Estoy soñando. Tengoque estar soñando.

Ben observó cómo Rey se quitaba el abrigo, acercándose inmediatamente para quitárselo de las manos y colgarlo en el ropero al lado de la puerta; apenas fue consciente de quitarse el suyo también. La mitad de su mente estaba chillando que Rey estaba finalmente en su espacio, y la otra mitad estaba reproduciendo el delicado toque de sus labios. La piel de su mandíbula que había tocado todavía cosquillear.

—Tienes un piso muy bonito, Ben— dijo, mientras echaba un vistazo con las manos en las caderas. El pelo, que al conocerla solo eran unos rizos cortos y ahora le rozaba los hombros, lo llevaba recogido por delante, pero lo había dejado suelto por detrás, y Ben no pudo apartar la mirada del balanceo de sus mechones cuando Rey dio media vuelta.

Su boca había articulado ya dos veces su nombre antes de que lograse que su voz funcionase.

—Rey.

—¿Hmm? —se giró hacia él, radiante, entusiasmada y curiosa, y Ben se detuvo a admirar con atención todos los detalles de su rostro: los pómulos altos, la boca ancha, una sonrisa que lo habría atrapado si no lo estuviese ya irremediablemente…

Dio un paso hacia delante. A pesar de su altura, ella no se inmutó, solo inclinó un poco la cabeza hacia atrás para mirarle a los ojos. Nunca se había achantado ante él y ese era uno de los motivos por los que la quería.

Levantó la mano casi sin querer hasta acariciarle la mejilla.

—¿Me das otro? —le rozó la comisura de los labios con el pulgar, sin terminar de creerse que aquello fuera real— ¿Por favor?

La sonrisa de Rey se ensanchó y le tendió la mano.

—Ven aquí.

Encajaba tan bien en sus brazos, Ben la besó despacio, toda su atención puesta en ella, desde la sensación de aquellos dedos en su nuca hasta el tacto firme de los músculos de su espalda bajo sus manos.

Su sabor, el suave roce de los labios de Rey contra los suyos; era una bendición que jamás habría esperado conocer; tuvo que contenerse para no levantarla del suelo y, simplemente, no parar nunca.

Su cabeza dejó de dar tantas vueltas, se detuvo; solo existía ese momento. Su aroma invadiendo su nariz, nuez moscada y dulzor… El suspiro contra su boca, la sensación de su cuerpo contra él al acercarla.

Simplemente Rey.

Aún estaba descolocado cuando Rey se apartó, pero en vez de entrar en pánico les envolvió un agradable silencio, emanando de él desde lo más profundo de su pecho como un secreto germinante. Ben no tenía ni la menor idea de qué hacer con ello.

Rey le dio un toquecito en la nariz con el dedo, sonriente.

—Llevo queriendo hacer eso desde hace tiempo —dijo, y Ben notó como se le torcía el gesto.

—¿Besarme o tocarme la nariz?

—Las dos —se apartó para coger su bolso y rebuscar en él. Sacó un USB y se lo lanzó—. También he traído Los siete de Blake, por si acaso.

No podía apartar los ojos de ella.

—¿La serie entera?

—Todos los episodios. Y la cinta de tomas falsas —su sonrisa podría iluminar cada palabra, pensó—. Sé que no podemos verlo todo de una sentada, pero…

—Depende de cuántos episodios te quieras saltar —dijo con ironía.

—¿Cómo? ¿Me estás diciendo que no te gusta el episodio sobre la pulga espacial? —mientras, Rey sacó un paquete de galletas.

—Me refería a Star One, pero ese también vale —hasta cierto punto, Ben estaba impresionado de poner elaborar frases enteras. Con Rey en su casa, con todo su rostro al descubierto, habiéndola besado… le había dejado patidifuso. No podía encontrar el equilibrio y no estaba seguro de querer hacerlo.

—Ja. ¿Sí o no, Solo? Podemos ver otra cosa si prefieres, o hablar…

—¿Has comido ya? —se le escapó. La urgencia de cuidarla fue repentina y voraz— Puedo preparar algo.

