, que apenas reflejaba el embrollo de pensamientos que giraba en su cabeza.

No paraba de darle vueltas a lo ocurrido y a las posibles repercusiones. No sabía que Malfoy estaba en el Callejón Diagon cuando decidió intentar capturar al Hijo que estaba siguiéndola, pero en cualquier caso no había sido una buena idea intentarlo. De haber estado sola, con toda seguridad se encontraría en manos de Herpa.

Malfoy tenía razón en una cosa: la había salvado. Y ahora tenían que afrontar las posibles repercusiones.

Si Malfoy se había visto comprometido, no podía volver con los Hijos. Sería una sentencia de muerte.

Existía la posibilidad de que su tapadera siguiese intacta y el hombre del callejón no hubiese visto nada. Todo había pasado muy rápido y estaba a oscuras. Lo más probable era que Malfoy solo hubiera asomado un brazo para atraerla a la seguridad de su escondrijo, pero no podían saberlo con seguridad. Y la única manera de averiguarlo era que regresase con los Hijos, lo cual era impensable.

Todo el trabajo que habían estado haciendo, la posibilidad de acabar con los Hijos del Basilisco y evitar una posible guerra que les ofrecía Malfoy, echada a perder porque ella se había impacientado y había tratado de actuar como si fuese una aurora. Peor aún, porque incluso los aurores iban en parejas o en grupo.

Se sentía culpable, no solo por haber arruinado las oportunidades que suponían para el Ministerio contar con un espía dentro de la organización secreta sino por haber puesto en peligro a Malfoy.

Era cierto que él había accedido a colaborar y actuar como agente doble por voluntad propia, que era adulto y responsable de sus propios decisiones… pero Hermione no podía evitar sentirse responsable. A fin de cuentas, decidió traicionar a los Hijos en primera instancia para avisarla de que pretendían matarla. Por si eso fuera poco, ahora acababa de salvarle la vida de manera literal.

Se sentía en deuda con él, una deuda que no se creía capaz de saldar. Pero si algo tenía claro era que no iba a permitir que Malfoy regresase con los Hijos del Basilisco.

Así que para cuando llegaron a su ático, Hermione ya había decidido que hablaría con el Primer Ministro de inmediato. Era una pena perder a Malfoy como espía, pero no tenían alternativa.

Abrió la puerta de su casa y entró. Malfoy cerró tras ella, los dos envueltos en un denso silencio, solo roto por el maullido de saludo de Crookshanks. Hermione se inclinó para coger al felino y estrecharlo entre sus brazos como si no lo hubiese visto desde hacía un millón de años. Cuando le acarició la cabeza se dio cuenta de que las manos le temblaban, pero el calor del minino y el peso de su cuerpo la reconfortaron un poco.

Tras unos segundos lo soltó, preparándose mentalmente para la conversación que se avecinaba. Crookshanks se dirigió entonces hacia Malfoy y empezó a restregarse entre sus piernas, maullando. Se dio cuenta de que pretendía que él también lo cogiese en brazos, pero el joven no parecía ni darse cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor. Tenía la mirada perdida y las mandíbulas apretadas, y Hermione comprendió que estaba preocupado por lo que pasaría a continuación, así que decidió no postergar más la conversación que sabía que debían tener.

—No te preocupes, Malfoy. Hablaré con Shacklebolt de inmediato. Es evidente que no puedes regresar con los Hijos, pero el primer ministro te encontrará un lugar seguro.

Él le mostró una sonrisa carente de humor que dibujó un hoyuelo en su mejilla izquierda.

—No me hagas reir, Granger. A Shacklebolt le traigo sin cuidado. Solo le interesa la información que pueda sacar de mí. No le ha importado el riesgo que he corrido hasta el momento y tampoco lo hará ahora.

—Eso no es cierto. Colaboras con el Ministerio y te garantizo que el primer ministro se toma la seguridad de todas las personas que trabajan para él muy en serio. Sin duda entenderá que permitir que vuelvas con Herpa podría ser una sentencia de muerte —le aseguró ella.

