Disclaimer: Esta historia y sus personajes no me pertenecen. La historia es de Brigid the Fae y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.
Capítulo 9
Momentos después de que los pies de Kagome tocasen el suelo de tierra del pozo, el Inuyasha humano la alzó en sus brazos y la sujetó contra la pared. Las piernas de ella pasaron alrededor de su cintura sin que se lo indicara, dejando que las manos de él se deslizaran bajo sus muslos y subieran para toquetearle el culo bajo la falda. El movimiento había sido tan rápido, que Kagome tuvo meros segundos para reconocer lo que estaba pasando antes de que la boca del humano cubriera la suya. No hubo vacilación en su beso como la había habido la primera vez, meses atrás. Este era un beso entrelazado con urgencia y necesidad, y ella estaba lista para sucumbir a él.
Soltó un suspiro contra sus labios mientras él mecía las caderas contra las suyas, frotando la áspera tela vaquera contra su piel. No era mucho, pero era lo suficiente para hacer que su cuerpo canturrease de placer. Los vaqueros no le estaban dejando sentir todo el bulto que sabía que estaba allí, pero puede que hubiera sido lo mejor. Estaban en el presente, al fondo del pozo devorador de huesos, donde cualquiera podía deambular por la pagoda del pozo y mirar hacia abajo.
Kagome se echó hacia atrás, haciendo una mueca cuando se golpeó la cabeza contra la madera.
—¿Y si nos ve alguien? —susurró. Estaban en los terrenos públicos del templo y probablemente todavía era un momento del día en el que se sabía que los visitantes se quedaban por allí. Lo último que necesitaban era que él la hiciera gritar al fondo del pozo y alertasen (o asustasen) a un visitante, quien iría a buscar a su abuelo para que purificase la pagoda del pozo. De verdad que no quería que su abuelo la viera con la falda levantada hasta las caderas y los pantalones de Inuyasha alrededor de sus rodillas. Incluso con sus pantalones puestos como lo estaban ahora, aun así no era un buen panorama para ninguno de ellos.
El Inuyasha humano gimió, dejando que su frente se juntase con la pared. Había estado a punto de inclinarse y volver a besarla cuando sus pensamientos le recordaron que realmente no estaban solos.
—¿No crees que podríamos no hacer ruido? —Sin esperar una respuesta, el Inuyasha humano bajó suavemente a Kagome al suelo, ayudándola a volver a colocarse la ropa. Kagome le había enviado una sonrisa de agradecimiento en respuesta.
¿A quién diablos engañaba? No iba a haber eso «no hacer ruido». La parte vergonzosa de ello sería que, en cuanto al fin se acomodase dentro de ella, sería él quien rugiría tan fuerte que sonaría como Buyo zurrando una casa de ladrillos.
Kagome masculló una disculpa mientras levantaba la mirada a la escalera de cuerda, oyendo que el Inuyasha humano gruñía con mayor decepción cuando levantó la mirada y vio las conocidas bragas rojas de encaje que llevaba puestas debajo de la falta. ¡No se las había puesto con segundas intenciones! ¡Solo había querido sentirse hermosa! Pero ahora, como él estaba intentando ser un caballero, se veía siendo tentado porque ella no podía haber hecho lo práctico y haberse puesto un condenado par de pantalones. Tampoco era posible subir más rápido por la escalera de cuerda. Tenía que esperar que pudiera tocar el suelo rápidamente, porque sintió la escalera moverse en cuanto él puso su peso sobre ella y sabía que, en cuanto estuvieran fuera de la pagoda del pozo, él encontraría un lugar en el que pudieran estar solos.
Como su habitación.
El Inuyasha youkai no se había equivocado cuando había mencionado que Souta tenía entrenamiento esa tarde. Debido al mantenimiento del campo que tenían asignado normalmente, habían pospuesto el entrenamiento, lo que significaba que la cena sería tarde. Mamá había mencionado algo sobre ofrecerse voluntaria para hacer de acompañante con un par de otros padres debido a la distancia. A excepción de su abuelo, quien probablemente estaría trabajando duro en su despacho, estarían solos en la casa.
Si sus pies se le adelantaron cuando pasó por encima del borde del pozo, pasó desapercibido. Cuando Kagome se giró y vio los antebrazos del Inuyasha humano levantándolo por encima del borde un minuto más tarde… podría haber babeado. Era algo insignificante como para hacer que su mente se volviese estúpida, pero conocía la fuerza que había detrás de ese poco de músculo y lo que podían hacer esas manos. Podía arrastrarla por todo Japón, enfrentarse a youkai más grandes que él y aun así ser capaz de tranquilizarla con un abrazo, tanto si era un hanyou como si no.
