Hola!
Hey! Mira eso! Otra vez antes de un mes XD y estoy preparando otro one shot... mientras maqueto otra historia y me imagino otras quince...
Advertencia de smut y espero que les guste porque es la primera vez que uso a esta pareja!
Y el lemon fue el culpable de que me extendiera tanto jaja
Bueno, sigo con las notas al final. Disfruten.
Capítulo XII
"Somenthing like this"
Era viernes por la tarde. El entrenamiento entre la rubia y la magicat ya terminó y el rendimiento de la felina recibiendo los golpes con el equipo de protección era exponencial.
—¿Quieres salir otra vez, Adora? —preguntó con las endorfinas arriba por el ejercicio.
—Uh… Lo siento, Catra —sus orejas bajaron sin poder evitarlo. —Ya tengo planes con una amiga. No la he visto en mucho tiempo —ofreció la rubia como explicación.
—Entiendo. Hoy toca llevar a alguien más a su cama entonces —sonrió Catra levemente. La rubia se ruborizó.
—¿No vas a dejarlo pasar, verdad? —Catra negó con su sonrisa ladina —No voy a volver a tomar contigo. —respondió Adora con un puchero.
—Que poco aguante, Grey. ¿Y así no quieres que te moleste por preferir cerveza clara?
—No. Definitivamente no voy a volver a beber contigo —rezongó Adora.
Se siguieron molestando hasta llegar a sus puertas donde Adora otra vez se entretenía con sus llaves. Catra debía de dejar de ver las comedias románticas de Kate.
—Mañana estaré ocupada con lo de la fiesta también —mencionó la rubia de pronto.
—No te preocupes, Dora. —aunque claro que eso deprimía a Catra. Por supuesto que Adora tenía otros amigos a los que ver. Tenía una vida.
—¿Pero el domingo te veré en la fiesta? Quiero decir, a todos —se apresuró su acompañante.
—No me lo perdería por nada. Y Kate tampoco. —Adora no tenía ningún derecho a sonreír alegre por las sencillas palabras de la magicat.
—Okey. Entonces nos vemos —y como siempre, Catra fue la última en entrar en su departamento.
El edificio tenía una fachada cubierta por árboles y una malla artística de hierro forjado. Adora se dirigió hasta la villa que Mermista le compartió en un mensaje, reconoció el carro tipo muscle en color verde agua satinado. Estaba emocionada. Desde bastante antes del divorcio ya no habían efectuado ninguno de estos juegos.
La habitación de la villa era sencilla y elegante. Adora casi esperaba ver a Seahawk sirviendo de algún modo a Mermista cuando subió las escaleras y entró, pero no. Se encontró con un camino marcado por la ropa de su amiga, que se la había ido quitando y simplemente dejando caer al piso. La última pieza de ropa, un delicado triangulo de encaje negro con finas tiras. Los zapatos tirados descuidadamente cerca de la entrada.
Mermista ya debía de estar metida en el amplio jacuzzi.
—¿Adora? No me interesa porque vas llegando, quiero tu trasero desnudo en el agua y ninguna disculpa —escuchó efectivamente desde el otro extremo de la habitación. Riendo un poco, Adora se apresuró a desnudarse y en vez de seguir el ejemplo del sexy desastre de Mermista, que ya le incendió la mente, dejó su ropa en un solo montón.
—Hola, Mermista —Saludó Adora un poco cohibida.
Se encontró con su amiga morena con el cabello recogido perezosamente en un chongo, sostenido con una larga aguja de plata, con un ligerísimo albornoz de encaje, con un diseño entrecruzado de figuras abstractas, que dejaba entrever sus pezones oscuros, y le acariciaba la piel por el suave movimiento del agua, a su lado sobre el borde del jacuzzi, una bandeja con fresas y uvas descansaba, al lado de dos copas y una botella de vino espumoso y claro. Su larga cola de sirena se movía ligera en el agua, lo que creaba las pequeñas olas.
Con una sonrisa a la vez cálida y ladina, Mermista recibió a Adora. Con gusto admiró el cuerpo trabajado y fuerte de su amiga. Era una visión que nunca decepcionaba.
—Puedo ver que no has dejado el ejercicio, ¿Ahora haces más? —Mencionó la sirena como si se estuvieran encontrando en la mesa de un restaurante en vez de desnudas en una habitación de hotel, que aunque sobria, estaba claramente diseñada para el placer y no una visita casual.
—Tengo mucho tiempo libre —Respondió Adora mientras caminaba despacio a las escaleras del jacuzzi y se metía al agua, que estaba en su punto para no sentirla fría ni caliente.
—Y lo aprovechas muy bien. Hawk sigue sin tener ningún chance de ganarte —Adora es una idiota cuando se refiere a mostrar sus músculos a quienes los aprecian. Se acercó a Mermista flexionando sus brazos levemente.
—Gracias por hacer esto, Ista —dijo la rubia.
—Esto no es un favor, Dor. Las dos vamos a disfrutar ¿Okey?
La sirena le acarició la mandíbula, un gesto tanto posesivo como cariñoso, y Adora se dejó llevar por el tacto, sintiéndose más cómoda. Después de un suave asentimiento, Mermista la soltó y se estiró, provocando que el albornoz se abriera un poco, para alcanzar las copas y la botella.
—Primero que nada: reglas. ¿Algún cambio? —dijo Mermista mientras le pasaba una copa y la rubia la tomaba entre sus manos, sentándose en el desnivel del jacuzzi.
Antes de responder, le dio un buen trago al vino frío.
—No, creo que no. ¿Pero podemos ir despacio? —preguntó insegura.
—Okey. ¿Palabras? —recitó la sirena.
—Azul para seguir, rosa para pausar, negro para parar —dijo Adora de memoria.
—Sí… ¿Me quieres decir por qué de pronto llamas para esto? —la mujer rubia volvió a tomar de su copa y su amiga la detuvo un momento. —No te quiero inconsciente.
—Sí, lo siento… Me encontré a Huntara el otro viernes y salimos a comer el domingo. Ya sabes cómo es. —la cara emocionada de Mermista era infrecuente, pero no cuando había tan buen chisme a su disposición. —Dijo cosas que me…
—¿Que te excitaron? —no sabía Adora lo que había hecho para conseguirse una mejor amiga que no perdía oportunidad de molestarla.
Pero estas eran cosas que no podría tratar con Spinni. Mermista era su mejor opción. En ese aspecto, probablemente nadie la conocía mejor.
—Que me hicieron recordar nuestro tiempo juntas. —clarificó y suspiró— Pero ya no pude "emocionarme" con ella.
Mermista la miró intensamente un segundo.
—Esto no te va a gustar, Adora, pero ya sé que no disfrutas con los hombres ¿pero Huntara? —preguntó incrédula la sirena. Como si no disfrutar con Huntara fuera salirse de la norma.
Adora se sonrojó. Era cierto. Un tiempo después de su desliz con Bow pudo interiorizarlo. Y aunque alguna vez intentaron llevar su relación a otro nivel… ser un matrimonio en un sentido más amplio y "real", ni ella ni Bow pudieron. No sabía las razones de su amigo, pero ya no podía seguir esperando de sí misma que le gustara "cualquier persona". Estaba bien ser "selectiva". No todo el mundo tenía que ser bi, como Seahawk y Mermista y Bow. Sus mejores amigos.
No. Estaba bien si se sentía cómoda solo con un género. Igual que Huntara. Como sea, ese era caso cerrado. Aparentemente. Sus amigos eran los mejores, entendían que Adora simplemente era reservada y que no hablaba como ellos sobre sus gustos y relaciones.
