Disclaimer: los personajes de Kimetsu no Yaiba NO me pertenecen, sino a la mangaka Koyoharu Gotouge.
Advertencia: este capítulo y otros futuros contienen spoiler del manga/anime, contenido de los databooks y datos adicionales.
Comentarios: agradezco a todos aquellos que han seguido esta historia y le tienen algo de fe, sobre todo a aquellos que me han expresado sus opiniones. ¡Los comentarios están respondidos al pie del capítulo!
Sin más dilación…
¡A leer!
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Capítulo 6
Revelación
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No estaba invadiendo ningún cuerpo. Ella era Kanae. La verdadera Kanae.
La revelación le llegó en forma de ramalazo, sintiéndose confundida y magnánimamente pequeña en esa habitación. Su habitación.
De alguna manera, por la gracia de los dioses, había vuelto. Había muerto y luego había vuelto. Se sintió tan perdida y confundida, con todos sus recuerdos llegando a ella de una forma desordenada, sin previo aviso. ¿Cómo había sido eso posible? ¿Cómo es que estaba allí de nuevo?
«Mi yo anterior murió mientras se enfrentaba a Douma. Mi yo futuro hizo una regresión y me revivió», pensó, lo más lógico que podía entre el detestable dolor de cabeza por recuperar todas y cada una de sus memorias. La mente aguda que dejó siendo una cazadora la había perseguido hasta su encarnación futura, no se había ido.
Esto era real. No había mundo ficticio, no había invasión de cuerpos. Solo era ella que había vuelto a su vida antes de reencarnar como una muchacha normal, una que eventualmente cursaría sus estudios en el Instituto Femenino Sekirei.
Le dieron ganas de reír, de la nada, quizás era el nerviosismo de saber que su supervivencia tenía mucho que ver con esta Kanae que era ella misma. Por inercia abrazó su silueta, como si así pudiese disculparse por haber deseado estar en el cuerpo de Mitsuri o de Tengen cuando llegó, considerando la existencia de Kanae como algo poco trascendental en la trama más allá de las secuelas dejadas a su hermana menor y a Kanao. Ella no lo sabía en ese momento, no sabía que estaba volviendo a su cuerpo original.
La pregunta era... ¿Cómo? Sus ojos, del color de los lirios y más brillantes que nunca antes, se enfocaron de nuevo en la reliquia familiar, lo único que les había heredado su madre antes de morir en manos de los demonios que habían atacado su hogar.
Recordaba nítidamente ahora una breve conversación durante su último año en el instituto. Había empezado a incursionar en el mundo de la actuación por curiosidad cuando un agente quiso reclutarla por su apariencia. Había sido sorpresivo, pero pronto se dio cuenta de todo lo que significaba entrar en ese mundo.
La primera vez que alguien le había pedido utilizar su imagen para inspirar un personaje, nunca se imaginó, hasta hoy, la intención detrás de ello.
"Dicen que nadie nunca ha visto al autor... O autora. Solo Dios sabrá quién es."
Una de sus compañeras le había dicho eso al dejarle toda una caja de regalo a su nombre. El remitente era anónimo, pero el contenido le llamó poderosamente la atención a pesar de que desde antes sabía sobre ese manga. Todos los tomos de Kimetsu no Yaiba.
"¿No está un personaje de ese manga inspirado en ti?"
También contenía esa extraña caja con su cepillo y la peineta, una maravilla a la vista con la que su compañera también se había quedado maravillada. Parecía un regalo costoso, una reliquia que decidió colgar en su pared como un preciado obsequio a pesar del anonimato que envolvía su misteriosa llegada.
Hasta ese día, a pesar de saber que un personaje de allí estaba inspirado en ella, pese al bello presente, no había tenido intención de leer ese manga, ni siquiera para verse representada allí. Había sido un vacío en su memoria, un leve vestigio apenas de quién le pidió permiso o cuándo se lo había solicitado, un representante que estaba muy interesado en obtener su aprobación, como si no hubiese otras miles de chicas en Tokio que rivalizaran con su belleza, aunque era cierto que había sido la envidia entre sus compañeras de clase, asegurando que si estuviese en un colegio regular, los chicos no la dejarían en paz.
