"I've been falling much more deep
Than I wanna
I've been wishing I could breathe
Underwater
I hold my breath
I can't see what comes next
I don't know when
I'll see dry land again
Another 40 days I'm lost at sea
I'm just gonna swim until you love me […]"
– Swim (Alec Benjamin)
Capítulo 9. Argestes II
– ¿Es tu nueva asistente? – preguntó Sandy con sorna cuando entraban a la siguiente reunión.
Stewy le miró serio.
– Tengo el asistente de siempre.
– ¿Y a ella de dónde la has sacado?
Joder, no quería tener esta conversación.
Se trataba de su vida personal.
Era bastante malo que estuviera en conocimiento de Roman.
No quería que Sandy se hiciera ideas.
Se permitió preguntarse si realmente a la gente le importaría un comino. Lavinia y él. Podía imaginar que a Logan Roy no le haría ninguna gracia. Sospechaba que vería aquello como una versión menos jodida del rapto de las sabinas o alguna mierda así.
La amenaza de acabar con sus negocios y sino destruir sus vidas personales no le había importado una mierda. No iba a distraerse con ninguna de esa basura porque no era real. Un mumbo-jumbo de sandeces.
Sin embargo, Logan Roy era el mismo hombre capaz de lanzar rumores sobre la adicción de su querido hijo dorado. Qué no haría a otros.
Se sentía protector con Lavinia, más de lo que se había sentido por alguien en mucho tiempo.
Él seguía el dinero, pero los Furness estaban aquí por la sangre.
Eran un maldito Genghis Khan de dos cabezas a punto de invadir la estepa china; no quería arrastrarla con él a la batalla y para eso pensó que era mejor mantenerla también fuera del radar de su socio.
– Vamos a centrarnos en tomar la fortaleza, ¿de acuerdo? – desvió la atención de Sandy.
Furness tramaba buscar algún antiguo pez medio de la división de cruceros para que largara a base de bien y desatara el infierno político y mediático encima de Logan Roy.
Por si no lo eran ya lo suficiente, se iban a reafirmar como el enemigo número uno de ese hombre. Ríete tú de las habladurías sobre la sífilis de su socio…
A Angela le contaron que Logan Roy había vomitado en el comedor frente a decenas de ojos curiosos.
Lavinia ni siquiera se volvió hacia ella para preguntar de donde lo había sacado.
La mayoría de las veces su tío abuelo no parecía lo suficiente humano como para sufrir de cosas tan normales como, por ejemplo, vomitar. Pero aquello no era realmente cierto, porque ¿no había tenido un ictus el mismo día que Greg había llegado a Nueva York?
Logan Roy era un hombre muy poderoso pero también un anciano octogenario. Tan mortal como el resto.
Lo de los cruceros era la comidilla de todo el mundo en el retiro.
Que una de las últimas obras de arte vendidas por Dust fuera un homenaje al Me Too, solo hacía a Angela más beligerante con el tema.
Esto no iba a acabar bien para ella…
La lista de invitados de Argestes reunía a lo más granado de la élite mundial. Ese resort de esquí con vistas a un lago enorme acogía estos días billonarios, políticos de alto nivel y banqueros, mientras que artistas, científicos y académicos participaban además de algunos paneles. No faltaban jóvenes promesas de Silicon Valley, Wall Street o los distritos financieros de Londres o Luxemburgo.
Podías ir perfectamente a un desayuno sobre el cambio climático por la mañana y estar en un panel con el presidente de Uber por la tarde.
Cuando Angela y George dieron por acabada su jornada en Argestes, Lavinia insistió que había pagado ya por el billete de vuelta mañana y que no tenía sentido perderlo.
Les había contado que había conseguido el pase del viernes por un amigo de un amigo que trabajaba en una tele nacional y ahora…
– Voy a aprovechar el domingo para visitar el pico de Lone Eagle, soy medio canadiense, nos tira la montaña…
En este momento estaba mintiendo activamente. Aunque puede que no se tratara de mentir sino de sobrevivir en la jungla en la que se encontraba.
Así y todo pensó que tarde o temprano tendría que sincerarse. Era verdad que odiaba mentir, como le había dicho a Tabitha.
Pero además, si Dust volvía a coincidir con los Roy la cosa sería insostenible.
Su jefa se estaba aguantando las ganas de enfrentarse a Kendall públicamente.
Lavinia publicó con su portátil aquella serie de vídeos que Angela quería para visibilizar que Dust había estado en Argestes.
Eso iba a causar sensación a la clase de millonarios que eran capaces de comprar obras de jóvenes artistas semidesconocidos por muchos ceros sobre el supuesto que era arte emergente…
La obsesión de Angela y Kara por generar contenido extra para la web y las redes para aparentar caché con esa clase de clientes había sido el único motivo por el que su jefa había encontrado ideal que tomara la iniciativa y se les avanzara unas horas, en vez de limitarse a seguirles a todos lados con una libretita y un móvil, mientras ella asistía a conferencias y lograba reunirse con gente.
… aquello y que George era muy muy rico pero también todavía muy desconocido para la elite que pagaba 50 dólares por un Dry Martini en este sitio.
También era como un gato grande de 40 y algo que solo lo veías interactuar con otros en contadas ocasiones. De hecho, cuando le habló esa tarde, la obligó a volverse extrañada:
– Muy bien – le soltó a la salida de una conferencia.
– ¿Perdón?
– Las redes. A ver si serás nuestra rey Midas...
El rey Midas de Dust era él mismo, pero sobraba decirlo.
Lavinia entrecerró los ojos: – Hoy era fácil. Todo el mundo se pirra por meter un poco la nariz en sitios como éste. Es la obsesión del ciudadano medio por la riqueza del 1%. ¡Además, Angela fue quien tuvo la idea!
Suspiró.
Aunque no dejaba que se le notara, estaba muy distraída.
Tenía un lio en la cabeza enorme, dudas. No había parado de pensar en qué tipo de conversación tendrían con Stewy esta noche. ¿Y si estaba a punto de meter la pata con él?
Era muy difícil sujetar todo eso que sentía y meterlo dentro del molde de lo que se supone que tenía que sentir.
Sabía que no debería tomárselo en serio, solo divertirse sin más pretensiones hasta que uno de los dos se cansara. Pero esa era la teoría. No imaginaba como cansarse de él… no sin un desastre de por medio… … él sería quien le rompería el corazón…
No podía alejarse aún; en realidad, no quería hacerlo.