En cuanto dio un paso hacia ella, Kagome retrocedió. Sabía que, si no llegaba a la puerta y conseguía que se abriera, tendría marcas en la espalda de los peldaños. O astillas en las rodillas, no podía estar segura, pero sabía que el Inuyasha humano se estaba impacientando y, francamente, ella también. Todavía mantenía su alegato sobre la posibilidad de que los descubrieran y tal vez un día consideraría abandonar toda precaución, pero podía oír voces a lo lejos en los terrenos del templo. Esa tarde no iba a arriesgarse a que se pusieran juguetones.
La puerta se abrió deslizándose lentamente para no alertar a nadie de que dos personas de diecisiete años se estaban escabullendo. La presencia de Kagome era conocida por muchos de los visitantes locales porque a menudo asistía con los eventos o simplemente ayudaba a limpiar de vez en cuando a lo largo de los años. La del hombre de pelo oscuro que estaba detrás de ella con una mano contra su espalda baja no lo era, y habría pintado mal para ambos si alguien sospechara que habían estado haciendo algo.
Todavía no, de todos modos, pensó, sintiendo como la conducían por los terrenos del templo hasta la casa. No lo parecía, pero el Inuyasha humano prácticamente la estaba empujando para que igualara su paso. Era un poco gracioso levantar la mirada a su rostro y ver sus cejas fruncidas en gesto de concentración, sabiendo que su objetivo no era nada respetable.
Solo unos pasos más hasta la entrada y, entonces, tendría que correr.
El Inuyasha humano estiró antes la mano hacia la manilla, abriendo la puerta. Kagome se preparó para la carrera…
—¡Eeeh, habéis vuelto!
Kagome parpadeó. ¡No debería haber habido nadie en la casa! Entonces ¡¿por qué estaba su hermano pequeño en la entrada con su ropa de entrenar y una bolsa de patatas fritas?!
—¿P-Por qué? —Al Inuyasha humano se le quebró la voz.
Souta, completamente ajeno a que estaba, de nuevo, evitando que obtuviera lo que ella quería, miró fijamente a la pareja, confundido.
—¡Ohhh, es verdad! ¡No estabais aquí! —dijo riéndose, y Kagome quiso estrangularlo—. Pospusieron nuestro entrenamiento hasta la semana que viene. Llegamos al otro lado de la ciudad y entonces nos dijeron que se cancelaba el entrenamiento. Así que mamá está ahora en la cocina empezando a preparar la cena. ¡En realidad volvimos a casa justo antes que vosotros!
Prácticamente podía sentir que el Inuyasha humano se desinflaba al lado de ella. O al menos un apéndice, pobrecillo.
—¿Cómo es que los otros dos no están con vosotros? —preguntó Souta.
—Porque están trabajando en un proyecto —dijo el Inuyasha humano entre dientes apretados—. Yo volví con Kagome para ayudarla con sus deberes…
—¿Y no saben que la cena va a ser antes? Cielos… —Mamá estaba un poco por detrás de Souta, acababa de aparecer desde la cocina—. Lo siento mucho. Ninguno de nosotros esperaba que los planes de hoy cambiasen tan de repente.
Su madre no tenía ni idea.
Kagome cogió la mano del Inuyasha humano y lo condujo lejos de su hermano antes de que llevase al niño fuera y lo lanzase contra el Goshinboku. Con lo tensa que le notaba la mano, probablemente se sentía tentado. Los llevó lentamente al piso de arriba, a su habitación, ahora no tenía ningún sentido correr. Incluso si echaba el pestillo, no iba a evitar que su hermano llamase y le hablase desde el otro lado, y de verdad que no quería oírlo divagar sobre uno de sus amigos mientras el Inuyasha humano estaba dentro de ella.
La puerta se cerró con un clic y miró tristemente al humano.
—Lo siento mucho…
El Inuyasha humano suspiró.
—No hay nada que hacer, supongo. No teníamos ni idea. —Aun así, abrió los brazos para rodearla con ellos mientras ella se apretaba contra su pecho. Como había sospechado, se había puesto tan plano como una tabla de madera.
