16
A pesar de que ninguno de los dos estaba oficialmente seguro de ser correspondido, era obvio que después de que sus labios volvieran a encontrarse y nadie hiciera nada por detenerlo, el sentimiento era mutuo. Se deseaban con la misma intensidad y esa era, en realidad, una verdad absoluta.
Realmente eso estaba pasando y no era uno de sus locos sueños. Sintió la mano masculina escurrir desde la quijada hasta su cuello y apretarlo con suavidad poco antes de despegarse unos centímetros para respirar. Él sonrió y ella también, se dijeron mil cosas con ese gesto. InuYasha apenas y pudo cerrar la puerta con el pie para lograr la privacidad que necesitaban, arrimarla a la pared más cercana y saciar sus instintos que habían despertado apenas ella había dado el primer paso.
Era dulce, atractiva, buscaba su piel con la misma intensidad que él a ella y eso le gustaba, lo tenía a su merced. Lo rodeó con las piernas y él no dudó un segundo en tomarla por los muslos para alzarla.
Kagome sintió las enormes manos masculinas invadir debajo de su falda y aunque estaba ansiosa por que eso pasara, se puso roja como una manzana.
—Espera… —lo detuvo poniendo ambas extremidades en sus hombros entre toda su adrenalina, el pecho bajaba y subía con intensidad, él se detuvo rápido. Sentía lo caliente de las palmas de las manos de Taishō tatuarse en sus glúteos y el corazón se le aceleró todavía más, sumado al ardor que abrasó su entrepierna.
—¿Q-qué pasa? —Le inquirió confundido, separándose apenas de ella para verla la cara.
Era tan guapo, por Dios, tan malditamente atractivo y le gustaba de una manera casi ridícula, es que escapaba de ella y de su control. Quiso chillar por el sentimiento que la embargó y negó con la cabeza.
—Nada, es que todavía no lo puedo creer —con eso último, volvió a devorarle la boca con más ansia que la primera vez.
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¿Cuánto hacía que no sentía esa indescriptible sensación de hacer el amor llena de deseo y de cariño? ¿Cuánto hacía que por su cuerpo no pasaban las manos de alguien que antes hubiera sido para ella solo un sueño muy lejano…?
Entre lo profundo que era el beso, el pecho se le apretó por el montón de sentimientos, abrió los ojos y él también la miró…, tenía mil millones de maripositas en el estómago. Sonrió y volvió a besarlo, le gustaba hacerlo.
Los besos descendieron delicadamente por el cuello, le hacía cosquillas cómo el contacto de los labios masculinos era tan agradable a su piel. InuYasha repasó sus manos casi con un ritmo religioso por las curvas de la azabache, palpó su piel, lo suave que era y cómo se estaba haciendo rápidamente adicto a esa sensación de tenerla tan sensible entre sus brazos. Se detuvo cerca de las caderas y con cuidado bajó hacia el vientre femenino, sus dedos buscaban una sola cosa. Kagome sintió de nuevo las cosquillas y sin esperar más guio con sus propias manos a InuYasha hacia el propósito que había tenido desde hacía un buen rato.
La azabache se mordió los labios cuando los primeros espasmos la atravesaron, violentos, las falanges atrevidas se deslizaron con facilidad gracias a su propio placer; lo dejó hacerla mientras, con una picardía desconocida para ella, le mordía suavemente la oreja.
Cómo le encantaba a InuYasha escuchar que su nombre comenzaba a elevarse y salía casi rasgado de la garganta de ella, era placentero, tanto o más que sus fantasías desde que había aceptado sus sentimientos.
—A-ah…, InuYasha… —apretó las piernas y giró el cuerpo hacía él, la calidez de su centro ahora parecía hacerse más intensa, notaba que le costaba mucho mantenerse en un solo lugar y eso lo hizo sonreír de nuevo.
—Tranquila… —le susurró contra el oído y en seguida empezó a restregar su dedo índice contra aquel botoncito que se sentía considerablemente más grande que al inicio.
¿Cómo habían llegado a eso? No tenía idea de qué era lo que había pasado, pero de ser una persona que ni siquiera quería escuchar, estaba siendo el motivo por el que todo su cuerpo estaba en un trance delicioso que amenazaba con explotar.
