3.- Perfume


El aroma de los lobos

"The scent of wolves"

De Ymer

Alfabeteado por Bet


Advertencia de contenido: Consentimiento dudoso


Su última interacción no había ido bien, pero Draco no se arrepintió exactamente de eso. Como su Alfa, por cualquier tecnicismo, sentía que tenía derecho a saber quién la estaba atacando.

Desafortunadamente, Granger no lo vio de esa manera, y todavía más desafortunado, tampoco Potter.

—Eso es clasificado. —Fue toda la respuesta que le dio el muy imbécil.

Y entonces él estaba en la oscuridad, abandonado a sus propios recursos, tratando de no preocuparse por Hermione Granger y cualquier tonta aventura Gryffindoriana en la que estaba envuelta.

De alguna manera, sintió que estaba de vuelta en Hogwarts, eternamente distraído por la «sangre sucia» de cabello desconcertantemente grande. La bajita bruja que de alguna manera siempre lo superaba en los puntajes de clase, haciéndolo sentir confundido por cómo alguien con una crianza infinitamente menor podía hacerlo tan bien con la magia.

Draco ahora lo comprendía mucho mejor, pero Granger todavía tenía la curiosa habilidad de descarrilar su vida.

Lamentó el mordisco de apareamiento. Profundamente.

Más allá de las típicas tendencias Alfa, como la protección y la ansiedad innata y agravante de su deseo de mantener a salvo a la omega, su vida sexual se había reducido a nada.

Usando todas las minucias de su encanto, convenció a la bruja de largas piernas para que regresara con él. La llevó a un nuevo y más elegante restaurante. Él la sedujo con sus palabras más bonitas y sus sonrisas más dulces. Cuando ella lo invitó a subir, había un rubor de deseo en sus mejillas. Su beso fue apasionado con mucha lengua.

Ella olió extrañamente mal.

Fue un sexo mediocre.

Ciertamente aquella bruja nunca aceptaría otra cita.

Lamentablemente, sus orgasmos más fuertes vinieron del recuerdo de Granger arqueándose hacia él mientras llegaba al clímax.

Draco no sabía si la razón era biológica o psicológica, pero hasta que el vínculo entre ellos se desvaneciera, nada pareció satisfacerlo. Se preguntó si ella tenía problemas similares, pero considerando su fría recepción cuando el calor se disipó, dudaba que ella estuviera tan interesada en su sexualidad como él.

En realidad, la envidiaba. El sexo ocupaba el 50% de sus pensamientos, con un fuerte aumento hasta el 80% cerca de su rutina. El cómo era un mago funcional de la sociedad era algo que ni siquiera él entendía.

En el pasado jamás había sido un problema.

Tuvo sexo en los últimos dos meses, pero ahora se sentía más como una tarea que como algo que disfrutaba.

Nada sació el hambre que lo corroía por estar con alguien; esa alguien era Hermione Granger.

Dudaba que ella accediera a cualquier petición sexual, ni siquiera estaba seguro de querer pedírselo, y mientras flotaba en la indecisión, desarrolló una conciencia casi obsesiva por la bruja. Draco comenzó a pensar que se estaba volviendo muy espeluznante.

Así se encontró en la Gala de Navidad del Ministerio. Sostenía un vaso mediocre de whisky de fuego, malhumorado hasta el punto de fruncir el ceño a los extraños, y cachondo hasta el punto de realmente considerar a Granger. Ella no era su tipo habitual, cualquiera podría verlo.

En Hogwarts, ella no era nada especial. La comelibros del Trío Dorado. Apenas habían intercambiado un puñado de palabras hasta que se reencontraron de adultos, y todas ellas violentas.

Los rizos gruesos de color marrón oscuro seguían siendo su atributo más reconocible. Ella tenía ojos marrones similares, que siempre habían sido inquietantemente calculadores.

Su silueta era más ancha en la en las caderas, que conducía a un torso y un cuello demasiado delicados.

Muy campesina, en realidad. El tipo de caderas que preferían aquellos que tenían más hijos de los que podrían alimentar. Si ella fuera sangre pura, pasaría todo el tiempo hiper consciente de su ingesta de calorías e intentaría activamente adelgazar su mitad inferior.

