No encontré a Ben a mi lado a la mañana siguiente, aunque después de esa noche, las cosas entre nosotros parecían haber llegado a otro nivel de entendimiento.

Las heridas de su pecho habían cicatrizado sin dejarle molestias, pero por alguna razón su rostro conservaba la marca desde la ceja hasta su mejilla derecha. Me pregunto si evitaba la asistencia de los droides cirujanos a propósito, porque sospecho que la marca sería un recordatorio de su vulnerabilidad frente a Snoke. Mucho más adelante me confió que para él significaba algo completamente distinto: el vínculo que tenía con él y la cercanía que compartimos esa noche.

Soportar los desaires de Voe se me hizo tarea fácil, ocasionalmente le veía luchar con Ben frente a sus caballeros. Claro que ella era la única entusiasmada con la idea, y no me da culpa admitir que sentía satisfacción cada vez que perdía. En esos momentos Ben me buscaba con la mirada y torcía la boca con una sonrisa de lado, de una manera tan sutil que se le escapaba a todo el mundo menos a mí. Acepté a desgano reunirme con ellos cada vez que se me pedía para complacer a Ben y evitarle otro castigo ejemplar de Snoke. Por suerte al Líder Supremo parecía no importarle demasiado mi progreso y se fijaba más en las reacciones que Ben se ocupaba de ocultar.

Ben se esforzaba mucho en mantener su indiferencia cuando estábamos ante Snoke. Yo sabía que no quería que el Líder Supremo supiera que se preocupaba por mí. Pero Ben tenía sus propios planes, algunos que deseaba compartir conmigo, otros que descubriría muy pronto y de la peor manera posible.

Tal vez lo más maravilloso que sucedió en esos días fue descubrir que en realidad podía transferir mi energía para curar a otros y que eso era una habilidad especial de la Fuerza. Lo que había hecho con Ben en Jakku y esa noche del castigo, era una habilidad poco común en los usuarios de la Fuerza y al parecer yo la dominaba casi de manera natural. Lo intenté con pequeñas criaturas que aparecían en la cocina, entre los restos de comida y las tuberías de desecho. Ben me explicó que otros antes de mí habían buscado sin éxito un poder como ese y que debía mantener en secreto su verdadera magnitud. Pero debí suponer que nada podía escaparse de los dominios de Snoke. Estábamos siendo demasiado ingenuos.

Algo había cambiado por dentro. Nuestra conexión se hacía fuerte, mi esperanza crecía y también mi amor.

Así es, lector... me enamoré de él.

Lo supe un día, en mitad de un entrenamiento, cuando nuestras miradas se encontraron. Supe que no podía ni quería vivir sin él, supe que junto a él sabía quién era yo y quién quería ser. La revelación fue como un golpe en el estómago que me dejó sin aliento. El suelo parecía inestable bajo mis pies y de repente todo tuvo sentido: los celos, la preocupación, la angustia y esa chispa de felicidad que no hacía más que causarme dolor. Quería decírselo, quería saber si él también se sentía así. Claro que no podía hacerlo, nunca me parecía un buen momento porque siempre estaba rodeado de otras personas con las que parecía pasarlo mucho mejor que conmigo.

Sus frialdad me mantenía en estado de alerta, sus momentos cálidos me desconcertaban. Su sentido del humor era oscuro pero ocurrente, yo nunca sabía cuándo hablaba en serio. Y cuando estábamos solos, si es que eso ocurría, se quedaba contemplando en silencio mis manos y evitaba mis preguntas hasta el punto de que yo terminaba contándole a él alguna de mis aventuras de carroñera.

A pesar de todo, funcionaba para mí y creo que para él también. Llegué a sentir que estaba bien si esto duraba para siempre, mientras pudiera estar a su lado.

Una vez me contó que sus padres eran héroes de la Resistencia, me lo explicó sin rencores, sin emoción. Me dijo que tuvo que vivir con el hecho de haber defraudado a toda su familia porque ellos le habían descartado, por miedo a su poder. Yo podía entender cómo se sentía, mi familia me había dejado en el peor planeta de la galaxia y ni siquiera sabía por qué.

Es interesante como el tiempo pone las cosas en perspectiva y el sentido de las cosas cambia cuando la historia completa se revela.

Y justo entonces, cuando todo empezaba a ser casi perfecto, llegó el prisionero para precipitar las cosas.

Nunca sentí aprecio por Unkar Plutt y no creo que sus intenciones fueran del todo honestas. Pero era mi única conexión con el pasado, con la verdad, con el paradero de mi familia. El valor que él tenía para la Primera Orden era ínfimo, lo suficiente como para perdonar su vida y meterlo en un calabozo, y eso ya era decir demasiado. Ahora sé que Snoke no dejaba nada en manos del azar y su captura era un movimiento más de la jugada.

Pero yo tenía mis propios demonios entonces como para pensar en el panorama completo, así que cuando el General Hux me dijo casi al pasar que un crolute de Jakku estaba a bordo del Supremacy, lo único que pude hacer fue ir a buscarlo para exigir respuestas. Me pregunté si era él a quien buscaba Ben antes de su accidente, pero no tuve tiempo de seguir ese pensamiento.

