Descargo de responsabilidad.
Canción de Hielo y Fuego no me pertenece, ni ninguna de las imágenes mostradas. Este fic fue creado por mí con el propósito de entretener.
Rodrik
Ser Rodrik observaba el amanecer mientras los primeros rayos del sol penetraban la niebla y la penumbra del bosque por el que viajaba desde hacía dos semanas.
Hacía quince días, Ser Rodrik recibió una carta de Robb Stark, el llamado Lobo de Invierno y Señor del Norte después de la muerte de Eddard Stark. La carta le ordenaba partir hacia Fuerte Terror. Dos semanas después, en pleno camino, recibió otra carta que le ordenaba detenerse y acampar justo donde estaba en ese momento.
Ser Rodrik solo podía suspirar por la desconfianza de Robb, a pesar de que lo conocía desde que nació.
Ser Rodrik no se lo reprochaba, porque entendía que Robb dependía de la magia de su hermano y que dar explicaciones sobre eso podría ponerlo en desventaja en la guerra o hacer que sus señores lo consideraran un loco. Él mismo no habría creído en la magia si no la hubiera presenciado varias veces, cuando Bran controlaba a los cuervos y conversaba con Robb.
Aunque se suponía que esto era un secreto absoluto, él era el encargado de la seguridad de Invernalia y se había enterado de algunos alborotos. Ahora trataba de asegurarse de que este secreto no saliera de Invernalia, al menos hasta que la guerra hubiera terminado. Aunque no temía mucho por eso, ya que incluso él, habiéndolo visto, había dudado hasta que no le quedó más remedio que aceptarlo y tomar las medidas de seguridad necesarias para evitar que la información se difundiera. Había nombrado una guardia permanente para Bran.
Por otro lado, a pesar de estar al tanto de todo, él fingía no ver nada. Prefería evitarle dolores de cabeza a Robb, quien ya tenía suficiente con llevar una guerra sobre sus hombros. Invernalia estaba bajo su cuidado y la administración del Maestre Luwin hasta que Robb regresara.
Los pensamientos de Ser Rodrik se vieron interrumpidos por un cuervo que se acercó. Extendió la mano y una carta cayó en ella. El cuervo siguió volando y se posó en una rama alta para observar.
—Esto es grave —pensó Rodrik.
El cuervo que había entregado la carta era de Robb. Bran simplemente la habría estrellado en su cara; el niño carecía de disciplina y se tomaba todo como un juego.
Ser Rodrik se apresuró a abrir la carta, que llevaba el nuevo sello de Robb: la cabeza de un lobo Huargo blanco con ojos azules. Ser Rodrik sonrió al verlo. Ese era Fantasma, el lobo de Jon, pero con los ojos azules de Robb. Sin duda, Robb estaba pensando en su familia al elegir ese sello, un mensaje sutil para ellos.
El contenido de la carta, era una dirección en la que debían marchar, y un documento, que llevaba el membrete con los correspondientes saludos oficiales y un sello en la parte final. Era un documento oficial y, después de leerlo, Ser Rodrik apretó los puños.
—¡Formen! —ordenó Ser Rodrik con ira a sus doscientos hombres, que se estaban levantando y cuidando de los caballos.
Diez minutos después, doscientos hombres bien formados y equipados con armaduras ligeras, lanzas y un pequeño número de arcos montaron en sus caballos con él a la cabeza.
...
Una hora después, Ser Rodrik y sus hombres cargaron en un claro del bosque contra unos quince hombres. Sin hacer ninguna pregunta, blandieron sus espadas y lanzas en una carga de caballería. Ser Rodrik cabalgó a la izquierda para patear a uno de los bandidos que estaba sobre una mujer.
Ser Rodrik detuvo su caballo a unos tres metros y descabalgó de un salto para correr, luego sacó su espada y cortó a un perro que se le lanzó encima. Había más perros, pero sus hombres se encargaron de ellos mientras él llegaba a la mujer. Sus hombres apresaron al bandido.
Ser Rodrik se quitó su capa y se la tendió a la mujer, una joven de no más de quince años que estaba toda rasguñada y golpeada. La chica lloró sin entender mucho de lo que estaba sucediendo allí.
—Señorita, tranquilícese. El Lobo de Invierno le dará su justo castigo a este bandido —consoló Ser Rodrik mientras sus hombres arrastraban a la basura humana frente a él.
El bandido era un hombre joven, algo gordo, con apariencia de campesino, pero llevaba armadura de cuero y buenas ropas. Se trataba de Ramsay Nieve, el hijo bastardo de Lord Roose Bolton, cuya descripción estaba en la carta de Lord Stark.
—¡Sosténganlo! —ordenó Ser Rodrik mientras agitaba su espada.
—No, soy un lord… —uno de sus soldados golpeó al engendro desnaturalizado, y cuando cayó al suelo, los demás lo patearon.
—¡Basta! —reprendió Ser Rodrik, ya que estos hombres tenían poca experiencia como soldados y guardias, y aún permitían que sus emociones nublaran su juicio.
Los soldados sujetaron al bastardo de Bolton, que ya no pudo seguir gritando, porque le habían fracturado la mandíbula. Rodrik sacó la carta mientras lo ponían en posición para enfrentar su juicio. Él leyó el documento que venía con la carta.