Malfoy la miró fijamente a los ojos durante un tiempo que a Hermione se le hizo interminable. Era como si intentase asomarse dentro de ella y verlo todo, quizás para averiguar si hablaba en serio.

—La realidad es que podría morir mañana y a nadie salvo mis padres les importaría una mierda, Granger —declaró de pronto. No había rastro de su habitual desidia al hablar, como si considerase un malgasto de su valiosa saliva dirigirse a su interlocutor; esta vez hablaba desde las entrañas y tanto su tono, como sus palabras, sobrecogieron a Hermione en lo más profundo.

Siempre había tenido a Malfoy por un cínico, pero se dio cuenta de que estaba siendo sincero. Había una mezcla de autodesprecio, amargura y despecho en su voz que por un segundo le permitió ver por debajo de su fachada de indiferencia y altanería. Y lo que vio era a una persona demasiado joven para estar tan rota, tan golpeada por la vida. ¿Realmente creía no le importaba a nadie?

No, no podía ser verdad. Tenía que equivocarse.

—Estoy segura de que a tus amigos les importaría —objetó. Como respuesta, Malfoy soltó un resoplido parecido a una risa desdeñosa. —¿Amigos? Yo no tengo amigos, Granger —hizo una pausa y le sostuvo la mirada a Hermione antes de continuar —Estoy solo.

Y Hermione lo sintió. Sintió su soledad en el imperceptible temblor de su barbilla, silenciado cuando apretó las mandíbulas; en la melancolía de su mirada, en los brazos caídos a ambos lados de su cuerpo, en la mueca que formaba su boca.

Antes de darse cuenta había dado un paso hacia él y las palabras habían escapado de sus labios sin siquiera pensarlas primero.

A mí sí me importaría si te pasase algo.

Era lo lógico, se dijo Hermione, era lo humano. Cualquier persona lamentaría la muerte de otra sin necesidad de que les uniese ningún vínculo emocional, ningún lazo vital. Así funcionaba la empatía. Hasta Ron, por mucho que se negase a admitirlo, lo sentiría. No hacía falta ninguna razón en especial para desear que no le pasase nada a otra persona.

Y sin embargo, observando la microreacción que sus palabras habían causado en Malfoy (las cejas elevadas de sorpresa, los labios entreabriéndose, la espalda enderezándose como si hubiese crecido unos centímetros) se dio cuenta de que no se trataba solo de eso. No era simple humanidad. La verdad era que Malfoy le importaba. No estaba muy segura de cómo ni desde cuándo, pero no era solo un antiguo compañero de clase o su socio en una misión. Era alguien a quien, de algún modo, había empezado a apreciar.

No eran amigos pero se preocupaba por él. Y en ese momento estaba muy preocupada. No podría perdonárselo si le sucedía algo por su culpa, así que no iba a pararse a reflexionar sobre su repentina revelación porque tenía algo más importante que hacer: convencerle para que se dejase ayudar.

—El Ministerio tiene pisos francos donde Herpa no te encontrará. Te doy mi palabra de que te protegeremos.

Malfoy giró la cara y clavó los ojos en el suelo con los labios apretados. Después de unos instantes, suspiró y volvió a alzar la mirada hacia ella.

—No es tan sencillo, Granger. No puedo.

Él era la persona más hermética y reservada que conocía. Procuraba ocultar que tenía sentimientos todo el tiempo y sabía que había muchas cosas que le ocultaba. No le culpaba por ello, después de todo ella también guardaba muchos secretos (como por ejemplo, el hecho de que Robbards estaba investigando a sus padres), pero a veces resultaba frustrante tener que rellenar por sí sola las piezas ausentes en el rompecabezas que suponía Draco Malfoy.

Así que le preguntó de forma directa por el único motivo medianamente razonable que se le ocurría para explicar su postura.

—¿Te preocupa que Herpa pueda… ir a por tus padres si desapareces? —aventuró.

