45
Edward
Estamos en camino a casa de mis padres y Bella es como una bola de energía a mi lado. Es claro que está nerviosa.
Se la ha pasado hablando de lo mucho que quiere que caiga la primera nevada y ahora, a punto de llegar, está hablando de gansos. Putos gansos.
No puedo simplemente no escucharla, no puedo bloquear la conversación, así que lo único que me queda es lanzar "mm-hm" dispersos.
A decir verdad, yo también estoy un poco nervioso, pero más que nada porque Alice puede ser demasiado molesta. Tan molesta que quiero lanzarle lo que tenga más cerca a la cabeza. Espero que mi mamá no esté sobre Bella todo el tiempo, porque entonces papá y yo estaremos incómodos sin saber cómo detener la verborrea de mamá.
—Esta es—la corto, señalando con la barbilla la casa y estacionando mi auto en la entrada al garaje.
—Oh, es bonita—dice ella, mirando por la ventana, inclinándose para ver el segundo piso—. ¿Por qué sigues diciendo que eres pobre?
—Yo soy pobre, mi papá no—le guiño y salgo del auto.
La escucho mascullar y luego está a mi lado mientras abro el maletero.
—¿Qué es todo eso?
—Regalos.
—Uhh—sonríe, ronroneando—. Supongo que Santa está en la ciudad. Un Santa muy ardiente, debería decir—suelta risitas y afianza el agarre en el postre que lleva en las manos.
Me inclino a ella y beso su boca, amaso sus labios mientras ella mordisquea. Lleva una mano a mi cabello y termina por rascar mi nuca.
—Andando—me apresura.
Caminamos hacia la puerta y estoy a punto de tocar el timbre cuando esta se abre.
—¡Hola! Los vi por la ventana. Qué buen beso, eh—Alice sonríe, guiñando—. Es bueno verte otra vez, Bella. ¡Oh, y trajiste un postre! Déjame tomarlo—Bella está a punto de tendérselo cuando Alice la detiene—. Olvídalo, quédate con él y luego tú se lo das a mi mamá. Ya sabes, para que sumes puntos y todo eso.
—Alice, hazte a un lado—la empujo y Bella camina tras de mí, dándole una mirada de disculpa a mi hermana.
La llevo hasta la sala, en donde dejamos los regalos debajo del gran árbol.
—Iré a decirle a mi mamá que están aquí—comenta Alice a mis espaldas.
No pasa mucho tiempo para que mis padres entren a la sala. Estoy acercándome al sofá cuando ellos saludan a Bella con grandes sonrisas.
—¡Hola! —saluda mi mamá—. Tú debes ser Bella. Soy Esme y este es Carlisle.
—Es bueno conocerlos finalmente—murmura Bella—. Traje un pay—ofrece, agitando.
—Oh, eso es muy lindo de tu parte—me acerco a Bella mientras mamá está tomando el postre de sus manos—. Carlisle llévalo a la cocina.
Jalo el codo de Bella y le señalo el sofá con la barbilla.
Ella me sigue y nos sentamos bajo las atentas miradas de mamá y Alice, quien se coloca frente a nosotros cómodamente y toma una revista, fingiendo no estar interesada.
—¿Quieres un cóctel? Estaba a punto de hacer margaritas—mamá le pregunta a Bella—. Dicen que las margaritas son medicina alternativa.
Bella abre la boca cuando la interrumpo.
—¿Por qué no dejamos las bebidas para más tarde, eh, mamá?
Mamá me mira atentamente y luego me entrecierra los ojos.
—¡De acuerdo! —exclama—. ¿Quieres agua, Bella? Iré a traer agua. Alice, ¿ya tomaste agua hoy? Recuerda beber dos litros—ella se va hablando hasta doblar la esquina.
Le alzo las cejas a Bella y ella sólo asiente con la cabeza, incómodamente.
Ella mira a Alice, que desvía la vista hacia su revista otra vez.