—Bueno, sí; pero nunca le digo que no a la comida —Rey se encogió de hombros despreocupada, pero pudo notar la forma en la que su sonrisa flaqueó ligeramente—, lo tengo muy interiorizado.

Ya había mencionado su crianza, vagamente y con pocos detalles, pero Ben había escuchado lo suficiente para querer hacer caer el peso de la ley sobre todos aquellos que habían sido negligentes con ella. Pero como eso era imposible…

—Vamos entonces —señaló hacia la cocina—, dime qué quieres.

Se acomodaron en el sofá con un plato de croque monsieur, que Rey insistió en llamar Míster Crunchies, y con unas cervezas, y Ben enchufó el USB al proyector mientras discutían animadamente sobre si veían o no el episodio piloto.

—Lo único bueno que tiene es que puede explicar lo que está pasando a quien no haya visto la serie antes —insistía Ben, sentándose de nuevo y pasando por los archivos.

—Vale, pero tenemos que ver Space Fall, porque me encanta el pique en ese.

—A quién no —Ben le acercó el plato y ella no dudó en coger un sandwich y modelo con entusiasmo; abrió muchísimo los ojos y Ben se asustó—. Si no te gusta…

—¡Nnn! —siguió masticando y tragó— Esta bueno, Ben. Muy bueno —volvió a dar un mordisco, con los ojos medio cerrados del gusto y la protesta de Ben murió. Se aclaró la garganta y puso el segundo episodio.

Vieron dos más, hicieron alguna pausa de vez en cuando para debatir algún punto y Rey se comió la mayor parte de los bocadillos, cosa que a Ben no le molestó en absoluto. Las galletas que había traído eran excelentes y explicaban por qué Rey olía a nuez moscada; en un momento dado, Ben se levantó y les trajo a los dos vasos de leche para acompañar y Rey enseguida empezó a mojar sus galletas en el vaso, lo cual... bueno, a Ben le pareció encantador.

Estás colado hasta las trancas por ella.

Pero eso ya lo sabía.

Era como en sus fantasías, pero mejor. Rey ni siquiera se había sentado en la silla, directamente se había sentado junto a él en el sofá como si fuese lo más natural del mundo. Estaba justo ahí.

—¿Otro episodio? —Rey alcanzó el mando y lo movió a modo interrogante.

—Sí, pero pasa el siguiente —contestó Ben—. Los aliens me dan mal rollo.

—Como deben hacer —Rey puso el episodio y acto seguido dejó a Ben sin habla al acomodarse a su lado. Cuando este no se movió, miró hacia él alzando las cejas—. ¿Está bien?

Los oídos le pitaban, pero Ben logró mover la cabeza y asentir. Se sintió ridículamente torpe al levantar su brazo para ponerlo alrededor de sus hombres, pero Rey le sonrió y se acercó más a él antes de volver a mirar a la televisión.

Su corazón, ese pobre y abandonado órgano, estaba a punto de desbordarse. Ben parpadeó con fuerza, intentando (y fracasando en) poner atención a la pantalla; cada nervio que poseía estaba al corriente del peso de Rey contra él, del ligero aroma a especias que desprendía su piel, del ir y venir de su respiración.

Debería estar tenso, nervioso; sin embargo, se encontraba envuelto en su calidez, con los músculos relajados como si acabase de despertarse de un sueño reparador. No había nada a lo que enfrentarse, nada que temer, nada que anhelar.

Lentamente, de forma gradual, apoyó la mejilla en la coronilla de Rey. Y si alguna pizca de humedad se deslizó por su mejilla hasta el pelo de ella, bueno, no era más que el corazón rebosante de Ben.

Todo estaba bien. Había espacio para dejarlo crecer.


Ben estaba a gusto. Más de lo que Rey había esperado.

Era como una pared rígida tras ella, con el peso de su brazo en los hombros, como uno de esas mantas raras que pesaban. Rey había subido las piernas a mitad del episodio, de esa manera podía recostarse más en él y todo lo que Ben tuvo que hacer fue moverse un poco para que estuviese aún más cerca.

El episodio había acabado. Está empezando a hacerse de noche. Debería irme pronto. Las palabras descansaban en la punta de su lengua, pero Rey no pudo pronunciarlas. No quería.

