Una recuperación completa.
Un suspiro escapó de sus labios mientras miraba por la ventana. Sin embargo, eso seguía sin ser suficiente para distraerle de sus pensamientos. Dos semanas más le parecían demasiado tiempo a Twilight para quedarse en casa, haciendo el mínimo esfuerzo.
Allí estaba, con las consecuencias, por querer colgar un diploma. La venda elástica en su pierna parecía brillar y, aunque sabía que ayudaba a reducir su dolor, el hecho de saber que tendría que llevarla durante varias semanas más cambiaba su perspectiva. Cada mañana, al despertar, su mirada se dirigía hacia su pierna y recordaba las palabras del doctor.
«Entiendo que es un agente con una carrera exitosa, pero no podemos ignorar su edad».
—¿Cuándo ha pasado el tiempo tan rápido? —se pronunció en tono elevado.
—¿Loid…? —dijo Yor, con un tono de sorpresa en su voz al ver a su esposo en el sofá—. ¿Por qué no estás en la cama? Pensé que te había llevado allí antes de irme a trabajar.
La pregunta hizo que Loid pusiera los ojos en blanco. Era absurdo que Yor imaginara que estaría en la cama durante toda la semana. Con los brazos cruzados, expresó su frustración.
—¿Tenías la esperanza de que girando la manivela iba a evitar que saliera?
Yor suspiró con resignación. A pesar de su reconocida fuerza, no podía vencer la terquedad de su esposo.
—Sí, lo hice —confesó—. Y consté que intenté no hacerlo, pero sugerir que podrías vagar era peligroso.
—Yor, un espía…
—Un espía está acostumbrado a convivir con el peligro —completó Yor, imitando muy mal al rubio—. Recuerda con quién compartes la cama —añadió, tomando un tono más divertido.
—Eso jamás lo olvido —respondió Twilight. Observó la bolsa de compras—. ¿Harás estofado?
—Sí, aunque también revisé el catálogo de armas —indicó la mujer, dejando todo sobre el mostrador y yendo a poner su abrigo en el perchero—. Mi jefe dijo que podría aprovechar para comprar unas dagas húngaras.
Twilight observaba desde su lugar en el sofá, añadiendo una sonrisa a su rostro mientras escuchaba el día de Yor, solo para que él respondiera con frases cortas cuando era necesario. De repente, soltó un quejido al sentir un dolor punzante, notando como palpitaba su pantorrilla.
«Mierda, otra vez no».
—¡Bien, todo en su sitio! —declaró Yor saliendo de la cocina, pero empezó a echar un vistazo a la habitación—. ¿Dónde está Anya?
—Todavía no regresó de la escuela —dijo Loid. Hizo el movimiento de apoyarse en reposabrazos para levantarse, pero su esposa fue más rápida y se sentó en su regazo, acorralando su cuerpo—. ¿Yor…?
—No, no debes moverte. El hematoma está bajando y te ha hecho cojear más estos días —comentó la asesina. Twilight se sorprendió del registro visual que ella estaba llevando—. Lo que tienes que hacer es quedarte en el sofá mientras preparo algo de té.
Yor se sintió asombrada cuando su esposo asintió y apoyó la cabeza en la curva de su cuello. Supuso que él se había rendido, pero, en cambio, sintió una ráfaga de aire frío en su piel. Al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, giró la cabeza y se quejó mientras Loid bajaba las manos hacia su cintura.
—¡Loid, pero…!
—No me estoy moviendo del sofá —contestó el espía. Su palma encontró camino debajo del suéter de Yor a través de su espalda—. Anya estará con Becky hasta la noche. Martha va a traerla.
La asesina suspiró mientras sentía el contacto de su esposo en su piel, sabiendo que la estaba convenciendo. Tenía razón cuando le dijo que no se iba a levantar del sofá de esa manera y que su hija estaría fuera por varias horas.
«Esto cumple con el objetivo de mantenerlo en el sofá de todos modos».
Sabiendo todo eso se relajó y, al menos ese día, podría olvidarse de cocinar temprano.