No lo vio en toda la tarde por los pasillos de Argestes pero intuyó que si estaba cerca lo sabría enseguida. Él era capaz de cambiar la energía de una sala. Podía imaginarlo como un camaleón fascinante en un ambiente como éste, mesurando los pasos que daba pero a la vez magnético como pocos.
No lo había visto inmerso en una reunión de trabajo pero estaba segura que poseía un encanto que hacía que otros le revelaran cosas que no habían planeado revelar.
Era bueno en lo que hacía.
… y si eso no lo hacía mucho más atractivo…
Seguramente había gente que le detestaba pero también mucha otra absolutamente rendida al carisma, el control y ese pose suyo directo y sarcástico al mismo tiempo.
Aunque qué iba a decir ella que estaba enamorada.
Se despidió de Angela y el resto de la comitiva en el aeródromo después que su jefa hiciera un streaming sobre la experiencia con los seguidores de la cuenta de Twitch de Dust. Luego, volvió a Argestes cruzando los dedos para que la omisión de ciertas cosas en el trabajo no se le escapara de las manos.
Llegó cuando la charla de Tom ya hacía minutos que había empezado.
Bien, al menos la había escuchado y se había ahorrado su particular Tomsplaining sobre en qué consistían las noticias ante una habitación aburrida y medio vacía…
El nuevo eslogan era un sinsentido ingenioso. Greg no se lo acabó de explicar… pero por lo que había medio entendido de los murmullos de esos dos el problema era que, a través de la recopilación de datos de los decodificadores, la ATN realmente estaba escuchando a sus espectadores.
Miró a su hermano sentado a su lado súper orgulloso de la charla y se preguntó si se daba cuenta de lo poco moral que objetivamente era aquello.
– ¿Ha salido bien, no?
Lavinia arqueó una ceja: – Aahm…
– No seas dura,
– Vale, vale. ¿Quieres que vayamos a felicitarlo? – ofreció.
– Bueno, yo tengo que ir a preparar unos detalles de la próxima reunión pero ¿por qué no te adelantas tú? A no ser que quieras quedarte porque va a empezar el panel de Waystar con Kendall y Roman y...
Prefería ahorrárselo…
– Definitivamente voy a felicitar a tu jefe y a largarme al hotel.
– ¿Para eso te has quedado?
– Me invitaste tú…
Greg tuvo un momento de pausa: – Ya, pero… ahm… en este lugar puedes tropezarte con Bill Gates en un pasillo y ¿tú vas a encerrarte en tu habitación en el pueblo ese?
– Voy a salir pero más tarde…
Vale, eso era algo totalmente equivocado que decir...
Greg la estudió casi demasiado en serio para ser… bueno… Greg.
– Ahm… ¿Le… le has visto últimamente? ¿Todavía os, uhm…? Tom dice que su socio y él han estado por aquí todo el fin de semana como… – puso voz ominosa y bajó el tono – ya sabes… tiburones que instintivamente sienten que aún podría haber algo para morder...
– ¿Tiburones? ¿En serio?
– Ya sabes…
– Dile que deje las metáforas marítimas por una temporada, ¿quieres?
– Ahm… – su hermano entrecerró los ojos – vale. ¿Por… por qué?
– Porque nadie que trabaje en esa empresa debería usarlas por no sé… como los próximos cien años… – alzó una ceja con cierto humor. Inmediatamente le supo fatal hacer broma de ese asunto.
Pero agradeció que su hermano pareciera tan distraído que no insistiera con el tema. ¡No necesitaba que Greg y Roman le dieran la lata con lo mismo con aún no 24 horas de diferencia!
– Además… – susurró por lo bajo – No pongas ese tono siniestro… yo también sé lo que me hago… como tú dices siempre… –.
Touché.
Encontró a Tom de pie en la sala anexa apoyado en una puerta lateral y con la mirada puesta en el escenario donde los hermanos Roy participaban en un panel.
Shiv estaba a fuera con sus hermanos.
¡Por supuesto que estaba Shiv!
A lo largo del día Lavinia había acabado entendiendo el porqué de su extraña llegada.
Shiv había venido a cumplir con la cuota de estrógenos que necesitaba mostrar ahora mismo desesperadamente Waystar…
No dijo nada sobre ello.
Dios.
– Sí, quiero decir, eso... eso es, uh, lo bueno de una compañía que está estructurada como la nuestra. Podemos hacerlo al tiempo que conserva los valores básicos, ya sabes, administrar el cambio – escuchó decir a Kendall.
– Pero haremos lo que haga falta, lo que quieran – murmuró Roman después de hablar de "catástrofes". ¿O fue antes?
¿Qué demonios?
Shiv habló de "decencia humana que trasciende las estructuras de gestión" y luego de "dinosaurios".
– Hola, hermana de Greg – Tom esbozó una especie de sonrisa de bienvenida al verla.
– Venía a felicitarte por la charla.
– Lo he clavado, ¿a que sí?
– Ahm… no ha estado mal – sonrió.
Iba a pagar algo más que sus muebles con esto de hoy, ¿por qué no dejar el hombre ser feliz?
Jugó con los dedos con la carpeta de Dust que aún arrastraba. Eran un montón de papeles que ya habían agotado su curso, como la reserva del coche de alquiler que habían usado del aeródromo a aquí, la hoja con fotografías y artículos sobre esa chica artista que les había acompañado y de la que aún después de horas con ella y Angela le costaba recordar el nombre, ¿Moon Lia? ¡Moon Soleil!, su reserva de hotel, garabatos sobre su actividad de hoy en redes…
Si llegaba el momento de sincerarse con su jefa de vuelta a Nueva York más le valía que también estuviera Kara, que parecía la comprensiva de las dos. Y la que no había tenido esa desastrosa discusión con Kendall y, por lo tanto, parecía no tener tan desarrollada la irrefrenable necesidad de estrangularle cuando lo veía al fondo de un pasillo…
Por un momento había tenido miedo que buscara una confrontación.
Suspiró pasándose los dedos por el pelo.
Estaba mirando hacia la tarima donde la presentadora se despedía de los hermanos Roy y debió distraerse en sus pensamientos porque lo siguiente de lo que fue consciente fue Shiv besando a su marido y proponiéndole un brindis.
– ¿Eso estaba pactado?
Quiso desaparecer discretamente de ese lugar pero se encontró a Roman y Kendall de cara.
– Bien, lleva a tu hija al matadero… ¿Le dijiste al viejo dinosaurio lo que ibas a hacer?
– Perdón Roman, ¿"haremos lo que quieran"?
No pintaba nada aquí.
Kendall la miró exactamente como si lo pensara.
Roman chasqueó la lengua mientras se servía champagne: – Hey Vinnie.
