If I'm Insecure

El momento en que Kaori rechazó a Yuuko volvía a hacerse presente en la mente de la rubia, esta vez en forma de sueño. Y a diferencia de lo que pasó en realidad un par de años atrás, Natsuki no había aparecido para consolarla. La joven Yoshikawa despertó a causa de sus propios sollozos, y hallarse sola en aquel lugar no ayudó en su malestar. Tomó su teléfono pensando en comunicarse con cualquiera de sus amigas, pero bastó con mirar la hora para cambiar de opinión. Siendo cerca de las cuatro de la madrugada, debían de estar dormidas. Quizás era la primera vez en su vida en que Yuuko se sentía sola, y eso solo aumentó sus lágrimas.

No supo en qué momento volvió a conciliar el sueño, pero verse de nuevo en uno de los salones de clase de Kitauji era clara señal de ello. Yuuko aún sentía húmedas sus mejillas, por lo que quizás aún estaba llorando en la realidad. De repente, un par de brazos la envolvieron desde la espalda, llenando su ser de una reconfortante calidez.

—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó en un susurro.

—Es tu sueño, así que deberías saberlo.

Yuuko rodó sus ojos ante aquella respuesta.

—Incluso en mis sueños eres fastidiosa, Natsuki.

—Así te gusto, ¿no? —replicó la guitarrista con tono burlón, depositando un juguetón beso cerca de la oreja de Yuuko—. Incluso en tus sueños me buscas para hacerte sentir mejor. ¿Tan enamorada estás de mí?

—Ya quisieras —refutó la rubia, pero sin romper el abrazo—. Confórmate con mi amistad, es todo lo que puedo darte.

—Como digas.

Mientras Natsuki apretaba el abrazo, Yuuko sonreía. Sin importar si era real o no, cada vez que la guitarrista la abrazaba de aquella forma, se sentía feliz, protegida de que nada malo le pasaría.

El sonido de la alarma arruinó el momento, desvaneciendo la imagen que el subconsciente de Yuuko había creado. De nuevo sintió la soledad, pero esta vez no fue tan fuerte como para que las lágrimas volvieran a querer salir.

—Si supiera que tú en la vida real me correspondes, podría admitir que me gustas —murmuró antes de levantarse de la cama.


Natsuki y Nozomi caminaban lado a lado tras salir de la estación del metro, charlando sobre algunas materias de sus carreras. Sus primeras clases no distaban mucho de lo que usualmente estudiaban en preparatoria, lo que tranquilizaba a la guitarrista, en especial tras haber iniciado su proceso de aprendizaje de un nuevo instrumento.

Tras doblar una esquina, vieron que algunos metros más adelante avanzaba Yuuko. Su paso era algo más lento que el de ellas, por lo que podrían haberla alcanzado sin acelerar. Aun así, Natsuki corrió a su encuentro, abrazándola y deseándole los buenos días.

—¡Eran buenos hasta que me atacaste por sorpresa! —exclamó la rubia, haciendo lo posible por ocultar su sonrisa.

—Tus ojos dicen otra cosa —aseguró Natsuki, mirándola detenidamente y enseriando su tono de voz—. ¿Estuviste llorando?

—¿Cómo… —Yuuko estaba estupefacta por el hecho de que Natsuki hubiese notado algún rastro que ella pasó por alto cuando se preparaba para salir a la universidad. Aclarándose la garganta, reformuló la pregunta—. ¿Por qué habría de hacerlo? Solo me entró algo de jabón en un ojo esta mañana cuando me alistaba para salir.

—¿Segura?

—Más que segura. No te preocupes por mí.

El tono de Yuuko cambió de su falsa molestia habitual a un tono más serio. Natsuki decidió no insistir más y continuar con ella el camino a la universidad. Sin embargo, su brazo continuaba alrededor del cuello de la rubia cuando Nozomi las alcanzó.

—Vaya que tenías muchas ganas de ver a Yuuko —comentó con una sonrisa.

—No nos veíamos desde hace quince horas y media. Ya me hacía falta fastidiarla un poco.

Natsuki acompañó aquellas palabras con una risilla mientras Yuuko rodó sus ojos y se liberó del abrazo de su amiga.

—Sería bueno que intentaras romper el récord de tiempo a la hora de fastidiarme.

