Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Asesinato para principiantes" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.


Capítulo 49

El coche dio una sacudida cuando Bella aparcó en la acera de forma abrupta. Salió a la calle oscura y se acercó a la puerta de la casa.

Llamó.

El carillón de viento que colgaba a su lado se balanceaba y emitía su particular canción en la brisa nocturna, alta e insistente.

La puerta se abrió y la cara de Tatum apareció por la rendija. Miró a Bella y abrió del todo.

—Ah, hola, Isabella —dijo.

—Hola, Tatum. Estoy... Vine a ver si estabas bien, después de lo del jueves por la noche. Te vi en el coche y...

—Sí —asintió—, el detective nos contó que fuiste tú la que averiguaste lo del señor Greengrass, lo que había hecho.

—Sí, lo siento.

—¿Quieres entrar? —dijo Tatum y dio un paso hacia atrás para permitir que pasase.

—Gracias.

Bella se adentró en el pasillo en el que ella y Edward habían estado de forma ilegal hacía unas semanas. Tatum sonrió y le hizo gestos de que entrara en la cocina azul.

—¿Te apetece un té?

—Ah, no, no te molestes.

—¿Seguro? Me estaba preparando uno para mí.

—Entonces vale. Solo, por favor. Gracias.

Bella se sentó a la mesa de la cocina, con la espalda derecha, las rodillas rígidas, y observó a Tatum coger de un armario dos tazas floreadas, ponerles dentro las bolsitas de té y echarles el agua recién hervida de la tetera.

—Disculpa —dijo Tatum—, necesito ir a por un pañuelo.

Cuando dejó la cocina el silbato de un tren sonó en el bolsillo de Bella. Era un mensaje de Edward.

¿Qué pasa, Sargentita, dónde estás?

Silenció el móvil y lo volvió a meter en el abrigo.

Tatum volvió a entrar; se metió un pañuelo en la manga.

Trajo los tés y puso el de Bella delante de ella.

—Gracias —dijo, y le dio un sorbo.

No estaba demasiado caliente, de modo que bebió. Y eso fue un alivio, la excusa para hacer algo con sus manos temblorosas.

Entonces entró el gato negro, paseándose con la cola tiesa, y frotó su cabeza en los tobillos de Bella hasta que Tatum lo ahuyentó.

—¿Qué tal están tus padres? —preguntó Bella.

—No muy bien —contestó ella—. Cuando confirmamos que no era Sid, mi madre se inscribió en un programa de rehabilitación para traumas emocionales. Y mi padre quiere denunciar a todo el mundo.

—¿Ya saben quién es la chica? —dijo Bella casi sin despegar la boca del borde de su taza.

—Sí, llamaron a mi padre esta mañana. Estaba en el registro de personas desaparecidas: Isla Jordan, de veintitrés años, de Milton Keynes. Dijeron que tenía un desorden de aprendizaje y la edad mental de una niña de doce años. Venía de un hogar violento y tenía una larga historia de huidas de casa y posesión de drogas. —Tatum jugueteó con su corto pelo—. Dijeron que estaba muy confusa; vivió durante tanto tiempo siendo mi hermana porque eso es lo que quería el señor Greengrass que ahora realmente cree que es una chica llamada Sid Prescott de Little Kilton.

Bella tomó un largo trago para llenar el silencio; las palabras temblaban y se reajustaban en su cabeza. Sintió la boca seca y hubo un horrible temblor en su garganta, como si se hiciera eco del atropellado latido del corazón. Levantó la taza y se acabó el té.

—Se parecía a ella —dijo al fin—. Por unos segundos, pensé que era Sid. Y vi en la expresión de tus padres que tenían cierta esperanza de que fuera ella después de todo. Que la policía y yo nos hubiésemos equivocado. Pero tú ya lo sabías, ¿no?

Tatum bajó su taza y miró a Bella.

—Tu expresión no era como la de ellos, Tatum. Tú parecías confusa. Parecías asustada. Tú sabías seguro que no podía ser tu hermana. Porque tú la mataste, ¿no es verdad?

Tatum no se movió. El gato saltó sobre la mesa y se quedó a su lado, y ella siguió inmóvil.

—En marzo de 2012 —contó Bella— fuiste a una fiesta destroyer con tu amiga Millie Bulstrode. Y mientras estabas allí, te ocurrió algo. No recuerdas qué, pero te levantaste y supiste que algo iba mal. Le pediste a Millie que fuera contigo a pedir una píldora del día después y cuando te preguntó con quién te habías acostado, tú no se lo dijiste. No fue, como Millie supuso, porque te diera vergüenza, sino porque no lo sabías. No recordabas lo que había pasado ni con quién. Tenías amnesia anterógrada porque alguien te había echado Rohypnol en la bebida y luego te había violado.