—Mis padres están fuera del país —contestó él, evitando su mirada. Su voz había sonado tan cortante como una espada y Hermione intuyó que era un tema sobre el que no debía insistir.

—¿Entonces? —le preguntó en voz baja.

Malfoy la miró a los ojos de nuevo y y esta vez su expresión era fiera.

—Tal vez esto te sorprenda porque no soy un "valeroso" Gryffindor, pero no quiero huir y esconderme. Esto no se acabara hasta que Herpa y los suyos estén muertos o pudriéndose en Azkaban.

Hermione se obligó a respirar hondo y a calmarse. Tenía que hacer que entrase en razón, y para ello era importante evitar herir su orgullo o ponerlo a la defensiva.

—Malfoy, sé razonable. Si Herpa te ha descubierto, sería una insensatez entregarte en una bandeja de plata.

—Es un riesgo que debo correr. Además, hablando de insensateces... hace semanas que sabes que los Hijos van tras de ti y te dedicas a usar el transporte público y hacer compras en el Callejón Diagon como si nada. No eres la persona más indicada para aconsejarme que me esconda.

—Si he hecho vida normal es gracias a ti, porque confiaba en que me avisarías si los Hijos iban a intentar algo. Y hoy me has salvado. Estoy en deuda contigo, Malfoy. Así que, por favor, déjame devolverte el favor.

Aunque hasta el momento no se había parado en pensar en ello de ese modo, se dio cuenta de que no había mentido. Había guardado ciertas reservas hacia Malfoy todo ese tiempo, pero en el fondo sabía que haría lo posible por alertarla si Herpa se decidía a intentar secuestrarla. Lo cierto era que incluso años atrás, durante la guerra y con su familia pendiendo de un hilo, no había querido delatarles (a Harry, Ron y a ella) cuando cayeron en manos de los Carroñeros. No se podía decir que Malfoy tuviese un gran corazón, pero tampoco que careciese de él.

En cierto modo eso era lo que le había traído tantos problemas. No era una persona bondadosa, pero tampoco era malvado: en una sociedad de blancos y negros, él era de color gris.

Tal vez no fuese amable con ella, pero la había salvado y Hermione quería salvarlo también.

El problema era que él no parecía dispuesto a colaborar. Puso una mueca, como si hubiese tragado algo desagradable, apretó las manos y apartó su mirada de ella. Antes de que lo hiciera, a Hermione le pareció visualizar un montón de emociones en sus ojos grises, como si estuviese luchando consigo mismo.

—No me lo hagas más difícil, Granger. Su voz sonó distinta, como si le costase hablar.

Antes de que Hermione pudiese replicarle nada, se dio la vuelta y abrió la puerta del apartamento, de cuyo lado no se había alejado.

—¡Malf….!

No le dio tiempo de acabar de llamarlo.

Malfoy puso un pie fuera del ático y se desapareció.


Era la una de la madrugada cuando llamaron a la puerta. A pesar de saber quien estaba al otro lado, Hermione no pudo evitar que el corazón se le acelerase al pensar que tal vez se tratase de Malfoy.

Por supuesto, no era así. Como esperaba, eran Harry y Ron.

El pelirrojo tenía los ojos hinchados y marchas de sábanas en la cara; era evidente que acababa de despertarse. En cambio, no había rastro de sueño en la mirada de Harry, pero sí unas oscuras ojeras. Ambos entraron en tromba en el ático, casi chocándose de la prisa.

Hermione se hizo a un lado para dejarlos pasar. Los dos le dieron palmadas en el hombro a modo de saludo y empezaron a hablar a la vez:

—¿Estás b…?

—¿...ha pasado?

Llenándose de fuerzas para relatar todo lo ocurrido, Hermione inspiró hondo y les hizo un gesto para que se sentasen en el sofá que los dos ignoraron.

Quizás no había sido buena idea enviarle un Patronus a Ron pidiéndole que se pasase por su casa en cuanto pudiera. Contaba con que él avisaría a Harry, pero pensó que quizás apareciesen más tarde porque sabía que este estaba de servicio.