—Pero me siento fatal —masculló—. Te dije que parases en la pagoda del pozo…
—Y si hubiéramos seguido adelante, segurísimo que tu hermano habría aparecido por una u otra razón, se habría asomado por el borde y habría preguntado qué estábamos haciendo. —El Inuyasha humano no quería que los descubrieran, pero le estaría bien empleado a su hermano si seguía entrometiéndose.
Kagome asintió. Souta los habría encontrado de algún modo. Era como si hubiera sido un sabueso en una vida pasada o algo así. Pero ella era adulta (quizás no del todo todavía, pero casi), y tenía necesidades. Tenía deseos que no incluían a su hermano merodeando cerca de ellos. ¡Diablos, estaba casada! ¡Eso debería haber concedido una suerte de aceptación! Su familia había visto la marca, su madre les había explicado a su abuelo y a su hermano que era una marca de matrimonio youkai. No sabían cómo la había obtenido, pero sabían que estaba casada. Recordó los anteriores comentarios de mamá y Kagome supo que cualquier posibilidad de que pasase nada ya no estaba sobre la mesa ahora que Souta estaba en casa.
—De adulto a adulto, entiendo que haréis y que habréis hecho cosas de adultos. Sin embargo, como vuestra madre, creo que es importante recordaros que esta es una casa familiar. Por favor, sed discretos con lo que hacéis, ¿vale?
Ahí no había ningún problema. Mamá no había insinuado que no pudieran cuando no estaban solos en la casa, pero también comprendía que su hijo más pequeño tenía fama de aparecer en los peores momentos, así que era más una advertencia de que echase el pestillo. Saber el horario de Souta hacía que planear tiempo a solas fuese más fácil, pero no tanto cuando se cambiaba sin previo aviso.
—Probablemente… debería volver a buscar al hanyou y al youkai. Van a cabrearse si se pierden la cena.
Kagome apretó los brazos alrededor de su torso y suspiró.
—Sí. Pero mamá se asegurará de hacer de sobra. No voy a comer hasta que volváis los tres, para que no comáis solos si es muy tarde.
El Inuyasha humano empezó a decirle que comiese, pero sabía que no le iba a hacer caso. Kagome picaría algo durante la cena con su familia si no habían vuelto, luego recalentaría la cena más tarde para los cuatro. Apreciaba que esperase, pero no le gustaba hacer que Kagome se sintiera incomodada. En cambio, le dio un beso en la coronilla, murmurando que tenía que soltarlo para que pudiera ir a buscar a sus homólogos.
Dejar que se separara era una mierda, pero tener que salir de su habitación para volver a la pagoda del pozo él solo dolía más. Incluso con calzoncillos entre él y los vaqueros, todavía se sentía irritado por lo de antes. A pesar de ello, no era nada comparado con la forma en la que ella se había desanimado.
Ahora estaba decepcionada por múltiples razones y él no necesitaba un fuerte sentido del olfato para saberlo. No habían podido estar juntos a solas. La casa estaba plagada de los ruidos de su hermano. Iba a tener que concentrarse de verdad en sus deberes. El hanyou iba a ponerse lívido si ella fuera a venir a la ubicación de su casa antes de que estuviera lista, así que tenía que quedarse atrás.
Lo único que iba a ser peor sería oír jactarse al youkai de que cómo le habían cortado el tema.
—¡¿QUÉ QUIERES DECIR CON QUE NO TE LA FOLLASTE?!
—¡GRÍTALO UN POCO MÁS ALTO, NO CREO QUE TE HAYA OÍDO TODO JAPÓN!
—TENÍAS UN ÚNICO TRABAJO…
—¡Y MI PENE DESCENDIÓ MÁS RÁPIDO DE LO QUE LO HACES TÚ CUANDO TE SIENTAN!
Desde su lugar en las vigas de carga, Inuyasha agarró la madera con las manos con un poco más de fuerza, debatiendo si debería dejar inconscientes tanto al humano como al youkai de un golpe. Le estaba entrando un tic en el párpado izquierdo.
Ver al humano aparecer entre la línea de árboles le había hecho entrar en pánico hasta que se enteró de que Kagome estaba en el templo. Luego se había enterado de por qué su homólogo humano había venido a recogerlos y el youkai no había parado de gritar desde entonces.
—TE DI UNA APERTURA…
—¡Y SOUTA ME BLOQUEÓ! ¡ESTABA ALLÍ MISMO EN LA ENTRADA!
—¡SE SUPONÍA QUE EL MOCOSO ESTABA ENTRENANDO!
—¡CAMBIARON EL HORARIO!