Tatum seguía allí sentada, quieta como una estatua, como un pequeño maniquí de plástico demasiado asustado para moverse por si despertaba el lado oscuro de la sombra de su hermana. Y entonces empezó a llorar. Las mejillas se le llenaron de lágrimas que resbalaban como pequeños y silenciosos pececillos y le temblaba la barbilla. Bella sintió un dolor en su interior, algo helado que le oprimió el corazón al mirar a Tatum a los ojos y ver la verdad en ellos. Porque en este caso, la verdad no era una victoria; solo era tristeza, una profunda y decadente tristeza.

—No puedo imaginarme lo sola que te sentirías, lo horrible que fue para ti —le dijo Bella con una sensación extraña—. No ser capaz de recordar, pero saber seguro que había pasado algo malo. Debiste de creer que nadie podía ayudarte. No hiciste nada malo y no tienes nada de lo que avergonzarte. Pero no creo que fuera eso lo que pensaste al principio, y acabaste en el hospital. ¿Qué pasó después? ¿Decidiste averiguar lo que te había sucedido y quién había sido el responsable?

El gesto de asentimiento de Tatum fue casi imperceptible.

—Creo que te diste cuenta de que alguien te había drogado, ¿fue por ahí por donde empezaste a buscar? Comenzaste a preguntar quién compraba droga en las fiestas destroyer y a quién. Y las preguntas te llevaron a tu propia hermana. Tatum, ¿qué pasó el viernes 20 de abril? ¿Qué pasó cuando Sid volvió andando de casa del señor Greengrass?

—Todo lo que averigüé es que alguien le había vendido hierba y MDMA una vez —contó Tatum, que miraba hacia abajo y se secaba las lágrimas—. Así que cuando se fue y me dejó sola, registré su habitación. Encontré el sitio donde escondía su otro celular y la mercancía. Miré el teléfono: todos los contactos estaban guardados solo con iniciales, pero leí algunos mensajes y encontré a la persona que le había comprado el Rohypnol. Había usado su nombre en una ocasión.

—Mike Newton—confirmó Bella.

—Y pensé que —gimió—, ahora que lo sabía, podríamos arreglar las cosas y poner todo en su sitio. Creí que cuando Sid volviera a casa, se lo contaría y ella me dejaría llorar sobre su hombro y me diría que lo sentía muchísimo, que las dos íbamos a arreglarlo y hacer que Mike lo pagara. Todo lo que quería era a mi hermana mayor. Y la libertad de contárselo a alguien por fin.

Bella se frotó los ojos. Se sentía agitada y agotada.

—Y entonces Sid llegó a casa —dijo Tatum.

—¿Con una herida en la cabeza?

—No, eso no lo supe entonces —aclaró—. No le vi nada. Solo estaba aquí, en la cocina, y yo ya no podía esperar más. Tenía que contárselo. Y... —La voz de Tatum se rompió—. Cuando lo hice, se limitó a mirarme y decirme que le daba igual. Intenté explicárselo, pero no me quiso escuchar. Solo me dijo que no podía contárselo a nadie más ni meterla a ella en problemas. Intentó salir de la cocina y yo me puse en medio. Luego me dijo que debería estar agradecida de que alguien me desease, porque yo no era más que la versión gorda y fea de ella misma. E intentó empujarme para que le dejara pasar. Yo no podía creérmelo, no era capaz de aceptar que fuese tan cruel. Entonces yo también la empujé a ella e intenté contárselo todo otra vez y las dos nos pusimos a gritar y a empujarnos y entonces... Fue tan rápido... »Sid se cayó al suelo de espaldas. No me parecía haberla empujado tan fuerte. Tenía los ojos cerrados. Y empezó a vomitar. Lo tenía por toda la cara y en el pelo. Y —hipó Tatum— entonces se le llenó la boca de vómito y tosía y se atragantaba. Y yo... me quedé paralizada. No sé por qué. Estaba tan enfadada con ella... Cuando rememoro aquello no sé si tomé una decisión consciente o no. No recuerdo pensar nada en absoluto, simplemente me quedé quieta. Supongo que sabía que se estaba muriendo y no hice nada para evitarlo.

Tatum apartó la mirada y la posó en los azulejos del suelo junto a la puerta de la cocina.

