Quito, Ecuador—
Mientras que los klokateers se enfrentaban a los helicópteros y soldados reggaetoneros, el Doctor Rockso recibía puntapiés en el suelo de parte de los 8 enemigos.
—¡Puedo hacer esto todo el día! —respondió un latino.
Cuando se cansaron de tanto amedrentar al payaso, tomaron su saco blanco.
—¿Que es esta cosa?
—Es cocaína.
—Nunca vi un saco así de lleno.
El que tomó el saco dejó caer por accidente un puñado del polvo favorito del payaso. Al verlo caer, aun adolorido, se ofusco de tal manera que llevó su nariz al cúmulo caído y lo aspiró. Sintió tanta inyección de energía, que se levantó y conectó un sorpresivo uppercut al que tomó su preciado tesoro.
—¡NO TOQUEN MI COCA!
El latino cayó inconsciente al suelo, sus compañeros, sorprendidos y enfadados, fueron tras Rockso.
—¡Nos las pagaras, payaso!
En tanto, los monjes de Offdensen completaban el rito para atrapar a Mugatu en una cúpula de energía roja, la cual estaba cerrándose paulatinamente. Si bien no se cerraba de manera veloz, el debilitamiento del cara de cabra lograba tranquilizar a los monjes para completar el rito.
—De colega a colega —dijo Mugatu a Offdensen, con cierto cansancio—, los felicito, porque veo que este escudo de energía podría frenar las balas.
—Así es —respondió Offdensen, con cortesía—. Te detendrá a ti y nos protegerá a nosotros una vez se complete.
Mugatu sonrió.
—Me lo imaginaba, pero mientras no se complete, están vulnerables, ¿verdad?
Offdensen se mantuvo pensativo. El antiguo mánager de Dethklok planeó todo, pidió una flota de klokateers entrenados y en masa, de manera que pudiesen defenderlos de los ataques externos y sólo enfocarse en el diseñador misterioso. Además, sus poderes no serían suficientes para escapar de su barrera de energía, incluso si no se completaba al 100 por ciento. Le intrigaba saber qué tenía su adversario bajo la manga.
Respecto al Doctor Rockso, estaba demacrado, pero de pie luego de darle una paliza a los 8 tipos que tocaron su saco.
—Si quieren coca, busquen la suya.
En eso, el payaso del rock tuvo una idea. Fue tras los klokateers y les lanzó polvazos y polvazos a diestra y siniestra.
—¡COCA PARA TODOS!
—¿Qué haces? —dijo un klokateer, sin entender su acción.
De pronto, los empleados con máscaras de verdugos sintieron su adrenalina al tope. Sus reflejos eran más rápidos y el miedo desapareció por completo. Se volvieron súper soldados que atacaban sin piedad a los artistas urbanos enemigos, con una efectividad arrolladora.
Respecto a los monjes y Mugatu, el escudo estaba a nada de completarse, pero el cara de cabra emitió una risa macabra, metió sus manos dentro de su costoso traje y sacó un par de granadas, las que de inmediato les quitó el seguro y las arrojó a sus costados.
—No esperaba usar mi carta de esta forma, la verdad.
Offdensen, sorprendido pero metódico, no podía creer el acto suicida que realizaba su adversario. No obstante, recordó que era un ser con poderes ocultos, lo que dedujo que podía sobrevivir a la explosión. Por desgracia, sus monjes no podían moverse porque debían cerrar el escudo de energía, el salir de su posición significaba que el proceso del ritual se perdería en gran medida. El líder de los monjes susurró:
—Maldición…
La explosión ocurrió, lo cual afectó en gran medida a algunos monjes, los cuales fueron heridos por la onda expansiva. Si bien, parte de la energía generada los protegió de morir, sus heridas no les permitieron continuar el ritual y la cúpula se debilitaba.
Mugatu aprovechó ese lapso y se transformó en una estela de vapor dorado, la cual flotó para escapar por una de las brechas del escudo. Salió a gran velocidad y se alejó del sitio de combate en unos segundos. Algunos de sus helicópteros lo siguieron para escoltarlo.
Offdensen no pudo hacer más que observar su escape, no podía moverse hasta que la batalla campal terminase. Sabía de antemano que su emboscada no fue suficiente para frenarlo y Dethklok aún estaba en peligro.
