Capítulo 25

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Mientras que Hinata se deshacía en sonrisas, en momentos forzadas, y emoción por la fiesta, Sasuke era acosado por su mal humor y por Naruto y Sakura.

La orden había llegado un par de días atrás. Había insistido con realizar su labor desde las sombras, como lo había hecho hasta ahora, pero el consejo de la aldea no había cedido esta vez. Recibió la orden de mezclarse entre los invitados, tenía que mantenerse a cinco metros de Hinata, a menos de que la situación se lo impidiera. Podría hacerse a un lado a la hora de la cena, cuando se tomaran fotografías, si es que la familia tenía que participar en algún tipo de anuncio y ese tipo de formalidades, el resto del tiempo estaría pegado a la muchacha, como goma de mascar en una suela de zapato.

No había servido de nada la excusa de no tener que ponerse y, cuando todos sus otros recursos fallaron, había recurrido a apoyarse en Naruto, que con los años había tenido que llenar su armario con uno que otro atuendo formal, pero los colores que su mejor amigo utilizaba lo hacían parecer pálido y enfermo.

Sakura había reído con fuerza al verlo, a pesar de sus intentos por no hacerlo, pero había salvado el día. Sin querer había hecho el trabajo de investigación, mientras le sacaba plática a Hanabi y Hinata durante las curaciones, así que cuando Naruto llegó partiéndose de la risa con Sasuke detrás, casi arrastrando los pies y luciendo pálido en los colores estridentes de Naruto, y le contaron que tenían que comprar un atuendo para la fiesta, ella no había tardado demasiado en imaginar unas cuantas opciones que no lo harían desentonar tanto.

Había salido con una cantidad generosa de dinero y había vuelto con un par de opciones, que acomodó sobre la cama del muchacho.

―Está prohibido vestir de negro ―explicó, al notar el gesto de duda de Sasuke.

Exhaló y tomó el primer atuendo. La paleta era de tonos claros y fríos, que le recordó los atuendos que Hinata solía llevar.

―… gracias, Sakura.

No tardó ni cinco minutos dentro del baño. Apenas abrió la puerta notó que los dos muchachos palidecían al mismo tiempo y, como si se tratara de monitos de ventrílocuo, negaron rápidamente, luego de dedicarse una mirada extraña.

Sakura le alcanzó el segundo atuendo.

No hizo preguntas, tomó la ropa y volvió al baño.

Esta segunda vez se entretuvo más al tener que acomodar perfectamente las capas, los pliegues y las cintas. El kimono que Sakura había conseguido era de un profundo azul, mucho menos brillante que el que solía usar de niño, el hakama era gris, con un patrón a rayas que no lo convencía demasiado, pero ya era demasiado tarde para quejarse.

Arrojó sin cuidado el primer atuendo sobre su hombro y salió.

―Te ves bien, Sasuke-kun ―aplaudió Sakura, sin dejar de mirarlo con un brillo enternecido en la mirada. ―Los otros colores te van bien, pero…no me convencieron.

―Si… era cómo ver tu apariencia si Orochimaru se hubiera adueñado de tu cuerpo ―meditó Naruto, con un ligero gesto de rechazo.

Los vio sacudirse por culpa del escalofrío que los recorrió y luego se miró al espejo. Aun llevaba el cabello suelto y se le había despeinado un poco, así que le caía sobre el rostro de la misma manera en que lo llevaba Orochimaru cuando era libre; observó la ropa que llevaba sobre los hombros y una arruga se formó a lado de su nariz.

Tenían razón.

Naruto dejó salir su risa burlona y se acercó a él, le puso las manos en los hombros y lo obligó a seguir parado frente al espejo. Sakura se mantenía detrás de ellos, con una sonrisa en los labios y un brillo extrañamente nostálgico en la mirada.

―¡Yo te peino!

―¡No! ¡Aléjate de mí! ―espetó, sacudiéndoselo de encima.

El muchacho volvió a lado de Sakura y se cruzó de brazos, aún con la sonrisa en los labios.

Sasuke se distrajo unos momentos. Volvió a acomodarse el cabello con los dedos y luego se las apañó con la liga, escuchando a Naruto y Sakura cuchichear y reírse. Tiró ligeramente de la liga, para que la coleta baja no le quedaba apretada y cuando volteó, encontró a los otros dos ligeramente encorvados, con las manos cubriéndoles los labios, en una extraña costumbre que no perdían de sus días de travesuras.

Cuando notaron que se encontraba listo, dejaron caer las manos y lo miraron, cada cual con sus propios sentimientos encontrados con el orgullo que sentían ahora que lo veían completamente vestido y peinado. No tardaron en elevar sus pulgares, sonrientes.

Se miró una última vez al espejo.

―¡No te pongas nervioso! Te ves muy bien, en verdad ―insistió Sakura, efusiva y ligeramente sonrojada.

―No estoy nervioso ―apresuró, amargando un poco su gesto.

―… Sí, no te ves mal ―arrastró Naruto, luego de recibir un codazo. Se rascó la nuca y sonrió. ―Y con el cabello peinado de ese modo, te pareces más a tu mamá.

