Como ya saben nada de esto nos pertenece, la dueña de estos personajes es Stephenie Meyer, la autora de esta hermosa historia es la autora FyreByrd y la traducción es de AlePattz, Sullyfunes01 es nuestra prelectora.
Thank you Fyrebyrd for allowing us to share this beautiful story in Spanish.
[Traducido por EriCastelo en apoyo a AlePattz]
Capítulo 37: Solo salida
.
Día 115
.
BPOV
.
Día 30
Jake y yo estamos jugando una partida de Go Fish cuando Edward y Seth entran en la habitación. Seth ni siquiera se para a saludar mientras se sube directamente a la cama de Jake. A su vez, las cartas son lanzadas en mi dirección y toda la atención de Jake se centra en Seth.
"Hola, hermano", saluda Seth a Jake.
"¿Por qué has tardado tanto?" pregunta Jake a su vez.
Seth pone los ojos en blanco. "Échale la culpa a papá, es lento".
Jake dirige entonces su mirada a Edward. "¿Por qué no te das prisa, papá?"
Edward se ríe entre dientes y se acerca, cubriéndole la cara de besos. "Te he echado de menos, colega".
Jake se encoge de hombros, avergonzado. "Echaba de menos a Seth", dice, con tanta sencillez que casi me hace llorar.
Me deslizo desde la cama e inclino la cabeza para que Edward se una a mí en la periferia. Sabemos la tensión que esta separación ha causado a los niños y que Jake nos ama mucho a los dos, pero este momento, ahora mismo, es para él y su hermano.
"Buenos días, cariño", le saludo y le doy un beso en los labios.
"¿Acabas de ver eso? Mi hijo me ha ignorado", dice mirando a los chicos.
Los miro y no puedo evitar soltar una risita. "Lo he visto. Creo que Jake se ha cansado de nosotros". Asiento con la cabeza en su dirección. "Míralos". Se gira y se centra en nuestros adorables chicos, que están abrazados.
Sacude la cabeza y cierra los ojos, saboreando el momento. "Me alegro mucho de que por fin puedan estar juntos".
"Yo también", asiento con un suspiro de satisfacción.
Día 33
Estamos de nuevo en la cafetería, esperando a nuestros padres. Al parecer, Ed se ha puesto en contacto con María, pero las cosas no han ido como nos hubiera gustado. Es hora de reagruparnos e idear una nueva forma de deshacernos de esta bomba del pasado que intenta colarse en nuestras vidas.
Cuando entró en la habitación de Jake, supuse que se trataba de un error, aunque sus ojos se clavaron en mi hijo, que estaba tumbado en su cama. Eso me hizo reflexionar y me produjo un escalofrío. En ese mismo instante, supe que se avecinaba una tormenta. Pero no era consciente de su magnitud.
Esta mujer, que abandonó a su hijo, está ahora en mi vida y cree que va a tener otra oportunidad. No la tendrá. Lucharemos contra ella con todo lo que esta familia tiene en su arsenal, e incluso yo tengo que admitir que es mucho. Está mi padre, el comisario de policía, mi marido con su férreo acuerdo de divorcio y, por último, mi suegro con más dinero del que ella pueda necesitar.
Ella no va a ganar.
No puede ganar.
Con la determinación en las venas, alzo mi café y le doy un sorbo, pero me doy cuenta de que Rose se acerca. "Buenos días, Bella, Edward. ¿Les importa si me siento un momento?" No espera respuesta, sino que toma asiento frente a nosotros.
"No, únete a nosotros, por favor", dice Edward sarcásticamente, haciendo un gesto con la mano hacia donde ella ya está sentada.
Ella le sonríe un momento antes de ponerse seria. "Una tal María Parker ha presentado una demanda contra este hospital por el cambio erróneo de sus hijos al nacer".
Mis ojos se abren de par en par. "¿Parker?"
Edward pone los ojos en blanco. "Sí, Parker. ¿Crees que dejé que esa mujer se quedara con mi apellido después de que se alejara de nosotros? Mierda, no".
"Pero los canales de noticias la llaman Masen", menciono, confusa.
La expresión de Edward se suaviza y se gira para acariciarme la cara. "Lo siento mucho, nena. No me había dado cuenta de que no lo sabías". Frunce los labios y mira a un lado durante un segundo, intentando controlar su enfado. "Siempre estoy metiendo la pata en alguna parte, ¿no?"