Le encantaba verla retorcerse por el placer, le encantaban sus susurros, le encantaban sus gemidos, le encantaba lo roja que estaba, le encantaba cómo podía tomar el control de repente y besarlo exactamente en los lugares que quería, exactamente como lo necesitaba. Le encantó verla cerrar los ojos cuando se acomodó sobre él y por fin fueron uno. Le encantó cómo ahora sus movimientos se sincronizaban. Le gustaba ver sus expresiones siendo suya, que se acariciara el cuerpo mientras lo cabalgaba, que se tomara el cabello en una coleta sin saber cómo mitigar un poco la excitación que con cada segundo se hacía más y más asfixiante, le gustaba ver sus cabellos en la cara cada vez que se besaban y sus senos hacían contacto desnudo con su pecho, sentir sus glúteos, controlar sus caderas, toda ella disfrutando de lo que estaban viviendo, disfrutando de él, de los dos.
El balanceo de ambos, las cosquillas en su vientre cada vez que aumentaba el ritmo de sus entradas, cómo parecía que todo pasaba en cámara lenta, cuando la oyó reír de gozo, la forma en la que le acariciaba sus pectorales y exhalaba, como si cada caricia fuera todavía más excitante para ella. Le gustaba eso, le gustaba que lo mire lujuriosa cuando él le apretaba los pechos o se incorporaba a besarle la boca, el cuello, las clavículas, el nacimiento de sus senos delicados y desnudos.
Quería verla llegar al clímax y por primera vez ser testigo de ese momento tan íntimo y gratificante para ella, conocer algo más de la mujer que era, disfrutar sus vistas cada vez más sensuales, grabarse en la mente su sonrisa complacida, sus labios hinchados por cada beso, su piel enrojecida por los apretones, las piernas temblando por el placer, el sudor, sus exhalaciones de cansancio.
—InuYasha… —el cómo decía su nombre con las última fuerzas.
—Kagome… —y su propio éxtasis derramándose en ella junto a su respiración errática y agitada.
Kagome era un sueño que mezclaba lo dulce de querer a alguien y lo ardiente de desearlo como si no hubiera un mañana; Kagome era lo más cercano a eso a lo que la gente en las películas románticas solía llamar «amor».
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Podían haberse quedado dormidos luego de lo que había pasado, pero todavía la emoción e incredulidad en ellos era tan grande que resultaba complicado perderse algo que el otro tuviera que decir. Llevaban así minutos o quizás horas, ninguno de los dos lo sabía bien, solo que estaban cómodos en el silencio que había dejado la última canción que sonó afuera, en el estéreo. Las piernas de ambos entrelazadas, Kagome estaba a su lado izquierdo, tendida con casi toda la parte superior de su cuerpo descansando sobre el pecho de él; dibujaba círculos de vez en cuando en la piel y escuchaba cómo los latidos, ya acompasados, le arrullaban los oídos. InuYasha hurgaba con sus dedos entre el cabello azabache y eso por supuesto que tenía a Higurashi muy a gusto. Aún procesaba todo lo que había sucedido, ni siquiera había tenido tiempo de contarle todo lo que había hecho mientras no estuvo.
—Ahora qué —dijo de pronto con la voz un poco ronca producto de cómo había usado su garganta tiempo antes. Carraspeó.
Taishō frunció apenas el entrecejo, confundido.
—¿Cómo que «ahora qué»?
—Sí —para ella era muy obvio que había que hablar en ese momento o jamás. Se incorporó un poco para verle la cara bien alumbrada por la luz de su habitación—, ¿qué sigue para nosotros? —No tenía miedo de la respuesta, estaba bastante tranquila.
—Ammmm, ¿lo que sigue para cualquier par de personas que sienten algo uno por el otro? —Hizo un gesto con el brazo como si fuera demasiado obvio.
Kagome sonrió, inventando cualquier tontería que sería lo siguiente que diría.
—Mmmm, ¿tener sexo desenfrenado tantas veces que al final sus genitales queden irritados por la fricción? —Alzó ambas cejas a la espera de una reacción mientras observaba cómo el rostro del ambarino cada vez parecía más confundido.
—¿Qué diablos, wedding planner? —Kagome se soltó a reír inmediatamente, se tiró a un lado y poco después lo contagió. Había sido el comentario más random que había escuchado en mucho tiempo, no lo esperó para nada. Ella dejó ir su risa al final como si estuviera desestresándose, fue una buena manera de romper el hielo.