―¡Naruto! ―siseó.

―¿Qué? ¡Es la verdad!

Escuchó el palmetazo que Sakura dejó caer en la nuca de Naruto y, a través del espejo, los vio reñir en silencio, Sakura tenía bien sujeto a Naruto por la oreja y él le dedicaba una serie de caras tontas y gestos amargados.

Se alejó del espejo y caminó, alejándose rápidamente de ellos, con el único propósito de esconder el ligero sonrojo que le había coloreado las mejillas. Se sentía como un bicho… se sentía como un animal en exhibición. Se detuvo ante la puerta y negó con un movimiento casi imperceptible.

Se sentía incómodo y abochornado, como cuando no había rechazado aún al equipo siete.

Su reacción cortó con la disputa de los otros dos, que no tardaron en alcanzarlo. Abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarlos salir. El sol de media tarde no tardó en bañarlos y pegarles en la cara, con su brillo casi anaranjado.

―¡Adiós!

―¡Que te diviertas! ―estalló Naruto, llevándose una mano al rostro y fingiendo llanto. ―Creces tan rápido, de veras.

Los podía escuchar burlarse de él y al mirar por encima de su hombro, casi los encontró abrazados y enternecidos, mirándolo alejarse. Enarcó la mirada y volteó al frente con un movimiento brusco, que le ganó una risilla por parte de Sakura y un comentario impertinente por parte de Naruto.

… ya les devolvería toda esa vergüenza… quizá.

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La fiesta había comenzado por la tarde, cuando el sol ya se había inclinado lo suficiente en el horizonte. Todo había progresado sin más inconveniente desde la pequeña escena que Chachamaru había montado antes del inicio; por órdenes de Hanabi el pobre perrito había quedado vedado de la fiesta y no dejaba de gimotear desde la esquina en la que había quedado rezagado, observando la fiesta y tragándose las ganas de ladrar.

Pero Hinata lo procuraba con gusto. Se sentía fuera de lugar y tener a Sasuke cerca de ella no ayudaba demasiado su causa.

Cuando lo viera llegar, casi se le había salido el corazón del pecho y desde entonces la aquejaba un sonrojo, que, gracias a los cielos, la gente había confundido por un estado de fiebre, incluso Sasuke. No solo aquella era la primera vez que se desenvolvían en un entorno completamente social, también era la primera vez que lo veía fuera de sus típicas ropas negras, siempre cubiertas por aquella capa. Y algo le decía que la pasaría soñando despierta con esa visión en sus momentos de ocio.

Acuclillada ante Chachamaru, perdía el tiempo acariciándole el pelaje, mientras el perro comía lo que ella le había llevado. Aprovechaba esos espacios para poder darle la espalda a Sasuke y descansar un poco de su nerviosismo.

―¿Por qué está amarrado? ―preguntó Sasuke al fin, era la quinta visita que le hacían al perrito y esa duda seguía inquietándolo.

―Porque no dejaba de ladrarle a los invitados de Hanabi ―explicó, sin mirarlo.

―¿No se supone que está entrenado?

―… Sí ―exhaló, descansando las manos sobre sus muslos. ―… pero es la oveja negra de la camada ―sonrió, jugando con las mejillas del perro. ―Ha estado raro desde hace unos días… la pasa ladrándole a Miki-chan y , hizo otro tanto con Akino-san y papá… creo que con Satoru-san también…

―¿Lo reportaron? ―preguntó, alarmado, pero manteniendo su temple y su voz monótona.

Hinata lo miró por encima del hombro y asintió. ―Traerán a Yukimaru, pero después de la fiesta, Hanabi no quería… en fin.

Volvió la atención a Chachamaru y sintió pena al ver la tristeza que no abandonaba sus ojos desde que cambiara su comportamiento. Lo tranquilizó un poco y volvió a acariciarle el lomo, los Inuzuka no eran crueles con los perros que fallaban, pero había visto uno que otro caso de cachorros que se deprimían al ser relegados a la vida doméstica.

Sasuke observaba los adornos que llevaba Hinata en la cabeza, al no poder verle el rostro, se entretuvo intentando comprender la estructura de aquel peinado. Cuando se dio cuenta de la manera en que aquello luciría desde el exterior, desvió la mirada hacia la fiesta y luego el cielo, el atardecer terminaba de morir y las estrellas ya plagaban el cielo, pronto los cubriría por completo la noche.

Apretó los labios y se alejó unos pasos de ella, se mantuvo atento, pero sin mirarla demasiado.

Cuando la muchacha se puso en pie, lo miró y rehuyó y pareció incapaz de navegar por unos instantes. Aquello le confirmó que no era él quien imaginaba cosas y que había algo de lo que no se enteraba.

Pero todas sus teorías estaban astronómicamente alejadas de la realidad.

―Servirán la cena pronto, es mejor que ocupemos nuestros lugares ―anunció Hinata, con un temblor nuevo en la voz.

―¿A dónde iré yo? ―aquello no lo había especificado el consejo.

