El sol empezaba a posarse en el horizonte, abandonando la ciudad del oeste, dirigiéndose hacia parajes helados y ciertamente desconocidos e inhóspitos del planeta tierra, y Bulma, Mai, y Trunks, se encontraban saliendo de una cafetería, teniendo cada uno un vaso en su respectiva mano dominante, siendo el contenido un simple, pero excelso café. Trunks se sentía satisfecho, había sido un dia bien aprovechado. Al llegar a una intersección, Trunks y Bulma miraron a Mai. —¿Quieres venir con nosotros? Siempre hay espacio en nuestra mesa.— Dijo la mujer de cabello azul, con una voz plagada de amabilidad y cortesía hacia la azabache. —No, tengo que llegar a hacer algunas cosas... Pero muchas gracias, ha sido un día maravilloso.— Mai miró a Trunks, y sonrió levemente. —Lastima por tí, no tendrás quién te salve cuando llegues a casa.— Sus ojos se abrieron, frunció el ceño por un momento, para luego suavizar su expresión. —¡hahah! Sí... una lastima. Cuídate mucho, Mai.— Ella enarboló una vez más una sonrisa ladina y socarrona. —Eso debería decírtelo yo a ti, señor vasito de agua.— Sentenció, entre pequeñas risas. La azabache entonces asintió con la cabeza e hizo una reverencia como despedida, lo que fué seguido por la misma acción por parte de los Briefs. Mai se dio la vuelta, y se dirigió hacia su hogar. —Mm...— Bulma miró a su hijo, tras escuchar, lo que ella juraba había sido, un sonido de decepción. Una sonrisa burlesca se formó en sus labios, y habló. —Tranquilo Trunks, ella vive cerca. Si quieres mañana podemos invitarla, quizá ella quiera pasar todo el día contigo.— El rostro del híbrido se tornó en un ligero horror al escucharla, mirándola sorprendido. —¡Mamá! ¿¡de dónde salió eso!?— La sonrisa de tiburón en el rostro de la científico era toda la respuesta que Trunks tendría. —¡hAhAHA!— Y eso. Tendría que resignarse.
El dúo madre e hijo salió en dirección hacia su hogar. Cuando estaban por llegar, el más alto se quedó en el sitio, frente a la puerta, y posó su mano en la espalda de la peliazul más inteligente del universo. —Mamá... Entra a casa...— Una voz con el grosor y finura de una navaja. Bulma entendió lo que quería decir su hijo, e hizo caso, dirigiéndose hacia su laboratorio, preparándose para lo más rápido que pudiera para hacer... Lo que sea que tuviera que hacer.
Mantuvo la postura, piernas separadas, brazos a los costados, puños apretados. El viento corrió detrás de su espalda. Frunció el ceño, apretó los labios, y suspiró. —¿Quien está ahí?— Cuestionó Trunks, aún sin darse la vuelta. —Tranquilo, solamente queremos hablar contigo... Trunks.— El híbrido se dio la vuelta, encontrándose con dos personas que rápidamente reconoció. Kibito y Shin... Los que ocupaban el cargo de supremos del universo. Claro, los había conocido en algunas misiones de la patrulla del tiempo, pero no eran los que él conocía, los que él había llegado a conocer... Eran de otras líneas temporales. Era un duo, un hombre de piel rosada, más alto que incluso Piccolo, yendo ligeramente por detrás de un hombre de piel azulada/turquesa, de una altura de metro y medio aproximadamente, los cuales vestían prendas ceremoniales, mezcla de túnica con kimono, o así es cómo él podía describirlos. Entonces, la pregunta llegó ¿Cómo lo conocían a él? —Me estuvieron siguiendo a mí y mí familia todo el día… ¿Por que?— Estaba por cuestionar algo más sobre quién les había informado sobre él, pero una fina y misteriosa sonrisa adornó el rostro de Shin, junto al rostro de severidad del asistente. —Vinimos a ponerte a prueba, mortal. Antes de que él pudiera hacer algo, Kibito levantó su mano, y con un Kiai lo levantó por los aires, a la altura de los edificios y más allá, saliéndose del plano de la ciudad. En ese momento una nave salió en su persecusión, mientras el supremo y su asistente perseguían el cuerpo, arrojado como trapo al viento, de Trunks.