—ΜΛΦΛΜ—
Guayaquil, Ecuador—
La caravana de Dethklok seguía con lentitud hacia el estadio, en espera de la señal. Abigail sostenía un radiotransmisor apegado a su oído derecho, en espera de recibir noticias positiva.
En ese momento, la voz de Offdensen se oyó en el aparato:
—¡Aquí, Offdensen! ¡¿Me escuchas, Abigail?! ¡Cambio!
La manager respondió de inmediato:
—¡Aquí, Abigail! ¡Escucho fuerte y claro! ¡Cambio!
—¡Inicien maniobra defensiva! ¡La operación «jaula para demonios» ha fracasado! ¡Mugatu se nos escapó y van tras de ustedes! ¡No podemos ir hacia allá porque aún estamos combatiendo sus fuerzas! ¡Cambio!
Sin embargo, de la nada apareció el brillante vapor dorado rodeando en un parpadeo a toda la caravana. Todos quedaron anonadados, incluso Dethklok, quienes no podían observar del todo el fenómeno, podía apreciar fuertes haces de luz ingresando en los espacios de las compuertas.
—¿Qué mierda está pasando? —se preguntó Nathan.
El vapor se reunió en frente de ellos para materializar una silueta que cobraba forma. Abigail miraba impactada, no entendía que ocurría, por lo que ignoraba la comunicación por radio.
—¡¿Abigail, me escuchas?! —dijo Offdensen, al no recibir respuesta—. ¡Responde!
La forma de Mugatu al fin se completó. Eran apreciables las marcas de heridas en su cuerpo y las roturas en su ropa. Su rostro estaba desfigurado en el lado derecho y todo su cabello había desaparecido. Era notorio que fue producto de una explosión. Y aun con todo lo anterior, le mostró a Abigail una sonrisa macabra.
—Así que intentaron tenderme una trampa, malditos.
Se oyeron a lo lejos sonidos repetitivos que se hacían más audibles. se distinguían los helicópteros en el horizonte que siguieron el rastro de Mugatu. Abigail no esperó más y reaccionó:
—¡INICIEN MANIOBRA DEFENSIVA! ¡PROTEJAN A DETHKLOK!
Los Klokateers tenían todo tipo de artilugios de guerra a la mano: los convoyes cargaban ametralladoras, fusiles y lanzallamas, por nombrar lo básico. Los tomaron y salieron para atacar a Mugatu y los helicópteros por tierra. En tanto, los dethcopters también atacaban con los gatlings y lanzacohetes incorporados, los cuales daban un enorme poder de ataque.
El fuego cruzado dio inicio, los helicópteros enemigos sacaron sus gatlings y dispararon, lo propio hicieron los dethcopters. Saltaron en el aire algunos reggaetoneros con paracaídas y UZIs de procedencia artesanal, disparando de manera suicida. Varios recibieron las ráfagas de los klokateers, algunos ni siquiera pudieron disparar, no obstante tuvo una inesperada efectividad al matar a algunos empleados de Dethklok. No fue algo significativo, más bien rozaba lo curioso.
No obstante, el ex manager de Hexagram observaba confiado la escena, mientras su antigua banda salía de su convoy para observar la escena.
—Mientras no tengan expertos en magia, como los enclenques que trataron de encerrarme, no lograrán nada.
—Pues, te hicieron mierda, Mugatu —dijo Abigail, quien salió del convoy—. Es suficiente para derrotarte.
El cara de cabra soltó una carcajada.
—Que equivocada está, señorita Abigail.
En ese instante, Mugatu emanó su vapor dorado por todo su cuerpo, con el cual limpiaba su piel de la sangre esparcida y cicatrizaba sus heridas, incluso reparaba la pérdida de cabello y piel. La mánager de Dethklok miraba asustaba, sentía que si era capaz de regenerarse múltiples veces, no tendrían oportunidad.
No obstante, pudo apreciar en él un repentino cambio de forma, el cual duró apenas un parpadeo. Era otra silueta, de una persona de tez trigueña, retorciéndose en dolor, antes de volver a la forma de un Mugatu aun recuperándose. Ese evento no solo lo notó ella, sino Criminal, quien sintió que se trataba de una oportunidad de oro para la venganza.
—¡Chicos, Mugatu está debilitado!
—¿Qué estás pensando, Criminal? —Preguntó Akin.
