Disclaimer
Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi de su obra Ranma 1/2. Sólo los utilizo para mi propio entretenimiento y el de los que leen. No obtengo ningún beneficio monetario por ello.
Se aceptan todos los comentarios y críticas que sean hechas con respeto. Comentarios ofensivos serán ignorados. Muchas gracias.
Corazones rotos
Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.
¡Se te va todo, se nos va todo!
Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban,
en lanzaderas, debajo tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.
Gabriela Mistral - Ausencia
Era muy tarde y todo estaba en la más completa oscuridad cuando ingresó al Café del Gato. No recordaba haber apagado las luces antes de salir por lo que era evidente que, o Mousse estaba aún ahí, nunca se había ido o quizás era otra persona. Un cliente, quizás. Mientras no fuera un ladrón, no importaba mucho. No quería ver a nadie, a nadie conocido y menos a esa hora. Su día había sido dificil, no quería intercambios con nadie. Lo que no imaginó era lo más obvio: quien la esperaba era la persona más cercana de todas.
– Por fin te dignaste a llegar – dijo esa voz ronca que ella tan bien conocía, con un dejo de molestia y, a la vez, de infinita decepción. No contestó nada: era evidente que ya había llegado.
Ryoga estaba sentado en un sillón, en medio de la oscuridad, con el pequeño Koki dormido en sus brazos. Shampoo pareció no verlos. O no quiso verlos. A pesar de que Ryoga había estado perdido varios días no hizo ni el menor gesto de entusiasmo o alegría al verlo.
– Sí – al fin Shampoo dijo algo –: para tu información, estaba trabajando. Por si no sabes mi trabajo consiste no sólo en cocinar o contestar llamadas sino también en salir a repartir. ¿Lo olvidaste? – fue la prepotente respuesta. Una vez más, Ryoga era evadido por su esposa y esta vez de forma algo violenta.
– ¿A estas horas? – la interrogó, dudoso de creer lo que la joven le decía. Era difícil hacerlo.
– Tú mejor que nadie sabes que los pedidos llegan cuando uno menos lo espera: llegaron más tarde de lo habitual. No salí hace mucho tampoco. No veo cuál es el drama – respondió fríamente Shampoo.
Ryoga la miró con el rostro descompuesto. ¿Que no había salido hace mucho? Habían pasado horas desde que él, Mousse y Akane se habían encontrado en el Café del Gato. No creía que ella hubiese estado repartiendo por tanto tiempo. ¿Cuántos pedidos habían hecho? ¿Cien?
– No me mientas – le dijo serio.
– No te miento – contestó Shampoo con indiferencia –: ¿Ya cenaste? No tengo ganas de cocinar así es que, si no lo has hecho, prepara algo pero tendrás que comer solo. Yo estoy muy cansada – y soltándose el cabello se dispuso a tomar un baño. Ryoga la miraba impactado. Hacia horas que no sabía de ella y ahora aparecía como si nada y, lo que era peor, no había preguntado ni mirado a su hijo. Menos un gesto de ternura hacia él. A Shampoo ya nada le importaba ni su propio hijo. Nada ni nadie.
– No seas dramático; Akane y Kasumi lo cuidan muy bien – volvió a responder, desdeñosa.
– ¡Akane y Kasumi no son su madre! ¡Tú lo eres y pareces no tener consciencia de ello! – Shampoo estaba acabando con la paciencia de Ryoga.
A Shampoo le fastidiaba enormemente cuando su marido comenzaba a poner en duda su amor por el niño. ¿Cómo no lo iba a querer si era su hijo? Era sólo que no tenía tiempo ni paciencia para dedicarse completamente a Koki. Ryoga insistió: no quería al niño y, si no quería al bebé, tampoco lo quería a él. Eso fue mucho para Shampoo: que Ryoga pusiera en duda sus sentimientos otra vez, que no confiara en ella, era demasiado. Comenzó a llorar desesperada y, al verla en ese estado, Ryoga se sintió culpable y fue a abrazarla pero Shampoo no quería nada. Sólo quería descansar de todo eso. Estaba sobrepasada por la situación. Ryoga se quedó mirándola mientras ella se alejaba, haciendo caso omiso a su preocupación. Dos gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas cayendo sobre la cabecita de su hijo que seguía dormido. La situación se estaba volviendo insoportable, para todos.