Tampoco era que ellos pudiesen hacer nada para ayudar a Malfoy en esos momentos pero necesitaba hablarlo con ellos. Ya informaría a Shacklebolt a la mañana siguiente.

—Después de salir de Sortilegios Weasley, Ron, noté que alguien me estaba siguiendo. Intenté despistarlo y acabé metiéndome en el Callejón Knockturn. Entonces...

—¿Por qué no regresaste a la tienda? —la interrumpió Ron con el ceño fruncido. Su tono implicaba que Hermione había actuado como una tonta de remate por no haber acudido a él.

—Ese hombre estaba bloqueándome el camino y no había nadie a la vista —se justificó ella —Estaba segura de que era uno de los seguidores de Herpa así que pensé que si lo atrapaba, podría ser de mucha ayuda para desarticular a los Hijos del Basilis...

—¿Intentaste atraparlo tu sola? —esta vez fue el turno de Harry de cortarla a media palabra. Su tono era aún más acusatorio que el de su amigo y tenía una expresión de seriedad absoluta a la que Ginny solía llamar su "cara de auror".

—Estaba solo y no se puede decir que fuese mi primer combate, Harry —aunque su parte racional sabía que había actuado de manera imprudente, a su parte orgullosa le irritaba sentir que la trataban como una damisela en apuros.

Su amigos elevaron una ceja a la vez, lo cual hubiese resultado cómico de no estar todos tan tensos. En cualquier caso, Hermione estaba demasiado preocupada por Malfoy como para perder el tiempo debatiendo sobre si había sido una incauta o no.

—El caso es que decidí lanzarle un Expelliarmus, pero él atacó primero y entonces apareció Malfoy y me apartó de la trayectoria del hechizo.

Se hizo un silencio en el que los dos jóvenes la observaron boquiabiertos, como si Hermione les acabase de anunciar que iba a abandonar su trabajo para hacerse cantante de country.

—¿Draco Malfoy? ¿El mismo Draco Malfoy con el que fuimos a Hogwarts? —quiso cerciorarse Ron.

—Sí, Ron, el único Draco Malfoy que hay. Después hizo que nos aparecieramos aquí.

—Hay algo que no entiendo —intervino Harry —¿no se suponía que Malfoy era el único de los Hijos que estaba espiándote y que nos informaría de cualquier plan que tuviese Herpa respecto a ti?

La voz de su amigo estaba llena de suspicacia y su ceño fruncido. Hermione no podía juzgarle por cuestionar el papel de Malfoy porque ella había tenido la misma reacción, pero a la vez no pudo evitar envararse.

—Dice que no sabe quién era mi atacante, pero cree que me encontró por casualidad y decidió actuar por cuenta propia. No es eso lo que me preocupa, sino Malfoy. Si le han visto ayudarme es hombre muerto.

—Pues a mí sí es lo que me preocupa —declaró Ron —si un Hijo cualquiera ha intentado secuestrarte a cincuenta metros de Sortilegios Weasley, está claro que no puedes ir por ahí sin una escolta. Incluso aunque no actuase bajo órdenes directas de Herpa, está claro que van a por ti y que esto iba a pasar tarde o temprano. Te dije que debías llevar guardaespaldas del Ministerio a todas partes...

—Ron…

—...si hace falta, volveré a mi puesto de auror para que me asignen de manera oficial tu protección.

—¡Ron!

—Hermione, Ron tiene razón —terció Harry —Esto ha ido demasiado lejos. Ya no solo es una amenaza lejana. Hace casi un par de meses que sabemos que los Hijos están detrás de ti y el panfleto que sacaron lo dejó bastante claro: Shacklebolt y tú sois sus objetivos principales, y él tiene brujas guardianas acompañándole a todas partes desde el día que lo supo. Sé que no te hace gracia y por eso he intentado respetar tus deseos hasta ahora, pero mi opinión como auror es que debemos ponerte seguridad. No vale con unos cuantos hechizos en tu ático, Hermione. Estás expuesta.

