El escape del taliamigo Parte 5
La reina murciélago siseó al verlos, a diferencia de la última vez cuando estaba serena y tranquila.
—Es la... —comenzó a decir Willow, aterrada.
—Reina murciélago, lo sabemos —la interrumpió Luz—. Una vez cuidamos a sus hijos.
—Fue de veras na´a má la bruja jumeta, lo reye tempranero y yoíto —corrigió Luis en acento dominicano—. Po´que cie´ta peledeí´ta guisadora fue a da lata en otro lao.
Luz suspiró y, confiada, se apuntó a sí misma con el pulgar zurdo.
—Tranquilos, yo lo arreglo.
Miró a la reina murciélago.
—¡Hola, reina! Wow, tu pelo luce grasoso.
Bajó la mirada hacia las crías.
—Y tus hijos están más horribles que nunca.
—Saben, podría haber sido peor —dijo Gus con una mirada de aprobación, y la reina murciélago gruñó, nada encantada.
—Es peor, enano —le informó Luis.
Luz rio, nerviosa.
—Entonces... Owlbert se escapó, y necesitamos recuperarlo. Solo lo tomaré y regresamos a casa.
La chica Noceda intentó acercarse al taliamigo, pero la reina murciélago se lo impidió, levantando su pie zurdo delante de ella.
—Ser descuidado con el bastón es algo serio —Entrecerró los ojos hacia los mellizos—. Yo lo protejo.
—Gracias por hacerlo... ah... —comenzó a decir Luz, apartando cuidadosamente el pie de la criatura—. Pero le pertenece a Eda, la dama búho, y le debes un favor, ¿recuerdas?
—La dama búho fue descuidada. Perdió de vista su bastón, —La reina murciélago dio unos amenazadores pasos hacia Luz, quien retrocedió un poco— y lo tomó una humana que roba, lástima, y asusta.
Luz la miró confundida.
—¿Eh?
La reina murciélago miró a Luis, quien se mantenía sereno.
—¡Y tú! ¡Qué guardián tan irresponsable con su hermana! Dejaste que ella cometiera tales faltas.
Luis cerró los ojos como avergonzado.
—Él me contó todo.
Los ojos de la reina murciélago, al igual que los del taliamigo, brillaron de amarillo.
Luz se inclinó hacia Owlbert.
—Owlbert, nunca quisimos lastimarte —le dijo.
—Por favor, confía en nosotros —agregó Luis.
El talismán amigo respondió volando sobre la cabeza de la reina murciélago, y los ojos de ambos volvieron a brillar.
—Gánense su confianza.
La reina murciélago voló hacia un tocón rodeado de tesoros.
—Con...
Extendió las alas y unas llamas, que salieron de unas fumarolas, estallaron a su alrededor mientras gritaba:
—¡PRUEBAS!
—¿Pruebas? —dijo Gus, agitando sus banderas.
Willow dio un paso adelante.
—Chicos, la reina murciélago es conocida por sus pruebas imposibles. Nunca escuché que alguien le haya ganado.
—Pero tenemos que recuperar a Owlbert, Mimosa —dijo Luis seriamente.
—Aceptamos el desafío —dijo Luz valientemente, apretando el bastón.
Willow miró a Gus, apretando los puños.
—Y estaremos aquí con ustedes.
—Dejen que las banderas los motiven —vitoreó Gus, levantando dichos objetos.
De pronto, la reina murciélago levantó la pata derecha y apretó el puño, atrapando mágicamente a los jóvenes brujos con musgo.
—¡¿Eh?!
—Sin ayuda.
Luis miró a la reina murciélago con los ojos entrecerrados y las pupilas rojas.
—Ahora, que comiencen las pruebas.
La reina murciélago volvió a extender las alas, haciendo estallar las llamas a su alrededor.
—Los dos se turnarán para realizarlas.
Miró al chico Noceda.
—Luis.