En cuanto entró al baño, Shampoo se quitó la ropa y se metió en la bañera de agua tibia. Realmente necesitaba un descanso, había trabajado tanto. De pronto, las lágrimas afloraron nuevamente a sus ojos y no pudo contenerlas. ¿Qué estaba pasando con ella? ¿Por qué se sentía así? ¿Es que acaso no se daba cuenta de que estaba a punto de perder a su familia? No había estado trabajando, no recibió ni entregó ningún pedido, todo eso era falso. Simplemente calculó la hora en que Akane llevaría a Koki a la casa y no quiso estar ahí. No pudo evitarlo, era algo más fuerte que ella. No era como decía Ryoga, que no quería al bebé, era sólo que no podía tenerlo cerca. ¿Por qué había llegado tan pronto? ¿Por qué no pudieron ella y Ryoga disfrutar más tiempo siendo sólo ellos dos? No quería decirlo abiertamente pero la llegada de Koki había cambiado sus vidas, y no para bien. Era terrible guardar esos sentimientos pero cada vez le era más imposible ocultarlos. No era que no quisiera al bebé, pero… era tan difícil explicarlo porque ni ella misma lo sabía.
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Por la cabeza de Mousse pasaron todas las ideas del universo. Todos los recuerdos por tanto tiempo guardados vinieron a él de golpe. Ranma, ese Ranma valiente, decidido, que siempre lo venció, a quien todas amaban, llegó de pronto un día convertido en un pelele, que se olvidó de su novia, que se casó con Ukyo y nunca dio una explicación por ello. Y, como si fuera poco, se iba después de casi arruinar su boda sin tampoco decir dónde iba. Simplemente se esfumó. ¿Cómo entender ese comportamiento? ¿Dejó de querer a Akane? Imposible, él no lo creía. Más aun cuando escuchó de los propios labios de Ranma que lo que hizo, lo hizo para protegerla. ¿De qué? ¿Qué fue lo que hizo? ¿Curarse de la maldición? Aunque en un principio lo odió por eso, no podía culparlo: todos querían salvarse de aquéllo. Sin embargo, su mente no lograba entender qué había más allá. Era un misterio, guardado profundamente en el corazón de Ranma. Quien podría saber algo de todo ese asunto era Ukyo pero dudaba que ella quisiera decir algo. Era reservada y se había vuelto más aun con los años y después de la experiencia traumática de su matrimonio con Ranma. No perdía nada con intentarlo. Todavía tenía su restaurante en el mismo lugar de siempre, y hacia allá se dirigió.
El lugar no había cambiado desde la última vez que estuvo ahí aunque, al parecer, a Ukyo le iba mejor económicamente. Tenía un ayudante oficial y siempre muchos clientes. Mousse se sorprendió de encontrar ahí a Susumu, sentado en la barra. Aunque muchos sospechaban de los sentimientos del muchacho hacia Ukyo, nunca había hablado de ello. Nadie lo sabía con certeza, excepto Akane.
– ¿Qué tal, Susumu? No pensé encontrarte aquí – le dijo mientras le ponía la mano en uno de sus hombros. Éste le respondió con una sonrisa y nada más.
– Por si no lo sabías, Susumu es uno de los mejores clientes – dijo el muchacho que desde hace un tiempo trabajaba en el restaurante.
– No lo sabía, Konatsu. Antes eras tú el que ayudaba aquí, Susumu – dijo Mousse mientras el chico se encogía de hombros. Las cosas cambian, no se puede hacer nada contra ello.
– ¿Quieres ordenar algo? – preguntó Konatsu, amablemente,
– No, en realidad entré al ver a Susumu aquí – Mousse mintió deliberadamente; si hablaba con Ukyo, tenía que hacerlo sin levantar sospechas. Pasó mucho tiempo y de Ukyo nada. La ansiedad de Mousse estaba llegado a su límite cuando una pequeña niña entró al restaurante. No debía tener más de cinco años. Era la hija de Ukyo de quien se desconocía el nombre del padre aunque todo el mundo afirmaba que era hija del marido de Ukyo, es decir, Ranma. De los labios de Ukyo jamás había salido una palabra ni para desmentirlo o afirmarlo.
– No te adelantes tanto, Riko. Espérame – le ordenó Ukyo que venía detrás. Riko se detuvo y miró a todos. Era una chica muy arisca y no se acercaba a nadie que no fuera su madre, Konatsu o Susumu. En cuando vio a Mousse, hizo un gesto de desagrado y no lo saludó, pasando de largo.
