Descargo de responsabilidad.

Canción de Hielo y Fuego no me pertenece, ni ninguna de las imágenes mostradas. Este fic fue creado por mí con el propósito de entretener.

Robb 1

Habían pasado dos horas desde su muerte. Dos horas desde su regreso a la vida. Dos horas desde que leyó la carta y envió fuera al maestre Luwin y a todos los que estaban en la sala de audiencias donde el antiguo Robb atendía a los campesinos que rodeaban Invernalia.

Él había transmigrado a la Canción de Hielo y Fuego y ahora era Robb Stark, quien moriría prematuramente un año después. El momento era justo en el que recibió la carta de su hermana, Sansa Stark, informándole del arresto de su padre Eddard Stark. Ahora era… Él era Robb Stark y también tenía todos sus recuerdos…

No, sus recuerdos estaban allí desde el principio y no tuvo que asimilar nada. Incluso sus sentimientos. Pero él había mezclado todo en una desproporción de mil a uno. Robb Stark era como una pequeña aldea en construcción mientras que él alma viajera era todo un planeta en pleno siglo veintiuno. La conciencia de Robb Stark había quedado en segundo plano, cada aspecto de ella superado en pensamientos, emociones y sentimientos.

El transmigrado había tenido cincuenta años de vida en un mundo donde un niño de cinco años ya superaba en conocimientos a Robb. No era sorpresa que apenas se sintiera como él en un lugar muy alejado de su mente. Aun así, sus emociones al recibir esa carta, junto con el conocimiento de lo que sucedería en el futuro, le llenó de tristeza e impotencia al enterarse de su propio destino y el de su familia.

El alma que se fusionó con él no conocía estos sentimientos. Era un huérfano que vivió su infancia en la miseria. No conoció el amor de una familia y nadie era importante para él. Murió solo, clasificando a las personas en dos grupos: las que podían serle útil y las que no. Pero para Robb, esto era impensable. Su familia siempre estaría primero. Incluso ahora que conocía su propio futuro y sabía del grotesco final que podía esperarle, y cuando sentía miedo, temor, repulsión y asco por su atroz final, él no dudaría ni un segundo en lanzarse a la batalla para defender a su familia. Sin importar si la historia se repetía o si su muerte fuera aún peor.

Esto no significaba que fuera la misma persona, porque su forma de pensar respecto a todo lo demás había dado un vuelco de 160 grados y tenía opiniones muy diferentes sobre todo. Tanto que, si no fuera por sus marcados sentimientos hacia su familia, él diría que era una persona completamente diferente.

Robb suspiró después de controlar sus pensamientos, ajustar sus emociones y revisar en su mente lo que podía usar para sobrevivir. A su lado, estaba echado Viento Gris, quien le dirigió una mirada interrogante cuando él lo miró. Robb extendió la mano y le acarició la cabeza, preguntándose si sus conocimientos del futuro asegurarían su supervivencia. A pesar de ellos, esta historia ya había avanzado hasta tal punto que él estaba metido de lleno en la guerra y ya no le quedaba tiempo para sacar ventaja de sus conocimientos tecnológicos, que, como ingeniero mecánico, eran muchos y podrían obrar maravillas en un mundo medieval.

Ahora todo eso, a lo sumo le daría unas pocas ventajas estratégicas en el campo de batalla, y no una ventaja abrumadora como supondría haber llegado al menos uno o dos años antes.

—¡Haced pasar al maestre Luwin! —ordenó Robb, y unos segundos después, el escuálido maestre, que ya estaba algo calvo, entró a la enorme sala de audiencias. Detrás de él se apresuró Hodor, que llevaba a Bran en una cesta. Parecía haberse autoinvitado, pero eso estaba bien, él se quedaría en Invernalia, y Robb tenía un mes para enseñarle demasiadas cosas. Las tres personas se acercaron al trono.

—¿Qué dice la carta? —preguntó Bran con aprensión. Robb guardó la carta que aún sostenía en sus manos, y que en realidad era un pequeño pergamino doblado, que un cuervo había traído.