Aquel debía de ser el lugar donde ocurrió.

—Y luego se quedó inmóvil y yo me di cuenta de lo que había hecho. Entré en pánico e intenté limpiarle la boca, pero ya estaba muerta. Quería desesperadamente que el tiempo volviera atrás. Es lo que he querido desde ese día. Pero era demasiado tarde. Fue entonces cuando le vi la sangre en el pelo y pensé que se lo había hecho yo; durante cinco años he creído eso. Hasta hace dos días no supe que Sid se había hecho la herida de la cabeza antes, cuando estuvo con el señor Greengrass. Por eso debió de perder la consciencia, por eso vomitaba. De todas formas, no importa. Sigo siendo yo la que dejó que se ahogara. La vi morir y no hice nada. Y como pensé que era yo la que le había hecho la herida, y además tenía los brazos llenos de arañazos míos, signos de una pelea, supe que todo el mundo, incluidos mis padres, pensarían que la había matado intencionadamente. Porque Sid era siempre mucho mejor que yo. Mis padres la querían más.

—¿Pusiste su cadáver en el maletero del coche? —preguntó Bella inclinándose hacia delante para posar la cabeza en la mano, pues la sentía muy pesada.

—El coche estaba en el garaje y yo la arrastré hasta allí y la metí dentro. No sé cómo tuve fuerza para transportarla. Los recuerdos son muy confusos. Lo limpié todo. Había visto suficientes documentales de crímenes para saber hasta qué tipo de lejía hay que usar.

—Luego saliste de casa justo antes de las 22.40 —dijo Bella—. Fue a ti a quien grabaron las cámaras de seguridad, conducías el coche de Sid por High Street. Y la llevaste... Creo que a esa vieja granja en Sycamore Road, sobre la que estabas escribiendo el artículo, porque no querías que los vecinos la comprasen y la restaurasen. ¿La enterraste allí?

—No está enterrada —lloró Tatum—, sino en la fosa séptica.

Bella asintió con amabilidad, su nublada cabeza agarrotada con imágenes del destino final de Sid.

—Luego abandonaste su coche y volviste andando a casa. ¿Por qué lo dejaste en Romer Close?

—Cuando revisé su segundo móvil, vi que ahí era donde vivía su traficante. Pensé que, si lo dejaba allí aparcado, la policía establecería esa conexión y él sería el principal sospechoso.

—Y ¿qué pensaste cuando de repente Billy emergió como culpable y el caso se zanjó?

Tatum se encogió de hombros.

—No sé. Pensé que a lo mejor era una señal, como que se me había concedido el perdón. Aunque yo no haya podido librarme nunca del sentimiento de culpa.

—Y entonces —dijo Bella—, cinco años más tarde, voy yo y empiezo a investigar. Consigues mi número del móvil de Stanley, de cuando lo entrevisté.

—Me dijo que había una niña que estaba haciendo un proyecto escolar y que creía que Billy era inocente. Entré en pánico. Pensé que, si conseguías demostrar su inocencia, tendrías que encontrar otro sospechoso. Aún tenía el móvil de prepago de Sid y sabía que había mantenido una relación secreta; había algunos mensajes a un contacto que se llamaba E en los que hablaba de verse con él en un hotel, el Ivy House. Así que fui allí a ver si podía averiguar quién era ese tipo. No me sirvió de nada, la anciana que lo llevaba estaba muy confusa. Luego, unas semanas más tarde, te vi merodeando por el aparcamiento de la estación y yo sabía que allí trabajaba el traficante de Sid. Te vigilé y, mientras lo seguías, yo te seguí a ti. Te vi entrar en su casa con el hermano de Billy. Quería que lo dejaran.

—Y entonces me mandaste el primer mensaje —completó Bella—. Pero yo no lo dejé. Y cuando fui a tu oficina a hablar contigo y te conté lo del móvil de prepago y mencioné a Mike Newton, debiste de pensar que estaba a punto de descubrir que eras tú. Así que mataste a mi perro y me hiciste destruir todo mi trabajo.

—Lo siento. —Miró hacia abajo—. No pretendía matar a tu perro. Lo dejé libre, de verdad. Pero era ya de noche, debió de desorientarse y caerse al río.

A Bella le faltó el aliento. Que fuera un accidente o no ahora ya no importaba.