Apuntó con su ala izquierda hacia un enorme monstruo arácnido que tenía una ubre.
—Ordeña al demonio araña.
Con un balde en las manos, Luis miró la ubre de la criatura y luego a Owlbert, antes de empezar a cantar en tono apagado.
.
En un mundo de prisas y afanes.
donde todo es caos y desganes.
.
Avanzó lentamente hacia el demonio araña, que empezaba a sentir como pesadez en los párpados.
.
Hay un refugio que nunca engaña,
es la calma, la que siempre acompaña.
.
Eventualmente, la primera llama se extinguió, una vez lograda la primera prueba.
—Luz.
La reina murciélago apuntó a unos árboles.
—Elimina los panales.
Luz subió a un árbol cubierto de musgo y vio un saco amarillento colgado de una rama. Cuando intentó derribarlo con el bastón, este se convirtió en una enorme avispa con alas de murciélago que soltó un chillido.
—¡Villana Lucy!
Asustada, la chica Noceda cayó del árbol y empezó a correr, siendo perseguida por el insecto demoníaco.
—Eso es.
Gus forcejeaba, intentando liberarse del musgo con sus banderas.
—Casi lo logro.
—Lo siento, enano, pero tu esfuerzo será en vano —le advirtió Luis.
El joven brujo finalmente logró liberarse.
—¡Soy libre! —Miró a la reina murciélago—. Reina murciélago, te arrepentirás de haber intentado...
La criatura quiróptera simplemente lo volvió a atrapar mágicamente con el musgo, esta vez colgándolo del techo.
—Ah...
Luis lo miró con burla.
—Te lo dije.
La segunda llama se apagó, una vez finalizada la segunda prueba.
—¡Luis!
El chico Noceda dirigió nuevamente la mirada hacia la reina murciélago, preparado para la siguiente prueba.
—¡Baña a los bebés!.
En una tina de madera llena de agua jabonosa, las crias quirópteras disfrutaban chapoteando y riendo. Sus pequeñas alas jugaban con las burbujas mientras sus chillidos de alegría llenaban el aire. Luis restregaba a uno de ellos con un cepillo, mientras cantaba una hermosa canción.
.
Sus alas se mojan, se vuelven a acomodar.
El agua les refresca, les hace vibrar.
.
—Es perfecto para ti —le dijo Gus a Willow, y esta se limitó a mirarlo de reojo.
Luego, la brujita dirigió la mirada hacia Luz cuando esta se unió al juego, agregando:
—No lo dejes ir.
.
Pequeños murciélagos, llenos de alegría.
Disfrutan el baño, sin ninguna agonía.
.
Luis agarró a los bebés murciélagos y los sacó de la tina. Luego, los enjuagó vertiendo agua sobre ellos.
.
La higiene es su amiga, con ella hay diversión.
Un momento mágico, lleno de emoción.
.
Una vez limpias, las crías de murciélago se sacudieron y chirriaron alegremente, dando saltitos, para el deleite de todos. Tanto Luz como Gus miraron a Willow con ojos suplicantes y, al unísono, le dijeron:
—¡Cásate con él!
—Terminen con eso, por favor —les respondió Willow sin alterarse, pero con las mejillas levemente ruborizadas.
.
.
.
—¡No! ¡No! ¡Mala Eda!
King y Queen observaban molesto cómo la bestia búho se comía otro juego del parque.
—Ñaa, tú eres nuestra bestia. Nosotros te controlamos.
—¡Ey!
King le dio una patada, enfureciendo a la criatura, que giró hacia él con un gruñido.
—Creo que no debiste hacer eso, mi rey —señaló Queen nerviosa, aún desde el lomo de la bestia.
—¿En qué estaba pensando?
King retrocedió asustado y cayó de bruces.
—Soy un tonto.
—Ñaaa, ambos lo somos —lo apoyó Queen.
King miró a su "reina" con ojos tristes, como si fuera lo último que vería antes de perder la vida.