—El rey ha sido asesinado por la reina Cersei, y ella ha acusado a padre de traición para evitar que sea nombrado regente. Ahora padre es su prisionero, y demanda que nos arrodillemos y la reconozcamos como reina regente y a su hijo bastardo, fruto del incesto, Joffrey Mares, como nuevo rey —explicó Robb sin saltarse nada. El maestre Luwin le miraba con sorpresa y Bran estaba aturdido.

—Mi señor… —Robb levantó la mano.

—Maestre Luwin, no es el momento de aclarar dudas, ya he reflexionado por dos horas sobre este asunto, es hora de tomar acciones, luego hablaremos sobre los detalles. Ahora envíe cuervos a los estandartes para que reúnan a sus huestes y se presenten en Invernalia para ir a rescatar a padre —ordenó Robb.

El maestre Luwin le miró con algo de desconocimiento, pero Robb no le prestó atención y se quedó mirándole, a la espera de que cumpliera sus órdenes. El maestre Luwin se olvidó de cualquier queja y se apresuró a cumplir sus órdenes.

—¿Padre estará bien? —preguntó Bran. «Padre está condenado porque Meñique no dejará que salga con vida sin importar nada», pensó Robb.

—Bran, padre está en gran peligro, y depende de nosotros para salvarle, pero no es el único, porque Sansa, Arya y todos nosotros podríamos morir —dijo Robb, y Bran palideció y casi se echó a llorar. Hodor lloró alarmado por su reacción—. Y solo tú puedes ayudarnos a sobrevivir —finalizó Robb, cortando el llanto de Bran antes de que iniciara. Bran le miró aturdido, y parecía tratar de asimilar sus últimas palabras.

—¿Yo? —preguntó con voz aguda, después de casi un minuto de confusión, y por su tono, aún no entendía nada.

Este Bran no era el de la serie de televisión, este Bran solo era un niño de ocho años, casi un bebé. Además, era un niño mimado, acostumbrado a que todos lo trataran bien porque el bastardo era extremadamente lindo. Incluso ahora, después de pasarse un mes dormido a causa de su intento de asesinato y haber quedado en los huesos, seguía siendo lindo, su piel pálida, cabello rojizo, rasgos finos y ojos azules.

Era lo mejor que podían dar Leidy Stark y su esposo en cuanto a hombres, su versión femenina sería Sansa Stark, pero aún así, estaba un escalón por debajo de este mocoso.

A Robb le invadió la ternura y sintió ganas de abrazarlo y consolarlo, pero se contuvo solo porque era un hombre mayor. De haber sido el Robb original, le habría dicho una mentira flagrante, como que todo estaría bien, solo para no verlo triste. Robb asintió con gravedad.

—Así es, todas nuestras vidas dependen de ti y de la magia que has heredado —dijo Robb con solemnidad. Bran frunció el ceño y hizo un puchero.

—Robb, no soy un niño —dijo Bran. Robb suspiró.

—No, eres un niño, y por eso no te has dado cuenta de la magia que posees, que poseemos todos nosotros, y que ahora es nuestra única ventaja sobre nuestros enemigos, adversarios, rivales y traidores, que esperan un momento de debilidad para clavar un puñal en nuestra espalda —sentenció Robb con seriedad y levantó una mano para que Bran guardara silencio mientras se recostaba en el trono y se ponía cómodo.

—Bran, aún eres un niño y la razón dicta que no se te puede confiar ninguna responsabilidad. Sin embargo, son tiempos desesperados y incluso los niños deberán luchar para mantener sus vidas a cambio de su inocencia. Por eso, te contaré la historia de nuestra familia, parte de esta, leyendas que hoy se consideran mitos y que solo algunas personas en este mundo podrán decirte si son verdad o cuentos, pero también te hablaré sobre la magia, que es real y está en cada uno de nosotros, pero que en ti es más fuerte y puede darnos una ventaja abrumadora sobre nuestros enemigos.

»Comencemos por la Era del Amanecer, el tiempo de leyendas que habla de la llegada de los Primeros Hombres, nuestros antepasados, a Westeros —dijo Robb y pasó una hora contándole a Bran sobre los Primeros Hombres, su encuentro con los Niños del Bosque, la llegada de los Andalos, los Rhoynar y sobre todo, la Larga Noche, describiendo la magia que podían usar y sus formas de manifestarse y cómo podía ser utilizada.

