Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Rumiko Takahashi.

Advertencias: Fanfic sacado de un storytime que hallé en Tiktok y en el cual está basada la decepción amorosa de Kagome; influencias del fic que estoy escribiendo actualmente (Rasgo femenino); el fic no está planeado de forma estructural y organizada, simplemente quise escribirlo de manera entusiasta porque me encantó la idea; un poco de OoC, ya se la saben; cliché, este fic es un tributo a los clichés; capítulos de extensión media; y supongo que será más ligero que mis otros proyectos —eso digo cada vez que inicia un nuevo fic, no puede ser—.

Y como si no existieran ya suficientes clichés en la vida, vamos con este tributo.

Bienvenidos.


Wedding planner » Organizadora de bodas

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1

Los wedding planner son artistas; artistas tras bambalinas que no tienen el reconocimiento que merecen, son los responsables de que cuando te casas, por lo único que tengas que preocuparte es por amar a tu pareja, verte lindo y pasarla bien con tus invitados.

Alzó los ojos hacia el techo de su departamento y suspiró, rendida, luego de leer la quinta estupidez en menos de diez minutos de conversación. Negó con la cabeza antes de volver al móvil para amablemente cortar la charla sin que sonara demasiado obvio que estaba casi asqueada por lo mal que la estaba ligando. Se estiró en su silla Sacco y bloqueó el celular para dejarlo reposando en su pecho y cerrar los ojos unos segundos, meditando o simplemente intentando descansar. La semana pasada había tenido mucho trabajo y apenas la noche anterior ella misma se había auditado antes de enviar sus cuentas a la contadora.

Estiró los dedos e ignoró que el celular vibró avisándole que había llegado otro mensaje a Omiai. Admitía que después de poco más tres años por fin se le habían devuelto las ganas de intentar algo, quizás porque la última boda que había organizado había sido muy linda porque fue la de su hermano o porque ya su cuerpo no aguantaba un día más a punta de consoladores; como fuere, intentaba darse una oportunidad con alguien que más que amor le diera compañía y un sexo decente, pero no sabía si tendría suerte con el montón de tontos que se había cruzado en la app de citas. Bien le había dicho su mejor amiga que saliera un poco más si de verdad quería conocer gente, pero es que ella no podía; se había dedicado casi por completo a únicamente trabajar, había dejado de salir, de divertirse, de ser ella… irónicamente, y tomando en cuenta que su pasión eran las bodas, también había perdido la fe en el amor y más que todo en el matrimonio.

Volvió a suspirar y esta vez sintió cómo el pecho se le apretaba ligeramente. Tres años después seguía doliendo, claro que no por él, porque era una basura, sino por todo lo que le había sido arrebatado, por la humillación que había pasado y, claro, por haber perdido a su prima casi hermana entre todo ese embrollo. Lo único bueno que todo ese caos le había dejado era su mejor amiga, que luego de eso se había vuelto su única confidente.

Se puso alerta cuando el celular empezó a sonar avisándole que una llamada entraba y sabía que era ella porque era la única persona que hacía eso aparte de su madre.

—¿Sí? —Le respondió sin quitar la mirada del techo, cómoda en su puff.

¿Estás por ahí? Tengo noticias —le dijo con un tono que reconoció emocionado.

Sonrió, se imaginaba ya de qué se trataba.

—Puedes venir, pero trae la llave que tienes porque no pienso levantarme a abrirte, cielo —le respondió en tono divertido y luego de eso ambas soltaron una risa.

Te veo allá, entonces.

Cuarenta minutos después la joven estaba abriendo su puerta y traía una expresión emocionada según lo que alcanzó a ver desde la sala de donde, tal como lo había dicho, nunca se movió. Sonrió sinceramente cuando la joven castaña le lanzó un par de malvaviscos antes de dejar su abrigo y bolso en un lugar adecuado.