—Yo, Robb Stark, señor del Norte… Por todos estos crímenes y ante la situación irrefutable de haber sido sorprendido en los hechos, declaro que Ramsay Nieve será sometido a la ley del Norte y la mía como su señor…
…
Después de dos semanas de marcha, Ser Rodrik entraba a Invernalia por la puerta principal y llamaba a algunas sirvientas para que se ocuparan de la joven. Luego el Maestre Luwin se encargaría de escribir su testimonio para su señor.
Ser Rodrik observó que un cuarto del patio de entrada estaba cubierto de carretas que llevaban barriles de aceite. Por la cantidad, servirían para alimentar Invernalia durante unos diez años, pero Ser Rodrik sabía que esto no era para Invernalia. Lord Stark debía tener nuevos planes.
Ser Rodrik desmontó y entregó las riendas de su caballo a un mozo de cuadras. El capitán de la guardia a cargo salió a darle su informe. Ser Rodrik observó al pequeño ejército que entrenaba en el patio mientras escuchaba el informe.
En su encuentro con Robb en Foso Cailin, este le había dicho que a su llegada a Invernalia lo esperaría un ejército de mil campesinos que debía entrenar para llevar armadura, lanza, arcos y montar a caballo.
Ser Rodrik no había entendido nada en ese momento, ya que no tenían armas para equiparlos ni suficientes caballos. Aun así, había cumplido las órdenes y entrenado a los hombres lo mejor que pudo.
Ser Rodrik no sabía qué planeaba el nuevo Lord Stark hasta que, hace dos meses, llegó una caravana de comerciantes de Braavos con armas, armaduras, lanzas y caballos. No solo eran para equipar a los mil hombres que él entrenaba, sino que también dejaron una dotación en Invernalia junto con otros suministros de guerra. Con eso, los mil campesinos que seguían un entrenamiento constante fueron armados como un ejército formidable.
Doscientos de estos hombres habían cabalgado a su lado, y Ser Rodrik no podría estar más satisfecho con su temple. A pesar de llevar solo cinco meses de entrenamiento, el equipo y la lealtad hacia su señor los convertían en un ejército preparado para la guerra.
Después de recibir el informe del capitán de la guardia, Ser Rodrik miró al Maestre Luwin, que se acercaba junto al joven Bran, que era cargado por Hodor. A su lado estaban el pequeño Rickon y los dos huargos, Peludo y Verano.
—Ser Rodrik, bienvenido de vuelta —dijo el Maestre Luwin.
—¿Por qué Robb no quería que lo siguiéramos? —preguntó el pequeño Rickon.
—¡Joven Rickon! —exclamó el maestre Luwin con impotencia.
Ser Rodrik pensó que mantener un secreto estratégico en manos de unos niños no duraría mucho tiempo. No esperaba que pasara más de un año, así que Lord Stark debería apresurarse en ganar la guerra o habría problemas.
—Joven Rickon, su hermano me envió para llevar la justicia del Norte a algunos malos hombres —informó Ser Rodrik.
—¡Los malos hombres deben morir! —sentenció el pequeño Rickon.
Ser Rodrik estaba de acuerdo, pero los malos hombres a ojos de este niño eran los que mataron a su padre.
Ser Rodrik no asintió, ya que el niño parecía inquieto cada vez que lo veía. Ya le había dicho al maestre Luwin que lo dejara entrenarlo para limitar sus travesuras; la sangre de los Stark podía requerir mucha disciplina en algunos casos, y Ser Rodrik, que los conocía, sabía que el pequeño Rickon sería uno de esos casos.
Los Stark incluso tenían un nombre para esto: la Sangre del Lobo. De los hijos del difunto Lord Eddard Stark, la niña Arya Stark y ahora el joven Rickon se veían afectados por esta sangre de lobo. En cuanto a los demás, eran tan tranquilos como su padre.
Ser Rodrik había escuchado rumores sobre Robb, pero él había conocido a Robb desde que nació, y el niño era igual que su padre: amable, atento, recto, bondadoso y de conducta intachable. Sin duda, por eso los dioses antiguos le habían bendecido y otorgado sus dones. Todos los rumores sobre él eran tonterías, chismes de los Lannister y sus enemigos que no sabían cómo hacerle frente y recurrían a tácticas rastreras y sucias para excusar sus pérdidas.
—Ser Rodrik, Lord Stark espera su informe —dijo el maestre Luwin, interrumpiendo sus pensamientos.
Ser Rodrik asintió. En efecto, había órdenes secretas nuevamente para él y su pequeño ejército.
…
Robb
—¡Dioses, han pasado tres meses solo para llegar aquí! Viento Gris, si no nos damos prisa, nos haremos viejos en esta guerra —se quejó Robb montado en su caballo, mientras acariciaba la cabeza de Viento Gris, que estaba a su lado y ya tenía la altura de un caballo pequeño.
Viento Gris se lamía la boca manchada de sangre, pero Robb se apresuró a golpearlo en la cabeza.
—¡Escupe!, ¡Escupe! —ordenó Robb, y Viento Gris gruñó, pero luego escupió y lo miró con enemistad—. Oye, ¿quieres que te pongan el Lobo Vampiro? Te advierto que estos norteños ponen unos nombres de mierda. Mira cómo llamaron a Lord Bolton, quizás te llamen el Lobo Sanguijuela —advirtió Robb.