– No seas mal educada, Riko: saluda al caballero –. La niña no prestó atención la orden de su madre y entró.
– Yo iré a verla – dijo Susumu, poniéndose de pie y yendo tras de la niña. Mousse lo maldijo porque era el gancho que tenía para estar ahí. Ahora no sabía muy bien qué decir, cómo mantenerse ahí si Susumu no estaba. No tenía un motivo para explicar su presencia en el lugar. Ukyo se ubicó detrás de la barra y se preparó para hacer su trabajo.
– Qué grande está tu hija – fue todo lo que a Mousse se le ocurrió decir.
– Sí, tiene cuatro años – respondió Ukyo –: y tú ¿qué haces aquí? ¿Viniste a comer? ¿O a visitarme? – le dijo con ironía.
– Ya se lo dije a Konatsu; pasé porque Susumu estaba aquí – Mousse dudaba de que Ukyo se tragase su excusa, y es que era muy mala.
– Y ahora ya no está así es que, si no vas a comer u ordenar algo para llevar, te pido que te retires y así dejes lugar a la gente que sí quiere hacerlo – Ukyo sonó extremadamente cortante. Mousse no se atrevió a desafiarla. Preguntarle por lo que pudo haber pasado con Ranma sería poner sal en sus heridas y no quería morir, menos en manos de ella. Mejor se iba a su casa y dejaba las cosas hasta ahí. No faltaría el momento para hablar con ella. Cuando llegó, se encontró con la sorpresa de la decisión tomada por Soun: Ranma vendría a ver a su padre. Mousse miró inmediatamente a Akane y Nabiki lo miró a él. Akane se veía tranquila, Mousse no tanto.
– ¿Y cuándo se supone que vendrá? – preguntó Mousse.
– Cuando lo encontremos – respondió Akane. Cuando lo encontraran. Eso no era difícil, él podía hacerlo fácilmente pero, de sólo pensarlo, sintió que el aire se le iba. ¿Qué pasaría cuando Akane se encontrara con Ranma? ¿Surgirían sus sentimientos por él nuevamente? ¿Y qué haría él en ese caso? Lo había pensado desde hacía mucho tiempo, sabía que un día Ranma se presentaría nuevamente por allá y él ya tenía claro lo que haría en ese caso.
– Parece que la noticia no te cayó muy bien, querido cuñado – dijo Nabiki con ironía.
– Para nada: si su padre lo necesita, Ranma tiene que venir – y diciendo esto, tomó la mano de Akane fuertemente. No quería perderla. Akane lo miró con dulzura, como queriendo decirle que todo estaba bien, que no había razón para preocuparse.
Cuando terminaron de cenar, Mousse se ofreció para ayudar a Kasumi en la cocina. Se veía intranquilo, no era el mismo Mousse de siempre. Y esto, la mayor de las Tendo lo notó de inmediato.
– Mousse ¿te sientes bien? – preguntó. Tuvo que repetir la pregunta porque Mousse estaba en las nubes. Salió con la excusa de siempre: estaba preocupado por Shampoo y su actitud tan extraña. Kasumi no dudaba de que fuera cierto, ellos seguían siendo muy amigos, pero durante todos esos años había aprendido a conocerlo y sabía que algo más había. Si era así, quería que confiara en ella.
– No, nada más que eso – respondió nervioso. Kasumi lo miró conmovida. Pensaba que Mousse le tenía aprecio. Parecía no ser tan así.
– ¿Estás seguro? – volvió a preguntar. Mil veces lo negó y Kasumi mil veces insistió. No era el Mousse de siempre, no podría engañarla.
– Ay Kasumi, ya veo que a ti no te puedo engañar – dio un largo suspiro y continuó –: yo sé dónde encontrar a Ranma, sé dónde está en este mismo momento.
– ¿Dónde? – dijo Kasumi sin poder creerlo.
– Más cerca de lo que piensas – contestó Mousse –: en casa de su madre.
Kasumi estaba desconcertada. Nodoka había estado ahí y nada les había dicho, a pesar de que vio el estado en que se encontraba Genma. Mousse le hizo ver que, lo más seguro era que fuera una petición de Ranma: no debía ser fácil para él volver después de tanto tiempo y de todo lo que había pasado. A Kasumi le pareció razonable.