Anya llegó alrededor de las nueve, con bolsas de compras y un Bond no tan joven ladrando por detrás. Su personalidad exaltada y caótica no había disminuido con la adolescencia, así que fue indiscutible el cambio de ánimo en la casa cuando comenzó a narrar sobre su día.
—¡Patita! —dijo cuando notó la venda elástica de Twilight.
También era indiscutible que no se había perdido la manera en que molestaba a su padre.
—No me digas así —le reprochó el espía—. Ni siquiera es mi pie, es mi pantorrilla.
Su hija se le quedó viendo por un segundo.
—Patita.
Twilight inhaló con profundidad, tratando de calmarse para no explotar. Anya soltó una risita, leyendo sus pensamientos envueltos en un caos sobre la adultez y porque estaba en esa situación.
—Está bien, me rindo —murmuró Loid, ganándose un pequeño gesto de victoria de la alegre adolescente frente a él—. ¿No has respondido a las solicitudes? —preguntó, cambiando de tema.
Anya negó con la cabeza antes de pasear de un lado a otro en la habitación. Empezó revisando las últimas fotografías colgadas en las paredes, que incluían su graduación y el almuerzo que habían hecho como celebración.
En todo ese tiempo, su padre la observó en silencio. Sin pensamientos.
La solución a la guerra entre Oriente y Occidente no dependió únicamente de las conversaciones de Twilight con Donovan Desmond. Anya también fue un factor importante gracias a su relación con Damián y a su amplio conjunto de habilidades, que iban mucho más allá de su capacidad de leer mentes. Por este motivo, fue reconocida tanto por su familia como por el mundo académico.
En una reunión con el profesor Henderson, se presentaron dos opciones: la Universidad Nacional de Ostania y la Primera Universidad de Berlint, ambas como posibles destinos académicos.
En poco tiempo, Twilight consiguió la información necesaria para determinar cuál de las dos era la mejor opción. Para sorpresa de todos, ambas contaban con planes de estudio de alta calidad y estaban dirigidas por personas con un historial impecable, lo que garantizaba la seguridad y el bienestar de Anya y su familia.
La decisión final sería responsabilidad de su hija, dejando en sus manos la elección.
—Todavía no sé —fue la conclusión a la que llegó—. Las dos tienen lo que quiero, pero…
Su cabeza se desvió hacia su padre que estaba mirándola. Él le lanzó una mirada expectante, pero confundida.
—Anya, ¿acaso…?
«¿No quieres dejarnos…?».
Los ojos llorosos de su hija fueron toda la respuesta. Loid extendió sus brazos para recibirla, y ella fue, con el debido cuidado para no presionar su lesión. La cabeza de Anya se inclinó hacia un lado mientras se preguntaba.
—¿Por qué es tan difícil decidir? Esto no me gusta.
Twilight la miró fijamente y le corrió el flequillo de la cara.
—¿Por qué no? Dicen que las mentes fuertes toman decisiones difíciles. Eres fuerte —afirmó su padre. Anya se levantó de manera repentina, indignada—. ¿Eh…?
—Entonces, ¿por qué…? —le preguntó, su voz salió más aguda de lo que pretendía—. ¿Por qué no me dijiste que estabas cansado?
El espía la observó. Algo en su tono lo hizo sentirse más culpable por todo lo que había estado pasando, como si su reciente accidente no fuera solo eso, sino mucho más. Y comenzaba a creerlo, aunque no quisiera.
Aceptar su situación era difícil, sabía que muchos aspectos de su vida iban a cambiar. Debía haber sido más claro consigo mismo desde hace meses atrás. Incluso un doctor de WISE había expresado preocupación por su salud, pero su mente siempre estaba centrada en el trabajo, descuidando su propia seguridad, no podía evitarlo. Y lo que más le molestaba de todo era que se afectaba a sí mismo.
«Es mucho más», recordó que Yor le dijo. Su esposa siempre tenía las palabras precisas para estar donde él no llegaba. Eran el complemento perfecto.
Yor sabía que no podía permitirse perder a su esposo después de todos los años que habían pasado juntos en soledad. Ahora que habían encontrado un futuro juntos, no estaba dispuesta a dejarlo ir. Eso se había acabado desde el momento en que el último secreto fue revelado.