—Mi rei...
Pero Queen no le permitió terminar la frase.
—¡Cariño, detrás de ti! —le avisó, apuntando con el índice derecho.
King giró la cabeza y vio la mochila abierta con un cierto elixir dentro.
—¡Genial!
La bestia búho avanzó hacia el "rey de los demonios", chillando de forma amenazante, pero este le arrojó la botella a la boca. Se lo tragó, escupiendo el corcho.
—Genial.
Queen le dio unas palmaditas en la cabeza a la bestia búho.
—Ñaaa, ahora cambia de nuevo a Eda.
Sin embargo, eso no sucedió cuando gruñó de nuevo.
—En cualquier momento —añadió King esperanzado—. Solo transfórmate mágicamente.
Eda búho, volvió a gruñir y el "rey de los demonios" se escondió en su armadura de cartón, pero no sirvió de nada.
—¡ÑAAAAA! —gritó Queen horrorizada cuando la bestia partió el objeto por la mitad con sus afiladas garras, dejando expuesto a su "rey", quien salió corriendo.
La "reina de los demonios" lo siguió, después de bajar del lomo de la bestia búho de un salto. Ambos intentaron descender por la red, pero quedaron atrapados en ella.
Cayeron colgando de una pata, con Eda búho frente a ellos, pero antes de que pudieran hacer algo, se escuchó un graznido.
.
.
.
Un carruaje de madera con algunos cuernos sobresaliendo del techo, una "sirena viviente" que consistía en un pequeño demonio enjaulado sobre él y un gran letrero verde que decía "Control de animales" en letras de color crema, tirado por un insecto gigante púrpura, se detuvo frente a la zona mortal. La conductora, una bruja de constitución promedio, con la piel, una nariz redonda, el cabello negro corto peinado al estilo bob, ojos marrones y orejas puntiagudas, quien llevaba puesto unos antejojos de color rosa, un vestido color burdeos por encima de un chaleco amarillo a rayas (que era el uniforme de la organización), cinturón y mangas negras, así como globos en los hombros, además de pantalones naranjas y botas altas grises/negras, bajó del carruaje.
—Hola, soy Flora D'splora —dijo educadamente con una pequeña sonrisa—. El día de hoy, mis empleados y yo, capturaremos a una temible criatura de pesadilla.
—Disculpe señora —dijo una voz infantil.
La mujer bajó la mirada y vio al brujito pelirrojo con un moco colgando de su nariz, parado frente a ella, con una expresión curiosa en su rostro.
—¿A quién le habla?
—¡Oh, Titán!
Tras una leve reacción de sorpresa, Flora se puso a la altura del niño y le limpió la nariz con un pañuelo que hizo aparecer mediante magia.
—Me parece que hay una goterita.
Entonces, uno de los empleados de la mujer, que parecía ser una criatura demoníaca con forma de ardilla humanoide, pelaje morado, ojos blancos con pupilas negras, nariz rosada y una enorme cola tupida, se acercó. Llevaba unícamente el chaleco uniforme amarillo con rayas blancas.
—Bien hecho, jefa. Atrapaste a la bestia —bromeó, y el niño pelirrojo salió corriendo llorando.
Una vez erguida, Flora le sonrió de manera extrañamente dulce.
—Eres muy gracioso, Crico. Pero descontaré tres caracoles de tu próximo pago.
—Pero... —intentó protestar el demonio ardilla.
Sin embargo, Flora no le hizo caso.
—Ahora vamos —dijo haciendo un gesto con la mano izquierda antes de ponerse en marcha.
El otro empleado, que compartía algunos rasgos con Flora, tenía el cabello más corto y desordenado, a diferencia de ella. Además, llevaba una larga túnica café y un chaleco amarillo por encima. Colocó la mano izquierda sobre el hombro derecho del demonio ardilla.