Greg solía decir que con él era al revés.
Iba a irse ahora.
Solo que…
Bueno, iba a irse cuando Logan y Marcia Roy, acompañados de Gerri, no estuvieran obstaculizando la única vía de escape que tenía y no hicieran toda la pinta de ir a tragarse a alguien.
– Fue demasiado, Siobhan – dijo Marcia severa desde la puerta – ¿Dinosaurios?
– Sí, ha estado fuera de lugar – metió cucharada Kendall.
Si se hacía muy pequeña, muy pequeña, puede que no la vieran salir y, ahora que se habían movido un poco, ella podía…
Lavinia maldijo mentalmente a Greg por no estar aquí. Quizás resguardándose detrás de todo lo alto que era, se habría sentido algo menos lanzada a la intemperie enfrente de una manada de leones a punto de destriparse.
Además, supuso que a estas alturas él tenía más por la mano esta clase de situaciones.
Apretó contra su pecho la carpeta que tenía entre las manos y metió la mano dentro del pequeño bolso que llevaba colgado cuando notó la pequeña vibración de su teléfono. Entre dos paquetes de chicles vacíos, el monedero, su llavero con la Torre Eiffel para las llaves de casa, y las tarjetas de su habitación de hotel, dio con el móvil y se encontró un mensaje de Stewy. Le había escrito para avisarle de que iba a acabar tarde de algo que tenía entre manos, y preguntarle donde se iban a ver.
Fantástico timing.
– Está claro que hablaba de… – Siobhan empezó a defenderse.
Pero Roman la interrumpió con un cierto retintín: – Clarísimo. Has torturado al viejo dinosaurio. Lo has dejado frito.
Todo sucedió a camera lenta.
Logan gritó: – ¡No te metas conmigo!
Y como si fuera una coreografía ensayada, le dio un guantazo que le hizo doblarse. Kendall reaccionó como un resorte: – ¡No le pongas la mano encima! ¡Papá, no!
Fue casi como se tuviera el papel aprendido de memoria. Cogió a su hermano de los hombros: – ¿Eh, estás bien?
Gerri intervino intentando poner paz, algo sobre que el panel había funcionado.
También Shiv se movió. – ¿Estás bien?
Pero Roman se alejó de sus hermanos casi al instante.
– Estoy bien, de puta madre, es solo un diente, me pondré otro…
A Lavinia le costó reaccionar.
Se dio cuenta que tenía la mirada fija en la nada y cuando alzó la vista se encontró con el rostro preocupado de Tom.
– ¿No vas a desmayarte verdad o…? Te has quedado blanca.
– No es… – parpadeó – no es nada.
– Pues estás muy pálida… Toma – le ofreció una copa de champagne.
Roman ya no estaba en la sala.
Tampoco Logan ni Marcia.
Kendall hacia mala cara como si después de reaccionar simplemente se hubiera quedado sin nada que decir y Shioban hablaba pausadamente con Gerri.
– Solo necesito un poco de aire frío. Es que aquí hace mucho calor… – se quejó suavemente.
– ¿Quieres que te acompañe? ¿Aviso a Greg?
Era como si ver lo peor de los Roy hubiera vuelto a Tom al estatus de persona normal.
Le hubiera hecho gracia sino fuera porque se dio cuenta que se había quedado helada en el momento que sonó el guantazo.
No era por Roman.
No solo.
Fue un clic. La reacción desmesurada de su tío desencadenó una memoria.
Se asustó. ¿De dónde había salido ese pensamiento?
No era lo mismo porque…
Su madre estaba enferma, deprimida y enganchada a las pastillas. Al final intentar entender eso le había salvado de odiarla, pero había necesitado años para llegar a esa conclusión y a veces aun vacilaba al respecto…
… ya no era una niña, no tendría que estar pensando en ello.
Casi nunca se permitía que por su mente pasara la palabra enferma o adicta. Sonaba demasiado macabro y abría otra caja de Pandora enteramente diferente.
Quizás por eso se sintió tan violentada por la intrusión de esa memoria.
Detestaba pensar en los tres años sin papá en casa en los que su madre había parecido culparla más que nunca de todos sus males.
Intentaba no pensar en ello… nunca. Punto final.
– Estoy bien – mintió.
En el fondo también se sintió muy mal por Roman.
Era una cosa a los 6, a los 14, pero no podía imaginarse tener un recordatorio de ello a los 35.
Era borroso pero recordaba haber presenciado como recibía alguna bronca en su infancia. Le recordaba contando excusas por un ojo morado. Pero entonces Marianne aún no había…
Su diferente reacción era totalmente egoísta.
– Ey a todos – apareció Greg ignorando lo que acababa de suceder. – Me han dicho que ha ido bien allí fuera, ¿no?
– Greg,… trae agua a tu hermana – le pidió Tom haciendo caso omiso.
– ¿Qué? ¿Por qué?
– No es nada… – explicó y bajó mucho la voz, porque la verdad no había ninguna necesidad que esto fuera sobre ella – Voy a salir…
Se dijo que solo estaba un poco sobrepasada por la repentina violencia así que salió a un balcón a respirar aire frío. Se sentó contra la pared de piedra y se puso a observar a la gente que estaba de copas y paseando por el exterior de ese lugar.
A esta hora casi todo el mundo estaba acabando el trabajo pero las reuniones sociales seguían y bajo ellas estaba segura que había mil otros negocios cerrándose.
Stewy debía estar en algún lugar de por allí dibujando su estrategia con Sandy.
Al final no le había contestado.
Estaba muy agobiada.
Una voz irrumpió en sus pensamientos.
– Lárgate de aquí, ¿quieres? Es mi balcón… Estaba yo antes. Le mostró el vaso de whisky que probablemente había bajado a buscar al bar.
Dio un solo trago y dejó el vaso en el borde de la barandilla.
Ella se puso de pie sorprendida.
Le había imaginado yéndose a su cabina pero probablemente eso habría sido aceptar que la hostia de su padre le había afectado. Poner en sobreaviso a otros.
– ¡Roman! Joder, ¿estás…
– De puta madre. No soy una niñata sensiblera que va a ponerse a llorar – repuso con fastidio y burla a la vez – ¿Greg te ha robado la merienda?
No había sido consciente de estar llorando hasta que notó la humedad en sus mejillas en contraste con el aire frío. Se pasó la mano por la cara.
Si quería jugar a la indiferencia ella también podía. Se abrazó a sí misma mientras hablaba.
– Solo creo que es triste. Esto, me refiero – señaló levemente con la cabeza en dirección a los millonarios bajo el balcón del chalet – Acabo de ver a Zuckerberg jugando al parchís.