No. No había sido ahí. Mucho antes, incluso en la época de la farsa y conveniencia, un sentimiento había estado allí. Solamente el espía había sido terco de verlo.
La familia, la familia que construyó la operación Strix, fue preciosa desde el primer momento.
Estaba cambiando, sí. Pero no como el espía Twilight, sino como el hombre detrás de esa profesión. Cambiando como Loid Forger, el padre y esposo que había elegido ser.
—Anya, la verdad es que… —tartamudeó Twilight, con la cabeza inclinada para mirarle a los ojos—, tengo miedo.
Los ojos de Anya se movieron hacia su padre.
—¿Miedo?
—Parece que sí —dijo Loid, con una risa torcida en sus palabras—. Tu madre se aterra de que no pueda estar allí si me ocurriera algo peor, y tiene razón. Es solo que…
—¿Es difícil de entender? —preguntó Anya, arrastrando las palabras en tono burlón. Se inclinó hasta poder acercarse a la cabeza de su padre, haciendo un pequeño desastre en su pelo—. Es emocionante que seas espía —y dándole una palmada en la mejilla, añadió—. Pero es más emocionante cuando eres mi padre.
Una suave sonrisa apareció en el rostro de Twilight.
—Claro, para eso me elegiste, ¿no? —expresó él, cruzando los brazos—. Siempre has sido mejor que yo en eso.
Anya parpadeó, confusa.
—¿En el sentido de…?
—En el sentido de reconocer lo que quieres.
—No, no lo hago. Aún no he decidido mi futuro.
—Eso no es un problema. Eres brillante.
—Y no te olvides de impresionante —bromeó Anya.
—Y también una chica que necesita ir a su habitación —añadió Yor, entrando—. Tu padre necesita descansar.
La chica miró entre su madre, en la puerta de la habitación, y su padre, en la cama.
—Está bien, lo entiendo —dijo Anya, besando a Twilight en la mejilla para darle las buenas noches—. No es justo que busquen un hermanito ahora que me voy a la universidad.
—¡Anya Forger! —señaló Twilight, alzando la voz y usando el nombre completo de la chica—. ¡Qué crees que estás insinuando!
—¡Anya, no! —la regañó su madre—. Por favor, vamos a dormir. Además, tengo que salir a trabajar.
Un incómodo silencio se apoderó de la habitación mientras los tres se miraban. Aunque los secretos ya no eran un problema, la vida de la familia Forger seguía siendo difícil cuando se trataba de asuntos relacionados con sus trabajos. Cuando Twilight se iba en una misión, sus chicas no podían evitar preocuparse. Cuando Yor tenía que cumplir un encargo, su esposo y su hija siempre se aseguraban de tener el botiquín listo.
—Me imaginé que estarías libre mientras papá estuviera en casa —murmuró Anya, bajando la voz—. ¿No puede ir el viejo en tu lugar?
—¿El director? No, ya no está para eso.
—Tú tampoco —marcó su hija, un poco molesta—. Si papá es viejo, tú también.
Yor parpadeó, sorprendida. Se volvió para mirar a su esposo.
«¿Acaba de llamarme vieja?».
«Eso parece».
Su hija se quedó muda cuando se dio cuenta de lo que había dicho. Empezó a retroceder sin decir más que un rápido "buenas noches" antes de cerrarse en su habitación. El ladrido de Bond se oyó junto a su puerta, clamando por entrar.
—¡Entra rápido, Bond! —se oyó decir a Anya—. ¡Buenas noches, Patita y mamá!
El comentario de la chica tenía cierta validez, ya que el paso de los cuarenta años había traído cambios en Yor como asesina. Parecía que se estaba haciendo más difícil mantener su nivel en sus últimas misiones, como la del pirómano, que le dejó las manos heridas y le impidió trabajar por unas semanas. Loid se había encargado de cuidarla, al igual que lo hizo cuando sus manos sufrieron por culpa de Panza Metal Gullickson muchos años atrás.
—¡Ya está! —gritó Yor.
Twilight se sobresaltó al escuchar el grito, saltando de la cama en un acto reflejo. Cuando sus ojos se encontraron, la intensidad en la mirada de su esposa lo dejó extrañado, ya que no era el tipo de intensidad que solía asociar con la cocina o los encargos, sino que era otra mezcla de emociones.
