Remus se dirigía furioso hacia la oficina de su jefe. Acababa de regresar de visitar al pequeño "panecillo de ajo", que para su mala suerte, él no había podido devorar.
La secretaria de Bellingham al verlo pasar, rodeó el escritorio y fue corriendo tras él para decirle:
—Lupin, no puede pasar. El señor Bellingham se encuentra ocupado ahora mismo.
—¿Con quién está ocupado?
—Con el señor Malfoy —le respondió la secretaria.
—¡Mierda! —renegó Remus. ¿Es que hoy todo iba a salirle mal?
—Señor Lupin, le recuerdo que usted no está en una barraca; así que cálmese, tome asiento y espere. El señor Bellingham le atenderá, cuando esté disponible para usted.
—¿Me pongo cómodo entonces?
—Si es tan amable... —le respondió la secretaria.
Remus no dijo nada más y tomó asiento en una de las tres sillas, que se encontraban ubicadas frente al escritorio de la secretaria. Se cruzó de piernas como si fuera una mujer coqueta que iba decidida a seducir al jefe, y bastante molesto, sacó un cigarrillo y se puso a fumarlo...
—Señor Lupin, ¿cuántas veces le he dicho que en este vestíbulo no se puede fumar?
—Las suficientes como para que las olvide a todas... Hoy no he tenido un buen día; así que por lo menos, déjame tener esta alegría, Trudy...
La secretaria no volvió a dirigirle la palabra. Ella sabía que Remus gozaba de ciertos privilegios en la fábrica y además, contaba con el respaldo del "Jefe supremo". Lo que siempre la llevaba a preguntarse, porqué el señor Bellingham le toleraba tantas cosas... Al final iba a terminar creyéndose los rumores que Draco Malfoy había esparcido por la fábrica: que Remus era la perra de Bellingham, y por eso el "Jefe Supremo" lo consentía tanto.
Tras unos minutos, las puertas del ascensor se abrieron en aquel piso, y de allí salieron el resto de los integrantes del "Equipo Artístico y creativo"...
Cuando los tres vieron que Remus se encontraba allí, esperando ser recibido, confirmaron que algo no andaba bien...
Pansy se apresuró en llegar hasta Remus y le preguntó:
—¿Qué haces aquí? Creí que estarías con la Leona, dándole un "inyectable"
—Pansy... ella me ha dejado...
—¡Qué! —soltó Pansy, y se cayó sentada al lado de él.
—¡Capitán, que bueno verlo aquí! Nosotros creíamos que estaríamos desprotegidos en este maremoto —dijo Millicent, que llevaba arrastrando a un cagado Feathers.
—Remus, tengo un mal presentimiento... —decía Feathers —nos van a carnear, ¡nos van a carnear a todos! Lo sé, puedo sentir al verdugo respirándome encima...
—No es un verdugo, Phill; es Mills, que te saca como tres cabezas y por eso sientes su respiración encima tuyo —renegó Remus, mientras continuaba fumando
—Nunca pensé que iba a decir esto, pero... —se lamentó Pansy —Creo que esta vez... el mal presentimiento de Phill está acertado.
—¿Qué ha pasado en mi ausencia, princesa? —le preguntó Remus, abandonando un momento al torturado cigarrillo.
—Bellingham nos mandó a llamar a todos porque, según él, tiene algo importante que anunciarnos y quería que todo el equipo estuviese presente... no quise decirle que tú te habías ido a San Mungo a verla, pero... de todas maneras, creo que él está enterado de todo.
De pronto en aquel vestíbulo se escuchó la voz de Edward Bellingham a través del gramófono comunicador:
«Trudy, ¿mi preciado Cuarteto Artístico y Creativo ya se encuentra aquí?»
—Sí, señor Bellingham. Todos están aquí; desde el primero al último —respondió la secretaria, utilizando el micrófono.
«No los haga esperar. Hazlos pasar, por favor.»
—Como usted mande —asintió Trudy, y se dirigió a los cuatro —Ya lo oyeron. Ahora pueden pasar.