Y pese a ello.

Pese a ello.

Había algo en ella que lo hacía sentir primitivo y fuera de control, como si estuviera hecha para ser preñada. La atracción por las mujeres con forma de pera no era nada que hubiera considerado antes, pero que recientemente se había visto obligado a aceptar.

Mordida de apareamiento o no, realmente le gustaba su silueta, y eso significaba reevaluar muchas cosas sobre sí mismo.

Esta noche, la bruja lució un vestido de terciopelo. La luz de las velas se reflejaba en las suaves fibras en tonos de azul medianoche. Mangas caídas, hasta el suelo, con una larga abertura lateral. De vez en cuando, cuando ella caminaba, él captaba un destello de muslo que hacía que se le secara la boca.

Era incapaz de no mirar a Granger al menos una vez cada diez minutos.

Draco la vio aceptar bailes toda la noche mientras él se ocultaba en las sombras. Ahora bailaba con la comadreja. Weasley la guio torpemente a través de un vals y los miró por encima del borde de su vaso.

—¿Señor Malfoy?

Se giró para mirar a la bruja que lo sacó de su ensimismamiento. Una mujer alta, alzada hasta la altura de sus ojos por unos tacones. Su cabello oscuro estaba arreglado para caer sobre un hombro y usaba un vestido negro que parecía encantado para brillar sutilmente.

Draco tomó aliento para dirigirse a ella, y su nariz se llenó de omega. Exhaló lentamente mientras ella sonreía, plenamente consciente de cómo debía oler para él. Dulce, como una huerta. Era un señuelo. Girando los pies, la encaró y le prestó toda su atención antes de darse cuenta de lo que su cuerpo estaba haciendo.

Ella estiró una elegante mano, con la palma hacia abajo, la cual él reflexivamente tomó y se inclinó.

—Olivia Vance —dijo ella—. Acabo de darme cuenta de que estabas aquí. He estado esperando la oportunidad de presentarme.

—Tienes suerte, no suelo asistir a los eventos del Ministerio.

Una sonrisa se deslizó por su rostro, abriendo sus labios rojos y dejando al descubierto unos dientes blancos y rectos.

—Entonces me considero muy afortunada.

Sería un tonto si se perdiera esta oportunidad.

Olivia alargó la mano con audacia y deslizó los dedos por debajo de la solapa de su esmoquin, acomodándose a su lado. Su traje de repente se sintió demasiado restringido. Draco gimió por lo bajo detrás de sus dientes.

Ella se inclinó más cerca, como si fuera a susurrarle algo, solo para rozar sus labios sobre el pulso palpitante en su cuello. Draco podía sentirla inhalarlo, se le puso la piel de gallina en los brazos cuando exhaló un suspiro que movió los finos vellos de su nuca.

Se debatió en ceder para ver si el sexo con otra omega sería diferente y se dio cuenta con una sacudida de que Granger se estaba moviendo hacia ellos. Su mirada congelada apartó a Olivia de su cuello, aunque mantuvo una mano en su brazo.

Los tres estaban en silencio cuando la bruja aterciopelada se detuvo frente a ellos. Draco miró libremente el rostro de Granger y vio que las líneas en las comisuras de su boca se profundizaban mientras miraba a Olivia. Era extraño no estar en el extremo receptor de uno de sus ceños fruncidos.

Finalmente, él se aclaró la garganta.

—Granger —saludó él—. ¿Puedo presentarte a Olivia Va…?

—Sé quién es ella.

La boca de Draco se cerró de golpe.

—Olivia trabaja con feromonas. Sintetiza esencias de omega y Alfa y las embotella para venderlas.

Draco miró hacia Olivia y la vio encogerse de hombros descuidadamente.

—Lo haces sonar horrible.

—¿Si quiera eres una omega? —Su sonrisa de respuesta confirmó su sospecha.

—Convincente, ¿verdad?

Draco se sintió dividido entre estar impresionado y molesto. Olivia continuó antes de que pudiera decidirse por una emoción.