– ¿Y qué harás ahora?
– Decírselo a Akane, ella debe ser la primera en saberlo. Bueno, la segunda – sonrió Mousse. Kasumi sonrió con él.
– Eres una muy linda persona Mousse – fue todo lo que agregó Kasumi. Sabía que, independiente de lo que él sintiera, Mousse siempre respetaría las decisiones de Akane. Aunque fueran dolorosas para él.
Había llegado la hora de la verdad. La hora de hablar con su esposa. Mousse no podía dejar de sentir nervios ante lo que podía llegar a suceder. Aunque se dijera a sí mismo lo contrario.
– Hey, te tardaste demasiado ¿cuántos platos tuvieron que lavar? ¿Los del Café del Gato? – preguntó graciosamente Akane. Mousse también sonrió. Se notaba nervioso, sabía que lo que iba a decir podía cambiar su vida, su feliz vida para siempre.
– Tú sabes que Kasumi es perfeccionista: si los platos no brillan, no están bien – dijo Mousse tratando de calmar su ansiedad. Akane lo notó.
– Mousse ¿qué te pasa? ¿Te sientes bien? – preguntó preocupada. La misma pregunta que hace un rato atrás le había hecho Kasumi.
– Sí, Akane – le tomó ambas manos a su esposa –: pero el tío Genma no está bien y tu padre decidió que había que traer a Ranma a la casa.
– Sí, claro. Yo estaba aquí cuando lo dijo – respondió Akane –, ahora, ese no va a ser un trabajo fácil. Nadie lo ha visto en años; ni siquiera tenemos una pista de dónde puede estar, quizás no está en este país. No sabemos nada – Akane se notaba tranquila, por ahora. Mousse se mordió los labios.
– Está en Japón, en Tokio, para ser más precisos – dijo Mousse escuetamente.
– ¿En Japón? ¿Cómo lo sabes? –. El corazón de Akane dio un salto. Si Ranma estaba en Japón entonces tendría que verlo más pronto de lo que creía. No sabía si estaba preparada aún. No pensó que se encontraría con él tan de repente. Su mente se había ido a blanco por la sorpresa.
– Porque lo vi, sé donde está – Mousse le dio la espalda a Akane para que ésta no notara su angustia –: está en casa de su madre – agregó finalmente.
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Akane despertó aterrada la mañana siguiente cuando ya la luz del sol estaba alta. Se había quedado dormida. ¿Por qué Mousse no la había despertado como solía hacerlo? La respuesta era simple, él también seguía profundamente dormido.
– ¡Mousse! ¡Despierta! ¡Nos quedamos dormidos! – gritó Akane mientras se iba al baño a darse una ducha rápida. Mousse se tomó un poco más de tiempo. La noche anterior había sido un verdadero calvario para ambos. Akane durmió mal y él peor. Sentía cómo ella se daba vueltas sin poder conciliar el sueño y adivinaba cuál era la causa.
– ¡Mousse, levántate! ¡Shampoo te va a matar! – volvió a insistir Akane.
– No creo, ahora está Ryoga. Siempre que él llega su carácter se dulcifica – respondió Mousse metiendo la cabeza bajo la almohada, con ganas de dormir más. El sueño lo había agarrado al llegar la mañana. Akane tomó las sábanas, futón, todo y lo destapó. Tendría que levantarlo a la fuerza.
– No se te olvide que debo cuidar a Koki, no creo que Shampoo haya cambiado su actitud desde ayer a hoy. Ni siquiera sabemos si volvió a su casa – Akane estaba realmente preocupada por todo, Shampoo, Koki, todo. Además, debía hacer clases.
– Ahora está Ryoga – insistió Mousse. Akane decidió dejarlo así. Se vistió y salió rumbo al Café del Gato. Mousse sintió cargo de conciencia.
– Espera, espera: voy contigo – le dijo aun muerto de sueño pero dispuesto a acompañarla.
Cuando llegaron al Café, todo estaba cerrado. Mousse le hizo ver a Akane que levantarlo tan temprano había sido en vano: Shampoo ni siquiera había abierto su negocio. A Akane le pareció extraño. Llamaron a la puerta varias veces pero nadie abrió, entonces Mousse ocupó las llaves que tenía de repuesto y entraron. Todo estaba oscuro, nada estaba en su lugar, había platos sucios por todos lados.