―¿A dónde? ―musitó, mirándolo. ―… ¿a la mesa?

―¿Con Hiashi?

Sonrió y negó, volviendo la mirada al frente. ―Papá estará con los ancianos… Hanabi estará con sus amigas… somos Lee-san, Neji, Tenten, Shino-kun y yo… y Kiba-kun, si logra llegar…

Asintió, no muy convencido. No se preocupaba por Lee o Shino… tampoco por Tenten, pero con Neji las cosas seguían un tanto ásperas.

―Nadie va a tratarlo mal… Quizá Kiba… lo siento, intenté…

―No importa ―apresuró.

Afortunadamente Hinata no tomó asiento de inmediato, pero cuando llegó el momento, las cosas estuvieron un poco tensas. El único que le dirigió la palabra sin reparo alguno, a Sasuke, había sido Lee, que pronto dejó claro que quería volver a enfrentarse a él y medir su fuerza. Aquello logró sacar las risas de Hinata y Tenten, que solo atinó a palmearle el hombro a su compañero, acostumbrada ya a sus explosiones.

Se mantuvo ajeno, mirando alrededor con recato. El enorme jardín de la zona residencial brillaba aquella noche con la luz de cientos de lámparas de papel, que iluminaban los jardines y el sendero que dirigía hacia la fiesta. En algunos puntos había logrado ver unas apagadas ya, pero al volver la mirada alguien ya se había encargado de volver a encenderlas. El ruido de la fiesta lograba confundirse con el resto de los sonidos del exterior, pero aprovechó la ocasión para pulir sus habilidades… y por lo tanto no pudo pasar por alto los cuchicheos de Hinata y Neji, que revolvían alrededor de Hanabi y la preocupación creciente en Natsu, pero no pudo sacar suficiente información de ello.

―Tranquila, Hinata-sama ―murmuró Neji, estrechando la mano de Hinata sobre la mesa, pendiente siempre de Sasuke. ―Todo tiene explicación en esta vida.

―… está bien.

Tenten observó aquel gesto de reojo, Lee que no se daba por aludido logró distraerla antes de que los primos levantaran la mirada, pero Sasuke no había perdido un solo detalle.

La fiesta progresó según lo planeado. Charlaron, comieron y celebraron el cumpleaños diecinueve de la heredera del clan con todo el gozo del que eran capaces; Hanabi sonreía y se divertía con sus amigos y el resto de los familiares de su edad. Hinata observaba desde la mesa, esperaba un momento en que Neji se pusiera en pie para ir a su asalto, se había olvidado por completo de Sasuke y su misión de seguirla a todos lados.

Sasuke suponía que los Hyūga solo podrían divertirse un par de horas más después de que se escuchara el "Kanpai" general con el que se celebró a Hanabi después del postre. Hacía unos minutos que algunas personas habían recorrido el camino con dirección al exterior y no habían vuelto aún y quizá no lo hicieran y aquello lo ayudó a mantener su paciencia.

Neji estaba a punto de excusarse cuando comenzaron a repartirse sakazuki donde faltaban y a llenarse con sake, miró el suyo en silencio y luego miró a Hinata, que estaba tan confundida como él.

―¿Sabía que habría un segundo brindis? ―balbuceó la muchacha.

Negó y ambos buscaron con la mirada a Hanabi, que se mantenía sonriente en su mesa, montando una faramalla. Se miraron de nuevo y, como si se tratara de dos muñequitos programados y controlados por remoto, se irguieron y clavaron la mirada en los sakazuki. Aquello logró llamar la atención de los presentes en la mesa, pero ninguno comentó.

Tenten y Shino, un poco más sensibles y sutiles, se habían enredado en una conversación con la que intentaron distraer a la mesa, pero a pesar de las sonrisas de Hinata y los asentimientos de Neji, no lograron disipar la extraña bruma que se había posado sobre ellos.

Pronto un sonido agudo llamó la atención de todos. Yasahiro se había puesto en pie. Todos ajustaron su postura para mirarlo.

Sasuke observó los semblantes de Hinata y Neji, en uno había confusión y el otro estaba terriblemente pálido. Por debajo de la mesa, Hinata se había aferrado con fuerza al kimono de Neji. Se recargó y escuchó aquel discurso. Conforme aquel extraño comenzó a hablar, el color fue abandonando el rostro de Hinata también. Era un monólogo algo anticuado, pero había sido claro desde el principio de que iba todo aquello; Sasuke observó casi asqueado al muchacho acortar la distancia entre las mesas y cuando al fin anunció que había pedido la mano de Hanabi en matrimonio y ella había aceptado, ya todos lo habían pillado y estallaron en expresiones de aprobación, sorpresa fingida o júbilo.

―¡Kanpai! ―exclamó uno de los ancianos, poniéndose en pie, una vez los novios se encontraran juntos.

―¡Kanpai! ―exclamaron a coro el resto de los invitados, celebrando a la pareja.