Los cuatro caminaron hasta llegar a las puertas del despacho del jefe, pero antes de entrar, Remus le dio a su equipo el siguiente "discurso motivacional":
—Recuerden... lo importante es... conservar la calma. ¿Sí, Pansy?
—Sí —asintió la morena.
—Así el mundo venga cortando cabezas... —le recordó Remus.
—Yo conservaré la calma —completó ella.
—Esa es mi pequeña —le alentó Remus —No debemos preocuparnos por cuan duro azote el mar nuestra embarcación; cuando la calma regrese, nuestras redes estarán a reventar de peces, ¿no es así, Mills?
—Sí, Capitán. Jamás habrá viento ni marea que no juegue a nuestro favor.
—Eso... —asintió Remus —Y tú, Phill... Bueno, solo trata de mantenerte en pie y de no cagarte, ¿sí?
—Lo intentaré, Remus. Te lo prometo, lo intentaré.
—Bien, ya estamos listos para presentar nuestras caras duras —dijo el líder, y acto seguido abrió las puertas...
Cuando las puertas del despacho fueron abiertas, las miradas de Draco y Pansy se cruzaron, y se expresaron en silencio todo el rencor que se guardaban mutuamente...
Pero lo que a Pansy le alarmó de pronto, fue notar aquella sonrisa triunfal que el platinado lucía en sus labios. Esa sonrisa no presagiaba nada bueno.
—Que espléndido es tenerlos aquí a los cuatro —les recibió diciendo Edward —Hace tiempo que no me visitan las cabezas más creativas de esta empresa...
A Draco no le gustó mucho escuchar el elogio que ese cuarteto de inútiles recibía del jefe, pero bueno... todo a su tiempo...
—¿Por qué nos hiciste llamar, Edward? —preguntó Remus con una seriedad inusual en él.
Y la cara de horror que puso Draco al escuchar el atrevimiento del hombre lobo, fue razón suficiente para que Pansy sonriera discretamente...
—Oh, Remus... —dijo Bellingham en un tono irónico —Te desconozco. ¿Por qué tanta seriedad? ¿Acaso has cometido una falta, y me lo has estado ocultando?
Todos se pusieron incómodos con la pregunta; incluso Draco. (Era muy raro que el "Jefe Supremo" hiciera ironías o utilizara ese tono. Además de que, ninguno de los empleados que estaban allí tenían el expediente limpio)
Bellingham comenzó a reírse, quitándole tensión a la situación, e incitó a los demás a que hiciesen lo mismo: Draco, Pansy y Millicent rieron con el jefe (por compromiso); en cambio Feathers no lo hizo, porque el chico estaba asustado ("para variar"), y Remus apenas levantó sus comisuras en un intento de mostrar una tenue sonrisa.
—Vamos, cambia esa cara, hombre... —le dijo Bellingham, mientras le daba unas pequeñas y repetidas bofetadas a Remus —Cambia esa cara que esto no es una funeraria... Además, estamos de celebración, ¿no es así, mi estimado señor Malfoy?
Draco no perdió oportunidad para enrostrarle a Pansy sus logros...
—Así es, señor. Y nada me hace más feliz, que celebrar mi ascenso con los colegas a los que más estimo...
—¿Qué es esto? ¿la convención de la hipocresía? —soltó Remus, con gran cinismo —¡Haberme avisado antes, macho! Así hoy traía puesto mi smoking de señorón. El que uso los viernes, para ir a comprar salami en la charcutería que tengo a la vuelta de casa.
—¿Te vistes de etiqueta solo para ir a comprar salami? —preguntó Draco, tratando de no reirse. (Prefería morir acribillado por un arma muggle, antes que reírse de algo que dijese Lupin)
—Por favor, Remus... —dijo Edward, calmadamente —el señor Malfoy ha tenido la bella atención con ustedes al invitarlos a esta sencilla celebración; y tú te comportas... así... Sé un poco más educado, no te cuesta nada.