—Dándote la buena vida, eh —le dijo a modo de saludo al tiempo que se sentaba con el respaldar de la silla deteniendo su pecho.

—Anoche me hice la contadora —masticó la esponjita dulce y la sensación la hizo sonrojar.

—¿Algo nuevo en Omiai? —La joven abogada alzó ambas cejas cuando escuchó el peculiar sonidito de la aplicación cuando llegaba un match. La azabache puso los ojos en blanco y negó—. Es que te he dicho que salgas un poco más si quieres conocer a alguien en serio, K, creo que ya es hora —insistió ya un poco preocupada por su mejor amiga. Entendía mejor que nadie en el mundo la decepción de la azabache, pero ya habían pasado tres años, incluso ella misma ya estaba empezando a superar aquel desafortunado incidente.

Dispersó los pensamientos para alejarlos de los recuerdos que, aunque en proceso de ser superados, eran desagradables.

—Qué pereza conocer gente, mejor dejo esto de buscar pareja ahí, Sango —se encogió de hombros y supo que su compañera no insistiría porque la conocía bien—. Mejor dime a qué se debe tu visita —cruzó la pierna y se acomodó para ver mejor a la castaña desde su posición.

Sango Tanaca sonrió con emoción como cada vez que conseguía un nuevo evento para Higurashi, pero trató de calmarse antes de que le hiciera spoiler.

»¿Es sobre ese apuesto hombre que te encontraste en las afueras de la ciudad? —Kagome le había quitado las palabras de la boca y ahora sonreía casi pícara. Se sonrojó un poco y carraspeó luego del comentario. La wedding planner le hizo señales para que continuara.

Sango había conocido a Miroku hacía poco más de una semana cuando regresaba a Shibuya de una conferencia en Kioto, estaba varado a unos pocos kilómetros de la ciudad, a su alrededor solo había carretera. Una llanta se había ponchado y al parecer no tenía un repuesto y su celular estaba descargado; Sango se había detenido desde su auto a preguntarle si necesitaba ayuda, lo remolcó hasta el taller mecánico más cercano y así fue como el pelinegro le había pedido su número. Era coqueto, según lo que Sango había dicho, pero parecía que ambos quedaron prendados el uno del otro desde que se vieron, aunque Tanaca insistía en que apenas se habían conocido como para siquiera afirmar que se gustaban o por el estilo. Kagome tenía claro que esos dos terminarían saliendo muy pronto y estaba feliz por su amiga, porque después de aquella desgracia de tiempo atrás, era hora de que empezara con su vida. Al parecer el tipo era socio minoritario de una importante fábrica de bebidas alcohólicas en el país con sede en Shibuya y había invitado a Sango a un restaurante lujosísimo el viernes por la noche. El día anterior ambas habían conversado sobre los detalles, así que Kagome apostaba a que había alguna novedad para que hablaran de él nuevamente el domingo.

—O sea, sí tiene que ver con Miroku, pero no se trata de él —le explicó con tranquilidad volviendo a sentir la emoción. Higurashi alzó ambas cejas ante su afirmación—. ¿Qué tal estás de eventos este mes?

La aludida hizo una señal para que esperara y rápidamente desbloqueó su celular para entrar al calendario y chequear sus tiempos.

—Bastante flojo, en abril no hay bodas, solo un par de cenas de negocios y un cumpleaños —comentó achicando los ojos.

Amaba planear bodas, pero no siempre había tanto trabajo y por eso era por lo que había decidido diversificar sus ingresos invirtiendo en una moderada tienda de decoraciones para eventos en la que también empleaba a su compañera Ayumi Satō. No era rentable pagar un sueldo a una asistente en los eventos, así que dejarla a cargo de la tienda le permitió mantenerla siempre a su disposición, con un sueldo adecuado y además ganando porcentajes de dinero por evento, era un ganar/ganar para ambas.