Aunque ver a Bow y Seahawk juntos era… extraño. No desagradable para nada. Y en las palabras de la propia Mermista: Bow era el niño bonito de Hawk, Hawk el de ella, y Adora era su niña bonita, así que todos ganaban.
—Solo no… Pero toda la semana he tenido ganas —admitió con la cara roja.
—¿He de sentirme halagada de que pensaras en mí? —sonrió altanera.
—¡Por supuesto! —dijo Adora todavía furiosamente roja —Eres mi mejor amiga.
Mermista rio y se acercó a Adora. Fueron muy unidas y durante años mantuvieron el acuerdo entre el par de matrimonios.
—Muy bien, entonces —dijo Mermista sin soltar el tono juguetón. Tomó una uva y se la acercó a la boca de la rubia—. ¿Quieres?
Adora sonrió y asintió, tomando la uva y mordiéndola con suavidad. Era increíblemente dulce, y sabía a Mermista. Esa mujer era una fuerza de la naturaleza que no podía resistir cuando se ponía en este estado con ella.
—Está deliciosa —dijo Adora después de tragar la fruta—. Y no quiero que pienses que soy una mala amiga.
Mermista rio y se recostó en el borde del jacuzzi otra vez. Se relajó y se concentró un momento, hubo un resplandor que encegueció a Adora y la cola de sirena dejó de estar para mostrar sus piernas morenas de muslos anchos y suaves, con la pequeña y suave barriga que dos embarazos y menos tiempo para el ejercicio dejan tras de sí.
—No, no lo eres. Pero me pregunto si estaras usando mi trasero como excusa para salir y divertirte un poco —hizo una mueca—. Y puedo decirte que no me gustaría, pero tampoco me ofendería —le dijo jugando.
Adora se rió y se acercó un poco más a Mermista.
—No, no, no. Esa nunca ha sido mi intención. —dijo casi tartamudeando. Sabía que tenían mucho tiempo de no verse, y que esta tampoco era su dinámica principal, solo algo para hacer de vez en vez entre amigos. Seguro, casual, con compromiso pero sin ataduras, divertido. Perfecto para dos matrimonios que buscaban nuevas experiencias por razones diferentes. Mermista la miró con los ojos entrecerrados, una sonrisa traviesa.
—Eso me alegra y espero que tu intención sea que por fin nos empecemos a divertir —Se inclinó un poco y alzó la barbilla, Adora resplandeció y le dio un beso húmedo en la mejilla— Y esto es exactamente lo que necesitábamos. —suspiró satisfecha—. No hay nada mejor que pasar un poco de tiempo juntas otra vez, ¿verdad?
Adora volvió a sonreír. Era el modo indirectamente directo de Mermista de decirle que la había extrañado. No había nada que pudiera alegrarla tanto como estar con Mermista en este momento. Habían sido días muy buenos. Ya iba a romper la marca de las dos semanas, y era impresionante que fuera justo con un fin de semana de Bow en el medio. Debía agradecerle de algún modo a Catra. Recordó cómo la estaba molestando con no volver a salir con ella, pero el siguiente viernes podría ser genial salir otra vez.
—No, no hay nada mejor —dijo, acomodándose mejor en el agua.
Mermista se recostó también y cerró los ojos, disfrutando de la calidez del agua y cuando los volvió a abrir vio la tierna diversión en el rostro de su amiga.
—Sí, esto es excelente —dijo, y las dos rieron. Estaban juntas, felices, y Adora lo sentía como una liberación. —Y aún así no estás sonriendo así por ver a tu mejor amiga.
—Claro que sí —Adora se cruzó sobre Mermista con la excusa de alcanzar las uvas y volver a agarrar, pero se quedo parada casualmente entre sus piernas. Era tan alta que sus pezones quedaban sobre el ras del agua. Una vista que no despreciaba para nada Mermista. —Y solo recordaba a una amiga… Apenas la conocí. Y ustedes la conocerán el domingo, en la fiesta.
—¿Una amiga, eh? —Mermista estiró sus manos para tomar por la cintura a Adora y subir hacia sus senos, sopesándolos con la parte externa y superior de los pulgares, con el resto de los dedos de uñas negras rodeando sus costillas, sin realmente tocarlos. La rubia dejo escapar un suspiro de gusto. Le ofreció una uva y su compañera la mordió. —¿Y tiene nombre esta amiga nueva que no conozco?
—Catra —Suspiró Adora de nuevo mientras Mermista estiraba sus pulgares ahora y acunaba en sus palmas ambos senos.
—¿Color? — Ya después se enteraría de lo demás.
—Azul… Muy azul —Aseveró Adora.
—¿Qué es lo que quieres, Adora? —Pidió Mermista mesando los senos. Jugando con ellos, juntándolos y separándolos, moviendo el agua a su alrededor.
Sí. Habían sido buenos días. Adora no se había sentido mal ni ajena ni culpable al lado de Bow y Perfuma arreglando los detalles de la fiesta. ¿Qué quería? Quería un poco de intimidad y complicidad. La que había tenido y no con Bow. La que tuvo alguna vez, unas veces, con Huntara. La jocosa adoración de Jack por Kate. La idea de la ilusión de que el cariño y amor de Mermista sobrepasaran estas horas.
—Quiero sentirme bien… —Su amiga la recompensó con un apretón. —Y besos… muchos besos.
Mermista se rio con gusto, con un dejo de burla y caricia.
—¿Cuándo fue la última vez? —Susurró.
—La otra vez… Con Bow y ustedes —Los ojos cafés se abrieron con asombro.
Esa ocasión debía de tener más de dos años.
—¿De verdad no has estado con nadie más? —preguntó sin saber esconder su incredulidad.
—No… —Le respondió Adora con un susurró —Sabes todo lo que pasó… No tenía ánimos ni ganas ni siquiera de pensar en… esto —terminó en otro susurro.
Mermista dejo de acariciarle los senos. Los ojos de Adora brillaban con vulnerabilidad. Y con el golpe de posesividad que siempre recibía la sirena cuando Seahawk volvía a ella, envolvió a Adora por el cuello y la jaló hacia sí.
—¿Entonces las cosas están mejorando? —Susurró de vuelta.
—Creo que sí —Los ojos azules no dejaban de mirar los labios contrarios.
—¿Color? —Tenía que volver a asegurarse.
—Azul —Y Mermista por fin dejó que las dos se unieran en un beso suave que iba aumentando en profundidad.
Sí, Mermista sabía todo lo que había pasado en esos dos largos años. Pero no sabía todos los por qué ni los cómo. Eso era algo que Adora nunca le compartió.
Bow había estado en lo correcto. Al principio, George y Lance estaban muy serios, pues no sabían qué esperar ante los nervios de su hijo y de la niña que desde hace años invitaban a comer. Y después de la lamentación inicial ante el "accidente" y modo de proceder de los muchachos, se regocijaron ante la idea de otro nieto. Adora no tenía una cuenta exacta de cuántos nietos tenía la feliz pareja.
Adora y Bow terminaron abrazados apretadamente entre los dos hombres mayores.
Previniendo cualquier inconveniente, Adora dio de baja dos materias de su carga semestral que ya podría recuperar después. La beca le ayudaba con casi todos sus gastos, teniendo en cuenta que Bow cubría la mitad de la renta y George y Lance les ayudaban con las comidas. Y la escuela les daba seguro básico a todos los alumnos matriculados, lo que le incluía sus citas y estudios de sangre, pero no los ultrasonidos ni nada que tuviera que ver directamente con el embarazo.
La opción era conseguir un trabajo con un mejor seguro o ahorrar para un hospital o clínica particular.
Y ahí fue cuando empezaron los problemas.