—Lo quería mucho —dijo Bella, mareada y sintiendo que se salía de su cuerpo—. Pero elijo perdonarte. Por eso vine aquí, Tatum. Si yo he llegado a la conclusión de que fuiste tú, la policía no tardará mucho en hacer lo mismo ahora que han reabierto el caso. Y la historia del señor Greengrass arrojará dudas sobre la tuya. —Habló deprisa, arrastrando las palabras y con la lengua enredándose en ellas—. Lo que hiciste no está bien, Tatum. Sé que lo sabes. Pero tampoco es justo lo que te pasó a ti. Tú no pediste nada de esto. Y la ley no será compasiva. Vine para avistarte. Tienes que irte, construir una nueva vida en algún otro lugar. Porque antes o después vendrán a por ti.

Bella la miró. Tatum debía de estar hablando, pero de repente el sonido del mundo se apagó y solo quedó el zumbido de las alas de un escarabajo atrapado en su cabeza. La mesa, entre ellas, mutaba y burbujeaba, y un peso fantasmal empezaba a cerrarle los párpados.

—Yo-yo... —tartamudeó. El mundo se oscureció, la única cosa que resplandecía era la tazavacía delante de ella, la cerámica ondulante que lanzaba al aire sus colores—. ¿Pusiste alg... mi bebida?

—Quedaban unas pocas pastillas de esas de Mike en el escondite de Andie. Me las quedé.

La voz de Tatum le llegaba alta y estridente, era el eco chirriante de la risa de un payaso, y cambiaba de un oído a otro.

Bella se levantó de la silla, pero la pierna izquierda no le respondía, se dobló bajo su peso y ella se estrelló contra el mueble de la cocina. Algo se resquebrajó y los trozos salieron volando alrededor como nubes dentadas y subieron y subieron mientras el mundo daba vueltas alrededor de ella.

La habitación se tambaleó y Bella fue dando traspiés hasta el fregadero, se apoyó en él y se metió los dedos en la garganta. Vomitó, una pasta marrón oscuro que picaba, y vomitó otra vez.

Una voz le llegó desde un sitio cercano y lejano a la vez.

—Me inventaré algo, tengo que hacerlo. No hay pruebas. Solo tu testimonio. Lo siento. No quiero hacer esto. ¿Por qué no podías dejarlo estar?

Bella se izó y se limpió la boca. La habitación empezó a tambalearse otra vez y Tatum se plantó delante de ella, con las manos temblorosas extendidas.

—No —intentó gritar Bella, pero la voz se le quedó perdida dentro.

Retrocedió de forma abrupta y comenzó a desplazarse de lado alrededor del mueble central con los dedos apoyados sobre uno de los taburetes para poder mantenerse en pie. Lo cogió y lo lanzó detrás de ella. Hubo un estruendoso eco de algo rompiéndose cuando el taburete alcanzó las piernas de Tatum.

Bella corrió hacia la pared del pasillo. Con los oídos pitándole y los hombros temblando, se apoyó en esa pared para que no pudiera escapársele y, deslizándose por ella, consiguió llegar hasta la puerta de entrada. No se abría, pero entonces Bella parpadeó, la puerta se desvaneció y, sin saber cómo, estaba fuera.


Era noche cerrada, todo le daba vueltas y había algo en el cielo. Champiñones brillantes y coloridos y nubes fatídicas y muchas gotas. Los fuegos artificiales que salían de la plaza con el sonido de un planeta estallando. Bella recuperó el control de sus pies y corrió hacia los brillantes colores, adentrándose en el bosque.

Los árboles caminaban con sus pasos de madera y los pies de Bella se quedaron entumecidos.

Estaba perdida. Otro chispeante rugido del cielo y se quedó ciega.

Llevaba las manos delante para que fueran sus ojos. Otro estallido y Tatum apareció delante de ella.

La empujó y Bella cayó de espaldas sobre las hojas y el barro mullido. Y Tatum estaba allí, con las manos extendidas e inclinándose sobre ella y..., de repente, un ramalazo de energía la inundó.

Mandó esa fuerza a través de su pierna y lanzó una buena patada. Y Tatum se cayó también al suelo, perdida entre las hojas oscuras.

—Inten-intentaba ay-ayudarte —balbuceó Bella.

Rodó y se arrastró, y sus brazos querían ser piernas y sus piernas, brazos. Gateó hasta encontrarse los pies y poder erguirse y huyó de Tatum. Hacia el cementerio.

Había más bombas explotando y detrás de ella el mundo se acababa. Se apoyaba en los árboles para impulsarse mientras estos bailaban y giraban hacia el cielo que se desplomaba sobre ellos. Tocó un árbol y lo sintió como si fuera piel.