—¡El hijo de perra está herido! ¡Si no vamos ahora, se recuperará!
Sin siquiera escuchar opiniones ni considerar que era una mala idea, el líder de la extinta Hexagram se lanzó al ataque. Los demás miembros solo observaron con duda, hasta que Akin dijo:
—Bueno, ya oyeron a nuestro líder.
Cuando Akin se sumó al ataque, Crystal Moth dijo:
—¿Ya qué? La muerte nos llegará de todas formas.
El baterista también fue a la carga, lo que motivó a Genosuke, Lena y Alfred a sumarse.
Dethklok salió del vehículo, curiosos de hacia donde se dirigían sus colegas.
—¿Adónde van? —les preguntó Pickles, sin recibir respuesta.
—Oigan —dijo Murderface—, ¿no es ese el marica que dirigía a Hexagram?
—Es él —dijo Skwisgaar—, ¿pero por qué le brillan los ojos?
A unos metros de Mugatu, Criminal sacó un cuchillo corvo típico de su país Chile, ante la mirada sorprendida de Abigail y Dethklok.
—¡Estas jodido, Mugatu!
Sin embargo, su antiguo mánager aún tenía poder para frenar a una persona con telequinesis y eso hizo con Criminal: lo elevó del suelo y lo paralizó. Mientras liberaba de nuevo su aura dorada, la víctima solo gritaba y apretaba sus dientes, tratando de librarse de su poder.
—El jodido es Criminal —dijo Pickles, con brutal sinceridad.
Akin intentó aprovechar la distracción, se le acercó por la espalda, con una guitarra eléctrica en mano para aventársela directo a la nuca. Por desgracia, Mugatu volteó a mirarlo y usó a Criminal para lanzarlo hacia el nigeriano. La fuerza del impacto llevó a ambos alejarse unos cuantos metros de distancia antes de caer al suelo.
Alfred tomó todo lo que encontraba en el piso y lo arrojaba contra Mugatu: partes de batería, amplificadores, micrófonos y luces de escenario fueron parte de su repertorio. Pero al ver que lo desviaba fácilmente con telequinesis, el australiano tomó un cable de guitarra para usarlo como lazo estilo cowboy, con la intención de amarrar a su enemigo. Sin embargo, usó la telequinesis para que Alfred se amarrase con el mismo cable de pies y manos sobre su espalda.
—De nuevo te sometes a mí, Alfred —dijo Mugatu—, Como has hecho por tantos años.
Lena fue directo con una patada voladora, pero también fue detenida por la telequinesis. En su distracción, Mugatu recibió un par de piedrazos a la cara, cortesía de Genosuke, quien lo celebraba. La ira del hechicero brotó y también tomó al japonés, a quien usó para chocarlo contra Lena y caer ambos adoloridos.
Fue ahí que Crystal Moth quedó en frente de Mugatu, sacó un frasco de vidrio con un polvo amarillento y, después de abrirlo, se lo arrojó directo a la cara. El polvo ingresó a su nariz y en parte a los ojos, lo que le causó irritación en esos espacios por un breve lapso, porque fue capaz de quitárselo. No obstante, no esperaba que el polvo tuviese la capacidad de neutralizar su poder, lo cual descubrió al ver como su proceso de cicatrizado se frenó de la nada.
Los músicos de Hexagram observaban con asombro como, de pronto, el cara de cabra soltaba de su piel unos pequeños granos de luz que formaban un polvo, lo que a su vez formaba una estela con el soplido del viento y se mezclaba con su aura. Dethklok y Abigail estaba igual de impresionados.
—¿Qué le lanzaste? —preguntó Alfred, mientras era desatado por Akin, a pesar de estar lastimado.
—Pico de gallina molido —respondió el baterista—, debidamente depurado en un ritual dentro de mi culto. Lo llevo siempre conmigo.
—¿Siempre? —dijo Criminal—. ¿Y por qué no lo usaste esa vez que Mugatu nos humilló?
—Nos tomó por sorpresa en ese entonces, no pude reaccionar a tiempo. Pero ahora no será así.
El baterista sacó una estaca de madera bañado en un color bordó, el cual tenía tallado el símbolo de un hexagrama unicursal, como un guiño a su banda. No perdió tiempo y se abalanzó sobre Mugatu, al cual enterró la estaca en su corazón, como si un vampiro se tratase. El artilugio resultó de utilidad, porque el cara de cabra emitió un grito mientras su sangre salía a chorros por el agujero realizado. Su aura dorada mermó hasta desaparecer por completo.