Adora sabía valerse por sí misma. A veces conseguía algún trabajo para ayudarse, o reducía su ingesta calórica, pero trataba de no molestar a nadie. De poner su mejor sonrisa y seguir adelante. Y con lo nervioso que era Bow, ese rasgo en ella se acentuó con los años. Solo que en esta situación no era lo mejor para sí misma y el bebé.
Por primera vez en su vida, Adora tenía que ser sincera con sus malestares, rigurosa con su peso y alimentación, aceptar que se preocuparan por ella y pedir ayuda.
Los primeros meses no hubo gran cambio en cuanto a su rutina. Eran esos detalles donde residían sus dolores de cabeza. Bow estaba hiper pendiente de ella. Huntara le había ayudado a conseguir un trabajo de medio tiempo como recepcionista en un gimnasio, donde podía hacer algunas tareas y pasarla sentada la mayoría del tiempo.
Mermista y Seahawk conspiraban con Bow para que ella descansara lo más posible y recibir todos esos cuidados, sin saber cómo procesarlo, la tenía muy estresada.
Cualquiera de los Rider y Mermista, la acompañaban a sus citas con el obstetra. Conforme la gente a su alrededor se enteró, la felicitaban y algunos profesores le reconocieron el esfuerzo y le daban consejos, tanto con el embarazo sobre cómo sobrellevar los trámites de la baja temporal para el siguiente semestre, pues aunque no era la primera opción de Adora, la mayoría de las personas le recomendaban tomarse ese tiempo para ella y su bebé.
Mermista incluso la animó diciéndole que seguirían casi al mismo nivel porque ella ya tenía de por sí algunas materias atrasadas y así Adora le daría tiempo para de hecho ponerse al corriente con su matrícula.
George le consiguió un trabajo a Bow como mensajero en una oficina militar que atendía asuntos administrativos, gracias a su pasado como soldado auxiliar. No era pesado y la paga y el seguro eran muy buenos. También dejó el tiro con arco porque los tiempos ya no se lo permitían y Adora sabía que estos eran los mejores años para cualquier deportista.
Mermista se movió para enredar sus piernas alrededor de la cintura de Adora, sin soltar el beso. Si es que Adora había perdido la práctica, no se notó en ningún momento. Ella lo único que quería era desfogarse y sentirse bien al lado de quien quería y confiaba, aunque no fuera el tipo de amor que ansiaba, era cálido y suficiente.
El beso siguió lento y profundo, dos personas que no se han encontrado en un largo tiempo. Adora rodeó el torso moreno y sintió el encaje mojado y cómo se erizaba la piel contraria.
A Mermista siempre le gustaba hacerlo en el agua, era su naturaleza primaria, y su magia elemental siempre ofrecía experiencias fenomenales. Y como a la rubia lo que más le gustaba era complacer, no tenía nada en contra de experimentar. Sin embargo, personalmente quizás por un punto tan nimio como un grano de arroz, podría llegar a preferir la cama.
La sirena sentía sus pliegues rozar contra el trabajado vientre de la contraria, gracias al abrazo de sus piernas al otro cuerpo. Adora bajó sus manos por su espalda y después las metió por debajo del albornoz, para sostener directamente su cintura, jugar con su piel y seguir bajando a su trasero, que definitivamente se había agrandado junto a la barriga y los muslos. Adora se recreó en la sensación de la piel suave y mojada y cómo sus dedos se hundían en la nueva carne blanda de su amiga, reconociendo los cambios que ese cuerpo tuvo en dos años.
Finalmente Adora extendió por completo sus manos en la base del trasero de Mermista y la sostuvo contra sí, frotándola más, sabiendo que su esfuerzo era mínimo gracias al agua, pero aún así su amiga le apreció el esfuerzo presionando sus bíceps. Gracias a la fuerza y habilidad de Adora, la sirena no tenía que preocuparse más que de acariciarla y besarla. No daba tregua a sus brazos, sus senos, sus hombros; ni con sus manos ni sus labios. Saboreaba con agrado cualquier parte que Adora le expusiera.
De besar sus labios y probar su lengua, bajó por la barbilla, por el cuello y se entretuvo marcando en la curva del cuello y el hombro, más cerca del hombro. Ahí fue cuando Adora empezó a gemir brevemente. La sirena sonrió entre besos, comprobando que la rubia no había cambiado. Dejó de chupar y empezó a morder también. Adora la apretó más contra sí en respuesta y restregó su cabeza contra Mermista, desesperada por más contacto.
Con otra sonrisa ladina, Mermista regresó a besarla, acunando su cara con las dos manos, Adora se dejaba hacer, perdida en las sensaciones.
Sintiendo el peso de más de setecientos días sin tocar íntimamente otro cuerpo, Adora necesitaba desesperadamente ser saciada.
Los besos, la danza de lenguas, eran apenas migajas para el deseo que la llenó.
Abriendo sin querer el trasero de Mermista, la levantó más, obligando a aquella a sostenerse de los pálidos hombros, mientras Adora le devoraba los pezones, oscuros y duros contra su lengua. Aquí no había espacio para la fachada de la sirena, fría e indiferente. Sintiendo la pasión arrobadora de Adora, suspiraba sin control.
Había pedido ir despacio, pero nunca paso por la mente de la rubia que esto pudiera llegar a pasar. Con sinceridad, no recordaba la última vez que había deseado tanto ser tocada y tocar. Complacer.
Necesitaba satisfacer a Mermista casi tanto como deseaba ser saciada.
La bajó al asiento del jacuzzi, todavía en medio de ella, para poder tocar por primera vez en años los senos de otra mujer. Siguiendo sus deseos, Mermista volvió a tomarla por la quijada y la besó con creciente pasión, llegando a su mismo nivel.
Mermista disfrutó del cambio de animo de Adora, pero apenas podía ponerse a tono con su pasión, ya estaba lista para algo gradual, pero de pronto tenía a su amiga succionando sus pezones, mordiendo en su cuello, mordiendo sus labios, pellizcando ahora sus pezones, chupando su lengua, usando su muslo y la otra mano para obligarla a frotarse contra ella. Adora simplemente no había olvidado lo que le encantaba.
—¿Estás lista? —preguntó la rubia con voz baja, rasposa, contenida.
—Maldición, Adora: sino metes tus dedos de una puta vez, yo te voy a meter un strap de hielo —Y Adora se rio bajamente.
Ocupando el muslo que ya se frotaba contra la entrepierna de Mermista, la abrió con firmeza y uso el dedo medio y anular izquierdos para entrar con lentitud en ella. Sus dedos reconocieron el camino con facilidad y sentir el cálido interior de su amiga le sacó un gemido de sincero gusto.
—¿Dos años, eh? —se burló Mermista, engreída y cariñosa.
—Y te sigues sintiendo tan bien —suspiró Adora sin reservas.
Volvió a meter los dedos hasta los nudillos y Mermista se colgó de su cuello mientras la besaba de nuevo, entre lenguas y dientes. Adora se quedó adentro, acariciando, torciendo sus dedos, sintiendo la humedad manar. Cuando la sirena gimió en su oído, volvió a sacar y meter los dedos, lento, a conciencia, besándola con propósito y sintiendo sus caderas moverse contra su mano como la marea.
Adora haría valer la pena de preguntar a Mermista, los días sin sexo y las horas sin su hijo por alimentar el deseo que nació en ella sin buscarlo.
—Adora… Adora, deja de jugar… Joder, me tienes tan caliente —con otro movimiento inmersivo de su mano, Adora al fin desplegó su pulgar para empezar a jugar cerca del clítoris de su amiga, provocándole casi saltar. Adora la escuchó gruñir, conteniendo un gemido.