– Que le den a Zuckerberg. He sido la puta estrella del panel. Esta noche estos de ahí abajo solo van a hablar de lo jodidamente atractivo que soy mientras se ponen hasta el culo…
– Lo que tú digas. ¿Quieres? También hay en el hall – señaló una pequeña bandeja en una pequeña mesa de madera – son mochis de judía roja… he probado uno y…
– Buaj… qué asco.
– En realidad están buenos…
La miró con suspicacia.
– Eres rara, Lavinia.
Ella pensó en irse en ese instante porque, en serio, no hacía falta conocerle mucho para saber que iba a decir alguna burrada para humillarla y de verdad que no tenía ganas.
Pero se quedó un poco más por decencia. – ¿Rara por qué…?
– No lo sé… solo creo que eres rara –.
Lavinia suspiró.
¿Dónde estaban los hermanos de Roman de todas formas?
Le vio apoyarse en la barandilla usando el cuerpo y poner la mano allí donde su padre le había golpeado; observar largamente la gente que se arremolinaba abajo.
Estaba claro que no estaba bien.
Pero ella no se sentía lo suficientemente cercana a él para hacer algo más que mirarle compungida.
No sabía exactamente qué decir.
– Eso de allí dentro ha sido totalmente inmerecido… – decidió añadir incomoda después de un silencio – Tu padre…
La miró volviéndose despacio hacia ella, con la lengua allí donde le faltaba el diente, casi burlándose. – Cállate, no necesito tu misericordia de rara. ¿Yo te doy pena? Tú vas a acabar en algún agujero de fango peleándote con el primo Greg por un rancho sucio de 20 millones y las pocas acciones que el tío Ewan no haya dado a la caridad. Y no hagas ver que estabas aquí mirando a Zuckerberg hacer una mierda… cuando tenemos por aquí a nuestros particulares Batman y Robin. Hace un momento les tenías abajo en la barra conspirando, por cierto.
Lavinia negó con la cabeza.
Dios, quería irse de aquí, pronto, lejos. – Déjalo estar, ¿quieres? … y para que conste no te tengo pena, solo pienso que tu padre ha sido un gilipollas.
Eso le hizo entrecerrar los ojos. – Córtate eh… es mi padre joder.
Pero fue en ese momento que la puerta que daba al balcón volvió a abrirse, esta vez enseguida fue consciente del ruido de la corredera.
– ¿Roman…? – dijo una voz de mujer. – ¿Podemos…
Era Gerri. Parecía preocupada, frustrada y algo sobresaltada cuando vio también a Lavinia.
Ésta notó una tensión que solo podía comparar a ese especie de nosequé que tiene el aire antes de una tormenta de verano.
Pensó que no sabía que era pero que tampoco quería descubrirlo.
No hoy de todos modos.
– Yo ya me iba – dijo dándose prisa. – No te lo merecías… ¿vale? – Miró a su primo un momento pero éste hizo una mueca – lo que sea…
Había una cena.
No se supone que estuviera invitada.
Pero Marcia mandó a Greg a buscarla.
Estaba segura que aquello no tenía nada que ver con ella ni con Marcia de todas formas.
– Me han preguntado qué hacías aquí… y bueno Tom estaba allí y les ha dicho que estabas colaborando con la ATN y… ella dice que bueno el último día aquí… cenemos toda la familia.
Tuvo el convencimiento que las noticias llegarían a Ewan Roy antes de lo que había previsto.
Mierda.
– Greg… diles que no he podido…
– No sonaba a pregunta… es más fácil que vengas, a que me hagas decirles que dices que no. No está el ambiente para lanzar cohetes y no quiero… de hecho preferiría no tener que decir nada en absoluto hasta mañana… o hasta n…nunca… – se trabó con las palabras.
Ella aún tenía ganas de desaparecer de la faz de la tierra.
Miró a Greg seriamente.
– No voy a venir. Aunque tengo que pedirte un favor…
No iba a jugar a ese juego. Ella no era ninguna especie de siervo que podía ser convocado a la corte vete tú a saber por qué…
Stewy tomó un cóctel mientras empezaba el espectáculo de ese cómico, Zell Simmons. Ella acababa de escribirle que necesitaba un momento más pero podían verse en una hora o una hora y media donde él quisiera.
Habían acabado una larga conversación con Sandy sobre los próximos pasos que dar y su socio anunció que estaba cansado, se tomaba la última con unos colegas con los que también hacía negocios en una de sus sociedades pantalla y ya se retiraba.
– Nos vemos mañana en el desayuno entonces.
– No, espérame directamente en el avión. Voy a hacer un par de llamadas a primera hora para ver si damos con ese hombre que te he dicho – bajó la voz y le sonrió con un gesto paternal – Anímate, hijo. No hagas esa cara. Cuando todo termine, vamos a celebrarlo, pero esta vez propongo yo el tipo de fiesta.
– Cuenta con ello – aceptó, aunque honestamente Sandy no era un hombre que ahora mismo hiciera la pinta de estar por muchas fiestas.
– Dile al bombón de antes que te acompañe, si no te molesta. …y si tú no estás interesado, pues… comparte – bromeó.
– Oye, sobre ella. Es un no. No está interesada y preferiría que no fuera el tema de ninguna broma sexual. Está fuera de los límites. ¿De acuerdo?
Sandy cruzó los brazos sobre el pecho e inclinó la cabeza. – Así que te gusta…
– Es un tema delicado.
– Bien, pero que sepas que me alegro. Un hombre necesita de cariño...
Stewy frunció el ceño y sacudió la cabeza.
Estaban como para dar lecciones sobre el patriarcado.
– ¡Hola! Bueno, como estamos. Estupendo. Miraos a todos con vuestras chaquetas recién salidas del mercadillo de Burlington. ¿Compráis allí? Me alegra veros aquí, solucionando los problemas mundiales. Es como esconder trigo durante una hambruna y decir: "Por qué están todos tristes? ¿No tienen wifi?... ¡Han venido los Roy! ¿Qué tal tíos? ¡Ah del barco! ¿Permiso para no embarcar nunca?... También se están fraguando muchos tratos aquí. Alguien venderá Waystar. Me parece genial. Es como si mientras el Hindenburg caía, dijeran: "Zepelines de hidrógeno. Ponme dos…".
Al menos el monologo de la noche friendo a Waystar de lo lindo le ayudó a calmar la leve agitación.
Saltó cuando vio a Logan correr detrás de Nan Pierce.
– Tiene gracia porque es verdad – no se mordió la lengua.
– Que te follen.
