4.- Rutina


El aroma de los lobos

"The scent of wolves"

De Ymer

Alfabeteado por Bet


Granger se alejó de su nudo desinflado tan pronto como pudo, creando un chapoteo lascivo cuando el sello se rompió y los fluidos conjuntos gotearon sobre su pene ablandado. Draco notó una sorprendente punzada de continuo deseo antes de que ella le lanzara un encantamiento de limpieza sobre la piel. Siseó por la sensación, dejando caer la cabeza en el respaldo de la silla de invitados en la que habían estado sentados.

Ella parecía contenta con ignorarlo mientras trabajaba en recuperar el control, ocupándose en ordenar excesivamente el material de su escritorio y poco después, su atuendo.

Granger se bajó la falda, arregló el pequeño desgarro del cuello de su blusa y dejó escapar un suave grito de consternación por el estado de su cabello cuando se miró en un espejo de mano. El cuidadoso estilo de media coleta se había destruido hacía mucho tiempo, agregado a su apariencia prolija.

Draco la observó con los ojos entrecerrados mientras ella recogía los rizos de su rostro en una coleta alta.

No podía apartar la mirada de ella. Atrapado en una visión de túnel, los bordes de su oficina se pusieron borrosos mientras la observaba, se centró en el estiramiento de su blusa mientras respiraba y en los mechones rizados en su nuca, aferrándose a una fina capa de sudor.

Tardíamente volvió a meter su pene en sus pantalones y respiró hondo antes de tragar con fuerza.

—Granger.

—No puedo creer lo poco profesional que fue esto… ¿Y si alguien hubiese tocado? ¿Mientras aún estábamos…? ¿Cómo podría haberlo explicado...? —murmuró para sí misma y se movió frenéticamente por la oficina, organizando artículos que ya estaban arreglados y colocando y volviendo a recolocar su silla.

—Granger —dijo de nuevo.

—¿Cómo voy a terminar el trabajo hoy? —Revolvió los papeles en su escritorio. Los dedos de Draco se aferraron con fuerza a sus muslos.

—Hermione.

Ella se dio la vuelta para mirarlo con asombro. Sus ojos recorrieron su rostro y adoptaron una expresión de cierta preocupación; él se sonrojó.

—Entré en rutina.


No tuvieron más remedio que salir de su oficina.

Granger no quería quedar atrapada allí con él durante otra ronda, algo que seguramente sucedería cuanto más se demoraran. La idea del sexo en el trabajo claramente ofendía cada sensibilidad que tenía. Él encontró que difícilmente le importaba.

Ella no tenía que sacarlo a rastras. Ya le estaba costando bastante poner una distancia respetable entre ellos mientras se dirigían al atrio. Draco era vagamente consciente de las quejas de Hermione sobre la falta de flu o Aparición en su departamento mientras trataba de reunir los medios suficientes para no mirar su trasero.

Draco se sentía como si estuviera drogado. Una existencia nebulosa combinada con una sensación de paranoia centrada en la persona de Hermione.

Jamás había entrado en rutina frente a público. Esta ocasión fue provocada, sin duda, por la cercanía de su compañera mordida y la adrenalina de la botica. En cualquier otro momento pudo haberse sentido cohibido o avergonzado, pero las hormonas habían secuestrado todo pensamiento superior y Draco operó por reflejo, concentrado en poner un pie delante del otro mientras se movían a toda prisa hacia los ascensores.

Las largas piernas de Draco lo colocaron junto a Granger un instante después de que McLaggen apareciera detrás de una puerta lateral. El gruñido creció profundamente en la parte posterior de su garganta y escapó a través de sus labios curvados antes de que Hermione pudiera tirar de él hacia atrás.

—Malfoy no se siente bien —explicó, agarrando su brazo y arrastrándolo hacia el ascensor.

Draco miró atrás para ver a McLaggen congelado en su lugar, desconcertado. Granger lo empujó al ascensor frente a ella y su atención volvió a la bruja. Los pocos pasajeros les dedicaron la más mínima de las miradas, todos ocupados haciendo lo que sea que hicieran los empleados del Ministerio para ocupar sus días. Llenaron el espacio cerrado con una cacofonía de olores, haciendo que sus fosas nasales se dilataran y sus músculos se tensaran.