Observó a Hinata, que se había quedado sentada en la mesa, su gesto ni siquiera era de sorpresa, estaba completamente vacío, incluso sus ojos parecían opacos en esos momentos. Lentamente recuperó el dominio de si misma y miró a Neji, que se encontraba de pie, pero no había brindado, sus manos estaban vacías y sus ojos clavados en la pareja. Sasuke notó que el gesto del muchacho ocultaba desde la sorpresa, hasta la indignación y la confusión, en un vano intento por parecer ameno y serio.

Dejo el sakazuki, sin beber de él, sobre la mesa y volvió a sentarse, pendiente de aquellos dos. El bullicio perdió volumen pronto, permitiéndole escuchar los solitarios ladridos con los que los perros se comunicaban para confirmar que no había peligro en los bosques.

―Si me permiten... ―dijo Neji de pronto, cortando con la conversación que llevaban Lee y Tenten con Shino, sobre el sorpresivo compromiso.

―Permiso ―apresuró Hinata, aprovechando aquello y yendo tras de él.

Sasuke hizo otro tanto, después de que los primos se alejaran lo suficiente. No tardó en notar que se habían olvidado por completo de él.

Neji rodeaba la fiesta, con la mirada clavada en Hanabi y Hinata iba tras él, pendiente solo de él. Hanabi era un pobre animalillo de presa, que estaba siendo acechado por un tigre, que a su vez estaba siendo acechado por un león inexperto, pero decidido, y todo eso estaba siendo observado por un explorador lo suficientemente aburrido para mantenerse intrigado.

El ataque tardó unos minutos, pero sucedió en el momento oportuno. Neji abordó a Hanabi cuando se alejaba con un par de amigas y la separó del grupo con alguna excusa, Hinata se escabulló tras ellos y se perdieron en un sendero que los dirigió hacia la casa. Los siguió en silencio, manteniendo la distancia y maldijo al ver que Hanabi y Neji entraban por una de las puertas y que Hinata no tardaba en ir a hacer lo propio.

Hasta ahí llegaba él.

Neji caminaba por el pasillo, con Hanabi tomada por el brazo. La casa estaba un poco oscura y silenciosa, todos se encontraban concentrados en la fiesta.

―Me lastimas ―se quejó Hanabi, tirando de su brazo sin lograr liberarse.

Abrió la puerta que daba hacia la sala de estar de las muchachas y casi empujó a Hanabi dentro con su cuerpo, al apresurarse a entrar.

―¿Qué fue eso? ―exclamó, soltándola al fin

―¿Qué fue qué? ―gruñó, sobrándose el brazo.

―Está comprometida. ¡Esto no era parte del plan!

―El plan cambió.

―¿Cuándo? Hasta hace unos días, el plan era rechazar a Hasegawa y casarnos.

―¿Se iban a casar?

Hanabi y Neji, que se habían inclinado uno sobre el otro y se enfrentaban con miradas severas y molestas, palidecieron y miraron hacia la puerta. Hinata aún tenía la mano sobre el panel y apenas se asomaba, los miraba confundida.

―Hinata-sama…

Miró a Neji y negó. ―… no…

―Nee-sama, déjame-

―No ―repitió, entrando y cerrando la puerta. —¿Por qué iban a casarse? No lo quieres… tu tampoco la quieres… no de ese modo…

Hanabi relajó los hombros y exhaló. —… ya hablamos de esto.

Neji desvió la mirada hacia Hanabi, confundido.

—Solo quiero entender por qué —insistió, mirándolos a ambos. ―¿Qué está pasando?

Hanabi la miró unos momentos, su gesto estaba frustrado. —… íbamos a casarnos, porque en un momento, eso era lo mejor para el clan.

―Sigue siendo lo mejor para el clan ―intervino Neji, en un intento por retomar su asalto.

―Pero… son… ustedes… somos como hermanos…

—Neji es como un hermano para ti, pero para mí es Neji ―se defendió Hanabi, como si aquello cambiara la situación.

Aquello la desarmó por unos momentos, pero no se rindió. —Dijiste que solo te casarías con alguien que estuviera a la altura de las circunstancias, alguien fuerte-

—Vaya, tu memoria ha mejorado bastante.

—No te burles de mí ―murmuró, sintiendo su pecho apretado.

—Lo siento —apresuró. —Pero retomemos. ¿Crees que Neji no está a la altura de las circunstancias?

—¡No! —apresuró, consciente de las tácticas de evasión que solía usar su hermana. —No se trata de eso, se trata…

―Hinata-sama, por favor tranquilícese, si me permite hablar con Hanabi-sama, podremos aclarar esto pronto…

―No ―susurró, mirándolos con esa vieja desconfianza, que se había visto obligada a despertar. ―Ustedes ya me guardan suficientes secretos… No.

Hanabi exhaló y miró la hora en el reloj. ―Si no vuelvo-

―No me importa ―susurró.

―Podremos hablar de esto mañana ―tanteó Neji.

Hinata se recargó contra las puertas, extendiendo los brazos. Los miró fijamente, tenía las cejas juntas pero su gesto no era de enojo, solo de decisión y preocupación.

—¿Por qué te importa tanto, nee-sama?