—Son unos hijos de puta…
De pronto, el polvo dorado emergió otra vez de su cuerpo, en mayor cantidad, deshaciendo su piel y ropa como si se tratase de una capa de arena que cubría un objeto y se desprendía hasta no quedar nada. Mientras más polvo desprendía, más se apreciaba la forma de otra persona.
Parte de aquel polvo se acumuló en la estaca de Crystal Moth y la usó para expulsarla junto a él unos metros.
—¡CRYS! —gritó Lena.
Cuando el polvo se desvaneció en el aire, la silueta del impostor de Mugatu emergió.
Abigail volvió a observar la forma alterna con mayor detenimiento: se trataba de una persona en extremo delgada, de piel trigueña, rasgos faciales característicos de la gente de medio oriente y calvo. Estaba por completo desnudo, por lo que Lena no evitó mirar su parte íntima con intriga.
Todo cobraba sentido para la manager: Sea quien fuere, no era Mugatu. Los rumores de que el verdadero había muerto eran ciertos y un impostor lo suplantaba.
El impostor de Mugatu se agachó y pasó su dedo índice por un charco de sangre a un costado suyo, para luego dibujarse en su frente un triángulo con un ojo en su interior.
—¿Están contentos ahora? —respondió, con una voz más barítona—. Mi verdadera identidad fue revelada.
Criminal dudó un poco, pero decidió tomar su cuchillo y acabar con él. Por desgracia, no contó que aquel hombre hiciese un gesto de manos y lo lanzase a varios metros antes de rodar por el suelo unos metros más, para terminar inconsciente.
—¡Criminal! —gritó Akin.
Sin perder tiempo, el verdadero ser levantó su mano y lanzó su vapor dorado para atacar a los miembros restantes. Ese vapor se sentía como ácido quemando la piel, por lo que no evitaron el grito y la desesperación por tratar de quitárselo. Para finalizar, usó su telequinesis para lanzarlos a todos y caer sobre Criminal. El vapor dorado volvía a surgir en la banda completa para seguir hasta carcomer sus cuerpos por completo.
Abigail y Dethklok no podían creer que el tipo hubiese derrotado a Hexagram sin siquiera transpirar, como si las heridas recibidas no le afectasen.
—Es un bastardo —dijo Nathan.
Abigail camino unos metros, pero manteniendo distancia de aquel ser.
—Así que usurpase a Mugatu, ¿eh? ¿Quién eres en verdad y donde sacaste esos poderes?
El tipo desnudo vio a Abigail y respondió con una sonrisa denigrante:
—Ya no tiene caso ocultarme de ustedes. Durante milenios, he tenido miles de nombres, pero uno en especial es el que conservo con todo mi ser: Lateralus.
—ΜΛΦΛΜ—
—¿Lateralus? —se preguntó Skwisgaar.
—¿Qué mierda de nombre es ese? —Dijo Murderface.
—Un nombre de lealtad hacia el dios verdadero —dijo el Aludido.
—Genial, tenemos a otro cura fanático —dijo Pickles.
—No estás equivocado: fui sacerdote desde los tiempos de Sumeria, hace miles de años. Era normal ser llamado el padre Lateralus por la gente de mi suma confianza.
—Y ahora te llamarás «el padre Cagadus» —respondió Nathan.
El autodenominado padre observó al vocalista con cierta molestia, mientras Toki, quien se ganó en su espalda con un bate de béisbol, se preparaba para golpearlo en la cabeza. Por desgracia, Lateralus sabía de su presencia y usó la telequinesis para frenarlo y rematarlo en el piso, con lo cual se rompió el bate con el impacto.
—¿Olvidan que atacar por la espalda ya no funciona?
Toki vio cómo su boca sangraba y el pecho le dolía por el impacto. Para empeorar las cosas, Lateralus le pateó el estómago con una fuerza tal que lo lanzó a varios metros como si fuese un balón de futbol.
—¡TOKI! —gritó Skwisgaar.
—Tuve que dejar atrás la forma de Mugatu —dijo Lateralus—. Requería poder adicional para mantener otra forma, pero su emboscada me ha llevado al límite y necesito usarlo todo para acabarlos. Aprovecho de darles…
De pronto, el sumerio se tele transportó frente a Murderface, quien lo miró pasmado.