– ¡Shampoo! ¿Estás por aquí? – gritaron pero nadie respondió. Empezaron a preocuparse. Fueron a su habitación y ahí la encontraron, acostada, sollozando triste, como era su temple de ánimo habitual en los últimos tiempos.
– Hoy no abriré Mousse. Ándate – fue todo lo que dijo.
– Shampoo, no puedes seguir así. Iré a buscar a Ryoga – dijo Akane pero Shampoo le dijo que no estaba. Ryoga había vuelto a unos de sus viajes, no sabía dónde ni tampoco cuándo volvería. No se alarmaron: era lo usual en Ryoga aunque era extraño que se hubiese marchado tan pronto: acababa de llegar.
– Iré a buscar a Koki entonces ¿o prefieres quedarte tú con él hoy que no trabajarás? – Akane esperaba que Shampoo dijera que sí. La ilusión duró poco.
– No…
Akane y Mousse se miraron. No había caso con ella. Akane entonces decidió ir a la habitación del niño para llevárselo.
– Koki no está: Ryoga se lo llevó con él – respondió Shampoo.
¿Y lo decía tan tranquila? Akane trató de tranquilizar a Mousse haciéndole ver que Ryoga era el padre, que no dejaría que algo malo le pasara al bebé. ¿Cómo podía decir eso? Si Ryoga con suerte sabía donde él mismo estaba parado. Mousse se fue sobre Shampoo, la tomó por los hombros y la sacudió.
– ¿Tienes una mínima idea de dónde pueden haber ido? ¿Te das cuenta de lo que puede llegar a pasar?
Shampoo negó con la cabeza. Ni siquiera lo imaginaba.
– Shampoo, haz un esfuerzo por recordar ¿Ryoga no te dijo nada? ¿Algún indicio de dónde podría haber ido, de dónde pretendía ir? – le preguntó Akane.
– ¡Ya les dije que no! ¡Déjenme tranquila! – fue todo lo que les dijo, gritándole a los dos.
– Déjala, no hay caso con ella. Enloqueció. Tratemos de buscar a Ryoga, depende de la hora en que salió, no debería estar muy lejos – Mousse se autoengañaba. Podrían haber salido hace horas pero necesitaba estar tranquilo para pensar mejor.
Volvieron a su casa, Ryoga podría haber ido para allá. Kasumi y Nabiki dijeron no haberlo visto, es más, no sabían siquiera que había vuelto de su último viaje. Ya estaban empezando a planear cómo salir a buscarlo cuando Soun se presentó ante ellos.
– Mi amigo Genma sigue mal. No sé si aguante mucho más – dijo secando las lágrimas de sus ojos –: debemos ir por Ranma cuanto antes.
– ¿Y dónde quieres que lo busquemos? – le preguntó Nabiki.
– Donde sea – respondió el padre. Mousse suspiró ¿es que no tendría un momento de tranquilidad? Primero Genma, luego Shampoo, Ryoga y su bebé y ahora Ranma. Nadie podía con eso. Kasumi lo miró, también Akane.
– Yo sí sé dónde está Ranma – dijo finalmente. Soun se lanzó encima de él reprochándole el haberse quedado callado por tanto tiempo. Mousse aclaró que sólo se había enterado el día anterior y estaba dispuesto a decirlo, después de hablarlo con Akane, cosa que ya había hecho. Sin embargo, ahora se había presentado el problema de Ryoga y lo había olvidado completamente. Pero sí, lo haría. Iría a buscarlo.
v. v. v. v. v
Ranma entrenaba como cuando era un artista marcial de tomo y lomo. Había regalado demasiado tiempo vagando y escapando de su realidad: sus entrenamientos habían dejado de ser una prioridad para él y era hora de remediarlo. Era el momento perfecto porque sentía su corazón más reposado, en sosiego. El haber confesado algo, aunque fuera poco, a su madre lo había liberado del enorme peso que por tantos años había cargado. Al menos, ante los ojos de su progenitora ya no quedaría como el canalla que todos pensaban que era. Sinceramente, lo que los otros pensaran le daba lo mismo. Excepto con Akane y, en menor medida, con Ukyo. Akane fue la que más sufrió con toda esta historia, sin entender lo que pasaba, sintiéndose traicionada pero, fiel a su naturaleza, lo había perdonado. Ahora ella era feliz junto a su familia, su marido, con una vida tranquila, haciendo lo que más le apasionaba: el dojo. Eso también lo dejaba tranquilo, en la medida de lo posible.