»Bueno, eso no es precisamente una mala idea —giró para verla y adoptó una posición casi fetal, ella lo miró con los ojos bien abiertos, pero poco después volvió a reír—, pero me refiero a algo más… —estiró la mano delicadamente para quitarle cabellos de las mejillas. Su voz había sonado más bien tierna y hasta se desconoció. No recordaba antes haber sentido todo eso, como alborotado, como lleno de energía, como si todo por dentro fuera un caos, un desastre, pero en el buen sentido, aunque pareciera absurdo.
Kagome, por su parte, fue dejando la risa poco a poco para dar paso a su semblante serio. Había muchas cuestiones en su cabeza y no todas eran buenas; sea como fuere, InuYasha hacía poco había pasado por muchas cosas y ella misma todavía estaba procesando algunas de ellas, además, cabía recalcar que, a pesar de que conocía el tipo de hombre que era, no quería volver a exponerse a una decepción más o a una ilusión que fuera rota de repente por ir rápido sin analizar las cosas. Tenían ambos una edad bastante considerable como para al primer arrebato de sentimientos meterse de cabeza a una relación que todavía no tenía el tiempo suficiente de maduración.
—InuYasha —tomó aire antes de hablar y lo miró, él pareció un poco inquieto por su expresión—, ¿tú estás seguro de esto? ¿No te parece demasiado pronto? —Achicó los ojos. Cinco meses habían pasado desde que todo había comenzado y aunque llevaran casi un año de conocerse, el tiempo en el que fue su wedding planner no se contaba.
—¿A qué te refieres? —Arrugó las cejas.
—Sí, quiero decir —ambos se movieron en la cama para sentarse y verse mejor porque la conversación se había tornado bastante seria y para InuYasha, preocupante. Ya incluso había hablado con sus padres, llegaba de casa de ellos para retirar su auto y había conversado sobre sus sentimientos por ella—, hace muy poco que pasó lo de Kagura y apenas hace cinco meses estabas a punto de casarte —le hizo ver, pero él negó.
—Sí, pero las cosas entre tú y yo son muy distintas —ahora su voz se iba poniendo un poco nerviosa—, a menos de que tú no quieras tomarlo en serio… —y escaló a resentida en un segundo.
—No, InuYasha, no se trata de eso —le dijo con calma, su voz fue suave y conciliadora. Le tomó de un brazo para hacerle sentir que ella quería estar siempre cerca. Suspiró y trató de explicarlo lo mejor que pudo—. Ambos funcionamos bien juntos como amigos, pero todavía no sabemos cómo seríamos como una pareja y deberíamos testear eso juntos antes de formalizar algo.
Taishō miró hacia otro lado y dejó ir el aire en una exhalación. Si lo pensaba de forma más fría ella tenía razón; tenía traumas, claro que todavía no los había superado por completo y aunque no fueran un real impedimento, era verdad que en el fondo había cierta desconfianza causada por esos mismos traumas. ¿Y si era verdad y no estaban hechos para estar juntos? Quizás un tiempo viendo cómo sería una relación podría ser lo adecuado antes de dar un paso porque si lo daban, él quería algo serio, lo quería de verdad. Volvió a tierra cuando ella le apretó el agarre en el brazo.
»Oye, te quiero —le confesó con mucha naturalidad y sus ojos estaban brillando, estaba siendo sincera— y porque te quiero es que necesito que estés seguro y listo porque si esto funciona, InuYasha… —su corazón se aceleró hasta palpitarle en la cara—, yo quiero que estemos juntos el mayor tiempo posible para los dos.
No quiso decir «para siempre» o hablar de matrimonio porque no creía en ello y porque «siempre» podría asustarlo, pero en el fondo quería solo una cosa y era estar con él sin miedos. Además, quizás ella no se animaría a contarle ciertas cosas por el momento, no hasta que tomaran esa decisión después de estar seguros que aquello iría para largo.
Taishō suspiró y después de segundos le dedicó una sincera sonrisa.
—Está bien, está bien, tienes razón… —Aceptó por fin. Al principio había sonado todo muy mal, pero cuando lo meditaba y se daba cuenta de que ella quería que estuviera seguros para estar juntos siempre, quizás, le hacía verlo de otra forma—. Creo que he pasado por muchas cosas y no estaría mal tomarlo con calma —de todas formas, le quedaba un poquito de sentimiento nostálgico al decirlo. Ella sonrió y se acercó para darle un beso.
Los besos de Kagome eran dulces, podía sentir a través de ellos que lo quería, que estaba cómoda y que le gustaba estar cerca de él. Le devolvió otro beso, pero este fue un poco más profundo, aunque corto, y ella lo tomó por las mejillas para verlo después de ese gesto.