—Te equivocas, Edward. Me cuesta, sí. Me cuesta un huevo y el ochenta por ciento del otro —replicó Remus.
Draco, que había planeado amargar a quienes más despreciaba en esa fábrica, terminó arrepintiéndose de haber insistido en que estuviesen presentes. Era demasiado evidente que todo lo que se estaba hablando en ese despacho eran puros pases de factura... Bueno, a lo mejor, no había sido tan mala la idea (siempre y cuando no le tocase pagar platos rotos a él)
—Mmh... —soltó Bellingham, pensativamente —Ahora entiendo porqué no te has domesticado con los años... Por supuesto, quieres conservar tus gónadas, y me parece muy bien.
—Gracias por su comprensión, Edward.
Bellingham sonrió, y dio la siguiente noticia:
—Por qué no dejamos de lado un momento nuestras insignificantes rispideces, y brindamos por el señor Malfoy —decía, mientras hacía aparecer una bandeja de plata con seis copas preciosas —Hoy es un día importante para él, pues he decidido darle un merecido ascenso: de a partir de ahora, él supervisará los veintidós pisos de esta empresa; y me mantendrá al tanto de todo lo que se haga en cada piso; además de que tendrá la responsabilidad de hacer cumplir el reglamento laboral y de amonestar severamente a los empleados, cuando sea necesario.
—¿Por qué? —preguntó Pansy, sosteniéndole la mirada a su jefe. Pero así como ella lo había esquivado cuando él le pedía que sea sincera; ahora su jefe la ignoraba a ella...
—Porque soy la persona más calificada para ocupar ese puesto, Parkinson —le respondió Draco.
—Bueno, brindemos —insistió Bellingham muy animado, e hizo aparecer una botella de champaña que gentilmente depositó en las manos de Remus —¿Nos haces los honores, Remus?
—¡Cómo no! —asintió el licántropo, y sin ningún tipo de finura, descorchó chabacanamente la botella y sirvió la bebida solo en cinco copas...
Draco estaba a rebosar de satisfacción. No solo estaba enrostrándole a Pansy que ahora él estaba muy por encima de ellos; sino que además, celebraba que ahora tendría la posibilidad de hacerles morder el polvo por cualquier error que cometiesen...
Ninguno de los falsificadores tenía ánimos de celebrar nada... Todos habían entendido ya, que aquel "brindis" era un castigo por las irresponsabilidades que habían tenido.
Cuando Feathers recibió su copa en la mano, comenzó a temblar y no quería ni podía creer lo que había escuchado...
—Señor Bellingham —preguntó tembloroso —¿Esto es una broma?... ¿verdad, señor?
—No Phill... —respondió Edward —Sabes que no soy un buen bromista, y he hablado muy en serio. El señor Malfoy dará todo de sí para que el reglamento de esta fábrica se cumpla como se debe.
—¡Salud! —"festejó" Remus, y acto seguido bebió directamente de la botella, ante la mirada horrorizada de Draco...
«¿Qué modales son esos?» pensaba asqueado Malfoy.
De pronto, de fondo se escuchó un golpe seco que repercutió sobre el piso... Había sido Feathers: el pobre cobardica acababa de desmayarse teatralmente.
—¿Qué pasó, Pansy? —preguntó Remus.
—Feathers —fue lo único que ella dio como explicación.
—Pansy, ¿podrías revivirlo, por favor? Tengo algo más que anunciar —agregó Edward, mientras bebía champaña como todo un señor.
La morena dejó su copa sobre el escritorio, y despertó a Phill con un encantamiento de reanimación. Luego Bulstrode ayudó a su colega a levantarse del suelo, y por las dudas, se mantuvo al lado de él...
—¿Estamos todos conscientes? —preguntó Bellingham.
—En apariencia, sí... —respondió Draco, mientras paseaba su mirada de un Remus bebedor a un Feathers tambaleante.