Viento Gris estaba saciado de comida y no necesitaba saquear cadáveres. Viento Gris obedeció y empezó a limpiarse y a escupir. Robb escuchó un gruñido detrás de él y se volteó para ver qué pasaba. Encontró a dos ancianos de cabellos blancos observándolo con disgusto.
—¡Dioses!, Dasey, Torren, ¿qué les ha pasado? ¡Solo llevamos tres meses de viaje, no es para tanto! —exclamó Robb, llamando la atención de todos a su alrededor.
Los más audaces se rieron de su chiste, lo que les ganó una mirada amenazante de los dos ancianos, que no auguraba nada bueno para su futuro.
—Viento Gris, estos son los peligros de distraerse demasiado. Un parpadeo y tus guardias ya están a un paso de la tumba —dijo Robb negando con la cabeza con falso pesar.
—¡Esto es un campo de batalla, no el escenario de un teatro! —reprendió el viejo Karstark, silenciando las risas de todos. Robb hizo una mueca.
—Abuelo Karstark, no conoces a ningún actor de teatro. Hay aquellos que entregan sus vidas en el escenario —dijo Robb negando con la cabeza al recordar a los actores de su vida en otro mundo, un trabajo que él consideraba horrible—. Pero te equivocas, esto no es un campo de batalla, solo una carnicería. Quizás ahora me llamen el Lobo Carnicero —dijo Robb mirando a su alrededor.
—¡Un montón de niños! —dijo Robb señalando los cadáveres a su alrededor, algunos no mayores de catorce años—. Solo intento que aquellos que mancharon sus manos con esta sangre por mí se distraigan un poco —dijo Robb.
Esto era un ejército de reclutas y la expresión en los rostros de sus hombres no era la misma que cuando capturaron al Matarreyes o levantaron el asedio a Aguas Dulces. La Osa se acercó a él y después de un suspiro, le acarició la cabeza.
—Demasiada sabiduría en una cabeza tan joven —dijo la Mujer Osa, retirando su mano para observar el campo de batalla.
Habían llegado al amanecer y barrido el campamento sin enfrentar oposición. Robb y su nueva guardia de batalla habían atravesado el campamento y llegado hasta su líder, que no quiso rendirse y terminó siendo partido en dos por Viento Gris. Fue una masacre. No hubo resistencia alguna. Por supuesto, era una batalla a espadas en un mundo medieval y las bajas enemigas no superaban un tercio; el resto huyó, pero esos eran solo números y él estaba viendo los cadáveres.
Su guardia de batalla se acercó para formar un semicírculo a su alrededor, mientras el resto del ejército recogía el botín y revisaba si había algún herido que valiera algunas monedas para ser atendidos. Al resto, lo dejaban tirado agonizando. Si sus aliados no regresaban, estaban condenados.
Robb miró a su nueva guardia de batalla, encabezada por el viejo Karstark a quien llamaba abuelo porque el anciano se consideraba su abuelo, y Robb lo hizo oficial, y la Mujer Osa, Maege Mormont.
Los demás eran caballeros curtidos y los hijos de los señores más testarudos de sus vasallos, a quienes él no podía corromper y cuyas palabras no se podían poner en duda, porque si decían que algo sucedió de una manera, cualquiera que los contradijera enfrentaría la tumba. Esta era la nueva forma en que sus señores intentaban controlar los rumores sobre él y evitar que su mala reputación siguiera creciendo.
En cuanto a su antigua guardia, habían sufrido un destino trágico. Después del espinoso asunto del brazo del Matarreyes, Dasey casi había sido desheredada por su madre, quien creyó que además de aplastarle el brazo a Jaime mientras estaba prisionero, también le mintió sobre ello. Por poco Dasey es desheredada.
Lo mismo sucedió con el resto de su guardia de batalla; sus padres creían que les habían mentido a la cara, y algunos incluso recibieron azotes. Aplastar el brazo del Matarreyes era una cosa seria pero, sin duda, mentir a sus padres al respecto era un crimen atroz.
Por supuesto, detrás de todo esto estaba el propio Robb. Él vio la oportunidad y la aprovechó. Que su guardia de batalla sufriera una desgracia por ello era un precio bajo en el contexto más amplio de las cosas y para el futuro.
Todo sucedió cuando los señores escucharon un rumor de campesinos y caballeros que susurraba que él y su guardia de batalla aplastaron el brazo del Matarreyes después de capturarlo. Su guardia amenazó con cortarle la lengua a quien siguiera difundiendo tales tonterías, pero los señores, después de preguntar a sus hijos cómo fue el asunto, no estaban convencidos debido a los rumores persistentes. Fueron a preguntarle a Jaime, quien insinuó que los rumores eran ciertos. Sin embargo, Jaime era el Matarreyes sin honor, y podría estar mintiendo. Sus señores se acercaron a Robb para confirmar.
Entonces Robb vio las posibilidades. En primer lugar, si lograba que Jaime se olvidara de su hermana y de la guerra, podría conseguir un guardaespaldas para su hermano Jon. Esto, porque él sabía cómo manipular a Jaime y si lo hacía bien, cada campesino que se cruzara en su camino lo señalaría con el dedo. Conocía el camino directo hacia el alma de Jaime y podía destrozarlo con algunas palabras bien dirigidas. No era seguro, pero no perdía nada intentándolo, y Jon necesitaría un buen protector, ya que estaba rodeado de malvivientes.