Cambió inquietamente su peso entre sus pies. Hubo un jadeo pesado construido a través de su nariz. Se lamió los labios. Sus manos temblaron y se cernieron sobre el cuerpo de Granger, tratando de no tocarla, pero desesperado por palpar. La conciencia de su ubicación se estaba desvaneciendo a medida que aumentaba la necesidad de estar dentro de ella.

El ascensor ascendió y salió disparado hacia un lado. Una eternidad de movimiento, el atrio se sintió cada vez más distante a medida que se acercaban sigilosamente. Los pasajeros salían y entraban, un ascensor vacío ocasional liberaba la tensión nerviosa de Draco y Granger antes de que se llenara de nuevo, hacinándolos en una esquina.

Granger se paró frente a él, un escudo misericordioso para la erección que se estaba volviendo insistente y rozando con dolor. El ascensor se sacudió cuando cambió de dirección y lo hizo mecerse contra ella. Sus manos cayeron hasta sus caderas en un fuerte apretón, manteniéndola firme contra él, evitando que creara distancia nuevamente.

—Malfoy —dijo ella. Su voz se había reducido a una ráfaga de pánico, sin duda debido a las otras personas.

Draco tembló por todos lados con escalofríos febriles y contención. La racionalidad se filtraba de él con el sudor que rodaba por la línea tensa de su cuello.

¿Por qué importaba lo que vieran los demás? Ella era suya y Todo el mundo debería saber eso. Debería tenerla aquí, obligarlos a mirar. Así sabrían a quién pertenecía.

Su nariz rozó la parte de atrás de su cabello, respirándola.

El ascensor se vació de nuevo.

Draco murmuró sobre la nuca de Granger, sobre las glándulas que sabía que estaban presentes pero escondidas debajo de los inhibidores. Intentó encontrarlos con la lengua.

Las puertas del ascensor se cerraron abruptamente y Granger se volvió hacia él, arrastrando la cabeza hacia su garganta.

Él gimió, agarrándola por debajo de los muslos y levantándola contra la pared del ascensor. Su torso la mantuvo en su lugar mientras se desabrochaba el cinturón y liberaba su dolorido pene por segunda vez ese día.

Draco le desgarró las bragas a un lado y empujó hacia adentro. A ella se le escapó el aliento en un grito agudo y se aferró a él mientras comenzaba a moverse. Draco quería disfrutar del abrazo de su sexo, pero ella era un ancla para su tenue comprensión de la realidad.

—Rápido —dijo ella—. No me anudes.

No perdió el tiempo. Fue una unión rápida, casi masturbatoria, excepto por el suave y dispuesto cuerpo contra el suyo. El golpeteo de sus pieles fue magnificado en el ascensor vacío. Las uñas de Granger se clavaron en sus hombros, sus tacones se apretaron en su espalda.

Ella hizo los ruidos más deliciosos, pequeños gemidos jadeantes que lo dispararon directamente a su clímax. El nudo creció entonces, y luchó por mantenerlo fuera de ella, luchando contra el instinto.

—No, no… —Granger dejó caer sus manos para empujar nerviosamente sus caderas, un marcado contraste con la forma en que su intimidad lo sujetaba.

Draco se apartó, un segundo demasiado tarde y haciendo que ambos emitieran sonidos rígidos de incomodidad. Un leve gemido salió de su garganta mientras apretaba el nudo, el empujón de la bruja bordeó el dolor y el orgasmo fue débil. La cabeza de Hermione cayó hacia atrás contra la pared del ascensor y se mordió el labio, mirándolo como si lo quisiera dentro de ella tanto como él la quería.

Su separación fue rápida y Draco se sintió inestable sobre sus pies, pero tenían que irse. Hermione volvió a poner en marcha el ascensor con un movimiento de su varita y un hechizo que él no pudo descifrar. Otro encantamiento de limpieza antes de que ella se volviera hacia él y lo ayudara a ponerse en orden. Se apartó el pelo húmedo de la frente y durante unos minutos pareció casi humano de nuevo.

Los pasajeros adicionales al ascensor apenas lo molestaron y finalmente se detuvieron en el atrio. Granger lo guio hasta el primer piso disponible justo cuando la ansiedad regresó.

—Te mandaré a la mía. Estaré allí justo después de ti.

