CAPÍTULO 1
La reunión de profesores se alargó más de lo esperado. Como de costumbre, Fuyumi fue la última en abandonar la oficina escolar una vez que terminó de acomodar todos sus documentos.
Salió apresurada al escuchar un fuerte estruendo; las pesadas nubes cubrieron el cielo y el viento se intensificó. Tal como lo anunciaron esa mañana: el tifón estaba llegando.
Con suma rapidez bajó la escalera; se puso los zapatos y tomó su paraguas.
Afuera comenzaba a chapotear. Fuyumi se detuvo bajo el techo de la entrada al edificio, justo antes de quedar expuesta a la lluvia.
Sacó su teléfono para darse cuenta que no había señal.
—Si tan solo hubiera aceptado...
Una hora atrás, el profesor Yoshikawa le había ofrecido llevarla a casa. Era un hombre joven y simpático, pero estaba comprometido, por lo que Fuyumi rechazó amablemente la invitación para evitar malinterpretaciones. Ser profesora y la hija de Endeavor significaba ser cautelosa y evitar los escándalos.
No podía tomar ese tipo de cosas tan a la ligera, aunque no fuese algo malo, la gente hablaba con lenguas afiladas esperando cualquier error para vender historias a la prensa.
Sacudió la cabeza y abrió el paraguas.
—Solo es un poco de lluvia.
Respiró hondo y emprendió el viaje casi corriendo. Los charcos crecieron exponencialmente y la lluvia comenzó a cerrar el camino. La visibilidad vada vez era menor y los lentes de la joven se empañaron constantemente.
Por si fuera poco, el viento azotó con ráfagas tan fuertes que el paraguas salió volando y era imposible caminar.
Fuyumi trató de encontrar un sitio en el cual resguardarse, en ese momento ya estaba arrepentida de abandonar el instituto. Solo podía pensar que debió quedarse allí.
«¿Y los héroes? ¿Habrá alguno cerca»
Aunque deseaba que sucediera, no parecía haber nadie alrededor. Toda la gente se resguardó a tiempo, solo ella estaba en plena calle aferrándose a un barandal cada que el viento la golpeaba.
Apretó los ojos y los labios cuando sintió que el aire se la llevaría. Por fortuna no sucedió.
Avanzaba tan rápido como el clima se lo permitía, con sus manos sujetando las rejas de una cerca. Y después de llegar al final de esta, no había nada más de qué agarrarse. A su lado derecho solamente vio un vehículo estacionado que se tambaleaba frente a un señalamiento de "alto".
«Voy a morir»
Una potente luz iluminó la ciudad, luego se escuchó un ruido espantoso en el cielo.
Aturdida, cansada y completamente empapada, Fuyumi se quedó abrazada de la señal de tránsito.
Así permaneció unos momentos cuando de repente...
¡CRASH!
Resultó imposible no gritar espantada en el instante que un hombre cayó del cielo estrellándose contra el vidrio del automóvil que tenía casi a un lado.
¡Un hombre cayendo del cielo!
Con horror abrió un ojo y miró al sujeto que se quejaba de dolor. Cuando él se enderezó, sus miradas se encontraron y luego una ráfaga de aire los impactó.
Ambos cerraron los ojos, pero la fuerza de Fuyumi se esfumó de un segundo a otro haciendo que el agarre de sus manos se aflojara, entonces fue arrastrada en contra de su voluntad.
—¡Sujeta mi mano!
El hombre gritó para ser escuchado por ella al tiempo que estiraba su brazo para alcanzarla.
Fue en ese momento que Fuyumi se percató de que el misterioso sujeto que cayó del cielo tenía unas grandes y hermosas alas rojas.
Pero no tuvo el tiempo suficiente para admirarlo porque la situación era crítica.
La mujer tomó su mano; él la estiró hacia su cuerpo. Luego la abrazó y la cubrió con sus alas.
—Escúchame, voy a llevarte a un lugar seguro. Agárrate fuerte de mí.
Ni siquiera pudo contestar, solo lo rodeó con sus brazos y de pronto sus pies dejaron de tocar el suelo.
La lluvia volvió a caer sobre su espalda debido a que las alas del hombre estaban extendidas en el aire y ya no podían cubrirla. Sin embargo, los brazos del joven la atrapaban con fuerza para evitar que cayera.
«Estoy... volando»
No era que ella volara, pero la sensación de ir por el viento la hizo compararlo a eso.
Escuchó un quejido proveniente de él. Como su boca quedaba muy cerca de su oreja fue que pudo percibirlo.