—Rey —la voz de ben era suave, una vibración más que un sonido— Necesito…

Sonaba preocupado. Rey se separó, dejando el suficiente espacio para poder mirarle a la cara, con un escalofrío recorriéndola por dentro. Jolines, ¿he leído mal el ambiente?

—¿Qué pasa? —preguntó— ¿He… he hecho algo mal?

Ben la miró sorprendido y sacudió la cabeza bruscamente.

No. No, no has hecho nada malo, es solo que…

Se detuvo, tratando de encontrar las palabras. El calor se acumuló en ella, llevándose el frío, y Rey alargó la mano para ponerla sobre su corazón. O eso pretendía, porque Ben la agarró entre sus manos, apoyando sus labios en la punta de sus dedos. A Rey se le cortó la respiración.

—Tengo que dejar claras algunas cosas -dijo, sus palabras resbalaron sobre su piel—. Antes de… Necesito que lo sepas

Su incoherencia era molesta y adorable a partes iguales. Rey arqueó una ceja y liberó su mano del agarre para pasarle los dedos por la mejilla

—Saber ¿qué?

Ben cerró los ojos, los volvió a abrir, mirándola fijamente, aunque podía ver que estaba inquieto.

—He deseado esto, a ti, desde la primera vez que te vi. Incluso antes. Cuando te oí reír por primera vez.

Rey esperó, y luego inclinó la cabeza. alentadora.

—¿Y?

Ben tragó saliva.

—¿Eso… no te molesta?

—¿No? —Rey dejó que su mano se deslizase hasta su pecho, sintiendo el rápido latido de su corazón bajo su palma— Quiero decir, que ya lo sabía.

Ben se la quedó mirando durante un largo momento, y luego la tensión se escapó de él, inclinando los hombros.

—¿No crees que soy un… un acosador?

Rey se tuvo que reír, pero solo un poco.

—Ben, no has sido nada más que caballeroso conmigo todo este tiempo. Así no es como suelen comportarse los acosadores.

Cierto era, pensó, que si no hubiese estado interesada en él la situación podría haber sido preocupante. Salvo que él nunca la había presionado. Y rey estaba completamente segura de que si en algún punto le hubiese pedido que la dejase en paz él la habría hecho caso.

La sonrisa que están poniendo ahora, pensó Rey, era algo que le gustaría ver más a menudo, y era una lástima que hubiese tenido que ocultarla tras la mascarilla.

—¿Puedo besarte otra vez? —preguntó Ben. Ella le agarró del jersey.

—Por su puesto.

Ben levantó las manos, deslizándolas lentamente por su mandíbula hasta que sus dedos pudieron rodearle la nuca, enredándolas en el pelo de Rey. Ella sólo pudo ver el brillo de sus ojos cuando inclinó la cabeza, un destello de luz al que no pudo ponerle nombre hasta que sus labios rozaron lenta y suavemente los suyos. Oh.

Es alegría...

Ben había hablado de pasada de relaciones anteriores, al igual que había hecho Rey: las suyas habían terminado amistosamente, las de él no, y eso la hizo pensar que eso explicaba parte de su timidez.

Ahora no estaba siendo tímido. Rey se agarró a él con más fuerza y se sintió atraída por una oleada de placer cuando Ben inclinó un poco la cabeza y la besó por completo. Un beso nunca antes se había sentido como unaunión, como una bienvenida y como algo correcto, y una parte de Rey sabía que era demasiado para una relación nueva, pero no le importaba.

Confiaba en Ben, hasta los huesos, y eso era suficiente.

Era aún mejor abrazarlo cuando no estaban restringidos por los límites de la amistad. Rey se encontró más o menos en su regazo, y se rió contra su boca, porque era genial, todo era tan bueno. Tan satisfactorio.

Ben respondió con un sonido grave, complacido. La envolvió en sus brazos, con los labios aún moviéndose sobre los suyos y una palma acunando su cabeza.

Nunca se había sentido tan segura.

