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Claudia,
Ya obra en mi poder una de las llaves de Masyaf. Y, lo que es mejor, he descubierto un mapa, cifrado con símbolos y señales, que creo que me llevará hasta las llaves restantes. Su significado es un misterio para mí, pero he tenido la suerte de conocer a una mujer de Venecia dispuesta a ayudarme a descifrarlo.
Tampoco quiero exagerar mis éxitos. Los Templarios aun tienen una llave y, si pretendo recuperarla, quizá necesite más ayuda de la que puedan proporcionar los Asesinos. Si logro hacer un amigo en la corte otomana, mi acceso a los secretos de su ciudad mejorará sustancialmente.
Con cariño,
Ezio.
– O –
Arnaldo les informó que él había sido contratado por quien fuera que organizara las fiestas y que se reuniría con ellos dentro mientras se vestían con los trajes de los juglares italianos. Estaba especialmente feliz de llevar a su ayudante Maurizio.
Los leotardos apretaban donde no debían y se sentía desprotegido sin su capucha, pero ver a Yusuf le hacía entender porqué Alessandro no había dejado de reír. Yusuf se señaló a sí mismo con indignación.
-Me veo ridículo. Me siento ridículo.
-No puedo camuflar mi hoja en este traje. ¿Vas armados?
-No hay problema. Tú señala el objetivo y nosotros lo eliminamos-cogió un laúd y tocó algunos acordes simples-. ¿Sabes cómo tocar ese trasto?
-Umar me enseñó cuando era joven.
Cómo echaba de menos esos tiempos.
-¿Y cuánto hace ya de eso?
Ezio prefería no pensar en esa pregunta en concreto. Alessandro se despidió en ese punto, alegando que él sí había sido invitado por un paciente especialmente agradecido de que curara sus problemas de alcoba. Información innecesaria, en lo que respectaba a muchos. El Mentor esperó a que el resto estuviera preparado para avanzar hacia la puerta. Allí discutió con los guardias, les molestó con su horrible canto y pudieron entrar. Fácil.
Despejaron el primer patio con facilidad. Yusuf se situó junto a Ezio.
-No veo al príncipe Suleimán. Sígueme.
En el segundo patio estaban los más poderosos entre los poderosos. Distinguieron a Alessandro atrayendo la atención con un carisma que solo se obtenía con práctica entre las altas esferas. Ezio distinguió los acordes de Arnaldo, maravillosos como siempre.
-Esto sí es una celebración-Yusuf señaló hacia un punto del patio-. Suleimán. Nieto del sultán y gobernador de Kefe. Con 17 años de edad.
-Nos conocimos en el barco. Dijo ser estudiante. ¿Y ese quién es?
-Su tío, el príncipe Ahmed. El hijo favorito del sultán. Se está preparando para suceder a su padre. Ven, hay que encontrar más bizantinos.
Siguieron al príncipe por el patio mientras charlaba con sus invitados.
Eliminaron a tres bizantinos antes de que Suleimán se acercara al grupo con Alessandro y todo el grupo se desplazó más cerca de Arnaldo para escuchar su canción. Ezio y Yusuf se acercaron lo suficiente como para escuchar la conversación.
-Creo que ya nos conocemos, médico.
Alessandro inclinó ligeramente la cabeza.
-Llegamos en el mismo barco desde Rodas, gobernador.
-¿Y tienes nombre?
-Alejandro Tazim Santamaría.
-¿Santamaría? Nunca había escuchado ese nombre.
-Es un apellido español, gobernador.
-Estás muy lejos del hogar.
-Oí que en la madrasa de Kostantiniyye hay copias fieles de los libros de Ibn Sina, soy un gran admirador de su trabajo.
-¿Y has podido leerlos?
-Me he perdido en las maravillas de la ciudad. Son muy diferentes de las de Sevilla.
-Estaría muy interesado en hablar de esas diferencias si tienes tiempo.
-Tiempo es lo que siempre nos falta cuando más lo queremos, pero estoy seguro de poder apartarme de la belleza del Cuerno de Oro por hablar de mi amado hogar.
Ezio aprovechó ese momento de la conversación para señalar al último bizantino. Yusuf consiguió eliminarlo, pero no pudo esconder el cuerpo a tiempo.
-¡Asesino! ¡Asesino! ¡Despejad el patio!
-¡A cubierto, príncipe Suleimán!
Yusuf, enfrentando a dos jenízaros, llamó la atención de Ezio sobre un bizantino que se acercaba cada vez más a Suleimán. Él, a falta de armas, rompió el laúd y se lo clavó en el cuello. Suleimán observó el cuerpo casi sorprendido.
-Uf, es un alivio volver a verte, mi apuesto... juglar. ¿Lo he dicho bien?
-Sí, juglar. Me han dicho que también eres gobernador. ¿Hay algo que no hagas?
-No hablo con desconocidos. Soy Suleimán.
-Ezio Auditore...
Un jenízaro se adelantó con la espada desenvainada.
-¡Príncipe! ¿Estáis herido?
-¿Quién es tu capitán, soldado?
-Tarik Barleti. Está haciendo un recado.
-Retirad el cuerpo. Que se vayan los invitados. Quiero ver a Tarik en el diván.
-Sí, mi príncipe.
El jenízaro se marchó a toda prisa.
-Tarik Barleti es un capitán del cuerpo de jenízaros, la guardia de élite del sultán.