—¿Y Alice? —Bella la llama—. Edward me dijo que estás estudiando en California.
—Así es—ella responde, presumida.
—¿Qué estudias?
—Farmacéutica—dice, pasando la página.
Bella va a decir algo más cuando es interrumpida por mamá.
—¿Tienen hambre? Pasemos al comedor. El agua ya está ahí.
Alice salta y la sigue. Bella me mira, mortificada.
—Está bien—la tranquilizo—. Aunque creo que debí dejar que mi mamá tuviera una margarita antes.
—No me digas—susurra.
Saco la silla de Bella y dejo el asiento junto a ella vacío, quiero que tenga una escapatoria si así lo desea. Alice se sienta frente a ella y papá ya está a la cabeza de la mesa, deslizando su dedo por su iPad.
—¿Es ese un bolso Chanel? ¿Verdadero? —Alice pregunta, estirándose y tomando el bolso nuevo de Bella en sus manos.
Me encojo de vergüenza.
—Alice—le advierto.
—¡Oh dios! ¡Entonces es cierto! Eres rica.
—Alice… ¿qué…
—Está bien—Bella me interrumpe, apretando mis dedos—. Acabo de comprarlo.
—¡No inventes! —Alice lo gira en sus manos, viéndolo desde todos los ángulos—. Siempre quise un bolso de diseñador. Podría robar la tarjeta de crédito de papá, pero eso es simplemente demasiado.
Miro a papá, que está ignorando esta conversación exitosamente. Su ceño está fruncido en concentración mientras lee algo.
—Oh, ¿enserio? Quise convencer a Edward de comprarte uno mientras estuvimos en SoHo, pero tu hermano dijo que en realidad no necesitabas algo como eso. Creí que no estabas interesada.
Gracias, Bella.
—¿Enserio? ¿Dijo eso? —Alice me patea por debajo de la mesa y pellizca mi brazo extendido.
—¡Auch! —chillo, alejando su mano y sobándome.
—Por favor, no peleen—murmura papá, dejando su tablet a un lado.
—Alice, ven a ayudarme—la voz de mamá se escucha desde la cocina y ella gruñe, dejando el bolso a un lado.
Papá le da una sonrisa a Bella y luego se impulsa con sus manos para alejarse de la mesa.
—Tengo que hacer una llamada, ya vuelvo.
Él se va y Bella observa sus alrededores, jugando con las mangas de su suéter.
—¿Estás bien? —la codeo y ella me mira de reojo.
—¿Qué tanto saben de mí? —pregunta en voz pequeña, bebiendo de su vaso de agua.
—No mucho en realidad—confieso—. Sólo Alice sabe quién eres, a grandes rasgos, pero mis papás no. Y sólo saben lo de tu papá porque preguntaron la razón por la cual iba a Nueva York.
—Oh—ella asiente—. De acuerdo.
Bella se mira las manos y vuelvo a codearla. Parece pensativa.
—¿Qué pasa?
—Nada—se encoge—. Sólo… nada. Es extraño… conocerlos.
—¿Por qué? —le entrecierro los ojos, presionándola para que me diga más.
—No lo sé, tal vez sería un poco mejor si ellos al menos supieran quién soy.
—La única razón por la cual tu familia sabía quién era yo era por el asunto de la casa. Tú tampoco querías decírselos.
—Porque apenas habían pasado unos días—murmura—. Está bien, yo sólo…—se pasa una mano por el cabello y comienza a jugar con sus puntas—. Responderé sus preguntas… si tienen alguna.
—No les dije nada porque… bueno, no estaba preparado y estábamos como en el limbo. Ellos no necesitaban saber eso.
En ese momento, Alice regresa al comedor, cargando un tazón.
—Vaya, gracias—Bella me susurra—. ¿Necesitas ayuda con algo? —le pregunta a Alice, terminando así nuestra conversación.
Aprieto la quijada en molestia.
¿Acaso es tan difícil entenderme? Si ella no se hubiera sentido presionada por su cumpleaños para presentarme con su familia, ¿ya les habría hablado de mí?