»¡MIS FELICITACIONES!
El rostro del bajista fue liquidado con un puñetazo, el cual lo elevó un par de metros. Y para rematarlo, esperó a estar a su altura para patearlo en su espalda y mandarlo a volar cerca de Toki.
Fue ahí que una granada incendiaria cayó cerca del sumerio, la cual explotó y cubrió su cuerpo. Por desgracia, al usar su poder para despejar las llamas, se mostraba sin apenas signos de quemaduras. Observó a quien le lanzó la granada: Era Abigail:
—¿Qué hiciste con Mugatu?
Lateralus se apuntó con un dedo en el pecho:
—¿Yo? Aquel individuo murió por sus propias acciones. No tuve relación alguna con él…
El hechicero lanzó de sus manos una ráfaga de vapor dorado para lanzarla a Pickles, quien gritaba:
—¡Oh! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡NOOOOOOOOOO!
—No obstante —dijo Lateralus, mientras observaba al baterista retorcerse en dolor—, me llegó a oídos noticias sobre su enorme influencia en el área de la moda y más allá. Lo único que hice fue suplantarlo, fue mucho más fácil de lo que esperaba, porque tengo poder para asimilar el comportamiento de cualquier persona. De hecho, el retorno de la muerte fue celebrado mas no cuestionado.
—¿Por qué quieres acabar con nosotros, hijo de puta? —dijo Nathan.
—Es obvio que ustedes son una influencia mundial, la pieza clave para muchas organizaciones, personas, incluso aquellos que se hacen llamar dioses.
Nathan , Swkisgaar y Abigail, por alguna razón, intuían hacia dónde se dirigía el plan de Lateralus.
»Uno de esos falsos dioses los tiene como la clave de su opus magnum. Es un falso dios que se hace llamar a sí mismo el mitad hombre.
—El Señor Salacia… —dijo Nathan.
El sumerio observó al vocalista de voz gutural con una risa denigrante.
—Así que su nombré llegó a sus oídos. Eso facilita las cosas.
—¿Eres enemigo de Salacia? —dijo Skwisgaar.
El sumerio se tele transportó hacia el noruego.
—No es tan profundo como enemigos. Solo quiero demostrarle que mi dios es el verdadero, mi dios triangular dorado que me dio la inmortalidad y los poderes que ven ahora mismo. Salacia es el dios falso.
Lateralus volvió a usar su ráfaga con Skwisgaar. En tanto, Nathan vio la estaca de Crystal Moth y aprovechó su distracción para ir tras ella y tomarla.
—¡Sin ustedes! —le dijo Lateralus a un torturado Skwisgaar— ¡Sin Dethklok! ¡SALACIA NO ALCANZARÁ SU PROPÓSITO!
Afortunadamente, Nathan fue capaz de enterrarle la estaca en la nuca al hechicero desnudo, quien emitió un fuerte grito de dolor y se vio forzado a soltar a Skwisgaar, quien con casi nula fuerzo, cayó al suelo de espalda.
—¿No que atacar por la espalda ya no funcionaba? —dijo Nathan —, ¿jodido presumido?
Sin embargo, Lateralus giró la cabeza de forma que Nathan soltase la estaca. Luego se la sacó y la deshizo con su vapor dorado. La ira era evidente en su rostro.
—Con dejarlos en la absoluta ruina era suficiente...
Lateralus se abalanzó hacia Nathan, quien cayó de espalda al suelo, mientras que el sacerdote se sentó en su estómago.
»Solo debían ser olvidados y el plan funcionaría…
—¡Oye, apunta tu pene a otra parte!
Luego, le propinó 2 golpes severos en la cara, consiguiendo con ello que gotas de sangre saltaran a los costados.
—¡Pero tenían que ir en contra de mis planes!
Le propinó otro par de golpes.
»¡No me dejan más opción que matarlos!
—El que… va a morir aquí… —dijo Nathan, con poca fuerza— serás tú, flaco anoréxico…
Lateralus sintió que el atrevimiento de Nathan debía ser pagado con castigo. Así que no dudó en seguir golpeándolo en la cara sin piedad.
