CAPÍTULO 26.
Por un momento, InuYasha se quedó paralizado y yo sentí un atisbo de miedo recorrer mi cuerpo; pero entonces sus manos me rodearon la cintura para pegarme a él de un solo tirón. Conteniendo un chillido entusiasmado, pasé mis brazos por su cuello.
—Kagome...— jadeó entre besos.
Al contrario de los besos que me dio esa noche (que se sentía desesperado y enérgico, como si necesitase absorber y saborear de mí lo máximo posible), en el momento presente, cada trazada de nuestros labios se sentía igual que una caricia tierna, un deseo contenido pero seguro, un llevo-deseando-esto-por-mucho-tiempo-pero-tenía-miedo-de-lo-que-querías-tú.
Oh, InuYasha... si tú supieras...
—Kagome...— volvió a decir, sus labios acariciando la comisura de los míos, sosteniéndose a unos centímetros de mi rostro— Yo no...
—Si vas a decirme una vez más que no estoy obligada a esto...— gruñí con la respiración alterada.
Sentí, más que vi, su sonrisa y mi piernas amenazaron con no sostenerme. Sus manos se apretaron en mi cintura.
—En realidad, humana mocosa, sí estás obligada, pero a estar conmigo. Me he cansado de contenerme. Lo he intentado, maldita sea, pero no haces más que... insistir e insistir... y...
—¿Y?
—No soy lo suficiente fuerte como para permanecer lejos de ti, aunque sepa que es lo mejor.
Mi corazón amenazaba con escapar en mi pecho. ¿Había dicho lo que creía que había dicho?
—¿Por qué querrías hacerlo?
—Porque soy un medio demonio— se señaló a sí mismo, diciendo «¿es que no lo ves? ¿No ves lo diferente que somos?»— Tú misma lo dijiste esa vez; todo el mundo me rechaza, me teme.
—Creo que también te dije que yo nunca seré como ellos— repliqué, picada.
¿De verdad pensaba así de mi?
—Lo sé, Kagome— su expresión se suavizó y me acunó la cara con sus manos; manos cuyas garras nunca me hicieron daño— Pero que tú no lo hagas, no significa que no sea así. Vayamos donde vayamos, el mundo me repudiará... y si decides quedarte a mi lado, eso lo que te esperará a ti también. Estar juntos es ponerte en su punto de mira.
—¿Así que ahora tengo posibilidad de elegir?— fue mi respuesta de todo su discurso.
Eso le enfureció y sus ojos se oscurecieron ligeramente.
—Kagome...
Resoplé, y esta vez fui yo el que acuné su rostro para poder inclinarlo hacia abajo y que nuestras frentes entraran en contacto. De esta manera, esperaba que me escuchara perfectamente y finalmente entendiera.
—InuYasha... Me hicieron daño, los de mi propia especie, y yo soy humana. Me secuestraron porque como mujer humana tengo una mayor facilidad... reproductiva... — todavía recordar las intenciones de esos monstruos me hacía sentir nauseas, pero intenté centrarme en lo verdaderamente importante: InuYasha— y tú tuviste que venir a salvarme. ¿Por qué no te pregunto yo lo mismo a ti? ¿A pesar de eso, querrías permanecer a mi lado?
Sus ojos, una vez más, me lo dijeron todo.
—Sé que quieres protegerme, y te lo agradezco muchísimo, creo que nunca llegarás a saber cuánto, nunca podré expresarlo con palabras... pero, por favor, no elijas por ambos, por mi. No asumas cosas que no son. No pongas pensamientos míos en mi cabeza que nunca pasarán por ahí. Llevo toda mi vida con el resto del mundo manejando mi vida a su antojo. Entiéndelo: No quiero estar contigo porque me sienta obligada, sino por algo mucho más sencillo: porque quiero, porque me gusta, porque me haces sentir segura, cómoda... feliz. Porque no dudaste en protegerme, incluso de ti mismo, y me hiciste sentir importante, querida...— la última palabra sonó en un susurro, escapando a duras penas de mí, pero por más vergüenza que tuviera, no la retuve; era el momento de decir toda la verdad.
—Eres importante— dijo él, y el brillo de sus ojos acompañó a la ternura que destilaban sus palabras— Kagome, me he pasado toda mi vida solo y sin sentir una pizca de cariño; había asumido que esa era la vida que siempre tendría... pero cuando me encerraron, cuando escuché tu dulce voz por primera vez... cuando me hablaste, reíste, te interesante por mi y bromeaste conmigo... De pronto, la vida que no tenía ningún maldito sentido para mi, lo tuvo.
Tragué para deglutir el nudo que se había formado en mi garganta, pero para mis lágrimas no fue tan fácil: terminaron deslizándose por mis mejillas.
—InuYasha...
—Me juré a mi mismo, cuando estábamos encerrados, de que te protegería de todo y de todos —susurró por encima de mis labios—, y aunque por un momento he dudado... Por favor, déjame permanecer a tu lado y cumplirla.
—Solo si me prometes también que me dejarás también decidir sobre mi vida, aunque tu primer impulso sea el de impedir que nada me pase. Estamos juntos en esto— expuse con un hilo de voz, lo máximo que podía proferir.
InuYasha alejó el rostro lo suficiente para poder vernos a los ojos, y me quedé prendada de la brillantez y profundidad de sus ojos dorados.
—Me costará... pero prometo dar todo de mi para intentarlo.
La sonrisa de mis labios amenazó con partirme el rostro en dos.
—Me conformo con eso. Pero si no haces caso, me buscaré la manera para impedir que seas tan cabezota.
Él también me sonrió, sus colmillos asomándose entre los labios, y se inclinó hacia mí.
—Humana insolente.
—Medio demonio gruñón.
Mi risa murió en sus labios y mi cuerpo se acurrucó en el suyo; reafirmándose como mi lugar favorito en el mundo para estar.
·
·
Palabras: 936
Y hasta aquí llegó la historia. No sabéis lo mucho que he disfrutado escribiendo este AU y el cariño tan grande que he llegado a cogerle a este mundo.
Como hoy es mi cumple, voy a daros un regalito a vosotros y esta noche (hora Española) os traeré el primer epílogo.
¡Espero leer vuestras opiniones!