Esta vez sí la tocó, pero solo una vez para retirarse, volver a entrar y salir, ejerciendo casi nada de presión en su botón. Así continuó hasta que Mermista era un desastre quejumbroso entre sus besos, sus dedos y los toques demasiado espaciados, demasiado flojos e inconsistentes para dejarla alcanzar el orgasmo pero llevándola a nuevos y lejanos límites.
—Adora, por favor —Al fin Mermista se rompió y Adora atacó con todo, presionando una y otra vez, sin dejar de entrar, hasta que la sirena solo pudo sostenerse de ella, en un orgasmo explosivo.
Adora la sostuvo contra sí con cuidado, repartiendo besos en todo el rostro de Mermista, delicados y frágiles. Cuando la morena pudo erguirse de nuevo por sí misma, Adora le ofreció su copa, para que se refrescara la garganta.
—Nada mal para dos años, ¿eh? —Le regresó y las dos se rieron con gusto, Ista todavía un poco falta de aliento.
—No, nada mal, 'Dor.
En medio de otro beso que supo al delicado vino espumoso, la sirena presionó hacia abajo a quien no respiraba bajo el agua pero igual la iba a complacer. Adora tomó varias respiraciones profundas para expandir sus pulmones, y por primera vez en la noche, se metió por completo al agua, su amiga extendió un brazo a la orilla del jacuzzi para sostenerse.
La lengua de Adora tampoco había perdido práctica y apenas en tres inmersiones ya tenía a Mermista suspirando su nombre otra vez. La rubia sentía doler su centro vacío cada vez que una nueva oleada de jugos de su compañera bajaban por su canal para disolverse en el agua rodeándolas, pero eso no le impedía saborearla un poco cada vez. Cuando Mermista la sostuvo contra su centro, Adora redobló los esfuerzos de su lengua, hasta que su quijada y pulmones ardieron. Círculos, presión, presión, golpe, aplanar la lengua otra vez y chupar ávidamente, para volver a poner la lengua dura y moverla en rápidos círculos, sintiendo la presión de los dedos de Mermista constreñir sus hombros. Emergió del agua en medio de una gran bocanada.
Movió sus hombros y su cuello para relajar los músculos, en lo que la morena recuperaba el aliento. Como si ella hubiera estado bajo el agua. La sonrisa crecida y satisfecha de Adora era casi insufrible, si no se la hubiera ganado a pulso.
En eso una alarma sonó.
—Debe ser la comida —anunció la morena recuperando resuello.
—Que bueno porque muero de hambre —sonrió Adora y se salió del jacuzzi sin molestarse en usar los escalones, sino con un solo y fluido movimiento de sus piernas y brazos.
—Presumida —escuchó burlarse a su amiga.
Recibió la gran bandeja después de ponerse una de las batas blancas y escurrir un poco su cabello. Había entradas y filetes, pastas y postres. Una sopa espesa con legumbres y trozos de ternero, que le hizo la boca agua. Los detalles de Mermista eran sus gestos de cariño.
Comieron y platicaron en la elegante mesita en medio de las amenidades de la habitación.
Se pusieron al día después de varios meses de no platicar en forma. Mermista se enteró de las últimas semanas de la rubia, que es lo que más se sentía en confianza de contar. De Catra, de Huntara, de su última salida.
Pese a todo a Adora no le enorgullecían los primeros meses de su año, que no dejaban de ser una montaña rusa, pero una muy predecible. Se había aislado después del solsticio de invierno y sus únicos buenos momentos eran con Lancer. Por mantener la estabilidad de su hijo, ella también cuidaba sus horarios de comida y de sueño, pero los fines de semana que estaba con Bow, a ella se le iban en dormir o no dormir y quemar la energía ansiosa en el gimnasio. Y justo cuando sentía que se estaba manteniendo, se le volvía a cruzar un fin de semana sin su hijo.
Pero no podía quitarle tiempo a Bow con él, ni a Lancer.
No podía quitarles eso, ya que les había quitado el vivir juntos. Y no podía permitir que cualquiera, pero en especial Bow, supiera lo mal que podía pasarlo.
No soportaba la preocupación en el rostro de sus amigos.
Solo necesitaba un poco más de tiempo. Sabía que la otra orilla estaba cerca. Podía lidiar sola con esto. O al menos "sola" de no tener que seguir mortificando a sus amigos. Debía admitir que contar con la presencia constante y las palabras de Spinni la ayudaron. Ella solo quería sentirse bien y dejar de preocupar a la gente que la amaba.
Mermista le compartió fotos y anécdotas de Tristán y Morgan, sus dos pequeños hijos con Seahawk. También la puso al corriente con los chismes en el hospital y se cuidó de no volver a preguntar si es que ya tenía pensado regresar.
Siguieron platicando mientras la comida asentaba, al fin tenían toda la noche para ellas solas. El vino volvía a correr (al menos para Mermista) mientras Adora se la llevaba en brazos a la cama entre copas, besos y lenguas, para sumirse lentamente en las caricias que tanto ansiaba dar y recibir.
Adora marcó su recorrido bajando de unos labios a otros con cariño y experiencia, como si el tiempo no hubiera pasado. La mujer bajo ella suspiraba mientras la guiaba con sus manos hasta el punto exacto en el que la requería con urgencia. Sentir la lengua sin el agua alrededor era igual de delicioso, aunque con diferente sabor. La mente de Adora estaba totalmente relajada, disfrutando solo de la piel contraria, del deseo satisfecho de su cuerpo.
La sirena levantó sus caderas un poco, sosteniendo la cabeza de Adora con las manos, a quien se le escapó un gemido al sentirse controlada y usada. Dejo que Mermista la usara como un juguete, moviendo su lengua contra el vientre moreno, bebiendo sus mieles, hasta que se corrió con espasmos largos, pero no soltó la cabeza de Adora, por lo que ésta tampoco dejó de atender con dulzura.
Las manos que la sostenían en su lugar, con una caricia final, la liberaron y Adora hizo el camino de vuelta, acariciando los muslos y cubriendo el vientre de besos ligeros. Cuando manos y labios llegaron a los pechos, se detuvieron con adoración expresada en más caricias, lamiendo, chupando y besando las grandes aureolas oscuras. Mermista la dejó estar ahí en lo que se recuperaba de su orgasmo, ya que sabía la fijación que Adora tenía por los senos, y le acariciaba la cabeza mientras le decía lo hermosa que se veía y lo bien que la había comido, creando una emoción de satisfacción, placer y gratitud en su amiga difícil de contener, así que le respondía con suaves quejidos.
Dejándose dirigir en todo momento, Adora acudió al llamado de las manos, subiendo lentamente el resto del cuerpo hasta llegar otra vez a los labios y la lengua ávidos de Mermista. Este era un beso tranquilo, dulcemente lento, que buscaba transmitir ternura y cariño… Hacer "sentir bien" a las dos.
Adora abrió sus labios y recibió lo que Mermista quisiera darle, acomodando sus piernas entre las otras, para que su vientre recibiera algo de atención. La sirena gimió entre sonrisas al sentir la humedad contraria sobre su muslo.
—'Dora… Estrellas, extrañaba esto —admitió en un susurro que provocó que Adora se restregaba más fuerte contra ella.
—No tienes idea… Lo bien que te sientes —Entre más besos y sin dejar de moverse sobre ella, Adora le soltó el cabello y enredó sus dedos entre las gruesas hebras azules, hasta apretarlas y pasar lentamente de la ternura a la pasión en sus besos.
Pero Mermista la haría sentirse mucho mejor.