—Ya te dije que quiero entender —repitió.

Hanabi enarcó la mirada ante ese gesto, Hinata le estaba ocultando algo. —Los viajes me consumen demasiado tiempo y la situación no se presta a que me ausente de casa durante días.

—¿Por qué soy débil y necesito que me protejan?

—Sí —limitó, sin explicar demasiado, con la esperanza de que Hinata soltara el tema.

Neji se mantenía al margen, consciente de que aquello estaba entrando en el terreno de hermanas que no podía pisar.

Apretó los dientes ante la mirada de Hanabi, no había un solo tapujo. —¿Lo estás haciendo por mí?

—Sí y no. Lo iba a hacer por el clan, más que nada, pero sí… también por ti, ahora que han pedido tu mano.

―¿Qué? ―exclamó Neji, haciendo eco a lo que se quedó atorado en la garganta de Hinata.

Hanabi agachó la mirada unos momentos y luego dio unos pasos a un lado, para dejar de darle la espalda a Neji. Los miró a ambos, luciendo culpable.

―Hay alguien, interesado… el consejo lo estaba arreglando a nuestras espaldas, pero Yasahiro se sinceró con nosotros y papá se está encargando de eso.

―¿Quién es? ―musitó Hinata.

―… no puedo hablar de esto, aún ―murmuró, mirándola a los ojos.

Un pesado silencio se acomodó entre ellos. Neji fue el único que se atrevió a carraspear.

—¿Y por qué aceptó a Yasahiro?

Hanabi se mordió el labio inferior y miró con advertencia al muchacho, no se atrevía a hablar de todo enfrente de Hinata.

—Porque es lo mejor para el clan —pronunció.

―… no es lo mejor para ti ―pronunció Hinata, obstinada.

—No ―cortó, perdiendo un poco la paciencia. ―No es mejor desde tu perspectiva y tu mentalidad. ¿A fuerza tiene que haber amor para que un matrimonio funcione? ¿Crees que mamá y papá se querían?

―¡Hanabi! ―exclamó, al no saber qué otra cosa decir o hacer. Estaba horrorizada. Se llevó la mano al estómago y miró a la muchacha con recelo, como si no la conociera.

―Lo siento ―apresuró, negando. ―No sé… No sé de dónde vino eso ―balbuceó Hanabi, frunciendo el gesto y llevándose una mano a la cabeza al sentir un extraño dolor. ―Lo siento.

―Tenemos que tomar distancia en estos momentos, del tema y el uno del otro ―intercedió Neji, temiendo un conflicto desproporcionado. ―Estamos alterados y confundidos… lo mejor es que recuperemos la calma, ordenemos nuestras ideas y lo discutamos después. Con calma ―enfatizó.

Hanabi asintió, frotándose el brazo de nuevo.

Hinata apretó los puños. Tenía en la mano las palabras justas para voltear la situación y no se atrevía a usarlas. Sintió la mano de Neji sobre su brazo y se movió, para que el muchacho no tuviera que esforzarse en empujarla. Dio unos cuantos pasos lejos de la puerta y soltó su último argumento y el único que de verdad le importaba… el único argumento que la tenía en un hilo. Podría perdonarles que se casaran por conveniencia, entendía que ambos llegaran a ese acuerdo, seguiría siendo raro para ella y escandaloso para el consejo, pero ya antes se habían casado integrantes de diferentes ramas.

Hanabi cruzaba la puerta, decidida a salir.

—Estás haciéndolo por Neji.

Hanabi volvió sobre sus pasos y miró a Hinata, luego a Neji, que se mantenía ante la puerta, él lucía tan perdido cómo ella.

―¿De qué habla, Hinata-sama?

―De Tenten.

Aquello fue suficiente para dejar a Neji de una pieza y para que Hanabi se apresurara a cerrar la puerta y se acercara a ella. Se detuvo al ver que Hinata le rehuía y se encogía, rechazándola.

—¿De qué estás hablando?

Miró a la muchacha y luego, más allá de ella, a Neji.

―Los vi en el bosque, discutiendo por algo… no sé por qué ―aclaró. ―… y quizá viera un beso ―declaró, con voz diminuta.

Hanabi volteó a ver a Neji con un movimiento violento y un gesto con el que le reclamaba su descuido. Neji solo atinó a agachar la mirada, avergonzado.

―¿Van a negar que ustedes están enamorados de otras personas?

―No ―apresuró Neji.

Hanabi dejó salir una risa, que quedó convertida en puro aire.

―No te rías ―renegó Hinata.

Aquello tomó a Hanabi desprevenida. ―¿De qué hablas?

―De Kiba.

―¿De Kiba? ―exclamó, luciendo alarmada y confundida. ―¿Él qué? ¿Escuchaste el disparate que acabas de decir? A veces te da por pensar estupideces…

—No son estupideces, yo sé lo que vi, yo sé que estás enamorada… ¿Vas a negar que estás enamorada de él? —atacó, aunque su voz tembló un poco. —No vas a lavarme el cerebro, estoy segura de lo que digo.