Fue en el interludio de sus cortas vacaciones antes del último tramo de exámenes, que había decidido leer todos los tomos, encariñándose con los personajes y con su historia. Kanae era un personaje que salía poco y no tenía demasiada relevancia en la conclusión de la historia, pero estaba allí, tomando rasgos de su apariencia en recuerdos, rasgos que se mantuvieron en espíritu dando el último empujón a su hermana para que concretara el trabajo de matar a Douma y se sacrificara.
Un dolor repentino la atravesó. Shinobu realmente era su hermana y habían reencarnado juntas también. Ahora, al saberse consciente de todo lo que le había pedido antes de sucumbir a sus heridas, las escenas leídas en el manga eran todas cuchillas en su alma, su muerte la había empujado hasta el límite de utilizarse como carnada, como un vil experimento para lograr matar a ese demoníaco ser. Ella la había condenado a esa vida, había sido su culpa.
Aun cuando le había pedido que se saliera del cuerpo de los cazadores y viviera su vida feliz, había sabido, perfectamente, que una voluntad imperiosa como la de Shinobu no se iba a doblegar ante los deseos de una moribunda, ni siquiera si dicha moribunda era su propia hermana. Si había algo que compartían las hermanas Kochō, incluso con tantas diferencias en sus personalidades, eso era la determinación de seguir un camino hasta alcanzar la meta. No había obstáculo que las hiciera trastabillar lo suficiente como para arrojarlas al suelo.
Ellas eran así y eso había sido la condena de ambas.
«Intenté comprender las acciones de Douma, intenté entenderlo y terminé sintiendo pena de su vacío, de su fata de emociones y la oscuridad en la que había estado siempre», se dijo. La meta durante su batalla había sido alcanzar el nivel de empatía preciso para preguntar, para cuestionar qué era lo que motivaba al demonio a asesinar más allá de su instinto animal, analizar si era posible que, aun siendo alguien tan sanguinario, pudiese volver por el camino correcto. En ese momento no lo sabía, pero ahora, que había tenido otro tipo de crianza, que había vivido más de lo que la joven cazadora lo había hecho, podía entender que no era posible cambiar la mentalidad de todos, mucho menos de demonios centenarios.
En los últimos instantes de su vida lo comprendió, pero era demasiado tarde ya, incluso para Shinobu.
Lanzó un fuerte sollozo al aire, sintiéndose culpable por haber muerto y dejado ese peso sobre sus hombros. Había sido demasiado joven para cargar con eso, la amargura en su corazón solo se agravó, sabía Kanae, pues su hermana no había sido capaz de conmutar su odio en resiliencia como ella misma sí había podido hacerlo. Aunque nadie más lo viera, ella conocía esa debilidad de la persona más preciada que tenía en el mundo.
Ahora recordaba muy vívido el dolor de su pulmón perforado por la costilla rota tras la técnica avasallante de Douma. Había logrado mantenerse con vida a duras penas, entre los estertores de su respiración helada, hasta que los Kakushi llegaron junto a una muy expresiva Shinobu. Jamás la había visto tan joven, tan pequeña y vulnerable como cuando le abrazó y mostró sus lágrimas, pidiendo a los Kakushi que la ayudaran, que hicieran todo por salvarla, pero Kanae sabía que no había remedio para su órgano herido y sus hemorragias internas.
«Yo me sentí morir. Yo morí. De eso no hay duda.», se dijo con rotundidad, pero entonces todo se había desviado del curso que debía tomar cuando volvió del futuro y revivió a su encarnación pasada tras la batalla, la pregunta era qué clase de ritual místico había permitido tal hazaña.
Había vuelto a su cuerpo de cazadora en su vida anterior justo cuando su reencarnación había muerto en el set de grabación a los veinticinco años.
Veinticinco años. Ahora sabía y entendía que era la edad límite para la marca del cazador. ¿Había sido eso? ¿De alguna manera podrían estar relacionados los eventos? En el suelo aún, tomó su cabeza entre las palmas, apabullada por sus pensamientos. Necesitaba hablar con su hermana cuando lograra recuperar la compostura.
Sin embargo, no necesitaría buscarla. Como llamada por sus pensamientos, Shinobu entró en la habitación, corriendo la puerta sin temor a descuadrarla. Kanae aún estaba en el suelo con la caja caída a un costado de su cuerpo. La mayor de las mariposas alzó la mirada hacia ella, profundamente perturbada y superada por la circunstancia. Los ojos de la menor adquirieron un tinte cálido, acentuados por la bonita forma almendrada de sus cuencas, aunque su rostro era toda una interrogante en sí misma y sabía que no se iba a escapar de sus preguntas.