—Si, puedes ayudarme con los pays—Alice le responde sonriente y ambas se dirigen a la cocina.
Ellas van y vienen y termino mi vaso de agua en un intento por calmar mi irritación.
—No eres alérgica a las nueces, ¿verdad? —escucho que mamá le pregunta—. Porque esto tiene nueces.
—No, no tengo alergias—Bella le responde.
Papá regresa y pone su atención en su iPad otra vez. La deja a un lado hasta que mamá se lo pide.
—¿Llamaste a tus abuelos? —mamá le pregunta a Alice, tomándola del brazo.
—Si—ella responde, alcanzando la ensalada.
—¿Y tú? —los ojos de mi mamá me perforan, esperando detectar una mentira.
—No, ya los llamó Alice.
—Edward…
—Lo haré más tarde—la apaciguo.
Servimos la comida en silencio y luego papá lo rompe incómodamente, diciéndole a Bella cuánto lamenta la muerte de su padre. Los movimientos de Bella sobre su plato se detienen y le da un asentimiento.
—¿Hace cuánto tiempo murió? —él insiste.
Bella traga su vino.
—Fue hace más de medio año—dice, tratando de quitarle importancia al asunto—. Justo cuando la división de la casa terminó.
Mierda. Tal vez la molestia de Bella no disminuirá después de esto porque ellos no saben, literalmente, nada de ella ni de todo este asunto.
Sus ceños se fruncen en sintonía.
—¿La casa? —pregunta mamá, compartiendo una mirada con mi papá—. ¿Qué casa?
Alice menea la cabeza y se rasca la frente casualmente, pero sé exactamente lo que está pensando. Me da una mirada reprobatoria para comprobarlo.
—Eh, la casa de Edward. Dividieron la propiedad y luego se la vendieron—Bella explica, sus ojos yendo de mis padres a mí.
Mamá boquea ligeramente.
—¿Eres Bella Swan?
Bella inhala, su pecho se expande y deja el tenedor sobre su plato.
—Si—dice—. También soy la vecina de Edward.
—Oh, vaya… bueno, ¿por qué no habías dicho eso, Edward? —papá cuestiona, alzándome las cejas.
—En realidad no les había dicho nada—lo señalo con mi tenedor.
Esto se está poniendo incómodo. Demasiado.
Él frunce el ceño, haciéndome saber que mi descaro no es bienvenido.
—¿Alguien quiere aderezo? —Alice pregunta al aire, sacudiendo la botella de vinagreta italiana.
—¿Puedo usar su baño? —Bella dice en su lugar, arrastrando su silla.
—Claro, está junto a la puerta principal—mamá le responde y Bella le sonríe, yéndose en silencio. Los tacones de sus botas haciendo ruido.
—Vaya, en verdad eres un idiota—Alice masculla.
—¿Qué? —me defiendo.
—Eso fue horrible—. Papá acepta con una pequeña sonrisa.
—¡Te eduqué mejor que eso! —mamá gruñe, lanzándome un trozo de manzana a la cabeza. Rebota y cae en mi regazo.
—¿Sólo porque no les dije su apellido?—me hago el desentendido, dejando la manzana perdida sobre la mesa.
—No, porque no nos dijiste nada. ¡Le compraste una casa a su familia! ¡Es tu vecina! ¡Tu novia! ¡Y su familia es importante! —mamá continúa.
Le resto importancia con un gesto de mano.
—A ella no le interesa eso. Le dije que ustedes no sabían nada.
—De todas formas, es de mal gusto—Alice apunta—. ¡Y claro que le interesa! ¡Huyó al baño!
—Tiene una vejiga pequeña—murmuro, desparramándome en mi silla.
—Tendré que disculparme—mamá murmura, meneando la cabeza—. Pásame el aderezo, Alice.
—Buena suerte que no criticamos las manzanas—dice mi hermana.
—¿De qué hablas? Amamos las manzanas.