«¿Soy demasiado pesada?»
Se sintió mal por el pobre hombre; no fue hasta que vio que una de las alas tenía una mancha oscura. Parecía que sangraba, pero el color se camuflaba con el tono rojizo de sus plumas.
Movió la cabeza hacia abajo para después arrepentirse. Al ver la ciudad debajo de ella se mareó y le tembló el cuerpo; no obstante le sirvió para darse cuenta que su casa estaba muy cerca. Pero, ¿dónde la dejaría el hombre con alas?
—Señor, señor —le habló sin poder mirarlo—. Mi casa es la del jardín tradicional.
—¿Qué?
—Yo vivo...
Un trueno impidió que se oyera su voz, su cuerpo vibró y el hombre también se alteró un poco.
—¡Yo vivo aquí abajo! —exclamó antes de ser interrumpida de nuevo—. Es la casa grande.
El joven notó la gran construcción de estilo tradicional japonés.
—Ya veo. Te llevaré allí, señorita.
Descendiendo con cuidado el muchacho aterrizó directamente en el patio sin tomar en cuenta los muros que rodeaban la casa.
Bajó a Fuyumi justo delante de la puerta y ella se soltó de su cuerpo para acomodarse la ropa que se le ceñía y escurría de agua.
—Muchas gracias por salvarme.
Hizo una reverencia y él movió sus manos.
—Es mi deber, por favor no me agradezcas.
No pudieron seguir hablando porque el fuerte viento y la lluvia golpearon con tal intensidad que de repente se apagaron todas las luces del sector. Se escuchaba como si los árboles fuesen a ser arrancados desde la raíz.
Apresurada, Fuyumi buscó la llave dentro de su bolso y milagrosamente, pese a la oscuridad, abrió la puerta de la casa.
—Me voy-
—¡Venga conmigo!
Antes de siquiera terminar de hablar, el hombre fue jalado hacia el interior de la vivienda. Lo siguiente que escuchó fue el sonido de la puerta cerrarse con brusquedad, y después de eso dos pestillos fueron deslizados.
—Estuvo cerca, pero finalmente estoy en casa.
El tono con el que lo decía sonaba tan aliviado que el muchacho pensó que ella se echaría a llorar.
—Eh, señorita, debo irme.
Una luz repentina brilló en la cara de él haciéndolo apartar la mirada ante la molestia: se trataba de la linterna en el teléfono de Fuyumi.
—Por favor, quédese un poco, al menos en lo que baja la intensidad del viento.
Él tuvo el mal presentimiento de que podría tratarse de una acosadora. Recientemente su popularidad en el mundo de los héroes le había traído un club de admiradoras que crecía día con día, y eso de cierta forma lo aterraba.
—No, de verdad, ya debo irme. Además parece que el tifón está cesando.
Apenas culminó su frase cuando de pronto se oyó el estruendoso impacto de un árbol derribándose sobre el suelo. Después un golpe, luego otro golpe, uno tras otro. Las cosas estaban poniéndose peor.
—Bueno, me quedaré cinco minutos.
—Le traeré una toalla para que se seque.
Fuyumi encendió unas velas y la sala se iluminó tenuemente. Fue hacia el interior de la casa para conseguir una toalla, el hombre se quedó de pie observando lo bonito que era todo, o por lo menos lo que se alcanzaba a ver.
Ella regresó y le entregó una suave toalla de algodón que desprendía una fragancia exquisita.
—Gracias. —dijo aceptando la toalla.
—No tiene nada qué agradecer.
Él se quitó los lentes y su abrigo que goteaba. Después retiró sus guantes y comenzó a secarse la cara y el cuello.
Fuyumi le prestó atención a sus alas. No podía dejar de mirar, sabía que en el mundo existían muchas y diversas peculiaridades, pero jamás había visto a una persona que tuviera alas tan grandes.
—Qué bellas...
—¿Eh?
El hombre volteó aterrado.
—Sus alas.
—Ah... Ja, ja, ja. Gracias.
—¿Es gracioso?
Él negó aún riendo por dentro. Debía dejar de pensar mal. Cuando vio la cara de confusión de la joven mujer se tranquilizó por completo.
—Disculpe que lo pregunte... ¿Es usted...?
—Sí...
A Fuyumi le brillaron los ojos.
—Hawks-
—Un ángel-
Se quedaron en silencio. Parpadearon y luego se echaron a reír.
—No, señorita, no soy un ángel. Lo lamento. Soy más parecido a un halcón.
Fuyumi se apenó y ofreció disculpas.