Esta era la opción menos segura y Robb no comprometería a su guardia de batalla por un plan con tantas posibilidades de fallar. Lo que selló el destino de su guardia de batalla fue la segunda posibilidad, que Robb ya había considerado antes, pero al ser imposible, había descartado.
Este segundo camino consistía en enviar a su familia con Daenerys, ahora que ella estaba dispuesta a escuchar y a recibir apoyo. Para esto, él necesitaba personas representativas del Norte y sus señores; no bastaban mercenarios o campesinos. Pero si Robb les propusiera a sus lores enviar a algunos lores o a sus herederos con Daenerys Targaryen, perdería toda su confianza y sin duda pensarían que estaba loco. Mencionar los dragones lo haría parecer aún más desequilibrado. Por eso, él había descartado este plan; simplemente, no podía ejecutarse.
Robb se había dado por vencido y ya estaba ideando otros planes en contra de su tía política. Sin embargo, al ver a sus lores mirándolo con expresiones asesinas y preguntándole si sus hijos habían tenido el atrevimiento de mentirles a la cara, Robb se encogió de hombros mentalmente. Era el destino. No era su culpa, esto solo podían ser los dioses dándole un camino de supervivencia al Norte y a los Siete Reinos; él solo era un pequeño instrumento.
Robb procedió a ser igual de vago que Jaime y a insinuar que el Matarreyes no mentía y que su guardia de batalla les había mentido.
Cuando Robb terminó de responderles, sus lores crecieron varios centímetros debido a la furia y sus rostros se enrojecieron. Algunos maldecían a sus hijos antes de dar media vuelta y abandonar la sala de los lores.
Lo siguiente que Robb escuchó fueron quejidos lastimeros y palabras como "te lo juro, madre" o "te lo juro, padre" "el Lobo de Invierno y el Matarreyes mienten".
Robb estaba bastante sorprendido por la brutalidad de sus lores. Aunque sus hijos eran adultos, algunos ya tenían casi treinta años, recibieron una paliza por atreverse a mentir descaradamente a sus padres y luego negarse a admitirlo.
Ese fue un día trágico para su guardia de batalla. Sus padres amenazaron con desheredarlos y todos sus amigos compartieron el mismo destino. El único afortunado fue Wendel Manderly, cuyo padre estaba en Puerto Blanco y no podían golpearlo. Sin embargo, estaba tan preocupado como los demás y Robb lo encontró al día siguiente intentando enviar una carta de disculpas a su padre. Wendel era una persona inteligente y, al verlo, de inmediato le preguntó qué quería de él. Robb le explicó que podía recuperar su honor y la confianza de su padre, y si seguía sus órdenes, volvería cargado de gloria y honor. Wendel aceptó con un suspiro, prometiendo llevar a sus amigos más cercanos, quienes eran caballeros, con él.
Robb se sintió satisfecho con su éxito y luego se dirigió a los demás miembros de su guardia de batalla. A continuación, fueron Torrhen Karstark y su hermano. Desafortunadamente para ellos, eran igual de tercos que su padre, y al verlo, intentaron golpearlo para obligarlo a decir la verdad, olvidando que él era su señor. Antes de hablar, Robb tuvo que dar un paso atrás y dejar que su guardia de diez hombres les diera una paliza para recordarles quién estaba a cargo y que no debían tomar libertades con la cadena de mando. Una vez que estuvieron magullados y ensangrentados, Robb les explicó su plan y, al escucharlo, escupieron al suelo y gruñeron. Robb ordenó que les dieran otra paliza y los dejó reflexionando.
El siguiente en la lista fue Dasey y sus hermanas. Al parecer, las mujeres eran más razonables, porque después de que sus guardias les dieron una paliza, ellas escupieron al suelo, prometieron venganza si les estaba mintiendo y aceptaron su plan.
Robb repitió el mismo procedimiento con los demás, y al día siguiente, su guardia de batalla y sus allegados más cercanos ya se estaban preparando para su plan, mientras él se ocupaba de hacer que Jaime perdiera el interés en quedarse en los Siete Reinos. Si lo lograba, al final le revelaría a Jaime la verdad sobre Jon, pero no le diría su intención de enviarlo al Muro para evitar que lo contradijera. Con el hijo de Rhaegar en el Muro, si lograba lo que quería, Jaime lo seguiría allí.
Después de encaminar a su guardia de batalla y conseguirle un guardaespaldas a Jon, lo único que molestaba a Robb era Theon. Theon no estaba en el saco desde un principio, ya que los lores lo detestaban y le acusaban de haber corrompido a él y a sus hijos; simplemente lo detestaban.
Sus lores querían encarcelar a Theon, pero Robb aprovechó que Theon propuso regresar a Pyke y hablar con su padre para que se uniera a la guerra, y así deshacerse de él. Para esto, Robb simplemente ordenó que lo dejaran ir, y a los lores que le preguntaron, les dedicó una mirada para recordarles que él era su señor y podía dar órdenes sin dar explicaciones a nadie.