Se fue incorporando, hasta dar la vuelta completa y quedar ahora ella arriba de la rubia. Sin detener por un segundo los besos, acarició con lascivia el cuerpo de piel clara y duros músculos que temblaba con placer bajo sus dedos. Con una sola mano, bajó con parsimonia, dejando de lado los besos un momento para centrar su mirada en donde la piel se erizaba a su paso y también apreciar esos ojos de hielo que vibraban, vulnerables y deseosos, confiados, a su merced.
Sus dedos rozaron la entrada de Adora y sentir la humedad disparó un pulso de placer en su propio centro. Sin entrar realmente, masajeó un poco la zona para concentrarse después en su botón. Estaba de tal modo al lado de la rubia, que ésta podía mirar como los otros dedos se sumían en su vertice, para desaparecer luego de más caricias precisas en sus profundidades.
—Mer… Por favor… Mermista…
—Te ves tan linda cuando lo pides.
Adora estaba sonrojada hasta el pecho.
La peliazul solamente jugó con ella un poco más para darle lo que quería. Con el índice se abrió paso y cuando volvió a entrar, se agregó el medio. Adora abrió todo lo que pudo sus rodillas. Mermista se incorporó para que su compañera pudiera ver con todo detalle como entraba y salía de ella. Con la otra mano le acariciaba los muslos tensos, suaves pese a las ligeras estrías que el ejercicio y un embarazo dejaban a su paso.
—¿Quieres otro? —suspiró Mermista con una sonrisa provocativa.
Adora solo gimió entre asentimientos, anudando las sábanas.
Mermista jugó sobre ella hasta que se estremeció y tuvo que contener las piernas para no patearla para la mucha diversión de su amiga. Entre risas y respiraciones entrecortadas regresaron a los besos. La sirena estaba siendo muy diligente con esa solicitud. Además Adora tenía una técnica muy diferente de Sea Hawk.
La rubia no perdió tiempo para regresar arriba pero en vez de atender otra vez con sus manos, abrió las piernas de Mermista y se acomodó en el medio para juntar sus centros y fue probando la elasticidad de su amiga según se iba agachando para volver a besarla.
Mermista la mordió y la marcó, la besó hasta que se hincharon los labios.
Adora la complació hasta que ya no pudo más y se quedó dormida entre sus senos.
El viernes en la noche también fue de cuerpos calientes y sábanas mojadas para Catra, que después de debatirse si valía la pena seguir rumiando el "rechazo" de Adora, decidió salir a divertirse. Porque ella no le era fiel a un crush. Porque su rutina con la encantadora rubia no definía el resto de su tiempo libre. Y siempre era mejor practicar.
Esta vez no regresó a casa, si no que fueron al lugar de su pareja casual; un palmo más alta que la magicat, morena, de cuerpo ancho y fuerte. Parecía estar en proceso de volumen. Y era excelente, no se parecía en nada a Glimmer y Adora. Era divertida, competitiva y considerada. Sarcástica y con un sentido del humor cruel y oscuro. Tan versátil como la gatita, luchó por la supremacía para deshacerse en suspiros después.
Y Catra, tan hambrienta de cálido afecto, se dejó abrazar y ser la cuchara pequeña. Una parte cínica y clínica de su mente, susurró justo antes de dormirse que quizá era hora de aceptar sus Mommy Issues.
Despertó antes que su pareja y la cama estaba demasiado cómoda como para molestarse en salir de ahí, rodeada todavía por el fuerte par de brazos, de músculos grandes pero suaves. Sentía los pechos voluminosos y pesados contra la espalda, regodeándose en la sensualidad del momento. La magicat se enroscó suavemente sobre sí misma y disfrutó de dormitar hasta sentir besos ligeros en sus hombros y cuello. Se dejó consentir en un nuevo asalto matutino y hasta el desayuno en la cama recibió.
Se fue después de otra apasionada sesión de besos, mientras la mujer le daba cumplidos a más no poder. Se fue con su contacto y el ego tan arriba que seguro podría con la comida familiar de Kate. No había vuelto a ver a los padres de Jack después de la boda, cuatro años antes. Ellos vivían en el cercano Thaymor, una pequeña ciudad a casi dos horas de Luna Brillante y ellos sí estaban interesados en el bienestar de su nuera y sus futuros nietos.
El padre de Jack era otro therian felino pero su madre era una elfa de suave piel azulada y ojos negros, así que no era sorpresa para Catra que a ellos no les importara si su vastago quedaba con otra therian u otro tipo de pareja. La magicat los recordaba como una pareja alegre y jocosa.
La cena fue agradable. Catra seguía con el ánimo alto, consciente de que una parte de ella seguía restando las horas que faltaban para volver a convivir con Adora, pero orgullosa de estar tranquila y positiva sin ella. Aunque tampoco tenía especial interés en formar lazos más profundos con los suegros de Kate, así que saldría de nuevo y segura de que encontraría donde pasar la noche, le dijo a su hermana que no habría ningún problema en que los papás de Jack se quedaran en la habitación que era, de hecho, para las visitas.
Iba salvajemente casual, porque en la mañana había sido llamada reina y diosa y el sentimiento persistía. Su cabello largo y espeso en ondas acomodadas solo con sus dedos. Las garras relucientes y largas, una blusa de seda brillante granate. Unos pantalones oscuros que otro tiempo fueron de vestir, ahora rasgados en sus muslos, con un par de cinturones y cadenas sobre el amplio escote de su blusa.
Al salir, escuchó los pasos pesados de alguien con calzado acercándose por el pasillo. Adora y ellos no eran los únicos residentes del cuarto piso, pero después de esas semanas pensaba que ya tenía aprendidos a todos sus vecinos al menos por el sonido. Cerró la puerta y unas llaves cayeron, suspirando interiormente para prepararse a saludar con rapidez al extraño, se giró ligeramente, más de cara al elevador que a la otra persona.
Se topó con quien recogía las llaves del piso.
El hombre le extendió una sonrisa, un poco apenado, de inmediato. Sus ojos negros eran cálidos. Bajo una chaqueta de cuero café de corte semi formal se adivinaba una figura de alguien habituado al ejercicio. Una sombra de duda pasó por la faz morena y al instante siguiente una chispa de intuición brilló.
—¡Hola! Tú debes de ser la hermana de Kate, ¿verdad? Por un segundo creí que eras ella cuando oí la puerta cerrándose. —una mano grande se extendió hacia ella, que estaba congelada sin habla. El hombre, nervioso de nuevo, se llevó la mano a la nuca después de unos segundos de silencio —Lo siento, soy Bow —sí, eso ya lo sabía en su mismo centro Catra. Era imposible no ver el parecido con su hijo, y más con las fotografías que ya había visto de él y la grandiosa memoria magicat —Trabajo con Kate, y ella y Adora me han contado mucho de ti. Es un gusto, en verdad —siguió diciendo.
Ante el nombre de Adora, algo se encendió de nuevo en Catra, que recuperó el habla. Decidió concentrarse en el hecho de que Adora hablaba de ella con sus amigos, o con el único amigo que había sabido hasta ayer que la rubia tenía.
—Me sorprendiste… Es bueno conocerte; soy Catra —ni ella ni Bow volvieron a intentar un apretón de manos, por lo que el hombre, visiblemente más tranquilo, se puso a rebuscar en su llavero.
La sangre de Catra hirvió al darse cuenta que él tenía una copia de la llave de la casa de Adora. No debería de sorprenderla. Era su ex esposo. Su mejor amigo según la propia rubia. La única familia que tenía, hasta donde alcanzaba la comprensión de Catra de la vida de una huérfana que la volvía cursi y loca a partes iguales.