Podría decirle parte de lo que había pasado, pero no todo, claramente.
—¿Nee-san...? —inquirió de manera tentativa, aún de pie en el marco del fusuma.
Kanae le sonrió, estirando un brazo hacia ella para que se acercara. Shinobu así lo hizo, casi corriendo, algo muy normal en ella a esas alturas. Se enterneció porque, a pesar de todo, su hermana pequeña ya no tendría que cargar con el peso de su muerte y de toda la Finca Mariposa sobre su espalda. Iba a poder permitirse ser la cazadora de gran carácter que decía todo a bocajarro y se ponía de mal humor constantemente. No se convertiría en un fantasma de sí misma, intentando imitar una personalidad que solo la haría hundirse en la miseria sin poder conectarse con la sanación de sus emociones.
—Perdona a tu hermana. Había olvidado muchas cosas —soltó una vez que la aludida llegó hasta su altura, tomando lugar a su lado y dejándose envolver por el brazo estirado de Kanae.
Esta la acunó por los hombros y la apegó a su costado con una emoción fraternal, vibrante y considerada. Volvía a ser ella misma ahora que sabía su verdad, no era ajena a este cuerpo, no estaba tomando una vida prestada.
Solo había revivido con sus recuerdos futuros intactos.
—Lo sabía. La pérdida de memoria parcial puede ocasionar cambios repentinos en la rutina —habló Shinobu con su tono experto y dulce, lo que hizo sonreír a Kanae, pues ella misma había llegado a la conclusión que explicaría sus cambios de comportamiento más visibles. No necesitaría convencer a su hermana de lo que le había sucedido.
Aunque, técnicamente, esa noticia no era más impactante que el resto de la verdad. Una que se guardaría para sí misma como completa sabedora de la trama que había leído y de la que estaba dispuesta a cambiar, empezando por su hermana.
La abrazó con más ternura, dándose cuenta de cuánto la había extrañado, aunque también la echaría de menos allá, en ese futuro lejano que había dejado atrás para conservar este presente.
Si se empeñaba, la posibilidad de que su hermana tuviese una familia e hijos como Kanae había esperado, estaría al alcance de sus dedos. Los demonios no serían un impedimento, pero debía comenzar a trabajar.
—Ahora tengo más cosas que hacer —susurró, consciente de que Shinobu la estaba mirando con la cabeza recostada sobre su hombro y ladeada hasta alcanzar su rostro con la mirada.
Pero ninguna de las dos dijo nada más.
Urugi había sobrevolado sobre su cabeza diligente hacia el punto exacto en el cual se ubicaba la Finca del Pilar de la Roca en la prefectura de Fukushima. El viaje había sido largo, pero no tanto gracias a las habilidades intrínsecas al trabajo de cazador, aún más al que ejercía un Pïlar.
Todo aquello le había servido para reflexionar sobre sus pasos. De ninguna manera iba a desistir del entrenamiento que, sabía, le proporcionaría la habilidad de Gyomei en combate. Siendo tan meticulosa y diestra con la katana, además de haber creado una técnica de respiración basada en la propia para su hermana (se dio cuenta de inmediato que había cometido un leve desliz al hablarle sobre la Respiración del Insecto como creación de Shinobu a Oyakata-sama), sabría como integrar las mejores cualidades de la Respiración de la Roca a su estilo.
Quizás tendría que crear nuevas posturas, incluso modificar las posturas existentes para hacerlas más funcionales.
Durante las distintas paradas que había hecho sobre su viaje, había repasado sus pergaminos con avidez, recordando las anotaciones sobre las distintas formas de su respiración y cómo se ejecutaban, aunque, definitivamente, la más complicada era la postura final de la Respiración de la Flor: Ojo Bermellón Equinoccial. La teoría que había en torno a ella era mucho más fácil de digerir que ponerla en práctica.
Recordaba, ya hacia el final de la historia, que Kanao la había utilizado dos veces, parcialmente, por un corto periodo de tiempo en un intervalo irregular. Shinobu le había explicado la teoría con mucha exactitud y Kanao la había ejecutado por primera vez sin tropezarse en el peligroso proceso y, aunque definitivamente estaba orgullosa, no permitiría que Kanao tuviese ni la más mínima posibilidad de quedarse ciega en esa línea modificada del tiempo.