Podía perdonarle muchas cosas a Unkar: los días eternos sin agua y sin alimento, los intercambios injustos, la esclavitud que implicaba poner mi vida en manos de alguien como él. Pero no podía odiarlo, simplemente no podía hacerlo. En varias ocasiones salvé su vida cuando podría haber terminado con ella. Sólo sentí lástima por él cuando lo vi encadenado, suplicando por su libertad.

A escondidas de Ben, me dirigí hasta las mazmorras. No podría controlarlo si las cosas se iban de las manos y a estas alturas nuestra relación era tan estrecha que yo sabía que Ben iba a defenderme ante cualquier amenaza, por minúscula que fuera. Reconozco que también sentía vergüenza por lo que Unkar pudiera revelar acerca de mi pasado.

Estaba tirado en un rincón de la celda, no le habían herido pero se notaba su desesperación y su incomodidad. Su voz era un jadeo, muy diferente a la que usaba antes. Se veía débil, acabado.

—Creí que un gusano del desierto te había devorado. Pero estás en un lugar peor.

No me sorprendió que hubiera notado mi ausencia, después de todo yo era una de las mejores en mi campo y él había hecho una fortuna gracias a eso. Respiré hondo e intenté evitar esos pensamientos porque no sabía con cuánto tiempo contaba hasta que alguien me encontrará allí. Fui al grano.

—Unkar. Debes decirme dónde están mis padres.

—¿Qué gano con eso? ¿Acaso tienes el poder para dejarme ir?

—No.

Pensé en usar la Fuerza. Pensé en obligarlo justo como Ben hiciera con aquel teedo en Jakku. Eso agilizaría las cosas, pero no era algo propio de mí. Yo no quería herir a nadie. No quería usar mis poderes para eso.

—Tus padres están muertos.

Muchas veces había repetido esas palabras delante mío, pero yo siempre las ignoraba. Esta vez, de alguna forma, supe que lo decía en serio. Sin embargo, no lo creería hasta que viera sus tumbas, o alguna prueba de ello.

"Recuerdas ese día. Recuerdas la nave. Ellos te abandonaron. Te vendieron."

No sé si se debía a mis recientes poderes o era la sugestión que me producía la situación, pero algunas imágenes empezaron a materializarse en mi cabeza y poco a poco fueron contando una historia, una que yo había enterrado sin querer.

¿Era todo esto una prueba para mi furia? La voz de Snoke se filtró en mi epifanía, pidiéndome que acabara con la vida de Unkar, que ese era la examen que debía superar si no quería morir de la peor manera posible.

De nuevo, busqué la luz. No sabía cómo ni por qué, pero algo me tiraba hacia ella sin que pudiera evitarlo. Poco a poco me encontré de nuevo en dominio de mi cuerpo y de mi mente, mis emociones más controladas y los ojos de Unkar implorando clemencia. Estaba en posición fetal, tapándose los oídos y gimiendo.

—Sé que me odias por lo que hice. ¡Te diré lo de la mujer, pero ya no me lastimes!

—No he sido yo... —y yo no mentía. No había querido hacerle daño a conciencia. Pero eso iba a tener que esperar— ¿Qué has hecho, Unkar? ¿De qué hablas? ¿Cuál mujer?

Se tomó unos segundos para calmarse y luego lo confesó.

—Ella llegó a Jakku hace años preguntando por una niña perdida. El sistema Hyperkarn. De allí dijo que venía. Pero es que hay tantos niños perdidos por la galaxia... tú eras mi mejor activo, lo suficientemente pequeña para entrar en lugares que los otros no podían...

—¿Por qué me cuentas eso?

Me preguntaba qué tenía todo eso que ver conmigo, pero una parte de mí ya lo sabía.

—Ella sabía tu nombre. Era tu abuela.

Mi abuela. La revelación me dejó casi sin poder hablar, pero conseguí preguntar con un hilo voz.

—¿Qué fue de ella?

—Le dije que habías muerto.

Así de simple se evaporaba mi última esperanza. Sin embargo, me obligué a pensar. Si esta mujer aún estaba con vida, podría encontrarla. Podría reconstruir mi historia. Me incliné hasta quedar a la altura de su mirada y me acerqué un poco más.

—Ella me dio algo para ti. Una baratija. La vendí hace tiempo. Dijo que entenderías todo cuando estuviera en tu poder. Seguramente estaba maldita o era falsa. No me dieron mucho por ella de todas formas. Tienes derecho a odiarme, Rey.

—No lo hago. Creo que puedes ayudarme Unkar, necesito saber qué pasó.

Pero el crolute negó con su cabeza gelatinosa y esquivó mi mirada.

—No tiene sentido que la busques. Él la asesinó. Yo estuve ahí.

—¿Quién...?

Pero no pude sonsacarle nada más porque el sonido de pasos apresurados en el corredor me alertó de que no íbamos a estar solos durante mucho tiempo.

Apenas tuve la oportunidad de volver, lo hice. Pero ya era tarde. El General Hux estaba en el umbral de la celda vacía informando a los guardias que el prisionero había sido ejecutado.

Reconozco que no lamenté tanto su muerte, pero sí me decepcionó saber que con él se iba mi última posibilidad de descubrir la verdad.