La vida de otra especie no era algo que a Scar le interesase, mucho menos apreciarla o respetarla. Para él esa vida no significaba nada comparada con la de un león, mucho menos uno de la realeza, lo más cercano que llego a respetar otra vida fue con las hienas, cuando se alió con ellas; del resto, no hubo otro caso hasta Nadia. Esa humana que se pegó a él como una garrapata molesta y chirriante.

Adea los escolta al árbol de Rafiki, fue una caminata tensa teniendo a un rey exigiendo respuestas, unos cachorros preocupados y al malvado ese con la mirada perdida.

–Encontramos al príncipe Kopa rápidamente. Estaba herido, pero Rafiki se encargó de él al instante, Majestad –responde solemne.

– ¿Y Nadia esta con Rafiki atendiendo al príncipe, o consolando a Nala?

Simba y Adea se vuelve hacia Scar quien se ha pronunciado luego de un largo silencio.

En el fondo guardaba un pequeño resquicio de esperanza de que, al menos, Nadia estuviese bien.

–Tiene razón –Simba se dirige a la leona –. No has mencionado a Nadia en ningún momento.

– ¿Qué ocultas, Adea? –exigió Scar ácidamente, su tono provocó que Kiara y Kion tragasen grueso y lo mirasen con aprehensión.

La leona, Adea, casi le gruñe a Scar y decirle que ya no tiene ningún tipo de autoridad para exigirle nada. Para ella, lo que amerita más atención es el príncipe, que estaba siendo atendido por el chamán real mientras la manada entera agradecía a los grandes reyes del pasado el haberlo protegido, y que sus heridas no fueron mortales. La humana seguramente volvería a su tiempo, o seria encontrada Zazú y Ono, este último amigo del príncipe Kion.

–La humana fue a buscar al príncipe cuando se enteró a donde había ido –se dirige al rey, con voz pausada, sin bajar la mirada –. Por lo poco que dijo el príncipe, ella fue en su ayuda contra Zira –por un momento creyó sentir la tensión en el cuerpo de ambos leones, específicamente en Scar –, y mientras la distraía le ordeno al príncipe irse. Desde entonces no sabemos de ella, Majestad.

"La deje con niñeras y la muy escurridiza, se les escapo, y se hizo la heroína", Scar cierra los ojos con fuerza mientras su mandíbula se tensaba, sus garras enterrándose en el suelo.

¿Por qué tiene que ser buena? ¿Acaso no puede mirar solo por ella y ya? No, esa no sería Nadia, no sería ella. Puede llegar a ser maliciosa pero no alguien que, si tiene la noción de que puede ayudar, ayudara sin importar nada. Solo esperaba que estuviera bien o, en este caso, que ella éste viva.

"Si, para luego matarla yo mismo con mis propias garras".

– ¿Hay leonas buscando en la frontera? –Simba miraba de reojo a su tío, ver si tiene alguna reacción, nada. Adea le responde que si –. Bien. Quiero que te unas con las leonas que la están buscando.

Al llegar al árbol de baobab, hogar del chaman real, Adea acata la orden del rey.

Simba estaba al borde de la preocupación. Se había ausentado y su hijo fue atacado, no estuvo ahí para protegerlo como le había prometido a cada uno de sus hijos. Y ahora Nadia estaba desaparecida, probablemente muerta, siendo alguien que se ha ganado cariño a pulso. Al ver a Nala se apresura en llegar hacia ella. Lo único en lo que podía pensar ahora es que su hijo lo necesitaba.

Scar observaba a lo lejos el reencuentro de Nala y Simba, escuchaba palabras sueltas y oraciones inconclusas para sus oídos, no le prestaba un gramo de su atención. Levantó un poco más la cabeza con tal de mirar un poco más allá para, al menos, ver a Kopa. No es que le interesara mucho, pero lo había cuidado con Nadia en más de una ocasión, y no quería llevarse un regaño por parte de ella si él no procuraba ver el estado de su sobrino-nieto.