Ahora sus planes estaban en marcha. Jaime estaba en el Muro, y su guardia de batalla y más de ciento cincuenta hombres de armas acompañaban a sus hermanas en su viaje diplomático. Si sus planes tenían éxito, lo cual era muy probable, en el futuro, si sobrevivían a la guerra, ya no tendrían que preocuparse por ser quemados vivos. Por eso, Robb no dudaría en hacer algunos sacrificios. Y si él estaba dispuesto, por supuesto su guardia de batalla también tendría que estarlo, ya que ellos habían jurado defender su vida, incluso si eso significaba sacrificar la suya propia.
Robb no les había pedido que sacrificaran su vida; solo habían recibido algunos azotes y muchas bofetadas, cosas que sanaban fácilmente.
En cuanto a su propia reputación, no podía hacer mucho. Siempre y cuando no se convirtiera en un monstruo como Tywin o en una serpiente como los Frey, estaría bien. Podía lidiar con la desconfianza, ya que era mil veces preferible a la muerte. Robb también había llegado a la conclusión de que para poder actuar con libertad, era vital que sus lores se enteraran de la mayoría de sus planes solo después de que dieran frutos. En la mayoría de las ocasiones, como en sus planes para su tía política y sus dragones, le mirarían como a un loco si exponía todo su contenido. Por lo tanto, mantener parte de sus planes en secreto era de vital importancia.
En cuanto a sus lores, Robb solo podía suspirar ante la susceptibilidad de los norteños. Aunque su antigua guardia de batalla lo odiara a muerte y algunos de ellos incluso sacaron sus cuchillos para mostrárselos cuando los despidió, por haber ensuciado su honor y la confianza de sus padres al hacer que estos los amenazaran con desheredarlos, el mundo les estaría agradecido luego.
…
Robb esperó observando el Paso de Bueyes, el nombre del lugar donde entrenaba el ejército Lannister. Era una especie de claro entre las montañas y no les había resultado fácil llegar allí. El camino había durado tres meses por las montañas, mientras que por una vía normal no habrían tardado más de quince días. En este mundo sin autos ni carreteras, todo ocurría a la velocidad de una tortuga, y aún así, parecía demasiado rápido. Robb miró al Gran Jon que se acercaba.
—Gran Jon, anuncia a nuestros hombres que recibirán cincuenta venados de plata cada uno por nuestra victoria y prepárate para asediar un castillo lo más pronto posible —ordenó Robb.
Los hombres a su alrededor vitorearon y el Gran Jon se apresuró a anunciar la recompensa a todos.
—Buena forma de retirarte sin que parezca que te retiras —dijo el viejo Karstark con el ceño fruncido.
Robb sonrió; se enorgullecía de estar inculcando sentido común en la testaruda mente de este anciano.
—No lo engrandezcas más, su ego ya está inflado —reprendió la Mujer Osa. Robb suspiró.
…
Una hora después, su ejército marchaba hacia un castillo cercano. A su lado marchaba el anciano Stevron Frey. A Robb le agradaba este anciano, ya que era un diplomático, y a diferencia de sus lores del Norte, no menospreciaba sus planes como escandalosos. De hecho, nunca parecía escandalizado por ninguno de sus planes en ningún momento.
—Ser Stevron, lamento su pérdida —dijo Robb—. Envíele a su señor padre mis condolencias y asegúrele que será compensado con sangre Lannister y también con monedas de Lannister de nuestras conquistas —añadió Robb.
Ser Stevron lo miró y asintió con expresión solemne.
—Walder era un hombre de batalla —dijo el anciano ser Stevron con un tono diplomático.
Robb sabía que incluso entre los Frey, Walder Frey, conocido como Walder el Negro, tenía una pésima reputación. Incluso sus hermanos le odiaban y le llamaban Walder el Negro.
En opinión de Robb, el tipo era un hablador, pero no como el Gran Jon. Este era un hablador de los que solo escupen basura por la boca y se atreven a hablar de acostarse con las esposas de sus propios hermanos y primos.
Robb lo había dejado en paz porque era solo una alimaña común, y a él le bastaba con no tratarlo y mostrarle una cara fría cada vez que intentaba acercarse. Pero el tipo había tenido el descaro de querer asesinar a ser Stevron. Robb estaba aturdido por sus planes, en los que contaba con la colaboración de algunos otros que le habían acompañado a la tumba en esta batalla.
Robb estaba sorprendido cuando Bran, quien también le había contado las cosas que murmuraba Walder el Negro, le informó que este planeaba matar a alguien. El plan era bueno y era posible que nadie se diera cuenta. Quizás en los libros que había leído en su otra vida también ocurrió, pero su propia historia no se contó demasiado en esa vida, solo lo que decía la gente. Por eso, había muchos espacios en blanco. Robb solo sabía que ser Stevron moriría en este viaje, lo que causaría un desastre en la organización de los Frey. Por eso estuvo pendiente de él. No tenía idea si había sido asesinado o si esto tenía que ver con él y su renacimiento.
Sea lo que fuera, ahora Walder el Negro no podría asesinar a nadie más. En la batalla, su caballo se encabritó, lo lanzó al suelo y le propinó una patada certera en la boca, hundiendo su casco hasta la mitad de su cráneo y causándole una muerte inmediata.
—Walder era un guerrero —dijo Robb, y ser Stevron asintió gravemente.