"Detente", le exijo, agarrándome a sus antebrazos. "No es para tanto. No hemos hablado mucho de ella y supuse que aún se apellidaba así. Es habitual que una excónyuge conserve su apellido de casada".
Se relaja un poco. "¿Por qué siempre me perdonas mis pendejadas?". Me picotea los labios y suspira. "Sea cual sea la razón, te lo agradezco. A partir de ahora, pregúntame si hay algo que parece que no te he contado. Nunca te ocultaría nada. Te amo".
El carraspeo de Rose hace que ambos volvamos la cabeza en su dirección, yo con una ceja levantada y Edward con el labio curvado. Casi me dan ganas de reírme de su expresión.
"Como iba diciendo", balbucea. "Si ella nos ha demandado, supongo que a ustedes también. Pensé que deberían saberlo". Sus ojos son de disculpa, suaves y cariñosos.
Levanto el café y le doy un sorbo para tener algo que hacer, algo que evite el miedo que me invade. "Gracias por avisarnos". consigo decir con la mayor sinceridad posible.
Rose se inclina y pone su mano sobre la mía. "Estoy aquí si alguna vez necesitas algo. Aunque solo sea para hablar".
Asiento con la cabeza, sin saber qué responder, pero Edward no tiene ningún problema. "Gracias, Rose, pero si Bella necesita hablar me tiene a mí".
"Mi oferta era para los dos, Edward", dice ella, cortando la mirada hacia él. "Esta mujer, a la que no podría importarle menos ninguno de los dos niños, ha llegado aquí y ha perturbado sus vidas y, a su vez, también va a intentar sacar provecho del hospital. Yo diría que eso nos da una razón colectiva para unirnos como equipo contra ella".
Edward no habla durante un minuto, procesando sus apasionadas palabras, pero cuando lo hace, es con un pequeño movimiento de cabeza. "Tienes razón, Rose. Tenemos que trabajar juntos o al menos mantenernos informados cuando se trata de María". Gruñe su nombre.
"De acuerdo", ofrezco, con la esperanza de romper un poco la tensión.
Edward baja un poco los hombros. "Lo siento", dice, mirándome primero a los ojos y luego a los de Rose. "Me enfado tanto cuando se menciona su nombre que reacciono de forma irracional".
Esta vez, es la mano de Edward la que Rose cubre. "Lo entiendo. Luego sonríe. "De todas formas no es que tengamos la mejor relación".
La comisura de sus labios se tuerce hacia arriba. "No, no la tenemos."
"Pero espero que podamos trabajar en eso", añade, su mueca se convierte en una sonrisa genuina.
"Creo que estaría bien", ofrece y por dentro sonrío.
Rose me cae bien. Se portó muy bien conmigo desde el principio y no ha sido más que sincera. Sí, dirige este hospital, pero no es como si ella fuera personalmente responsable del error que intercambió a nuestros bebés. Y, además, todo lo que es mi vida ahora se debe a ese error.
"Bien". Justo cuando se levanta, Emmett se acerca.
Se inclina y le da un beso en la mejilla antes de volverse hacia Edward y hacia mí. "Hola, Edward, Bella".
Edward se levanta y se acerca, tendiéndole la mano. "La semana pasada no tuve ocasión de agradecerte como es debido. Así que gracias".
Emmett la coge y se estrechan vigorosamente. "No hay ningún problema. Estaba con Rose cuando Bella llamó y tuve suerte con lo que vi".
"Aun así, gracias", dice Edward, retirando la mano y dándole una palmada en el hombro a Emmett.
Con un movimiento de cabeza, Emmett apoya la palma en la parte baja de la espalda de Rose y se vuelve hacia ella. "¿Lista para comer, nena?"
Ella se vuelve de un ligero tono rosa antes de hacernos un pequeño gesto con la mano y permitir que Emmett la guíe fuera de la mesa.
Edward se ríe entre dientes y acerca la cabeza a la mía. "Me pregunto cuándo se casarán esos dos".
Mis ojos se abren de par en par, recordando que esa fue la pista que utilizó Edward para pedirme que me casara con él. "¿Se lo ha pedido ya o es imaginación tuya?"
Sonríe satisfecho. "Bueno, sí mencionó que era la mujer con la que se iba a casar, solo que no de inmediato".