—Me alegra que puedan acompañarnos mañana a la fiesta. Es bueno ver a Adora haciendo nuevos amigos —dijo con voz amable, clara y tranquila, mientras metía ya la llave en el picaporte.
—Sí, mañana en la fiesta… —soltó Catra sin terminar la frase al alejarse y si el tipo tuvo alguna reacción, ella no lo vio porque ya tenía la vista fija al frente pero escuchó casi dolorosamente el grito agudo y emocionado de "¡papá!" y aceleró para presionar el botón.
—Buenas noches, Adora —Sonrió el hombre mientras cargaba al niño.
Ya habían recuperado la familiaridad del contacto físico, así que Bow se inclinó un poco para recibir un casual beso en la mejilla, rápido y casi inexistente, pero no por eso menos significativo.
—Que bueno que llegaste ¿listo para la película?
Era su costumbre cenar juntos y ver una película antes de cada cumpleaños, especialmente una noche antes si se podía. La única vez que no lo hicieron recientemente, fue ese mismo año para el cumpleaños de Adora, de verdad no se sentía con ánimos de festejar nada. Así que Bow se había llevado al niño entre algunas lágrimas, porque ya tenía edad para entender que no estaría en el cumpleaños de su madre y la rubia se pasó el día con sus pastillas para dormir al lado de la cama. Solo era un mal día, se repetía, no una mala vida. Repetía las palabras de Spinnirela.
—Totalmente listo. ¿Y cuál vamos a ver?
Adora rodó los ojos en dirección a Lancer.
—La misma que hemos visto toda la semana. El mes, ¿verdad?
El niño se rio por el comentario ácido de su madre. Una película sobre un dragón negro, Adora ya se sabía las líneas de memoria, ya que Lancer la repetía y la repetía en cada momento libre que tenía. Bow se rio también, cómplice. Él y Perfuma también ya habían sufrido varias repeticiones de la cinta en sus días con el niño.
—¡Es mi cumpleaños, es mi turno de escoger! —dijo el niño emocionado. Se sabía muy bien las reglas de las noches de película.
Adora ya tenía preparado todo un buffet de snacks para la ocasión, palomitas, fruta picada y algunos dulces. Trataba siempre de ser cuidadosa con la dieta del niño sin dejar de ser flexible. Mientras Bow le ayudaba a llevar las cosas a la sala, le comentó:
—Me encontré con la hermana de Kate en el pasillo —dijo casual.
—¿Catra? —el hombre asintió —Me parece que sale a divertirse algunas noches… Ya ves el show que hice de mí el viernes pasado —le dijo con una sonrisa fingida de mal humor.
—Sí. Me dio gusto saber que volviste a salir con alguien. —comentó sin ninguna implicación —También que te reencontraras con Huntara —Adora no le respondió, por lo que agregó —Sea Hawk y Mermista a veces me invitan a tomar algo, sería agradable que nos acompañaras alguna vez —ya no dijo más y esperó a que Adora dejara de jugar a acomodar las julianas de zanahoria. Por fin lo miró a los ojos otra vez.
—Salí ayer con Mermista —recalcó, pero después de fruncir el ceño un momento, agregó —Sigo yendo con Spinni y estos días han sido… buenos. Y Catra es grandiosa… déjame… ¿Puedo ir a mi ritmo? —pidió en voz baja.
—¡Sí, claro! No quise decirlo para presionarte —Bow no se contuvo y se acercó a abrazarla —Todos te extrañamos y estaremos justo en el límite de lo que nos permitas y necesites.
Adora correspondió torpemente a su abrazo apenas pudiendo doblar los brazos por los codos, sosteniéndolo por la cintura. Pocos abrazos le resultaban tan reparadores como los de Bow. Y los dos sintieron otro par de bracitos rodearlos.
—¡Má! ¡Pá! ¡Vamos a ver la película! —pidió el niño rozándolos y empujándolos con la cabeza, tratando de meterse entre los dos.
Era un poco pequeño para su edad pero tanto Bow como Adora habían sido niños pequeños, dando su estirón hasta la pubertad, por lo que no les inquietaba en demasía.
No volvieron a decir nada de la soledad de Adora y en cambio pusieron atención a la película, porque por mucho que los dos se quejaran, también les gustaba y estaban casi tan atentos como el niño.
Lancer disfrutaba mucho cuando sus papás volvían a estar juntos y los dos jugaban y sonreían con él, pero después de explicarle algunas veces que los dos ya no querían estar juntos entendió la situación y posiblemente de los tres, fue el que más rápido se adaptó de manera natural a su cambio de dinámica.
Cuando se acabó la película, entre todos acomodaron para poder sentarse en el suelo de la sala y jugar lo que sea que al niño se le ocurriera, pero era muy tranquilo, muy diferente de Bow y más parecido a Adora en temperamento, aunque con la sociabilidad del papá. Y escogió otra de sus actividades favoritas.
Armaron un gran tipi en medio de la sala con mantas y cojines, usando de soporte los dos sillones y los dos adultos recrearon para él uno de sus cuentos favoritos: una leyenda Sheresca sobre una antigua batalla en la lejana Plumeria. Ese era uno de los placeres heredados del niño por parte de su madre. Pero Adora solo interpretaba para los dos hombres de su vida, nunca nadie más la había visto actuar.
Como los tres ya traían su pijama, se quedaron dormidos en el suelo de la sala.
Cuando Lancer ya iba a cumplir su segundo cumpleaños, Adora estaba terminando su séptimo semestre. Le quedaba un año de medicina general y después empezaría sus prácticas y su especialidad, la que no podía ser otra más que pediatria, dirigida a mamíferos mayores y especies de sangre caliente. Y apenas tenía 22 años.
Su vida tenía un nuevo ritmo. Los días se dividían entre sus clases, el bebé y la cálida vida familiar que había aprendido a apreciar viviendo con Bow y sus padres. A veces salía con sus amigos y compañeros de universidad. A veces no creía de verdad que fue capaz de construir esta vida.
El amor inconmensurable que sentía por ese pequeño ser la maravillaba en los momentos más pequeños e inesperados. Podía pasarse horas paseando y meciendo al bebé mientras le tarareaba, admirandolo mientras dormía.
Vivir con los Rider le mostró un mundo desconocido. Era la primera vez que experimentaba una vida familiar de la manera más tradicional. Los hermanos de Bow iban y venían, eran pocas las veces que la casa y gran biblioteca estuvieran solo ellos. Además de ellos dos, vivían permanentemente otros cuatro hermanos de Bow ahí. Y había más niños y esposas y esposos.
Pese a todo, a Adora le gustaba la quietud de la gran habitación que compartía con Bow y el bebé en la parte más alejada de la casa.
Catra fue hasta el auto de su hermana. Se quedó ahí dentro, pensando en lo que había pasado. ¿Qué era esto? Era más de lo que podía procesar en solo un momento. Bow era tan amable como podía esperar, sabiendo cómo se expresaban de él Kate y Adora. No podía explicarse la repulsión que sentía por el hombre, ni siquiera que fuera el sentimiento correcto.
¿De verdad eran celos?
Catra repasó todo lo que sabía de los celos, académicamente y de primera mano.
A veces podía sentirse celosa de algo que alguien más tuviera. En sus semanas más oscuras al final con Glimmer, no podía hablar con Kate porque sabía que su hermana todavía estaba feliz con su esposo.
Llegaba a ser celosa y posesiva en ese aspecto.
Pero estaba sobrecargada.
No quería comprender.