—Lord Stark, mi padre se sentiría más reconfortado si junto a su pésame, mi señor enviara algo más significativo —propuso el anciano ser Stevron, tanteando el terreno.
—Hable con libertad, ser Stevron —dijo Robb con un tono despreocupado, aunque sabía que esta sería una conversación sobre su futura esposa.
Los ojos de ser Stevron se iluminaron y Robb supo que Walder el Negro no era muy apreciado en su familia. Aunque por su gran boca eso era de esperar, además creía recordar algo de él en sus recuerdos de otra vida. Sin embargo, debió haber sido un personaje menor, ya que su antiguo yo lo tenía como una alimaña común, nada que ver con Ramsay, Tywin, Lord Bolton o la Montaña, quienes eran monstruos de los que debía ocuparse. Lord Bolton estaba de su lado por ahora, pero eso dependía de cómo respondiera a sus cartas sobre el destino de su bastardo.
—Mi señor, sé que la guerra aún no termina, pero estos conflictos pueden ser duraderos. Lo mejor es asegurar la sucesión antes de continuar la guerra, como una vez hizo su señor padre antes de la rebelión del rey Robert contra los Targaryen —dijo ser Stevron.
Robb supuso que si él moría en la guerra, Lord Frey estaría encantado de haber asegurado a su heredero y de que el niño no saliera de los Gemelos hasta que estuviera debidamente educado para estar al mando de los Frey. Él, a diferencia de su padre, no podía confiar en su esposa y un posible heredero con su suegro, ya que el Norte podría enfrentar un desastre por ello.
—Ser Stevron, soy consciente de los peligros de esta guerra, pero no tengo tiempo para asegurar una descendencia, a menos que mi futura esposa tome el camino de la batalla conmigo. Tampoco voy a mentirle, no espero que nuestra guerra termine pronto, pues hay más en juego de lo que ve ante usted —dijo Robb, quien sabía de los Caminantes Blancos y ya estaba trabajando para enfrentarlos. También tenía que asegurarse de que Daenerys no invadiera los Siete Reinos, por lo que, si lograba sobrevivir a esta guerra, tendría que enfrentar esas otras dos guerras.
Si Robb hacía cuentas, su matrimonio no se produciría hasta dentro de unos tres o cuatro años. Lo más seguro era que tuviera que viajar al otro lado del mar antes de eso y todo esto, solo si sobrevivía a esta guerra.
Ser Stevron se tomó en serio su advertencia y pensó durante varios minutos.
—Mi señor, las mujeres de mi familia son bastante decididas a la hora de seguir a sus esposos, y si mi señor lo permite, no creo que la elegida dude en seguir al campamento. Por lo tanto, vuestra boda podría celebrarse una vez volvamos a la Tierra de los Ríos. Solo una noche sería necesaria para los esponsales, y con vuestra facilidad para enviar mensajes, no habría problemas para hacer preparativos —propuso ser Stevron—. ¿Mi señor tiene alguna candidata en mente? —agregó.
Robb pensó. Las únicas Frey que conocía eran a Walda Frey, a la que llamaban "la gorda", y a Roslin Frey, de quien se decía que era hermosa. Y esto solo lo sabía por sus recuerdos de su otra vida, ya que cuando cruzó los Gemelos, solo estaba pendiente de cruzar el río en un intento inútil por salvar a su padre, para terminar llegando tarde. Sin embargo, Robb consideraba que sabía lo suficiente para tomar una decisión, ya que según sus recuerdos, Roslin Frey era hermosa y fértil, y solo con eso su madre estaría contenta.
Si al final resultaba que sus hijos tenían rasgos no muy agraciados, su madre no podría culparlo, ya que eso era lo mejor que había. En cuanto al amor, en su antigua vida no había experimentado nada parecido, y siendo un lord, no esperaba mucho de esta vida. De hecho, no esperaba nada de su propia vida, pues si sobrevivía a la guerra y salvaba a su familia, eso ya sería un gran logro para él.
Esperar el amor era pedir demasiado, y esperar la felicidad de alguien con quien compartir su vida era aún más. No tenía tiempo para el amor y la única felicidad que deseaba no era para él mismo, ya que desde un principio su objetivo era que su familia sobreviviera. Aún no se perdonaba por la posible tragedia en la que sus acciones dejaron a su familia en un futuro incierto. Eso era algo que nunca se perdonaría.
—He oído hablar de Roslin, dicen que es muy hermosa, y su edad también es adecuada. Mi señora madre estará conforme —dijo Robb. Ser Stevron sonrió complacido.
—Mi señor, le aseguro que los rumores se quedan cortos, Roslin es una de las mayores bellezas de este reino —afirmó ser Stevron.
—Belleza —dijo Robb saboreando la palabra.
En su primera vida, había visto mujeres que podían hacer babear a medio mundo, pero nunca sintió algo por ellas. Él era amargado, todo le parecía superficial y de poca importancia. En su segunda vida, como Robb Stark, era demasiado joven para tener una gran perspectiva del asunto. Ahora ni siquiera sabía si podría ser feliz. ¿Podría Roslin Frey hacerlo feliz y ser feliz a su lado?