»Sé que antes no lo dije —le susurró muy cerquita—, pero yo… —inhaló.
—¿También me quieres? —Completó ella y no podía parar de sonreír. Estaba sonrojada, pero no parecía ser por vergüenza.
—Más de lo que debería —le soltó y volvió a besarla.
Con movimientos suaves guiaron sus cuerpos de nuevo a la comodidad de colchón y Kagome usó sus piernas para poco a poco amoldarse a él otra vez. Para cuando se separaron, ella estaba casi a horcajadas sobre Taishō, lo miraba lasciva, nuevamente había deseo entre ellos. Él también había empezado a sentir los estragos de los roces de sus cuerpos desnudos y le devolvió la misma intención en los ojos.
—¿Qué tal si… —dijo con una voz coqueta y se encajó de tal formas que sus sexos se encontraron piel a piel, arrancándoles un suspiro grato— hacemos un poco de lo que dije antes? —Ella sabía que él iba a entender perfectamente cuál de las cosas dijo antes era lo que le estaba proponiendo.
—De acuerdo —acaparó entonces sus glúteos con las manos y los apretó hasta que la vio reaccionar y por instinto apretar las piernas—, pero sin que queden irritados.
Con eso último ambos rieron y volvieron a amarse.
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Cuando abrió los ojos ya había amanecido, lo supo porque su cuerpo de alguna forma lo sentía. Notó que InuYasha ya no estaba a su lado y puso los ojos en blanco… Ay, no, no sería una de esas veces en las que el chico se arrepiente o como la vez que se quedó durmiendo en su casa, ¿verdad? Se puso de pie dando un suspiro, se mentalizó, buscó su salida de cama y salió de la habitación agarrándose el cabello en una coleta. Grande fue su sorpresa al encontrarse a InuYasha muy concentrado en el comedor, ubicando lo que parecían ser platos con comida. Alzó ambas cejas y sus pasos, a pesar de ser silenciosos, lo alertaron. ¡Estaba en bóxers! Se mordió los labios apenas regresó a ella; a contraluz se veía maravillosamente atractivo.
—Hola —la saludó como si nada—, ya iba a despertarte.
—H-hola —no pudo evitar tartamudear. Estaba sinceramente asombrada, en la mesa había un festín. Se acercó a ello con pasos suaves, jamás había estado en una situación como esa, ni siquiera lo había imaginado o esperado o deseado—. ¿Tú hiciste todo esto? —Señaló con su dedo, incrédula.
—Claro que no —arrugó la expresión como si fuera demasiado obvio, ella pareció respirar y no exactamente decepcionada, lo cual fue un ganar/ganar—, lo pedí en una de esas aplicaciones para comidas a domicilio —lo dijo como si no tuviera importancia mientras la veía caminar hacia uno de los lugares, sus movimientos eran casi sigilosos—. Sabes que soy horrible para la cocina, yo solo lo serví —se encogió de hombros. Quería fingir que estaba tranquilo, pero en el fondo anhelaba que aquello le hubiera gustado porque, aunque no lo había hecho él, sí que había tenido la idea desde que abrió los ojos y la vio durmiendo plácidamente a su lado—. Oh, eso venía con el paquete —le señaló cuando ella tomó una rosa.
Kagome reconoció al instante de qué restaurante venía la comida y fue todavía más grande para ella: era un local que ofrecía servicios de comidas para parejas, especialmente románticas y como firma siempre dejaban una rosa atada a un lazo lila con su isotipo y nombre. En su medio, ellos eran sus proveedores. Regresó la vista a él y por alguna razón quiso echarse a llorar. No era que no estuviera acostumbrada a que las personas con las que había salido fueran atentas con ella, sino que… nada, simplemente era InuYasha y todo lo que venía de él le causaba estragos en el corazón. Sabía que estaba perdidamente enamorada justo por eso.
—Gracias —susurró, acariciando el tallo de la flor con sus dedos. InuYasha era muy detallista como pareja, jamás lo habría imaginado y no es que como amigo no lo fuera, pero era distinto, especial. En el rostro masculino notó alivio y una sonrisa, era tan tierno, por todos los cielos—. Aunque me queda una duda —cambió el tema y ahora tenía una cara confundida, pero divertida—, no habrás recibido la comida así, ¿no?
El aludido se llevó una mano a la boca. ¿En serio le estaba preguntando eso? Negó.