—Si, pero todo puede suceder—se encoge de hombros.
—Edward, deberías disculparte con ella—papá susurra, observando su plato—. Lo digo por experiencia.
Mamá jadea.
—¿Qué intentas decir? —medio grita, medio susurra.
—Nada. Sólo que debería disculparse—él se defiende—. Pásame el aderezo. Bella, ¿quieres aderezo? —le dice cuando ella regresa.
—Seguro, gracias.
Ellos comparten una mirada mientras Bella se concentra en bañar su lechuga y mamá abre la boca. Me encojo de la vergüenza.
—Lamento el malentendido, Bella.
Bella le sonríe ligeramente, moviendo sus hombros.
—Está bien. Él no se los dijo, no hay manera de que supieran.
—De acuerdo. ¿Le compraste tu casa a tu familia?
—No, solía vivir ahí—contesta, alcanzando una servilleta—. Mi papá y mi tío quisieron dividir el terreno y me quedé con una mitad. Originalmente la otra parte sería para mi primo, pero cambió de parecer. Yo no estaba en el país cuando Edward la compró.
—¿Tu familia lo conoce? ¿Oficialmente? —papá pregunta mientras sus ojos me perforan.
Quiero decirles que se ocupen de sus asuntos y dejen de hacer preguntas. O tal vez decirles que la comida de Bella se enfriará.
Bella alisa las arrugas inexistentes de su regazo.
—Si, estuvo en mi fiesta de cumpleaños.
—Oh, ¿cuándo cumples años?
—Septiembre 13.
—¿Y cuándo comenzaron a salir? ¿Edward?
Estoy a punto de rodarle los ojos, pero suspiro y finjo pensarlo.
—Agosto—¿o fue septiembre? Jesús, Bella va a matarme.
—¿Entonces él conoció a tu familia justo después de que comenzaran a salir y tú nos visitas hasta diciembre? Interesante—papá me entrecierra los ojos y huyo de su mirada.
—Si, al parecer—Bella dice.
—Bueno, suficiente. Déjenla comer—intervengo.
Ellos dejan de hacer preguntas por un rato y comienzan una conversación sobre un futuro viaje a Florida.
—¿Desde cuándo quieren ir a Florida? —cuestiono.
—Aquí hace frío, en Florida no—mamá responde.
—No sabía que querían ir—murmuro.
—Si, al parecer guardamos secretos en la familia—ella responde, dándome una sonrisa come mierda.
Le ruedo los ojos y escucho las risitas de Bella y Alice.
Para cuando terminamos de comer, ellos están preguntándole a Bella sobre el trabajo, cuestionándole sobre las cosas que hace en su compañía y sobre manzanas.
—¿Las orgánicas en realidad son orgánicas? —pregunta Alice, señalándola con el tenedor, que tiene un trozo de manzana pinchado en él.
—Si—Bella se ríe—. No mentimos con eso.
—Creía que era mentira y sólo el precio aumentaba.
—Pueden conseguirlas más baratas en la tienda junto a los sembradíos—explica ella—. También pueden recolectarlas ustedes mismos.
—¿Enserio? —los ojos de Alice se abren.
—Seguro.
—¿En dónde está? ¡Mamá, vamos! —Alice sacude el brazo de mamá.
—Tomando la 101, pasando el viejo molino y la granja en donde solía haber vacas.
—Oh, solíamos ir a ver a las vacas cuando éramos niños, ¿te acuerdas, Edward?
—Creo que hay una foto—acepto.
Llevamos nuestras raciones de pay a la sala y aprieto la rodilla de Bella al sentarme a su lado.
—¿Estamos bien? —susurro contra su oído y ella me mira, entrecerrando sus ojos y coloca su mano sobre la mía.
—¿Podemos hablar de eso más tarde?
—¿Me odias?
—¿Qué? No—frunce el ceño—. Dijimos que no más peleas.
—¿Enserio?
Ella asiente con su cabeza.
