INUYASHA NO ME PERTENECE, SALVO LA HISTORIA QUE SI ES MÍA.

.

.

.

.

El contrato

.

.

.

.

Capítulo 5

.

.

.

.

.

― ¿Acaso perdiste la cabeza? ¿Yo casado?

Miroku amplió su sonrisa.

―Nunca había estado más cuerdo.

Bankotsu dejó el tenedor en el plato, la comida le encantaba, pero Miroku aparecía con estas ideas.

― ¿Qué bebiste? Convida si es de los buenos ―Bankotsu volvió a coger el cubierto para clavar un trozo de verdura grillada.

Miroku hizo una expresión de relajo.

―Por supuesto hablamos de un matrimonio de pega, de esos que no cuentan en privado, pero sí para el público que es la tiene una imagen desfavorable de tu imagen y que Sutton pretende utilizar para quitarte a Dexter.

Bankotsu seguía pensando que aquello era una locura.

― ¿Recuerdas a las mujeres con las que salgo?

―Imposible olvidarlas ―Miroku hizo un gesto lascivo rememorando a las bellísimas damas con las que departía su amigo.

―Entonces sabes que es una pésima idea ¿acaso olvidas que todavía tengo encima a la loca de Kikyo? ―Bankotsu no estaba nada convencido porque era absolutamente consciente de que ninguna mujer de su historial serviría como nota de carnada para relajar su imagen ante la opinión pública.

―Por supuesto no hablamos de esas mujeres ―Miroku cogió una copa de vino― Buscaremos una especial, confiable y que sobre todo no vaya con el cuento a los periódicos o le venda esa historia a Sutton.

Fácil decirlo.

Difícil de hacerlo.

Ambos amigos siguieron el resto de la comida en silencio, pero Bankotsu ya no pudo comer el ultimo plato.

Estaba en serios problemas y no era un juego. Estaba a punto de perder la tutela de Dexter a causa de su propia tontería.

Miró el plato.

Era una langosta caramelizada de aspecto absolutamente delicioso.

Bajó la servilleta y le hizo un gesto a la mesera que era Kagura y quien esperaba en una esquina aterrada porque sabía que el movimiento de Tsubaki y su amante no funcionó y por tanto Kagome seguía en la cocina.

―Prepáreme esto para llevar ―le ordenó

Kagura quien con un actuar quisquilloso y condescendiente trataba de ganar la atención del CEO, ofreció―. Podemos ordenar a la cocina que le prepare uno nuevo.

Bankotsu la miró fijamente dando a entender que no estaba de humor para repetir órdenes.

Kagura se aterrorizó del fuego que salía de aquellos ojos azules tan peligrosos y severos que cogió el plato y salió corriendo hacia la cocina para empaquetar el pedido.

Pero Bankotsu no tenía tiempo ni animo de pensar en una camarera insolente. Para estas sandeces estaban los gerentes encargados y él ya estaba perdiendo demasiado tiempo ocupándose de esto.

.

.

.

El viejo gerente del hotel revisaba las planillas y los documentos en la oficina.

Habia citado a Donald para que le explique el malentendido sin aclarar sobre la presencia de la mesera Tsubaki el otro día cuando en realidad quien fue citada era la jefa de cocina.

―Es culpa de esa Kagome Smith, siempre creando disturbios. Yo tomé la iniciativa de despedirla, pero no esperaba que el propio CEO de la compañía que administra ahora este hotel pidiera su comida.

El gerente, un hombre sensato y tranquilo seguía mirando los documentos, pero sentía que el asunto no era suficientemente claro.

―Si la señorita Smith es la jefa de cocina en funciones ¿Por qué otra persona cobra su salario?

Donald sabía que algún día alguien sacaría el tema y tenía lista una excusa.

―Es que la señorita Tsubaki es una gran chef, pero en los últimos días estuvo padeciendo de un estrés y le pidió a la señorita Smith que hiciera los platos, todo bajo la supervisión de la señorita Tsubaki. Intercambiaron papeles, pero naturalmente cuando alguien llama a pedir por la chef, presentamos a la artífice de todo y no a la señorita Smith quien no es más que una subordinada suya.