Puso los ojos en blanco.
– Así que al final es un adiós al acuerdo con los Pierce. He visto a tu padre arrastrándose detrás de la matriarca, es la comidilla de todo el mundo, a parte de las mujeres ahogadas, por supuesto – le lanzó a Kendall media hora después cuando lo vio rondar nervioso la barra.
– Tío, ¿no habrás visto a Roman?
Arqueó una ceja. Esta tarde había sentido algunos rumores… así que suponía que esto confirmaba que eran ciertos…
– ¿Lo has perdido? ¿Qué vuelve a tener cinco años? – preguntó.
Kendall movió la cabeza en modo autómata.
Entonces Stewy se encontró dando otro trago a la copa y haciendo un gesto de negación que resultó bastante civil dadas las circunstancias, porque lamentablemente sabía de qué iba esto. Joder...
Era un antiguo espectáculo que Logan Roy solía interpretar cuando necesitaba descargar su frustración encima de sus hijos y no tenía suficiente con su lengua venenosa y sus modales de tirano.
– No, no lo he visto...
– Gra… gracias… – se giró y se fue hacia Greg y Tom que estaban plantados en la puerta como dos pasmarotes desde hacía varios minutos.
Hablaron de Roman entre murmullos con Kendall; y cuando éste se fue de la sala, le pareció escuchar claramente que Wambsgans de todas las personas del planeta la mencionaba a ella. A Lavinia.
Si esos dos hombres nunca tuvieran un secreto, sería algo destornillador de ver en directo. ¿Qué les pasaba?
Se acabó su cóctel y salió hacia la puerta.
– Colega, deberías ir tú también a ver cómo está tu hermana, hacia muy mala cara cuando…
– Es que no sé qué… no sé qué decirle… ahm, pero creo que sé qué le pasaba… uh, es un tema complicado… no querrá hablarlo conmigo…
– ¿Cómo que complicado? ¡Que casi se desmaya, pasmarote!
Greg se rascó la frente, inseguro: – Le he dejado mi cabina para que se dé un baño y coma algo y me ha parecido que estaba bien.
Trató de borrar de su cabeza la horrible sensación de esta tarde, pero no estaba segura que meterse en la bañera ayudara. Ni siquiera con la música alta o ese aceite relajante que había encontrado en la repisa del baño.
Le había pedido a Greg que le prestara su cabina ya que para ser sincera si se iba al hotel de prensa dudaba que no se quedara simplemente dormida y hecha un ovillo en la cama.
El iPod de su hermano tenía una extraña combinación de música de Drake, Wax y Taylor Swift. "One Dance", "God's Plan", "Passionfruit", "Right Between the Eyes", "Red", "Cruel Summer"...
"Fever dream high in the quiet of the night
You know that I caught it
Bad, bad boy
Shiny toy with a price
You know that I bought it..."
Realmente quería tener esa conversación con Stewy.
En el fondo quizás solo quería verle…
De momento, trataba de relajarse, pero todo lo que conseguía era sentirse peor.
Se deslizó bajo el agua, hundiendo la cabeza con la vana esperanza de que eso la ayudara. Volvió a tomar aire. No estaba funcionando, así que salió de la bañera tirando del tapón para que el agua fluyera y se colocó un albornoz.
Se dispuso a secar su cabello. Buscó su reflejo en uno de los espejos que había en la habitación. Dios, estaba terrible. Tenía los ojos como tumidos, el pelo hecho un lío, la tez muy pálida.
Encontró muy extraño que llamaran a la puerta en ese momento.
Si era Greg debía tener otras llaves. Además, faltaba un rato para la hora que habían pactado con Stewy, y habían quedado en un lugar discreto detrás del chalet, cerca de su cabina. Ignoró los golpes.
– Lavinia, sé que estás ahí. Abre.
No estaba presentable pero allí fuera cualquiera iba a verle golpeando a la puerta de Greg. Estaba segura que no era la imagen que su hermano quería dar en este preciso momento.
Sintió una ráfaga del frío viento cuando abrió la puerta. La cerró después de que entrara.
– ¿Cómo has sabido que…
– Yo también me alegro de verte – murmuró con el afecto bailándole en la mirada.
Lavinia se irguió un poco buscando sus ojos, interrogándole.
Él bajó la cabeza pero no llegó a besarla. – ¿Qué ha pasado? – pregunto Stewy con una mano en su codo. Notó la cara de seriedad de ella. Sus cejas pobladas y oscuras se fruncieron inmediatamente, interrogándola: – ¿Lavinia?
– Nada… solo tuve un momento de pánico por algo que no iba conmigo.
Él siguió mirándola arrugando la frente. – He escuchado rumores sobre la discusión después del panel y hay gente que ha visto a Roman en el lavabo limpiándose la sangre…
Lavinia fue a asentir… pero luego… lo miró con una horrible realización.
– Dios, ni siquiera puedo contarte esto, ¿verdad? Es algo que podrías… usar…
Se apartó, se acercó.
Quiso llorar.
Otra vez.
Stewy era un hombre pacífico. Pero en el momento que vio la cara de Lavinia hubiera estado encantado de cargarse él mismo a Logan Roy y lo peor era que no era la primera vez.
Ese nivel de putrefacción jodida...
Miró a sus manos vacías.
No iba a hacer esto con ella. – Conozco a los Roy… ¿vale? – dijo – he estado allí en sus fines de semanas y sus jodidas vacaciones, sabes que es cierto. Pondría la mano en el fuego sobre que los rumores de esta tarde son verdad. Solo quiero saber por qué tu hermano y el puñetero Tom Wambsgans están preocupados por ti…
– ¿Has hablado con Greg? ¿Con Tom? ¿Cómo? ¿Por qué?
– No lo he hecho. Les he escuchado… sin querer. Estaban siendo como un señal luminoso de "por favor, estoy tramando algo, escúchame" – aclaró – ¿Estás bien?
La preocupación en su tono era clara pero controlada.
– Creo que sí…
No había lágrimas en sus ojos pero era obvio que había llorado o pasado mucho tiempo bajo el agua en la bañera. O ambas. Lavinia tenía los ojos algo hinchados y aun había un pequeño rastro de rímel en su mejilla.
Le besó en las pestañas mientras la abrazaba contra él con un brazo.
Poco a poco los sentimientos que la habían angustiado se fueron disipando hasta que alzó un poco la barbilla para mirarle de pleno.
– Déjame escucharte, ¿vale? Soy bueno haciéndolo… – insistió Stewy – y tenemos suficiente mierda contra Logan Roy con esto que les ha petado en la cara, de hecho hay otra munición preparada, no necesitamos… lo que sea que te haya puesto así… Tienes mi palabra, si es que vale de algo.