El híbrido dio una voltereta en el aire, expulsó energía, y recuperó el control de su cuerpo, deteniendo así su caída al quedarse suspendido en el aire. —Impresionante…— Murmuró Shin, escuchando simplemente un bufido de molestia provenir de Kibito. —No seré suave con él, supremo Kaiosama.— Él solamente asintió con la cabeza, apreciando cómo su alumno se arrojaba contra el chico de cabello púrpura, quién conociendo a los dioses, supuso que sería algún tipo de prueba para vaya saber dios que cosa, por lo que no opuso resistencia a la batalla. Elevó su ki hasta igualar y superar al de Kibito, arrojándose en combate contra él.
Una serie de golpes volaron desde los dos lados, unos provenientes de Kibito, ganchos hacia el rostro de Trunks, que venían de izquierda a derecha, los cuales el híbrido esquivó moviéndose coordinadamente con los golpes para así esquivarlos. Un contraataque se sucedió, un rodillazo proveniente de los pantalones color verde opaco que vestía Trunks, se dirigió hacia el estómago de Kibito, uno con suficiente fuerza para hacer retroceder a Kibito y encorvarse, para sostener su estómago con sus manos. El híbrido no perdió el tiempo, se elevó por encima de Kibito, se dio de espaldas, y cayó con un codazo sobre la espalda de este, enviándolo a las rocas.
Shin miró la escena más que sorprendido, el poder de ese mortal era absolutamente avasallador, no parecía tener un límite su potencial, según él. —Vaya, ¡Es realmente impresionante! Tal y cómo lo había pensado, usted es el indicado, señor Trunks —Habló el supremo. —¡Aún no he acabado!— Gritó el aprendiz, levantándose de entre las rocas, con una clara intención. Alzó sus manos, y formó una esfera de energía, la cuál rápidamente acumuló todo el poder de Kibito, y fué arrojada con zaña hacia Trunks, el cuál con un simple bloqueo de su mano, la desvío con facilidad, desviando esta hacia el horizonte. —¿Este es todo tú poder?— Cuestionó, viéndose ligeramente agitado, para luego recuperar el semblante de calma. El silencio lo había dicho todo.
Shin se apresuró a ver cómo se encontraba Kibito, auxiliando al hombre de piel rojiza, quién se veía cansado. —Hiciste un gran combate Kibito— Le aseguró, ayudándole a recomponer sus energías. —Es imposible... ningún mortal debería ser así de poderoso...— Un deje de frustración acompañó el hablar del hombre de piel rosada, quién fue consolado por unas suaves palmadas en el hombro, provenientes de Shin. —Deberías estar orgulloso... Nuestro deber es ese, no lo olvides— Aseguró con una amplia sonrisa el hombre de piel azul, mostrándose más que seguro de si mismo. —Sí, tiene razón de eso...— Entonces alguien más bajó con ellos.
Trunks se posicionó al frente del duo sagrado, mostrándose serio, calmado, pero con un poderoso deje de preocupación en su rostro ¿Que hacían allí ellos? en su mundo. En su hogar. —Esos fueron buenos movimientos... ¿Quienes son ustedes?— Ah, sí, fingir ignorancia, una de las mejores técnicas que había aprendido de parte de Son Gohan. Los hombres lo miraron con un aire de tranquilidad y pasividad enorme, más uno que el otro realmente. El supremo entre los dos habló. —Yo soy... el supremo kaiosama. Y él es mí aprendiz, Kibito. Lamentamos haber irrumpido con toda esta efusividad, y haberte estado siguiendo Trunks. Realmente no sabía sí serías la persona que estábamos buscando, pero me complace ver que sí lo eres— Explicó y se disculpó el supremo, ganándose una suave mirada, de confusión, pero calma, del híbrido. —No se preocupe Supremo Kaiosama… Lamento haberlos tratado con esa rudeza, solamente no me gusta ser seguido— Fue turno suyo el disculparse, una acción que fué contestada con un suave movimiento de la cabeza de Shin. —No, no, está bien, fue nuestro error, te pedimos perdón, Trunks— Así estaban a mano, definitivamente. Se miraron por algunos segundos, hasta que Kibito tosió un poco, recuperando la situación. —Bueno... Te debes estar preguntando porqué hemos venido acá— Habló Shin, a lo que Trunks asintió con la cabeza, causando que el supremo suspirase. —Necesitamos tú ayuda, Trunks... Una amenaza se cierne sobre nosotros, sobre todo el universo— Y así... se cumplió el mayor temor del híbrido saiyajin.