Un discurso completo y que podría convencer a cualquiera.

Además, el viejo gerente no pasaría por encima de él quien manejaba la gerencia del restaurante.

En eso vino uno de los asistentes a preguntar algo y el gerente del hotel dejó la planilla sobre la mesa.

―Regrese a lo suyo que ya luego veremos de resolver esto que tengo mucho trabajo. Puede irse ―autorizó.

Donald respiró con alivio cuando salió de la oficina.

Con tanto que ocuparse, era difícil que el gerente del hotel volviera a llamarlo para esto.

Dejaría que Kagome cumpliera el jornal del día ya que no hubo repercusiones y además era difícil que un CEO como Anderson recordase aquel asunto insignificante y todo podía seguir como siempre con Tsubaki cobrando el salario de una jefa de cocina y a la tal Kagome en la planilla de las meseras.

Ya no usaría el recurso de despido, sino que se quedaría con un porcentaje de su ya escaso salario.

.

.

.

.

― ¿Por qué me trajiste langosta? Hubiera preferido una hamburguesa, es más sana y deliciosa.

Aun así, el vivaz chiquillo de enormes ojos azules no dudó en llevarse a la boca aquel bocado que parecía delicioso. Incluso pareció sorprendido ya que la langosta no solía agradarle, pero el niño de doce años lo devoró en pocos minutos.

―Te dije que estaba bueno.

Era de los pocos momentos en la cual el rostro serio de Bankotsu se llenaba de una indisimulable ternura y era cuando estaba con su hermano Dexter.

El niño era sumamente vivaz e inteligente y era dueño de una procacidad sorprendente.

Aun así, Bankotsu estaba avergonzado de que su hermano tuvo que aguantar las tonterías de Kikyo del día anterior.

Pero cuando Bankotsu iba a hablar, fue Dexter quien le hizo un gesto con los ojos.

―Si me trajiste una langosta tan cara es porque debe ser una disculpa.

Era como hablar con un adulto.

―Siento que tuviste que oír cosas, pero te prometo que algo así no volverá a suceder ―Bankotsu lo decía porque ya había ordenado la emisión de una orden de restricción en contra de Kikyo.

Pero el niño no parecía molesto.

―Kikyo siempre me pareció graciosa ―estiró sus ojos imitando la mirada de aquella mujer―. Sus ideas locas de convertirte en su esposo para encerrarte en un baúl con llave que sólo ella tuviera siempre me pareció muy creativo.

Bankotsu entendió que Dexter no era como los otros niños y no era necesario adornarle ninguna verdad. Ambos se echaron a reír ante la ocurrencia que no se alejaba mucho de la realidad porque Kikyo era una obsesionada que vivía y respiraba Bankotsu.

―Mientras no se le ocurra crear un culto con tu nombre y lucrar con eso sin pagarte los derechos, pienso que está todo bien ―agregó Dexter mientras terminaba de vaciar el delicioso bocado que su hermano le trajera.

Y verlo comer tan entusiasta, no supo por qué, pero a Bankotsu le recordó en automático a la autora de aquel plato.

Kagome Smith….

Terminó buscando oportunidades en New York y con tal talento era difícil que no sobresaliera pronto en un mercado tan competitivo. Pero ella ahora trabajaba para él se recordó.

Mientras Dexter se marchaba a su habitación canturreando, Bankotsu fue a buscar una copa para llenarla con su escoces favorito.

El tiempo y su propia actitud había sepultado el recuerdo de su amiga de la adolescencia en lo profundo de su alma, lista para ser desenterrada para cuando la culpa lo persiguiese.

Recordaba lo mal que la había tratado cuando ella era pura sinceridad y amabilidad con él.

Pero en el fondo nunca quiso hacerlo de esa forma, pero en aquella época lo único que deseaba era ganarse las espuelas frente a su estricto padre.

Una tarde, Kagome salió del rancho luego de haber compartido una divertida merienda con el nuevo vecino.

Justo en ese momento, llegaba el viejo Anderson quien le dirigió una mirada despreciativa a la jovencita que se iba. Bastaba una ojeada para saber que se trataba de una de las muertas de hambre que vivían en los alrededores del rancho, en su opinión.