—En ese caso, continuaré —asintió Bellingham —Como ustedes ya lo saben, cada año, se abren las puertas de esta fábrica para quienes deseen presentar sus currículos y por supuesto, conseguir una entrevista de trabajo. Pues este año, las entrevistas se llevaran a cabo el día viernes de la próxima semana. Me pareció necesario que lo supiesen, ya que la señorita Hermione Granger vendrá para entrevistarse conmigo. Y... creo que está sobra mencionar que ella no ha dejado de ser noticia en las últimas semanas. Concretamente, lo que quiero es, que ella no sea molestada, ni por la prensa ni los curiosos, ni por absolutamente nadie. Quiero que esta entrevista sea lo más discreta posible, y que además ella no sufra ningún tipo de agitación. ¿Cuento con ustedes para que ella se sienta cómoda, desde el primer momento en que ponga un pie en Krankenwell?
—Al menos por mi parte, señor Bellingham, puede estar tranquilo. Me encargaré personalmente de que Granger no sea molestada en ningún sentido —respondió Draco aduladoramente.
—Y yo me encargaré de acosarla hasta dejarla jadeando —dijo Remus —¡Y no solo eso! le haré saber que debe salir corriendo de este nido de vergas sucias, ¡que es lo que somos, maldita sea!
Feathers volvió a desmayarse al escuchar a Remus rebelándose ante el jefe. Pero Millicent lo sujetó para que no cayera estrepitosamente al suelo.
—Phill, Phill... —intentaba despertarlo Bulstrode, dándole repetidas palmaditas en la mejilla —Despierta, Phill
—¡Sácalo de aquí, Mills! —ordenó Remus, sin poder contener su bravura —¡sácalo de aquí! llévalo con Ponds a que le de respiración de culo a boca, o a que tome aire en el jardín, ¡o lo que sea, pero llévatelo!...
—Sí, capitán —asintió Millicent al ver la cara de endemoniado que traía Remus, y literalmente se llevó a Feathers a la rastra.
—Hablemos a calzón quitado, Edward
—Como quieras, Remus —accedió Bellingham —Pansy, Draco, retírense de esta oficina... por favor.
—Pero señor... —quiso replicar Draco.
—¡Largo! —ordenó Bellingham, levantando la voz, y dirigiéndoles una mirada de advertencia.
Draco no tardó demasiado en obedecer (no quería arriesgarse a que le quitasen su reciente ascenso por intentar saber el chismecito); en cambio Pansy, antes de marcharse se acercó un momento a Remus para decirle al oído:
—Por favor, no vayas a cometer una insensatez...
—¿Cuándo he cometido yo una insensatez? —replicó el licántropo.
La morena no le dijo nada más... Pero por si caso, hábilmente le "robo" a Remus la varita sin que él lo notase. Finalmente se marchó de la oficina...
—¿Me puedes decir, qué mierda te está pasando?... —cuestionó Bellingham bastante indignado —¿Dónde está el Remus ambicioso y calculador que contraté hace años? Porque el que tengo enfrente ahora mismo, ¡no lo reconozco! ¡¿Qué es lo que te ha dado esa mujer?! ¡¿Amortentia, o un estupidificador?! El Remus que yo conocí, usaba la cabeza antes que cualquier otra parte de su anatomía. El que yo conocía (o al menos, el que creía conocer) jamás hubiese entregado su segunda identidad ¡así, sin más!
—¡Y no lo hice!
—¡Cállate! —le gritó Bellingham —¡Y déjame terminar! Luego me ves la cara de idiota si quieres, ¡maldito demonio Lunático!
Remus resoplaba furioso por la nariz (tal cual como lo hacía Teddy cuando se sentía enfadado) El licántropo se veía obligado a guardar silencio. Al menos de momento...