Hanabi juntó sus palmas y a las acercó a su rostro, sorprendida. —Así empiezan los chismes.

—No son chismes. Los vi —la enfrentó, sintiendo que le temblaba el cuerpo, pero la mirada de Hanabi había perdido la indignación y mostraba confusión.

—Tienes la información de primera mano… Dímela. La desmentiré.

—Hanabi… los vi en el festival.

Sintió que su cuerpo se volvía de gelatina. Quería agachar el rostro, quizá sacudir a Hinata, y volverse un charco en el suelo. Pero se mantuvo de pie y mirando a la muchacha, con una sonrisa en los labios que se convirtió en una corta risa irónica.

—En el festival de invierno… en el festival en el que me la pasé a tu lado. Hinata, así empiezan los chismes.

—Pero-

―¡No hay algo entre él y yo! ―estalló. ―¿Qué tan difícil es entender eso? Nada. Absolutamente nada.

―¿Tu no sientes algo por él?

―No… y si el siente algo por mí, lo siento ―aseguró ―, sé que es tu mejor amigo o lo era o lo que sean. Lo siento, pero no me voy a responsabilizar por sus fantasías.

Hinata enfrentó la mirada de Hanabi y luego miró a Neji, que se encontraba con la mirada clavada en Hanabi, pero parecía ausente. Quizá no había escuchado nada de lo que discutían en esos momentos, no podía depender de aquel gesto para llegar a una conclusión.

―Tengo que volver a la fiesta ―anunció Hanabi. ―Pero pierde el cuidado, Hinata. Neji podrá hacer su vida con Tenten, yo me casaré con una persona apropiada y tu… tu haz lo que quieras.

Hinata juntó las cejas y Hanabi abrió de nuevo la puerta, sin dejar de enfrentarla.

—En esta casa las paredes tienen oídos, ten cuidado con lo que sale de tu boca, deja de decir tonterías —repitió en un tono más normal. —Así empiezan los chismes y no me gusta estar enredada en chismes.

Salió de ahí, dejando a Hinata a solas con Neji.

―Hinata-sama.

―Quiero estar sola ―musitó, caminado hacia el sillón.

Exhaló. ―Sasuke debe estar buscándola y…

Apretó el semblante y se cubrió el rostro con ambas manos. Se había olvidado por completo de él. Dejó caer las manos y miró a Neji, estaba agotada.

―… no puedo volver ahí. Déjelo entrar ―pidió ―, envíe a Kō si lo hace sentir más tranquilo o no sé… No voy a salir.

―¿Qué excusa quiere que le dé a Hiashi-sama por su ausencia?

―… la verdad… ―se encogió de hombros, sin mirarlo. ―… que no estoy de acuerdo con el compromiso de Hanabi.

―Le diré que le duele la cabeza.

La puerta se deslizó suavemente y Neji se alejó. Hinata se dejó caer en el sillón y miró el techo en silencio.

No supo cuánto tiempo pasó entre la partida de Neji y la llegada de Sasuke, solo estuvo consciente de que nadie había ido a supervisarlos. No miró a Sasuke cuando entró a la habitación, tampoco lo invitó a sentarse, pero lo sintió, diligente, de pie ante la puerta.

―¿Estás bien? ―preguntó, un poco incómodo.

―… sí.

Hinata no volvió a hablar y él abrazó el silencio. Se recargó a lado de la puerta y la miró.

Intentaba no hacerlo, pero le estaba costando un poco; horas antes, por culpa de aquella actitud esquiva y torpe, había temido que su lavado de cerebro no hubiera funcionado del todo y Hinata recordara el momento en el bosque y el genjutsu. Y por unos momentos, mientras veía aquella persecución, había creído que se había librado de sus dudas, pero ahora volvían a aflorar.

Lo peor es que no podía ir por la vida rectificando ese tipo de intervención, porque corría el riesgo de que Ino lo notara y lo reportara.

Agachó la mirada y siguió con ella la línea que formaba la pretina su pantalón alrededor de su cintura y luego volvió a mirar a Hinata. Cuando llegara a la fiesta, había esperado que fuera ella quien lo recibiera, dadas las circunstancias, pero la muchacha se había quedado de pie junto a Hanabi, con un gesto indescifrable y con una mirada había enviado a Kō a su encuentro. Y, a pesar de que había sido parte de la misión, no estaba muy seguro de que debiera deberle a su buena memoria el que llevara grabado hasta el último detalle que la caracterizaba aquella noche.

Observó las manos descansar sobre el regazo y siguió la línea hasta llegar al cuello de Hinata, desvió la mirada.

―Puede sentarse ―susurró de pronto, sacándolo de sus cavilaciones.

―¿Si te sientes mal-?

―No… solo estoy fastidiada por mis tonterías personas ―murmuró, con la mirada clavada en el techo. Sonrió unos momentos. ―… es broma.

Asintió, sorprendido de encontrarla con aquella actitud. ―Puedo llamar a alguien-

―No ―pidió ―... solo quiero estar sola, pero no puedo estar sola, y si me dan a elegir entre alguien de mi familia y usted...