Lavinia parpadeó.
Él le metió un mechón castaño detrás de la oreja y le rozó la mandíbula con los dedos. Su ternura le pilló una vez más con la guardia baja.
– No es algo que haya hecho mi tío hoy aunque lo que pasó fue como… no lo sé… – dijo Lavinia, y se obligó a apartarse de su pecho para mirarlo a los ojos – como cuando estás en las escaleras, y te tropiezas y caes con algo que siempre ha estado allí, pero de lo que no te acordabas. Esta familia está rota por todos lados, no solo por el que tú conoces. Ya sabes que me fui a Bélgica con mi padre y su novio… ¿mm? Mi madre… se puede decir que no teníamos una gran relación. Realmente no quiero hablar de ello…
Stewy maldijo mentalmente a toda la jodida familia.
– Eras una niña. No era tu responsabilidad tener una buena o mala relación con… – protestó.
– Por favor – le cortó – no quiero… ya lo sé, ¿vale? Solo no quiero hablarlo.
Se quedó mirándola preocupado pero asintió.
Stewy estaba seguro que Logan había pegado a Roman; no quería ni imaginar por qué razón la había afectado así, pero lo hacía y, joder, incluso le dolió a él.
– Lavinia…
– Ahora estoy bien, lo prometo.
Ella desvió la mirada.
En un gesto juvenil, él abrió las palmas en rendición. Estoy aquí por ti de todos modos.
A Lavinia se le ocurrió que todo lo que rodeaba el incidente de esta tarde parecía tener una cierta calidad de déjà vu para todos.
Como la reacción de Kendall, como una obra de teatro que has ensayado muchas veces…
Había algo de eso aquí en ese momento.
Él solo… en el fondo ya conocía lo que había pasado con Roman… ya había vivido alguna versión de esto… de alguna manera.
No sabía si estaba preparada para escucharlo de sus labios.
Stewy conocía bien esta familia porque… no, no solo había sido solo una amistad o negocios…
– ¿Quieres algo? – atravesó la alfombra de la habitación en dirección al minibar.
– ¿Un whisky?
– ¿Sin hielo?
Mirándolo se dijo que quería desesperadamente que esto entre ellos fuera real pero sabía que no estaba en sus manos.
Le ofreció el vaso y él se mojó los labios.
Lavinia cogió un botellín de cerveza para ella misma pero suspiró antes de descartarlo y volverlo a su lugar. No sigas lamentándote por lo que no puedes arreglar...
Se apoyó en el mueble pero notó un pequeño movimiento y a su mano rozando la suya. Un cosquilleo. Stewy le cogió dicha mano y entrelazó los dedos con los suyos.
–…no te aferres a esa mierda. Sé que duele pero tú vales más que eso, Lavinia.
Ella no le contestó solo miró sus manos juntas.
Hubo demasiado silencio. Esta vez Stewy no estaba seguro de si había dicho lo correcto o había metido la pata.
Joder, no es como si no hubiera tenido que consolar a alguien antes por esta maldita familia, pero aun así esto era un animal totalmente diferente a lo de entonces. Ella no hablaba nunca de sus padres.
Sí lo hacía aunque poco del abuelo que la había arrastrado de vuelta a América…
– Voy a estar bien. Tendría que estar mal por mi primo y no lamentándome de mis propios traumas – le dijo Lavinia mordiéndose el labio.
Como si su primo no fuera un idiota que iba a saltar y morderles la cabeza a la primera oportunidad.
Bendita, Lavinia.
– Había pensado que podíamos cenar algo en mi cabina…
– Es que… no tengo mucha hambre… pero tendría que vestirme porque Greg va a venir y…
– Claro.
Incómoda, se cerró más el escote del albornoz al darse cuenta que se había abierto exponiendo demasiada piel. Él sonrió con ojos encariñados y un poco tunantes pero no había nada morboso en como la miró.
Lavinia se deshizo de su mano pero apenas se movió.
Lo contempló como si sopesara el peso del mundo.
Nunca nadie la había mirado así de bonito…
– Ahm… quieres que… puedo esperarme aquí o fuera… – dijo confuso por su repentina inmovilidad.
– Stewy… dijimos… ¿te puedo preguntar algo? – cuestionó.
– Claro que sí, lo que quieras.
– Kendall… ¿cómo de importante fue? – Se arrepintió de preguntarlo en cuánto salió por su boca.
No tenía ni idea de cómo lo expresaría hasta que lo soltó y… zass… toda aquella contundencia con la que había formulado la pregunta se le quedó en la garganta.
Stewy tomó un poco de aire y abrió los ojos como si no lo hubiera visto venir:
– No tenemos por qué hablarlo ahora…
Luchó consigo misma. Confusa con sus emociones. Ojalá pudiera, al menos, entender qué es lo que le asustaba tanto.
– Es tan buen momento como… – jugó con la goma del cabello que llevaba en la muñeca, estirando un poco de ella, nerviosa – Ayer cuando Rome habló del divorcio de Ken, me contó que fue a ti como… como hacía "cada vez"… Yo solo… me preguntaba si… no sé… en realidad no tienes que contestarme… – perdió el hilo – Perdóname…
Lavinia se tragó las dudas. Él tenía razón, no tenía sentido que tuvieran esta conversación justo ahora.
Pero Stewy negó con la cabeza y la animó a seguir:
– ¿Qué más te dijo Roman?
Contuvo las ganas de deslizarla hacia él y acariciarle el cuello y el nacimiento del pelo cuando ella hizo una mueca con los labios.
– Nada real, básicamente lo hizo sonar como si… os hubierais acostado durante años, como si quizás aún cupiera la posibilidad que... incluso en la boda de Shiv tú y él. Pero eso último, creo que sé que no es cierto…
– Maldito imbécil…
– Stewy…
Stewy lució inquietantemente serio por un momento.
– No hemos estado juntos hace años – vaciló.
– Vale.
Nunca había hablado de ello con nadie ni siquiera con Zahra que se reía arrugando los labios cada vez que mencionaba a su amigo Kendall o con Paul de la universidad que les tenía que aguantar haciendo ruido hasta las tantas.
La vio asentir suavemente con la cabeza.
– Fue un juego de adolescentes que se nos fue de las manos – explicó.
– ¿Un juego o una relación? ¿Te enamoraste de él?
La observó por unos segundos y guardó silencio.
No hacía falta que dijera nada. Ella le sonrió, pensativa.
– ¿Sigues enamorado de él?