Le pellizco el costado. "Será mejor que te alegres de ser tan irresistible".
Echa la cabeza hacia atrás y una sonora carcajada brota de sus labios antes de volver a mirarme con expresión seria. "Te amo, Bella. No lo olvides nunca. Tú y mis chicos lo son todo para mí".
Levanto la mano y rozo con el pulgar los labios que han pronunciado esas hermosísimas palabras. "Nosotros también te amamos, todos nosotros".
Se mete la yema del pulgar en la boca y la sensación me hace saltar chispas.
El roce de una silla contra la baldosa nos saca de ese momento. "No, continúa", dice Ed con un gesto de la mano. "Esto puede esperar". La sonrisa que me dirige por encima del hombro me hace saber que mi padre está detrás de mí.
Edward esboza su propia sonrisa y me da un beso en los labios antes de volverse hacia Ed. "Me alegro de que te unas a nosotros". Sus ojos miran a mi padre cuando aparece. "Los dos. Tomen asiento y cuéntenos qué ha pasado".
Mi padre toma asiento y mira a Ed. "Creo que deberías contarnos cómo ha ido la reunión".
Ed asiente y se apoya en la mesa entre nosotros, manteniendo la voz baja. "Tuve una reunión con la fulana".
"¿Y?" le pregunto.
Suelta una bocanada de aire. "Estaba nerviosa, incluso desconfiada. Rehuía cualquier conversación sobre dinero. No paraba de quejarse de su pobre hijo enfermo y de cómo se lo habíamos ocultado".
Jadeo. "¿Qué?"
Ed sacude la cabeza. "Lo sé, querida. Lo sé. Me gustaría pensar que me descubrió y que por eso actuó como lo hizo, pero no puedo estar seguro. Tenemos que pensar en otra cosa".
Mi padre interviene. "Yo no diría que este plan debe ser completamente desechado. Nada dice que no vaya a ponerse en contacto contigo. Si estaba nerviosa, podría ser porque sospechaba que era una trampa". Se pasa la mano por la barbilla. "Creo que tenemos que perfeccionar este plan para estar preparados cuando ella entre en contacte contigo".
"¿Qué sugieres, Charlie?" pregunta Edward.
Mi padre se inclina más cerca y todos empujamos nuestras cabezas para mantener la conversación lo más silenciosa posible. "Creo que ella se pondrá en contacto contigo. Tenemos que estar preparados para cuando sea, o como sea. Quiero escuchas voluntarias en sus teléfonos, en el de todos ustedes" -sus ojos nos recorren- "y tendré al detective jefe de este caso y a su equipo a la espera las veinticuatro horas del día".
"¿Crees que funcionará?" le pregunto a mi padre, con los ojos suplicándole que diga que sí.
Suspira y se frota la frente. "Creo que está aquí por dinero. Y si es así, se pondrá en contacto. Solo que será bajo sus condiciones y tendremos que estar preparados para eso".
"¿Pueden hacerlo? ¿Estar preparados para eso, quiero decir?" Edward pregunta.
"Hijo, no puedo supervisar personalmente este caso, pero puedes estar seguro de que tengo asignado al mejor equipo que he podido reunir", dice mi padre, y sus ojos no muestran más que confianza. "Siempre habrá alguien ahí y preparado para conseguir lo que tenga que decir cuando lo diga". Golpea la mesa con el dedo.
Inspiro una gran bocanada de aire y la expulso. "Gracias, papá".
Edward asiente a mi lado. "Sí eh... gracias, Charlie, papá, a los dos, por intervenir cuando el pasado ha vuelto para separarnos".
Ed sacude la cabeza. "Ahora, hijo, no te sientas así. Tienes que olvidarlo. Eras joven y estabas enamorado y elegiste a la chica equivocada, eso es todo. No tendríamos a uno de nuestros nietos si no fuera por ella, así que no desees no haberla conocido".
Y tiene razón.
Mucha razón. Mi Jacob ni siquiera estaría aquí si no fuera por esa mujer, así que solo por eso, tengo que tener algo de agradecimiento en mi corazón. Pero solamente un poco.
Aun así, tiene que irse, de una manera u otra.
Día 38
Buenos días, América, soy Robin Roberts reportando desde Seattle. Hace unos meses, cubrimos una historia de "intercambiados al nacer" del Hospital General de Seattle. En ese momento, no teníamos información de las familias involucradas, pero hoy estamos aquí con la madre de uno de estos niños.