—¿Soy un cambia pieles? —preguntó Bran emocionado, porque en este momento ya tenía sueños de lobo con Verano y al escuchar sobre los cambiapieles, no le costó relacionarlos con él mismo. Robb negó con la cabeza.

—No, yo soy un cambiapieles, Jon es un cambiapieles, Arya, Sansa e incluso Rickon, pero tú eres diferente, tú eres un verdevidente —dijo Robb.

Bran abrió mucho los ojos porque Robb acababa de decirle que los verdevidentes eran los magos de los Niños del Bosque y podían hacer cosas tan locas como hundir parte de un continente si se juntaban muchos de ellos. En solitario, también eran algo extraordinario, porque podían predecir el futuro, ser cambiapieles de muchos animales, controlarlos, ver a través de sus ojos… En fin, ser los mejores espías del mundo y en este mundo donde la magia era escasa, sin ninguna consecuencia.

—Pero yo no puedo ver el futuro —dijo Bran con el ceño fruncido. Como era un niño, él no dudaba de las palabras de Robb y gracias a sus sueños, daba por hecho que todo era cierto.

—¿No? —preguntó Robb mirándolo directamente a los ojos—. ¿No soñaste algo antes de despertar de tu sueño? —agregó. Bran se estremeció.

—¡No! —dijo como si quisiera ahogar un recuerdo. Robb asintió como si le comprendiera.

—El futuro es algo terrible, y no es necesario que lo recuerdes. Nos basta con que aprendas a usar a los animales y principalmente a los cuervos, para convertirte en los ojos de nuestro ejército en su marcha hacia el sur, y en el guardián del norte, mientras yo esté fuera. Por eso debes ser fuerte y entrenar tu magia para ayudarnos a todos. Si fallas, ninguno de nosotros tendrá un futuro —sentenció Robb, y Bran, casi aplastado por la presión, por poco se echó a llorar, pero apretó los dientes y asintió, mientras Hodor brindaba su apoyo diciendo Hodor —para consolarlo.

—Bien, ahora ve a comer algo, estás en los huesos, y necesitarás fuerzas, porque empezaremos tu entrenamiento para controlar cuervos, esta misma noche. Yo aún tengo que atender a algunas personas y no podré acompañarte —dijo Robb despidiéndolo—. Y Bran, no olvides que tu magia es nuestra única salvación. Si alguien se entera de ella, todos estaremos muertos —agregó antes de que el niño se marchara. Bran empezó a derramar lágrimas, ya abrumado por la responsabilidad puesta sobre él.

El Robb original estaría destrozado por lo que había hecho, pero el actual Robb solo sentía un poco de tristeza y melancolía por llevar a un niño a una guerra donde presenciaría horrores que arruinarían su inocencia y quizás su vida futura si no lograba sobreponerse a ellos. Robb Stark nunca arriesgaría el bienestar de su hermano, por lo que ni siquiera le mencionaría el asunto.

Al salir Bran, Theon Greyjoy se abrió paso a la fuerza entre los guardias que cuidaban la puerta del salón, y Robb les hizo una señal para que no lo detuvieran. Theon, ya un hombre de diecisiete años en comparación con los catorce de Robb, cabello castaño, ojos marrones, piel bronceada por el sol, de complexión delgada y ropas rústicas pero bien cortadas y gruesas para protegerlo del frío, llevaba botas altas de cuero y una expresión de confianza que disminuyó un poco al ver la mirada fría que Robb posaba sobre él. Mirada que no era fingida, porque Robb se estaba preguntando qué hacer con este tipo.

Theon Greyjoy era una plasta inútil donde quiera que se parara. No tenía ninguna utilidad para él, porque su padre, Balon Greyjoy, señor de las islas del hierro, y quien se suponía que debía mantenerse tranquilo con su heredero como rehén en Invernalia, no le importaba nada la vida de este tipo, y en cuanto el ejército del norte diera la espalda, él atacaría sin dudar, haciendo que Robb tuviera que cortarle la cabeza a este idiota.

Robb, por supuesto, no haría el trabajo sucio de Balon Greyjoy, y ya estaba impaciente por deshacerse de este tipo, mientras muy a lo lejos, las emociones del Robb original estaban al borde del colapso, o lo estarían si este colapso no fuera más que una parte de la imaginación del actual Robb Stark, al que el destino de Theon Greyjoy le daba igual.