Acelerar la visión cinética era muy peligroso, porque forzar la arteria oftálmica y la arteria central podría ser irreparable si se ejecutaba de mala manera. La oxigenación en la sangre y la circulación de esta hacia los vasos oculares debía manejarse con precisión para evitar cegarse con la postura.
Ella empezaría a hacerlo en su entrenamiento, primero encontrando como medir lo necesario y luego poniéndolo a prueba solo por segundos en sus ojos hasta que las arterias se fortalecieran, ya acostumbradas a la sensación del bombeo masivo para lograr ese tipo de visión inhumana.
Tenía un largo recorrido, pero todo un arsenal de pergaminos que debía mejorar y complementar con nuevas anotaciones en los momentos en los que estuviese desocupada, sin contar que debía estudiar su sangre y encontrar la forma de deshacerse del vestigio demoniaco en sus pulmones. Al menos los dolores de cabeza se habían ido debido a la revelación, pero debía ser especialmente cuidadosa con sus ataques respiratorios. ¿Podría ejecutar alguna postura sin que eso le afectara? Solo había una manera de averiguarlo.
Eso sería más fácil que averiguar cómo había hecho esta regresión en el tiempo y vuelto a su anterior encarnación, pero debía haber algún tipo de explicación, así fuese mística.
«Sigues viva y con conocimiento futuro, puedes corregir lo que puedas», pensó mientras se impulsaba sobre una rama y caía elegantemente frente al portón de la Finca. Atesoraría eso, por completo dispuesta a no decirle a nadie más pues, pese a todo, aún guardaba cierto temor de que los eventos cambiasen más o que Muzan se diese cuenta de los movimientos extraños de los cazadores en caso de que hubiese repercusiones por su revelación. Tenía que mantener las aguas tranquilas hasta que apareciera Tanjiro en sus vidas, al menos.
Él era el elegido para esto y ella se encargaría de protegerlo de ser necesario.
Escuchó el deslice de las cuentas en las manos de Gyomei cuando un miembro de los Kakushi abrió la portezuela del lado izquierdo.
—¡Kochō-sama! —saludó de inmediato y con una reverencia.
Su dulce voz la reconoció al instante, más aún cuando sus ojos verdosos y rasgados se elevaron en su dirección. Las cálidas pupilas eran reconocibles incluso detrás del traje estándar con su máscara inferior.
—¿Cómo estás, Karui-san? —devolvió el gesto con una gran sonrisa.
Caminó hacia ella con tranquilidad y depositó su mano sobre el delicado hombro, con mucha confianza. Karui sonrió aún más detrás de la máscara. Para Kanae era muy natural aprenderse los nombres de todos los Kakushi y memorizar sus características más reconocibles. A pesar de cuánto trabajo pudiese tener, el hecho de poder reconocer a cada uno como un ente individual al cuerpo, hacía que los miembros se relajaran a su alrededor, no por nada pudo encargarse de la Finca Mariposa siendo tan joven.
Ahora mismo, aunque por otras circunstancias, sería Shinobu quien la dirigiera en su ausencia prolongada.
—¡Muy bien! Me alegra verla con bien. Me asusté mucho tras el incidente… —comenzó con estruendo, pero terminó en un balbuceo. Kanae acarició maternalmente su hombro mientras dejaba escapar una leve risa.
—Ya todo está bien, esforcémonos juntos por los demás y por nosotras mismas, ¿bien? —dejó caer su leve pregunta con bastante suavidad.
Karui alzó el puño a la altura de su pecho y lo apretó con voluntad firme. Parecía sonrojada.
—¡Así será! —respondió enérgica antes de abrirle paso hacia el patio central de la Finca.
Kanae se deslizó, casi flotando con el viento, aunque no caminó demasiado. Himejima estaba casi detrás del portón, como ella había podido comprobar antes gracias al sonido cercano de las cuentas religiosas entre sus manos, mismas que volvía a deslizar entre los fuertes dedos callosos. Karui cerró la puerta, les hizo una silenciosa reverencia y se fue hacia otro lugar.
—Llegaste justo a tiempo, Kanae-chan. —Ahora que estaba consciente, había echado de menos el deje cariñoso en la tonalidad de su voz tan imponente.
—Aun con ello, siento haberme retrasado tanto, Gyomei-san —pronunció a modo de disculpa pasiva, con el cariz de su tono nadando en esa particular gracia que transmitía tranquilidad.