—Me puse la ropa que traje puesta anoche, pero en el auto tengo la maleta y ropa limpia —claro que con eso dejaba en evidencia que se había desvestido luego de salir por su pedido y reflexionó en que podría ser incómodo para ella—, me voy a cambiar por si te incomoda que esté así, yo…
—No, no, InuYasha… —caminó hasta él lo más rápido que pudo y lo detuvo antes de que intentara ir a ponerse algo. En realidad, le encantaba verlo así, tan libre y confiado—. Quédate como quieras —se alzó para alcanzarlo y darle un tierno beso en los labios que él correspondió de inmediato, aunque tomándola por la cintura y abrazándola con calidez.
Después de eso, el desayuno tuvo lugar. Pasaron alrededor de dos horas en la mesa, InuYasha le contó todo lo que había hecho en sus días libres: se había dado el tiempo de ir a la casa de cada invitado que había ido a su boda simbólica para disculparse por el teatro en el que eso se había convertido, además de informar sobre la muerte de Kagura para que ofrecieran sus respectivos respetos a la familia Toriyama; había hablado con Sesshōmaru, claro que nada volvería a ser igual y hasta él mismo había cambiado luego de la muerte de la mujer que amó, pero InuYasha le dejó carta abierta para en algún momento retomar la relación si es que él quería, al menos ya no sentía ese odio y eso era lo que importaba. Se dio unos días también para estar cerca de la playa y reflexionar de mil cosas, dejar ir sus penas y poner en orden sus sentimientos, especialmente respecto a Kagome. Finalmente, había vuelto a casa de sus padres para informarles todo lo que había hecho, ponerse al día con lo que había pasado en la empresa, recoger su auto e ir directamente hacia el departamento de la azabache. De vuelta, ella le comentó incluso su conversación con Hōjō, los días de trabajo y cómo Sango y Miroku habían sido un gran apoyo para ella mientras él no estaba.
Al culminar se pusieron de pie, recogieron la mesa y Kagome empezó a lavar los platos mientras InuYasha los secaba y ordenaba. Se habían quedado en un agradable silencio después de tanto haber conversado hasta que de pronto Kagome, que ya había pensado bastante en cierto detalle, soltó lo que tenía en la cabeza.
—¿Sabes? —InuYasha prestó atención, pero no dejó de hacer sus cosas—. Me alegra que no hayas sido tú quien hizo la comida —le pasó una taza.
—¿Por qué? —la recibió. Su tono de voz fue más bien de sorpresa, no sabía que ella tenía una opinión respecto a eso.
—Sí, porque eso sería tan cliché... —dijo y luego de eso soltó una risa. Odiaba los clichés, tenía razones de sobra para eso—. La típica escena post sexo en la que el chico se levanta a prepararle el desayuno a la chica y es perfecto —Taishō alzó ambas cejas, eso no se lo esperaba, aunque no era la primera vez que la oía quejarse de los clichés—, es tan… —se estremeció e hizo una cara de asco— ahg.
—Tienes algo muy personal contra los clichés, ¿verdad? —Colocó la taza en su sitio.
Kagome se detuvo un momento cuando casi hubo terminado todo.
—Es que mi vida a veces parece un fanfiction, ¿sabes lo que te digo? —y lo mencionaba recordando las mil cosas que le habían pasado, en especial las últimas, como cuando estuvo muy cerca de él por primera vez, las circunstancias en las que se dieron su primer beso, aunque esos clichés sí que le habían gustado, pero en general la pasaba mal cuando su vida dejaba de ser normal para convertirse en una novela mal escrita—, es asfixiante y no quiero pensar en que si soy el personaje de un fanfic, tenga un autor idiota que no tiene originalidad —empezó a enjuagar el lavabo.
—O autora —agregó el ambarino, buscando con tranquilidad una toalla para secarse las manos.
—¡¿Qué tal si tiene trece años?! —Exclamó con genuino temor. Miró a su compañero y este estaba recargado sobre el mesón, parecía muy metido en la plática.
—Mmmm, no creo —soltó sin pensar—, en la cama nos ha descrito bastante bien.
Hubo un silencio de parte de ambos. Kagome solo alzó los ojos desde su posición y él se quedó estático.
—¿Qué? —Ahogó una risa. No lo había visto venir.
—¿Qué?
Ambos se echaron a reír, especialmente Kagome, que ya tenía ganas de soltar una carcajada desde que inició esa nueva conversación. Luego de poco de volver a la normalidad, se secó las manos y con picardía se acercó a él. Había que tomar en cuenta que para lavar los platos se había quitado la salida de cama y solo estaba en un bonito camisón de seda.