Permanecieron sentados entrelazados durante un buen rato bajo la tenue luz, mientras la televisión se apagaba tras ellos. Ben se dedicó a dejar besos con suavidad en los pómulos de Rey, en sus párpados, bajo su mandíbula; ella trazó las líneas de su rostro con un dedo, aprendiéndoselos como si quisiera conocerlo en la oscuridad.Con el tiempo, lo haré.

Y apartó las gotas que aparecieron en el borde de sus ojos, atenuando el rubor de sus mejillas y deleitándose con su sonrisa maravillada.

Todo era perfecto.


—¿Estás segura? —Ben vaciló mientras sus dedos se cerraban sobre el pequeño paquete que Rey acaba de darle— Me dijiste que no te gustaba.

—Mmm, bueno, estoy dispuesta a probarlo una vez más. A parte, este es diferente. Rose me dijo que era ¿té de flores?

—Sí —de verdad parecía interesada, Ben llenó el calentador y lo enchufó en la isla de la cocina, programando la temperatura correcta—. Algunas personas los consideran un truco, pero creo que es… bueno… divertido.

—Estoy a favor de la diversión. Además, no le diste instrucciones a Rose e internet tiene demasiadas.

Rey se apoyó en la encimera de la cocina, mirando a su alrededor con ojos brillantes. Ben soltó una risita, cogiendo una de sus teteras de cristal del armario y poniéndola junto a la tetera.

—Eso es cierto.

Rey tenía la cara y el pecho de un rosado persistente, y Ben suponía que debería sentirse culpable por ello, pero simplemente no podía. Aún tenía muy presente la sensación de su piel bajo los labios y tuvo que contenerse para no acorralarla más contra la encimera y seguir donde lo había dejado.

Rey toqueteó el paquete con un dedo.

—¿Sigue estando bueno?

—Debería, sí —Ben lo abrió y dejó que el manojo de hojas se deslizasen por su palma, luego lo depositó suavemente en la tetera—. Este es de rosa y jazmín.

—Ah, me gusta el sabor a rosas. Solía comer delicias turcas de rosa cuando tenía dinero extra —Rey vio cómo Ben miraba la tetera.

—He visto muchas veces las delicias turcas en oferta, pero nunca las he probado —imitó a Rey, apoyándose en el lado contrario de la encimera—. Me encantaba una especie de barquillos de chocolate cuando era pequeño, pero ya no los fabrican.

Rey asintió.

—Siempre pasa eso con las mejores cosas.

Quería quedarse con ella. Ben sabía que era demasiado pronto para pedirle a Rey que pasase la noche allí, aunque sólo fuese a dormir, así que contuvo la súplica que tenía en la lengua. Es demasiado pronto. Ya ni siquiera está lloviendo, no tienes excusa. Pero no pudo evitar pensar en el futuro, cuando ella se acurrucase junto a él en su cama, cuando pudieran taparse con las mantas y abrazarla toda la noche…

No. Mente fría.

De todos modos, por lo menos podía darle esto antes de que se fuera a casa. Le había ofrecido té negro —tenía un buen irish breakfats de un pequeño local de Annapolis—, pero Rey le había dado el paquete que él le había mandado a través de Rose hacía varias semanas y le había pedido que lo preparase.

—¿Cómo te interesaste por todo esto? —preguntó Rey, señalando el calentador y la tetera— ¿Por tu familia?

Ben sacudió la cabeza.

—Por mi compañero de cuarto en la universidad. Su familia era de Corea y después de verme beber demasiado café del malo se propuso mejorar mi paladar. A veces me sorprende que funcionase —sonrío ante el recuerdo; Jin-hwan no había sido el más paciente de sus profesores, pero una vez que captó la atención de Ben, este se quedó fascinado.

Rey se rió.

—Te imagino perfectamente estudiando con cinco tazas de té diferentes en el escritorio.

—No estás muy equivocada -admitió Ben. Sus hábitos de limpieza se desarrollaron más adelante—. Pero es relajante, ayuda con el estrés, y me gusta el sabor.

Rey asintió, girando una mano con la palma hacia arriba.

—Rose hace punto de cruz. La mayoría de sus trabajos son diferentes versiones de la palabra 'fuck' decorada.

Ben soltó una carcajada.