Cuando le envió el Patronus a Ron, Hermione ya sabía que tendrían esta conversación y cuales serían sus consecuencias, pero también sabía no podía ocultarles a sus amigos (ni al Ministerio) algo tan grave como lo que acababa de suceder. En cualquier caso, en ese momento le importaba muy poco tener que llevar escolta a todas partes. Lo que de verdad le preocupaba era Malfoy.

—Está bien. Pero ¿y qué hacemos con Malfoy?

—¿A qué te refieres?

—¿No estabas escuchando, Ron? Es posible que los Hijos hayan descubierto que es un espía. Le he ofrecido la protección del Ministerio, que le ocultemos en alguna parte, pero se ha negado. Creo que ha vuelto con ellos. Puede… puede que ahora mismo lo tengan encerrado o… peor.

No se creía capaz de especificar todo lo que se escondía detrás de ese "peor" pero no le cabía duda de que tampoco era necesario.

— Tú misma lo has dicho Hermione. Ha decidido arriesgarse y volver con ellos. Si le pasa algo, se lo habrá buscado él solo —declaró Ron, encogiéndose de hombros. Por su tono y la tranquilidad de su expresión, podría estar hablando de alguien que simplemente había decidido hacerse un corte de pelo muy poco favorecedor.

Hermione sintió unas ganas muy fuertes de lanzarle un cojín a la cara.

—Esto ha sido culpa mía. Se ha expuesto por salvarme, así que perdóname si no me lo tomo con absoluta indiferencia como tú —le espetó.

—Hermione —ese era Harry, con tono conciliador —Ron tiene razón. Ha sido su decisión y la verdad es que no veo qué podemos hacer para ayudarle. Si ha vuelto con los Hijos hay dos posibilidades: que hayan descubierto la verdad, en cuyo caso no tenemos ni idea de dónde está su base secreta para poder ir a rescatarlo; o que su tapadera siga intacta y todo continúe como hasta ahora. ¿Qué es lo que esperas que hagamos?

—¡No lo sé! —chilló.

Por supuesto, Harry estaba siendo razonable. Incluso Ron, a pesar de su evidente desprecio hacia Malfoy, lo era. En el fondo, Hermione sabía que tenían razón, pero no podía luchar contra la preocupación, los nervios y la culpabilidad que la carcomían por dentro. Si les había mandado un mensaje a esas horas de la noche pidiéndoles que fuesen a verla era precisamente porque esperaba, contra todo pronóstico, que a sus amigos se les ocurriera algo que a ella se le había pasado por alto para poder ayudar a Malfoy.

Crookshanks acudió al rescate, bajándose del reposabrazos del sofá para ir a restregarse contra sus piernas, como si quisiera hacerle saber que podía contar con él. Hermione lo cogió en brazos, agradeciendo la calidez de su cuerpo y el hecho de que sostenerlo le mantuviese las manos ocupadas.

Nadie habló durante un par de minutos, aunque a ella le parecieron horas. Ron la miraba asombrado y Harry con los ojos entrecerrados, como si intentase leer en su rostro todo lo que le pasaba por la cabeza en esos momentos.

—Entiendo que estés preocupada y que te sientas responsable —dijo él después del largo silencio —pero ahora mismo no podemos hacer nada por Malfoy. Lo que sí podemos hacer es asegurarnos de que estés a salvo. He dejado sola a Miller vigilando al ministro muggle así que no puedo quedarme mucho más, pero Ron te hará compañía esta noche. Cuando acabe mi turno vendré a buscarte y te acompañaré hasta el Ministerio. Allí informaremos a Shacklebolt y hablaremos sobre las medidas de seguridad que tomar para protegerte, ¿de acuerdo?