Hizo un corto gesto que no condujo a conclusión alguna, pero mantenía la mirada sobre él. Observó el rostro en silencio, la tinta que había llevado la muchacha en los labios se había desvanecido durante la cena, el rostro que lo miraba se parecía más al que estaba acostumbrado a ver. Una extraña descarga le recorrió el pecho.

Asintió y desvió la mirada.

Lo observó en silencio, de pie, como si fuera un monigote. Una pequeña sonrisa se extendió en sus labios y volvió a mirar al techo, su mal humor no había mejorado con ello. El fastidio le envolvía la cabeza, casi le dolía de tanto pensar.

―He estado investigando… desde que supe que Hanabi estaba en edad de casarse.

Miró a Hinata, con las cejas juntas.

―Nadie más puede casarse o comprometerse el mismo año en que los herederos o cabezas del clan se comprometen o se casan… Nadie más puede comprometerse o casarse este año y algo me dice que Hanabi está decidiéndose por una boda primaveral y claramente no hay tiempo para organizar una boda de ese calibre este año.

―Ah ―arrastró, postrado en su sitio.

Sonrió, cansada. ―Yo sé que no le importa… que no quiere escucharlo… pero no confío en muchas personas y también sé que a usted no le importa divulgar esto.

Su gesto se contrajo unos segundos. Ahí estaba lo que había temido esas últimas semanas, saliendo de los labios de Hinata, confirmando las amenazas de Ino. No pudo evitar pasarse la mano por la cabeza y palmeó unos momentos al no sentir su coleta habitual, dejó caer la mano al recordar que su peinado era diferente aquel día.

―No puedo ayudarte ―declaró, esperando que con ello Hinata lo dejara ir.

La muchacha lo miró y asintió una sola vez, luego volvió a ese estado de aparente abstracción, clavando la mirada en el techo de nuevo.

―… no le estoy pidiendo que lo haga ―sonrió, las lágrimas amenazaban con distorcionarle la mirada. ―Yo soy la mayor, yo debería protegerla.

Un corto silencio los rodeó.

—Puedes reclamar tu derecho.

Hinata lo miró, ligeramente sorprendida por aquel atrevimiento. Sasuke mantuvo su postura, sabía de dónde venía ese impulso de ayudarla, pero se negó a reconocerlo, como solía hacerlo siempre que Naruto le aventaba sus verdades en la cara; esos últimos días había tenido que hacer frente a muchos fantasmas y no tenía el ánimo para encarar ese.

Hinata asintió una sola vez. —No quiero reclamar mi derecho, Hanabi hará un mejor trabajo…

—Renuncia al clan ―propuso, encogiéndose de hombros. ―Si renuncias armarás un revuelo y retrasarás aún más el matrimonio.

—¿R-Renunciar…? —balbuceó, negando. —N-No… eso los lastimaría…

Asintió, odiaba estar tan interesado de pronto en chismes de señoras, pero el desgraciado que llevaba dentro había despertado y estaba interesado en la idea de ver al Clan Hyūga arder por sus propias intransigencias. Aquella era una fantasía recurrente desde que los ancianos le jodieran la vida con esa estúpida misión de niñera y no podía, por más que quisiera convencerse, dejar pasar esa oportunidad.

Sobre todo porque sabía que Hinata no seguiría nunca los caminos que él le señalara… al menos no en ese terreno. Su semilla del mal no estaba cayendo en suelo fértil.

—Cásate. Si aseguras un heredero, Hanabi no se verá obligada a casarse.

Sasuke no lo sabía, pero al renunciar a su derecho como heredera había renunciado a la obligación de engendrar herederos y lo más cerca que estarían sus hijos al puesto de la matriarca o del patriarca sería si contraían matrimonio con quien estuviera o fuera a estar a la cabeza… y ahora que tenía un pretendiente encima, ni esa posibilidad existía.

Se iría de casa, se iría por siempre a casa de su marido.

Se detuvo unos momentos en ese pensamiento: otra vez se iría lejos…

Los ojos se le llenaron de lágrimas.

—¿Cómo sabe todo eso? ―inquirió, erigiendo un muro entre ellos.

Por primera vez, fue él quien rehuyó la mirada de ella, pero admitió con amargura: —… parece que las cosas no son tan diferentes en las grandes familias de Konoha.

Recordaba los cotilleos en las tiendas dentro del barrio Uchiha. Se había enterado de las desgracias ajenas mientras acompañaba a Itachi por dulces, a su mamá al mercado o al salón de belleza, o cuando salía a comprar bolas de arroz fritas al puesto de su tía. En su momento había preguntado a su madre por esos chismes, naturalmente Mikoto le había sacudido esos temas de la cabeza, pero no porque los ignorara los había olvidado.

Quizá el suicidio de Shisui y la traición de Itachi fueran los últimos escándalos y los únicos que se recordaban en Konoha, pero la lista era vana, larga y repetitiva.