― ¿Quién es la bizca? ―el hombre adulto se quitó el sobretodo y lo colgó increpando a su hijo sobre aquella visita.

―Es una vecina, es la nieta del señor Smith de la granja ―comenzó a decir Bankotsu, pero su padre le interrumpió.

―No me importa quién sea ¿la viste bien? ―refirió el hombre con dureza―. Una muchacha de esas características salida de una granja no puede ser vista en compañía de mi hijo.

―No es lo que crees, es una buena chica ―Bankotsu quiso defender a su amiga.

Pero el viejo Anderson se mostró inflexible.

―Tu madre fue una mujer hermosa y tú no eres de este lugar ―destinó una mirada fulminante a su hijo―. Una jovencita arribista como ésa no podrá ser considerada jamás para ser amiga de mi familia. Es fea y pobre, dos adjetivos que la descalifican totalmente para ser compañía del heredero de Followstone.

Bankotsu ya no le replicó a su padre.

No le gustaba la idea de rechazar a su amiga quien era mil veces más transparente que cualquier otra compañía que conociera en New York, pero en ese momento, Bankotsu solo deseaba la aprobación de su padre y que dejara de verlo con ojos de condescendencia.

Fue así que cambió totalmente su actitud con Kagome, maltratándola y ofendiéndola para que se alejara. Incluso le puso el vejatorio apodo de Bizcachuela para distanciarla aún más y protegerse a sí mismo de los contradictorios sentimientos que le inspiraba y que lo avergonzaban.

Bankotsu también fue testigo de una de las ultimas crueldades de su padre para con el abuelo de Kagome. Se enteró cuando ya era tarde y no pudo detenerlo, aunque lo hubiese querido.

La noche que murió el abuelo de Kagome, él ya no pudo seguir ocultándose bajo la impasible mascara del bully y cogió una de las pocas cosas que atesoraba: la manta de tela escocesa que fuera de su madre y en un arranque de sinceridad tierna en medio de un majestuoso silencio lo puso sobre sus hombros dándole soporte y compañía durante toda la noche mientras ella lloraba a su abuelo.

Bankotsu sabía que su padre tuvo mucha colaboración en el desenlace del abuelo de ella, pero prefería protegerla y guardar aquel duro secreto.

En su fuero interno no deseaba que ella lo odiara genuinamente, aunque sus actitudes chulescas y groseras no ayudaban.

Una muchacha dulce e inocente que no retrocedía ante sus embates propios de un joven rico y de ciudad.

Probablemente la única fémina confiable que conoció en su vida.

En eso los ojos de Bankotsu se abrieron y dejó el vaso casi lleno sobre la mesada.

Una idea descabellada le acababa de venir en mente.

De por sí la idea de Miroku era terrible, pero podía funcionar salvo que era difícil encontrar una mujer honrada y transparente.

Las personas con esas virtudes no cambiaban.

Y algo le decía que Kagome seguía siendo el tipo de mujer honesta que se dejaba avasallar por causa de su propia bondad. Ya había visto una pequeña muestra con el desaire que le daban algunos empleados en el restaurante del hotel.

Kagome podía ser inocente, pero él no.

Él ya lo había visto todo y reconocía una treta de inmediato.

Buscó a tientas su móvil y marcó a Miroku.

―Olvida el resto, tengo una petición más urgente.

― ¿Qué? ―preguntó Miroku quien en ese momento estaba revisando unos documentos ya que Bankotsu le ordenó que vigilara a Naraku Sutton y se sintió descolocado ante el repentino pedido.

―Quiero que averigües todo acerca de Kagome Smith ―del otro lado Miroku parecía sorprendido porque no conocía aquel nombre―. Quiero saberlo todo de ella.


CONTINUARÁ

Hermanitas, estuve off porque no terminaba de arreglar unos dramas familiares. Ahora me siento más libre de vuelta y muero por hacer de corrido esta historia, espero se me cumpla el deseo.

Muchas gracias Paulita, Lucyp0411, Annie Perez, Benani0125, Conejita y Saone Takahashi.

Un abrazo cariñoso

Paola.