—De modo que es usted el héroe número dos. Disculpe que no lo reconociera, no estoy familiarizada con los rostros de los héroes.
Hawks se sorprendió al escuchar algo como eso.
—Sin embargo, conoces el ranking. —comentó.
—Sí, es algo inevitable ¿sabe?
Hawks asintió.
—Le prepararé una bebida caliente, ¿le gusta el té o prefiere el café?
—Ah, no, no, no es necesario. Con la toalla es suficiente.
—Por favor. Usted es el ángel que me salvó.
El corazón del muchacho latía de manera extraña cuando ella le hacía esos cumplidos. No es que no hubiera escuchado antes halagos de civiles, pero ella tenía un modo curioso de decir las cosas, tanto así que parecía recitar poesía.
«Si es una fan obsesionada, hasta ahora es la más creativa»
—¿Señor?
—Uh, ¿eh? ¿qué?
Pestañeó olvidando la pregunta.
—¿Té o café? —Repitió ella con un rostro apacible.
—Oh... Café... por favor.
—Claro que sí. Ya regreso.
Fuyumi dio unos pasos, luego se detuvo y se giró hacia él para entregarle algo más.
—Su ropa sigue mojada, por favor use esto, sino va a resfriarse. Puede cambiarse en el baño de invitados, es la primera puerta a la izquierda. —Señaló.
Los ojos de Hawks se abrieron un montón al recibir las prendas. Fuyumi se fue.
—Ella es rara... Y además, ¿no está su ropa mojada también?
Aunque no estaba muy convencido de cambiarse de ropa en la casa de una desconocida, terminó haciéndolo.
Volvió a la sala y miró el café humeante sobre la mesa de centro. Movió la cabeza de un lado a otro, mas no veía a la mujer por ninguna parte.
Dio un sorbo a la taza y se quedó escuchando el viento. Una fuerte punzada en su ala izquierda lo obligó a dejar el recipiente en su sitio.
Se llevó la mano hasta el plumaje y sin poderlo evitar soltó un gemido doloroso.
Las poderosas ráfagas de aire, más una reciente herida lo hicieron caer y estamparse contra el vidrio frontal de un automóvil.
Por supuesto, el daño ya estaba hecho, y con el impacto agravó el malestar en su cuerpo.
Quería ir a casa, pero incluso con un tifón de esa magnitud azotando la ciudad, era imposible volar correctamente. Fue afortunado de poder traer a la joven hasta las puertas de su hogar.
Cuando miró la palma de su mano, encontró rastros de sangre.
—Señor Hawks...
Fuyumi quien regresó a la sala con ropa seca se quedó en shock cuando sus ojos se dirigieron a la mano del héroe.
—¡Está sangrando!
—¡No pasa nada, mantén la calma!
Pero incluso si Hawks quería que ella no se alterara, él ya estaba lo suficientemente alterado por ambos. Su cuerpo tembló y buscó algo para limpiar su mano; sin embargo, no tenía nada al alcance.
Fuyumi se acercó con rapidez y le entregó un pañuelo. Mientras Hawks se quitaba la mancha de sangre, ella notó que el muchacho no se cambió la camiseta, solo los pantalones.
—Umm...
Lo observaba demasiado, tanto que él comenzó a sospechar hasta que comprendió lo que pasaba.
—Ah, señorita... No puedo usar cualquier camiseta, mis alas tienen que salir de algún modo. Uso ropa especialmente diseñada para mi cuerpo.
Ella asintió entendiendo.
—No se preocupe, puede andar con el torso desnudo.
Hawks se sonrojó hasta las orejas y sintió un escalofrío por toda la espina dorsal.
¿Qué clase de persona era esta mujer?
Negó con su cabeza y rio nervioso por sus palabras, pero Fuyumi no cambió su rostro serio.
—Su ala continúa sangrando, me gustaría curar su herida, si me lo permite. Es por eso que pido que se deshaga de su camiseta.
—¿Eres médica?
—No, mi hermano es quien estudia medicina y él me ha enseñado un poco. Desinfectar y curar heridas, cosas de ese tipo.
Hawks pestañeó sin decir algo, se removió en su lugar y al sentir esa punzada de nuevo, aceptó.
Le resultaba incómodo tener el torso al descubierto frente a una mujer desconocida; sin embargo, debido a la luz tenue que el fuego de las velas emitía, poco a poco se tranquilizó.
Con la linterna de su teléfono, la joven iluminó la zona herida. Parte de la espalda de Hawks donde brotaban sus alas, estaba lastimada.