—¡¿QUIÉN?! QUIERO NOMBRES PARA PODER MUTILARLOS…
—No —advirtió el hanyou desde donde estaba en equilibrio en la estructura de la casa. No es como si el youkai fuera a saber a dónde ir en el mundo moderno. No estaba tan preocupado por esa «amenaza» como lo estaba por acabar el trabajo del día.
—¡ES DEMASIADO TARDE PARA HACER NADA! —rugió el Inuyasha humano—. KAGOME ESTÁ HACIENDO LOS DEBERES, ESTÁN PREPARANDO LA CENA Y YO TERMINÉ JODIDO, ¡¿DE ACUERDO?! ¡PODEMOS IR YENDO ANTES DE QUE SE ENFRÍE LA COMIDA, PORQUE ELLA NO VA A COMER HASTA QUE VOLVAMOS!
—¡Tal vez si vosotros, tontos, dejarais de retransmitir nuestros asuntos a todo Musashi y me ayudarais, podríamos irnos, joder! ¡Maldición!
¿Por qué creyó que tener a sus homólogos cerca para ayudar a terminar la casa iba a funcionar realmente como había esperado? En un mundo perfecto, así habría sido. En un mundo perfecto, ya tendría nuestra casa construida. Fijó la mirada en la construcción. Kagome no tendría que preocuparse por quedarse embarazada porque habría terminado los estudios. Pero… ella no está realmente preocupada, yo sí…
El youkai y el humano siguieron criticándose, uno acusando al otro de no intentarlo con las suficientes ganas mientras el otro decía entre dientes que les habían estropeado el ambiente. Inuyasha podía entender eso. Había estado cerca de besar a Kagome aquella vez y Souta había intervenido. Intentar algo más que eso sería estúpido, así que tenía que ponerse de parte de su mitad humana en la discusión.
El Inuyasha youkai todavía estaba quejándose cuando se encaminaron de regreso al pozo.
—Montón de puta mierda…
No volvieron al presente hasta casi dos horas después de que hubieran hecho la cena, comido y la hubieran guardado.
Michiru frunció el ceño mientras sacaba la última carga de la colada del día de la secadora. Que hubieran cambiado el entrenamiento de Souta en el último momento había frustrado a todos los implicados y deseaba encarecidamente que el entrenador invirtiera en métodos de comunicación más convenientes que esperar hasta que todos se trasladaran antes de llegar y decir que era más sencillo posponer el entrenamiento una semana. No había sido sencillo viajar al otro lado de la ciudad en aquel momento del día en transporte público, en especial cuando no estaban familiarizados con las rutas. Ahora habían gastado dinero en transporte sin nada con que justificarlo, y dos de sus hijos estaban cenando más tarde que el resto de la familia.
Técnicamente, eran cuatro hijos, dado que los homólogos de Inuyasha parecían tener todos personalidades ligeramente distintas a pesar de ser él. Era casi como si Kagome tuviera tres maridos en lugar de uno.
No estoy segura de que Inuyasha apreciase eso, pensó para sí, intentando no sonreír. Podía ver que a menudo se celaba de sus lados humano y youkai. Ellos son lo que lo hace únicamente él, y un día entenderá que es por eso por lo que Kagome lo ama tan profundamente.
No era fácil ver a su hija mayor en sus días como recién casada, aunque no se imaginaba que alguna vez fuese a parar de pensar en todos sus hijos como si fueran niños. Michiru se había asegurado de comprar algunos números de las últimas revistas nupciales para Kagome de camino a casa. Con el último año de instituto siendo tan ajetreado para ella y con Inuyasha ahora dividido de nuevo, no había mucho tiempo para pensar en detalles para la boda.
Kagome había decidido que sería pequeña, exclusiva para la familia a excepción de sus amigas. No iban a necesitar una tarta grande, aunque si Inuyasha seguía dividido, puede que tuviera que reconsiderar el añadir un par de pisos, por si acaso. Por mucho que hiciese que su abuelo frunciese el ceño, no quería tener una ceremonia tradicional, a pesar de que tuviera lugar ante el Goshinboku. Michiru se había puesto de su lado en eso antes de que acabase en una discusión, explicando que Kagome solo quería algo sencillo. No quería lidiar con la gran práctica de ponerse el kimono de boda y sus accesorios, y eso era algo que su abuelo no había tenido en cuenta.
Sin embargo, si fuera a escoger un vestido moderno corto, entonces su madre tendría unas palabras. Lo que fuera que se pusiese, llegaría hasta el suelo, aunque no creía que Kagome fuera a escoger ningún atuendo extremo. Después de todo, su hija tenía gustos concretos.