-¿Protegen al sultán pero no a su familia?
-Evidentemente, no muy bien. Ezio, ¿tienes algo de tiempo? Quiero tu opinión sobre un asunto.
-Claro, en cuanto me quite esta ropa-le hizo un gesto a Yusuf de que el príncipe estaba seguro.
-Bien. Ven cuando estés preparado.
Alessandro se adelantó entonces, desviando las espadas de dos jenízaros con las manos desnudas y una mirada furiosa.
-Caballeros, desde aquí puedo ver la herida del gobernador. Si no me dejan ir a tratarle, juro por Dios que me va a faltar hilo para coseros más tarde.
Se apresuró junto a Suleimán y miró la herida en su sien, por suerte un pequeño rasguño superficial. Sacó un pañuelo blanco de algún lado, secretos de médico, y lo mojó en una fuente de agua para limpiar la sangre.
Ezio aprovechó ese momento para salir del palacio. Arnaldo y Maurizio estaban con Yusuf.
-Lo que has hecho me ha dolido en lo más profundo. Destruir un laúd de tan buena calidad...
-Umar, déjalo. Puedes quejarte más tarde.
-¿Y Tazim?
-Curando una pequeña herida del príncipe y amenazando a los jenízaros, no en ese orden.
Yusuf suspiró aliviado. No conocía a un mejor médico que Alejandro Tazim, el príncipe estaba en buenas manos.
– O –
Ezio volvió a encontrar al príncipe Suleimán en el segundo patio.
-He organizado una reunión con mi tío Ahmed y el capitán de los jenízaros, Tarik Barleti. Los jenízaros son leales a mi abuelo, pero últimamente están enfadados por su elección del próximo sultán.
-Tu tío.
-Exacto. Los jenízaros prefieren a mi padre, Selim.
-Estás en una difícil situación. ¿Y cómo entran los bizantinos en esto?
-Esperaba que lo supieras. ¿Podrías ayudarme a averiguarlo?
-Yo también los estoy siguiendo. Te ayudaré mientras tengamos intereses comunes.
-Aceptaré lo que me ofrezcas. Hay una escotilla en lo alto de esa torre que lleva a un cuarto secreto. Ve allí, espera y observa.
Ezio no estaba acostumbrado a ser ordenado desde hace muchos años, Alessandro era una cuestión muy diferente, pero aceptó sin una palabra en contra. Tuvo que esquivar algunos grupos de soldados, pero logró llegar al lugar establecido.
A través de una reja de madera vio una estancia algo pequeña para un palacio. Dos jenízaros, un general, Amed y Suleimán estaban allí. Se inclinó para evitar que su sombra destacara demasiado y escuchó con atención.
-Atiende a mi sobrino, Tarik. Tu incompetencia raya en la traición. Y pensar que un instrumentista de laúd italiano eclipsó a tus jenízaros. ¡Ridículo!
-Un fallo inexcusable, excelencia. Llevaré a cabo una investigación exhaustiva.
Suleimán hizo su aparición en la conversación.
-Yo llevaré a cabo la investigación, Tarik. Por motivos que deberían ser obvios.
-Sí, mi príncipe. Tienes la sabiduría de tu padre.
Ezio notó enseguida que Tarik trataba con mayor deferencia a Suleimán que a Ahmed.
-Y su impaciencia. Tío, es un alivio verte sano y salvo.
-Igualmente. Que Allah te proteja-Suleimán y Tarik hicieron el ademán de irse-. Hablemos, Tarik-el capitán de los jenízaros se detuvo y se giró-. Me pregunto a qué fin obedecería ese ataque. ¿Hacerme parecer débil? ¿Un mal administrador de esa ciudad? Si tuviste algo en este embrollo, has cometido un grave error. Mi padre me ha elegido a mí como próximo sultán, no a mi hermano.
-Ahmed, no soy tan depravado para imaginar la conspiración de la que me acusas.
-¿Qué he hecho para ganarme semejante desprecio de los jenízaros? ¿Qué ha hecho mi hermano por vosotros que yo no?
-¿Puedo ser franco?
-Más te vale.
Incluso Ezio sabía que no era prudente decir la verdad delante alguien poderoso.
-Eres débil, Ahmed. Pensativo en tiempos de guerra e inquieto en tiempos de paz. No sientes pasión por las tradiciones de los guerreros sagrados, mas hablas de fraternidad en compañía de infieles. Serías un filósofo aceptable, Ahmed, pero serás un mal sultán.
-Muy bien. Ahora puedes retirarte.
Ezio siguió observando a Ahmed desde la rejilla cuando escuchó pasos detrás suya.
-Menuda familia, ¿eh?
-Tu tío no controla a los que pronto serán sus hombres.
-Tarik es un tipo duro, orgulloso y capaz, pero ambicioso. Y admira muchísimo a mi padre.
-Pero no logró asegurar el palacio de una incursión bizantina. Eso mismo ya es digno de atención.
-Justamente.
-¿Por dónde empezamos?
-Por el momento vigila a Tarik y sus jenízaros. Pasan buena parte de su tiempo libre en el bazar y sus alrededores.
-Empezaré allí en cuanto pueda.
Se fue sin una palabra más. Odiaba la política y aunque le era imposible no involucrarse en esa conspiración, se mantendría al margen todo lo que pudiera. Quizás pudiera conseguir que Alessandro le diera algunos consejos, él estaba mejor versado en la política.