Robb sacudió la cabeza en su mente; en este mundo, incluso los ricos eran personas desafortunadas, y quizás esta Roslin Frey sería una de ellas. ¿Podría él ser un buen esposo? ¿No era la confianza mutua un requisito esencial en una pareja? Él no confiaba ni en su propia madre. Desde que renació en esta vida, apenas confiaba en sí mismo, y había demasiadas cosas fuera de su control como para sentirse seguro al lado de alguien. Robb suspiró interiormente. No podía hacer nada al respecto, tenía deberes que cumplir, al igual que su posible futura esposa.
—Ser Stevron, entonces mi prometida ha sido decidida, y en cuanto volvamos a la Tierra de los Ríos, tendremos una boda —sentenció Robb. Ser Stevron pareció querer aplaudir.
…
Cinco días después, Robb estaba en su tienda, sentado sobre sus rodillas con los ojos en blanco, sus guardias montando guardia fuera y Viento Gris vigilando a su lado. Robb no había enviado a Catelyn Stark a negociar con Renly porque no tenía esperanzas de que este se echara atrás. Aun así, Robb pretendía salvar a Brienne de Tarth, y debía admitir que lo hacía por mero capricho, ya que no tenía un plan específico para ella. Solo sus sentimientos de su vida pasada lo impulsaban a no abandonarla, por lo que estaba decidido a actuar, aunque no ganara nada con ello, ya que era un capricho.
Robb observó desde la primera fila cómo se desarrollaban los eventos, cuando Stannis asedió Bastión de Tormentas con un pequeño ejército y Renly llegó justo a las fauces del Lobo para ser asesinado.
En ese momento, Robb se había infiltrado en la tienda de Renly, usando un ratón de campo, y observaba desde el techo entre los travesaños de la carpa cómo se preparaba para la batalla que supuestamente tendría con Stannis.
Al lado de Renly, y para decepción de Robb, estaba Brienne de Tarth, quien había ganado el derecho de ser una de sus guardias reales, que Renly llamaba la Guardia Arcoíris. Brienne ayudaba a Renly a ponerse su armadura mientras él hablaba tonterías con Loras Tyrell sobre la batalla que nunca tendría lugar y cómo lucirían mejor sus soldados. Robb, que sabía que este sería su fin ya que no había intervenido y Stannis se había visto obligado a recurrir a Melisandre para obtener una ventaja sobre su hermano, observaba y esperaba a verlo todo. No esperó en vano, ya que una sensación extraña apareció de repente en su mente y se acercaba a la carpa de Renly como un feroz viento desde el campamento de Stannis.
—Magia de sangre —sentenció el cuervo de tres ojos, quien era su experto en estos temas, y Robb le pidió que viniera para dar su opinión, científica… bueno, mágica en este caso.
—¡Rápido, saca a Brienne de allí! —urgió Robb, al tiempo que una serpiente asomaba la cabeza en la carpa de Renly y este la vio y gritó.
Brienne no dudó y sacó su espada para perseguirla, mientras Loras protegía a Renly y Robb ponía los ojos en blanco ante tanto drama. Sin embargo, su objetivo se logró y Brienne salió de la carpa, aunque otros tres guardias entraron para ver qué sucedía, al tiempo que la sombra de Melisandre aparecía y se materializaba detrás de Renly, empuñando un puñal largo. Uno de los guardias que entró vio la sombra y se abalanzó sobre Renly, derribándolos. Ellos gritaron indignados hasta que vieron la sombra cerniéndose sobre ellos y moviéndose para alcanzar su objetivo.
Mientras esto ocurría, los otros dos guardias que vieron la sombra corrieron detrás de su compañero y lograron desviar su atención mientras este caía junto con Renly. Sin embargo, solo por un segundo, ya que con un solo movimiento que fue como un viento susurrante, sus gargantas fueron cortadas al mismo tiempo y cayeron de rodillas, llevando inútilmente las manos a sus cuellos.
Después de caer y darse vuelta, Renly, Loras y el otro guardia vieron a sus compañeros de rodillas y sus cuellos rajados, pero ya no había tiempo para hacer nada más. Loras estaba tirado a un lado, nunca lograría levantarse a tiempo para hacer algo. La sombra ya estaba en posición sobre Renly, y el guardia que se había lanzado sobre él solo pudo abrazarlo y tratar de protegerlo con su propio cuerpo, que llevaba armadura de acero.
El guardia abrió mucho los ojos junto a Renly cuando la espada de la sombra los atravesó a ambos, como si sus armaduras no estuvieran allí y sus cuerpos fueran de mantequilla. No hubo ni siquiera sonido, y al sacar la espada, ya habían perdido el conocimiento. La sombra no desapareció de inmediato, sino que miró al ratón que él y el cuervo de tres ojos usaban para espiar todo, y luego se desvaneció.
En ese momento, Brienne volvió. No habían pasado ni diez segundos, y ella regresaba al escuchar el choque entre la armadura de Renly, Loras y el guardia que se estrelló contra ellos. Brienne vio a Renly sangrando y corrió hacia él, quitando de encima al guardia junto a Loras, quien ya había logrado ponerse en pie. Renly medio abrió los ojos y balbuceó algo, pero la sombra había hundido la espada en su corazón y estaba condenado.
—Sé lo que es la magia de sangre —dijo Robb con tranquilidad, porque no conocía a nadie allí, y la persona que le importaba se había mantenido al margen.