—Pues es perfecto, porque estuve hablando con Miroku el viernes, ya sabes, en la cena —vio a Kagome asentir rápido, señal de que la estaba entendiendo—, y me comentó que su mejor amigo es accionista de Asahi, en donde él trabaja.

Para este tiempo, Kagome ya estaba frunciendo las cejas y se acomodaba de nuevo en su Sacco para aclarar las ideas. Por favor que Sango no dijera que estaban planeando una cita a ciegas con el mejor amigo de Miroku o algo por el estilo porque obviamente diría que no y por ende Tanaca quedaría mal y todos quienes organizaron eso.

Se estaba haciendo una película en su cabeza y la castaña ya lo había notado.

»¿Todo bien? —Le hizo una señal con las manos.

—Por favor, dime que no es una cita a ciegas —no tomó en cuenta que antes Sango le había preguntado por su trabajo, más bien pensó en que quería saber su disponibilidad personal y como antes habían había hablado de Omiai, su cerebro solo había conectado las cosas.

La abogada soltó una risotada y después de un rato de dejar ir toda la gracia de las conclusiones de su amiga, volvió en sí. La organizadora se había quedado sin saber cómo reaccionar por notar que claro que no se trataba de una cita con nadie.

—Claro que no, Kagome —se llevó uno de los mechones detrás de la oreja y negó con una expresión sonreída—. Su mejor amigo quiere casarse y hoy le confirmó que está interesado en hacer todo el proceso contigo, ¡desde la fiesta de compromiso! —Enfatizó, notando cómo la expresión de su compañera se tornaba alegre y emocionada.

—¡¿Qué dices?! —De un salto se puso de pie y corrió hasta la castaña para darle un abrazo fugaz, pero fuerte que hizo a ambas reír—. ¿En serio lo estás diciendo? Pero cuéntame todo —abrió otra silla para estar a la par—. ¿Cómo le hablaste de mi trabajo? ¿Él habló ya con su amigo? ¿Concertaron alguna cita? —Estaba emocionada. Trabajar para eventos de ese calibre solo sumaba más logros a su currículum y por lo tanto aumentaban el prestigio de su trabajo, además de que le dejaría buenas ganancias.

—Tranquila, tranquila, vamos por partes —Sango se acomodó para comentarle todo con más detalle, ya que se lo había guardado para contarle cuando Miroku le hubiera dado la respuesta—. Pues claro que te iba a mencionar en mi cita, eres mi mejor amiga, hasta le mostré una foto tuya —le dijo entusiasta y Kagome se encogió de hombros, enternecida—, le dije casualmente que eras una increíble wedding planner ¡e incluso te reconoció de tu firma HiguPlanner!

La azabache abrió los ojos lo más que pudo.

—¿Cómo? ¿Ya ha escalado tanto?

—Bueno, K, llevas en esto nueve años, es normal que haya gente que sepa de ti —Sango alzó las cejas como haciendo que su amiga entendiera que todo el esfuerzo había valido la pena—. Entonces justo después de decirme eso, me comentó que su mejor amigo estaba pensando en pedirle matrimonio a su novia y yo le dije que te recomendara, ¡y aquí estamos!

Kagome todavía no lo podía creer.

—¿Y quién es? ¿Cómo se llama?


—InuYasha Taishō —repitió el nombre y la secretaria asintió. ¿Así era? Volvió a chequear en sus mensajes de WhatsApp de manera disimulada el chat de Sango para confirmar.

—¿Señorita Higurashi Kagome? —Inquirió la pelinegra y ella asintió—. Tiene cita con el señor Taishō para las diez de la mañana de hoy lunes, tres de abril —corroboró la información y de inmediato alzó el teléfono para comunicarse con la secretaria de InuYasha—. Por favor, señorita Higurashi, tome el ascensor al piso cinco, la secretaria de administración la está esperando.