Enfadada por la escena, Abigail fue tras una ametralladora del vehículo en el que estaba y se dispuso a disparar a Lateralus desde varios metros, si bien no tenía la precisión de una persona entrenada, era lo suficiente para que varias balas apuntasen directo al cuerpo del sumerio sin afectar a Nathan. Por desgracia, su magia era tan poderosa que creaba un escudo dorado que lo protegía de los fuertes impactos, en ningún momento se inmutó al recibirlos.
—Ya sé quién va a morir primero —dijo Lateralus.
El hechicero oscuro miró hacia Abigail, se levantó del cuerpo de Nathan y se desplazó hacia ella en tan solo un segundo. La manager observó atónita y, antes de siquiera hacer algo, recibió un repentino apretón de garganta. Su adversario usó su mano derecha para estrangularla y elevarla del suelo con su fuerza. Era tal su fuerza, que la víctima se vio forzada a soltar la ametralladora y usar ambas manos para intentar zafarse.
—Cuanto esperaba este momento, señorita Abigail.
Su garganta sentía como los dedos de Lateralus se enterraban en la piel y apretaban su tráquea. Los pulmones de Abigail desesperaban por el aire que ya no circulaba. Su pecho le dolía por tanta agitación.
—¡Suéltala… maricón! — gritó Nathan, con la poca fuerza que le quedaba.
La desesperación en el vocalista y los demás vino al ver como su manager y amiga soltaba saliva con dificultas, para luego derramar lágrimas de sangre y llevar sus pupilas hacia arriba, fuera de su posición normal de visión. Los ojos blancos de Abigail hicieron reír a Lateralus.
—¡Mierda! —Gritó Nathan, mientras golpeaba el suelo con el canto de su puño derecho.
Cuando parecía que Abigail dejaría de respirar, Lateralus observó un extraño cambio que ocurría en el cielo, no era por el anochecer en sí, sino por el repentino tono carmesí que tomó. Más extraño aún fue la aparición de la luna llena, saliendo del horizonte a mayor velocidad de lo normal y adquiriendo un brillante color rojo. En el momento que salió disparado un potente relámpago desde su centro a Dethklok, el autodenominado sacerdote mostró inquietud:
—¡No! ¡El Doomstar!
Lateralus conocía de antemano el poder del Doomstar, era el poder que Dethklok había invocado en una lucha anterior y el cual Salacia deseaba. El sumerio se confió que no lo invocarían luego de la paliza otorgada. Por ello centró su vista en la mánager antes que de haber matado a los músicos para evitar que ese poder emergiese. Cuando vio a la banda adoptar su forma demoníaca, supo del error que cometió.
—¡NO ACABARÁN CONMIGO!
El sacerdote soltó a Abigail, quien cayó de estómago como si fuese un saco de papas, y usó su velocidad para ir tras Dethklok. Pero ya era tarde, los músicos estaban a mitad de su transformación. Nathan levantó su mano y de su palma lanzó un rayo que atravesó el cuerpo del padre. Si bien no le generó un agujero visible, su interior se estaba calcinando, además que frenó su impulso hacia el vocalista, quedando frente a frente.
Los 5 músicos de Dethklok se elevaron para reunirse y transformaron sus cuerpos por completo hasta quedar de un color completamente rojo carmesí. Una estrella de 5 puntas invertida aparecía tras de ellos. Habían convocado el poder del Doomstar por competo.
Lateralus intentó contrarrestar su poder con el suyo, liberando vapor dorado y arrojándolo a los músicos para debilitarlos y generar en ellos un daño severo. Para su lamento, fue inútil, porque no le hizo siquiera un rasguño a algún músico.
Los 5 elevados llevaron su mano derecha hacia Lateralus y lanzaron rayos de luz rojiza. El sumerio trató de desviarlos con telequinesis, pero no surgieron efecto y recibió todo el daño. Su magia no podía protegerlo ante tal fuerza.
Lo peor para Lateralus fue que observó sus tropas de artistas urbanos siendo masacrados por los klokateers, no tenía un mejor plan de respaldo. Así que, al ver que los demonios lanzaban otro rayo de energía hacia él, lo esquivó convirtiéndose en vapor dorado y usando su velocidad para huir del lugar. Los 5 músicos que componían el Doomstar lo dejaron escapar y, luego de observar que tenían ganada la batalla, volvieron a sus formas normales de forma paulatina.