Dejarla incluso por un minuto se sentía insoportable. Sus labios se aplanaron en una línea y miró a Granger mientras giraba, sus manos yacían rígidamente cerradas en puños a sus costados. La salida de la chimenea fue una de las menos elegantes que jamás había hecho.

El piso de Granger era lo que él esperaba que fuera: libros y pergaminos cubrían todas las superficies. Estaba tenuemente iluminado y decorado en tonos cálidos y terrosos. Un poco angosto, acogedor.

Se sentía completamente fuera de lugar e intensamente reconfortado. La tensión se derritió en su cuerpo y se quitó el abrigo justo cuando apareció Granger. Parecía un poco desconfiada.

—¿Cómo te sientes?

—Me siento menos inclinado a que todos me vean poseerte. —El deseo seguía allí, latiendo con fuerza en sus venas, pero podía pensar más allá.

Aun así… sus ojos no podían dejar completamente su figura, la recorría de arriba a abajo, repetidamente, deteniéndose en el oleaje de sus caderas y senos, en el pulso de su garganta. Podía oler su sudor, su excitación, su semen. Ella se mordió el labio y él gimió, acercándose a ella.

Ella retrocedió apresuradamente, con una mano levantada.

—¡Dame 3 minutos!

La vio pasar corriendo junto a él y por el pasillo.

¿Qué estaban haciendo antes de esto? El comienzo del día se sintió lejano.

Draco se paseó por el piso. Una revisión rápida de las ventanas, las protecciones. La cerradura de la puerta principal. Cerró el flu.

Demasiado abrigado, se desabrochó la camisa blanca y la dejó suelta. Draco se quitó los zapatos y los abandonó cerca del sofá.

Habían pasado más de 3 minutos, ¿no?

Encontrarla fue fácil. Empujó la puerta entreabierta de su dormitorio y vio a Granger girar para mirarlo desde el lado de su cama.

El espacio estaba sospechosamente ordenado considerando el resto del piso, pero apenas le prestó atención, con los ojos fijos en la omega que respiraba con dificultad frente a él.

En un instante, Draco se elevó sobre ella. Sostuvo su rostro entre sus manos y miró hacia abajo a los cálidos ojos marrones en los que quería hundirse. Él tiró de la liga de su cabello, arrastró un pulgar a través de sus labios.

Ella los abrió para hablar, y él cubrió su boca con la suya, tragándose las palabras en un beso que rápidamente se convirtió en desesperación.

Granger se apartó con un grito ahogado y una expresión ilegible. La brumosa lujuria que había visto en sus ojos cuando había estado en celo ahora se había ido, sin duda transferida a los suyos.

Estaba inclinado cuando ella se liberó. Draco sintió su labio curvarse en descontento antes de que ella se quitara la ropa.

—Envié una lechuza. Estaré fuera de la oficina en los próximos días —dijo, quitándose la falda—. Y habrá una entrega de comestibles mañana temprano.

Draco no sabía cómo funcionaba eso. Ni le importaba. Se estaba quitando el sostén, quedando en bragas y medias. Estaba contra ella de nuevo, tirando de la cintura de algodón de su ropa interior. Su voz tembló cuando sus dientes rasparon su cuello.

—Y-Y… puse toallas limpias…

Draco rápidamente la silenció con otro beso. Él la giró hacia la cama y la apretó hacia atrás antes de gatear sobre ella. Las rodillas de Granger apretaron sus caderas y él meció su necesidad contra su núcleo vestido.

Ahora era diferente. Libre del Ministerio y las multitudes, encerrado de forma segura en el nido de Granger… No, su piso, Draco sintió que podía tomarse su tiempo. Podía estirar el incentivo para tomar, para criar/reproducirse.

Ella lo presionó para que se volviera, y él lo hizo, intercambiando lugares con ella en la cama. Él se recostó y dejó que ella lo desvistiera, su mirada ardía mientras ella liberaba su cinturón y abría sus pantalones. Con algo de ayuda, ella lo descubrió ante sus ansiosos ojos.

Tal vez Granger pensó que él no recordaría la expresión de su rostro mientras lo observaba. Tal vez creía que estaba demasiado loco por la rutina. Era posible que simplemente no le importara, pero el deseo en sus ojos era claro como el agua. Ella lo deseaba. Fuera del celo, Granger ya no podía negar que lo encontraba en forma.

Desapareció sus bragas y deslizó su centro sobre su longitud, causando que su mente se quedara en blanco. La pura necesidad tomó las riendas de nuevo.