Añadió un último artículo al montón en la cesta de ropa de cama y la llevó consigo cuando entró en la cocina. Los cuatro seguían sentados a la mesa comiendo, aunque parecía que estaban acabando.
—¿Cómo va la construcción? —le preguntó a Inuyasha.
El hanyou pasó la mirada entre Kagome y ella antes de responder. Sabía lo que había planeado y que no le iba a contar todos los detalles con Kagome allí, pero solo esperaba una respuesta general.
—¿Va bien? —Inuyasha no pareció muy seguro—. Los días se están enfriando y me gustaría tener el tejado puesto antes de que haya posibilidades de que nieve, pero puede que sea forzar…
—¿Y si te llevas un toldo para aislarla de los elementos? —sugirió—. Estoy segura de que podríamos encontrar algo en la tienda de bricolaje que sea lo suficientemente robusto, ¿si quieres?
Inuyasha la observó y ella pudo ver que no sabía lo que era una lona, mucho menos cómo de grande la necesitaría. Kagome empezó a explicar que era una cubierta duradera contra el agua y, si era lo bastante ligera, contra la nieve. Michiru estaba sumida en sus pensamientos, intentando hacer cálculos, pero decidió que era mejor otro día, preferiblemente con lápiz y papel.
—Me… me gustaría, ¿si es posible? —Parecía esperanzado, como si estuviera impresionado porque tal artículo existiera.
—Claro, querido. Empezaré a buscar por ahí mañana. —Michiru sonrió, moviéndose para apilar la ropa limpia en el armario. No paro de olvidar que no es de esta época. Probablemente no haya nada similar en la Época Feudal, a menos que sea una piel grande de un animal.
Cuatro sillas empezaron a deslizarse hacia atrás y estaban apilando los platos cuando regresó a la cocina. Que le dijeran que había hecho una comida genial siempre le calentaba el corazón, pero los echó a empujones de la cocina cuando llegó el momento de limpiar.
—Tú tienes que estudiar, Kagome, e Inuyasha lleva toda la tarde trabajando. Puedo ocuparme de este poco, ¡no es ningún problema! —insistió. La verdad era que tenía energía que necesitaba quemar antes de irse a la cama, o si no iba a estar dando vueltas antes de quedarse dormida. Por tranquila que se mantuviese externamente, todavía estaba molesta con el entrenador de Souta, y limpiar le ayudaba a calmar la mente.
—¿Inuyasha? ¿Necesitas algo?
El hanyou se había quedado atrás después de que Kagome y sus homólogos subieran al piso de arriba, y sospechaba que conocía la razón. Pareció inseguro mientras se acercaba a ella, metiéndose las manos en las mangas de su traje.
—Solo… eh… g-gracias por no decirle nada a Kagome de la casa y todo eso. —Empezó a bajar las orejas contra su pelo—. Sé que no está bien ocultárselo, pero… quiero que sea una sorpresa, ¿sabes?
—Oh, cariño, lo entiendo. —Sonrió—. Mi marido era igual cuando estábamos saliendo.
—Alguna… alguna vez… ¿te enfadaste porque te ocultó algo?
Michiru pensó en ello.
—En realidad, hubo una vez en la que me puse furiosa con Daisuke. Llevaba meses planeando algo y no era discreto al respecto, pero también se ponía muy a la defensiva cada vez que intentaba hacerle preguntas sencillas. Yo no buscaba estropear la sorpresa, pero podía ver que le preocupaba infinitamente, y quería que él supiera que lo que fuera que estuviera planeando siempre iba a ser suficiente para mí. No esperaba grandes gestos, pero incluso tratar de tranquilizarlo parecía empeorar las cosas.
—¿Qué pasó?
—Bueno. —Su sonrisa desapareció y fijó la mirada en el agua jabonosa del fregadero con un ápice de arrepentimiento—. Se suponía que íbamos a salir un día a comer y, cuando vino a recogerme, no estaba tan centrado en nuestro tiempo juntos como a mí me gustaría. Terminó… escalando hasta ser una competición de gritos en mi salón y le dije que, si iba a estar tan absorto en su proyecto, que entonces tenía que decirme que había tomado su decisión de una vez por todas.
Inuyasha se desanimó cuando ella volvió a mirarlo.