"Si es que ella vuelve", dice una vocecilla insidiosa.

De nuevo, esa presión sofocante en su pecho.

– ¿No irás a ver como esta Kopa? –Scar baja la mirada para ver a Kion, quien lo observaba –. Seguramente se pondrá feliz de verte.

–No creo que mi presencia sea necesaria ahora, Kion –ni bien recibida, quiso agregar pero abstuvo. Sus ojos se vuelven hacia Kiara cuyos ojos seguían rojos pero sin más lágrimas que dar –. Verás que se recuperara. Es igual que su padre, duro de matar.

–Pero es mi culpa. Todo es mi culpa.

–Kiara…

–No, Kion, lo es.

–No es como que tú le clavaste las garras a tu hermano –Kiara levanta la mirada hacia él, Kion igual –. Tú hermano vivirá, y Nadia volverá en cualquier momento… –hizo una pausa no estaba acostumbrando a ser "positivo", pero hasta él lo necesitaba –. Todo saldrá bien, princesa.

–No me llames princesa –dice, ahora más calmada.

–Pues es lo que eres.

–No todo lo que soy.

Kion abraza a su hermana, luego hace un gesto con la cabeza y ambos se van junto a sus padres donde estaba Rafiki atendiendo a su hermano. Pero, Kion se detiene, se vuelve hacia él y le da una pequeña sonrisa antes de seguir su camino.

Una vez solo se marcha hacia el claro donde es actualmente el lugar de descanso final de su hermano. No sabe porque está allí, o porque tuvo la necesidad de ir a ese lugar en primer lugar, pero necesitaba hablar ya sea con lo muertos. El cielo sigue gris, es de día, y la brisa con olor a lluvia impregnaba sus fosas nasales. El claro seguía siendo el mismo que la última vez que lo visito, con sus exuberantes arbustos, todos con sus flores en capullos, excepto las flores del arbusto de su hermano; esas cuyo color blanco hacían destacar esos detalles rojos.

Mira la flor con odio, como si su perfecta belleza fuera un problema para él.

–No es suficiente aparecerte en mis sueños –empieza, con voz contenida –. No es suficiente verte hasta en mi reflejo. Ni ahora que enviaste a esta humana para luego ¿qué? ¡¿Arrebatármela?! –alzo su pata dispuesto a aplastar la flor y, con ello, aplastar el gran arbusto completo, pero se detuvo a unos poco centímetros de tocar la flor. Bajo la pata lentamente. Apretó los dientes mientras una lágrima silenciosa bajar por su mejilla. –. ¿Por qué la enviaste a mí para luego llevártela? Es un castigo, ¿no? Por haberte hecho es –su voz se quebraba con cada palabra –. Hermano…, por favor… Que vuelva. Que vuelva con bien.

Fue entonces que miro el cielo cubierto por el manto gris, en busca de alguna respuesta, de algo.

–Por favor, Mufasa, te lo pido.

Hacía muchos años que no le pedía nada a su hermano, demasiado. Sus sollozos no se hicieron esperar, y sus recuerdos lo trasportaron a ese tiempo en donde su relación con Mufasa aún no estaba rota; en esa época en donde ambos hermanos eran cómplices de travesuras, compañeros de juego y siempre estaban el uno para el otro.

Cierra los ojos con más fuerza.

–Lo siento… –farfulla entre lágrimas al cielo como si su hermano estuviese allí mismo –. Perdón.

Y, luego de eso, la primera gota de lluvia cae después de aquello. Acompañándolo en su llanto, como un abrazo consolador, mientras las nubes formaban la figura de un león.

...

La suerte es curiosa. Los supersticiosos dicen que no existen tal suerte y que no nosotros mismos la creamos, otros; sin embrago, creen que la suerte es una cuestión del azar entrelazado con la fe y la superstición. Para Nadia la suerte brilla por su ausencia la mayoría de las veces, lo suficiente como para ver a esos buitres con aires de banda británica.