Yuuko, con los brazos cruzados, caminó rápido con el fin de dejar a sus amigas atrás. Cuando creyó prudente, relajó de nuevo su paso. Pero a los pocos segundos, sintió que alguien pinchaba los costados de su cintura. Dando un grito por el susto, se giró para enfrentar a aquella persona, que la veía con una sonrisa burlona.

—¿Cuánto duré? —preguntó aquella persona, a punto de soltar una carcajada.

—¡Estás muy lejos de los 12 años que duraste antes de conocernos!

—Apuesto lo que quieran a que ustedes dos serán las primeras en casarse cuando aprueben el matrimonio entre parejas del mismo sexo —intervino Nozomi.

—¿Yo? ¿Casada con ella? ¡Ni loca! —exclamaron Natsuki y Yuuko a la vez, sonrojadas, haciendo reír a la flautista.


Tras consumir su almuerzo, apartada de todo en el bosque Kinugasayama, aledaño a la universidad, Miyuki veía las copas de los árboles sin prestarles atención. Su mente divagaba en las palabras que Hibuki le había dicho el día anterior. Pareciera que él ya estaba resignado ante una eventual renuncia por parte de ella, lo que la entristecía. Ella se aferraba con fuerza a la banda, su única fuente de alegría entre tantos días de dolor y frustración dada por su propia familia. ¿Realmente qué le impedía aceptar la ayuda de los Yamazaki para independizarse? Solo su orgullo, con la excusa de que ellos ya habían hecho demasiado por ella.

La relación con sus padres siempre fue difícil. Aunque desde sus primeros días de escuela Miyuki destacó por sus buenas notas y excelente conducta, ellos lo menospreciaban con el pretexto de que eso era lo mínimo que ella debía hacer. Todo empeoró cuando descubrió su pasión por la música.

Los Tsujimoto y los Yamazaki siempre fueron buenos socios comerciales. Esa fue la razón por la que Hibuki y Miyuki se conocieron y se hicieron amigos. Él tenía juguetes musicales con los que ambos jugaban y se divertían imaginando estar en una banda. Fue ahí que surgió la promesa de fundar una cuando crecieran, promesa que Miyuki se ha empeñado en cumplir.

Uno de esos juguetes era una guitarra con la imagen de alguna serie de moda por la época. Pese a no ser de alta calidad, era completamente funcional, y fue allí donde Miyuki aprendió las primeras notas y acordes, bajo la enseñanza del señor Yamazaki, quien tenía en la música una de sus mayores aficiones y tenía algunos conocimientos gracias a haber pertenecido a una banda en su juventud.

Recibir esa enseñanza emocionó tanto a la pequeña que, en su inocencia, habló de ello a sus padres. Grave error. Ellos no solo la castigaron y le prohibieron volver a ver a los Yamazaki, sino que rompieron cualquier relación comercial con ellos por "malcriar" a su hija. Miyuki lloró bastante, y la idea de escapar de su casa cruzó por su mente con tanta frecuencia que una noche lo hizo. Aunque no duró mucho.

Su refugio no fue otro que la casa de los Yamazaki. Hibuki se alegró al verla, aunque ella se deshizo en lágrimas en sus brazos. Ambos se prometieron continuar con su amistad en secreto y apoyarse mutua e incondicionalmente. La pequeña aventura de Miyuki duró apenas unas horas, algo de lo que sus padres nunca se enteraron.

Conforme crecía, fue enamorándose del bajo eléctrico y su sonido. Aprovechando los horarios laborales de sus padres, se unió en secundaria a un club de música ligera, donde aprendió más y más del instrumento usando uno que era propiedad de la escuela. En preparatoria, con ayuda de Hibuki, logró comprar su propio bajo, instrumento que, cuando Miyuki no lo estaba usando fuera de su casa, permanecía con los Yamazaki; y se unió junto a su amigo al club de jazz.

El sonido de su teléfono la sacó de sus pensamientos. Tras revisar el identificador de llamadas, procedió a contestar.

¿Dónde estás, Tsujimoto? Nuestra siguiente clase está por comenzar— preguntó una voz femenina al otro lado de la línea.

—Voy en camino, Yoshikawa.