Ya en sus formas normales, sintiendo sus cuerpos recuperados gracias al poder del Doomstar, fueron tras Abigail. Nathan se agachó para posarla en sus brazos.
—¡Abigail! ¡Responde, no me dejes!
Por desgracia, ya no movía un solo dedo y no mostraba signos de respiración.
»¡Oh, no!
Los demás miembros observaban con tristeza.
—Buen —dijo Murderface—. Es tiempo de las palabras finales… ejem… Era insoportable, estricta y metiche, pero jamás olvidaremos todo tu…
Para fortuna de todos, la manager emitió un repentino tosido donde liberó gotas de sangre.
—Con un discurso así… —dijo Abigail—, no me pienso morir, Murderface.
La mánager estaba débil, pero feliz al ver a Dethklok en un buen estado. Así que preguntó:
—Y… ¿Lateralus?
—El marica escapó —respondió Nathan.
—Pero se la metimos bien profundo —respondió Murderface—. Dudo que quiera volvernos a joder.
—Oigan —dijo Toki, dudoso—, ¿Y si de todas formas vuelve?
—Me gustaría que volviese —respondió Pickles—, para patearle el culo de nuevo.
—Yo también, sinceramente —agregó Skwisgaar.
Nathan estaba feliz que Abigail siguiese con vida, tanto que llevó sus labios hacia los de ellas y se fundieron en un apasionado beso. El vocalista aprovechó de agarrarle una teta, pero la mánager tenía su decencia y le quitó su mano con la suya.
En ese momento, Offdensen habló a través del radio de Abigail:
—¡Abigail! ¿me escuchas? ¡Cambio!
Al ver que la mánager no tenía fuerzas, Nathan decidió responder:
—Aquí, Nathan. Abigail no puede responder, pero está escuchando. Cambio.
—Les informamos que hemos vencido a los secuaces de Mugatu y vamos para allá a prestarles apoyo.
—¡Tengo coca para pelear por meses! —se escuchó la voz del doctor Rockso.
—¡No interrumpas! ¿Están todos bien? Cambio.
Nathan sonrió:
—Mejor que nunca, Charles. Acabamos de derrotar a esos maricas. El tipo ese se nos escapó, pero dudo que vuelva aparecer en un buen tiempo.
Entre tanto, los klokateers sobrevivientes revisaban los helicópteros enemigos caídos y mataban a todo artista urbano para evitar una ofensiva. Entre aquella multitud, aparecieron los miembros de Hexagram, todos demacrados y con apenas fuerza para pararse. Alcanzaron a ver el épico momento en que acabaron con su ex mánager y fueron a felicitar a sus colegas.
—Los odio, malditos —dijo Criminal, con una sonrisa—. Nosotros queríamos matar a ese puto traidor.
—¿Cómo le hacen para transformarse en esa cosa? —preguntó Akin.
—Agradece que les facilitamos el trabajo, Skwisgaar —dijo Mikel, the Crystal Moth.
—Como agradecimiento —dijo Lena a Murderface—, cuando termine el concierto te daré todo el sexo anal que desees, de mí y mi compañero Geno.
—¡Oye, no me metas a mí! —dijo Genosuke—. No me siento preparado aún…
—Espera —dijo Alfred—, ¿lo estás pensando, Geno?
Entre la conversación, la mánager reunió fuerza para levantar su tronco y sentarse.
—El concierto… ¿Creen estar en condiciones para esta noche?
Todos se miraron entre sí, al principio con duda, pero revelando una enorme sonrisa. Nathan habló por todos:
—Incluso drogados y alcoholizados, no hemos faltado a un concierto. Y esta no será la ocasión, Abigail.
—ΜΛΦΛΜ—
Cueva de los Tayos, Ecuador—
La tenue estela de luz dorada viajó durante un par de horas hacia la frondosa selva, con la esperanza de no ser encontrado. Se posó a la entrada de una cueva, donde la luna roja encandilaba con su destello.
Lateralus recobró su forma original, aún desnudo y con las heridas de la batalla: su piel desgarrada, sangre escurriendo por su cuerpo y el ojo derecho sin visión. Aun así, no le importaba su integridad física en absoluto, porque confiaba en sus poderes de sanación. Lo que realmente le importaba era que sintió el peso del fracaso, confiaba que podía vencer al mitad hombre mediante el fracaso de su plan. Fue su exceso de confianza y su devoción extrema lo que lo encaminaron a que su propio plan fuese el que fallase.