Theon Greyjoy no valía nada para su padre. Para un hombre capaz, esto daría igual, y aun sin el apoyo de su familia, podría surgir por sí mismo, pero los hombres capaces escaseaban. Robb no era uno de ellos, y Theon tampoco, porque era un putero, sin carácter, que vivía de su apellido y que además era un ignorante. En este mundo de locos, traidores y conspiradores, él era la descripción gráfica de carne de cañón.

—Robb, ¿qué ha pasado? —preguntó Theon con tono serio al acercarse al trono y ver la expresión de Robb.

—La reina ha matado al rey y padre, que fue nombrado regente en su lugar, como correspondería a su cargo de Mano, ha sido tomado prisionero por ella. Ahora demanda que nos arrodillemos ante su hijo bastardo, fruto del incesto, Joffrey Mares —explicó Robb. Theon mostró una expresión conmocionada y no parecía saber cómo responder o preguntar nada.

—He ordenado al maestre Luwin convocar a los estandartes. Marcharemos a Desembarco del Rey para liberar a padre —explicó Robb—. Ahora, por favor, vuelve a tus quehaceres cotidianos. Necesito preparar algunas cosas más con los sirvientes de Invernalia para preparar suministros y dejar las cosas en orden para Bran —dijo Robb haciendo un ademán para que saliera. Theon lo miró el doble de confuso que antes, ya que Robb siempre pedía su consejo y lo tenía a su lado para todo. Su comportamiento en este momento lo dejaba sorprendido.

—Guardias, llamen al mayordomo, al maestro de armas, al capitán de la guardia y al encargado de la cocina —ordenó Robb. Cuando los guardias entraron, miró al confuso Theon para que lo sacaran de allí también.

Dos horas después, cuatro después de haber llegado allí, Robb había ordenado convocar a los estandartes, siguiendo sus acciones en Canción de Hielo y Fuego. Lo que no hizo siguiendo la historia original fue decir las verdaderas razones del encarcelamiento de su padre, preparándose para el futuro. También había ordenado hacer un censo de todos los niños de Invernalia y que le dijeran si a alguno de ellos le faltaba la lengua, obteniendo tres resultados positivos que mandó asignar en tareas fuera de las áreas centrales del castillo y puso bajo vigilancia estricta con órdenes de informarle de sus movimientos.

También verificó los suministros disponibles, como armas, comida, bebida y ropa. El antiguo Robb sabía calcular cuánto de cada cosa necesitaría un ejército según su número, y el nuevo Robb colaboró con medidas de seguridad e higiene para adaptarlos a sus planes. Aunque no estaba contento, los suministros o pertrechos de guerra eran una porquería. Sus tropas serían campesinos armados con lanzas y escudos de madera y, si acaso, una armadura de cuero. Nada de guerreros envueltos en acero, de esos no tendría más de doscientos, y eso ya era un número enorme porque su padre era el Lord del Norte. Para los otros señores, cabría esperar la mitad de esos números, y campesinos armados con lo que encontraran en sus propias granjas, incluidas hoz y picos.

Robb concluyó que las batallas de los Siete Reinos eran peleas de inválidos y comprendió cómo unos pocos caballeros eran capaces de abrirse paso entre un ejército de campesinos. Ellos serían como lobos en un corral de pollos, verdaderos tanques acorazados, combatiendo contra infantería pobremente armada.

Robb también estaba impotente ante esta decepción, pues los Stark eran pobres y no tenían dinero para comprar nada. Él podría conseguir millones en oro si le dieran al menos seis meses de tiempo, pero no tenía ni siquiera un mes para hacer nada, y solo podía esperar aguantar el tiempo suficiente para obtener la financiación y recursos que necesitaba, incluyendo armaduras, espadas, caballos, lanzas, escudos y alimentos.

—Mi señor, ya es media tarde, debería comer algo antes de seguir nuestra reunión —dijo el maestre Luwin, quien al parecer ya había terminado de enviar las cartas y según sus órdenes fue llevado hasta allí. Los demás sirvientes, con los que hacía inventario de las cosas de las que disponía para tratar de salvar su pellejo y no morir en unos pocos meses, asintieron en apoyo al maestre Luwin.