Hinata perdió la actitud defensiva con la que había planeado resguardarse y defenderse de lo que Sasuke pudiera decirle. Había esperado burlas o groserías, pero había obtenido todo lo contrario. Sabía que aquello que presenciaba en esos momentos era cierto grado de vulnerabilidad, a pesar de la compostura del muchacho y la calma que emulaba. Lo miró, casi con piedad, pero borró el gesto de su rostro para no ofenderlo.

—¿Cree que puedo salvar a Hanabi si ofrezco un heredero? —susurró al fin, fantaseando.

Sasuke alejó la mirada de la ventana, sabiendo que ya no era él quien se encontraba en el centro de eso, asintió.

—No sé cómo funcione en tu casa, pero el consejo del clan elegirá a la persona que…

La frase quedó inconclusa, pero Hinata no necesitaba que le deletrearan aquello. Asintió y bajó la mirada, exhalando. Cerró los ojos unos momentos y lamentó sus verdaderas opciones.

En ese momento, Sasuke experimentó una primera vez, por segunda vez, en poco más de veinticuatro horas, sintió empatía y lástima por Hinata. El clan Uchiha se había manejado diferente, ahí no hubo herederos por derecho de nacimiento, pero los matrimonios arreglados no fueron extraños. Sabía que, llegado el momento, y si no hubiera encontrado a una persona que le despertara sentimientos románticos, habría aceptado por esposa a quien eligiera su madre, siempre que le agradara; en ese sentido se parecía bastante a Hanabi, él no habría tenido reparo alguno en cumplir su deber… y a Itachi, por el contrario, podía verlo reflejado en Hinata, él habría elegido a su esposa, si enamorarse hubiera estado en sus planes, y si no, habría rechazado al clan entero por la persona que hubiera logrado tocarle el corazón y el alma.

—… supongo que podría intentarlo, ese paso ya está cubierto —murmuró, con rencor.

—¿Qué paso? ―soltó distraído, saliendo de sus cavilaciones.

―… la persona elegida por el clan que… me… ―enrojeció y agachó el rostro.

―¿Estás comprometida? —soltó.

—No… No sé… Es complicado ―balbuceó, sintiendo que su corazón se rompía, que sus posibilidades inexistentes se volvían aún más imposibles.

Asintió, notando el rechazo bien pintado en el rostro de Hinata. —Hay otra opción.

Lo miró esperanzada y él no pudo evitar desviar la mirada, porque lo que estaba a punto de decirle no era mejor.

—Si no quieres casarte con el candidato, antes puedes casarte con alguien que se preste a ayudarte, y mantenerlo en secreto… tendrás que casarte con el candidato de igual manera, pero podrás anular el matrimonio cuando llegue el momento.

Aquello la desinfló por completo, no podía pedirle ese favor a alguien… en un momento desesperado, podría haber recurrido a él, pero sus sentimientos incipientes ya no le permitían esas frivolidades. Se llevó la mano a la frente y despeinó su flequillo. ¿De qué le serviría anular el matrimonio?

—… Usa un poco la cabeza, ¿quieres? —soltó, leyéndole el pensamiento. —Con un matrimonio nulo y la promesa de un heredero puedes ganar tiempo. Si Hanabi asciende y toma control del clan, Hiashi pasará a ser parte del consejo y el anciano que esté más podrido tendrá que dimitir. Hanabi puede proponer un cambio al reglamento y abolir los matrimonios arreglados y la herencia por derecho de nacimiento. Podrá casarse con quien ella quiera, heredar el clan a quien considere competente llegado el momento y tú no estarás casada con la piltrafa que escoja el clan.

Una risa escapó de sus labios al escuchar la última palabra y desvió la mirada al lado contrario, alejándola de él. Las lágrimas volvieron a llenarle los ojos.

La mano de Sasuke sobre su hombro la sacó de sus cavilaciones. —De todas las opciones que tienes, esta es la que menos dañará tus relaciones familiares. El matrimonio es solo un contrato. No le des vueltas.

Lo miró a los ojos y sintió una decepción enorme al caer en la cuenta de lo que significaban aquellas palabras… de lo que estaban proyectando. La manera en la que Sasuke parecía ver al matrimonio, era similar a la manera en que lo hacía Hanabi. Sonrió ligeramente y asintió.

―… gracias.

―No ―murmuró, quitándole la mano. ―No me des las gracias por esto.

Aquello no era ayuda… era una grosería. Se alejó hacia la puerta y la deslizó, lentamente, la fiesta no parecía haber muerto aún, pero ya no sentía la misma presencia de momentos antes.

―Estaré afuera… no quiero malentendidos ―arrastró, mirándola por encima del hombro.

―Sí, disculpe ―sonrió.

Sasuke elevó sus labios en un amago de sonrisa, con un ligero tinte de sarcarsmo que desapareció casi de inmediato, y salió.

Hinata se quedó mirando la puerta. Aquella mueca estaba lejos de ser un gesto alegre, pero la remontó a días lejanos; el recuerdo de aquella sonrisa, aquel día entrenando sobre el río helado apareció frente a sus ojos y sus labios se separaron.

―Ah…

Ese había sido el momento que no había encontrado antes.


Viernes, 04 de agosto de 2023