Arrancó el auto rumbo a un club no amigable para los therians, por los decibeles que eran capaces de alcanzar sus bocinas. Aún así, cualquiera que ese detalle no le molestara, podía entrar. Con el malestar en sus oídos, la música constriñendo su cuerpo y tanto alcohol que le generaría un coma etílico a otras especies, Catra logró disociarse de su sentir para el resto de la noche. No se preocupó de quiénes eran las manos y labios de quienes la tocaban y complacían, solo que no dejaran de hacerlo.
Se despertó como un resorte, desorientada, la boca con un sabor agrio y amargo y terriblemente seca. Sus pupilas sensibles rápidamente absorbieron la luz del lugar. Una habitación como cualquier otra de no ser porque no era la suya. Las memorias borrosas de una noche de excesos como no tuviera desde la universidad -y quizás una o dos para alocarse con su novia- llegaron de a poco. No sabía si segundos o minutos después de abrir los ojos, su celular empezó a brillar, vibrar y sonar, con todas las formas posibles que tenía de llamar su atención.
Encogiendo las orejas para amortiguar el sonido se levantó de la cama extraña en la que estaba, desnuda, y tomó el aparato ruidoso de entre sus ropas regadas. Contestó sin siquiera fijarse en la hora.
—¡Catra! ¿Dónde estás? —La voz de Kate reventó en su oído y no decidía si su hermana estaba molesta o preocupada.
—¿Qué hora es? —La voz de Catra era rasposa.
—Son las diez de la mañana, Applesauce —ahora que ya tenía respuesta de ella, suponía que Kate ya se había inclinado por el enojo. —Sabes que detesto llegar tarde y no pienso caminar a la estación.
Al escuchar la hora, la urgencia barrió con todo el malestar de Catra. Una luz se encendió y siseó por su vista sensible.
—Llego en 15 minutos. —le prometió a Kate.
—Que sean diez —Y colgó.
La había molestado de verdad.
—¿No te quedas a desayunar? —una alta felina manchada la saludaba con una sonrisa cálida y provocativa.
Catra parpadeó, tratando de recordar exactamente en qué momento se fue con ella.
—Lo siento, preciosa. Ya tengo una cita —dijo mientras recogía su ropa y se la ponía lo mejor que podía.
La caminata de la vergüenza. Tenía años que no la recorría. Que distinto de su despertar 24 horas antes.
—Una lástima en verdad…Tus llaves están en la mesita de la entrada. —tampoco sabía en qué momento dejo que alguien más condujera el auto de Kate, pero suponía que al menos no perdió todo el sentido común.
Parecía una buena persona. El aroma a café y algo grasoso friéndose le llegó a la nariz.
Pero no. Debía apresurarse porque Kate se pondría más enojada con cada minuto.
—Gracias —Y salió sin mayor ceremonia, pidiendo a su celular desplegar la mejor ruta para llegar a casa.
La ruta marcaba dieciséis minutos pero Catra ya había consumido cuatro de los diez que Kate le dio. Con algunos bocinazos lo logró en ocho. Corrió las escaleras hasta el cuarto piso y no se detuvo hasta que estuvo respirando en medio de la sala, donde Jack y Kate compartían un café. Y agradeció las carreras que había tenido con Adora.
—Fueron catorce minutos —gruñó Kate.
Jack solo le dedicó una mirada apenada. Él no se iba a meter entre las hermanas.
—Y yo te dije 15… —Catra no se sentía de lo mejor, aunque no quería iniciar una pelea con su hermana, podría ser un buen desahogo. Respiró profundo —Dame diez minutos y estaré lista.
—Está bien, Elizabeth —Y la cola de las dos se esponjó. —Le diré a Adora que nos dé unos minutos más.
Catra abrió la boca, pero agitó la cola para deserizarla y fue hasta el baño del pasillo. No tenía tiempo de un baño completo, pero para eso existían las espumas de baño en seco para su pelaje. Se desnudó y dejó actuar la espuma mientras solamente se lavaba el cabello con la ducha de mano. Recordó que Kate y Jack iban de mezclilla y blusas apenas casuales, así que también optó por unos jeans desgarrados y se cepilló el largo cabello para dejarlo secar.
Ya estando lista en el pasillo volvió a ver a su hermana y la bolsa de regalo que llevaba. El enojo dejó paso a otra urgencia. Su regalo estaba sin envolver en su habitación. Estaba dando vuelta cuando la llamaron.
—Elizabeth —la pinchó su hermana.
—¡Deja de llamarme así! —pidió más alterada que molesta.
—Entonces hazme caso, Elizabeth —las garras de Catra se extendieron sin querer y encaró a Kate con un gruñido. —Mira allá.
Sobre la mesa, en un paquete irregular, estaba envuelto otro regalo. Jack estaba terminando de hacer algo en la cocina, Catra no le prestó más atención y caminó hasta la mesa. Con las orejas encogidas, tomó el paquete y se volvió a Kate.
—Gracias.
—Ya vámonos —dijo Kate, claramente también tratando de ya no seguir peleando —Adora y el director nos están esperando.
Sin decir más, los tres felinos bajaron hasta el estacionamiento y unos carros más allá, estaban los que alguna vez fueron una familia completa en sí misma.
—¡Adora, ya estamos aquí! —aseguró la magicat pelirroja y los tres humanos les sonrieron alegres.
—Entonces vamos en camino —le respondió la rubia. —¡Hola, Catra!
Pero la magicat mencionada apenas estaba recuperando el aliento, así que solo la saludó con una sonrisa que apenas pasaba por tal y agitando la mano. Aquellos entraron en un auto amarillo canario que Catra nunca había visto y los felinos al propio. Catra se dejó caer en el asiento trasero con la cabeza reclinada y un suspiro tan pesado que Kate volvió a verla intrigada.
—¿Estás bien? —preguntó la pelirroja sin malicia por primera vez en la mañana.
—Sí. Todo genial. —respondió sin abrir los ojos. —¿Y tus papás, Jack? —preguntó para cambiar de tema.
—Oh. Decidieron ir a pasear por el viejo Camino de la Alianza y se fueron temprano —Vaya. Hasta los suegros de su hermana tenían más romance que ella.
—Dicen que es bonito —comentó para no dejar sin respuesta a su cuñado.
—Ten, irresponsable.
Ya estaban avanzando, siguiendo al auto amarillo, hacia la salida a la autopista.
Catra se estaba sintiendo cansada. No sabía cuántas horas durmió, pero en menos de una hora ya tenía todas las emociones para la semana. Sin ánimo de responderle a Kate, al fin dirigió su mirada con ella y vio que le ofrecía un termo y otras cosas con la mano cerrada. Bajando las orejas y suavizando su mirada, aceptó lo que le daban. En mano aparecieron dos laminitas recortadas de la original, una pastilla y una píldora. Las dos del feo color terroso que representaban que eran medicinas adecuadas a su fisiología magicat. Un analgésico y un desinflamatorio. Y un café bien cargado en el termo. Un alud de gratitud bañó a Catra.
Se tomó las medicinas y se relajó mientras veía el camino y no prestaba atención a la platica de sus acompañantes. A veces, en las curvas más amplias hacia la derecha, podía mirar a Adora en el otro auto, que estaba platicando, riendo y moviendo las manos. Iba a ser un día muy largo.
Después de unos minutos en la autopista, el carro amarillo marcó una vuelta en un pequeño camino secundario. Catra se incorporó un poco, curiosa de los alrededores.
Apenas el día anterior Adora conoció los terrenos de la Mansión Everdeen, sin duda una de las construcciones más impresionantes que había conocido en su vida. Y aún lo que la hacía magnificente, además de su tamaño, era su sencillez.