—Pero lo resolvisteis, ¿verdad? Tuvisteis a Kagome y a Souta…
—Sí. Creo que esa discusión fue lo que hizo despertar a Daisuke. Se había enfocado tanto en su proyecto no tan secreto que no se dio cuenta de que así se estaba aislando de su propósito.
Su voz sonó curiosa cuando preguntó:
—¿Cuál era la sorpresa?
—Me había pedido matrimonio. —Sonrió—. Debajo del Goshinboku, en realidad. El día que nos peleamos, se había marchado y nunca fuimos a comer como habíamos planeado. Yo era joven y testaruda, y no podía dejar que él tuviera la última palabra, así que vine al templo porque sospeché que Daisuke estaría aquí. Tenía la mente tan inquieta, y estaba furiosa hasta que levanté la mirada hacia el árbol. Y entonces… todo tuvo sentido.
—¿El qué?
—El fin entendí que mi amor por Daisuke no era efímero, que estar sin él le hacía daño a mi corazón. Aunque apoyaba su pasión por su proyecto secreto, me sentía olvidada. Y ahí fue cuando me encontró. —Michiru se rio suavemente, vació el fregadero y se lavó la espuma de las manos—. Creo que estaba tan asustado porque yo hubiera descubierto la sorpresa, ¡que se olvidó de que había estado enfadada siquiera!
Inuyasha soltó un gruñido de comprensión.
—Kagome está enfadada conmigo porque le dije que, si me necesitaba mientras trabajo en la casa, le dijera a Kikyo fuera a buscarme. No… no estaba pensando cuando lo dije, y sé que ya no está enfadada, pero sé que le molesta…
—¿Kikyo es la joven que conociste antes de que quedaras sellado en el Goshinboku? —Él asintió—. Creo que puedo entender el porqué, pero no creo que de verdad esté enfadada contigo, Inuyasha. Kagome se siente excluida. Habéis viajado juntos durante el último par de años, ¿y ahora estás haciendo algo sin ella después de que os hayáis unido?
El hanyou hizo una mueca.
—He estado trabajando tanto en esta casa que no dejo de olvidarme de que no ha pasado mucho tiempo…
—¿Ves? Este es un nuevo desarrollo para ambos. Kagome mencionó que había ido a visitar a Kikyo durante la cena, así que asumo que ahora las cosas están bien.
Inuyasha asintió, pero no pareció convencido.
—Eso fue lo que me dijo, pero… no sé. No me gusta cuando Kagome se enfada conmigo, pero tampoco quiero que esté triste. Ojalá yo… da igual.
Michiru frunció el ceño. No estaba tan segura de que pudiera dejar pasar eso. Tras secarse las manos, se cruzó de brazos y se giró para mirar directamente a Inuyasha.
—¿Ojala qué, querido?
—Que… que hubiera hecho las cosas adecuadamente. En orden. —Fijó la mirada en el suelo mientras hablaba, como si estuviera avergonzado—. Esa estúpida fiebre de apareamiento —gruñó—. Si no hubiera estado tan ido, podría haberlo hecho todo de forma distinta. Haberme explicado mejor con Kagome. Haberla cortejado. Haber tenido una casa que regalarle antes de unirla a mí…
—Ya —riñó, estirándose y apoyando las manos en sus hombros—. Ahora escúchame, Inuyasha. Kagome escogió. No la condujiste a nada que ella no estuviera preparada para aceptar. A mí me parece que lleváis un tiempo cortejándoos, ¿no?
—Pero no fue exactamente…
—El cortejo no siempre tienen que ser flores y poemas. A veces puede ser simplemente pasar tiempo juntos. —Michiru le acarició la mejilla suavemente—. No puedo decir mucho de lo de tener una casa lista para regalarla porque Daisuke no construyó la nuestra, pero la vida ocurre cuando tiene que ocurrir. Podemos desear que las cosas esperasen o que hubieran llegado antes, pero no va a cambiar cuándo es el momento oportuno.
Inuyasha asintió, se lo agradeció otra vez y le dio las buenas noches antes de subir a la habitación de Kagome. Michiru lo vio irse y se preguntó brevemente cómo conseguían dormir los cuatro cómodamente en aquella cama.
Mejor no saberlo, pensó, recordando cuando le dijeron que la última se había derrumbado de lo vieja que era y el peso añadido. El recuerdo todavía la hacía reír. Siguió recogiendo la cocina, paseándose por el ayer.
—Oh, Daisuke —suspiró—. Estarías tan orgulloso de ella. Y de tu yerno, pero… creo que ya lo sabes, ¿no?