—No tan convincente como los inhibidores de Hermione, lo sé. ¿Huele a algo?

Vance... —dijo Granger a modo de advertencia.

Olivia levantó las manos apaciguadoramente antes de volver a mirar a Draco.

—Fue un placer conocerte, Draco. Lamento que no podamos divertirnos esta noche. —Hizo girar sus dedos hacia Granger, dejándolo solo con su mirada asesina.

Draco se movió incómodo, preguntándose si podría escapar por su cuenta.

—Bueno, se está haciendo tarde, así que probablemente debería…

—¿No puedes mantenerlo en tus pantalones por unos meses más? —Granger lo interrumpió con un chasquido. Sus cejas se dispararon con asombro.

—¿Por qué te importaría?

—Sabes exactamente por qué, Malfoy.

—No es todo luces y maravilla de mi lado, bruja. ¿Crees que disfruto verte bailar y coquetear con todos esos hombres cuando todo lo que puedo pensar es en cogerte en la superficie más cercana y volver a reclamar mi derecho? —Draco inmediatamente deseó poder tragarse esas palabras y culpó al whisky de fuego por su aparición.

—Tú no eres dueño…

—Maldita sea, sé que no soy tu dueño, Granger, pero al Alfa le importan una mierda los estándares sociales bajo los que estamos operando. Tal vez si no te bañaras en inhibidores todas las mañanas, recordarías lo que se siente. —Dejó caer su vaso sin contemplaciones en una maceta cercana, avanzando hacia la bruja y obligándola a dar un paso atrás—. Entro en rutina en tres semanas. Te aconsejo que consideres lo que eso implica.

Un mordisco de apareamiento normalmente sincronizaría los celos de ella y sus rutinas. Con sus inhibidores, él lo estaría experimentando solo, o peor, con alguien diferente. Una cosa que temía.

Granger se quedó en silencio, desconcertada por su diatriba. Draco esperó medio minuto antes de pasarse una mano por el cabello.

—Buenas noches —dijo.

Ella no impidió que se fuera.


Días antes de su rutina, Granger lo llamó a su oficina y le entregó viales de inhibición.

Se paró junto a su escritorio, mirándolos sin comprender. Se sentía agotado, nervioso, y se había mostrado reacio a entrar.

Pasó suficiente tiempo para que Granger hablara.

—Son para ti —dijo.

—Oh, no, gracias. —Draco se rascó la mejilla, la barba de un día raspando bajo sus dedos. Observó a Granger, examinando su atuendo (blusa blanca y falda lápiz oscura), su cabello (medio recogido) y sus labios (rosados, la parte inferior más oscura por haber sido jalada y mordida). Tan cerca de la rutina, el tiempo se alentaba y era fácil quedar atrapado en los detalles. La miró el tiempo suficiente para que ella se sonrojara y se moviera en su silla.

—Creo que deberías.

—¿Por qué?

Granger movió papeles en su escritorio, exponiendo más de la madera brillante que Draco presintió, rara vez veía la luz del día. Su oficina no era la de una persona meticulosamente ordenada. Ella se aclaró la garganta.

—Será incómodo para ti en unos días si no lo haces.

—Ya veo, así que no tienes intención de ayudarme a superarlo. —Draco se cruzó de brazos y apoyó una cadera en el borde de su escritorio. No estaba sorprendido, no había anticipado ninguna cooperación de la bruja.

—No sería prudente que continuáramos.

—Continuar cogiendo, quieres decir.

Draco sonrió mientras Granger fruncía el ceño severamente. Las tetas de Circe, estaba desesperado por anudarla.

—Si debes ser vulgar al respecto, sí, eso es exactamente lo que quiero decir.

—Ah, qué genial, nunca me han gustado los supresores y no tengo intención de tomarlos simplemente para aliviar tu culpable conciencia.

Draco se enderezó y ajustó su abrigo. Forrado con seda y hecho de la lana más suave que pudo adquirir, todavía le irritaba la piel hipersensible. Esa sensibilidad era la misma razón por la que no se había afeitado ni hecho más que peinarse hacia atrás. Estar a disposición de Granger era un gran pedido hoy, y ella no parecía darse cuenta o no lo apreciaba.