—Olvida el fanfic —le pasó peligrosamente los dedos por las clavículas y él notó la connotación en esa caricia—, hagamos nuestro propio lemon —movió la cabeza cerca del rostro masculino para conseguir un beso y cuando InuYasha la tomó por la nuca para concederle el deseo, sus manos se deslizaron por dentro de la ropa interior masculina sin ningún tipo de recato.
InuYasha la tomó suavemente de los cabellos para hacerle cabeza hacia atrás y descender hasta su cuello mientras que con la mano izquierda cubrió la de ella por encima de la tela para invitarla a masajear su entrepierna que ya estaba reaccionando desde el primer roce.
Las exhalaciones de ella empezaron a inundar los odios masculinos con rapidez, encendiendo todavía más su deseo. Kagome lo miró una vez detuvo su masaje en la parte baja y sin más, se acuchilló delante del ambarino. Había prometido jamás volverse a arrodillar ante un hombre, pero se trataba de InuYasha, era él, su cuerpo se movía por sí solo. Lo miró desde arriba con expresión ladina y él también se la devolvió, tomando sus cabellos para hacerle una coleta que él mismo se encargaría de sostener.
—Pues tienes suerte, wedding planner —le dijo con la voz ronca, pero tenía un deje divertido—, porque tengo ganas de dejar buenas reviews.
»
A ver, antes que nada, tengo mil cosas que decir sobre este capítulo, pero voy a resumirlas así:
Primero, tuve un bloqueo terrible de dos días (tercer bloqueo para ser exactos) con el lemon, de hecho, estuve a punto de suprimirlo de la historia. Eliminé una versión porque transmitía exactamente lo que yo sentía: nada. Y no eran los personajes, en realidad estoy muy conectada con ellos en este universo, me encantan, me divierte escribirlos, estoy genuinamente enamorada de su relación a pesar de haberla escrito más rápido de lo que estoy acostumbrada, el problema es que el lemon no es para mí, no soy buena en ello y con los años me está afectando cada vez más, lo digo muy en serio, es preocupante. Solo sale algo si me viene un antojo de escribir cosas eróticas —coff coff "Le jodía que" coff coff— y ni aún así logro hacer un lemon como es debido. En fin, cosas mías. A la final me ha gustado el resultado, puse música para irle dando forma y estoy satisfecha. Por esa razón quise agregar estas escenas en donde se insinúa que habrá más acción, así su mente tendrá un empujoncito.
Segundo, la escena final no es importante, no aporta casi nada a la trama (aunque igual vi la oportunidad de meter datos sobre el romanticismo de InuYasha, quise aprovecharla ya que va a desperdiciar hojas JAHJA), es muy gratuita, más bien una cortesía mía para que Kagome se queje de los clichés y seguir jugando con este tema porque este fic es un tributo a los clichés, ya lo saben. También metí memes, soy fan de este fic por eso.
Y esas serían las aclaraciones que quería hacer.
Oh, por cierto, otra cosa que me gusta hacer en este fic es usar frases o escenarios del manga/anime. Por ejemplo, ahora diciendo que a contraluz se veía atractivo, eso fue justo lo que pasó la primera vez que Kagome se dio cuenta en el anime, estaba amaneciendo e InuYasha parecía un dios griego, ya se la saben, o la escena de arreglando la bicicleta en el templo.
3 de agosto. Hola, mis preciosas.
Vengo a actualizar después de mucho tiempo, pero en mi defensa estuve activa para otra fandom (en realidad, ya sé que eso no es defensa, pero bueno, tenía que excusarme). Yo creo que ya muchos de ustedes imaginaban que este capítulo iría de amor, así que espero que lo hayan disfrutado, la verdad es que me costó mucho, pero a la final me gustó el resultado. Espero actualizar más seguido, en especial mi historia RC que ya está entrando en sus capítulos finales.
Mucho amor para: Sra Kagome, Kcar, Karii Taishō, Rodriguez Fuentes, Rosa Taisho, Rocio K. Echeverria, Benani0125, Rey0109, Marlenis Samudio, Silvia, Annie Perez, Tatiana Ocampo, Carli89, MegoKa y Cindy Osorio.
Gracias a quienes retomaron la lectura y a quienes apenas se unen con su comentario, me motivan demasiado y alegra saber que apenas les llega la actualización están pendientes de mis indecencias y pasan un buen rato de lectura, espero no decepcionarles uwu
Besos miles.