—Eso sí que suena relajante.

Ella lo miraba con tanta atención que la timidez le reconcomió. Ben se limpió la cara.

—¿Estoy, ah, mal?

Rey sacudió la cabeza, su sonrojo más intenso.

—No, no. Estaba pensando en lo mucho que me gusta tu risa.

No podía apartar los ojos de ella.

—No me reía —dijo sin pensar—. Hasta que te conocí.

Espera, eso es demasiado...

Pero el rostro de Rey se suavizó, curvando la boca. Dio tres pasos hacia delante y apoyó las palmas de las manos en el pecho de él.

—Tendremos que arreglar eso —le dijo, y se inclinó para besarlo.

Era pura felicidad, y Ben le rodeó la cintura con los brazos, tirando de ella para acercarla. Estaba pensando en levantarla cuando la tetera empezó a sonar y Rey rompió el beso con una carcajada.

—¿En serio esa cosa está cantando?

—Sí —suspiró Ben, soltándola de mala gana—. Fue un regalo.

—Es mono —Rey rodeó la isla y apoyó los codos en ella, observando cómo Ben vertía el agua caliente en la tetera.

El paquete tardó unos minutos en desplegarse, pero Rey no se movió, con la barbilla apoyada en las manos y los ojos fijos en la tetera. A medida que el delicado aroma de rosa y jazmín se esparcía en el aire, la mirada de Ben se desvió hacia arriba para observar su rostro, la forma en que este se iluminó cuando el té empezó a florecer en la tetera.

—¡Qué chulo! Tenías razón, esto es divertido —levantó la mirada hacia él, radiante—. Me alegra no haberlo hecho en casa, no tenemos ninguna tetera de cristal.

—No había pensado en eso —admitió Ben—. Todavía necesita estar otro par de minutos a remojo.

Sacó unas tazas de cristal a juego con la tetera y sirvió el té cuando estuvo listo. Rey se inclinó sobre la suya para inspirar el vapor, y Ben recordó que se había preguntado si ella haría algo como eso. Le hizo sonreír contra su taza.

Rey tomó un sorbo y Ben pudo ver cómo intentaba contener una mueca.

—¿Huele mejor de lo que sabe? —preguntó con delicadeza.

Rey alzó la vista.

—Sí —dijo apenada—. Estoy acostumbrada a que el sabor a rosa sea dulce

—Filistea —repitió Ben, sonriendo con sorna, y fue a buscar el azucarero.


La acompañó hasta su coche cuando se marchó, dándole un beso más con sabor a jazmín y dulzura, medio culpable por haberse quitado la máscara, pero el garaje estaba vacío salvo por ellos. Cuando regresó a la cocina, Ben se sirvió otra taza y la bebió despacio, rememorando ese día increíble.

¿Qué hacer cuando tus deseos se cumplen?

Su vida había florecido como el pequeño manojo de hojas, expandiéndose lentamente al calor de Rey. Y ahora, al parecer, tenía otra oportunidad de crecer.

Y de no hacerlo solo. Eso era lo más importante.

Ben se sirvió lo que quedaba de té en la taza, recogió la maraña de pétalos y hojas que había en la tetera y se quedó pensativo.

Cabía perfectamente en uno de los pequeños coladores que utilizaba para el té a granel. Lo dejó sobre la encimera para que se secara y enjuagó la tetera. Quizá fuera demasiado sentimental conservar la flor, pero quería tener un recuerdo tangible.

Llevó la taza al salón y se sentó en el sofá, en el mismo sitio que había ocupado antes. Ya no tenía que cerrar los ojos para imaginarse a Rey allí; estaba fresco y claro en la cabeza, y le pareció que aún podía sentirla allí, su calor que se desvanecía y ese toque de nuez moscada.

Rosas y jazmín, especias y risas; y ella volvería. Algún día, pensó Ben, podría volver para quedarse.

Bebió un sorbo de té y dejó que la alegría le llenase.


N/A: Actualizo antes porque me voy de vacaciones este fin de semana y no iba a poder subir el último capítulo a tiempo, así que mejor antes que después.

Ya está, hemos llegado al final. Muchas gracias por leer.