Notas Iniciales: ¡Pensé que este tema estaba inclinado más al fetichismo pero resulta que también es una filia! He aprendido algo nuevo.
Hifefilia
Desde que tomó la alternativa de compartir a Draken con su hermana y acordaron no molestarse entre sí por los beneficios que ambos gozarían a partir de ahí, Mikey ya no sentía la misma culpa que lo había estado acribillando tras su primer drama familiar/amoroso. Emma incluso bromeaba con él respecto a lo que iba descubriendo de su novio a lo largo de sus citas y lo que contemplaba de sus interacciones juntos, por eso es que le aseguró trataría encontrar algo interesante cuando salieran esa noche a pasear. El joven Sano fingía estar molesto con su amigo mientras cada uno estaba ocupado leyendo revistas de motos en su zona predilecta de la habitación. De pronto, Draken estiró el brazo en dirección a Mikey, sacándolo de su actuación y presunta distracción en las hojas impresas por la sorpresa que le causó el gesto.
—Dame el marcador que tienes ahí en tu mueble.
—Ah, claro. —Casi en automático Mikey se había movido sobre su cama pero justo cuando estaba por entregarle dicho artículo a su acompañante, se retractó—. Espera un momento, ¿por qué tengo que darte nada? ¡Estoy molesto contigo, Kenchin! Vete a tu casa.
— ¿Ah? ¿Se puede saber por qué?
—Porque no me dijiste que saldrías con Emma esta noche.
—Sí, lo hice, después de todo estuviste ahí cuando ella y yo lo decidimos.
—No es lo mismo, igual debiste contármelo —espetó cruzándose de brazos con obstinación, convencido de abrazar su papel de ofendido por una falta pequeña en el comportamiento de su pareja sentimental. A pesar de eso Ryuuguji trató manejar el asunto con calma.
— ¿Querías que te contara algo en lo que estabas presente? Esto no funciona así.
—Tengo derecho a quejarme aunque haya estado escuchando, después de todo me quedaré solo.
—Puedes salir con Mitsuya, Pah y los otros —Draken le dio opciones—. No soy el único en la pandilla que está listo para aguantarte tus caprichos.
— ¡Pero ellos no son tú! —declaró con obviedad—. Además no quisiera inmiscuirme en sus planes, seguro que todos ya tienen algo qué hacer esta noche. ¿Por qué no podemos tener una cita de tres?
—Dijiste que no te interesaba ir al cine —Draken comenzaba a perder la paciencia, la vena remarcada en su sien lo confirmaba y aun así Mikey no cedió en su mirada altiva.
— ¿Y por qué no eligieron algo más interesante qué hacer?
— ¡Porque tú nunca aportaste una mierda a la conversación! Por eso Emma y yo entendimos que querías quedarte en casa, incluso te preguntamos y lo confirmaste. No me vengas con que los que te hicimos a un lado fuimos nosotros cuando ni siquiera nos prestaste atención.
— ¿Ahora yo soy el malo?
—Vete a la mierda, Mikey. Y dame ese maldito marcador.
—No —jugueteó Mikey mostrándole la lengua, luego su sonrisa traviesa rompió lo que le quedaba a Draken de autocontrol, por lo que no dudó levantarse del suelo y lanzársele al enano encima sobre la cama, donde estuvieron forcejeando antes de que la puerta se abriera, mostrando la silueta de una chica bien arreglada para su cita de ensueño, la cual miró confundida la escena de ambos chicos peleando por un plumón negro mientras revolvían sin ninguna culpa las cobijas vistiendo el colchón, aunque luego terminó riéndose divertida por ello.
— ¿Qué están haciendo, ustedes dos?
— ¡Voy a matar a tu hermano, Emma! —le dijo Draken a la recién llegada con creciente irritabilidad.
— ¡No! ¡Mejor cómeme la boca, Kenchin! Así ella sabrá que prefieres quedarte aquí en lugar de aburrirte con una película tan mala como la que van a ver.
—Maldito —gruñó Ryuuguji devolviendo la mirada abajo donde mantenía a Manjirou capturado.
—Tú tienes la culpa por no proponernos algo más para hacer, así que esta noche Ken es todo mío —canturreó la Sano con mordacidad, obteniendo a cambio una mirada enojada por parte de su hermano. Draken finalmente lo dejó moverse con el marcador en las manos—. ¿Listo para ir?
—Si.
—Al menos tráiganme un premio de consolación cuando vuelvan —Mikey volvió a derrumbarse sobre el colchón—. Estaré solito.
—Ya te dije que salieras con los demás.
—No quiero —dijo rotundamente, haciendo a Draken rabiar otra vez por su brusca respuesta.