Él empujó ciegamente sus caderas hacia arriba y ella lo aplastó con un gemido entrecortado, moviendo su húmedo sexo sobre su longitud, pero sin dejar que presionara dentro de ella.

Draco se acercó y ella juntó sus manos con las suyas antes de que pudiera tocar su trasero. Levantó su mano izquierda y chupó las yemas de sus dedos, metiéndose el dedo meñique profundamente en su boca y jugando con su anillo de sello con la lengua.

Él se sacudió con suficiente fuerza para hacer que ella rebotara en su regazo. Un pequeño ajuste de ella y él estaba empujándose mientras se hundía. Ellos gimieron juntos. Ella abandonó sus dedos a favor de rodar sus caderas.

Draco no pudo resistir por completo los diminutos movimientos de sus caderas mientras ella lo montaba. Sus piernas dobladas, los pies presionados contra el colchón. Ya quería estar pegado a ella, tan profundamente dentro de esta bruja como físicamente podía estar.

Él ahuecó sus pechos, masajeando la carne tierna en sus manos antes de pellizcar ligeramente sus pezones. Los dedos de Draco bajaron hasta su plano y suave abdomen y alrededor de sus muslos. Él la ayudó a moverse hacia adelante y hacia atrás, su clítoris arrastrándose resbaladizo sobre su hueso pélvico.

Hermione se tocó a sí misma. Bajó las uñas por los planos firmes de su pecho. Cuando él se acercó para meter un pezón duro en su boca, ella sostuvo su rostro allí, echó la cabeza hacia atrás y se entregó a la sensación.

Ella abrió más las piernas y se acurrucó contra él, mordiéndose el labio. El balanceo de las caderas se hizo más superficial y luego más rápido. Rebotando. La piel suelta en la base de su pene se hinchó rápidamente, tensándose con el crecimiento de su nudo. Ella se dejó caer sentada sobre su longitud, entre los empujes de él, reacia a moverse del órgano hinchado.

Él no quería venirse todavía. Draco le sacó moretones en sus caderas y luchó contra la urgencia. Granger trató de alejarse de él una vez más y él se mantuvo firme en ella. Draco vio blanco y luego se corrió, haciéndola rebotar encima suyo, sobre su nudo. Los empujones descuidados provocaron su clímax, haciéndola pulsante y fluida a su alrededor. La más pequeña cantidad de líquido abandonó su cuerpo: estaba todo encerrado con fuerza.

Ya completamente en su rutina, su orgasmo pareció prolongarse para siempre y borrarle todos los pensamientos.


Dos días después, el piso apestaba a sexo.

Se encontraban en el piso de su sala de estar y Draco estaba hasta las bolas dentro de su omega. Su pene apenas la había abandonado a lo largo de la rutina que finalmente se estaba desvaneciendo. Él se volvió más hablador, más desesperado. Era la rutina, esta profunda necesidad de dejarla embarazada.

—Voy a poner mi semen en ti —jadeó, presionando su mano en la parte inferior de su vientre—. Aquí mismo. Te voy a llenar tanto que la poción fallará. Te hincharás con mi heredero.

—respiró ella, su acuerdo lo emocionó.

Las declaraciones se le derramaron sin pensar. Podría haberse detenido, pero no quería. Deseaba que Granger escuchara cada uno de sus sucios pensamientos, que estuviera de acuerdo con él y le diera todo lo que quería.

—Así es, sé que lo quieres, amor. Maldita sea, Granger, te sientes tan bien…

Sus embestidas se volvieron erráticas a medida que aumentó el placer. Ella se aferró a él y lo atrajo con fuerza hacia ella, chupando la tierna glándula cerca de su cuello. Draco se sacudió y su pene latió dentro de ella.

—Muérdeme, por favor. Hermione, hazlo. —Una parte de él sabía que ella no lo haría. No era la primera vez que le rogó durante su rutina para luego avergonzarse de ello.

Granger lo atrajo hacia un beso en su lugar, sus piernas se enroscaron con fuerza a su alrededor, obligándolo a permanecer cerca de ella durante el oleaje final de su nudo. No quería retirarse. Él pertenecía aquí.


Normalmente, Draco se habría ido inmediatamente después de su rutina. La intensidad de compartirlo con una omega marcada por él lo dejó tan cansado que durmió por un día. Cuando finalmente despertó, Draco estaba solo en su cama sin concepto de la hora.