—Está bien siempre que podamos entrenar pronto, pero antes… —Su sentencia quedó en el aire mientras caminaba hacia el pasillo principal que empezaba justo en el tramo derecho de la puerta hacia el interior.
Gyomei conocía muy bien su dominio, lo sabía porque la propia Kanae lo había visto, así que no necesitaba ningún tipo de ayuda para tomar asiento en el borde junto a la pequeña escalinata, ella lo imitó al poco tiempo, sentándose a su lado.
—¿Antes…? —instó a que continuara, pero el ceño fruncido de Himejima parecía acrecentarse, lo que no le dio buena espina.
—Hay una misión que se nos ha encomendado a ambos ahora que estás conmigo. —Kanae no esperaba que sucediese tan pronto, pero así era la vida de un Pilar, ella lo aceptaba incluso ahora cuando tenía tanta urgencia por mejorar—, sin embargo —continuó él con su voz incluso más profunda—, no estaremos solos.
No notó preocupación en su voz, aunque ella sí que demostró extrañeza, aun cuando él no pudiese verla. ¿Tantos cazadores en una misión? Esperaba que estuviese descartado que le tocase algo parecido al Monte Natagumo.
—¿Nos acompañarán otros cazadores? —inquirió con la curiosidad impregnando su dulce voz.
Gyomei Himejima parecía tardarse su tiempo en responder mientras murmuraba algo más del habitual Sutra que recitaba, como si quisiese extender la noticia, aunque Kanae no conociese la razón detrás de ello. Era casi como si estuviese sopesando sus palabras exactas.
—Solo otro pilar —soltó por fin y la tensión se rompió solo para dar paso a la incertidumbre.
¿Por qué se enviaría a otro pilar aparte de ella misma a una misión junto a Himejima? ¿Era demasiado riesgosa? ¿Se suponía que esto iba a suceder o era su presencia la detonante de todo esto? «Quizás es por eso que parece medir bien sus palabras, aunque no lo entiendo», pensó antes de interrogar directamente.
—¿Quién? —susurró, parpadeante y curiosa.
Una sensación extraña en su estómago empezó a tomar forma, pero ni siquiera tuvo tiempo de pensar en esa sacudida repentina.
—Nos acompañará Shinazugawa.
Un vuelco al corazón. Oh, oh, oh.
La sensación en su estómago se incrementó, pero ella mantuvo su perfil sonriente. Lo había olvidado completamente entre tantas cosas sucedidas desde su regresión, obviando detalles que había estado dispuesta a dejar de lado incluso antes de su primera muerte a manos de Douma.
De ninguna manera podía dejar que su fascinación por escudriñar debajo de la férrea coraza agresiva de Sanemi la siguiese llevando a sacarlo de quicio también fuera de la Finca Mariposa, era suficiente con obligarlo a comer cada vez. Su corazón latiendo más rápido de lo normal tampoco era buen consejero. La Kanae de veinticinco años que había dejado atrás hubiese podido manejar mejor el asunto, pero aquí seguía siendo una adolescente cargando una enorme responsabilidad y sufriendo de los mismos sentimientos.
Miró a Gyomei como si este tuviese la culpa de su desgracia, como si lo supiese todo a su alrededor.
Él pareció leer sus pensamientos, porque sonrió muy tenuemente al viento.
«¡¿Cómo lo hace?!»
Como ven, ya aclarado todo el dilema de Kanae con respecto a su identidad, este ha sido un capítulo de transición hacia los que vendrán a continuación. Empezaremos con la acción y los enredos. ¡Gracias por leer!
Lara. ¡Agradezco que sigas fielmente la historia! Pues, aquí te dejo tus lingotes de oro jaja, era cierta tu teoría de la Kanae del futuro siendo esta Kanae. Solo Dios sabe quién es el autor. Me alegra que te guste la relación del patrón y Amane, que así los percibo yo. ¡Saludos! Espero que te haya gustado este capítulo también.
Mr. Ro. ¡Gracias por tus palabras! En este capítulo pues creo que se te aclararían algunas dudas, aunque todavía falta esclarecer qué ocurrió exactamente por allí. Y sí, estuve pensando mucho en el misticismo de la obra que (a mi parecer) le faltó más protagonismo y explicaciones milenarias. Espero integrar bien toda esa cuestión de las reencarnaciones y la importancia del linaje o las memorias heredadas aquí. Te agradezco mucho por dejar tu opinión. ¡Saludos!