Este se le echó encima y la agarró con dos manos. Cayeron al suelo y rodaron. Bella se golpeó la cabeza contra un tronco, un rastro de serpenteante humedad en la cara, el sabor a hierro de la sangre en la boca. El mundo se oscureció otra vez y un velo rojo descendió sobre sus ojos. Y luego Tatum estaba sentada sobre ella y tenía algo frío alrededor del cuello. Se estiró para notarlo y eran dedos, pero los suyos no funcionaban. No podía usarlos.

—Por favor. —Las palabras se escaparon de ella y el aire ya no volvió a entrar.

Los brazos se quedaron atascados en medio de las hojas y no le respondían. No se movían.

Miró a Tatum a los ojos. «Sabe dónde meterte para que no te encuentren nunca. En un lugar muy muy oscuro, con los huesos de Sid Prescott.»

Los brazos y las piernas ya no le respondían y ella empezaba a dejarse ir.


—Ojalá hubiera podido contar con alguien como tú —lloró Tatum—. Todo lo que tenía era a Sid. Era lo único que me servía para huir de mi padre. Era mi única esperanza después de lo de Mike. Y le dio igual. A lo mejor es que yo nunca le había importado. Ahora estoy atrapada en medio de todo esto y no tengo otra forma de salir. No quiero hacerlo. Lo siento.

Bella no era capaz de recordar cómo era la sensación de respirar.

Sus ojos estaban casi cerrados, pero había fuego en las rendijas.

Little Kilton era devorado por una oscuridad mayor.

Aun así, era bonito mirar esas chispas que tenían los colores del arcoíris.

Una última cosa bonita antes de que todo se volviera negro.

Y cuando eso pasó, notó que los fríos dedos aflojaban y se retiraban.

La primera respiración se rompió y se quedó enganchada mientras Bella intentaba inhalar.

La oscuridad tiraba de ella y había sonidos que emergían de la tierra.

—No puedo hacerlo —dijo Tatum; retiró las manos para abrazarse a sí misma—. No puedo.

Luego el sonido de unas pisadas que crujían y una sombra cayó sobre ellas y apartó a Tatum.

Más sonidos. Gritos y chillidos y:

—Estás bien, mi amor.

Bella volvió la cabeza y su padre estaba aquí con ella y mantenía a Tatum contra el suelo; esta luchaba y gritaba.

Y luego apareció otra persona detrás de ella que la ayudaba a levantarse, pero Bella era un río y resultaba imposible sostenerla.

—Respira, Sargentita —dijo Edward acariciándole el pelo—. Estamos aquí. Ya estamos aquí.

—Edward, ¿qué le pasa?

—Hynol —susurró Bella—. Rohypnol en... té.

—Edward, llama a una ambulancia. Y a la policía.

Los sonidos se alejaron otra vez. Solo permanecieron los colores y la voz de Edward que le vibraba en el pecho y a través de la espalda hasta el borde exterior de todos los sentidos.

—Dejó que Sid muriera —dijo Bella, o pensó que lo había dicho—. Pero tenemos que dejar que se vaya. No es justo. No lo es.

Kilton parpadeó.

—Puede que después no recuerde. Puede que tenga mmm...nesia. Está en fosa séptica. Granja... Sycamore. Ahí es donde...

—Está bien, Belly —la tranquilizó Edward que la sujetaba para que no se cayera del mundo—. Ya está. Todo se ha acabado. Te tengo.

—¿Cómo menqqquentaste?

—Aún tienes activado el dispositivo de seguimiento —contestó Edward mostrándole una pantalla borrosa y saltarina con un punto naranja en el mapa de «Encuentra a mis amigos»—. En cuanto te vi aquí, lo entendí.

Kilton parpadeó.

—No pasa nada. Te tengo, Belly. Te vas a poner bien.

Parpadeó.

Otra vez estaban hablando, Edward y su padre. Pero no con palabras que pudiera oír, sino con sonidos de hormiguitas. Ya no los veía. Sus ojos eran el cielo y los fuegos artificiales explotaban en su interior. Ramilletes de flores del Armagedón. Todo rojo. Resplandores y brillos rojos.

Y luego otra vez fue una persona, tirada en la tierra fría y húmeda, con el aliento de Edward en su oído. Y a través de los árboles destellaban luces azules que escupían uniformes negros.

Bella miró a ambos, los destellos y los fuegos artificiales.

No había sonido.

Solo su respiración sibilante...

... y las chispas de las luces.