—He trabajado con muchos falsificadores antes de ti, y juro que ninguno me había dado tantas satisfacciones, y al mismo tiempo, ¡tantos dolores de cabeza!... —renegaba Bellingham —Mira... a mí me da igual si le eres infiel a tu esposa, o si eres el hombre más casto de esta tierra. Eso es asunto tuyo, y no es relevante para mí, ¿queda claro? Haz lo que tú quieras, Remus, pero no cometas la ¡gilipollez! de entregarle a tu mujer de miel información ¡que bajo ninguna circunstancia debes de entregar!... Afortunadamente, la señorita Granger es una mujer con quien se puede razonar. Y en verdad, me alegro de haber llegado a un acuerdo con ella. Al menos, te conseguiste una amante inteligente y contemplativa, que eso ya es pedir bastante...
—Ella no es mi amante, es... —intentó negar Remus.
—Mejor guarda silencio, porque me estás haciendo cabrear como nunca antes lo habías hecho... —le interrumpió Bellingham —Yo no sé si conoces el refrán, Remus, pero no se muerde la mano de quien te da de comer. ¡Y tú lo has hecho, jodido cabrón!
—Está bien, lo reconozco... admito que se me han escapado accidentalmente algunas cosas —continuó mintiendo Remus —Pero es que... estaba ebrio esa noche, ¿vale? Estaba hasta el culo de whisky cuando le confesé a la Leona en qué trabajo. Pero no te he mordido, Edward, ¡ni he mordido a nadie! yo soy incapaz de algo como eso... ni siquiera he podido mordisquearla a ella un poquito...
—Ni siquiera lo intentes, Lupin... Ni lo intentes. No pretendas colarme el personaje de inocentón santurrón porque... Tú y yo nos conocemos desde hace bastante tiempo ya... Y eso de que estabas ebrio; eso sí me lo creo. Ciertamente continúas estando ebrio... Ebrio de pasión por la señorita Granger. Nunca imaginé que un día te vería pensar con la cabeza que traes colgando.
—Edward, acepto que me pongas a Malfoy de "señor inspector". Pero no la metas a ella en esto... No quiero que Hermione caiga en este serpentario. Acepto que Malfoy retenga mi sueldo por cuarenta meses, que me amoneste hasta el día de mi jubilación; incluso tolero que me inspeccione el recto si él lo considera necesario, pero por favor, Edward... libera a Hermione del contrato del Obliviate. Vamos, ¿qué ganas con tenerla en este negocio?
—Tú la metiste en este negocio, Remus; no fui yo. Cuando le confesaste tu verdadera profesión, la involucraste en todo esto. Además, de alguna manera ella debe pagar el uso de tus servicios prestados, y el de tu equipo... La verdad me sorprendes: pensé que trabajar cerca de ella, te mantendría contento. Pero tal parece que no...
—No podré estar tranquilo si la tengo cerca, Edward. Te lo pido por favor, anula ese contrato.
—No estás en posición de pedirme absolutamente nada, Remus. Y yo no sé cómo lo resolverás, pero más te vale buscar la manera de sosegarte. Solo pon tus testículos en hielo; o revuélcate con ella en un motel o en tu residencia privada o dónde se te antoje; hasta si quieres, te pago unas vacaciones para que le hagas el amor en una isla paradisíaca. ¡Pero ya haz el favor de enfriarte, hombre!...
Nota de autora: ya sé que este capítulo quedó un poco corto. Pero prometo que el siguiente será bastante largo, y además Remus y Hermione tendrán muchos momentos juntos.
Estoy contenta porque pude adelantar esta parte, y porque de a partir de ahora ya solo me quedan escribir puras escenas entre Remus y Hermione.
Como siempre, muy agradecida con ustedes por las palabras de aliento y por todo el amor que le están brindando a esta historia.
Gracias a Jess, a TragicPerséfone, a Aby Coma, Monikgrins; a Jho (Jhompvd); Nena Lau, Duquesa; a AndySnape, BarbaraUrdiles... Gracias chicas, muchas gracias. (Perdón si estoy olvidándome de alguien) También le agradezco mucho a los lectores silenciosos, y a todas aquellas personas que han agregado mi historia a sus favoritos. Prometo compensarles pronto la espera.
Lo lindo es que en unas semanas voy a poder estar actualizando nuevamente.
Besos. Y gracias por leer.