Natsuki y Nozomi terminaban de organizarse para una sesión de estudio, aprovechando que ambas estaban en una hora libre. Libros y cuadernos sobre la mesa, rodeados del sepulcral silencio típico de las bibliotecas. Todo estaba listo para repasar lo visto hasta el momento, y si alcanzaba el tiempo, adelantarse un poco en el temario. Sin embargo, la flautista tenía una duda carcomiéndola desde la mañana, por lo que decidió aprovechar la ocasión.

—Natsuki, ¿no deberías avanzar más con Yuuko?

—¿A qué te refieres? —cuestionó la guitarrista, levantando una ceja.

—A ustedes dos como pareja, obviamente.

Natsuki resopló, ladeando su cabeza y apoyándola sobre su brazo derecho, cuyo codo estaba sobre la mesa.

—Sabes bien que debe haber sentimientos mutuos para eso, y entre Yuuko y yo no hay ese tipo de sentimientos.

Nozomi negó con la cabeza.

—Y ustedes decían que yo era la ciega cuando no estaba lista para corresponder a Mizore.

—No es lo mismo, Nozomi. ¿O piensas que Yuuko puede desarrollar esa clase de sentimientos hacia otra persona que no sea Kaori-senpai?

Con la mención de aquella mujer, muchos cabos se ataron en la mente de Nozomi. Ella había sido testigo de lo mucho que Yuuko idolatraba a Kaori, incluso aunque no estaba en la banda en esa época, llegando a enfrentarse incluso al asesor con tal de lograr que fuera solista en su último año de preparatoria. Sin embargo, también notó que dicha idolatría fue disminuyendo poco a poco con el paso del tiempo.

—No solo lo pienso. Estoy segura de que ya lo hizo —aseguró.

—Claro, como si olvidar un amor fuera sencillo. —Tanto la voz como la mirada de Natsuki transmitían tristeza y desesperanza.

—No siempre hay que olvidar un amor a la hora de desarrollar otro, ¿sabes? Puede que Kaori-senpai sea como una diosa para Yuuko, pero eso no le impide tener sentimientos por otras personas.

—Lo sé, pero Yuuko es tan comprometida con algo que dudo mucho que ella realmente vaya a enamorarse de alguien que no sea ella.

—Qué terca —suspiró Nozomi con resignación.

—No es terquedad, es aceptar la realidad. Yuuko tiene a Kaori-senpai en un pedestal tan alto que, incluso si ella buscara a otra persona, alguien como yo estaría por fuera de su radar por no ser suficiente.

Nozomi se levantó de su silla, rodeó la mesa y puso su mano sobre la frente de Natsuki, sorprendiéndola.

—No parece que tengas fiebre —afirmó con seriedad tras unos largos segundos, retirando la mano.

—¿Por qué habría de tenerla?

—Normalmente tu confianza en ti misma es más alta, así que creí que estabas enferma o algo así.

Para alivio de Nozomi, Natsuki soltó una pequeña risilla.

—¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

—Quizás nada —meditó Nozomi—, pero como tu amiga, me preocupa que no te sientas tan segura como de costumbre respecto a lo que tú y Yuuko sienten la una por la otra.

Natsuki suspiró con pesadez, retirando la mano de Nozomi de su frente.

—Estás siendo demasiado optimista, Nozomi.

—No, tú estás siendo demasiado pesimista. Además, ¿es tan malo que ella llegue a rechazarte? No digo que lo vaya a hacer, pero…

—Por si un corazón roto no fuera suficiente, tiene de malo la confirmación de que no soy suficiente para ella —interrumpió Natsuki con tristeza—. Por más que esté segura de ello, no quiero escucharla decir eso.

Nozomi guardó silencio, entendiendo aquel sentimiento. Muchas veces ella misma tuvo pesadillas acerca de Mizore dejándola de amar. Aun cuando su culpa le hacía pensar que merecía ser rechazada, escuchar a la Mizore que su subconsciente creaba decir que el daño que le había hecho era irreparable y que sus sentimientos positivos hacia ella se habían ido dolía tanto que despertaba en un mar de lágrimas. Con esto en mente, abrazó a Natsuki manteniendo el silencio. La guitarrista sonrió con tristeza, creyendo que, de momento, la insistencia de su mejor amiga se detendría.


No me dejes en paz, sé mi paz cuenta con playlist en Spotify, con las canciones que dan título a los capítulos: playlist/15UK58QwRKhP3eFkc5xR2V?si=51f779ce3f1a4b94

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