"¿Desde cuándo los buitres parecen tener cabello?", la explicación más obvia es que estaba en el mundo animado de Disney, o estaba alucinando por la insolación o la falta de sangre, probablemente sea eso último.

–Oh, miren esto, chicos. Parece que no se ha ido del todo –dice uno con las plumas castañas.

"Oh no, no, ellos no", piensa Nadia para sus adentros mientras cerraba los ojos con fuerza. Ya los recordaba, son ese grupo raro de buitres del libro de la selva. Sería el colmo de los colmos que el universo la haya mandado con ese tigre de acento británico.

–Más vale que no intenten nada aun. Sigo respirando.

Su voz baja y débil hizo que saltaran asustados, dejando caer sus oscuras plumas por todas partes. Algunos, incluso, rieron ante el susto que les dio. Nadia sopla una pluma que cayó en su cara.

– ¡Pero habla! –exclama el de plumaje rubio.

–Chicos, ¿acaso no lo ven? Es como el cachorro de hombre, solo que mujer –señala el que parecía calvo con dos líneas en su cabeza.

– ¿Y qué creen que le haya pasado? ¿La habrá atacado un tigre?

–No seas tonto, Ziggy. Estamos muy lejos del territorio de los tigres –niega Flaps, si es que Nadia no se equivocaba. El viejo buitre se vuelve hacia ella –. ¿Qué te ha pasado, cachorra de hombre?

Ignorando el hecho de que la haya llamado cachorra, y agradeciendo que no se la van a comer, Nadia no vio problema en decirle lo que le había pasado; después de todo, ellos ayudaron a un niño en problemas una vez. Sus caras dramáticas al oír su conmovedor relato fueron alentador. Podría pedirles buscar a Nala o a Rafiki para que la encontraran.

Con todos estos acontecimientos recientes había perdido un poco la noción de tiempo.

Estos buitres a diferencia de otros no eran "malvados". Seguía bajo el sol, sí, pero al menos estaba siendo abanicada con las alas de esas aves que la refrescaban un poco. Al ver su brazo hizo una mueca, debe ser lavada y desinfectada, al menos ya no sangra pero igual estaba débil por toda esa sangre perdida.

Una sensación de malestar se asentó en su pecho, no era dolor físico, no, era algo como una sensación de tristeza.

"Scar", parpadeo varias veces al ser ese su primer pensamiento luego de aquello. Casi entra en pánico. ¿Y si se estaba medio matando con Simba? ¿Simba estaba bien, él estaba bien?

– ¡Mira, Janja, son buitres! Seguramente tendremos la comida servida.

En el momento en que escucho la voz Nadia quiso que la tierra la tragase. Reconocería esa voz, y el nombre, ¡son las hienas!

¡Lo que le faltaba!

Los buitres volaron asustados al ver a las tres hienas olvidándose de la humana, quien los miraba con desgano.

–Mis héroes –ironizó ella antes de volverse a las hienas. Les dio una sonrisa cansada, aunque más bien fue una mueca –. Janja, bonito, ¿cómo está tu hermana? La pequeña Maua… ugh.

Janja se inclina más hacia ella, reconociéndola, Nadia suelta un pequeño suspiro de alivio al no tener el sol pegado a su rostro. La hiena chaquea la lengua al verla mientras una sonrisa burlona tomaba forma, aunque ni llego a formarse bien al ver el estado en el que se encontraba, ropa desgarrada y sangre seca.

– ¿Y a ti que te paso? Parece que peleaste con un rinoceronte.

–Fue una leona, de hecho –tenia sueño, estaba cansada. Janja se había dado cuenta de ello, y su ceño se frunció aún más.

–Janja, ¿no es ella quien ayudo a tu hermana? ¿No crees que debemos ayudarla? –Chungu no la había visto solo una vez y le había parecido simpática.

