Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Desaparición para expertos" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.
Capítulo 12
Se sentaron en la isla de la cocina, separados por los dos ordenadores, y se oía el sonido de los teclados desacompasados.
—Vas demasiado rápido —le dijo Bella a Edward mirándolo por encima de su pantalla—. Tenemos que mirarlas muy detenidamente, una a una.
—Vaya —dijo él sarcástico, haciendo la mueca correspondiente—. No me había dado cuenta de que buscábamos pistas en el oscuro cielo de la noche. —Giró su ordenador para enseñarle cuatro fotos consecutivas de los farolillos chinos flotando en la oscuridad.
—Solo era una apreciación, Gruñóncito.
—Así te llamo yo a ti —dijo él—. Tú no puedes utilizarlo.
Bella volvió a centrarse en su pantalla, haciendo clic en las fotos y vídeos de la fiesta destroyer que le habían enviado. Edward revisaba las fotos del homenaje: ya había más de doscientas.
—¿No estamos perdiendo un poco el tiempo? —Edward saltó rápido otra serie de fotos—. Sabemos que Jamie fue a la fiesta destroyer después del homenaje y ahora hemos descubierto que salió de allí sano y salvo a las diez y media. ¿No deberíamos averiguar cuáles fueron sus movimientos después de eso?
—Sabemos que se fue de la fiesta destroyer —dijo Bella—, pero todavía no sabemos por qué había ido, que ya es bastante extraño de por sí. Y a eso hay que añadirle la conversación telefónica que escuchó George. Es un comportamiento muy raro, ya viste la cara de Harry cuando se lo conté. No es normal. No se puede decir de otra manera. La forma de actuar de Jamie desde el homenaje es rara. Tiene que ser relevante en su desaparición.
—Supongo. —Edward volvió a mirar la pantalla de su ordenador—. A ver, creemos que Jamie vio a «alguien» en el homenaje. Lo encontró entre el público y esperó, luego lo siguió hasta Highmoor y a la fiesta destroyer. Stephen el Asqueroso ha dicho que parecía que Jamie estaba allí, mirando sin más, ¿no?
—Sí. —Bella se mordió el labio—. Eso tiene más sentido. Entonces, ese «alguien» probablemente sea una persona del instituto, de mi curso o uno menos.
—¿Por qué iba a seguir Jamie a alguien de tu instituto?
Bella percibió la incomodidad en la voz de Edward, aunque intentara disimularla.
La asaltó el instinto de defender a Jamie, pero lo único que consiguió decir fue:
—La verdad es que no lo sé.
Nada de todo aquello pintaba bien. Se alegró de haberle enviado a Harry un cuestionario de cuatro páginas sobre elementos típicos de las contraseñas para que él y su madre siguieran intentando entrar en el ordenador de su hermano. Era más difícil hablar de esto con él allí. Pero a Bella también le estaba costando aceptarlo. Tenía que haber algo que se les escapara, algo que pudiera explicar por qué Jamie estuvo allí y a quién estaba buscando. Debía de ser algo lo bastante importante para él como para dejar plantada a Rose e ignorar todas sus llamadas. Pero ¿el qué?
Bella miró la hora en la esquina inferior derecha de la pantalla. Eran las cuatro y media. Si a Jamie se lo había visto por última vez a las 22.32, llevaba desaparecido cuarenta y dos horas. Solo quedaban seis para la marca de las cuarenta y ocho. El tiempo límite en el que las personas desaparecidas suelen volver: casi el setenta y cinco por ciento. Pero Bella tenía el presentimiento de que Jamie no sería uno de ellos.
Y otro problema: la familia de Bella estaba en el supermercado, su madre le había escrito para avisarla. Llevaba todo el día evitándolos, y Jake había ido con ellos, así que seguramente se retrasaran por su compra impulsiva (la última vez convenció a papá para comprar dos bolsas de palitos de zanahoria, que terminaron dejando porque se acordó de pronto de que no le gustaban las zanahorias). Pero incluso con las distracciones de Jake, llegarían pronto a casa y era imposible que no hubieran visto ya los carteles de la desaparición de Jamie.
Ya no podía hacer nada, tendría que lidiar con ellos cuando llegaran. O seguir evitándolos rogándole a Edward que no se fuese nunca; sus padres seguramente no le gritarían delante de él.