Sintiéndose agotado, literal y figurativamente, se puso la ropa interior y se tambaleó hasta la cocina, donde encontró a la bruja luciendo radiante y bebiendo una taza de té. Draco se apoyó contra el marco de la puerta mientras los labios de ella se torcían en una sonrisa.

—No sabía que podías lucir así —dijo ella.

—¿Cómo?

— Desaliñado. —Ella se encogió de hombros y se recostó en su silla—. Con barba, sin ducharse, sin gel. —Sus ojos se dirigieron a su cabello, que inmediatamente trató de alisarlo. Se sintió expuesto y se arrepintió de no haberse puesto una camiseta.

—Solo soy un hombre, Granger.

Le sirvió una taza de té y señaló la silla frente a ella. Se sentó pesadamente.

—¿Qué día es?

—Domingo.

Domingo. Habían estado en el Ministerio el miércoles. Habían pasado los días y odiaba lo improductivos que habían sido, sabiendo lo que sabía ahora. La chica que olía a Delphine volvió a su mente y se preguntó si Del estaría por ahí afuera en alguna parte, sin glándulas y abusada.

Bebieron su té en silencio.

Granger se puso de pie para colocar dos rebanadas de pan en un artilugio muggle que creaba tostadas. Draco sabía que había elementos calefactores adentro, como una parrilla vertical. Cómo se encendían era una pregunta que no podía responder.

Pensar en cómo los muggles hacían tostadas era más fácil que reflexionar sobre todo lo que había dicho durante su rutina.

Hermione vestía jeans y una camisa agujereada, la tela desgastada y suave por años de lavado. Draco trazó la línea de su sostén con los ojos mientras ella rompía los huevos en una sartén en la estufa. Uno, dos, tres, cuatro huevos en rápida sucesión, los movimientos metódicos y fáciles. Chisporrotearon al contacto con la sartén caliente.

El fragante olor a tostadas llenó la cocina.

—Los hombres lobo —dijo él—. ¿Están siendo contratados para cazar Alfas y omegas?

Hermione miró por encima del hombro y buscó su rostro con las cejas levantadas.

—Astuto.

—No creo que sea una conclusión difícil de llegar, sabiendo lo que sé. —Ella pudo haber halagado a hombres menores por su declaración, pero conocía a Granger demasiado bien. Supuso que su sorpresa provenía de una estima muy baja de su inteligencia.

—Los hombres lobo que viven fuera de la sociedad son una población vulnerable, fácil de cazar.

—Voldemort hizo lo mismo. Tenían tan poco que perder.

Ella no respondió, raspando mantequilla en la tostada mientras los huevos chisporroteaban. Granger empujó dos piezas más de pan.

—No ha cambiado mucho —dijo Granger poco antes de dejar caer un plato de tostadas con mantequilla frente a él.

—Hay un cambio significativo: ahora está muerto.

Le dio un mordisco a la tostada y rápidamente se dio cuenta de lo hambriento que estaba, porque devoró la rebanada en tres bocados. Draco se sirvió otra taza de té cuando Granger deslizó los huevos de la sartén al plato de tostadas vacío. Ella le dio los cuatro.

—¿No estás comiendo?

—Comí mucho antes de que despertaras.

Era una sensación extraña tener a alguien cocinando para él que no era un elfo o que le pagaran por hacerlo. Estuvo en silencio durante quizás demasiado tiempo, deshaciendo los huevos fritos en bocados manejables y mojando tostadas en la yema.

—Gracias.

La declaración cubría muchas cosas de los últimos días, la menor de las cuales era la sencilla comida que le habían puesto delante sin preguntar ni pedir.

Granger revolvió azúcar en una taza de té recién hecho y lo miró con una sonrisa que bordeaba la gentileza. Esperaba que su vello facial fuera lo suficientemente grueso como para ocultar el calor en su rostro.


¡Hola, hola! ¡Gracias por darle amor a esta traducción! ¡Nos vemos el próximo miércoles!

¿Qué opinan de estos dos tercos? Yo los amo.

Por favor, dale amor a Ectoheart, ella hizo un hermoso Draco para este capítulo: www. instagram p/CvfhYv3gek9/?hl=es-la

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Besitos,

Paola