Kagome agradeció y rápidamente hizo caso a las instrucciones. No iba a negar que estaba un poco nerviosa, pero contenta. No era la primera vez que hacía eso, estaba acostumbrada a tratar con clientes de todo tipo, así que aquello no era un reto. La empresa era bastante acogedora y lujosa, había mucha vidriería y plantas finas, le gustaba la decoración. Con esos detalles infirió que probablemente trabajaría con una pareja para nada simplista, justo como a ella le gustaba también. Al llegar una pelinegra preciosa la recibió con amabilidad y la acompañó hacia los muebles de la pequeña sala de espera hasta que el jefe se desocupara. Es que ella había llegado unos cuantos minutos antes de la cita. Estuvo a punto de sentarse cuando una voz alegre le llamó la atención.

—¿Kagome Higurashi? —Inquirió con poca duda, acercándose a ella casi con confianza.

Para ese tiempo, la secretaria ya la había abandonado haciendo una reverencia ante la intervención. Kagome achicó los ojos, ese rostro era conocido para ella.

—¿Miroku Takeda? —Sonrió con amabilidad y estrechó su mano con la del empresario.

—El mismo, mucho gusto —hizo una ligera reverencia con la cabeza—. Supongo que Sango te habló de mí —de alguna manera le emocionaba ese hecho. Tanaca era peligrosamente atractiva y no iba a negar que sus intenciones con ella iban un poco más allá que solo una amistad.

—Claro que sí, y cómo no, si eres el mejor amigo de mi futuro cliente —comentó ella entre risas, aunque eran los nervios. Si concretaba eso, podría irse a Disney.

—Me alegra que todo se haya concretado, tienes cita con él, ¿verdad? —Miró para la oficina de Taishō y notó que estaba libre. Kagome también dirigió su vista hacia allá y afirmó—. Pues ven, a buena hora te encontré que yo mismo te llevo —Kagome era simpática y eso le hacía el trabajo más fácil. Las mejores amigas de las mujeres eran como los hijos de las madres solteras: si no les caes bien, ya perdiste tu oportunidad. Ayudar a la azabache le daba puntos a favor y la verdad era que había estado investigando del trabajo de HiguPlanner y le había gustado de forma genuina, así que eso era un ganar/ganar.

Ambos caminaron hacia la oficina y el pelinegro se inclinó apenas para tocar la puerta.

—¡¿Se puede?! —Inquirió desde fuera con voz alta. Kagome se limitó a observar al frente.

—¡Sí, pero que sea rápido, tengo una cita en un par de minutos! —Se escuchó la voz grave venir desde dentro. Los sentidos de Kagome se pusieron alerta: parecía ser un hombre más serio que Miroku, tenía que tomarlo en cuenta antes de empezar a hablar.

—Pues qué afortunado eres, InuYasha —comentó con un tono gracioso mientras abría la puerta de vidrio templado, mostrando ante los enormes ojos chocolates a su futuro nuevo cliente.

InuYasha alzó las cejas, un poco confundido al principio, pero unos segundos después reaccionando ya que de seguro se trataba de a quien estaba esperando. Se puso de pie entonces e inclinó la cabeza como saludo inicial.

»InuYasha —se acercaron hasta el escritorio y Kagome no dejó de mirarlo en ningún momento captando sus expresiones y preparándose mentalmente para salir de ahí con el negocio hecho. El aludido pasó sus ojos ámbar de su amigo a la recién llegada—, ella es Kagome Higurashi.

—Mucho gusto, señor Taishō —saludó con mucha cortesía y brindó una afable sonrisa profesional.

—La wedding planner.

»


¡Hola!

De nuevo yo con otro fic en vez de seguir con mis proyectos que debo, así es. Escribo esto a fecha 9 de febrero de 2023 sin esperanzas de publicar pronto o quién sabe.

Omiai* es una aplicación de citas muy popular en Japón, es como el Tinder japonés.

23 de febrero. A la final lo terminé ayer 22 y sí que publiqué pronto.