Al parecer, uno de los niños fue fruto de un donante de esperma, mientras que el otro era hijo de un matrimonio. Después del cambio, la pareja se divorció y la Sra. Masen cedió sus derechos sobre su hijo. Ahora descubre que nunca fue su hijo.
Los dos padres que tenían la custodia de los niños intercambiados, Bella Swan, ahora Masen, y Edward Masen, se casaron y obtuvieron la custodia legal de sus hijos biológicos, así como del niño que cada uno crio.
[El plano de la cámara se amplía para mostrar a dos mujeres sentadas para una entrevista]
»Sra. Masen, ¿su exesposo se puso en contacto con usted para hablar del cambio? ¿El hospital?
Masen: "No, nadie se puso en contacto conmigo tras conocerse la noticia. Tuve que enterarme de que mi hijo se moría a través de una publicación en Facebook".
»Tenemos entendido que se está recuperando, no muriendo.
Masen: "Bueno, deben entender que para una madre que no tenía ni idea de que su hijo biológico estaba enfermo, la noticia que descubrí me hizo sentir como si se estuviera muriendo. Podría haber muerto y yo no saberlo nunca".
»Pero usted renunció a sus derechos sobre su hijo en su divorcio. ¿No es cierto, Sra. Masen?
Masen: "Lo pasé muy mal después de que naciera mi hijo. Después supe que era depresión posparto. Me ha llevado años salir por fin de ese estado y ahora que lo he hecho, quiero... no, necesito ser madre de mi hijo... de mi verdadero hijo".
»¿Cree que esto es lo mejor para su hijo en este momento? ¿Regresar a su vida, una vida en la que tiene un padre y una madre, y dar a conocer de repente su presencia después de haber estado ausente durante los últimos tres años?
Masen: "Tengo que hacerlo. Tengo que conocer al hijo que di a luz".
»Y ha presentado una demanda contra el hospital. ¿Es eso cierto?
Masen: "Lo hice, pero mira lo que han hecho. Quizá si hubiera tenido el hijo que di a luz no habría caído en una depresión. Nunca lo sabré con seguridad, pero tienen que rendir cuentas".
»¿Hay algo que le gustaría decir a los señores Masen si están mirando?
Masen: "Sí, me gustaría que la señora Masen se pusiera en mi lugar. ¿Cómo se sentiría si la estuvieran alejando de su hijo? Un hijo que podría haber muerto y ella nunca lo habría sabido. Solo puedo rezar para que, como madre, nunca le desee eso a otra y guíe a su ahora esposo para que haga lo correcto.
[Se oyen los sollozos de la Sra. Masen mientras la cámara vuelve a Robin Roberts]
»Nos aseguraremos de seguir la evolución del caso.
Aprieto con rabia el botón de apagado, desestimando así sus súplicas. En el silencio de la madrugada, las lágrimas empiezan a correr por mi cara. Levanto las rodillas y las abrazo con fuerza, hundiendo la cara entre ellas. Los sollozos me sacuden cuando comprendo la realidad de su plan.
Unos brazos fuertes me envuelven en su calor y una voz suave y tranquilizadora me susurra al oído, diciéndome, prometiéndome, que todo irá bien.
Pero, ¿será posible?
Día 42
A casa.
Mi hijo volverá a casa dentro de unos días y es como si pudiera respirar de nuevo. Esta noche, estoy en casa con Seth mientras Edward se queda con Jake.
"Ya he acabado, mamá", dice Seth, levantando las manos para que lo saque de la bañera.
Lo seco y, mientras se viste y se mete en la cama, llamo a Edward.
"Hola, cariño, ¿están listos?", me pregunta, contestando al teléfono.
"Casi", le digo. "Esperando a que Seth se meta bajo las sábanas".
Cuando está bien acurrucado, apago la lámpara y me acurruco a su lado. Pongo el teléfono en altavoz y le digo a Edward que siga. "Todo listo. ¿Todo listo por allá?"
Edward y Jake me contestan. "Estamos listos", dicen a la vez.
"Buenas noches, hermano", grita Seth para que Jake pueda oírlo.
"Buenas noches, nos vemos por la mañana", responde Jake.