Bien podría devorarla, terminar con su agonía, pero había una deuda que hasta a Janja le costaba y debía pagar por ella. Después de todo, ella ayudo a alguien de su familia por lo que pagara con la misma moneda.

"Lo que sea", se dice.

–Chungu, cárgala sobre tu espalada con cuidado. Cheezi, quiero que la mantengas despierta lo más que puedas. Debemos llevarla al árbol de Rafiki, o a sus alrededores, no pienso tener una deuda pendiente menos con una humana ¿entendido? –sus dos amigos acataron sus órdenes rápidamente.

–Mantente despierta, humana –le dice Cheezi –. ¿Te gustaría oír la historia de mi vida?

–Mmm…

–Bien. Todo comenzó…

Esta vez Janja sonríe al oír el gemido lastimero de Nadia. Puede que pagar esta deuda no sea tan malo.

– ¿Por qué esa cara, Kion? ¡Tu hermano está mejorando! –Bunga estaba cada vez más optimista al respecto.

–Nadia aún no ha aparecido.

–Estoy seguro que Ono y Zazú la encontraran, y si no serán las leonas, pero de una u otra forma ¡ella volverá, estoy seguro!

No estaban muy lejos del baobab de Rafiki donde su madre y padre se habían negado a separarse de Kopa hasta que despertase. Rafiki les había advertido que no despertaría hasta el anochecer. Kiara estaba dormida junto a su mellizo, velando por su sueño. Cuando Kion quiso buscar a Scar para contarle el estado de Kopa se había ido, lo busco y encontró en el valle de las Protea Rey o, mejor conocido como el valle la mapumziko (valle del descanso), se veía tan triste que Kion opto por dejarlo a solas.

El cielo retumbo y, poco después la lluvia empezó a caer. Iba a refugiarse cuando divisa unas siluetas a lo lejos. Sus ojos se abren con asombro al ver a Janja y a sus hienas trayendo a Nadia con ellos, Kion se puso en posición de pelea listo para defender a Nadia, no era la primera vez que se enfrentaba a Janja y cómplices.

– ¿Qué fue lo que le hiciste, Janja?

–Solo pago una deuda, principito –da una señal con un movimiento de cabeza, Chungu la deposita lo más suavemente que puede en el suelo –. Nos iremos por nuestra cuenta. No queremos ser perseguidos hasta las lejanías, es todo lo que pido –mira a Nadia y agrega –. Será mejor que llames a ese mandril loco. Estaba delirando hace rato. Nos vemos, Kion.

Las tres hienas se alejan rápidamente. Y, una vez que los pierden de vista, Kion y Bunga corren hacia una seminconsciente Nadia quien balbuceaba sobre unos buitres británicos. Fue Bunga el encargado de llamar a los gritos la atención de los reyes y Rafiki que salieron a su encuentro. Simba se llevó a Nadia mientras Rafiki le daba órdenes a Bunga de que buscase lo que iba a necesitar.

Nala se fue en busca de Adea para que diese la orden de la cancelación de la búsqueda y dar las buenas noticias.

Mientras eso sucedía Kion fue en busca de Scar, en el valle, en un principio no pensó que lo encontraría allí puesto que odiaba la lluvia. Todavía seguía allí, frente al arbusto de su abuelo, Mufasa con la mirada en el suelo.

–Tío Scar –llamó –, ella apareció.

Tan rápido como dijo aquello Scar levantó la mirada, aturdido.

– ¿Qué fue lo que dijiste?

–Apareció, tío, ella está de vuelta –repitió.

La lluvia seguía mojando su melena y ocultaban las pequeñas lágrimas de agradecimiento y, mirando al cielo, murmuro "gracias" antes de seguir a Kion para ir al árbol de Rafiki y ver por fin a aquella humana por la que ahora parecía tener una debilidad. La flor del arbusto de Mufasa seguía abierta, grande y hermosa.