Bella siguió mirando las fotos que había enviado Katie C., una de las seis Katies de su curso. Jamie solo aparecía en dos de todas las que había visto hasta ahora, y ni siquiera estaba segura de una. Solo se apreciaba el antebrazo, sobresaliendo de un grupo de chicos que posaban en el recibidor. El brazo sin cuerpo llevaba una camisa burdeos como la de Jamie, y también su reloj cuadrado negro. Era muy probable que fuera él, pero no le proporcionaba demasiada información, más allá de que Jamie pasó por la fiesta a las 21.16.
¿Puede que fuera la hora a la que llegó?
En la otra al menos se le veía la cara, al fondo de una foto de Jasveen, una chica del curso de Bella, que estaba sentada en un sofá azul. La cámara estaba enfocando a Jas, que hacía unos pucheros exageradamente tristes, seguramente a causa de la enorme mancha de bebida roja sobre su top anteriormente muy blanco. Jamie estaba de pie detrás de ella, a unos cuantos metros, junto a una ventana oscura. Estaba algo borroso, pero se le distinguían los ojos, mirando fijamente en diagonal, hacia el lado izquierdo del encuadre. Parecía tener la mandíbula tensa, como si estuviera apretando los dientes. La foto sería del momento en el que Stephen Thompson lo vio; sí que parecía que estaba mirando a alguien. Los metadatos indicaban que la foto se hizo a las 21.38, así que Jamie ya llevaba en la fiesta unos veintidós minutos en ese momento. ¿Se había quedado ahí plantado todo el tiempo, mirando?
Bella abrió otro email, esta vez de Chris Marshall, de su clase de Lengua. Se descargó el archivo de vídeo adjunto, enchufó los auriculares y pulsó el play.
Eran una serie de vídeos cortos, así que serían las historias de Instagram o Snapchat que Chris había guardado en su móvil. Había un selfi de él con Peterel-de-política bebiéndose dos botellas de cerveza, seguido de un vídeo corto de un tío al que Bella no reconoció haciendo el pino mientras Chris lo animaba. A continuación, una foto de la lengua de Chris que, por algún motivo, se había vuelto azul.
Luego otro vídeo cuyo sonido le reventó a Bella los tímpanos e hizo que diera un respingo. Voces estridentes, gente coreando a gritos: «¡Peter, Peter!» mientras el resto abucheaba, se burlaba y se reía. Se encontraban en lo que parecía un comedor, las sillas estaban apartadas de la mesa, llena de vasos de plástico formando dos triángulos, uno a cada lado.
Estaban jugando al beer pong. Peter-el-de-política estaba en un extremo de la mesa, apuntando con una pelota naranja, con un ojo cerrado para enfocar. Hizo un movimiento de muñeca y el proyectil salió disparado de su mano, aterrizando con una pequeña salpicadura en uno de los vasos alineados.
Los auriculares de Bella vibraron con los gritos que estallaron por toda la habitación y Peter rugía victorioso al mismo tiempo que la chica al otro extremo de la mesa se quejaba por tener que terminarse su bebida. Y entonces Bella se fijó en otra cosa, su mirada se centró en el fondo. Pausó el vídeo. De pie, a la derecha de las puertas de cristal que daban al comedor, estaba Tori, animando con la boca abierta y con una ola de líquido oscuro derramándose de su vaso. Y había algo más: en el pasillo amarillo que tenía detrás, desapareciendo por la puerta, vio un pie. Un resquicio de pierna con un pantalón como el que llevaba Jamie aquella noche, y unos tenis blancos.
Bella rebobinó unos segundos el vídeo, justo hasta la victoria de Peter. Pulsó el play e inmediatamente lo volvió a pausar. El del pasillo era Jamie. Su silueta estaba borrosa porque estaba en movimiento, pero tenía que ser él: pelo castaño oscuro y una camisa burdeos sin cuello. Estaba mirando un objeto oscuro que sujetaba entre las manos. Parecía un teléfono.
Bella volvió a pulsar el play y vio cómo Jamie caminaba por el pasillo rápidamente, ignorando el jaleo del comedor, con la mirada clavada en su teléfono.
Tori giró un segundo la cabeza y siguió sus pasos, antes de que la pelota cayera en el vaso y los gritos volvieran a llamar su atención.
Cuatro segundos.
El vistazo dura solo cuatro segundos. Luego Jamie desaparece y sus tenis blancos son la última huella que dejó.
—Lo encontré —dijo Bella.
