Fuyumi observaba con desagrado la ropa que empacó. Con la confusión del momento y su estado alerta, no pensó en nada más que un cambio de ropa para ir a trabajar.

No imaginó que pasaría la noche en casa de Hawks, eso jamás cruzó por su cabeza, pero por azares del destino estaba sucediendo.

Ya había terminado de bañarse y secó su cuerpo con la suave toalla que el muchacho le dio, mas no podía salir del baño sin antes vestirse.

Suspiró con pesar y comenzó a ponerse la blusa de botones y el pantalón. Cuando salía del baño, escuchó la voz de Hawks desde la pequeña cocina, él tarareaba una melodía.

Se asomó y lo encontró moviendo algo dentro de una olla. No tardó mucho en percatarse de que Fuyumi lo observaba en silencio.

—¿Qué tal estuvo ese baño? Fenomenal, ¿no?

Luego sus ojos se desviaron hacia la vestimenta de la joven.

—Sí, fue un buen baño.

—¿Vas a salir?

—¿Qué?

Fuyumi no comprendió la pregunta hasta que Keigo señaló su ropa.

—Oh, esto... Lo cierto es que no pensé que terminaría en este sitio. —confesó avergonzada.

—Ya entiendo.

Hawks apagó la estufa, y se limpió las manos. Luego se dirigió a otra parte del apartamento, Fuyumi no le prestó mucha atención. De repente volvió y le entregó algo.

—Puedes ponerte esto, creo que estarás más cómoda, además no es bueno dormir con ropa tan formal.

Fuyumi miró las prendas, sin duda era ropa de Hawks. Jamás en su vida había usado ropa de un hombre, una situación de estilo novelesco donde la dama viste la ropa de su amado y descubre que le queda adorablemente grande.

El corazón le latía a toda prisa, pero agradeció el gesto.

«¿Dormir? Lo había olvidado. ¡Voy a dormir aquí!»

—Bueno, ahora yo iré a bañarme. Por favor, siéntete como en tu casa.

Hawks se metió en el cuarto de baño, luego de unos segundos, Fuyumi buscó un sitio para cambiarse de ropa.

El apartamento no era tan grande como pudiera pensarse del héroe número dos, de hecho, era un lugar modesto y ordenado.

Fuyumi entró en una habitación, de inmediato supo que se trataba del cuarto de Keigo. La cama estaba ligeramente desordenada, pero el resto se mantenía bien acomodado.

Sacudió la cabeza reaccionando y empezó a desvestirse.

«Estoy quitándome la ropa en la habitación de ese hombre.»

Lo pensó por unos instantes y con eso fue más que suficiente para aturdirse. Su cara se volvía roja, por tal motivo aceleró el proceso.

Se colocó los pantalones anchos y la camiseta de mangas cortas, pero a diferencia de como lo imaginó, la camiseta le apretaba un poco del pecho.

—¡No puede ser!

Con la mirada buscó un espejo, encontró uno mediano sobre el peinador y fue a tomarlo. Se miró en este para comprobar que la ropa no la hiciera ver extraña, y sus hombros descansaron cuando se aseguró de que todo fuera normal.

Estaba por colocar el espejo en su lugar cuando vio un muñeco sobre el mueble. Había estado oculto detrás del espejo, por eso recién lo notaba.

El muñeco se veía algo viejo, sus colores no eran tan vivos y tenía enmendaduras, aunque lo que más le impresionó era que se trataba de un muñeco de peluche de Endeavor.

(...)

Hawks salió del baño secándose la melena con la toalla. Encontró a Fuyumi sentada sobre el sofá negro, con las rodillas juntas y las manos reposando en ellas. Se veía tan rígida que le preocupó su incomodidad. Fuyumi le parecía una mujer sumamente educada, y tantos eran sus modales, que le impedían sentirse libre.

—Aah... el agua caliente es lo mejor. —dijo con un tono relajado para romper la tensión.

—Señ... quiero decir, Keigo. ¿Cómo está tu herida?

—Oh, creo que ya no sangra.

—No pasó mucho tiempo desde que la curé hasta que volviste a mojarte con la lluvia. Si me lo permites, puedo hacerlo de nuevo.

Hawks pestañeó, no respondió al momento, pero pensó que eso podría hacer sentir mejor a la joven.

—En ese caso, estoy en tus manos.

Fuyumi asintió con una sonrisa.

Cuando colocaba un nuevo vendaje en el torso de Hawks, Fuyumi aprovechó para tocar cuidadosamente algunas plumas de las alas. Se sentían húmedas y suaves; eran bonitas.

Hawks se estremeció con el tacto, él podía sentir cada movimiento y roce por muy ligero que fuera.

—¿Te gustan mucho mis alas?

Fuyumi apartó la mano creyendo que lo había ofendido.

—Lo si...

—¿Qué dije acerca de las disculpas? —Luego se rio —. Está bien, no estoy molesto, solo me he dado cuenta que mis alas te resultan curiosas.

—Es... es que nunca vi unas así de grandes. Cuando me pongo a pensar sobre ellas, hay tantas dudas en mi cabeza, pero no quiero ser grosera.

—No lo eres para nada. Puedes preguntar lo que quieras.

—Bueno —Fuyumi movió sus manos con torpeza—, me preguntaba, ¿cómo puedes bañarte con ellas? Y, ¿usas algún champú especial para cuidarlas?

Hawks se removió en su lugar y tomó su playera.

—Afortunadamente hay suficiente espacio en mi baño, y no uso ningún producto especial, pero me aseguro de dejarlas bien limpias. ¿Qué más quieres saber?

Mientras se ponía su playera, Fuyumi siguió preguntando.

—¿Cómo duermes? ¿Puedes dormir boca-arriba?

—Por supuesto, aunque prefiero dormir de lado.

—¿Naciste de un huevo?

Hawks se quedó callado, miró a la mujer quien le devolvía la mirada con ojos brillantes. Sintió que sus labios temblaban y sin poder evitarlo soltó una fuerte carcajada que le dolió el abdomen.

—¿Pregunté algo tonto?

—No... ¡Ja, ja, ja! ¡Noo!

Hawks no podía parar. Así permaneció por segundos hasta que se calmó, pero entre pequeñas risas contestó a su pregunta.

—Nací por cesárea.