Hermione asintió con la cabeza, porque sentía un nudo de lágrimas en la garganta. Sabía que la pregunta de Harry era una mera cortesía porque en realidad no podía negarse. No podía saltarse el protocolo de seguridad del Ministerio durante más tiempo, e ir por ahí sin seguridad podría obligar a Malfoy a volver a intervenir si se encontraba de nuevo en peligro (suponiendo que él sobreviviera a esa noche…).

De pronto sintió muchas ganas de quedarse a solas para poder llorar. Contuvo el impulso, primero porque tenía compañía y segundo porque derrarmar lágrimas por Malfoy era algo que se había prometido no hacer jamás durante sus años en Hogwarts.

Pero el nudo se quedó en su garganta mucho después de que Harry se marchase y Ron se durmiese en el sofá.


Dos toques quedos en la puerta a las seis en punto.

Hermione, que había estado paseando de un lado a otro de su pequeño salón-cocina, se abalanzó sobre ella sin siquiera usar la mirilla. Abrió con manos sudorosas y lo que vio al otro lado la alivió tanto que tuvo que reprimir el impulso de llevarse la mano al pecho para evitar que el corazón se le escapara de dentro.

—Granger —la saludó Malfoy con una ceja arqueada y una sonrisa de lado insinuándose en sus labios.

Hermione lo observó de hito en hito, escaneando su rostro y su cuerpo en búsqueda de alguna señal de que le hubiesen hecho daño. No la encontró. ¿Siempre había sido tan alto? Su piel era como de porcelana: no había ninguna marca, ninguna cicatriz en ella. Ni siquiera un leve rastro de barba. Tenía el pelo cuidadosamente peinado hacia atrás. No había ni una arruga en su abrigo negro o sus pantalones oscuros y sus zapatos relucían como siempre.

Estaba bien.

Estaba a salvo.

—Malfoy —murmuró ella, sin aliento. Iba a decir algo más, no estaba muy segura de qué, cuando escuchó unos pasos a sus espaldas que se detuvieron justo a su lado.

—Abrir la puerta sin hacer una comprobación previa ha sido una imprudencia, señorita Granger —dijo una voz junto a ella.

Malfoy juntó las cejas sobre el puente de su perfecta nariz, mirando con desconfianza y extrañeza a la persona que acababa de hablar.

—¿Quién es este? —inquirió.

Hermione se mordió el labio inferior durante un instante antes de responder.

—Malfoy, te presento a Alan Chadburn. Mi escolta.


¡Hola!

De momento no me he bajado de la ola de inspiración y he escrito este capítulo (mi favorito hasta la fecha) casi de un tirón. Las cosas empiezan a moverse y unos cuantos cambios se avecinan. Por lo pronto, Hermione se ha dado cuenta de que Malfoy le importa justo cuando él se encuentra en peligro mortal... ¿Le habrán pillado los Hijos salvando a Hermione? A quién sí han pillado es a ella, que ahora tiene ¿escolta? Me parece que ese tal Alan Chadburn va a dar que hablar...

En fin, ¿qué os ha parecido? Espero que os esté gustando tanto como a mí escribirlo :)

Por cierto, he descubierto por qué no me llegaba ninguna alerta ni aviso de review. Por si os pasa lo mismo, parece ser que fanfiction ha cambiado su política y si no activáis la opción "Email Opt-in" en los settings de vuestra cuenta, no importa que tengáis las notificaciones activadas que no os va a llegar ni una. Además hay que renovarlo cada tres meses o se volverá a desactivar de oficio pasado ese tiempo.

Quizás ya lo sabíais pero llevo tanto sin entrar a que no estaba al tanto y a saber cuántos mensajes me he perdido en este tiempo :( (cuando lo vuelves a activar, no recuperas lo que se te envió en el período de inactividad). En cualquier caso, un millón de gracias a todas las personas que me habéis dejado un review en el capítulo anterior, ¡me ha dado un chute de inspiración saber qué no habéis abandonado la historia! Gracias por todo ^^

Con mucho cariño, Dry

PD: Deja un comentario para hacerle saber a Draco que a ti también te importa.