Perfuma los recibió con gusto. Los tres felinos miraban con asombro sin disimular. ¿Esto era la idea de Adora de una pequeña e informal fiesta para niños? Ella los recibió con un poco de timidez, comprendiendo su expresión.
—Perfuma ofreció su casa para hacer la fiesta. Vamos para allá.
Catra estaba recelosa. No tenía idea de que la nueva pareja de Bow fuera de tal alcurnia. Aquella rubia vestía también con unos jeans y una larga blusa con olanes, verde y rosa. Su larguísimo cabello estaba peinado en una sencilla media cola, adornado, no con joyas, si no con flores frescas. Bow, con la misma chaqueta de la velada, pero con otra ropa, la abrazó y la saludó mientras Lancer se quedaba de la mano de Adora, quien sonreía delicadamente. Catra se quedó atrás a propósito para no llamar la atención, bien junta de Kate.
—Que maravilla tenerlos a todos aquí. Son los primeros en llegar, por supuesto.
El suelo de grandes piedras planas estaba tibio y una pequeña división de concreto daba paso al césped, un poco más alto de lo que Catra solía ver, para su ligera sorpresa la anfitriona estaba descalza sobre el pasto. Al escucharla, un pequeño resentimiento le llegó hacia Kate por presionarla para llegar temprano.
—Buenos días, Perfuma. Todavía falta acomodar cosas, ¿verdad? —Saludó Adora acercándose hasta ella. Llevaba una gruesa camisa a cuadros rojos y negros de franela, con los puños doblados a la altura del codo y los mismos tenis blancos que ya le conocía Catra.
Todos se terminaron de saludar y Catra solo les ofreció un apretón de manos seco. El analgésico estaba actuando a punto contra su dolor de cabeza y el café le ayudó a asentar el estómago. Ahora solo esperaba por dejar de sentir el rostro más grande, aunque seguramente la sensación estaba más en su cabeza que en otro lado.
Lancer saludó con mucho ánimo a Perfuma y corrió hacia los juegos que ya estaban instalados. Había un gran inflable en forma de dragón dormido y otro con forma de castillo, ambos con cuerdas anudadas para que los niños pudieran subir y deslizarse.
De otro lado, había largas mesas con manteles blancos bajo carpas de telas gruesas de colores claros. Alejadas de las mesas largas, había otras pequeñas, cuadradas o rectangulares, con asientos y había otras pequeñas mesas con sillas pequeñas también. Debería de haber lugar para que se sentaran al menos sesenta o setenta personas, según la rápida inspección de Catra. Fuera del espacio de los juegos y las carpas, había un campo abierto que era cortado en los bordes por árboles y densa vegetación, que crecía de modo tal que Catra no podía creer que fuera un jardín.
Alcanzaron a los demás y vio como los tres humanos se quitaban los zapatos y los calcetines y los guardaban en las largas zapateras a su disposición en el extremo más cercano del área de mesas. Catra no tenía idea si eso era propio de estas fiestas.
—¡Mamá, mamá! ¿Puedo ir a jugar? ¡Quiero subir al dragón! —la voz aguda de Lancer hizo que los tres therians encogieran las orejas.
—Está bien, pero regresa cuando te llame para que comas algo —el niño agradeció y salió volando a escalar el cuello del dragón. —Perfuma, ¿ya conoces a Jack y a Catra? —preguntó Adora con cortesía.
—A Jack solo de vista —aclaró la maestra con una sonrisa radiante. Los dos se acercaron para estrecharse las manos. —Es un gusto conocerte, Jack. Bendiciones para ti y tus próximos cachorros.
—Eres muy amable, Perfuma. Gracias por ayudar a Kate en la escuela —Jack le sonrió enseñando sus poderosos colmillos.
Tantas sonrisas y buenas vibras estaban enfermando a Catra más que su cruda. Pero estaba bien consciente que fue su culpa ir a perderse en la noche y no buscar alguna excusa para evitar el compromiso. Pese a todo, tampoco quería perderse de compartir otro día con Adora.
—Buenos días, soy Catra —al parecer su semblante estaba transmitiendo todo su sentir porque la otra maestra no se acercó a ella tan fácil como a Jack.
Bow las miraba con la expresión tranquila. Kate le siseó en una frecuencia tan baja que solamente Jack pudo haberla escuchado. Catra sacudió la cola en respuesta y extendió la mejor sonrisa que pudo.
—Es encantador conocer a la hermana de Kate. Me ha contado mucho de ti —dijo con sinceridad y un brillo algo extraño destello en su mirada.
—Yo también he escuchado de ti —ofreció Catra sin comprometerse.
Catra se quedo embullida en su chaqueta de cuero mientras los demás adultos comenzaban a socializar. Bow saludó a Jack como si ya lo conociera, y Adora junto a Perfuma alabaron la barriga en crecimiento de su hermana, como si no la vieran cada día.
Aunque la decoración era sobria, el lugar estaba lleno de pequeños detalles de fantasía, dragones, caballeros y castillos.
—El servicio va a llegar a las doce ¿falta traer algo de dentro de la casa? —le preguntó Adora a Perfuma.
—Eh… Solamente quedan los dulces y la herramienta —la mujer de pecas señaló inciertamente hacia el edificio.
Bow y Adora se dirigieron hacia allá seguidos de la anfitriona mientras los felinos se sentaban en una mesa cuadrada. Ya ahí, Jack solamente necesitó de un coletazo y un bufido de Kate para saber que lo mejor era que fuera ver si podía ayudar en algo a los papás del festejado.
—¿Se puede saber qué sucede contigo? Pensé que estarías más feliz de venir con Adora que yo. Te aseguro que si nos invitó, fue por ti —le recriminó su hermana.
Kate no construía castillos en las nubes. Sabía perfectamente que fueron incluidos por la creciente relación de su hermana con la rubia, más que a su mérito propio. No resentía a Adora por ello, pero no comprendía a Catra.
—No me pasa nada. Estoy bien… No me siento bien porque bebí demasiado, es solo eso —la pesada mirada azul de Kate, muy diferente de la de Adora, no dejaba de taladrar a Catra —pero las medicinas me están ayudando… Muchas gracias por eso… y por lo del regalo.
—Solo a ti se te ocurre ponerte así una noche antes… Pero lo siento. No debí presionarte tanto… las hormonas me tienen más temperamental —Kate ronroneó de forma escandalosa pero sirvió para sacarle una risita a Catra.
—Solo no me llames Elizabeth, Katherine —y todo el pelaje de la pelirroja se esponjó con un siseo.
Los otros cuatro regresaron pronto y Jack volvía a decirle solo con una ceja levantada a Kate que no sabía lo que estaba pasando, porque estaba cargando con tres hachas, mientras Bow cargaba tres grandes estructuras de madera, Adora unas bolsas grandes y Perfuma unas fuentes de cristal cortado llenas de dulces.
Adora se acercó a ofrecerles café y refrigerios una vez todos acomodaron lo que traían en las manos.
Catra pensó que ya estarían bien así, pero un equipo de seis personas llegó justo antes de las doce y empezaron a trabajar en silencio.
Y cuando unos minutos después llegó una camioneta inmensa de la que descendió nada menos que Huntara, supo que el menor de sus problemas sería sentirse mal por sus excesos.
N.A.
Tuve que cortarle aunque aquí ya quería incluir la fiesta! También se hizo extensiva y no quiero saltarmela... trataré de que no quede taan largo pero veremos más de las reacciones de Catra.
Ya sabemos más de Adora! Y puede que el próximo capítulo y el siguiente, sean los últimos con estos flashbacks.
¿Que tal el adomista? owo
Bueno, seguiré escribiendo en vez de trabajando uwu
P.D. Sí, el título es por la canción~
Carpe Diem