En cuanto a muertes, él tenía cincuenta años en su antigua vida y catorce como Robb Stark, había visto muchas muertes, algunas horribles y asfixiantes, no sentía nada especial por estas.
—Quiero saber cómo puedo defenderme de ella —agregó.
—Es una magia de alcance limitado, unos pocos kilómetros. También requiere un alto precio, lo que le quita años de vida a quien se use para crear la sombra. Una persona común no aguantaría este tipo de magia malévola y moriría directamente. Para defenderte de ella, necesitarás una espada de acero valyrio, el aliento de un dragón o un poderoso hechizo de luz en una daga de obsidiana —dijo el cuervo de tres ojos.
Robb no tenía ninguna de esas cosas a su disposición, aunque sabía dónde encontrar una espada de acero valyrio, que de hecho, le pertenecía por derecho. Se aseguraría de reclamar a Hielo cuando llegara el momento, ya que sabía que estaba a salvo en Desembarco del Rey.
…
Robb siguió observando la situación. Los demás guardias y señores de Renly llegaron, y al no ver a nadie más que a Brienne y a Loras llorando junto al cadáver de Renly, no pensaron en nada mejor que acusarlos de su asesinato. Tampoco es que hubiera muchas opciones, porque era evidente que había habido una pelea, y la carpa de Renly estaba rodeada por todos lados, lo que los convertía en los principales sospechosos, pero su llanto era sincero.
Si fuera Robb, se lo pensaría dos veces antes de sacar conclusiones. Pero los señores no tenían tiempo para eso, ya que la noticia de la muerte de Renly se extendió como una explosión de pólvora, y el campamento se convirtió en un desastre de gente tratando de huir por sus vidas o pensando cómo demonios iban a salir del lío en el que se habían metido al apoyar a un rey que ahora estaba muerto.
…
Robb observó la situación en persona durante las siguientes dos noches. Los señores de las Tierras de la Tormenta corrieron a jurar lealtad a Stannis, mientras la sacerdotisa roja reclamaba más atención y favor de Stannis. Ella era consciente de su presencia en el lugar, pero no le dijo nada a Stannis al respecto.
Robb también tenía otros objetivos en mente. Él tenía a Bran vigilando Desembarco del Rey, donde Tyrion preparaba las defensas de la ciudad de acuerdo con lo que Robb esperaba, mientras buscaba aliados e involucraba a Dorne en la guerra, pero Doran Martell solo le daba evasivas. Su intento de pactar con los Greyjoy también terminaría igual de mal. Robb no notaba mucha diferencia en su proceder.
Tyrion tenía fuego valyrio que podía lanzar hacia arriba gracias a los almacenes dejados por Aerys, pero no se podía usar en una batalla, ya que incluso una flecha podría causar un desastre si rompía un envase. Por otro lado, su uso estratégico era limitado debido a su volatilidad. Robb sabía que al final, Tyrion se vería obligado a usarlo como un arma estratégica, que era su plan actual. De todas formas, él estaba atento a lo que pasara en esa dirección. Si los planes de algunos de sus enemigos lo sorprendieran mientras él los vigilaba, ciertamente merecería morir. Los peligros para él eran los que venían de frente, como el ejército de Tywin en Harrenhal, los Caminantes Blancos o un posible ejército de Daenerys con dragones escupiendo fuego sobre su cabeza.
Robb también tenía sus propios ojos ocupados, vigilando a los Hombres del Hierro de vez en cuando y a Petyr Baelish, a quien ya tenía a su alcance. Tenía todo planeado para darle una despedida digna de su estatus como el asesino de su padre, pero no era el momento adecuado. Su muerte no podía ser casual y debía ser algo que ocurriera en un momento significativo para Baelish. Cuando Baelish sintiera que su gloria y oportunidad llegaban, su muerte llegaría, truncando sus esperanzas, sueños y planes.
NA 1: Ramsay era uno de los objetivos de Robb, pero como Roose no se enfrentó a Tywin en el Forca Verde, Lady Hornwood no perdió a su esposo. Robb ordenó a los hombres rendirse durante la emboscada a Tywin Lannister, por lo que tanto el hijo como el esposo de Lady Hornwood siguen vivos y fueron intercambiados. Por lo tanto, Ramsay no atacaría por esa dirección. Sin embargo, siempre se podía contar con Ramsay para hacer locuras, y Robb solo tenía que esperar a que iniciara una de sus llamadas cacerías para deshacerse de él.
NA 2: Ahora ya saben qué planea Robb con su guardia y cómo terminaron exiliados.
NA 3: Como vemos, algunas cosas cambian debido a la intervención del MC, pero donde él se aparta, todo sigue igual. Stannis acude a Melisandre porque no tiene suficientes hombres, Tyrion planea las defensas de Desembarco del Rey y Renly es asesinado por Melisandre. Los Martell siguen en Dorne sin interferir en la guerra, al igual que Lysa Arryn.
NA 4: La guerra se ha reanudado en este capítulo y continuará en el siguiente. Para los que quieran una referencia de tiempo, ya han pasado siete meses desde que Robb salió de Invernalia. En el siguiente capítulo tocaría un POV de Daenerys, pero no sé si alcanzaré, ya que hay algunas cosas que quiero añadir. Si lo que escribo se extiende demasiado, el POV de Daenerys quedará para el siguiente capítulo.
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