Robb los miró a todos con lástima. Estos pobres miserables no sabían en qué graves problemas estaban, y en la historia original, todos ellos murieron, incluso antes que Robb. Robb decidió ignorar sus tonterías y miró al maestre Luwin.

—¿Maestre Luwin, ha tomado su almuerzo antes de venir aquí? —preguntó Robb, quien ya había ordenado a los guardias que se aseguraran de que el anciano tuviera su almuerzo.

Robb solo tenía catorce años, podía hacer y deshacer sin sufrir las consecuencias, pero el maestre ya era una persona mayor, saltarse una comida podía ser un asunto grave para él. El maestre Luwin asintió.

—Bien, los demás salgan, tengo asuntos que discutir con el maestre Luwin. Un día sin comer no va a matarme, y como dijo un sabio una vez, ya descansaré cuando muera —sentenció Robb, espantando a todos con un ademán de su mano.

Él solo tenía presente que si no hacía nada ahora, su cabeza rodaría, y al pensar en eso, no sentía ningún cansancio, pues sus instintos de supervivencia azotaban su voluntad, bajo la firme determinación de no morir por segunda vez, y menos ser decapitado o apuñalado.

—Maestre Luwin, como sabe, una vez que parta, Invernalia estará bajo el control de Bran —dijo Robb cuando los demás salieron y los guardias cerraron las puertas. El maestre Luwin asintió con pesar, parecía seguir queriendo que fuera a comer su almuerzo—. Maestre, Bran solo tiene ocho años, y la mayoría de tareas del castillo dependerán de usted y de su consejo hacia él, por lo que le explicaré a Bran que en todos los asuntos administrativos, será su decisión la que prevalecerá sobre la suya, a menos de que sean asuntos militares, en los que dejaré a cargo a otra persona —explicó Robb.

—Mi señor, será un honor guardar Invernalia para cuando regrese junto a su padre —dijo el maestre Luwin, ofreciéndole ánimos.

—Maestre Luwin, mi padre ya está muerto, como lo estuvo mi abuelo en su momento cuando cayó en manos del rey Aerys. Y es posible que yo nunca regrese. Sin embargo, haré todo lo posible para que si este escenario se cumple, nuestros enemigos sufran tal pérdida que no les quede más opción que hacer la paz, y Bran pueda sobrevivir. Por eso, hay ciertas cosas que debo discutir con usted y las cuales deberá mantener en absoluto secreto.

»La primera es que los hombres del hierro atacarán en cuanto el norte se quede sin un ejército, pero si informo de esto a mis señores, ya no querrán ir conmigo al sur, y perderemos esta guerra antes de haber comenzado —dijo Robb, y el maestre Luwin quedó estupefacto.

—Mi señor Robb, vuestro padre tiene como pupilo…

—Rehén, a Theon Greyjoy, hijo de Balon Greyjoy —interrumpió Robb—. Un hijo que no tiene importancia para Balon Greyjoy y al que desprecia por haber sido criado como ellos llaman, hombres de las Tierras Verdes. Maestre Luwin, los hombres del hierro son piratas, violadores y asesinos, no tienen honor y no respetan a nadie que no sea un asesino como ellos. Theon es solo un putero sin carácter, no vale ni un cobre para Balon o los hombres de las Islas, por lo que atacarán en cuanto parta al sur.

»No discutiré más sobre este asunto con usted. Lo que debe hacer es escuchar mis instrucciones para cuando esto ocurra —sentenció Robb—. En primer lugar, los hombres del hierro son piratas y todos son solo ladrones. Atacarán la costa, pero no podrán tomar las ciudades o fortalezas, por lo que podemos repelerlos con seguridad, usando una pequeña fuerza concentrada, sin temor a recibir daños.

»Desde este punto de vista, y teniendo en cuenta este punto débil, la prioridad de Balon Greyjoy será asegurarse de que el ejército no pueda darse vuelta y regresar, por lo que sin duda, querrá tomar Foso Cailin. Le reservaré una pequeña sorpresa para eso.