—Está bien, te compraremos algunos dulces —aceptó Emma con una sonrisa radiante, misma que la hacía lucir mucho más hermosa de lo que ya era. Por un momento Mikey envidió la genética de su madre biológica. Y mientras estaba distraído maldiciendo su propia condición física poco atractiva, Draken se quitó el haori con grabados de dragones en blanco y negro que llevaba encima para entregárselo en las manos, cosa que dejó a Manjirou un tanto confundido, sobre todo cuando la expresión del más alto permanecía seria.
—Eso te hará compañía. Es mi favorito hasta ahora, así que cuídalo bien.
Y se puso en marcha, dejando que Emma lo tomara del brazo mientras salían para que después esta se despidiera alegremente de su hermano. Una vez solo en el cuarto, Mikey miró el haori de Draken en su posesión, preguntándose lo que haría con algo así. Cerró los ojos y se lo llevó a la nariz. Estaba limpio, su perfume era del tipo que haría a cualquiera saber que la prenda pertenecía a un hombre, uno especialmente meticuloso en el ámbito, fue un aroma que siempre le gustó inhalar cada vez que Draken lo cargaba. Mikey sonrió sin estar seguro cómo podía sentirse cerca de él con sólo su haori presente, entonces pensó que después de todo no era una mala idea.
Pasaron los minutos, las horas, mientras el Sano dormitaba en su cama con el haori presionado contra su cuerpo, mismo que mantenía aferrado con sus delgados dedos. Se sentía bien el roce de lana contra su piel, además del aroma característico de Draken que le hacía sentir en calma. No tenía mucho que hacer en casa y había comido bien mientras su subcomandante lo acompañaba, así que decidió quedarse más tiempo ahí.
No supo en qué momento se quedó dormido de verdad, pero cuando despertó la presencia de su pareja le hizo mucha falta de repente. Revisó la hora en su celular que estaba por encima de la posición de su cabeza comprobando que él y su hermana debían encontrarse en la sala de cine en esos momentos. Sin razón aparente comenzó a repasar aquello que los hizo terminar en esta situación, buscando lo que lo enamoró tan perdidamente de Draken. Mikey amaba a los tipos fuertes, una razón más para que su pandilla fuera compuesta por sujetos con esta simple característica. Sus principios y demás ya eran asuntos sin importancia que sometía a reflexión conforme se trascurría el tiempo. Aunque Draken era su segundo al mando por una razón; en él comparaba y basaba gran parte de sus ideales, pues no quería gente deplorable contaminando sus divisiones, por eso había permitido que Draken reprendiera duramente a Kiyomasa en cuanto descubrieron sus peleas clandestinas.
—Kenchin…
Con el recuerdo de su subcomandante pateando a dicho ex-integrante de la ToMan, Mikey se descubrió excitado, así que frotó su rostro en el haori que le había dejado, mordiendo la espalda de la prenda mientras se tocaba superficialmente entre las piernas. No debería pero la sola imagen de su leal y fuerte Draken castigando a desertores o visitantes inoportunos de la Tokyo Manji siempre hizo que su miembro doliera. Cada vez que lo veía blandir su bandera, o amarrarse aquel lazo en blanco que sus capitanes acostumbraban portar en los enfrentamientos oficiales, lo hacían lucir tan imponente y atractivo que sus hormonas no tardaban en alborotarse con el deseo de descolgarse de él. Nunca lo hizo porque conocía su posición y cuando el momento no era adecuado, pero una de las tantas fantasías de Mikey era ser follado por Draken luego de una victoria como las tantas que comenzaban a superar como grupo.
—No creo que sea buena idea pero… al carajo… —susurró, ayudándose de su mano libre para bajar sus pantalones para que su pene pudiera rozarse con la tela del haori que mantenía pegada a su figura—. Prometo lavarlo después —le dijo al rostro presente en su mente, masturbándose cada vez con más deseo. Se mordió los labios y se frotó con desesperación—. ¡Kenchin!
Entre gemidos ahogados finalmente consiguió que su placer explotara, sintiendo increíble el capturar su semen con la parte interna del haori, el cual besó una buena cantidad de veces antes de ponerse de pie para pedirle a su abuelo que le enseñara usar la lavadora y la plancha. Dudaba que Draken no notara un cambio considerable en el aspecto de su haori -y sobre todo en su aroma por el suavizante- cuando volviera, pero era mejor que verla manchada de esa sustancia sospechosa que lo haría enfurecerse con el más bajo. Sin embargo, si llegara a descubrirlo, Mikey diría en su defensa que tal acto era sólo una pequeña muestra de lo mal que lo tenía por ser tan perfecto, y que si no quería que se repitiera se preocupara por llevar su relación al siguiente nivel.