Ella hizo un pequeño ruido de descontento, casi un resoplido. Necesitaba irse. Con perfume o no, estar cerca de ella lo estaba poniendo nervioso y tenso. Quería tocarla. Salazar, quería que ella lo tocara, de buena gana.

—Si alivia tus preocupaciones, podría encontrar a alguien más que me eche una mano.

La expresión de su rostro podría haberlo divertido en cualquier otro momento, pero era una declaración cuidadosamente elaborada para irritarla. No le favoreció.

—Toma los supresores o vete, Malfoy.


Pasó por un boticario de camino a casa para conseguir un sedante para su rutina. Había incitado a Granger con la idea de otra omega, pero planeaba superarlo solo.

Olió a Delphine en la botica. Dulce azucarado, distinto y fresco por encima del conglomerado de productos del boticario. Ella lo había ayudado en su última rutina y Draco sería un tonto si no le pedía ayuda con esta.

Delphine no era visible, y cuando se asomó por los pasillos bajos, ella todavía no apareció... Pero ese aroma. Hizo que su nariz se contrajera y le hiciera cosquillas, hizo que el Alfa emergiera a la superficie.

Los latidos de su corazón se aceleraron por el olor a omega tan cerca. Fue un último esfuerzo para buscar una pareja.

Triangular el olor fue simple. Draco se acercó a una joven bruja. Ella lo miró con grandes ojos azules y él revisó su suposición anterior. Muy joven. La niña aparentaba apenas 17 años.

Olía casi por completo como Delphine, pero así de cerca podía percibir la confusa mezcla de olores que subyacían debajo del predominante olor a omega. Después de conocer a Vance, fue más fácil discernir la separación de las feromonas.

Era perturbador oler a alguien que conocía en un extraño. Se encontró tratando de quitárselo de la nariz, su mano se pasó por las fosas nasales.

—¿Qué es esto?

—¿Disculpe? —Ella sostuvo la bolsa plana de alas de murciélago contra su frente y trató de hacerse más pequeña.

—No eres una omega.

La joven bruja pasó por un degradado de rojo antes de que el color se filtrara de su rostro, dejándola pálida y temblorosa.

—Y-yo…

—¿Qué llevas puesto? ¿Dónde lo obtuviste?

Draco se elevó sobre ella, un paso adelante hizo que retrocediera y empujara un hábitat de ranas vivas que dejaron escapar una sinfonía de graznidos.

—¡Es s-solo un perfume! —Su cabeza se presionó contra el cristal del terrario, y el abrupto silencio de los otros compradores hizo que él diera un gran paso atrás. Draco giró la cabeza y respiró hondo. Estaban siendo observados.

—Un perfume.

—Sí —contestó ella, con los hombros casi cubriendo sus orejas.

—¿Dónde lo venden? —Para su sorpresa, ella se sonrojó.

—No sé… Mi novio me lo consiguió…

Ah, las implicaciones de usar una esencia de omega no se le escaparon. Los betas pensaban que los Alfas y los omegas eran criaturas mucho más sexuales.

—Averigua dónde lo consiguió. Manda una lechuza al Ministerio, a nombre de Harry Potter. —Vio cómo sus ojos se abrían como platos por la sorpresa mientras se giraba para dirigirse inmediatamente a la oficina de Hermione Granger.

—Los betas están usando esencia de omega. Dime qué está pasando.

La sorpresa en el rostro de Granger por su reaparición se transformó en pánico. Rápidamente levantó su varita para cerrar la puerta detrás de él y realizó un hechizo silenciador.

—Está bien. —Tomó aire y se recompuso—. ¿Qué pasó?

—Alguna bruja, una niña, olía como mi amiga Delphine. Exactamente como ella... Pensé que estaba en la botica y no fue así. Fue tan… —Draco no podía explicar cómo lo hacía sentir; inestable, confundido, enojado.

Granger hizo un gesto hacia la silla frente a su escritorio con un suave asentimiento.