»Lo que quería discutir con usted es el estado en que se debe mantener Invernalia para ese momento y cómo se debe actuar en el momento en que se reciba las noticias sobre el ataque de los hombres del hierro, porque yo estaré lejos y tal vez no sea posible comunicarse conmigo. Por lo tanto, usted fingirá recibir las órdenes que dejaré en este momento por carta de cuervo y las ejecutará dándoselas al encargado de la guardia. Estas órdenes son las siguientes…

Los siguientes días, Robb terminó de hacer inventario y comprobó el miserable estado de su entrenamiento con espada, lanza y arco. En resumen, era una mierda, y cualquier caballero bien entrenado barrería el suelo con él. No era algo escandaloso, porque Robb solo tenía catorce años y esos caballeros le superarían por mucho en entrenamiento y experiencia, pero era una mierda. Lo peor era que no había tiempo para hacer mejoras, solo podía confiar su triste vida a Viento Gris, por lo que se aseguraba de alimentar bien al huargo y darle los mejores cortes de carne para que creciera lo más rápido posible. Robb no dejó su entrenamiento, pero en una pelea, no apostaría su vida a sus propias habilidades.

Por otro lado, a pesar de sus desventajas como guerrero, en un futuro, su final llegaría por una traición, que era el resultado de decisiones terribles tomadas por él mismo. Por lo tanto, el principal objetivo de Robb en esta guerra era vigilar su espalda y ocuparse de que los posibles traidores estuvieran bajo sus ojos en todo momento. También aprovecharía cualquier excusa para deshacerse de ellos.

Robb tampoco desecharía sus ventajas tecnológicas, aunque no pudiera usarlas en esta guerra que ya estaba sobre él. Tenía que ganar o morir con lo que tenía ahora, pero eso no significaba que debía esperar a que la guerra terminara para empezar a usar sus conocimientos de otro mundo. Por eso, había enviado por los Manderlys, que podría usar como sus contactos con sus futuros aliados económicos. También había hecho un montón de garabatos que el maestre Luwin transformó en un libro impecable.

El alma que se fusionó con él era un ingeniero mecánico, pero tenía una computadora que dibujaba por él. El papel y el lápiz solo le servían para hacer anotaciones en los costados de las hojas impresas, por lo que era un dibujante terrible y su letra era horrible. Ahora su libro estaba preparado y esperaba la llegada de los Manderlys. Si sobrevivía a esta guerra, ya tendría una base sólida para lidiar con las consecuencias.

En cuanto a las traiciones, Robb ya se estaba preparando. Una de ellas, provocada por la muerte de los hijos de Rickard Karstark, se podía evitar de forma fácil, no evitando su encuentro con Jaime Lannister, porque ese plan era bueno y no lo iba a cambiar a menos que la situación fuera desfavorable. Su plan era simplemente evitar que el Matarreyes hiciera algún desastre, encargándose de él antes de que pudiera hacerlo.

Para eso, mandó a preparar una buena ballesta y también estaba pensando en otras tácticas de apoyo que se considerarían rastreras en este mundo. Pero desde que se enteró de su futuro y con todos los conocimientos que tenía ahora, pensar en el honor le hacía apretar los dientes. Fue eso y su falta de cerebro lo que provocó la muerte de su madre y la suya. «¡No volverá a pasar!», sentenció Robb en su mente.

En cuanto al entrenamiento de Bran, el niño era un prodigio en cuanto a ser cambiapieles. En solo una semana, ya controlaba una bandada de cuervos al completo, siempre bajo la estricta vigilancia de Robb y al amparo de la oscuridad. Robb le advertía constantemente que si alguien se enteraba de su ventaja como verdevidente, podrían despedirse de sus vidas.

Mientras entrenaba, Robb le contó a Bran sobre el Cuervo de Tres Ojos y dejó algunos mensajes para él en cuanto se pusiera en contacto, si es que lo hacía. Robb garantizó que llevaría a Bran con él en el momento indicado, pero que primero debía resolver la guerra en el sur y mantener el norte intacto.

Dos semanas después de que Robb volviera a nacer, dispuesto a sobrevivir en este mundo de traiciones y muertes, y más allá de eso, llevar al norte a la gloria, y ser cruel y astuto con todos aquellos que quisieran jugar con su vida y la de su familia, empezaron a llegar los señores del norte junto a sus tropas.

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