Con Ukyo las cosas eran más difíciles. Le costó entender que ella fue una víctima más de ese viejo loco a quien secundó en sus idioteces sin saber muy bien lo que estaba haciendo, pensando que así ganaría su corazón. Eso no era posible: los hechizos, brujerías, nada de eso servían para hacer que una persona amara a otra. Ahí tenía el ejemplo de Shampoo quien finalmente lo entendió y eso que era la más difícil de todas. Ukyo eligió un camino diferente y esas eran las consecuencias: él y ella terminaron siendo infelices. Esperaba, de corazón, que hubiese podido rehacer su vida.
Nodoka miraba a su hijo. Sabía que su mente estaba más tranquila después de haber contado parcialmente su sufrimiento. Aún le faltaba contar la historia completa pero no lo presionaría; le daría tiempo para que él solo lo hiciera. Ahora lo que le preocupaba era que Ranma no se mostraba dispuesto a visitar a su padre aun cuando sabía que éste estaba seriamente enfermo.
– No mamá. No me pidas eso. Mi padre es lo suficientemente fuerte para salir de ésta y reunirnos después; en cualquier otro lugar – contestó Ranma mientras pateaba el muñeco con el que entrenaba. Nodoka suspiró, Ranma era tan terco.
– Hijo ¿y si sucede una desgracia? – Nodoka se espantó de solo decirlo.
– Tranquila, no va a pasar nada.
Nodoka se estremeció al ver la aparente insensibilidad de su hijo. ¿Es que acaso no quería a su padre?
– No es eso pero, de todos modos, tengo algo de resentimiento hacia él. Sé que el principal responsable de todo lo que pasó fui yo pero si mi papá no hubiese hecho ese trato con el padre de Ukyo y se hubiese robado su dote, yo no me hubiese visto envuelto en este lío. Él no pensó que le estaba haciendo daño a una persona y que las consecuencias se verían después. Y vaya que sí las hubo – declaró Ranma.
– No puedes culpar a tu padre de tus decisiones posteriores…
Ranma miró a su madre. Es cierto. La cadena de decisiones erradas surgieron por parte de él, por no detenerse a pensar unos minutos las consecuencias que sus acciones podrían ocasionar. No tenía que repetirlo, estaba claro. Sin embargo, creía que su madre le estaba tendiendo una trampa para que terminara de contarle absolutamente todo. ¿Para qué? ¿Para decírselo a Akane? ¿Qué sentido tenía? O quizás, para liberar totalemnte su conciencia.
– Akane está felizmente casada con Mousse. Los vi y lo comprobé. Eso me deja tranquilo, que el pajarraco la trate bien como… – Ranma bajó la mirada – como yo no supe hacerlo.
Nodoka pudo percibir el dolor en las palabras de Ranma y abrazó a su hijo. No lo presionaría más. Lo sentía por él, sabía que seguía amando a Akane pero sabía también que él nunca se interpondría en su matrimonio. Eso no estaba en duda. La escena fue interrumpida por alguien que llamaba a la puerta.
– ¿Esperas a alguien, mamá? – preguntó Ranma extrañado. Desde que él estaba recluido ahí, no eran muchas las personas que se aparecían y las pocas que lo hacían avisaban con anterioridad a Nodoka, como ella lo había establecido para proteger la intimidad de su hijo.
– No, a nadie. Iré a ver de quién se trata – y salió. Ranma pensó en esconderse, la tónica habitual de los últimos tiempos pero, sin saber por qué, su curiosidad fue más poderosa y la siguió unos pasos. Se detuvo al escuchar a alguien que hablaba.
– Hola tía Nodoka ¿cómo estás? – dijo la voz – : Sé que Ranma se encuentra aquí. Necesito hablar con él. Ahora. Y es urgente.
El corazón de Ranma dejó de latir por unos segundos en el momento que reconoció esa voz. ¿Cómo lo había encontrado?
Espero que disfruten el capítulo y si no, háganmelo saber. Se agradecen sus comentarios.
Muchas gracias a todos los que se mantienen leyendo desde siempre (ustedes saben quienes son), a los que se van uniendo en el camino y a los que se unirán algún día. No puedo contestar a todos los mensajes como quisiera pero, créanme, los leo todos y desde aquí se los agradezco.
Y a los haters: go home :P
Chao.