—Enserio—aprieta sus labios como en una sonrisa antes de dejar un beso en mi mejilla y se aleja cuando Alice se sienta a su lado.
—¿Qué hicieron en Nueva York? —pregunta, con una gran sonrisa y lamiendo su dedo lleno de relleno de pay.
Bella le cuenta sobre el viaje y su conversación llama la atención de mis padres, así que mientras probamos los postres les contamos sobre lo ocurrido en la otra costa. Bella intenta ocultar el hecho de que nos perdimos en Queens por su culpa, pero logro contarlo y sus mejillas se tiñen de rosa.
—¿Están listos para los regalos? —papá se acerca al árbol y le pasa un regalo a mamá, le da otro a Alice y luego me da uno a mí.
Siempre esperamos para abrir los obsequios al final, así que no tardamos mucho en hacer la repartición. Voy hacia el árbol y tomo los tres sobrantes.
—Estos son de Bella—anuncio y ella detiene su tenedor junto a su boca, mirándome.
Mi familia jadea sorprendida y Bella sonríe, captando la indirecta y continuando mi mentira.
—Si, así es—carraspea—. Espero que les gusten.
Le doy un guiño cuando regreso a su lado y me entrecierra los ojos.
—¿Por qué hiciste eso? —cuchichea en mi oído cuando el resto está haciendo demasiado ruido al abrir sus regalos.
—Es una buena manera de ganar puntos—me encojo y ella sonríe ligeramente.
—Gracias—susurra—. ¿Qué les compraste?
No le respondo, simplemente señalo con mi barbilla hacia ellos y ella suspira, rindiéndose y esperando descubrirlo al mismo tiempo que mi familia.
—Oh, Bella, no debiste—comenta mamá, alzando su abrigo de tweed a cuadros—. Es precioso, gracias.
Le conseguí un libro a papá de su lista "por leer" y a Alice le compré un bolso.
—La próxima vez trataré de conseguirte uno de diseñador—Bella palmea su hombro—. Tal vez Edward lo permita ahora.
—No, claro que no—intervengo, ganándome una mirada sucia por parte de Alice. Está a punto de pellizcar mi pierna, pero logro detenerla.
Papá y Alice se pierden en el piso de arriba, buscando los juegos de mesa y mamá va a la cocina, llevándose los platos sucios.
—Fue lindo de tu parte hacer eso. Gracias—comenta Bella, rascando mi quijada—. Aunque fácilmente pude haberlos comprado yo.
—Si, como sea—dejo un pequeño beso sobre su boca y envuelvo sus hombros con mi brazo—. ¿Ya te sientes bien aquí? ¿estás mejor?
—Si—suspira y apoya su cabeza en mi hombro—. Me agradan.
—Mmm, creo que también le agradas a Alice—acepto, considerando la posibilidad de eso—. Decidí darles regalos en tu nombre en un intento de convencer a Alice de que no eres tan mala.
—¿Ella cree que soy mala? —Bella se aleja, mirando hacia las escaleras.
—Algo así… o lo pensaba—atrapo su mano libre y juego con sus dedos—. Puede que le haya contado un poco sobre nuestros inicios. Necesitaba un consejo.
—Rayos. Fui mala en ese entonces.
—Seh, no le agradabas, pero creo que ahora ha cambiado su opinión.
—¿En verdad lo crees?
Lo considero, echando vistazos hacia las escaleras también.
—Es muy posible. A ella nunca le agradan mis novias, pero nunca había estado tan… animada antes. Antes me dijo que lo intentaría y al parecer cumplió su promesa.
Bella hace un mohín.
—Mmm, bueno. Espero que no me odie… me lo dirás, ¿verdad? ¿me dirás si me odia?
Me río entre dientes, jalándola de regreso a mí.
—No creo.
¡Hola! Espero que les haya gustado.
Finalmente se conocieron aunque pareciera que Edward se esforzó en ponerlo incómodo jaja.
Háganme saber que piensan. Nos seguimos leyendo.