– No, Lavinia – contestó empujado por una especie de resorte. Algo le dijo que si no se explicaba muy bien ahora, iba a cagarla y con ella no podía permitírselo –, no te voy a negar que hace años lo estuve…, pero ya no, nada de eso… Hacia el final dábamos tumbos. Broncas, reconciliaciones. Uníamos los "yo ya te dije que esto era lo que era" con "vamos a hacerlo una vez más". Esos mocosos suyos todavía iban en pañales cuando un día le miré y pensé: "quiero a este tío, pero ya no estoy enamorado de él…". No se debió a nada que hubiera hecho él en ese momento. Simplemente, se levantó una neblina. Nosotros mismos éramos unos críos, dormimos e hicimos planes y aquello que había empezado de adolescentes terminó en confusión y él casándose con quien no tengo duda que es el amor de su vida. – calló un segundo. Era importante que ella entendiera que – que aquello se esfumó. Se había viciado. Supongo que merece algo de crédito que hubo un tiempo en que pensaba que le conocía bien…
– Entiendo…
– No estoy seguro – sonrió extrañamente.
Ella tenía el ceño muy fruncido.
– ¿No? ¿Qué más hay que entend…
– Nunca lo había dicho en voz alta. No así. Eres la primera persona a quien se lo cuento,... Lavinia, no voy contando a la gente que solía ser un idiota…
Stewy arqueó las cejas, dejó cosas en el aire, cosas que quería decir.
Porque Lavinia estaba muy concentrada intentando absorber toda aquella información, demasiado para recordarle haciendo hincapié en cada maldita silaba que acababa de abrirse en canal por ella; que por favor tratara esas vísceras suyas maltrechas con cuidado.
Había planeado tener una conversación ligera sobre esto. Admitir que había sido un chaval estúpido encoñado y luego besarla hasta que no pudiera más.
De alguna manera, el momento, la sobriedad con la que ella se lo había preguntado, habían pesado demasiado como para que fuera tan sencillo.
Lavinia había disparado directamente a matar dando por supuestas emociones no solo sexo... tendría que haber estado más preparado.
– ¿Cómo lo sabía Roman? – infirió ella, con un suspiro.
– Supongo que lo dedujo, y si él lo hizo probablemente otros también lo hicieron… no Logan Roy, o ya me habrían encontrado en un maletero.
Lavinia sintió la garganta seca.
Estaba abrumada por una oleada de sentimientos encontrados cuando volvió a contemplar el rostro de Stewy.
Inhaló, intentando ordenar los pensamientos.
Él tenía la frente arrugada casi imperceptiblemente. Aun así estaba guapísimo.
Era un mal momento pero a Lavinia le golpeó la realización que nunca había sentido esto por alguien. ¡Había estado enamorada o creído estarlo pero nunca había sentido que iba a vomitar el corazón solo de mirar otra persona...!
¿Qué venia ahora?
– Greg debe estar al caer, será mejor que no me encuentre así contigo – se movió para ir a vestirse. De hecho, caminó hacia la puerta del lavabo.
Sus dedos la cogieron de la muñeca.
Ella se dejó detener un momento, dejándose mecer por el calor abrasador de su tacto.
– Vuelve a Nueva York conmigo.
No, no podía hacer eso.
Mierda.
No sabría manejar la sensación de ser una segunda o tercera opción – y definitivamente si seguía con él se estaba ofreciendo exactamente a eso.
Todas sus inseguridades se proyectaban con crueldad en el universo de Stewy.
Él no tenía la culpa de que ella se hubiera enamorado…
… quererle iba a romperla. … y no sería él quien lo hiciera, sino ella misma si no lo paraba ya.
Habían compartido un sexo increíble o eso creía y, al mismo tiempo, había empezado a sentir estas mariposas furiosas que se negaban a abandonarla pese a…
Kendall había sido muy muy importante para él.
Su primer amor.
– No puedo venir contigo a Nueva York.
– ¿Por qué? – se quejó.
El cosquilleo volvió. Él le sostuvo la mirada, y ella contuvo la respiración
Se rió con algo amargo en los labios y hundió la cabeza en las manos. – Es como si perdiera cualquier clase de juicio cuando se trata de ti. Me equivoco por mucho que lo intente – confesó.
– Lavinia…
Alzó la vista para mirarlo.
Oh, Stewy.
Lavinia pensó en la desastrosa relación con su madre… en su padre que los había abandonado a Greg y a ella, y después simplemente había dejado que Roger le guiara en aquello de la relación paternofilial con su hija… en si eso había moldeado sus relaciones fallidas con los hombres…
Puede que los niños aprendan, en los primeros años, por imitación. … cuánta responsabilidad en manos de personas que no siempre están preparadas.
Probablemente había contribuido a su inseguridad, su falta de confianza en sí misma...
¡Gracias a Dios que había tenido a su padrastro! Él solía decirle que querer no era tan complicado. El amor romántico vendía la idea de que el sufrimiento era algo normal, cuando en realidad no lo era.
Quería estar bien con lo que Stewy estuviera dispuesto a darle o pedirle… Ser lo suficiente despreocupada para continuar con esta historia hasta que se deshiciera entre sus dedos…
Pero esa no era ella.
Para Stewy ella era una de tantas historias y, tarde o temprano, eso le iba a romper el corazón.
En cuanto surgieron en ella los sentimientos de celos, supo que había metido la pata y tenía que recular de alguna forma…
No le reprochaba nada, solo que no sabía cómo hacer esto.
Lavinia frotó sus ojos y juntó las manos frente a su boca:
– Siempre has sido sincero así que no tendría sentido que yo te dijera otra cosa que no sea la verdad. Vas a pensar que soy ridícula, pero por favor no me lo digas a la cara, ¿de acuerdo? – su sonrisa tembló – No es que fuéramos en serio pero lo he fastidiado porque… creo que... – mierda, no digas "te quiero" – ... ¿sabes cuánto me gustas?, esto para mi es más que sexo, y joder Stewy, es una cabronada… ojala pudiéramos solo…
Ahora estaba… confuso.
Joder.
Se recordaba a sí mismo diciéndole no hace tanto que fuera lo que fuera había sido más que buen sexo. Y acababa de ser lo más sincero que había sido nunca con nadie. ¿Por qué no le escuchaba?
Pensaba que tenía tiempo para figurarse esto antes de decirle lo mucho que significaba para él. Creía que se había explicado bien apenas hace unos minutos y ahora…
No estaba listo para hacerle promesas de ningún tipo...
La vio cerrar los ojos, tratando de recomponerse.