—La hiciste enojar otra vez, ¿eh, Criquín? —le dijo divertido.
Crico lo fulminó con la mirada.
—Cállate, Daegon.
.
.
.
—¡Ah, control animal! —gritó King alamarmado, cuando vio que Flora y sus empleados bajaban por las escaleras de la entrada del patio de juego.
—¡Lo que faltaba! —agregó Queen.
—Coincide con la descripción que los padres hicieron —dijo Flora, tras analizar bien a la bestia búho—. ¡Atrapenlo!
—¡Oh no!
—¡ÑAAAAAA!
Los "reyes" se preocuparon al ver que Eda búho se arrastraba hacia el trío del control de animales.
Crico dibujó un círculo mágico con su dedo índice izquierdo y luego le siguió Daegon, quien lo hizo con el derecho. Ambos se arrodillaron y tocaron el suelo, invocando así una gran red verdosa que atrapó a la bestia búho.
Flora tomó el látigo, que tenía una cabeza de mono lavanda en la parte superior y estaba enrollado en su cintura derecha. Luego comenzó a azotar con fuerza a la bestia búho. Los "reyes" no quisieron ver lo que estaba sucediendo, por lo que se taparon los ojos.
La bestia búho cayó al suelo, y Daegon la hizo levitar mágicamente.
—¡EDA! —gritó King tras abrir los ojos.
—¡ÑAAAAAA! —chilló Queen, mientras la bestia búho era subida al carruaje.
Los reyes forcejearon tratando de liberarse de las cuerdas, pero cuando lo lograron, sus patas todavía estaban atascadas y quedaron colgados nuevamente.
—Genial —dijo King sarcásticamente.
—Ñaa, fantástico —agregó Queen de igual manera.
Flora dirigió una última mirada al patio de juegos y, al ver a los reyes, abrió los ojos sorprendida. Se quitó los lentes y, utilizando su aliento, empañó los cristales para luego limpiarlos con su chaleco. Al volvérselos a colocar, los reyes habían desaparecido.
—O necesito anteojos nuevos o es el estrés del trabajo, pero cada día alucino más—murmuró para sí misma.
.
.
.
La última llama se apagó, y la reina murciélago entrecerró los ojos.
—¡Sí!
Tras unos forcejeos, Gus logró liberarse nuevamente del musgo, cayendo de cabeza sobre sus manos.
—Libre de nuevo.
—Parece que tu capacidad intelectual se desvanece en el aire cada vez que tienes la oportunidad de hacer algo bien, enano —le dijo Luis burlonamente—. ¿O es que simplemente te gusta hacer el ridículo una y otra vez?
Luz y Willow lo miraron con expresiones de desaprobación.
—Luciano, no me gusta cómo tratas a Gus.
—Espero que algún día reconsideres tu actitud y lo trates con más empatía.
Luis no les hizo caso y miró a la reina murciélago.
—Bueno, reina murciélago, esta fue la última. Hicimos todas tus pruebas y demostramos nuestra dedicación hacia Owlbert.
La reina murciélago lo miró con ojos entrecerrados, y Luz se acercó al taliamigo con una expresión de tristeza.
—Perdónanos por el dolor que te causamos, Owlbert.
—Prometemos ser más cuidadosos —agregó Luis, serio.
—¿Volverás a casa con nosotros?
Asintiendo con la cabeza, Owlbert voló hacia ellos. Sin embargo, a la reina murciélago no le agradó eso y lo atrapó mágicamente en el musgo.
—¡No! Una prueba más. La última... ¡Luz!
La reina murciélago miró a la chica Noceda y extendió sus alas.
—¡Debes enfrentarte a mí!
Una llamarada estalló detrás de ella, mientras Luz exclamaba incrédula:
—¡¿Qué?!
Entonces, la reina murciélago voló hacia ella con un aullido y Luis gritó:
—¡Corre, nutria, corre!