—¿Quién o qué fue lo que le ocasionó esto?
Él aclaró su garganta antes de responder.
—Un villano, podría decirse.
—Pero, ¿qué clase de peculiaridad es capaz de herirlo de esta forma? Parece que trataron de arrancarle las plumas.
Hubo un silencio entre ambos.
—Lo siento, ¿estoy siendo grosera?
—No, descuida, señorita.
—Oh, es cierto, sigue usted llamándome «señorita» ya que no me he presentado. Mi nombre es Fuyumi.
Tomó una gasa empapada de una solución y comenzó a limpiar el área con pequeños toquecitos. Hawks hizo un leve gesto de molestia, pero no emitió ningún sonido.
—Fuyumi —repitió—, ¿es tu primer nombre?
—Así es.
—¿Está bien que te llame por tu primer nombre antes que tu apellido?
Ella comprendió la pregunta. El héroe Hawks seguramente pensaba que era atrevido llegar a tal nivel de confianza, pero ella no se sentía segura de revelarle su apellido tan pronto.
Por lo general las personas la trataban diferente cuando descubrían que era la hija de Endeavor. Algunos con una simpatía hipócrita, otros con desprecio y en muy raras ocasiones, la gente se mantenía igual sin tener un cambio de actitud.
El hombre frente a ella lo sabría muy pronto y no tenía idea de cómo reaccionaría, entonces quiso mantener el secreto por un momento más.
—Sí, no se preocupe, señor Hawks.
La voz de la adorable mujer hizo cosquillas en su espalda. No se miraban a la cara, pues Fuyumi continuaba limpiando su herida.
—Invierno, belleza...
—¿Eh?
—Nada, hablé en voz alta.
—Cuénteme qué pasa por su mente, señor Hawks.
Él se rascó el puente de la nariz.
—Tu nombre, señorita... ¿los kanjis de tu nombre significan invierno y belleza?
Ella rio, hacía tiempo que no escuchaba sobre eso.
—Así es. Mis padres pensaron en mí de esa manera, aunque supongo que solo han acertado en la parte del invierno.
—¿Tienes un quirk?
—Sí, ¿puede adivinar cuál es?
Hawks volteó la cabeza hasta donde pudo visualizar su rostro, la observó sin decir nada tan solo con sus ojos dorados bien posicionados en ella. Fuyumi se avergonzó ligeramente.
—¿Hielo?
Ella se sorprendió, sus ojos se adelantaron a confirmar la respuesta.
—Es usted muy astuto, no hay duda del porqué es el héroe número dos.
Hawks se rio lo bastante fuerte como para inquietarla al ver su espalda subir y bajar.
—Pues claro. —contestó con orgullo.
Al terminar de limpiar la sangre y ver que no brotaba más, Fuyumi tomó otra gasa limpia para cubrir la herida y comenzó a enredar una venda alrededor del torso.
—¿Qué opinión tiene sobre Endeavor?
Fue la repentina pregunta que salió de sus labios, Hawks se quedó pensando.
—Endeavor... tiene más pinta de villano que de héroe.
Ya se lo esperaba, casi siempre escuchaba esas palabras, pero Hawks no paró allí.
—Es malhumorado y tiene esa mirada fría, pero, me agrada.
Las manos de Fuyumi se detuvieron.
—¿Cómo puede agradarle una persona así? Todos aman a los héroes como All Might, ¿no?
—Sí, pero confío más en alguien como Endeavor que en alguien que sonríe todo el tiempo. Además, él me salvó...
Hawks hizo una pausa abrupta al darse cuenta que estaba hablando de más. ¿Cómo la conversación podía fluir de tal manera que casi le cuenta ese tipo de cosas privadas?
—¿Lo salvó? ¿Endeavor?
—No me hagas caso. Ah, ¿terminaste? ¿ya estoy curado? —dijo con voz juguetona queriendo desviar el tema.
—Sí, terminé.
Fuyumi se levantó y caminó para sentarse al frente.
—Gracias, señorita Fuyumi.
—Puede llamarme solo Fuyumi, no tengo inconveniente, además usted salvó mi vida.
—Tú curaste mi herida, entonces ¿estamos a mano?
Ella sonrió y se cubrió la boca, no entendía por qué se sentía tan cómoda hablando con él.
—¿A qué te dedicas, Fuyumi?
—Soy maestra en una primaria.
—Ah, qué sorpresa. ¿Te gustan los niños?
—Solo lo necesario. Soy maestra porque me gusta la enseñanza.