La perdía. … y ella le importaba. Tanto que le daba un vértigo horrible.
Cómo podía estar tan acojonado con algo tan simple.
Hizo lo peor que podía hacer. En vez de explicárselo, se dejó llevar.
Al principio solo fue un beso. Unos labios que se aprietan. Sus manos automáticamente se fueron a su cintura.
Luego Lavinia cogió la delantera y el rifirrafe entre ellos fue más brusco, todo lengua y mordiscos, suspiros, pero sin intención de que llegara más allá. Ella enredó las manos en su cabello, él la apretó más contra sí. En aquel beso, casi hicieron el amor. La lengua de ella le acarició la suya y él quiso fundirla contra su pecho.
Stewy presionó después los labios contra su mandíbula en un reguero de saliva y pequeños besos que le hacían cosquillas.
Se concentró en mantener sus manos fuertemente enlazadas en su cintura. Casi sin respirar. Porque ella estaba desnuda bajo el albornoz pero esto no iba de piel expuesta. … su cuerpo protestó con ideas propias pero se resistió.
Arrastró la lengua a lo largo de sus labios antes de empujarla de nuevo en busca de la suya.
... quería seguir besándola hasta que se le olvidara su puto nombre y solo pudiera repetir el de ella.
Al final Lavinia le abrazó, le acarició la barbilla con los dedos.
La expresión indescifrable que sostenía Stewy en su cara se convirtió en una sonrisa prudente.
Aunque no se le escapó que aquél tenía fácilmente la textura de un último beso, de los que se dan para ser recordados toda la vida.
– Ya sé que piensas que soy un cabrón, pero démosle unas vueltas a esto. Tengamos más citas, tomemos un café y comamos juntos, perdámonos por Nueva York de vez en cuando... Digo, eso es lo que hace la gente, ¿no?... – propuso.
– ¿Cómo?
– ¿Qué quieres decir cómo?
– Joder, tienes pareja – ella pareció dolida.
– Lavinia…
Estaba acostumbrado a conseguir lo que quería.
Pero a quién le importaba lo que él ganara o perdiera en esto cuando ella le miraba como ahora. Lo último que pretendía era hacerle daño.
Durante mucho tiempo él siempre había ido así…, por libre.
Había sentimientos de por medio por parte de los dos… Esta vez no podía no estar a la altura.
Era mucho más complicado que decirle que había roto con Zahra.
Por supuesto en ese momento hubo un estruendo en la puerta y su jodido hermano apareció.
– ¡Hostia! – gritó horrorizado, poniéndose de cara a la pared.
Eso sobresaltó un segundo a Stewy. No estaban haciendo nada. Excepto que el albornoz de Lavinia volvía a ser un espectáculo y tenía medio pecho a la vista.
– ¡Greg! – se quejó ella, tapándose.
– Puedo… puedo salir… – se ofreció el chico.
La vio suspirar.
– Estamos vestidos o lo equivalente a ello, por favor, ¿puedes girarte sin que parezca que es lo que no es? – explicó en cambio paciente.
– No, no.
Stewy la miró exasperado. ¿Podía estrangular a este chaval solo por un momento?
Notó la mano de ella en su brazo.
Sus ojos brillaron y desvió la mirada al techo. Parecía abatida, pero aún tenía fuerzas para esbozar esa sonrisa por la que su mundo dejaba de girar:
– Stewy, ¿podemos dejarlo para otro día?
Asintió con un vacío en el estómago.
Esta mujer le había metido en el pecho como unas doscientas emociones por minuto que ahora tenía que aprender a gobernar.
Se hizo un ovillo en la cama hasta que amaneció pero no pegó ojo.
Oh, lo sabía. Durante meses iba a soñar con él tan vívidamente que le partiría el corazón.
Con sus ojos oscuros intensos, sus pestañas espesas, su nariz, su barba cuidada, la línea de su mandíbula... En su cabeza seguiría reproduciéndose a veces la exacta inflexión de su voz cuando estaba siendo sarcástico, o dulce, o…
No necesitaba empezar esta noche…
Escribió a Monique y esta fiel amiga le contestó en cuestión de minutos pese a la diferencia horaria y su trabajo de locos en el periódico o quizás por eso.
Aquí era medianoche pero en Europa se estaba haciendo de día.
Solo una reportera de raza como Monique seguiría despierta a las tantas de la madrugada de un sábado (domingo), probablemente escribiendo fragmentos de ese libro que esperaba publicar pronto sobre los refugiados en Calais.
"Lavinia, la vida es demasiado corta para que te rayes por un tío. Eres divertida, inteligente, sabes que eres bonita, y la única que se acuerda siempre de mi aniversario sin tener que abrir Facebook. Déjalo ir, cariño".
Monique siempre le había dado buenos consejos pero le habría gustado oír otra cosa.
¿Pero qué buena amiga le diría lo contrario después de saber que estaba pillada de un tío con una relación abierta, que intentaba quedarse con la empresa de su tío abuelo y cuyo primo era su primer amor?
Especialmente conociendo como le había ido la última vez con un hombre...
Ella habría sido menos expeditiva con Monique. "Vete de allí, ya". Habría puesto y estaba casi segura que lo habría escrito en mayúsculas. Pero claro, a Monique no le hubiera hecho falta. Monique se enamoraba mucho pero también le pasaba muy rápido.
Lavinia suspiró apretando su cara con el cojín.
"¿Qué es lo que más te ha dolido?", repreguntó su amiga.
"Que le quiero. Es una liada".
Su hermano estaba poniendo en duda su sentido común.
Lo sabía porque la cara de Greg era un poema. No se podía creer que ella fuera tan tonta… por el quién, pero también por el cómo. ¡En su cabina!
Se lo había repetido unas diez veces ayer por la noche. Su preocupación no era si se habían liado allí, que tampoco le hacía ninguna gracia, pero sobre todo si alguien había visto a Stewy entrar.
– Greg… – le preguntó sin que pareciera que llevaba horas rumiando esa idea.– ¿… si pidiera vacaciones y me fuera a Canadá unos días me acompañarías?
– ¿A Canadá?
– Sí, puede que me convenga, no sé, cerrar carpetas. Nunca he ido a un terapeuta… ¿pero supongo que es lo que uno me recomendaría?
Greg la volvió a mirar como si se hubiera vuelto loca. Si vale, puede que eso fuera mucho suponer.
Pero podía intentar ver si eso la aliviaba, acababa de hundirla o en verdad descubría que los malos recuerdos de infancia, vistos de cara, ya le eran indiferentes.
Además necesitaba aislarse unos días, alejarse, meter a su corazón a raya.