—Toma asiento, Malfoy.

Se dejó caer sin gracia, con los brazos extendidos y una pierna alargada frente a él. Su cabeza cayó hacia atrás y miró al techo.

—¿Recuerdas a Olivia Vance?

Draco agitó una mano, deseando que continuara sin que él tuviera que dar una respuesta verbal. Por supuesto que la recordaba. Se habían conocido hacía apenas unas semanas.

—Ella tiene un floreciente negocio de perfumes, específicamente aromas inspirados en feromonas destinados a hacer que uno sea más atractivo sexualmente.

Él estaba sacudiendo la cabeza incluso antes de que ella terminara.

—Aquello no fue inspirado, aquello fue…

—Lo sé.

Su cabeza se disparó para mirarla, encontrándose con la expresión sombría de Granger.

—No eres el primero en darse cuenta y dar un paso al frente. Me di cuenta del problema cuando estaba trabajando en Alemania y poco después tuve mi propio encuentro con un olor demasiado familiar para ser creado artificialmente.

—Pero estás tomando inhibidores…

—Todavía puedo olerlo Malfoy; tú asumiste que no podía. He estado tomando supresores de celo durante mucho tiempo, como bien sabes, pero solo comencé a tomar inhibidores cuando comencé a armar las piezas. No creo que estén creando estos aromas, creo que los están cosechando.

—¿Cómo harían eso?

Granger resopló y se recostó en su silla.

—Creo que están usando viejos métodos de perfumería. Ya sea capturando al espécimen y raspando la glándula cuando sea necesario o… —Hizo una pausa y apartó la mirada. Draco sintió que se le encogía el estómago.

—¿O?

—O bien, los están capturando y extirpando las glándulas por completo.

Se levantó de su asiento y se frotó la cara, caminando hacia la repleta librería a un lado de su oficina. Draco apoyó sus manos contra él, presionando su frente contra el viejo cuero de los libros mientras respiraba lentamente.

—Estás enojado. —observó lo obvio, como solía hacer.

—Sí, estoy enojado.

—Al estar tan cerca de tu rutina, te resultará más difícil controlar tu temperamento o comportarte racionalmente.

Draco odiaba probar el punto, pero sus uñas se clavaron en la madera de los estantes y apretó los dientes.

—No sé cómo debo responder racionalmente a la noticia de que alguien está extrayendo glándulas de los omegas.

—Y de Alfas.

—¿Qué? —Giró la cabeza para mirarla de nuevo.

—Se han descubierto menos, pero también hemos localizado aromas de Alfa —dijo. Draco contuvo el aliento.

—¿Por qué no estamos haciendo nada?

Estoy haciendo algo. He estado investigando durante meses. —Los ojos de Granger brillaron y supo que estaba sobre hielo frágil pero no pudo contenerse.

—¡Obviamente no eres muy buena en eso si todavía está sucediendo!

Se puso de pie con tanta velocidad que su silla de ruedas se estrelló contra la pared detrás de ella. La bruja caminó alrededor de su escritorio para pararse frente a él, con las manos en las caderas.

—Estás siendo muy grosero y espero que sea por tus hormonas.

Draco se cernió sobre ella, obligándola a estirar la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos.

—Como dijiste; tan cerca de la rutina, básicamente soy un animal —su voz bajó mientras le hablaba, a centímetros de su rostro. Ella no olía como una omega, pero podía captar otros olores que le gustaban: libros viejos, el olor a miel de su champú, la sutil nota almizclada de la excitación.

Respiró hondo y notó sus mejillas sonrojadas, sus pupilas dilatadas. Los ojos de Draco se posaron en su garganta, observándola moverse como un trago.

Sus manos rozaron sus caderas, acercándolos. Granger se quedó sin aliento y fue fácilmente empujada hacia atrás, apiñada contra su escritorio. Le pasó las manos por debajo de la falda y apretó la carne flexible de sus muslos.

—¡Malfoy! —su voz salió como un chillido. Ya no estaba furiosa, fue un sonido vacilante y sorprendido cuando sus manos se apoyaron contra su pecho.