—¡Nunca lo podrán recuperar! —declaró la reina murciélago, aterrizando detrás del taliamigo, viendo cómo Luz se escapaba corriendo.
—¡Luis, sácanos de aquí! —gritó Willow—. ¡Podemos ayudar!
Luis se acercó a los jóvenes brujos y los liberó cortando el musgo con su daga.
—¡Cuidado!
Sobre volando en el aire, los bebés murciélago chillaban amenazadoramente.
—Los enfrentaré... —Gus llevó las manos detrás de su espalda—. ¡Con mis banderas! —agregó, agitando dichos objetos.
Acto seguido, las crías quirópteras atacaron a los jóvenes brujos.
—¡No! ¡Eso fue un mal plan!
Aclarándose la garganta y usando su daga como micrófono, Luis empezó a cantar:
.
En un mundo de colores y risas sin cesar,
donde los niños buenos aprenden a amar,
hay una lección que todos debemos escuchar,
no debemos atacar, ni hacer daño a nadie jamás.
.
A medida que la canción avanzaba, los bebés murciélagos se fueron relajando cada vez más, y sus aleteos frenéticos se suavizaron gradualmente. Sus pequeños cuerpos comenzaron a balancearse rítmicamente al compás de la melodía, mientras sus ojitos se iban cerrando lentamente.
.
Con nuestros corazones llenos de bondad,
podemos construir un mundo en paz,
respetando a todos, sin importar su edad,
cambiando el odio por amor, una realidad.
.
La música les envolvía, acariciando sus sentidos y calmando sus inquietudes. Uno a uno, los bebés murciélagos fueron cayendo en un profundo sueño, dejándose llevar por la dulzura de la melodía. Sus alas se desplegaron suavemente sobre el suelo, y se acurrucaron juntos en una tierna y pacífica siesta.
Sin embargo, Luis no se detuvo, lo que provocó que Willow, con ojos brillantes y mejillas sonrojadas, se dejara llevar por su imaginación, visualizándose a sí misma como adulta junto a él, acariciando su abultado vientre mientras cantaba.
.
Los niños buenos no buscan pelear,
prefieren abrazar y perdonar,
.
Entonces, la fantasía de la brujita de las plantas cambió. Luis sostenía a un bebé en sus brazos, al que arrullaba suavemente y continuaba cantando, mientras Willow los miraba con amor.
.
Con palabras amables pueden sanar,
las heridas del alma, pueden transformar.
.
Tan pronto terminó de cantar, Luis se puso la daga en la boca, levantó a los bebés murciélagos en sus brazos y comenzó a arrullarlos.
—¿En qué estaba pensando? —se lamentó Gus—. Las bestias demonio se enfrentan con canciones, no con banderas.
—Serás un excelente padre algún día, Luis —agregó Willow, inconscientemente.
Ambos chicos la miraron, Luis con una expresión neutral y Gus con una mirada pícara.
Willow abrió los ojos ampliamente, mientras sus mejillas se ponían rojas.
—No puedo creer que dije eso.
.
.
.
Más allá de los árboles, Luz huía de la reina murciélago, sorteando algunos obstáculos.
—¡No dejaré que encierres a Owlbert! —gritó Luz, intentando golpear a la criatura con el bastón.
La reina murciélago se elevó en el aire y Luz cayó de bruces al enredarse con unas enredaderas en sus tobillos. Miró hacia arriba y vio con horror cómo la criatura descendía hacia ella, cual águila a su presa. Luz levantó el bastón, bloqueando el ataque de la reina murciélago.
Fue entonces cuando Luz notó algo en la pata derecha de la criatura.
—¿Eso es un enganche?
Luz la empujó con una patada, y la reina murciélago aterrizó a unos pocos metros de distancia. Luz Noceda se levantó y enfrentó a la criatura.
—Reina murciélago. Solías residir en un bastón, ¿verdad? Eras un taliamigo.
La criatura jadeó en respuesta a su comentario.