—Mi dios dorado —susurró Lateralus, mientras observaba hacia el cielo—, he fracasado. No pude cumplir con tu anhelo. A pesar de todo, mi determinación sigue intacta, me recuperaré y buscaré una nueva oportunidad de cumplir tu voluntad.
—Ya no tendrás otra oportunidad —dijo una voz rasposa, seguida de una intensa luz blanca que encandilaba los ojos del hechicero.
Lateralus no podía creer que el señor Salacia hiciese acto de presencia y menos que lo encontrase con tanta facilidad.
—¡Salacia!
—Tu falso dios no te trajo más que miseria. Seguiste un camino que te llevó al infierno.
—¡Mierda! ¡Mi dios me dio la inmortalidad! ¡Desde los tiempos antiguos he permanecido en pie!
El mitad hombre levantó su palma hacia Lateralus.
—Iluso.
De su palma emitió una luz blanca, la cual cubrió a Lateralus en un dolor tan insoportable que se equiparaba con estar en medio de un incendio que calcinaba su piel. Desde que se convirtió en inmortal, rara vez sentía dolor y no alcanzaban los niveles de intensidad que sentía en aquel momento, por lo que, por instinto, emitió un grito desgarrador como nunca antes lo hizo.
La piel de Lateralus se hacía gris, sus entrañas y sus partes blandas se endurecían, a tal punto que al finalizar el castigo, terminó como una estatua de cenizas. Salacia no perdió el tiempo y, con el movimiento de una mano, generó una ráfaga de viento que deshizo la estatua por completo. Salacia le había quitado la inmortalidad a Lateralus.
Habiendo desecho la traba hacia su plan, el mitad hombre desapareció de la misma forma en como apareció.
—ΜΛΦΛΜ—
Quito, Ecuador—
Todo el público en el estadio observaba maravillado el repentino cambio de color que mostró la luna. El cielo tomó un peculiar color carmesí, lo que aprovecharon algunos para sacar fotos con sus celulares, mientras incluían la enorme zona donde Dethklok daría su presentación. Ese espacio estaba destinado para el sitio donde instalarían su enorme escenario para tocar, el cual debía estar hace una hora. Los asistentes ya sentían la impaciencia.
—Lamentamos las molestias —dijo una voz en los altavoces—. Hay un retraso en la logística, pero Dethklok nos avisó que estarán esta noche. Tengan paciencia por favor.
No obstante y apenas terminada la oración, el sonido de los dethcopters se escuchaban a lo lejos, los asistentes gritaron del júbilo porque habían reconocido las naves asociadas a la banda que vinieron a ver. Estos cargaban un enorme conteiner de color carmesí. Era lo que quedó de la batalla, pero suficiente para realizar el concierto en óptimas condiciones.
La exaltación del público acrecentó aún más al escuchar, mediante los megáfonos tanto del estadio como de los dethcopters, a Nathan Explosion:
—¡Gente de Ecuador! ¡¿Están listos para la presentación más brutal en sus vidas?!
Como lo esperaban los espectadores, los dethcopters se posicionaron sobre el estadio y dejaron caer el conteiner. la considerable altura en la que soltaron el enorme objeto produjo que impactara en el suelo con fuerza y, por ende, generar un movimiento de tierra que despegó a los espectadores un metro de altura y los hiciese caer sentados, de espalda, de estómago y —en el caso de una afortunada minoría— en sus 2 pies.
Las luces del estadio encendieron y el conteiner abrió en sus costados, no matando a nadie esta vez, pero si destruyendo mucha de la infraestructura del recinto. En su interior estaban Hexagram, una orquesta sinfónica de 40 personas —Que solo permanecieron escondidos durante la batalla— y los esperados Dethklok.
Apenas Skwisgaar tocó el primer acorde, la luna aumentó su brillo y se apreciaba cada vez más gigantesca, hasta asemejarse a un sol más grande en percepción. La gente se maravilló de tan emocionante y, a la vez, inquietante espectáculo.
El show dio inicio, el público apreciaba con total fervor el espectáculo que duró cerca de 3 horas, repartidos entre su nuevo disco conceptual, sus clásicos de siempre y nuevas composiciones inéditas.
No quedaba, duda alguna: Dethklok, influencia musical, la octava potencia económica, era la mejor banda del mundo.