—¿Yor…?
—Te mereces que te quieran y te cuiden, Loid Forger —dijo ella, sonriendo, con la determinación brillando en sus ojos—. ¡Mañana recibirás un merecido descanso!
El calor se acumuló en las mejillas del rubio, sus músculos se tensaron y murmuró en voz alta.
—De acuerdo.
Con satisfacción, la asesina se deslizó feliz en la cama y se acomodó, deseando a su esposo buenas noches y un buen descanso. Mientras su mente repasaba lo que haría al día siguiente, una sonrisa se formó en su rostro.
Pero Loid Forger seguía sin dormir.
Las horas seguían pasando. Su rostro se transformó en una expresión de aburrimiento mientras miraba al techo, Yor dormía a su lado y parecía muy metida en su sueño. Exhaló con fastidio e intentó dormirse, pero el dolor regresó a punzar en su pantorrilla. Apretó los dientes y abrió la boca, sollozando.
Recordó que el doctor le había sugerido agua tibia para aliviar el dolor del hematoma. Suspiró para sus adentros. No lo había hecho, y no estaba seguro de sí con el dolor podría llegar al baño. Tal vez debería decírselo a Yor, pero sabiendo que se iría a trabajar, no tuvo el valor.
Sin embargo, el instinto de Yor la despertó de todos modos.
—¿Loid…?
—¿Sí?
Los ojos de su esposa se abrieron de par en par, y toda la intención de Twilight de irse se desvaneció.
—¿A dónde vas?
Loid se estremeció ante el tono amenazador tan cerca de su oído.
—Necesito agua tibia. Me duele —admitió y mostró cómo su pantorrilla palpitaba—. ¿Crees que podrías ir por eso?
—Está bien, Loid.
Twilight se quedó inmóvil en la cama, estremeciéndose mientras el dolor volvía. Un par de minutos después, Yor regresó cargando una fuente llena de agua y un par de toallas bajo su axila. El hombre intentó ir hacia su sofá individual para que fuera más sencillo meter su pierna en el agua.
—¿Necesitas ayuda? —le preguntó su esposa, notando que le costaba mantenerse con un solo pie.
Atrapado, Loid se arrastró hacia ella y se deslizó bajo su agarre.
—Esto es un poco vergonzoso.
—Eso no es cierto.
—Lo es. Siento que estoy siendo una carga para Anya y para ti. Incluso Bond me ha evitado.
—Bond solo ha evitado apoyarse contra tu pierna herida, Loid —explicó Yor, riéndose un poco cuando lo acomodó—. ¿Qué te parece si descansas? Te hará bien —le pidió, subiendo parte de su pijama en la pierna izquierda—. Estaré aquí hasta que vuelvas a dormir.
—Tienes que trabajar —recordó Twilight—. Deberías descansar.
—La persona que debe descansar eres tú, ¿sabes? Cuando regrese del trabajo, haremos lo que sea por ti —declaró su esposa, sacando la venda elástica de Loid y sumergiendo su pierna en el agua tibia, comenzando a darle masajes—. Estaba pensando que podríamos…
El plan de Yor era, para resumirlo, una serie de actividades que lo mantenían en el sofá o donde iba a moverse solo con ayuda. Incluso estaba sugiriendo que podía escucharlo leer toda la colección de Spy Wars: Edición Plata, la cual era su saga favorita.
Lo había pensado, en tener a Yor de oyente alguna vez; pero había considerado que era ridículo dejarse llevar por esa idea. Ahora, parecía una realidad.
Una sonrisa se dibujó en sus labios, lo que hizo que Yor detuviera el masaje y la charla que había empezado para mirarlo.
Loid Forger respiró hondo.
—Voy a retirarme.
Nota de la autora: Anya le dice "Patita" a Twilight porque así le dije a mi papá durante toda su lesión. En inglés, lo cambié por "Spy foot".
Una secuela que no esperaba hacer, pero que va de la mano con un reto que tengo pendiente por cumplir desde enero.
Esto continúa basándose en lo que ocurrió con mi padre, así que, de nuevo, gracias a él.
Ciao.