—¿Esto te prende Granger? ¿Saber lo frustrado que estoy?

—¡N-no! —Su jadeo se transformó en un gemido bajo cuando él le arrancó la blusa del hombro y se aferró a su cuello, chupando un moretón sobre la marca de apareamiento.

—Creo que estás tan caliente como yo. Creo que tu coño está dolorosamente vacío.

Ella protestó, jurando que ni siquiera lo estaba mientras se mordía el labio para sofocar un ruido cuando él le mordisqueó el lóbulo de la oreja. El aliento de Granger la abandonó rápidamente y sus caderas se presionaron contra las suyas, moviéndose inquietas contra la dura línea de su longitud.

Draco la giró bruscamente, sus manos golpeando la madera de su escritorio mientras la empujaba hacia abajo. Él tiró de la falda ajustada sobre sus caderas, arrugándola en su cintura, dejando al descubierto los suaves globos de su trasero y el encaje oscuro de su ropa interior. Sus medias mordieron sus muslos, creando bordes redondeados.

Abrió su cinturón, el tintineo de la hebilla fue seguido apresuradamente por la cremallera de su bragueta. Estaba duro como un diamante, gimiendo mientras se tocaba. Draco tiró de sus bragas hacia un lado, el encaje empapado y pegajoso. Apretó la base de su pene, palpitante.

—Te voy a follar duro y rápido, Granger.

Granger no dijo nada, pero se apresuró a apretar los dedos alrededor del borde de su escritorio. Ella se presentó ante él, empujando las caderas y arqueando la parte baja de la espalda. Draco observó cómo su vagina se contraía contra la nada.

Él entró completamente, sin perder tiempo en golpear sus caderas contra las de ella. Su interior estaba tan caliente, tan apretado, tan resbaladizo. Su unión creó un fuerte y húmedo golpe junto con delirantes gemidos de ambos.

Duro y rápido, su pene convirtió rápidamente a la bruja debajo de él en un desastre espumoso.

Draco desaceleró sus embestidas para arquearse sobre ella. Sus dedos encontraron su clítoris, y ella gritó y se apretó contra él, sólo para que la empujara firmemente a su lugar de nuevo.

Él rozó sus dientes cerca de la nuca de su cuello, su pene palpitaba dentro de ella. Sus caderas rodaron, manteniéndose cerca y meciéndose dentro, mientras bordeaba su clítoris, haciendo lo que prometió que haría y cogiendo a Hermione Granger boca abajo en su escritorio.

Ella se apretó más a su alrededor y se volvió progresivamente más desesperada, sollozando por el alivio mientras él mantenía el ritmo constante, aumentando su necesidad más y más. Draco se inclinó hacia atrás para observar cómo empujaba y tiraba dentro y fuera de ella, observaba cómo sus dedos se fundían en la felpa de su trasero.

La humedad de su vagina goteaba entre ellos, deslizándose sobre sus bolas y formando un charco en el suelo. Sintió una capa de sudor por en su piel mientras luchaba por no correrse. Su nudo comenzó a engancharse y se mordió el labio.

—¿De quién es esto?

Granger se atragantó e hizo un ruido confuso.

—Puedes hacerlo mejor que eso, Granger —gruñó—. ¿De quién es esto? —Draco golpeó su clítoris y ella se estremeció alrededor de su longitud, haciéndolo gruñir.

—Tuyo —jadeó ella—. ¡Es tuyo!

Sus dedos rodearon rápidamente su duro clítoris y ella lo estranguló, gimiendo en voz alta, entre jadeos ella explotó.

Draco se dejó ir tras ella, apretando su trasero entre ambas manos mientras le enterraba su nudo. Su cabeza cayó hacia atrás, la garganta apretada alrededor de un largo gemido mientras cabalgaba hacia su clímax, finalmente logrando la liberación que había estado persiguiendo durante meses.

—Maldita sea —exhaló él, sujetándola por la mitad y anudado a su vagina.

Granger respondió con un gemido bajo, inerte en sus brazos. Draco estimó que tenía 10 minutos antes de que ella comenzara a gritarle.


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