Sonrío para mis adentros mientras Edward empieza a leerles a los dos a través del teléfono. Perdida en la voz de mi marido, no puedo evitar que aumente la emoción. Por fin, mi hijo volverá a casa. Claro que tendrá controles semanales con Carlisle, pero eso no es nada nuevo.
Esta vez, estamos trabajando por un fin.
La silenciosa respiración de Seth me devuelven al momento y la voz suave y soñadora de Edward resuena en el teléfono.
"Psst", digo. "Todo despejado por aquí".
"Aquí también, nena", responde. "¿Qué llevas puesto?"
Me levanto y salgo de la habitación, riéndome de su cursilería.
"No voy a llevar nada puesto", digo burlonamente solo para oírle gemir. "Voy de camino a la ducha".
"Nena, no me tomes el pelo así", medio gime al teléfono.
"Pronto, cariño, pronto", le prometo, con la voz un poco más seductora de lo que debería.
"Maldita sea, mujer. Me vas a dejar en un aprieto, ¿verdad?", pregunta.
"Jamás lo haría", digo en un suspiro.
"Claro, nena, ya veo cómo es". Luego suspira. "Te amo".
"Yo también te amo, mucho".
"Lo siento, nena", respira al teléfono, con voz atormentada. "Siento muchísimo que esta zorra intente hacerte daño, hacerle daño a nuestra familia".
Me detengo y me apoyo en la pared. "Edward", digo con voz tranquilizadora. "Tienes que dejar de culparte, cariño. Tu padre tiene razón. Sin María, Jake no existiría y sea cual sea la batalla que tengamos que afrontar, él merece la pena".
Suspira en la línea. "Tienes razón, nena, lo siento. Me enoja tanto pensar siquiera que ella pueda conocer a Jake".
"Nunca", juro. "Nunca conocerá a nuestro hijo, Edward".
"Nunca", repite con una dureza de voz que he llegado a conocer y amar.
"¡Exacto! Ahora deja de castigarte y descansa. Nuestro hijo volverá a casa dentro de un par de días", digo dejando que la emoción se filtre en mis palabras.
Se ríe por lo bajo. "Así es, volveremos a estar todos juntos". Me imagino la sonrisa en su cara.
"Lo estaremos. Bien, me voy a la ducha", le digo, burlándome de él. "Buenas noches, nos vemos por la mañana".
"Buenas noches", prácticamente gime, en voz baja y entrecortada, al teléfono.
Necesito todo lo que tengo para terminar la llamada y no saltar directamente a la cama y tener sexo telefónico con él, pero no puedo. No podemos. Está en el hospital con nuestro hijo.
Me recorre una emoción.
Nuestro hijo vuelve a casa.
Con ese pensamiento impulsando mis pasos, me dirijo al dormitorio para buscar mi pijama. Justo cuando abro la puerta del baño, suena el timbre.
Tomo el teléfono móvil y bajo las escaleras preguntándome quién vendrá a estas horas de la noche. Al levantarme, miro por la mirilla y lo que veo me deja boquiabierta.
María.
Con los labios curvados, saco el teléfono y pulso el número nueve de marcación rápida recién grabado. Cuando estoy segura de que la llamada se ha conectado, empujo el teléfono por la parte delantera de la camisa para que se acomode entre mis pechos. Luego cierro un botón más para que no se note. Con el malestar que me produce su sola aparición, abro la puerta de un tirón dispuesta a hacer pedazos a esta mujer.
"¿Qué quiere?" Le digo bruscamente.
"Bella, o debería decir la nueva señora Masen", me dice con desprecio.
Sonrío. "Sí, soy la señora Masen para usted, señora Parker".
Su mueca se convierte en un ceño fruncido. "Sí, supongo que sí".
Cruzo los brazos intentando combatir la oleada de asco que me revuelve el estómago. "¿Qué quiere?" Exijo una vez más.
"Qué susceptibles estamos, ¿verdad?". Se ríe en el aire de la noche. "Quiero un par de cosas, Bella. La pregunta es si quieres que me vaya tanto como para dármelas".
Aspiro una bocanada de aire. Ha llegado el momento. Este es el momento para el que papá intentaba prepararnos. Ella ha venido a nosotros.
A mí.
Y estoy preparada.
"Mire, señora Parker, no estoy segura de entender exactamente lo que quiere decir", digo fingiendo no tener ni idea de a qué se refiere.