—Entiendo.
Hawks permaneció sentado sobre el cojín, observando alrededor. Fuyumi bebía en silencio de su taza de té.
El intenso viento continuaba escuchándose, era un tifón lo bastante fuerte.
—Tal vez deba irme ya, quiero decir, mi trabajo es ayudar a los civiles y en esta noche, puede haber más de ellos atrapados en el tifón.
—Señor Hawks, el viento es demasiado intenso para usted. ¿Cómo podría volar con su herida y esas poderosas ráfagas empujándolo sin control?
Fuyumi tenía toda la razón, él también lo sabía: no podía salir en pleno ataque de la naturaleza; sin embargo, tampoco debía quedarse allí en la casa de una mujer a quien apenas conoció unas horas atrás.
Trató de pensar en algo, una solución ¡debía haber una!
Su cabeza parecía saturada de pensamientos, aún no se reponía del todo de su batalla anterior.
Aún seguía sumergido en sus ideas cuando de repente se oyó un fuerte ruido en alguna parte de la casa, había sonado como un vidrio roto.
Fuyumi se levantó de un salto y miró hacia atrás, Hawks por su parte continuó sentado, pero en un estado de alerta.
—¿Qué fue eso?
Unas voces masculinas llegaban a sus oídos. En cuanto Hawks las escuchó, se puso de pie y cambió su mirada.
—Fuyumi, quédate aquí.
Caminó en dirección al sitio de donde provenían las voces, que aunque murmuraban, no podían ignorarse.
Siendo sigiloso en cada uno de sus pasos, Hawks se quedó quieto al oír con claridad la conversación. La energía eléctrica no regresaba aún, pero de todos modos se ocultó detrás de la pared.
Para ingresar a la casa, los hombres habían roto la ventana de una habitación y continuaban allí. Se podía ver la luz de una linterna moviéndose en diferentes direcciones.
—¿Qué hacemos ahora?
—Ya debe estar dormida, sus hermanos tampoco viven aquí, así que estará bien. Solo hay que amordazarla y nadie se dará cuenta gracias al tifón.
—Mira todas estas cosas, ¿deberíamos llevarnos algo? Ese viejo está nadando en dinero, esto sería como quitarle un pelo.
—No seas idiota, no cargaremos con cosas innecesarias, solo nos vamos a llevar objetos valiosos y eso incluye a la mocosa. Recuerda el trato con ese sujeto.
Hawks arrancó dos de sus plumas, las movió en el aire con cautela, luego con una gran velocidad las llevó al interior de la habitación.
El ruido de algo que cayó en el piso y unos leves quejidos fue lo que sus oídos captaron. Cuando por fin hizo su aparición en la puerta, no pudo ver nada. Se agachó a recoger la linterna, luego al alumbrar frente a él miró a dos hombres atrapados con sus camisetas clavadas a la pared gracias a sus plumas.
—¡¿Qué dem...?!
—Hasta aquí llegó su plan. Hablan ahora y confiesan sus nexos con quienes planificaron esto, por las buenas...
Hawks los miró con severidad, pero ninguno de ellos contestó. Uno de los sujetos comenzó a reírse como si no le importara estar en desventaja.
—Ya sé quién eres. Ese estúpido y apestoso halcón que no hace otra cosa más que alardear. No te diremos nada, no somos idiotas.
—O puede ser por las malas.
Sin pensarlo tanto, Hawks se arrancó una de sus plumas más largas y la colocó cerca del cuello de uno de los criminales.
—Aun podemos mover nuestras manos, ¿sabes?
—No se preocupen, si no confiesan, pronto dejarán de moverse por completo.
Otra risa estalló.
—Ya no me hagas reír, ¿qué? ¿crees que no conocemos el código de los héroes?
—No me subestimen, puedo ser un héroe, pero también soy capaz de matar.
Fuyumi, quien se ocultaba detrás de un mueble, permaneció abrazando sus rodillas sin emitir sonido. No tenía ni idea de quiénes podían ser las personas que entraron a la casa, pero sus voces junto a la de Hawks, tomaron cierto volumen que le hizo saber que las cosas podían ponerse feas.
Cuando menos lo esperó un grito fue ahogado. Se cubrió los oídos con sus manos y cerró los ojos.
«Por favor, que esté bien el señor Hawks»
Pasaron los minutos que para ella, resultaron una eternidad. Sus piernas temblaban, y al estar en esa posición comenzó a experimentar una especie de ansiedad; algo como un déjà vu.
Se sintió de nuevo como una niña.