Se ríe y es una risa fría y dura. "Oh, por favor, ya sabes. ¿De verdad creías que iba a dejar que Ed Masen me comprara? Podía oler la estafa en esa reunión".
"¿Oh?" Levanto una ceja. "¿Se ha reunido con el viejo Sr. Masen?"
Resopla y se acerca. "Sabes que sí. Ahora lo que de verdad quiero saber es a qué estás dispuesta a renunciar para que me vaya y no volver jamás".
Se me revuelve el estómago.
¿Cómo puede importarle tan poco a esta persona un niño, y mucho menos uno que llevó en su vientre? ¿Cómo puede estar dispuesta a cambiarlos por lo que sea que quiere?
"¿Cómo puede no importarle su hijo?". Pregunto, completamente desconcertada.
"¿Cómo puedes preocuparte por un niño que ni siquiera has tenido? Un mocoso tan lamentable, además. Tan enfermo. Me alegro de no haberme quedado para esta mierda".
Antes de que pueda soltar otra palabra, mi mano sale volando y le da en un lado de la cara. El pinchazo me quema la mano, pero es un pinchazo de satisfacción.
Se ríe entre dientes y vuelve a mirar hacia mí. "Eres una fiera, ¿verdad?", pregunta, ladeando la cabeza y estudiándome. "No me extraña que Edward se casara contigo tan rápido. Pero claro que lo haría, siempre ha querido a ese mocoso más que a nada". Una mueca riza su labio. "Y Dios sabe que no pude querer al niño sano, seguro que no habría querido al enfermo... aunque se parezca a Edward". Las palabras salen duras, excepto la última parte. Casi parece que la hace reflexionar.
Miro fijamente a esta mujer y me pregunto cómo puede ser tan fría, tan poco cariñosa. ¿Qué podría haber visto Edward en ella en primer lugar? ¿Ha sido siempre por el dinero?
Cruzo los brazos sobre el pecho en un esfuerzo por no agredirla de nuevo y en un intento de mantener a raya las náuseas que retumban en mi interior. "No sé qué espera conseguir viniendo aquí, pero sea lo que sea puede olvidarlo".
"Simple". Se inclina más cerca, el hedor de su perfume casi me provoca arcadas. "Quiero que cojas a esos dos mocosos y te largues. Quiero que cojas mi millón de dólares de Ed Masen y me lo entregues. Mientras tú no estés, yo tampoco". Su áspera risa reverbera en el aire nocturno. "Si crees que vas a quedarte sentada jugando a la casita con mi marido y mi hijo, has perdido la cabeza", gruñe. "Haré de tu vida un infierno".
Me trago la rabia que intenta salir a borbotones. "¿Piensa que Edward creerá eso? ¿Que me permitirá abandonarlo? Si es así, es que no lo conoce en absoluto", digo con sarcasmo.
Se acerca aún más y me atrapa contra la puerta. "Será mejor que encuentres la manera, Bella, porque si no, tendré que llevarme a mi hijo".
Mis ojos se abren de par en par con sus palabras. "Me gustaría verla intentándolo", digo con los dientes apretados y los puños tan apretados que las uñas se me clavan en las palmas.
"Lo harás", me asegura. "Te notificarán a primera hora de la mañana".
Con esas palabras, el dolor desgarrador ya no puede ignorarse. Casi me doblo por el esfuerzo de evitar que se me revuelva el estómago. Cuando me doy la vuelta en busca de algo para vomitar, ella me lo impide.
"Oh, no, no lo hagas". Su mano me empuja el hombro, manteniéndome erguido. "Si quieres que me vaya..."
No llega a terminar. Estallo, escupiendo mi cena en la parte delantera de su vestido.
Sus gritos se mezclan con las sirenas que llegan de todas partes. Los agentes llenan mi patio y se la llevan, pataleando y gritando.
Me apoyo en el marco de la puerta.
"Bella", dice mi padre, agitando una luz entre mis ojos.
"¿La tenemos?" Es el único pensamiento coherente que tengo.
Charlie me ilumina en la penumbra. "La tenemos. ¿Estás bien, cariño?
Escudriño el patio y veo cómo la meten en la parte trasera de un coche patrulla antes de que se me nuble la vista. Todo en la periferia se oscurece y, mientras intento enfocar la cara de mi padre, el agujero empieza a cerrarse hasta que no es más que un puntito...
La oscuridad se apodera de mí.
Oh, oh...
